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10. SANGRE DE ADÁN

Capítulo 10. Sangre de Adán.

—Nada mal. —Le dijo la ojiazul orgullosa a la pecosa cuando está disparó su arco y la flecha llegó un poco más abajo del centro de la diana.

—Aún no está perfecto. —Le respondió Susan con tono frustrado. —¿Podrías explicarme nuevamente?

—Por supuesto, Su. —Violet se colocó detrás de la Pevensie para poder ayudarla. —Tu cuerpo debe de estar perpendicular al blanco y la línea de tiro. Ya sabemos que tu ojo dominante es el derecho, por lo cual debes de agarrar tu arco con la mano izquierda, apunta tu hombro izquierdo hacia el objetivo y maneja la flecha y la cuerda con tu mano derecha.

—Cuando Santa me dió el arco, pensé que sería mucho más fácil manejarlo. —Comentó mientras le hacia caso a la ojiazul y apuntaba con su hombro izquierdo al centro de la diana.

—Se que podrás lograrlo. —Le animó Violet. —Ahora suelta la flecha relajando los dedos de tu mano derecha. Y recuerda que la manera en que sueltes tus dedos de la cuerda puede impactar el vuelo de la flecha. —Le explicó para luego ponerse al lado de la pecosa, dándole confianza.

Susan suspiró y se relajó, para acto posterior soltar la flecha de plumas rojas.

—¡Lo hice! —Gritó con emoción cuando vió que la flecha había logrado su cometido. —¡Muchas gracias Violet! no creo haberlo logrado sin tí.

—¡Excelente tiro, su alteza! —Exclamó Brontë, el fauno que le había enseñado a disparar a Violet y que ahora le enseñaba a Lucy como defenderse con la daga.

La pecosa le sonrió al fauno con alegría.

—Sólo tenías que confiar en ti misma. —Le dijo Violet con orgullo.

—Eres la mejor maestra. —La mayor de los Pevensie abrazó a la ojiazul.

—Aprendí del mejor fauno. —Le respondió luego de romper el abrazo. —Brontë realmente tuvo paciencia conmigo, aunque diga que mi don del arco es natural, se que tuvo muchos inconvenientes por enseñarme. Y ni siquiera quieres saber la historia de como me enseñó a pelear con la daga. —Ambas niñas rieron.

—Pero si Brontë te enseñó a usar el arco y la daga, ¿quién te enseñó a usar la espada? —Preguntó Susan un tanto confundida al recordar que la chica no solo manejaba decentemente el arte de la arquería, sino que también sabía usar muy bien la espada.

—Peter me enseñó. —Le respondió la ojiazul tranquilamente. —Hicimos un trato, yo lo ayudaba con él arco y él me ayudaba con la espada.

—¿Y el trato no incluía el hecho de besarse y dormir juntos en la misma carpa? —Susan se dirigió a ella burlonamente.

—Ya les dijimos que nos quedamos dormidos. —Le dijo la chica con un color rosado en sus mejillas, haciéndola ver adorable.

—Espero que sea eso y que no me hayan hecho tía tan joven. —Se burló la pecosa para luego tensar su arco y disparar al centro de la diana.

—¡Susan! —Le regañó Violet aun con el color en sus mejillas.

—¿Qué? —La Pevensie la miró inocente. —Solo me estoy asegurando, mi amiga Eleanor quedó embarazada a la misma edad que tú... Algo lamentable para su familia, la pobre ahora vive con sus abuelos en una granja en las afueras de Yorkshire.

—Peter y yo no hicimos nada de eso, tengo quince años. —Le recordó la ojiazul totalmente avergonzada. —Los pasos para la concepción son bastante claros; cortejo, compromiso y matrimonio. Ni siquiera estamos en el primer paso.

—Lo mismo dijo Eleanor. —Susan se encogió de hombros y miró por detrás de su acompañante. —Mira, ahí está tu futuro esposo y padre de tus hijos. Por cierto, si es niña quiero que la llamen Anna, en honor a mi segundo nombre, claro.

Violet se giró rápidamente para ver como Peter y Edmund tenían una pelea de espadas encima de un unicornio y caballo respectivamente.

—¡Vamos Ed, Como Oreius nos enseñó! —Gritaba el rubio mientras paraba las estocadas del azabache.

—¡En garde! —Exclamó Edmund para luego defenderse con otra estocada.

—¡Ahora bloquea! —Le ordenó Peter y el de ojos café le hizo caso, poniendo su escudo en frente para protegerse.

—¡Peter, Violet! —El señor castor llegó corriendo desesperadamente al campo de entrenamiento e interrumpiendo la sesión de espadachín.

—¡So, caballito! —Edmund le pidió al animal, intentando calmarlo.

—Mi nombre es Philip. —Le respondió el caballo algo indignado, sin importarle que estuviera hablando con un príncipe.

—Lo siento. —Se disculpó el azabache, para luego bajarse del animal y seguir a los otros.

—¿Está todo en orden? —Preguntó Violet mientras se acercaba al castor con sus armas en mano, junto a Susan, Lucy, Peter y Edmund detrás.

—Es la bruja blanca. —El animal los miró aterrado. —Viene hacia acá y demanda una audiencia con Aslan.

Los hijos de Adán y Eva se miraron preocupados, en especial Edmund ¿será que la bruja viene a cobrar venganza por él? Sin decir nada más, se encaminaron lo más rápido que pudieron hasta el centro del campamento.

—¡Jadis, reina de Narnia! —Un enano anunciaba orgulloso el nombre de su ama. —¡Emperatriz de las islas solitarias!

—¡Ella no pertenece aquí! —Exclamó Istér furiosa, seguida por otros faunos y centauros.

Los cinco niños la miraban temerosos, pero aún así Peter y Violet se colocaron delante de Susan, Edmund y Lucy para protegerlos.

—Tienes un traidor entre tus tropas, Aslan. —Dijo Jadis con desdén luego de bajar de su transporte.

—Su ofensa no fue contra tí. —El gran león la miraba apacible.

—¿Es que acaso has olvidado las leyes en las cuales Narnia fue forjada? —Preguntó la bruja en un tono superior y burlón.

El gran gato olvidó su trato tranquilo y lanzó un molesto rugido en dirección a Jadis.

—¡No recites la gran magía en frente de mí, bruja! —Aslan la miró molesto. —Yo estuve ahí cuando fue escrita.

—Entonces recordarás que todo traidor me pertenece, la sangre de ese hijo de Adán. —Señaló a Edmund, quien aún seguía detrás de los mayores. —Es mía.

—¡Intenta llevartelo! —Exclamó Peter furioso, mientras avanzaba un gran paso hacia la bruja, con Violet a su lado, apoyándolo.

—¿Y creen que el uso de la mera fuerza me negará mi derecho? niños reyes. —Pregunto Jadis con sorna. —Aslan sabe que si no recibo la sangre que por ley me pertenece, ¡toda Narnia será devastada... y perecerá en fuego y agua!... ese muchacho. —Volvió a señalar a Edmund con su vara. —Morirá en la mesa de piedra, como es tradición.

—Basta. —Rugió Aslan. —Hablaré contigo en privado. —Le dijo para luego entrar en su carpa, en espera que la bruja le siguiera.

Jadis dejó su vara a cargo de un gran minotauro, y fué con Aslan a la gran carpa.

—Tengo miedo. —Susurró Edmund luego de unos minutos de silencio por parte de los narnianos y de los soldados de la bruja.

—Aslan sabe lo que hace. —Le calmó Peter mientras colocaba su mano en la espalda del azabache. —Esa bruja no te sacará de aquí.

—Pero me lo merezco. —Volvió a susurrar con la mirada perdida. —Yo fuí quien los traicionó, merezco morir en esa mesa de...

—Ni se te ocurra terminar la oración. —Le cortó Violet mientras jugaba con su dije del león. —Todos cometemos errores, lo importante es lo que aprendemos de ellos. Tu ya entendiste que tus acciones no fueron las correctas, pero no por eso te entregarás a Jadis.

—Lettie tiene razón. —Lucy le sonrió a Edmund. —De los errores se aprende.

Los cinco compartieron una mirada de apoyo. Vinieron a Narnia siendo cinco, y volverían a Inglaterra siendo cinco.

•••

—Ha renunciado a su derecho de la sangre del hijo de Adán para siempre. —Anunció Aslan luego de que él y la bruja salieran de la carpa.

Los narnianos (incluyendo a los hijos de Adán y las hijas de Eva) comenzaron a gritar de alegría y de abrazarse como si la noticia que acababan de escuchar, fuera la mejor que habían oído en sus vidas.

—¿Cómo sabré que cumplirás tu promesa? —Preguntó Jadis algo molesta mientras se subía a su transporte y se quedaba de pie en este, esperando una respuesta.

Y entonces Aslan rugió, tan fuerte que la bruja se sentó de un golpe, y todos volvieron a vitorear con júbilo.

Jadis se marchó indignada con todos sus súbditos detrás de ella.

—¡Felicidades, su alteza! —Exclamaban algunos narnianos en dirección a Edmund.

—¡Te dijimos que todo saldría bien! —Susan abrazó a su hermano con una gran sonrisa en su rostro, mientras que el azabache se largaba a llorar de la emoción.

Tuvieron un festín hasta muy entrada la noche, en donde las dríadas y los faunos bailaban alrededor del fuego y los centauros aplaudían con emoción, mientras que los hijos de Adán y Eva se unían a los cánticos de los animales.

—¿Donde está Aslan? —Le preguntó Lucy a Violet mientras se dirigían a la carpa, era medianoche y Oreius había ordenado que todos fueran a descansar. —No lo veo desde que nos dijo que Edmund estaba libre.

—Probablemente estaba cansado, Lu. —Susan se metió a la conversación. —Los leones también se cansan. —Dijo con una sonrisa mientras abría la entrada de la carpa.

Se sacaron sus vestidos y se pusieron sus camisones rápidamente, estaban exhaustas.

Se acostaron en sus camas y se sumergieron en un silencio.

—Cuéntame la historia de la sirenita. —Le pidió la menor a la ojiazul luego de que Susan haya caído dormida. —Es mi favorita, encuentro realmente curioso que Ariel se haya convertido en espuma...

—Podemos despertar a Su. —Le advirtió Violet divertida. —Y no queremos que se enoje, ¿cierto?

—Si me lo cuentas en voz baja ella no se va a enterar. —Le rogó Lucy a la mayor. —Además, sabemos que Susan no se podría enojar con...

—¿Lucy? —Preguntó Violet confundida al no escuchar a la pequeña terminar la oración.

—Hay alguien afuera. —Susurró la menor mientras se levantaba de su cama con cuidado, seguida de Violet.

—Aslan. —Murmuró la ojiazul al ver la inconfundible figura del león pasar por fuera de su carpa.

No lo pensaron dos veces cuando apresuradamente se sacaron los camisones y se ponían el primer vestido y capa que encontraron en sus baúles. Se colocaron sus armas y con cuidado de no despertar a Susan, salieron en busca del gran león.

Violet agarró la mano de Lucy con fuerza, tal como una madre que lleva a su hija por las abarrotadas calles de Londres. Siguieron a Aslan por unos quince minutos, hasta que el león se dió cuenta de su presencia.

—¿No deberían de estar en la cama? —Les preguntó melancólico, sin darse la vuelta.

—No podíamos dormir. —Le respondió Lucy mientras jalaba de la mano de Violet para acercarse más al león.

—Por favor, Aslan... —Violet le sonrió. —¿No podemos ir contigo?

—Me gustaría tener compañía un rato. —Dijo mientras las niñas se soltaban las manos y se agarraban de su pelaje. —Gracias.

Caminaron por un buen rato en silencio, sin embargo no era un silencio incómodo, era uno en el cual solo eran ellos y la naturaleza.

—Ya es hora. —Aslan paró luego de una media hora de lenta caminata. —A partir de aquí tengo que ir yo solo.

—Pero, Aslan... —Violet trató de preguntarle hacia donde iba y porque ellas no podían acompañarlo más.

—Confíen en mí, tengo que hacer esto. —El león las miró triste. —Gracias, Violet. Gracias, Lucy. Y hasta pronto. —Les dijo para luego darles una última mirada y seguir su camino, dejando a las princesas detrás.

Lucy iba a retroceder hasta el campamento, triste por lo que les dijo Aslan. Pero Violet volvió a agarrar su mano y la guió detrás del espeso follaje, buscando un escondite en el cual pudieran ver que haría el gran gato.

Se colocaron detrás de una inmensa roca, para ver un horrible paisaje. Los súbditos de la bruja se encontraban con antorchas de fuego, las cuales se elevaban hasta el aire y hacían del lugar uno mucho más aterrador.

Vieron a Aslan avanzar por hasta donde estaba Jadis, quien lo esperaba con una sonrisa burlona y una daga en su mano.

—Miren, el gran león. —Saludó con desdén, mientras pasaba su mirada de Aslan al minotauro que estaba a su lado.

Este, acatando la mirada de su ama se acercó a Aslan sin una pizca de miedo, para luego golpearlo con su arma y logrando de el león cayera al duro suelo.

—¿Por qué no se defiende? —Preguntó Lucy alterada mientras observaban como los súbditos de Jadis comenzaban a burlarse de él.

—Debe saber lo que hace. —Violet respondió la pregunta algo nerviosa.

—¡Átenlo! —Gritó la bruja, haciendo que su ejército se acercara con cuerdas y ataran a Aslan. —¡Esperen! —Vociferó mientras miraba al león con burla. —Primero aféitenlo.

Los soldados soltaron un grito de diversión y con cuchillas y dagas, comenzaron a despellejar al gato.

Las niñas solo podían mirar el paisaje horrorizadas.

—Tráiganlo. —Ordenó Jadis luego de que Aslan se quedará sin melena. —Sabes, Aslan... —Susurró la bruja después de que sus súbditos humillaran al gato. —Me has desilusionado un poco, ¿de verdad creíste que podías salvar al humano traidor? me estás dando tu vida sin salvar a nadie, supongo que eso vale el amor.

Aslan solo la miraba con sus aguados ojos, sin poder hacer nada.

—¡Esta noche la gran magia será apaciguada! —Exclamaba la bruja con ambición. —¡Pero mañana, tomaremos Narnia para siempre! —Los súbditos gritaban de avaricia. —Luego de saber eso, ¡desespera y muere! —Miró a Aslan con odio y sin dudarlo, enterró la daga en el corazón del león, sacandole su último suspiro.

Violet torpemente tapó los ojos de Lucy en un intento para que la menor no viera aquella dolorosa escena, pero Lucy no pudo aguantar tanto el llanto, así que sacando la mano que obstruía su vista, se lanzó en los brazos de la mayor para llorar silenciosamente.

Se quedaron así, llorando por un buen rato, habían pasado dos horas, pero ellas seguían descargando su pena detrás de la roca. Cuando se lograron calmar un poco, se levantaron con cuidado del suelo, se dirigieron al lugar del sacrificio y se acurrucaron junto al helado cuerpo del gran león.

Violet no sabían cuánto tiempo había pasado, solo sabía que Lucy se había quedado dormida haciéndole caricias al cuerpo de Aslan mientras que ella protegía y vigilaba que nadie enemigo se acercara a ellas.

—Tenía la esperanza que todo fuera una pesadilla. —Susurró Lucy con sus ojos rojos en la mañana, luego de despertar de su gran sueño.

—Lo siento, Lu. —Violet le sonrió con tristeza. —Pero no lo és, Aslan nos ha dejado.

—El se sacrificó por Edmund. —La menor se acurrucó aún más al cuerpo del león. —Ojalá hubiéramos hecho algo.

—Y lo haremos. —Le dijo la ojiazul mientras se levantaba del helado suelo y buscaba algo por debajo de su capa.

—¿Que es lo que buscas? —Preguntó Lucy extrañada mientras observaba a la mayor.

—El dije que me regaló Santa Claus, ¿lo recuerdas? —Le preguntó a la pequeña luego de soltar un pequeño festejo al encontrarlo. —Peter tiene otro igual, y Santa dijo que cada vez que uno este en problemas solo debería de abrir el dije y apretar el centro para comunicarse con el otro portador.

—¿Crees que Peter esté despierto? quiero decir... se ve que es algo temprano y ambas sabemos que Pete tiene el sueño pesado...

—No se pierde nada con intentar. —Violet le sonrió y abrió su dije, para por consecuente apretar el pequeño botón que estaba en el centro.

—Wow... —Susurró Lucy maravillada, y no era para menos, pues al momento que Violet apretó el botoncito, una especie de humo rojo morado comenzó a rodear el dije y luego de eso, lograron ver el techo de una carpa.

—¿Peter? —Preguntó la ojiazul esperanzada, esperando que el rubio estuviera despierto para poder darle la lamentable noticia.

—La imagen no se mueve, supongo que Pete sigue dormido y el dije respondió por si solo. —Sugirió Lucy.

—Tienes razón. —Dijo Violet decepcionada para luego cerrar el dije, haciendo que el humo desapareciera.

—¿Como les diremos que Aslan está muerto, entonces? —Preguntó la pequeña.

—Creo que debemos volver, ya escuchaste a Jadis, en unas horas ella ya estará iniciando la guerra. No seríamos buenas reinas si no le avisamos a los narnianos lo que la bruja planea. —Le dijo Violet mientras ponía su mano en el hombro de Lucy.

—Pero no podemos dejar a Aslan aquí. —Lloriqueo la pequeña. —Debe de haber otra forma de avisarles a los chicos.

Violet no quería admitirlo, ella tampoco quería dejar al gran gato. Pero tenían que avisarles a Peter, Susan, Edmund y a Oreius lo que sucedería después.

Hasta que se acordó de algo.

—Las dríades. —Susurró con alegría, se dió la vuelta rápidamente, esperando encontrar a una ninfa de los árboles despierta, hasta que vió a una y junto con Lucy, se acercaron cautelosamente.

—Hola. —Murmuró Lucy con alegría cuando ya estaban al lado de la dríade.

—Sus altezas. —Respondió esta con elegancia, al mismo tiempo que hacía una reverencia. —¿Les puedo ayudar en algo?

—Necesitamos que lleves un mensaje al campamento de Aslan, ¿puedes hacerlo por nosotras? —Preguntó Lettie con esperanza.

La ninfa asintió y Violet comenzó a decirle lo que necesitaba que transmitiera a los Pevensie. Cuando el mensaje estaba listo, la dríade emprendió su rápido camino hacia el campamento.

Sus pétalos se movían con belleza y gracia, pero sin perder el ritmo, ya que la tarea que las princesas les habían encomendado era de suma importancia. Se acercó a la que parecía ser la carpa de los príncipes y sonrió cuando vio que había acertado, así que rápidamente entró al aposento y se acercó a la cama del rubio.

Posó su suave mano en la mejilla de Peter, tratando de despertarlo, aunque no se esperó la reacción del futuro rey.

—Vengo en son de paz, su alteza. —Le dijo con un poco de miedo, mientras Peter bajaba la espada con la cual le había apuntado. —Traigo un lastimoso mensaje por parte de las princesas Violet y Lucy, la mayor me pidió informarle que el gran Aslan fue asesinado la noche anterior por la bruja blanca y que porfavor se preparen para la guerra que Jadis comenzará esta tarde. Mientras que la menor me dijo que le prestara atención a su dije, que era importante.

—¿Aslan está muerto? —Preguntó el rubio con temor.

—Me temo que sí, su alteza. —La dríade se reverenció.

—¿Qué sucede con Lucy y Violet? —Preguntó Edmund. —¿Ellas están bien? —Volvió a preguntarle a la ninfa, mientras que Peter le daba una mirada impaciente, esperando que la respuesta sea una positiva.

—Ellas están bien, están cuidando el inerte cuerpo de Aslan. —Les informó la dríade, logrando que ambos jóvenes soltaron un suspiro de alivio. —También me pidieron que les informará a la princesa Susan sobre su estado, ya que no querían que se preocupara.

—Yo me encargaré de avisar a Susan. —informó Edmund mientras se colocaba su calzado, cogía sus armas y se retiraba de la carpa.

—Muchas gracias por informarnos, nos has sido de mucha ayuda. —Le agradeció Peter mientras repetía los pasos de su hermano, pero en vez de salir de la carpa, se quedó sentado en el suelo, pensando en la reciente información. —¿Puedo pedirte un último favor?

La dríade asintió.

—Avísale al campamento sobre las noticias. —Le pidió. —Yo saldré en unos momentos, solo necesito pensar.

—Por supuesto, su alteza. —La ninfa se reverenció por última vez, antes de salir de los aposentos e ir de carpa en carpa avisando a los narnianos sobre la muerte del gran león.

Al asegurarse que estaba solo, Peter buscó el dije por debajo de su camisa y cuando lo encontró, no dudó ni un segundo y lo abrió, apretando el botoncito. Al igual que lo que sucedió con Violet, un humo rojo con morado comenzó a salir del dije, para luego mostrar la cara de la ojiazul.

—¡Violet! —Exclamó el rubio, sacando un peso de sus hombros, pues a pesar de haberla visto ayer y haber compartido algunos fugaces momentos, la noticia de esa mañana lo había dejado devastado y necesitaba saber que ella y su hermana estaban a salvo.

—Peter. —Dijo Violet con cariño mientras admiraba su cara. —¿La dríade te informó sobre lo ocurrido?

—Si, me dijo lo de Aslan... —Respondió con tristeza, aunque sus facciones luego cambiaron a unas de curiosidad. —¿Qué hacen ustedes ahí de todas maneras? ¿Aslan les dijo que fueran con él?

—Lucy y yo no podíamos dormir, y vimos a Aslan caminando por fuera de nuestra carpa, así que nos arreglamos rápidamente y salimos detrás de él. —La chica le comenzó a explicar. —Hasta que llegamos a la mesa de piedra, aquí fue donde la bruja asesinó a Aslan.

—Lamento tanto que hayan tenido que ver esa horrible escena. —Dijo el chico sin poder dejar de mirar a Violet.

—Hagan sentir a Aslan orgulloso. —La ojiazul le sonrió. —La bruja dijo que comenzará a atacar en el Valle de Beruna en la tarde y son aproximadamente las nueve de la mañana, tienen tiempo para planear movimientos, confío en ustedes, nosotras iremos y los encontraremos en el valle, quiero esperar a que Lucy se sienta segura sobre despedir a Aslan...

—No quiero que vengan. —Negó Peter. —Pero se que no tomaran en cuenta mi opinión, solo les pediré que tengan cuidado.

—Ustedes igual, Peter. —Le pidió la ojiazul. —No los quiero ver heridos.

—Estaré con Susan, Edmund y Oreius, no me sucederá nada. —Le dijo el rubio. —De verdad, Lettie, estaremos bien. Necesito que cuides de Lu, cualquier inconveniente nos comunicaremos por medio del dije.

—Esta bien. —Se resignó Violet. —Solo cuídate, y cuida a los demás, gran monarca Peter. —Dijo lo último con un toque de burla, sacando una sonrisa al rubio.

—Te quiero, Violet Wright. —Confesó el chico luego de unos segundos de silencio, en los cuales se dedicaron a admirar las facciones del otro, las palabras salieron de manera rápida, pero no se arrepintió. Quién sabía si esa era la última vez que veía la cara de la muchacha.

—Te quiero, Peter Pevensie. —La chica le correspondió el sentimiento. —Espero que salga todo bien, nos veremos más tarde. —Le dijo para luego sonreírle con orgullo y cerrar su dije, haciendo que su imagen desapareciera.

El rubio se quedó unos minutos sonriendo con un aleteo en su estómago, hasta que se acordó de la situación que estaba pasando y como si fuera un resorte, se levantó del piso y salió de la carpa, encontrándose a los narnianos y a sus hermanos en silencio, esperando que él confirmara la noticia de Aslan.

—Acabo de hablar con la princesa Violet. —Comenzó a decir. —Ella y Lucy están a salvo, sin embargo, me confirmó la noticia de la cual estoy seguro que ya todos escucharon por parte de una dríade. —Miró a los narnianos inseguro sobre si debía continuar o no, pero las miradas de apoyo que recibió le dieron confianza y continuó. —Es verdad, Aslan está muerto, fue asesinado en la madrugada por la bruja blanca.

Los presentes bajaron la cabeza, tristes por la noticia.

—También se me informó que Jadis está planeando su ataque, por lo cual debemos de honrar el nombre de Aslan y ganar esa batalla, se lo debemos. —Terminó de hablar al mismo tiempo que Susan, Edmund y los narnianos comenzaban a gritar al cielo ¡por Aslan! y se retiraron a probar sus armas, preparados para ganar.

—Tendrás que dirigirnos. —Edmund se acercó con Susan y Oreius.

Peter lo miró con desconfianza, toda la seguridad que tuvo hace un momento mientras le hablaba a los narnianos, había desaparecido.

—Peter, mira a el ejército. —Le pidió Susan mientras señalaba con su mano al resto del campamento, los cuales parecían totalmente motivados de ganar aquella guerra. —Están listos para seguirte.

—No puedo. —Susurró el rubio con miedo.

—Aslan creía que podías. —Le dijo Edmund. —Violet, Susan y Lucy también lo creen. —Le volvió a decir, hasta que se dió cuenta que el debía de mostrar su apoyo. —Y yo igual.

Eso pareció tocar el corazón de Peter, había pasado su vida entera peleando con sus hermanos, pero la verdad es que él daría su vida y alma para que ellos estuvieran a salvo. Y escuchar que su malcriado hermano lo apoyaba, le dio una especie de confianza irreal.

—El ejército de la bruja viene en camino, señor. —Oreius desdobló un gran mapa y lo colocó en una mesa que un narniano había puesto. —¿Cuales son sus órdenes?

El rubio miró el mapa y comenzó a distribuir a los narnianos, recibiendo consejos por parte de Oreius y apoyo por parte de sus dos hermanos. Escuchaba a Susan orar con un rosario que le fabricaron apretado entre sus dedos, y como Edmund entre dientes le pedía a Dios cuidar de su familia.

Sería una larga tarde.

Capítulo editado.

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