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1. UN PLACER CONOCERLA, SEÑORITA WRIGHT

Capítulo 1. Un placer conocerla, señorita Wright.

La noche era preciosa, las estrellas brillaban a través de la niebla y a pesar de ser medianoche, las luces de las casas estaban prendidas. Quizá lo único que arruinaba aquella noche inglesa era el hecho que aviones alemanes volaban en el nocturno cielo, soltando bombas y dejando destrucción y duelo a su paso.

La muchacha de cabellos castaños se encontraba corriendo desesperadamente por los pasillos de su hogar, estaba asustada, y su tía le había mandado a buscar a su primo mientras ella buscaba mantas y provisiones para el refugio. Cuando entró a la habitación del infante, encontró a su primo llorando y tapándose los oídos para tratar de no escuchar las bombas que caían afuera.

Le preguntaba a Dios que habían hecho para estar viviendo en tal ambiente.

—¡James! —Violet Wright, quitando su melena castaña de su cara, se acercó a la cuna y lo tomó en brazos. —Ya te tengo, estás a salvo.

Lo envolvió rápidamente en una manta, y bajó con el pequeño con cuidado hasta llegar a la puerta que daba al patio trasero, abrió la puerta y, vigilando que no hubiera nada que pudiera atacarlos, corrió hacía el refugio.

Al llegar, dejó a James en la pequeña cama improvisada y se sentó junto a él. Su primo seguía llorando, aunque ahora con menos intensidad y luego de unos minutos, ya calmado con la canción que su prima tarareaba, se durmió. La ojiazul se levantó con cuidado y se asomó a la puerta del refugio, su tía aún no llegaba y ya se estaba preocupando. Cuando estaba a punto de salir a buscarla, Lilibeth Barnes salió de la casa dirigiéndose hacia ella, entró al refugio y dejó comida, velas, agua y mantas encima de una pequeña mesa.

—Violet, querida. —La mayor se dirigió a su sobrina. —Me demoré un poco ya que tenía que asegurar las puertas y ventanas, ya tenemos suficiente con la guerra como para que un ladrón fuera de sus cabales entrara a robar.

—Estaba preocupada, tía. —Violet le dió un abrazo luego de secar las lágrimas silenciosas que habían caído por su mejilla. —No sabría qué hacer si te hubiera perdido.

—Sabrías exactamente que hacer cariño, eres toda una valiente. —La tía Lilibeth le dió un beso en la frente, pasando a llevar el flequillo de su sobrina. —Sin embargo, no puedo exponerte a tal riesgo, en unos días tomarás el tren hacia la casa del profesor Kirke, tengo que protegerte de los bombardeos.

La cara de Violet perdió todo el color ¿dejar a su tía sola en medio de la guerra? Intentó replicar, pero la mayor tomó la palabra.

—No estarás sola, según tengo entendido el señor Diggory también dejará que otros 4 niños se alojen en su casa mientras todo esto dure. Yo me iré a España junto con James, la prima Sofía vive allí. —Lilibeth miró a su sobrina con sus ojos cristalizados. —Lamento no poder llevarte, pero tu padre te inscribió en el programa de protección a menores, y no tengo derecho legal de sacarte del país. Te prometo que todo estará bien, no notarás cuando la guerra haya acabado y volveremos a estar juntas, tu padre volverá de la guerra y todo será como antes.

La joven abrazó a su tía y entre lágrimas se acomodaron para dormir.

Serían unos días muy largos.

•••

Violet se despidió de su tía y su primo, el tren estaba recibiendo a los últimos pasajeros, debía de apurarse. Tomó su maleta con su mano libre (ya que en la otra llevaba su libro y su pasaje) y dándole una última mirada a su pequeña familia, fue hacia la señora que supervisaba la entrada del tren y mostró sus documentos, al ver que todo estaba bien, la dejaron entrar.

—Busca un compartimento, no debes de estar en el pasillo cuando el tren avance. —Le dijo la señora amablemente, girándose para atender a dos hermanos que seguían en la fila.

La castaña asintió y se dirigió al primer compartimiento que no estaba tan lleno.

—Buenos días, ¿les molesta si me siento aquí? —Preguntó educadamente, viendo como cuatro niños ocupaban los asientos.

—Claro que no, entra. —Una pequeña de aproximadamente nueve años le respondió sonriente. —Mi nombre es Lucy Pevensie ¿y el tuyo?

Violet mostró una pequeña sonrisa al ver que una muchacha con ojos grises azulados le regañaba por su poca sutileza.

—Me llamo Violet Wright, es un gusto conocerte Lucy. —La ojiazul le sonrió a la pequeña.

—Perdone por los modales de mi hermana. —Un muchacho rubio se le acercó. —Mi nombre es Peter Pevensie, ella es mi hermana Susan. —Señaló a la niña que había regañado a Lucy antes, tenía pecas y era muy bonita. —Mi hermano Edmund. —Le presentó a un chico de cabello azabache que no parecía muy felíz de estar en aquel tren. —Es un placer conocerla, señorita Wright, déjeme ayudarla con su equipaje.

De un solo movimiento y sin ayuda, Peter subió la maleta de la castaña al portaequipajes.

—Muchas gracias, señor Pevensie. —Violet le sonrió con amabilidad e inmediatamente un sentimiento de paz y tranquilidad se instaló entre los hermanos, incluso Edmund dejó su cara de amargado y se permitió sonreír por unos momentos.

—Eres muy bonita. —Lucy se acercó a Violet, casi apretándole por el poco espacio del compartimiento. —¿Cuántos años tienes?

—¡Lucy!— Susan regañó a la menor, para luego darle una mirada de culpabilidad a Violet. —Por favor disculpe a mi hermana, se pone hiperactiva cuando conoce a nuevas personas.

A Violet no le preocupó, quitó las inexistentes arrugas de su vestido y se dispuso a tener una conversación con la más pequeña.

—Tengo quince años, los cumplí el primero de diciembre. —Le respondió a Lucy.

—¡Yo también cumplo años en diciembre! —La pequeña sonrió sin disimulo, no había conocido a nadie más que hubiese nacido en el mes de la navidad. —Además tienes la misma edad que Peter, apuesto que ustedes serán buenos amigos, pues yo soy muy buena amiga de mis compañeras de escuela con las que comparto edad.

El Pevensie rubio se colocó nervioso de repente, ¿es que Lucy no podía mantenerse callada?

—Sería un honor, señor Pevensie. —Violet inclinó su cabeza levemente hacia Peter con diversión, le gustaba la dinámica de la familia y lo parlanchina que era la pequeña Lucy. Incluso se preguntaba como sería su vida si hubiera tenido un hermano o hermana. —Si no les molesta mi pregunta ¿hacia dónde se dirigen? Me temo que es un viaje un poco largo y quizá debamos tener un tema propio de conversación.

—El profesor Digory Kirke nos proporcionará alojo mientras los bombardeos duren. —Explicó Edmund, para sorpresa de sus hermanos.

Violet sonrió con renovada felicidad (¿no se cansaba de sonreir? Se preguntaba discretamente Susan) —Yo también voy a la casa del profesor Kirke, vaya coincidencia.

—¡Eso es genial!— Lucy abrazó sin vergüenza a la niña Wright. —Las tres podremos ser amigas, jugar, tener noches de chicas, y...

—¿Qué es lo que lees? —Edmund interrumpió a su hermana, pues un dolor de cabeza se instalaba en él por las exclamaciones sin fin de su hermana. Así que al ver un libro en las piernas de la castaña, no dudó en preguntar.

Peter le mandó una mirada de muerte a su hermano, ¿es que no tenía modales con las damas?

—Es un libro que mi madre me dejó antes de irse, se llama El largo invierno, es mi libro favorito, después de Mujercitas, por supuesto. —La chica sonrió con melancolía al recordar a su madre.

La ojos tormenta de Susan se iluminaron al instante.

—¿Con quién crees que Laurie se debió haber quedado, con Jo o Amy? —La pregunta salió tan rápido de sus labios que pensó que Violet no había podido comprenderla. No obstante, la muchacha con flequillo la entendió a la perfección.

—Pues con Amy, por supuesto. Él amaba a Jo de manera platónica y viceversa, el amor que se tenían con Amy era más real y especial. —Respondió con una sonrisa al darse cuenta que había encontrado a una potencial amiga con exquisitos gustos en libros.

Susan quedó satisfecha al escuchar la respuesta, asientiendo con una sonrisa de orgullo y aceptación.

—¿Por qué se fue tu mamá? —preguntó Lucy inocentemente, sin entender de que libro hablaban y queriendo volver al anterior tema de conversación, ignorando por completo la mala mirada de su hermana.

—Oh, ella falleció cuando yo tenía cinco años. —Violet bajó la mirada al libro. —Me quedé con papá en nuestra casa en Manchester, pero él tuvo que ir a la guerra, así que vine a Finchley a vivir con mi tía.

—Lo sentimos mucho. — Dijo Peter poniendo su mejor sonrisa de pésame, en un intento de hacerla sentir mejor.

—Lo agradezco, señor Pevensie. —Violet volvió a sonreír y Peter juró que nunca había visto una sonrisa tan linda como la de la ojiazul.

—Perdón por preguntar tal cosa, Violet. Fue de mala educación. —Lucy se abrazó a sí misma con sus ojos cristalizados y algo avergonzada.

El corazón de la castaña se rompió al ver a la menor. Le recordaba de alguna manera a su primo James.

—No lo sabías Lucy, todo está bien. —La adolescente reconfortó a la pequeña, para luego romper el abrazo y buscar algo en su bolso, cuando lo encontró, se lo dió a Lucy.

—Es uno de mis dulces favoritos, aunque ninguno le gana al helado de vainilla. —Le dijo cuando Lucy aceptó el caramelo. —Espero que te guste, es de dulce de leche. —Violet miró a Lucy a los ojos. —No pidas perdón por preguntar, el saber es algo bueno.

Mientras Violet y Lucy conversaban sobre sabores de dulces, Susan y Edmund miraron a Peter, si había algo que al mayor le encantaba era que trataran bien a su familia, en especial a la menor.

Y quizá a Edmund se le salga en una carta a su madre de cómo la señorita Wright era la candidata perfecta de cortejo para su hermano mayor.


Capítulo editado.

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