14: Amenazar con objetos o armas
Lolito se encontraba en casa, llevaba una semana sin salir de casa. Mangel se lo prohibió, al igual que hablar con los demás.
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- ¡Cómo le digas a Auron o a Vegetta, te juro que los mato!- Le gritó sujetandolo fuerte de los brazos.
- ¡No, Mangel, no les hagas nada por favor!- Le suplicó llorando.
- Eso depende de tí.- Le respondió, apretando su agarre.- Quédate aquí, y nadie saldrá herido.
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Ahora estaba en su habitación, esperando a que Mangel volviera. No sabía que hacer, no podía escapar, Mangel había cerrado todas las puertas y ventanas con llave, solo tenía acceso a una pequeña ventana en la que no cabía. No tenía su teléfono para llamar a alguien y pedir ayuda, ya que Mangel no se lo dejaba cuándo él no estaba, y el teléfono de la cocina había sido removido hace una semana.
Escuchó que alguien llamó a la puerta, decidió no hacer caso. Siguieron insistiendo, igualmente, aunque quisiera, no podía abrir. Los toquidos no cesaron, se sintió entre la espada y la pared; quería pedir ayuda, pero sabía que si lo hacía, probablemente acabaría metiendo en problemas a Mangel, pero también lo metería en problemas si el que llamaba a la puerta era Auron o Vegetta.
Recordó la pequeña ventana, y en efecto, era Vegetta quién llamaba. Después de hablar con el peli-negro, logró convencerlo de que todo estaba bien. Volvió a su habitación, esperando a que Mangel llegara.
Después de un par de horas más, el chico llegó.
- ¡Cariño, estoy en casa!- Anunció el de lentes sonriendo.
- Hola, mi niña.- Le respondió con una sonrisa, mientras bajaba las escaleras.- Te he extrañado tanto.
- Yo también te extrañé, cariño.- Contestó el de lentes abrazándolo.
Se sentaron a comer lo que Lolito había preparado, aparentemente en paz.- Te quedó deliciosa la comida, mi niño.
- Gracias, mi niña.- Agradeció el halago el pelirrojo.
Después de comer, Lolito recogió los platos sucios y comenzó a lavarlos, cuándo Mangel lo llamó.
- Lolito.
- ¿Si?
- ¿Haz hablado con alguien hoy mientras yo no estaba?
- Claro que no, mi niña.- Respondió tratando de ocultar su miedo.
- No me mientas, cariño.
- No te miento, mi niña.- Habló ya sudando frío.
- ¡Dime la puta verdad!- Gritó levantándose de golpe, lanzando la mesa.
- Es la verdad, cariño, te lo juro.- Chilló tratando de cubrirse con sus brazos cuándo vió a Mangel acercarse.
- Más te vale que así sea, Lolo.- Le amenazó con un cuchillo en su garganta.- Porque si no es así...
- ¡Te lo juro!
- Bien, te creo de momento.- Dijo soltandolo.
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