13: Encerrar, aislar
Lolito volvió a casa con Mangel. Todos los que estaban al tanto de lo ocurrido se opusieron rotundamente, especialmente Auron. Trataron de convencer a Lolito de que era mala idea y no debía ceder tan pronto y así de fácil, pero el pelirrojo hizo caso omiso a todas y cada una de las advertencias y consejos que le dieron.
Iban a visitar a Lolito con frecuencia, incluso se pusieron de acuerdo para que cada uno fuera un día a la semana y se quedara toda la tarde para así evitar que Mangel volviera a lastimarlo. El azabache aceptó los términos, para "demostrar que había cambiado y que esa situación no se repetiría nunca".
Con el paso del tiempo, las cosas se fueron calmando un poco, ya habían pasado un par de meses. Mangel realmente parecía haber cambiado, y la mayoría se lo creyó. Ahora sólo Auron, Luzu, Rubius y Vegetta seguían con la rutina de vigilar a Lolito.
El pelirrojo se oponía a qué siguieran "dudando de Mangel", y les pidió que dejaran de vigilarlos. Los chicos se negaban, y al final, terminaron por cabrear a Lolito.
Vegetta sugirió que le dieran tiempo para calmarse, así que, con mucho esfuerzo, entre él y Luzu, consiguieron convencer a Auron de dejarles en paz una semana.
Pasó la semana acordada. Vegetta no había visto a Lolito en el pueblo durante ese período de tiempo. Vió a Mangel a lo lejos haciendo sus compras en un par de ocasiones, pero de Lolito ni sus luces. Temió lo peor, así que en la segunda ocasión se le acercó a Mangel y le preguntó por el chico.
- Ah, si, Lolito. Ha estado un poco enfermo.
- Oh, vaya, ¿que le ocurre?- Preguntó el oji-morado tratando de obtener toda la información posible.
- Un resfriado, pero ha tenido algo de fiebre, dolor de garganta, y pues dijo que no quiere contagiar a los demás.
- Oh, ya. Dale un saludo de mi parte, que se recupere pronto.
- Si, yo le digo. Ya me tengo que ir, aún tengo que hacer unas compras, y debo volver a casa para la hora del almuerzo, y Lolito debe tomar su medicina.
Después de esa breve conversación, cada unos siguió su camino en direcciones opuestas. Vegetta no se tragaba para nada la historia de Mangel, sabía de sobra que Lolito no se quedaría en casa por un resfriado, ya había estado enfermo antes, y nunca se había ausentado.
Algo andaba mal, su instinto se lo decía. Decidió que averiguaría lo que pasaba por su cuenta. Mangel dijo que aún no iría a su casa, así que aprovechó dicha oportunidad. Tomó un atajo y llegó a la casa dónde debía estar Lolito "enfermo".
Llamó a la puerta, pero nadie abrió. Insistió, y esperó unos minutos, nada. Volvió a intentarlo, obteniendo el mismo resultado. Aún así, siguió insistiendo, hasta que escuchó la voz de Lolito desde una de las ventanas de la planta alta.
- ¿Que pasa, Vegetta?- Le contestó desde la ventana.
- Lolito, creí que estabas enfermo.- Respondió sin estar sorprendido por la evidente mentira de Mangel. Lolito se veía perfectamente sano, y su voz no reflejaba nada de gripe o daño en la garganta.
- Un poco.- Contestó el pelirrojo.- Ya, ya me estoy recuperando.- Tartamudeó.
- Lolito, ¿puedes abrirme la puerta?, necesito hablar contigo.
- Lo siento, Vegetta. Pero no es bueno que esté en contacto con muchas personas.
- ¿Por qué?
- Estuve enfermo toda la semana, y me dijeron que era contagioso.
- Pero si Mangel vive contigo, y lo veo bastante sano.
- Eh... Hemos estado durmiendo en cuartos separados para evitar contagiarlo.- Se veía a leguas que se acababa de inventar eso. Definitivamente algo malo ocurría.
- Bien.- Respondió el oji-morado, sabiendo que no iba a poder convencerlo de abrir... O más bien, no iba a poder aunque quisiera.- Solo recuerda que si algo va mal, no dudes en buscarme, ¿vale?
- Si, Vege, no te preocupes.- Le respondió sonriendo.- Todo está bien, en un par de semanas estaré totalmente curado.
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