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🚧 Nivel 6: Intimidar 🚧

🥀

Pasaron un par de días desde que asistieron a la fiesta. El fin de semana había terminado y era hora de seguir la rutina de siempre.

Albafica pasó todo el fin de semana pensando en aquella conversación con Asmita.

« ¿Quieres pasar el resto de tu vida siendo una burla para Minos? »

No... No quería eso.

« ¿Siendo una marioneta de lo que tus padres quieren que seas? »

No conocía otra forma de vida. ¿Había otra forma?

« ¿Soportando escenas como la de hace rato? »

No...

« ¿Aguantando malos tratos? »

No, ¿pero qué más podía hacer?

Se sentía atrapado, sofocado... Como un ratón acorralado por una serpiente en su propia madriguera. Sentía muchísimo miedo, y a la vez ganas de luchar por su vida, pero sabía que no tenía oportunidad, y nada podía hacer para evitar su fin.

Solo siguió su rutina de costumbre, levantándose, preparando el desayuno y teniendo todo listo para cuando Minos bajaba. La única diferencia es que ese día solo sirvió un plato en la mesa, para Minos.

- ¿A dónde diablos vas?- Lo cuestionó Minos.

- A desayunar en la cocina.- Respondió, sin voltear a verlo.- Cómo la servidumbre, para evitar molestar a su alteza serenísima.- Añadió con sarcasmo y rabia contenida.- Qué viva el rey de los imbéciles.

Estaba por seguir su camino, cuando escuchó la silla moverse y después sintió que Minos lo sujetó del brazo.

- Mucho cuidado con cómo me respondes, Albafica.

- ¿O qué?- Respondió, soltándose del agarre.- ¿Qué me vas a hacer?, ¿golpearme?

- No tientes a la suerte, idiota.

- ¡Házlo!, es lo único que te falta, imbécil.

- ¡¿Crees que no lo haría, estúpido?!- Le gritó Minos, sujetándolo de ambas muñecas, impidiéndole moverse o huir.- ¡A Omegas cómo tú es lo que les hace falta!, ¡una buena golpiza para que aprendan a comportarse!

- ¡Suéltame!- Chilló Albafica, comenzando a asustarse de verdad, intentando liberarse, pero fue inútil.

- ¡Cállate, maldita perra maleducada!- Gritó el Alpha, haciéndolo temblar. Albafica comenzaba a creer que de verdad iba a golpearlo.- ¡Debería darte unos cuantos puñetazos en la boca, a ver si así aprendes a no hablar demás, y a responder bien!

Albafica solo cerró los ojos, apretando sus párpados con fuerza, esperando el primer golpe. Sin darse cuenta, comenzó a llorar y temblar ante la sola idea. Minos era más alto y más fuerte que él, no tendría oportunidad en una pelea física.

Escuchaba a Minos gruñir y gritarle mil insultos más, y sintió que le soltaba una de las muñecas para cumplir su amenaza, pero en ese momento, el timbre de la casa sonó.

Minos lo soltó, y Albafica no pudo hacer más que dejarse caer en el suelo, para después gatear, intentando esconderse detrás de la barra de la cocina, temblando de miedo.

- Te salvó la campana, estúpido.- Gruñó el albino.- Vuelve a responderme así, y la próxima vez no va a haber un ángel cubriéndote el culo.

Después de eso, Minos fue a abrir la puerta, y Albafica se quedó escondido unos segundos más, tratando de asimilar lo que acababa de pasar, calmarse y consolarse a sí mismo.

🦅


La intervención de Asmita en la fiesta lo había hecho enfadar demasiado. ¿Cómo se había atrevido esa maldita ramera a dejarlo en ridículo?

Todo el fin de semana siguió ignorando a Albafica, ese maldito Omega no era digno de su atención. Pero la maldita perra se la pasaba intentando colmar su paciencia.

Ese desplante fue el colmo. ¿Quién demonios se creía que era para responderle así?, ¿para ofenderlo de esa manera?

No iba a permitírselo, se levantó, alcanzó a Albafica, lo sujetó de la muñeca y le reprochó su comportamiento. Pero ese bastardo se atrevió a responderle, y encima retarlo.

Al final, su enojo lo superó, no pudo más, y le sujetó con fuerza de las muñecas. Iba a aprender a respetarlo por las buenas o por las malas.

Ese idiota chilló cómo la perra que era, y encima tuvo el atrevimiento de tratar de liberarse.

Ganas de molerlo a golpes para enseñarle a comportarse no le faltaban. Llevaba meses teniendo esa fantasía en mente. Todo de ese Omega le era repugnante, su aroma, su voz, su atrevimiento... Definitivamente, su vida sería mucho mejor si esa puta jamás hubiera aparecido en ella.

Pero a la vez le agradaba tener un lindo Omega como esposo, siendo la envidia de más de uno, y por eso se contenía de herirlo. Pero ese desgraciado lo hacía cada vez más difícil.

Estuvo a nada de soltarle un puñetazo, cuando el timbre de la casa sonó, haciéndolo volver a la realidad.

Lo miró temblando, llorando de miedo. Lo soltó, y lo vió caer al suelo, temblando y llorando aún más, para después huir gateando, buscándote refugio detrás de la barra de la cocina.

Por unos segundos no fue la imagen de ese Omega a quien vió, sino a una de las personas a las que más amaba, y un escalofrío y sentimiento de culpa lo invadieron, haciendolo retroceder.

Solo cerró los ojos y negó con la cabeza, intentando no pensar en eso. Esos episodios de su pasado no iban a volver a atormentarlo, no habían sido su culpa, ni tampoco de su padre, había sido culpa de esa ramera... Eso le había dicho su padre siempre, y era la verdad. Su padre jamás le mentiría.

- Te salvó la campana, estúpido.- Gruñó cómo advertencia.- Vuelve a responderme así, y la próxima vez no va a haber un ángel cubriéndote el culo.

Después de eso, fue a abrir la puerta, topándose con visitas que definitivamente no quería ver.

▪️▪️▪️

- Minos, querido hijo.

- ¿Qué hacen aquí, Itia?- Cuestionó a su progenitor.

- ¿Así recibes a tus padres?

- No tengo tiempo para sus cosas, tengo que ir a trabajar.

Albafica se asomó temeroso desde su escondite, y al ver a sus suegros en la puerta, solo quería que la tierra se abriera y se lo tragara.

- No seas ridículo, puedes tomar el día si quieres.- Habló Itia, pasando como si nada.- ¿Dónde está tu Omega?

Albafica se vió forzado a levantarse, enjuagarse y secarse la cara rápidamente, y salir a recibir a las visitas tan inesperadas, cómo indeseadas.

- Bienvenidos.- Habló Albafica, saliendo de la cocina, yendo a saludar a sus suegros, haciendo una leve reverencia.

- Albafica, querido. Ahí estás.- Le sonrió Itia.- Vaya, tus padres no mentían, eres una excelente esposa y ama de casa.

- Gracias.- Respondió Albafica, tragandose todo su coraje.- ¿Les puedo ofrecer algo?, ¿agua, café, té, jugo, algo de vino?

- Pero qué lindo Omega tan servicial. ¿Viste, Minos?, éste sí es un buen Omega, no como ese libertino con el que querías casarte.- Sonrío complacido el Alpha mayor.- Sé bueno y tráeme algo de vino, Albafica.

- Enseguida.- Suspiró Albafica, para después volver a la cocina.

Minos solo gruñó fastidiado.

- Si tanto te gusta, te lo hubieras quedado tú.- Le reprochó a su padre.- Porque yo ya no lo aguanto.

- No empieces, Minos.- Rodó los ojos con fastidio el mayor.- ¿Sigues con tus estupideces de querer ir tras esa perra de oficina?

- ¡Solo digo que el idiota de Albafica es un maldito témpano de hielo en la cama!- Gritó de regreso el peli-blanco.- ¡No es mi culpa que otro me dé lo que él no ha sido capaz en dos malditos años!

Albafica escuchaba toda la discusión desde la cocina, y le era imposible no temblar de la rabia. ¿Qué le daba derecho a ese maldito Alpha de exponer sus intimidades?, ¿de hablar así de él?... ¿Cómo confesaba sus infidelidades enfrente de sus padres, y ellos no le reprochaban nada?

- Ay, Minos. Sigues siendo un mocoso.- Se burló Itia.- Los Omegas son como las yeguas, tienes que domarlos, mostrarles quién manda.- Añadió, sentándose en una de las sillas, cruzando una pierna sobre la otra.- Y después, adiestrarlos a tu gusto. Albafica ya está listo, solo tienes que adiestrarlo, enseñarle lo que hayas aprendido con tu perra de oficina.

Albafica apretó la botella de vino en su mano. Jamás en su vida había prestado atención a ese tipo de comentarios. No se sentía halagado en absoluto, pero tampoco le quitaban el sueño, pero después de haber tenido aquella conversación con Asmita, no podía evitar que algo en su interior se sintiera atacado.

- Ese es el punto de tener una ramera a tu disposición, Minos.- Siguió hablando Itia.- Que con ese experimentes cuánto quieras, después de todo, no tiene derecho a negarse a nada. Y tú puedas aplicar lo aprendido con tu Omega, para que pronto llegue un cachorro fuerte y sano.- Explicó.- ¿Cómo crees que naciste tú?. Hubo miles de rameras, pero tu madre siempre fue la esposa oficial, ¿cierto, cariño?

- Sí.- Murmuró Gateguard, la madre de Minos, agachando la cabeza.

Albafica solo suspiró, tragandose toda la rabia. No iba a conseguir nada poniéndose a gritar y diciéndoles sus verdades. Solo tomó la copa, la colocó en una pequeña bandeja de plata y se la llevó a su suegro.

- Buen trabajo, Albafica.- Le Sonrió el Alpha.- Eres un buen Omega. Gateguard, ¿por qué no vas a la cocina a ayudarle a preparar más comida y de paso le enseñas a tu yerno alguna receta nueva?

- Sí.- Asintió el pelirojo, quitándose el abrigo, dejandolo en un perchero junto a la puerta.

- ¡Pero muévete, hombre!, ¡vas más lento que una maldita tortuga!

- No le hables así.- Gruñó Minos, después de que Gateguard se fue a la cocina con Albafica.

- ¿Qué parte de "adiestrarlos" no entiendes?- Respondido Itia.- Dales un poco de libertad, y no van a tardar nada en descarrilarse. Solo mira a Asmita, de milagro encontraron a alguien que nadie quería, igual que él. Sino, vaya vergüenza.

- Me importa un carajo Asmita. Ya todos sabemos que le dió el culo a toda la India y a toda Grecia también, y que se metió hasta con el padre de uno de sus amigos. Nada nuevo en esa zorra.- Respondió el peli-blanco.- Pero ésta es mi casa, y aquí mando yo.

- Casa que yo te heredé.- Rió el mayor.- Y Gateguard, antes que tu madre, es mi Omega y hago con él lo que me dé la gana, te parezca o no.

Minos apretó los puños y gruñó frustrado. Itia solo sonrió triunfal, burlándose de él.

- Siéntate, tenemos mucho de qué hablar.

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