🚧 Nivel 2: Mentir 🚧
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Un día más en su vida. Se había hecho tan aburrida y tan rutinaria desde que había renunciado a su empleo, que por momentos olvidaba en qué día vivía. Tal y como había dicho Minos, ahora su vida se limitaba totalmente a las labores domésticas.
Su día iniciaba a las 6:00 de la mañana, cuando se levantaba para preparar el desayuno para ambos. Antes de irse a dormir, solía preguntarle a Minos qué deseaba desayunar y eso era lo que preparaba. Quería mantenerlo complacido, al menos llevarse bien con él, ya que estaban atados de por vida.
Minos se despertaba alrededor de las 7:30, bajaba a desayunar, tomaba una ducha, se vestía y arreglaba y se iba al trabajo.
El resto del día para Albafica era lavar los trastes del desayuno, tomar una ducha, vestirse, tender la cama, arreglar la habitación, limpiar toda la casa, preparar el almuerzo para cuando Minos volviera para comer después del mediodía. Después lavar y acomodar todo de nuevo, guardar la comida que sobrara, hacer algo de ejercicio o visitar a sus padres y hermano, preparar la cena, limpiar todo, y a dormir. Y al otro día, a repetir. Lo único diferente era cada tercer día, lavar, planchar y doblar la ropa, e ir a surtir la alacena al supermercado cada fin de semana.
Así se fueron seis meses de su vida, sin que siquiera se diera cuenta. Pronto sería navidad, y con ello la cena con la familia de Minos, y más estresado no podía sentirse.
Estaba seguro que en cuánto los vieran, sus suegros no tendrían piedad alguna para bombardearlos con preguntas incómodas, entre ellas, si ya habían consumado su matrimonio y si ya había un cachorro en camino.
Albafica estaba frustrado. Fueron pocos los meses que recibió una retribución económica por su trabajo, pero se sentía bien para él tener su propio dinero y no pedírselo a nadie más. Por un momento sintió que finalmente había avanzado en su vida, y ahora sentía que había retrocedido a dónde empezó. Sus padres no perdían oportunidad para preguntarle si finalmente había consumado su matrimonio con su Alpha, y de regañarlo al decir la verdad.
Tenían seis meses casados, y aún no habían tenido intimidad. Durante su luna de miel lo intentaron, sus familias incluso hicieron ese estúpido ritual de que las madres de los recién casados se quedaban fuera de la habitación, esperando a que el Alpha saliera con las sábanas blancas, manchadas con la sangre, demostrándole así tanto que el Omega había llegado puro al matrimonio, cómo que oficialmente eran Alpha y Omega y posiblemente su primer cachorro llegaría pronto. Pero la fiesta terminó, los invitados se retiraron, salió el sol, y ese momento nunca llegó.
Cuando amaneció, sus madres entraron a ver qué demonios había pasado, y los encontraron con sus ropas perfectamente acomodadas y sin un solo rastro de que algo hubiera ocurrido. Minos dormido en un sofá, y él en la cama.
Para evitar problemas, fue Minos quién dijo que se le habían pasado un poco las copas y por eso fue incapaz de tomarlo. Pero la realidad era que lo intentaron, y simplemente fue tan incómodo para ambos, que no pudieron siquiera desvestirse y prefirieron no seguir.
Pero Minos era abogado, sabía engañar, manipular y engatusar con las palabras. Así logró que sus familias acordaran darles espacio y dejar que lo hicieran cuando quisieran, pero hasta ahora no había resultado alguno.
Albafica, aún sintiéndose tan incómodo como en su noche de bodas, había intentado poner de su parte, pero Minos parecía evitarlo. Y las pocas veces que Minos también intentaba poner de su parte, simplemente no lograban la reacción física necesaria para lograr su objetivo.
Al final, Albafica se había dado por vencido. No quería a Minos de ninguna forma, ni Minos a él, eso lo sabía bien. Pero aún así, en su orgullo de Omega era humillante sentirse rechazado y poco atractivo para un Alpha.
Gracias a sus padres y suegros, sus problemas maritales ya estaban en boca de todos, y varios rumores no tardaron en llegar a sus oídos. Intentó ignorarlos, pero uno en particular lo hizo sentirse más inseguro de lo que ya se sentía. Varios decían que Minos no respetaba su matrimonio, y le era infiel con su asistente personal, un Omega llamado Lune.
Albafica no se sintió con el derecho de reclamar nada, al fin y al cabo, él tampoco sentía nada por Minos, y estaba dispuesto a dejarlo estar con ese Omega, incluso darle el divorcio si así lo deseaba. Y por eso le preguntó a Minos si esos rumores eran verdad.
Minos negó todo, y afirmó que no había nada entre ese chico y él. Dijo que se conocieron en la universidad y eran buenos amigos, existía plena confianza y camaradería entre ellos, pero nada más.
Albafica insistió varias veces en que le dijera la verdad, que no se molestaría si era cierto, pero que por favor le fuera honesto. Pero Minos no cedió y siempre dijo que no tenía ese tipo de relación con Lune.
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Seis meses casado con ese Omega. Seis meses teniendo que intentar tomarlo al menos una vez al mes. Seis meses teniendo que mantener su distancia con el verdadero amor de su vida...
Lo intentó, carajo, que lo intentó. Pero no sentía absolutamente nada por Albafica. Su aroma a rosas silvestres no le resultaba atractivo en absoluto, al contrario, casi le producía náuseas. Era un Omega precioso sin duda, pero no era su Omega.
Intentó olvidarse de Lune, sacarselo de la mente, borrar su rostro, olvidar su aroma, la suavidad de su piel, su dulce voz, no pensar en sus besos, ni en esos hermosos ojos... Pero no pudo.
Al final, después de tantos meses evitándose mutuamente, un día logró alcanzar a Lune en el elevador.
El Omega se mostró reacio al inicio, sabiendo que estaba casado, y aún si había sido un matrimonio arreglado y en contra de su voluntad, le debía respeto a su esposo. Pero al final, el deseo de ambos pudo más que sus principios y la razón.
Lo besó, acarició, abrazó... Sin darse cuenta, lo arrastró hasta su auto y después a un hotel de paso, dónde lo hizo suyo una vez más.
Solo ese Omega era capaz de volverlo loco, de tenerlo a sus pies, de hacerlo perder el control...
Lune se sintió en extremo culpable y dijo que fue un error, pero Minos de inmediato le dijo que Albafica se lo había permitido. Aún así, le tomó algo de tiempo convencer a Lune de mantener una relación en secreto, bajo la mentira de que Albafica estaba al tanto y no le molestaba. Pero la realidad era que Albafica no sabía nada, al menos no de boca de Minos.
Aún así, Minos logró convencer a Lune, y en cada ocasión que "Albafica accedía a cubrirlos", iban a aquel hotel, dónde por un par de horas se olvidaban de todo y de todos, y se dedicaban únicamente a amarse y entregarse. Pero al terminar, ambos estaban forzados a volver a la realidad, fingiendo ser solo compañeros de trabajo.
El teatro no le duró mucho a Minos, y más pronto que tarde, Albafica comenzó a sospechar que algo le ocultaba, y se lo confirmó cuando el peli-celeste le preguntó al respecto.
Minos no confiaba en él, y negó todo. No estaba dispuesto a correr riesgo de que Albafica lo delatara con sus familias.
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- ¿Todo en orden?- Preguntó el Omega, notando a su esposo muy pendiente de su teléfono mientras desayunaban.
- Sí.
Albafica solo suspiró y se limitó a comer en silencio. Minos era cada vez más cortante, y pasaba menos tiempo en casa.
- No me esperes para almorzar ni para cenar.- Dijo el albino, levantándose de la mesa, dejando casi toda la comida en el plato, todo sin dejar de mirar su teléfono.- Hay demasiados casos que revisar.
- ¿Quieres que te lleve algo más tarde?
- No.- Respondió rápidamente, en un tono casi rozando lo amenazante.- Vete a pasar la tarde con tus padres o dónde quieras. Pero no me molestes en el despacho.
- De acuerdo.- Suspiró Albafica, no queriendo unas discusión tan temprano, no estaba de humor.
Minos no dijo nada más, y se retiró. Albafica se encargó de recoger todo. Era día de lavar ropa, así que fue al cuarto de lavado con la cesta de ropa que debía ser lavada, y comenzó con la tarea, primero separarla por colores, luego por tiempos y tipos de lavados... Cuando tomó la ropa de Minos, se percató de que había un peculiar aroma a jazmín en todas las prendas, el aroma de otro Omega, uno que conocía bien.
Apretó la camisa en sus manos por unos segundos, y después solo la arrojó a un lado, y siguió con su labor. De forma inconsciente había empezado a derramar algunas lágrimas, pero solo se talló los ojos y siguió en lo suyo.
No era la infidelidad lo que le había dolido, había sido la mentira. Fue bastante directo al preguntarle a Minos si seguía con ese Omega, si era verdad que era más que su asistente, incluso se ofreció como tapadera, y ese desgraciado lo negó todo, y lo peor era que le había creído.
Se sentía humillado, estúpido... Esa situación era el colmo para él.
No iba a seguir aguantando esa vida, no más Omega perfecto. Al diablo con ese matrimonio, si Minos quería andar revolcándose con otros Omegas, que lo hiciera con cuántos se le diera la gana, pero si ese Alpha malparido podía hacerlo, él también.
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