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⚠️ Nível 13: Encerrar/Aislar ⚠️

🥀

Desde aquella pelea habían pasado ya un par de meses. La situación era mucho más tranquila que antes. Minos y él volvieron a casa, y hablaron al respecto. Ambos se disculparon por su comportamiento, ambos se perdonaron, y prometieron mejorar.

Ciertamente, Albafica sentía que lo estaban logrando. No habían vuelto a pelear ni a discutir, Minos durante varios días le llevó pequeños detalles y regalos como rosas, chocolates y pequeños peluches.

Sus heridas habían sanado, y casi todas las marcas también. Así que otra vez volvía a sentirse felíz con su vida.

Asmita no se mostró conforme con su decisión de volver a casa con Minos, e incluso ahora seguía insistiendo en que no dejase las cosas así, pero Albafica sabía que el rubio solo exageraba.

Su vida parecía ir mejorando. Parecía que al fin tendría lo que tanto deseaba, lo que tanto anhelaba, por lo que tanto había luchado... Sí, solo debía ser paciente.

Decidió darle una sorpresa a Minos, como regalo de aniversario. Así que ese día siguió su rutina de siempre, pero en el transcurso de la mañana, se puso su ropa más linda, se arregló el cabello, y salió de casa para ir a comprar el pastel favorito de Minos, y después tomó un taxi para ir hasta el despacho

La recepcionista y los guardias lo reconocieron como el esposo del jefe, así que de inmediato lo dejaron pasar.

Albafica estaba demasiado felíz, tanto, que lo siguiente que vió, lo hizo querer morirse en ese mismo instante.

Al abrir la puerta, no podía creer la escena ante sus ojos: Minos y Lune... Juntos... Cogiendo sobre el escritorio.

Tardó unos segundos en reaccionar, mientras algunas lágrimas se le escapaban, y su corazón se oprimía como un trozo de papel.

Al darse cuenta de su presencia, Minos se acercó hasta él, dijo algo, estaba furioso, pero la mente de Albafica estaba a años luz de ahí, perdida en su dolor. Cuando Minos intentó jalonearlo, Albafica reaccionó, estrellándole el pastel en la cara, haciendo que lo soltara.

- ¡Eres un maldito!- Le gritó lleno de rabia, llamando la atención de todos, que salieron de sus oficinas al escuchar todo el escándalo.- ¡¿Cómo pudiste hacerme esto, Minos?!

- ¡Ya cállate!, ¡mira lo que provocas!- Respondió el albino, con el pastel embarrado en la cara, el cabello y la ropa, al ver que Albafica estaba llamando demasiado la atención.

- ¡¿Yo?!- Gritó más enfadado el peli-celeste.- ¡¿Yo provoqué esto?!, ¡¿yo te obligué a cogerte a tu asistente y serme infiel?!

Minos lo volvió a sujetar del brazo, y sacarlo del edificio, hasta llegar al estacionamiento, aún con Albafica forcejeando y gritando de rabia.

Al llegar al auto, Minos lo empujó dentro, y una vez allí, no se contuvo más, y le dió un golpe en la mejilla.

Albafica estaba demasiado enojado, pero ese golpe hizo que la ira de inmediato fuera sustituida por el miedo.

- ¡¿Ésto es lo que querías, maldita perra?!- Le gritó el Alpha, jalándole el cabello.

- ¡No!- Chilló con miedo, mientras las lágrimas salían de nuevo.- ¡Lo siento!, ¡por favor perdóname!

- ¡¿Tienes idea de lo que hiciste, estúpida ramera?!- Le gritó Minos, apretando el agarre en sus cabellos, para después azotarle la cabeza contra el respaldo del asiento.- ¡¿Tienes idea, puta?!

- ¡No!- Lloró en respuesta Albafica, temblando de miedo.

- ¡Nos acabas de vender a los buitres, idiota!, ¡en cuanto tus padres y los míos se enteren, los dos estamos muertos!- Lo culpó Minos, para después darle una bofetada.- ¡Y todo por tu culpa!, ¡Ya estarás felíz!

- ¡Lo siento!

- ¡Cállate ya, imbécil!

Minos le estrelló la cara contra el tablero del auto, y después le dió otro golpe en la mejilla.

Albafica sintió el miedo apoderarse de cada célula de su ser. No quería más golpes, tenía miedo, quería que Minos se detuviera, pero no podía defenderse. El espacio era muy reducido y Minos era más fuerte que él, lo único que podía hacer era llorar, pidiendo perdón y suplicándole que parara.

- ¡Ya!, ¡Minos, por favor!

Después de minutos que se le hicieron eternos, Minos finalmente se detuvo.

Albafica solo se abrazó a sí mismo, y empezó a sollozar bajo. Le dolía demasiado la cara, la nariz le sangraba, y su labio inferior estaba roto, incluso podía sentir algo de sangre brotando de su sien izquierda.

- ¡Ya cállate, ¿o quieres más?!- Le gritó Minos, encendiendo el auto.

Albafica negó frenéticamente con la cabeza, y se encogió más en su lugar, intentando no hacer ruido.

Minos condujo, salieron del estacionamiento, y fueron a casa. Ahí, Minos lo sacó del auto a jalones, y lo empujó dentro de la casa, haciéndolo caer en el suelo de la sala, lastimándose aún más.

- ¡Escúchame bien, idiota! Voy a ir a ver a mis padres, y a arreglar todo el desastre que hiciste. Así que más te vale quedarte aquí y no salir para nada.- Le dijo Minos, y él solo asintió, cubriéndose con sus brazos.- No quiero que vuelvas a salir de aquí sin permiso. ¡Y pobre de ti si me desobedeces!

Después de eso, Minos se fue, azotando la puerta tras él.

Albafica no respondió nada, y solo se quedó ahí, hasta que logró calmarse lo suficientemente.

Fue al baño a revisarse, y se dió cuenta de que ésta vez había sido peor que la anterior. Su nariz seguía sangrando un poco, y sus labios estaban rotos, pero lo más alarmante, era un corte en su sien izquierda que no dejaba de sangrar.

Recordando sus conocimientos de la escuela de enfermería, usó gasas para intentar frenar el sangrado, y después procedió a lavar la herida. Afortunadamente, el corte no era tan profundo, aunque debería tener demasiado cuidado e higiene para evitar que se infectara.

No pudo dejar de llorar mientras se encargaba de sus propias heridas. No era solo su dolor físico, sino también el emocional por sentirse traicionado, usado, humillado, estúpido, débil, patético...

Se tomó un par de analgésicos que había en el botiquín, y fue a la habitación de huéspedes para tratar de dormir, no tenía ganas de hacer nada.

🦅

Cómo siempre, Albafica tenía que arruinarlo todo.

Todo estaba bien, ese Omega caprichoso estaba feliz y había dejado de joderlo y buscarle pelea por todo. Lune estaba felíz. Los negocios iban de maravilla. Todo estaba bien, ¡pero no!. Esa maldita zorra barata tenía que ir sin avisar y dejarlos en ridículo.

Su enojo fue demasiado, a duras penas logró contenerse lo suficiente para sacarlo del edificio y llevarlo hasta el auto. Ahí no había quien lo salvara, y lo golpeó hasta que la sangre comenzó a brotar.

Al inicio, la expresión de terror de Albafica le hacía detenerse, pero ya comenzaba a acostumbrarse a ella. Ahora solo le producía más ganas de molerlo a golpes, a ver si así se callaba.

Lo llevó a casa, y una vez ahí, lo encerró para evitar que hiciera más desastres. Ahora, gracias al señorito berrinchudo, tenía mil problemas que arreglar.

▪️▪️▪️

Resolver ese problema no fue tan fácil, ni siquiera para alguien como Itia, pero se logró. A todos los empleados que presenciaron ese espectáculo, los hicieron firmar un contrato de confidencialidad, de lo contrario, serían removidos de sus puestos.

Algunos se sentían mal por el pobre Omega, pero no tenían opción. No tenían forma de ganar contra la familia Nielsen, así que no les quedó más remedio que firmar y tratar de olvidar el asunto, aunque algunos no se abstuvieron de repudiar a Lune y comenzar a tratar de evitarlo tanto como les fuera posible. Nadie quería tener algo que ver con semejante zorra que se metía en una relación, y para colmo, hacía que la pareja oficial pagara los platos rotos.

Desde ese día habían pasado ya dos meses. Desde entonces, Minos le había impuesto a Albafica las reglas de no salir sin su permiso. Lo mismo para recibir visitas, e incluso para enviar mensajes de texto o hablar con alguien.

Cada día, Albafica seguía la misma rutina, con la excepción de que ahora, cuando Minos volvía del trabajo, el Alpha se encargaba de revisar su teléfono, desde mensajes, registros de llamadas, hasta redes sociales. A Albafica, por más que le molestara, no le quedaba más opción que callarse y aceptar.

Al inicio se rehusó a esas reglas, pero solo se ganó una golpiza en ambas ocasiones. Así que ya había desistido.

Su vida parecía un infierno cada vez peor.

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