⚠️ Nível 12: Golpear ⚠️ Primer golpe
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Pasó una semana desde aquella discusión con Minos, y había llegado la noche de año nuevo. La misma escena se repitió esa madrugada, las copas se le pasaron de nuevo a Minos, discutió con Itia, lo jaloneó hasta el auto, volvieron a empujarse, hasta que Albafica volvió a caer al suelo casi sin aire, pero ésta vez hubo un extra.
- ¡Te advertí que si volvías a hacer este drama, no iba a ser solo un empujón, imbécil!- Le gritó Minos, jalándole el cabello.
- ¡Suéltame!- Intentó liberarse, pero solo logró que Minos le diera un puñetazo.
Ese puñetazo fue solo el primero y fue directo a su nariz. Minos lo sujetó de nuevo del fleco y lo hizo levantarse, solo para darle otro puñetazo, esta vez al labio y después empujarlo contra el suelo.
Albafica, por puro instinto de supervivencia, comenzó a luchar, intentando hacer que le soltara el cabello, pero Minos no se quedaba quieto, y continuó golpeándolo, estrellándole la cara contra el suelo.
- ¡Ya!- Gritó entre sollozos, logrando girarse un poco y arañarle la cara a Minos.
Sintió como con sus uñas desgarraba la piel de Minos y lo escuchó gritar, pero eso no lo hizo detenerse. Siguió arañandolo, hasta que finalmente logró que Minos le soltara el cabello para intentar cubrirse la cara. Albafica aprovechó esos segundos para darle una patada en el estómago y quitárselo de encima para salir corriendo.
Sin voltear atrás, tomó su teléfono, las llaves del auto, abrió la puerta principal y escapó. No sabía mucho sobre autos, solo en un par de ocasiones, Shion le había dejado manejar su auto cuando estaba en la universidad, pero su miedo fue más fuerte que cualquier otra cosa, y logró encenderlo y arrancar.
No podía pensar con claridad, tanto por el miedo que experimentó minutos atrás, cómo por el enorme dolor físico que sentía. Solo manejó, hasta que sintió que estaba lo suficientemente lejos. No sabía qué hacer ni a dónde ir, solo tomó su teléfono, y casi en automático, llamó a Asmita.
- ¿Albafica?
- ¡Asmita!- Apenas escuchó la voz del rubio, exclamó su nombre entre sollozos.- ¡Asmita, ayúdame por favor!, ¡no sé qué hacer!
- Albafica, cálmate. ¿Qué fue lo que pasó?
- ¡Yo!... ¡Minos, él!... Discutimos, gritos y... Golpes y yo...- Intentaba explicar lo qué había pasado, pero su mente y lengua eran incapaces de coordinarse para decir algo coherente.- ¡No sé cómo, solo me escapé!
- ¿Dónde estás ahora?
- ¡No lo sé!- Sollozó.
- Bien, Albafica, necesito que te calmes.- Le pidió Asmita.- Envíame tu ubicación, y no te muevas de ahí. Defteros y yo vamos a buscarte. Todo estará bien, ¿de acuerdo?
- ¡S-Sí!- Sollozó.
- Bien, tranquilo, tómate tu tiempo.- Le dijo Asmita.- Pon el altavoz, y quedate hablando conmigo hasta que lleguemos. Todo va a estar bien, pero necesito que te calmes y envíes tu ubicación.
Cómo pudo, y aún temblando de miedo, logró enviarle su ubicación a Asmita. Tal y como le dijo el rubio, se quedó hablando con él, hasta que vió el auto de Defteros aparecer.
Apenas vió a Asmita al lado de Defteros, no dudó en salir del auto y correr hasta el otro Omega, igual que un niño buscando refugio en los brazos de una madre.
- Por dios, ¿qué fue lo que pasó?- Exclamó Defteros al ver su estado.
Albafica no pudo siquiera decir algo, rompió en llanto, aferrándose a Asmita.
- Tranquilo, Albafica. Ya estás a salvo.- Le decía el Omega invidente, intentando calmarlo.- Ven, vamos al auto. Todo estará bien.
Asmita y él subieron a los asientos traseros del auto, mientras Defteros fue por el teléfono de Albafica y las llaves del otro auto, poniendo el seguro y activando la alarma.
Cuando Defteros subió al auto, Asmita le pidió que solo condujera de vuelta a casa y no dijera nada al respecto. Debía calmar a Albafica, después le preguntarían qué había pasado exactamente, aunque la respuesta parecía más que obvia.
Lo llevaron a casa, para fortuna de Albafica, Defteros y Asmita no acostumbraban celebrar esas fechas. Asmita por sus creencias no se sentía cómodo participando de la misma forma que su familia y la de Defteros, además de que no era un secreto que todos siempre lo miraban mal. Defteros sabía todo eso, y había preferido a su Omega por encima de todo lo demás, y prefería pasar esas fechas con él y ahora sus hijos también. Después de todo, los gemelos ese día cumplían siete meses de nacidos.
Asmita, con la guía de Defteros, logró curar las heridas de Albafica y calmarlo. Una vez que el shock pasó, para Albafica era sorprendente como Asmita y Defteros parecían un equipo. Asmita tenía los conocimientos básicos de primeros auxilios, y Defteros era sus ojos, diciéndole qué zonas estaban sangrando, describiendo el color de la sangre y si había coágulos presentes, y demás detalles.
- Gracias.- Murmuró Albafica, tomando un vaso de agua y un analgésico que Defteros le había llevado.
- ¿Qué fue lo que pasó, Albafica?- Le cuestionó Asmita.- Y esta vez, por favor, dí la verdad.
Albafica se sorbió la nariz, abrazándose a sí mismo. No sabía cómo explicar lo que había pasado, ni siquiera él entendía cómo habían llegado a los golpes, pero ya estaba ahí.
- Fue Minos, ¿no es así?
Albafica solo asintió, volviendo a sollozar.
- Albafica, cuéntame todo lo que pasó.- Pidió Asmita, intentando calmarlo de nuevo.- ¿Qué te hizo?
Albafica, en medio de sollozos y lágrimas, les contó como pudo todo lo que había pasado. Cómo Minos bebió durante la cena de año nuevo, discutieron hasta llegar a casa, empezaron con empujones cómo la vez anterior, y cómo Minos lo golpeó una y otra vez en la cara.
- ¿Él te hizo todo ésto?- Le preguntó ahora Defteros, pareciendo horrorizado por el relato.
- Sí...- Murmuró el Omega peli-celeste, apretando los párpados para tratar de detener las lágrimas.- Pero... Yo lo arañé, y... Creo que lo pateé en el estómago... Así me escapé...
- Es diferente.- Habló Asmita.- Él te golpeó primero, tú te defendiste.
- Yo también lo empujé... Yo también le grité, yo... Yo también discutí con él, yo...
- Albafica, bajo ninguna circunstancia es justificable hacer algo así.- Lo interrumpió Asmita.- Yo más de una vez llegué a emborracharme, y jamás golpeé a nadie, ni ellos a mí. Defteros y yo más de una vez hemos discutido, pero ni una sola vez me ha dado ni una bofetada ni yo a él.
- Jamás haría algo así.- Exclamó el moreno, luciendo más asustado que Asmita por todo lo que Albafica había contado.- Por todos los cielos... No te golpearía ni con el pétalo de una rosa, Mita. Jamás haría eso, antes prefiero cortarme la mano.
- Def, tranquilo.- Le dijo su Omega, tomando su mano.- Sé perfectamente que tú jamás me harías algo así. Pero ambos sabemos que Minos sí.
Albafica vió como Defteros abrazó a Asmita, y después le dió varios besos en la mejilla. Ver a ese par siempre le removía emociones que ni siquiera él comprendía.
Le resultaba increíble que un Alpha cómo Defteros se comportara así con Asmita. Jamás vió a su padre tratar a su madre como Defteros a Asmita, jamás lo vió tomarle de la mano, abrazarle, mucho menos besarle en público, incluso en privado podría contar las veces con los dedos de las manos. Jamás escuchó a sus padres llamarse por apodos cariñosos, ni decirse un "te amo", o alguna de sus variantes.
Defteros y Asmita eran totalmente lo opuesto a todo lo que estaba acostumbrado a ver y que hasta antes de conocerlos, se le hacía normal y jamás cuestionó. Ese par se la pasaba juntos todo el tiempo, siempre demostrándose afecto en público, Defteros incluso había puesto distancia con casi toda su familia por Asmita... Incluso la etapa del embarazo la hacían ver totalmente diferente. Él tenía ocho años cuando Afrodita nació, y no recordaba haber visto a su padre ayudando a su madre con cosas como vestirse o atarse los zapatos, tampoco que pasara demasiado tiempo cerca, ni mucho menos sacar demasiado a su madre de casa... Y a Defteros, durante todo el embarazo de Asmita, lo vió tan cerca como podía del rubio. Sus redes sociales estaban llenas de fotos de Asmita, muchas visiblemente tomadas sin premeditación, todas con textos de cuánto amaba a su Omega y lo emocionado que estaba por sus hijos...
- Albafica, ¿quieres ir a un hospital?- Preguntó Asmita, sacándolo de sus pensamientos.
- N-No. No es necesario.- Respondió.- Gracias por todo.
- No hay nada qué agradecer. Solo hicimos lo que cualquiera en nuestro lugar haría.
Albafica agachó la mirada, derramando unas lágrimas silenciosas. Todo era demasiado confuso para él... Sí, la pareja le había auxiliado y a diferencia del resto de la familia de Minos, su compañía no era desagradable, pero a la vez lo hacían sentirse extraño, confundido, hasta cierto punto, estúpido sin razón aparente...
Sí, le agradecía a Asmita por haberlo ayudado, pero a la vez no podía evitar sentirse celoso del Omega ciego. ¿Qué tenía Asmita que él no?, ¿por qué a Asmita su Alpha lo adoraba y trataba como rey, y a él Minos desde hace meses lo trataba casi como un sirviente?, ¿por qué él, que tanto se esforzó por cumplir las expectativas sobre él, por ser perfecto, y sacrificó tantas cosas, la vida parecía restregarle en la cara que no había servido para nada. Y a alguien como Asmita, que vivió como quiso, arruinó su reputación, y no hacía el más mínimo esfuerzo por agradar a los demás, lo premiaba con un esposo así?...
Una parte de él gritaba que Minos era el culpable de su desgracia, que soltara a ese Alpha y huyera. Pero otra le decía que él era quién provocaba a Minos y se ganaba esos tratos...
- Ven, te prestaré algo de ropa.- Le dijo Asmita, tomándolo de las manos.
- No es necesario... No quiero causar más molestias.
- No es ninguna molestia. Hueles mucho a sangre, y de seguro tu ropa está arruinada por completo.
Hasta ese momento prestó atención a su ropa, y se dió cuenta de que Asmita tenía razón. Su camisa que alguna vez fue de un inmaculado color blanco, ahora estaba teñida por un tono carmesí, al igual que su saco, además de algunas manchas en su pantalón y zapatos. ¿Qué tan grave habían sido las heridas?
No le quedó más opción que aceptar la oferta de Asmita y acompañarlo a su habitación para cambiarse. Asmita le dió una pijama bastante abrigadora y suave, y le permitió usar el baño de la habitación para cambiarse.
Cuando se quitó la ropa, se dió cuenta de varias marcas en sus brazos, pecho, abdomen y hasta en sus piernas. Algunas eran de mordidas, otras de pellizcos, y otras más de golpes.
Minos no había dejado esa maldita costumbre de jugar pesado con él. Casi a diario solía morderlo con algo de fuerza cuando se distraía, otras veces lo pellizcaba hasta que colmaba su paciencia y lo dejaba sólo.
No le agradaba mirarse al espejo de cuerpo completo, a duras penas lo usaba el tiempo justo para ver su rostro si debían asistir a un evento. Ni siquiera recordaba en qué momento observar su propio cuerpo le empezó a generar repele, pero ya se le había vuelto rutina, y ahora que lo veía, le resultaba impactante.
Siempre había tenido una estructura ósea bastante delicada, pero ahora estaba un poco más delgado de lo que recordaba. Las marcas de pellizcos no se veían inofensivos, y hasta ahora se daba cuenta de que no era ninguna imaginación ni exageración suya. Y su cara...
Tenía la nariz hinchada y roja, sus ojos y mejillas iban por el mismo camino y posiblemente después tomarían un tono violeta. Sus labios estaban partidos, con costras y algo inflamados.
Asustado por su propia imagen, se dejó caer al suelo, rompiendo en llanto. Ya no se reconocía a sí mismo, todo era tan irreal... ¿En qué momento habían aparecido todas esas marcas?, ¿en qué momento fue reducido a ser un saco de boxeo?, ¿en qué momento todo se hizo tan sombrío?, ¿en qué momento permitió llegar a ese extremo?, ¿qué tenía que hacer ahora?... No lo sabía, no hallaba una respuesta para ninguna de esas preguntas. En ese instante sentía que lo único que podía hacer era llorar.
- Albafica...- Lo llamó Asmita desde fuera del baño, tocando la puerta.- ¿Estás bien?
- Sí...- Respondió lo más rápido que pudo.
No quería ver más su reflejo, ahora entendía porqué Defteros se sobresaltó tanto al ver sus heridas en el rostro, no era para menos. Se dió vuelta y se vistió con la ropa que Asmita le había dado, procurando no mirarse al espejo en ningún momento.
Al salir del baño, fue recibido por Asmita, con una suave y cálida sonrisa en el rostro y los brazos abiertos. No pudo contener más el llanto, y aceptó el refugio que Asmita le ofrecía en sus brazos.
No supo exactamente cuánto tiempo pasó así, aferrado a Asmita igual que un niño desconsolado. Para cuando logró calmarse lo suficiente, ya estaba en la cama, con su cabeza recargada en las piernas de Asmita, que acariciaba sus cabellos con un cariño que solo podía comprar con el que Afrodita le brindaba.
- ¿Por qué le permitiste llegar a éste punto?- Cuestionó Asmita.- ¿Por qué no huiste antes?
- ¿Qué querías que hiciera, Asmita?- Suspiró cansado.- No tenía opción... No tengo más opción que regresar.
- Sí la tienes.- Afirmó el rubio.- Con ésto puedes exigir el divorcio, alegando a violencia doméstica. Puedes conseguir una orden de alejamiento, e incluso una pensión y compensación por los daños si así lo deseas.
- ¿Y tienes idea de cómo perjudicaría eso a mí familia?- Replicó Albafica.- Mis padres van a odiarme si hago eso... Puedo incluso no volver a ver a mi hermano nunca más si se me ocurre hacer eso, incluso él va a odiarme.
- Afrodita está demasiado preocupado por tí. Sin miedo a equivocarme, puedo decirte que él es el primero que quiere que salgas de ese matrimonio.
Albafica no podía creer eso. Toda su vida le habían dicho que el divorcio era lo peor que podía pasarle, pero aquel encuentro con Verónica hace años fue el primer golpe en su realidad, y ahora que Asmita le contara eso... Todo era demasiado confuso.
- No.- Negó, incorporándose.- No puedo hacer eso... Tengo que volver y arreglar esto, yo... Yo sé que puedo, yo-
- Albafica, él no te ama, ni tú a él.- Le interrumpió Asmita.- Lamento ser yo quién te lo diga, pero es la verdad, Albafica. No lo amas, solo estás ahí por comodidad y miedo al qué dirán. Y él no te ama, solo quiere retenerte por conveniencia.
- Eso no...
- Te hizo dejar el empleo que tanto te gustaba, siempre busca la forma de ridiculizarte en público, te trata como un objeto. Incluso te es infiel con su asistente personal, porque sí, ya todos lo sabemos.
Albafica solo agachó la cabeza y lloró en silencio. No quería admitirlo, pero en el fondo sabía que todo lo que había dicho Asmita era cierto. Pero quizás lo que más le había dolido, era que todos sabían de la infidelidad de Minos y aún así, nadie más que Asmita parecía estar en desacuerdo.
- Albafica, si sigues así, vas a terminar en un ataúd.- Suspiró el rubio, intentando palmearle el hombro.
- ¡Ya basta!- Exclamó, apartando al otro Omega.- ¡No es verdad!. Dejé ese puesto porque yo lo decidí, algunos sí pensamos en nuestros seres queridos y cómo nuestras acciones pueden dañarlos, ¿sabes?- Añadió, golpeando con su dedo índice el pecho de Asmita, señalándolo.- No me ridiculiza, y no me trata como un objeto. No es verdad nada de lo que dices... Y no tienen, ni tú ni nadie, pruebas de que realmente me es infiel. Son solo rumores.
Asmita ni se inmutó con las palabras de Albafica. Para bien o para mal, ya estaba acostumbrado a soportar cosas así, ya le daba igual.
- No entiendo cómo es que tú lograste tener todo esto, tomando en cuenta todo lo que hiciste. Eres un... Un...
- ¿Egoísta?- Replicó Asmita, cruzandose de brazos.- ¿Omega libertino?, ¿fácil?, ¿ofrecido?, ¿zorra?, ¿perra?, ¿Omega que le abre las piernas a todos?, ¿Omega a quien se cogió toda la India y media Grecia?, ¿la vergüenza de mi familia?- Siguió, enlistando todos los títulos que sus parientes le adjudicaban.- Adelante, dilo. No serías el primero, y sé de sobra que tampoco el último que lo diga, pero al final del día, solo yo sé mi historia. Nada de lo que digas puede ofenderme ni hacerme sentir mal, incluso mis propios padres me lo han dicho, pero vaya que necesitas sacar toda esa frustración que tienes acumulada. Así que si eso te ayuda a aligerar tu carga, adelante. Dime todo lo que tengas que decir.
Albafica nuevamente se sintió en extremo irritado. Una parte de él solo quería gritarle a Asmita todas esas cosas, pero otra solo quería llorar... ¿Por qué sentía eso?
Al final, solo suspiró frustrado, volviendo a sentarse en el borde de la cama. Asmita imitó su acción, sentándose a su lado, tan tranquilo e inamovible cómo siempre...
- ¿Cómo puedes vivir así?- Preguntó una de las tantas dudas que tenía sobre el Omega ciego.- ¿Cómo es que puedes soportar que digan todas esas cosas de tí?, ¿aguantar tantos rumores, comentarios...?
- Ya te lo dije, Albafica. Solo yo sé mi historia. Por algo dicen que hay 3 versiones de una misma historia: la tuya, la mía, y la verdadera.- Respondió tranquilamente.- Así que yo puedo dormir tranquilo, porque sé que no hice nada malo ni de lo que deba arrepentirme. No le he sido infiel ni he ocultado nada a mi esposo, jamás lo he violentado de ninguna forma ni él a mí, no he traicionado a ninguna persona importante para mí... ¿Qué debería atormentarme?
- ¿Qué me dices del padre de Shion?
- ¿Hablas de ese rumor con el señor Hakurei?- Rió el invidente.- Albafica, ¿acaso estuviste ahí para constar que realmente pasó eso?
Albafica no dijo nada. Asmita parecía bastante relajado y hasta parecía tomarse a broma ese rumor.
- No tengo porqué dar explicaciones de mi vida, pero si eso te da algo de paz mental, bien.- Añadió.- Jamás pasó nada entre nosotros, no me acosté con él. Sinceramente, el señor Hakurei es un hombre muy culto y agradable. Me gustaba pasar tiempo con él, hablando sobre temas que a nadie más le interesan y tampoco entienden, de cierta forma, fue como el padre que me habría gustado tener. Pero solo eso, jamás hubo nada romántico entre nosotros... Por todos los cielos, ni a los muertos respetan. El señor Hakurei aún le guarda luto a la madre de Shion, dice que fue el Omega de su vida, y sinceramente, yo le creo.
Albafica no supo qué responder. Ahora se sentía aún más estúpido por haber creído todas esas cosas, y le parecía irónico que a pesar de todo, Asmita era el único pariente político que parecía preocuparse por su integridad.
- Y no, Albafica. Perder tu virginidad no te quita valor como Omega. No pierdes nada, solo significa que iniciaste tu vida sexual activa y ya, no es nada del otro mundo.
Qué Asmita tocara ese tema, removió sentimientos en Albafica. Aún si quisiera dejar a Minos, de seguro ese Alpha desgraciado no dudaría en exhibir que él había sido el primero en ser infiel.
- ¿Qué pasa, Albafica?- Le cuestionó Asmita.- De repente estás muy callado.
- Nada.- Murmuró.- Solo... ¿Sabes qué?, al día si me es infiel. En todo caso, solo estaríamos a mano. Así que no tengo derecho a quejarme.
- ¿Lo dices por lo de Shion?
Albafica sintió que su corazón iba a salirse de su pecho. ¿Acaso Asmita sabía eso?
- Es mi amigo también. Hace dos años llegó corriendo por la noche, diciendo que había hecho algo imperdonable.- Contó Asmita.- Me dijo que... Bueno, ya sabes... Y dijo que no sabía qué hacer, estaba muy confundido. Aún así, y a pesar de todos los consejos que le dí, él decidió fingir demencia y seguir con su vida.
- ¿Lo supiste todo éste tiempo?
- Sí.- Admitió.- Shion me contó todo, incluído que sospechabas de Minos y que descubriste ropa con el olor de Lune... Sinceramente, estoy de acuerdo en que pagarle con la misma moneda no fue lo correcto, pero él tampoco es precisamente un santo.- Añadió.- Los dos hicieron las cosas mal. Pero ahora tienes una oportunidad de ponerle un alto a esta locura.
Albafica guardó silencio por unos segundos, meditando las palabras de Asmita. Sus palabras eran como las de un buen consejero, señalándole sus errores, pero también dándole soluciones...
- Sí...- Murmuró en un suspiro, tomando la mano de Asmita.- Pero... No sé qué hacer, Asmita.
- No estás sólo.- Le sonrió levemente el rubio.- Por ahora descansa. Mañana será otro día, y todo estará bien.
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Otra vez se había repetido esa escena... Otra vez había aguantado una cena con sus padres, otra vez había bebido, otra vez había discutido con Itia, otra vez había peleado con Albafica, ese Omega otra vez le había colmado la paciencia... Pero...
Por todos los cielos, no quería hacerlo... No quería herirlo de esa forma, no quería hacerle todo eso... Por unos segundos perdió el control de sí mismo por completo. Fue como desmayarse, y para cuando reaccionó, ya tenía varias marcas de arañones en la cara y una leve molestia por una patada en el estómago que Albafica le había dado al huir...
Le tomó unos segundos reponerse del shock inicial, y hasta entonces se puso de pie. Fue al baño y se dió cuenta de todos los arañones en su cara. Los que más destacaban, eran unos que aún sangraban, y definitivamente dejarían marca. Albafica debió estar realmente desesperado para llegar a herirlo de esa forma.
Por unos segundos no pudo hacer más que halarse de los cabellos, recargando los codos en el lavamanos del baño... Maldita sea, había echado todo a perder.
No sabía dónde demonios podría estar Albafica ahora, pero si alguien se enteraba de lo que había pasado, podía darse por muerto... Sí, eso era lo que lo preocupaba... ¿O no?
- ¡Carajo!
Lleno de ira, golpeó con fuerza el lavamanos. No quería admitirlo, pero sentía algo de culpa por haber actuado de esa forma.
Recuerdos de su horrenda infancia otra vez aparecían en su memoria. Aún recordaba cómo Itia y Gateguard discutían a veces, y como si a su madre se le ocurría alzar un poco la voz, Itia respondía con mínimo una bofetada.
¡Lo siento!
...
¡Perdón!
...
¡Por favor, para!
...
¡Por favor, ya no!
Al mirar su reflejo, casi sentía que escuchaba la voz de Gateguard suplicando perdón, mientras Itia le daba una paliza...
Sí, había pensado más de una vez en darle un golpe a Albafica cuando lo sacaba de sus casillas. Pero una cosa era imaginarlo o amenazarlo con eso, y otra muy diferente hacerlo.
No, no podía dejar las cosas así. Algo tenía que hacer, pero primero debía encontrar a Albafica... ¿Cómo debía arreglar ese problema?
Entonces recordó qué cada vez que Itia y Gateguard discutían, y su madre terminaba ganandose un escarmiento, su padre al otro día le regalaba algunas flores, y eso era más que suficiente... Quizás funcionaría. Solo quería algo que calmara su consciencia y le quitara esa sofocante sensación.
▪️▪️▪️
Albafica pasó la noche en casa de Asmita, durmiendo en la habitación de huéspedes. Hace tiempo que no dormía tan tranquilo, y despertaba pacíficamente.
Asmita fue a buscarlo después de que despertó, cuando se dió cuenta de que ya era cerca del mediodía. El rubio le contó que se había quedado dormido, pero según Defteros, se veía tan cansado, que no habían querido molestarlo.
El almuerzo era algo simple, pero delicioso. Un filete asado, acompañado con una porción de arroz blanco con verduras y algo de puré de patatas. Y un cóctel de frutas como postre.
Los gemelos también los acompañaban en el almuerzo, siendo alentados por sus padres a tratar de comer por sí mismos. Albafica no pudo contener una pequeña sonrisa al ver a Defteros jugando con los bebés, terminando con algo de papilla de zanahoria en la cara. Asmita tampoco se salvó, ya que uno de los traviesos gemelos se encargó de salpicarlo con algo de papilla en el cabello.
- Ey, pequeños traviesos, la comida no se desperdicia de esa forma.- Regañó el rubio a ambos bebés.
Los pequeños Alphas solo rieron y después comieron como su tierna e infantil mente les daba a entender.
Ver cómo Defteros intentaba mostrarle a sus cachorros como usar una cuchara, y después limpiar el cabello de Asmita, mientras el Omega rubio le sonreía... Era una escena que parecía imposible de creer para él, ellos parecían la pareja, la familia perfecta mejor dicho.
Por unos instantes se sintió tranquilo y felíz, pero la realidad volvía a golpearlo de frente. No pertenecía a esa familia, ni a esa casa, y jamás tendría algo así.
Quizás jamás lo admitiría, o ni siquiera él mismo lograba darse cuenta, pero estaba demasiado celoso de Asmita. Celoso de aquel Omega que parecía ser todo lo que él no logró, todo lo que él deseaba ser. Desearía ser tan liberal, despreocupado y relajado como Asmita. Tener un Alpha que parecía perfecto. Toda esa paciencia y amor de madre. Libre de expectativas de su familia...
Sí, quizás sí estaba celoso de Asmita.
De pronto, el timbre de la casa sonó. Defteros dijo que iría a abrir, pero todos sentían que algo no andaba del todo bien, así que Asmita dejó a los niños seguros en sus sillas y junto con Albafica fueron detrás de Defteros.
Definitivamente no esperaban que en la puerta se encontrara Minos, hablando, más bien, discutiendo con Defteros.
- ¡No voy a volver a hablar, así que te vas en éste instante o llamo a la policía!
- Defteros, por favor. Sé que fuí un idiota, pero-
- ¡¿Pero qué?!, ¡¿qué justificación puede haber para golpear a un Omega?!
- Sé que no la tengo, y por eso vine hasta aquí.- Respondió el albino, captando la atención de Asmita y Albafica, que escuchaban todo, ocultos tras una pared.- Los padres, el hermano de Albafica y mi primo están en Suecia. No está con mis padres tampoco, así que aquí era el único lugar donde podía estar.
- Y si es así, ¿qué te hace creer que él quiere verte?, ¿o que vamos a permitir que te lo lleves para que vuelvas a golpearlo?
- Defteros, por favor. Tú también estás casado, debes saber que a veces hay problemas en pareja y-
- ¡No te compares conmigo, que tú y yo no somos iguales!- Lo interrumpió más enfadado el moreno.- ¡Jamás le he tocado un solo cabello a Asmita, y pobre de quienes se le ocurra intentar hacerle daño!, ¡da igual el problema que sea, a golpes no se arregla nada!
- Lo sé, Defteros. Sé que me equivoqué, perdí el control, y...- Tartamudeó, rompiendo en llanto.- Lo siento tanto... Te juro que estoy completamente arrepentido, y... Solo quiero verlo, y... Pedirle perdón por lo que hice...
Asmita no se molestó en ocultar su gesto de indignación. "Vaya cínico mentiroso"- Fue lo único que pensó el invidente, pero no así el otro Omega.
Albafica sintió algo removerse en su pecho al ver a Minos llorar, suplicar y casi arrodillarse enfrente de Defteros, solo para que le permitiese verlo...
- No.- Le dijo Asmita, tomándolo de la mano, impidiendo su avance.- No creas en nada de eso.
- Asmita...
- No olvides que es abogado. Está entrenado para convencer con las palabras.- Añadió el rubio.- Desde siempre, Minos ha sido un gran mentiroso y manipulador. Que se volviera abogado, solo fue coronar al diablo con los mejores cuernos disponibles.
Y nuevamente entraba en conflicto. Una parte de él le creía a Asmita, pero otra quería hacer oídos sordos y correr hacía Minos y arreglar las cosas.
Después de unos segundos de debate mental, en cuánto Asmita bajó un poco la guardia, se soltó y corrió a dónde estaban ambos Alphas, sin que el otro Omega pudiera hacer algo para detenerlo.
Abrazó al Alpha albino, y Minos no dudó en corresponderle el gesto, llorando en su hombro.
- Lo siento... Lo siento, lo siento tanto...- Repetía una y otra vez el peli-blanco entre sollozos.- Albafica, lo siento. Perdóname por favor.
- Yo... Lo siento también.- Sollozó el Omega, ante la incrédula mirada de Defteros y el gesto de disgusto de Asmita.- Lo siento...
- No, Albafica. Tú... Tú solo te defendías, yo... Yo fuí un idiota, no debí beber tanto, yo... Lo siento mucho, Albafica.- Le dijo Minos, acariciándole la mejilla, que ya había tomado un tono violáceo.- Por favor, perdóname.- Añadió, arrodillándose frente a él, tomándole las manos.- Por favor perdóname, hermoso. Por favor, dame otra oportunidad, te juro que esto no va a volver a pasar.
Albafica hipaba débilmente, conmovido por las palabras y el llanto tan sincero de Minos. Realmente parecía arrepentido por lo que había pasado... Quizás podía darle otra oportunidad.
- ¿Por qué mejor no te vas por dónde veniste, Minos?- Interrumpió Asmita, apareciendo con las llaves del auto.- Aquí están las llaves de tu auto, y ahora te envío la ubicación para que vayas a recogerlo, y no tengas excusa para volver a poner un pie en mi casa.- Añadió, arrojándole las llaves en la cara.
- Asmita, ese auto no podría importarme menos. Estoy aquí por mi Omega, porque lo amo y no quiero perderlo.
- Eso debiste pensarlo antes de casi romperle la nariz.- Replicó el rubio.- Vete. Aquí nadie te quiere.
- No me voy de aquí si no es con mi Omega, Asmita.
- Y él no se va de aquí si no quiere.
- Entonces que él me diga que me vaya.- Atacó Minos, sin levantarse, y sin soltar a Albafica, mirándolo con los ojos llorosos.- Que mi Omega me mire a los ojos y me diga que me vaya. Si hace eso, entonces me iré.
Asmita chasqueó la lengua y se mordió los labios enfurecido. Ese maldito Minos... Ese había sido un movimiento demasiado bajo, incluso para él.
Albafica se quedó sin palabras, sintiendo un nudo en la garganta. La mirada de Minos le mostraba un profundo arrepentimiento y dolor, difíciles de ignorar. No sabía qué decir, ¿realmente quería dejar a Minos?
Defteros no daba crédito a la escena. No podía creer que realmente Albafica dudara sobre si perdonarlo o mandarlo al demonio.
Después de algunos segundos, finalmente hubo una respuesta, una que no llegó con palabras y que ninguno de los presentes podía creer.
Albafica se agachó a la altura de Minos y lo besó, tomándolo de las mejillas. Minos no tardó en corresponderle aquel beso, y abrazarlo por la cintura.
- Sí...- Murmuró el Omega peli-celeste, con algunas lágrimas en los ojos.- Te perdono.
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