⚠️ Nível 11: Empujar ⚠️
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Un día más en su vida, ya todo era monotonía, nada diferente pasaba nunca...
Su rutina era la misma desde que se casó y dejó su trabajo tres años atrás, encargándose de todas las labores domésticas. De vez en cuando estaba forzado a asistir a un evento, cómo esa ocasión.
Navidad había llegado, y no tuvo más opción que ir con Minos a cenar con su familia política. Todo estaba siendo un horrible dolor de cabeza, sus suegros no dejaban de hablar sobre cuándo llegarían los cachorros, y de hablar de temas relacionados con su matrimonio. Minos no dudaba en responderles cómo acostumbraba, diciendo que pronto, él solo callaba, rezando porque el tiempo pasara rápido.
Desde que se casó hace tres años, no había vuelto a pasar esas fechas con su familia, todas las cenas de navidad y año nuevo eran con la familia de Minos, y le era imposible no sentirse nostálgico. Extrañaba cenar con sus padres, intercambiar regalos y preparar postres con su hermano, usar la ropa que a él le gustara y no la que ahora Minos elegía para él... Su vida había cambiado completamente desde que se casó, que por momentos ya ni siquiera él se reconocía a sí mismo cuando se veía al espejo.
- Gateguard, ve por el vino a la cocina.- Prácticamente le ordenó el padre de Minos a su Omega.
El pelirrojo no dijo nada, solo asintió y se levantó en silencio para ir a cumplir la orden.
- Y tú no te quedes ahí sentado.- Le dijo Minos a él.- Levántate y ve a ayudar con las copas. No seas holgazán.
Sintió las miradas de los parientes, socios del padre de Minos y familiares de éstos, sobre él, que ni siquiera se atrevió a responder, imitando la acción de Gateguard.
Eso fue tan... Maldita sea, ¿era necesario hablarle de esa forma enfrente de todos?
Llegó a la cocina, dónde Gateguard sacaba la botella de vino del gabinete. Aún algo intimidado por lo ocurrido en el comedor, preguntó dónde estaban las copas. Su suegro le indicó el lugar y le pidió que las colocara en una bandeja de plata.
Jamás había hablado demasiado con Gateguard, más bien, a duras penas e intercambiaban vocablos de vez en cuando, pero ninguna conversación demasiado profunda, a excepción de aquella vez que los visitaron y Gateguard le aconsejó obedecer para evitar tener problemas con Minos. Así que se limitó a llevar la bandeja con copas en silencio, mientras Gateguard hizo lo mismo con la botella.
Dejó la cristalería sobre la mesa, y Gateguard le entregó la botella a su esposo, y todo siguió con tranquilidad. Después de medianoche, y de brindar, los invitados comenzaron a retirarse poco a poco, hasta que solo quedaron los dueños de la mansión y ellos.
Minos y su padre siguieron bebiendo vino, mientras él y Gateguard se encargaban de llevar toda la vajilla a la cocina. Los meseros que habían sido contratados ya se habían retirado por orden de Itia, y los sirvientes de la mansión habían tenido la noche libre, así que les había tocado hacer esa tarea a ellos.
Pasaron las horas, y padre e hijo seguían bebiendo copa tras copa como si de agua se tratara.
Gateguard les ofreció quedarse, hacía bastante frío, Minos había bebido demasiado y ya era de madrugada. Albafica no se sentía demasiado seguro de volver a casa en el auto, al ver desde la cocina cómo a Minos le costaba incluso mantenerse de pie sin tambalearse, y sin duda, quería aceptar la oferta, pero Minos se adelantó.
Escucharon que el par de Alphas había comenzado una discusión, cómo era habitual en prácticamente todos sus encuentros. Se gritaron cuánto insulto se sabían, antes de pasar a arrojarse mutuamente objetos , hasta que finalmente, Minos entró a la cocina, azotando la puerta, para después empezar a jalonearlo del brazo.
- ¡Nos vamos!
- ¡Suéltame!- Su miedo fue más grande que su deseo de quedar bien frente a sus suegros, y no dudó en empezar a forcejear con Minos, pero solo logró que lo jaloneara con más fuerza.
- ¡No te pregunté, idiota!
- ¡Estás completamente ebrio!
Minos no le dijo nada más, solo gruñó, para después volver a sujetarlo, ahora de ambos brazos y empezar a empujarlo para sacarlo de la cocina hasta la sala.
Itia estaba igual que Minos, y ambos Alphas siguieron su discusión, hasta que a jaloneos y empujones, Minos lo sacó de la mansión.
- ¡Entra ya, imbécil!- Le gritó el peli-blanco, cuando se negó a entrar al auto.
- ¡Yo contigo no voy a ningún lado!- Respondió.
Minos abrió la puerta del asiento trasero como pudo y sin aviso, le dió un empujón para arrojarlo dentro, importandole poco si algo le pasaba.
Lo empujó con tal fuerza, que se resbaló del asiento y terminó golpeándose contra el suelo del auto. Minos ni siquiera tuvo la delicadeza de preguntar si estaba bien, solo subió tambaleándose al asiento del conductor y arrancó.
Albafica se levantó como pudo, aún con el auto corriendo a toda velocidad, dando derrapones y frenando repentinamente. No tardó mucho en darse cuenta de que se había partido el labio al momento de golpearse la cara contra el suelo.
El camino de vuelta a casa fue una tortura, en dónde no dejaba de rezar a todos los dioses que se le ocurrian porque el imbécil de Minos no provocara un accidente con sus imprudencias. Pero milagrosamente, lograron llegar casi ilesos.
Minos bajó primero y le abrió la puerta para volver a jalonearlo y llevarlo hasta la entrada de la casa a empujones.
- ¡Ya basta, idiota!- Gritó, encarándolo.- ¡Puedo ir sólo!
- ¡Ya cállate y abre la maldita puerta!
Albafica, movido por el frío, prefirió centrar su atención en la puerta e ignorar por unos segundos al ebrio que no dejaba de gritarle.
Cuando la puerta estuvo abierta, Minos le dió un empujón, haciéndolo caer de rodillas al suelo.
- ¡¿Qué te pasa, imbécil?!- Ya harto de todo, se levantó, quitó las llaves, cerró la puerta de un empujón y fue detrás de Minos para devolverle el empujón, haciéndolo caer al suelo.
- ¡Tú te lo buscaste!
Minos se levantó en cuestion de segundos, logrando sujetarlo de las solapas del abrigo, para después arrojarlo con fuerza contra la pared más cercana.
Sintió el aire escaparse de sus pulmones por el golpe, y no pudo hacer más que dejarse caer para intentar reponerse. Apenas y tomó una bocanada de aire, Minos lo sujetó del cabello obligándolo a alzar la cara y mirarlo a los ojos.
- ¡Y la próxima vez no va a ser solo un empujón, idiota!- Le amenazó.- ¡¿Entendiste?!
Solo pudo asentir débilmente. Minos lo soltó bruscamente, y se fue, dejándolo ahí tirado en el suelo, intentando reponerse.
🦅
Esa cena había sido un maldito martirio. Sus padres y el resto de vejestorios no dejaban de joder una y otra y otra vez cuándo llegaría un cachorro. Intentó soportarlo y fingir indiferencia, incluso aceptó tomar algunas copas con el malparido de Itia, pero el muy bastardo no dejaba de joderlo.
Qué si acaso era no era capaz de preñar a un Omega, que si la zorra de Albafica pronto lo dejaría por otro Alpha que no fuera un impotente incapaz de cumplirle...
Al final se hartó y comenzaron una discusión. Con el alcohol en su sangre, poco le importaba si alguno de los dos salía herido al lanzarse copas, platos, vasos y cuánto objeto al alcance tuvieran.
Y como siempre, para rematar el cóctel de sus desgracias, la perra de Albafica se ponía difícil. Ese Omega siempre parecía tratar de sacarlo de sus casillas a propósito.
Ésta vez no se lo iba a dejar pasar. No le importaba si tenía que llevárselo arrastrando de los cabellos, ese bastardo iba a aprender a obedecerlo.
Lo empujó dentro del auto, y arrancó. Condujo tan rápido como pudo hasta llegar a casa. Ahí se vió forzado a esperar a que el inútil de Albafica abriera, el maldito frio solo lo ponía de peor humor, y el estúpido Omega parecía no querer quitarse de enmedio.
Se le hizo fácil darle un empujón para apartarlo y seguir su camino, pero no esperaba que el muy descarado se atreviera a levantarse y empujarlo.
Ese fue el límite de su paciencia. Lo sujetó del abrigo y lo arrojó con todas sus fuerzas contra la pared más cercana. Lo vió caer igual que un muñeco de trapo, jadeando por aire. Había tenido demasiadas consideraciones y demasiada paciencia con él, pero ya no más.
- ¡Y la próxima vez no va a ser solo un empujón, idiota!- Le dejó claro, mientras le jalaba el cabello. Esa zorra iba a aprender por las buenas o por las malas.- ¡¿Entendiste?!
Lo vió asentir, y hasta entonces lo soltó. Eso y más se merecía por todos sus atrevimientos.
▪️▪️▪️
Cuando logró recuperar el suficiente aire, Albafica intentó ponerse de pie, pero su espalda dolía demasiado. Cómo pudo, y aguantando el dolor, se recargó contra los muebles, hasta llegar al sillón de la sala. No se creía capaz de subir escaleras hasta la habitación de huéspedes, así que resignado, encendió la calefacción con el control a distancia, y se acurrucó para dormir ahí.
A la mañana siguiente, el sonido del timbre lo despertó. Aún algo adolorido, se levantó y fue a abrir, de seguro Minos debía estar con una resaca de los mil demonios y un humor de perros, y él no estaba de ánimos para aguantarlo tan temprano.
Al abrir, se topó con visitas que definitivamente no esperaba: Afrodita, Shaka, Defteros, Asmita y los bebés de ya casi siete meses de edad.
- Dita.- Mencionó el nombre de su hermano.- ¿Qué haces aquí?, creí que estarías con mamá y papá en Suecia para visitar a los abuelos.
- Este año me dejaron quedarme con Asmita.- Respondió su hermano.- Te traje algo.
Afrodita le extendió una pequeña caja cuadrada y envuelta en papel de regalo, con un moño de color rojo. Albafica la tomó con cuidado, y le fue imposible evitar sonreír, mientras un par de lágrimas traicioneras escapaban de sus ojos. Era como regresar a los años dónde era felíz al lado de su hermano, todas esas navidades juntos, dónde Afrodita, incluso siendo tan solo un niño pequeño, siempre le daba un regalo, y cada uno era único, valioso y especial para él, incluso si solo de un dibujo se tratase... Extrañaba demasiado esa sensación.
- Fica...
- Lo siento.- Sonrió, limpiandose las lágrimas.- Es solo... Qué estaba recordando. No me hagas mucho caso.
- ¿Todo bien con mis tíos?- Preguntó Asmita.- Itia es algo malo bebiendo, ¿hizo alguna escena este año?
- Mita...- Susurraron Defteros y Shaka.
- No, todo en orden.- Suspiró Albafica.- ¿Quieren pasar?, hace demasiado frío afuera para los bebés.
- En realidad, te agradecería si tienes algo de agua caliente. Olvidé el termo en casa.- Respondió Asmita.- También traje algo de té. No me gusta llegar con las manos vacías.
Albafica los invitó a pasar a todos. Shaka y Afrodita, cómo siempre, estaban demasiado cerca uno del otro, sentados en la sala, conversando, después de haberse quitado y puesto los abrigos en el perchero de la entrada. Hace tiempo que sentía algo raro entre ellos dos, una cosa era ser mejores amigos, y otra muy diferente lo que parecían ellos... Aún así, prefería no decir nada. No tenía una prueba concreta con qué validar su teoría, quizás solo estaba mal pensando todo.
Defteros ayudó a Asmita a llegar hasta la cocina, a pesar de que Asmita le decía que no era necesario y podía caminar sólo, pero su Alpha insistió hasta que llegaron. Después de eso, el Alpha fue a la sala con los gemelos, que ya eran bastante activos, y que los dientes les comenzaran a brotar no amenizaba las cosas.
Albafica no podía evitar observar cómo Defteros no parecía tener problema alguno con ser guía y apoyo de Asmita, e incluso siempre lo sostenía con cariño y le tenía muchísima paciencia a la hora de caminar a su lado. Jamás había visto al moreno empujar ni siquiera por error al Omega, ni tampoco hacer una sola mención de su discapacidad visual. Nunca los había visto discutir, ni a Defteros llamarle a Asmita de alguna forma agresiva, siempre le decía "Mita", "amor", "cielo"... El Alpha peli-azul tampoco parecía molesto por tener que cuidar de sus cachorros mientras su Omega estaba haciendo otras cosas, al contrario, parecía disfrutar jugar y pasar tiempo con ellos. Sin duda, jamás creería que alguien como Defteros tuviera esos comportamientos, si no fuera porque era testigo de ellos.
- ¿Todo bien, Albafica?- La voz de Asmita logró sacarlo de sus pensamientos, cómo ya empezaba a ser costumbre.
- Sí, no es nada.
- ¿Dónde está Minos?
- Durmiendo, supongo.
Asmita arqueó una ceja ante esa respuesta, y Albafica de inmediato cayó en cuenta de su error.
- ¿Cómo que "supones"?- Cuestionó el rubio.- ¿No dormiste con él anoche?
- Yo... Creo que bebí demás, debí quedarme dormido en la sala.- Intentó excusarse, pero evidentemente, Asmita no le creyó.
- No hueles ni suenas como alguien con resaca.- Señaló el invidente.- Y créeme, Albafica, he cuidado desde Alphas hasta Omegas, e incluso yo he tenido resaca, y sé de lo que hablo cuando digo que no hueles en absoluto a alguien en esas condiciones.
- Para ser ciego, eres muy quisquilloso.
- Lo sé, me lo han dicho más veces de las que puedo recordar.- Rió el Omega.- ¿Ahora me dirás qué pasó realmente, o lo dejarás a mi libre interpretación?
- No fue nada, solo una pequeña discusión anoche.- Respondió, poniendo algo de agua a calentar.- Es todo.
- ¿Estás seguro de que fue una discusión pequeña?
Albafica solo bufó fastidiado. Odiaba que Asmita le cuestionara todo, cómo si tuviera la respuesta absoluta.
- Sí.
- Entonces ¿por qué la pintura de la pared estaba resquebrajada?- Cuestionó nuevamente Asmita, y Albafica no pudo evitar sorprenderse.- Y no me digas que ya tiene tiempo. Minos es un perfeccionista extremo diez veces peor que yo, y no dejaría algo así más de un día sin arreglar. Y además, aún estaban las pequeñas escamas de pintura y yeso en el suelo. Así fue como me dí cuenta al pisarlas. Eso no tiene ni siquiera 24 horas.
Albafica se mordió el labio, soltando casi al instante un quejido bajo. Aún tenía la costra del golpe que se dió en la madrugada al caer en el suelo del auto. Sin querer, se quitó la costra y provocó que un delgado hilo de sangre brotara.
- ¿Y bien?- Insistió Asmita.- ¿Qué tienes que decir?, ¿qué te resbalaste?
- A los dos se nos pasaron las copas, y quizás las cosas se salieron de control un poco.- Bufó frustrado.- Los dos estábamos ebrios, discutimos, nos empujamos y perdí el equilibrio, ¿felíz?
Albafica se enjuagó la boca para frenar el sangrado de su labio, mientras Asmita permanecía en silencio. No se creía esa excusa, y razones le sobraban. Él se había embriagado en un par de ocasiones, acompañado por alguno de sus ex, amigos e incluso con Defteros, pero a pesar de que sabía que a veces el alcohol impedía pensar con claridad, jamás había llegado a empujar a alguien con tal fuerza de resquebrajar una pared, ni tampoco a ser víctima de una agresión así.
- Bien. Si tú lo dices...
- Lo digo y lo sostengo.- Repitió Albafica.- Fue un accidente, nada más. No hagas una tormenta en un vaso de agua.
Asmita no quiso discutir más, por lo visto, a Albafica ya le habían lavado el cerebro y no iba a decir la verdad, no tenía caso intentar razonar con él en ese momento. Dejaría que se calmara, y otro día, cuando no estuviera tan a la defensiva, intentaría hablar con él.
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