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20 | viernes santo

En la mañana del Viernes Santo, Tessa fue a trabajar a la tienda de apuestas sabiendo que Tommy y los demás estaban en su tradicional viaje de caza. 

Si bien no le pareció justo que no se le permitiera asistir, Tommy le había ofrecido llevarse a Bella con él para darle un descanso a Tessa, sintiéndose culpable por no haber pasado tiempo con ellas recientemente. Tessa le permitió llevar a su hija por el día, rompiendo así la regla de "no se permiten chicas", y ella entró en la tienda de apuestas solo para econtrarla casi vacía.

Esme, Lizzie y otras dos chicas eran las únicas personas presentes, y Tessa se encontró con algunas miradas desagradables. Nadie estaba particularmente feliz de tener que trabajar en el día santo, y su disgusto estaba presente en la forma en que realizaban su trabajo; poco entusiasta y sin prestar mucha atención.

—Buenos días a todas —dijo Tessa, quitándose el abrigo—. ¿Cómo están?

—Suenas como Linda —dijo Esme—. Toda feliz y santa.

—Lo siento —dijo Tessa riendo—. ¿Estás bien, Esme?

—Estoy bien —respondió Esme—. Un poco enojada, pero estoy bien.

—Estoy aquí para ayudar —dijo Tessa.

—Tu primer día de regreso y es cuando los chicos se van —dijo Lizzie—. No es una gran fiesta de bienvenida.

Esme se sentó en una silla—. No es justo. Ellos bebiendo y disparando rifles y nosotras aquí sentadas —el temperamento de Esme se estaba escapando con ella—, ¡escucha a esos idiotas maldecir y escupir en el suelo para que nosotras lo limpiemos!

Polly entró en la tienda, con gafas de sol sobre sus ojos mientras se tambaleaba hacia la oficina detrás de donde estaba sentada Esme. Tessa se dio cuenta, pero estaba demasiado ocupada escuchando a Esme despotricar como para saludar a la mujer.

—Sin hombres presentes serían como perros orinando contra la pared —dijo Esme, y dirigió su discurso hacia Polly—. Solo decía que no es justo. Los hombres están allá como reyes.

Polly se limpió la nariz—. Esme, solo... haz tu trabajo.

—¡Tengo cinco meses de embarazo! —espetó Esme, resoplando una línea de cocaína de su mano. 

Polly suspiró, su cabeza cayó contra la pared de la caja fuerte—. Olvidé la combinación.

—Veinticuatro, ocho, veintidós —dijo Tessa.

—¿Cómo sabes la combinación del dinero en efectivo? —preguntó Polly.

Tessa se encogió de hombros—. Tommy me lo dijo.

Polly suspiró nuevamente—. Cambió la combinación.

—No, no lo hizo —dijo Tessa, caminando hacia Polly—. La pusiste mal.

—No, no lo hice —replicó Polly.

Tessa alzó una ceja—. Sí, lo hiciste. Estás borracha.

—No estoy borracha —respondió Polly.

—¿Entonces por qué te tiemblan las manos? —preguntó Tessa, señalando el temblor de Polly.

La mujer la ignoró, dejando que Tessa pusiera la combinación correcta y abriera la puerta. Dejando a Polly, Tessa regresó hacia Lizzie y Esme, mirando a la mujer embarazada con desaprobación.

—¿Deberías estar haciendo eso? —preguntó Tessa—. Con el bebé y todo eso...

—Vete a la mierda —murmuró Esme.

—Solo digo que no es bueno para ti —dijo Tessa—. O para el bebé.

—Me hace sentir mejor —dijo Esme.

—Y luego desaparece y te sientes como la mierda —terminó Tessa—. Esme, sé que John te dijo...

—¿A quién le importa lo que John me dijo? —preguntó Esme—. John no está aquí, ¿no? No, así que puedo hacer lo que quiera.

—Esme...

—Nada de esto es justo, ¿de acuerdo? —espetó Esme—. Así que haré lo que sea que quiera.

—Bien —respondió Tessa—, pero no vengas llorando cuando tú y John tengan otra pelea.

Cuando Tessa se alejó, alguien llamó a la puerta y ella fue a abrirla. Desde detrás de ella, Esme anunció—: No pueden esperar a perder dinero, estúpidos.

—¡Soy yo!

Al abrir la puerta, Tessa dejó escapar un suspiro tranquilo y dejó que Linda entrara a la tienda—. Linda, que agradable sorpresa.

—Arthur dijo que hoy tendrían poco personal ya que salieron por trabajo —explicó Linda—. Traje sándwiches y limonada que hice yo misma. Haré té y vaciaré ceniceros, pero no manejaré dinero ni recibos.

—¿Entonces por qué estás aquí? —preguntó Tessa.

—Arthur dice que lo que hacen aquí es ilegal pero no inmoral —respondió Linda.

Tessa rió—. Apuesto a que lo dijo.

—Depende de a qué hora llegues, Linda —dijo Esme.

—Y de todos modos —dijo Linda, sintiendo la tensión que traía su llegada—, pensé en ofrecerles mi apoyo físico y espiritual de ser necesario.

—Ah, Linda, si queres ser de ayuda, corre a la tienda y tráeme veinte Senior Service —dijo Polly—. Lizzie te dará el cambio.

Lizzie rió—. No, no lo haré.

—En realidad, usaré mi propio dinero, Polly —dijo Linda—. Antes de que sigan burlándose de mí, tengo un mensaje para ustedes.

—Linda, no lo hagas —dijo Polly—. Ya estuve en la iglesia.

—No es un mensaje de Dios, Polly —dijo Linda—. Es de Jessie Eden.

—¿Quién es Jessie Eden? —preguntó Polly.

—Es la capataz de la fábrica Lucas en Sparkhill —explicó Linda.

—¿Capataz? —repitió Esme con incredulidad.

—Está reuniendo a todas las trabajadroas de tiendas de soldadura y alambres en una huelga por el día de hoy —continuó Linda—. En protesta por tener que trabajar en un día santo. Por las malas condiciones, falta de vacaciones, baños antihigiénicos y remuneraciones más bajas para las trabajadoras. Aparentemente, todas las fábricas de mujeres en la ciudad se reunirán para protestar solidariamente y saldrán de sus lugares de trabajo a las 09 a.m. para marchar en el Bull Ring.

Un fuerte golpe en la puerta interrumpió a Linda, y un coro de "¡Oye, abre!", hizo fruncir el ceño de Tessa.

—Todas las trabajadoras oprimidas son bienvenidas —terminó Linda, mirando a las mujeres frente a ella.

—Esos bastardos andan de caza —espetó Esme—, y yo, cinco meses de embarazo, aquí sentada.

—Solo uno de los baños exteriores es para nosotras —añadió Lizzie.

—No nos consultan sobre nada —dijo Tessa—. Solo nos dicen que llevemos los libros y mantengamos felices a los hombres.

—Honestamente, creo que aquellas que marchan el Viernes Santo tienen a Dios de su lado —dijo Linda, inclinándose sobre la mesa.

—¿Qué está pasando? —preguntó un hombre desde afuera—. Abran la maldita puerta.

Tessa marchó hacia la puerta y la golpeó, ignorando la punzada en su estómago—. ¡Oye! Abriremos la maldita puerta cuando queramos, ¿entiendes, idiota arrogante?

Linda se volvió hacia Polly, que apagó el humo de su cigarrillo lentamente—. A la mierda —dijo suspirando—. Hoy no estoy de humor. Vamos al Bull Ring.

—¡Aleluya! —dijo Esme, levantándose y agarrando su abrigo.

Tessa sonrió—. Tommy tendrá un ataque.

—Déjalo —dijo Lizzie—. Es su maldita culpa.

Tessa contempló irse a casa, pero decidió que a la luz de todo, la mudanza, la bebé, su lesión y la planificación del Instituto, necesitaba esto. Recogiendo su abrigo, Tessa se lo puso y siguió a Polly fuera de la tienda. Cerró las puertas, ignorando las quejas de los hombres, y se alejó de la tienda de apuestas.

Marchando por las calles, agarrada del brazo con el resto de sus compañeras de trabajo y después de su roce con la muerte, Tessa nunca se había sentido más viva.

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