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36 | pasan los días

Tessa estaba reacia a dejar que Tommy saliera del hospital, pero sabía que cualquier intento de disuadirlo probablemente terminaría con su partida de todos modos.

Entonces, ella dejó que él se apoyara en ella mientras se dirigían al patio de Charlie Strong, al amparo de la oscuridad y los callejones para evitar ser vistos.

Cuando llegaron al patio de Charlie, la puerta estaba cerrada, por lo que Tessa suspiró en una simulada derrota—. Volvamos al hospital.

—No —murmuró Tommy, jugueteando con la cadena alrededor de la puerta.

Tessa lo vio abrir la puerta antes de que él se apoyara en ella una vez más, forzándola a comenzar a avanzar hacia el patio. La puerta abriéndose asustó a un caballo, que hizo un ruido de protesta y se alejó de ellos.

—¿Quién anda por ahí? —preguntó la voz de Charlie.

—¿Tommy? —preguntó Curly.

—Y Tessa —dijo Tessa, luchando bajo el peso de Tommy.

—Curly —saludó Tommy—. Dame ese aceite que les pones en las piernas a los caballos cuando se vuelven cojos.

—¿Estás loco, Tommy? —preguntó Charlie, mientras Tommy le decía a Curly que se vaya. Charlie se volvió hacia Tessa, dándole una mirada de desaprobación—. ¿Lo dejaste hacer esto?

—No lo dejé hacer nada —espetó Tessa—. Era ayudarlo o dejarlo luchar solo y no me gustaban sus posibilidades.

—Dijeron que estarías bien dentro de otras tres semanas —dijo Charlie, preparando una silla para que Tommy se sentara.

—Necesito subir a un bote a Londres —le informó Tommy a su tió—. Esta noche.

Charlie ayudó a Tommy a sentarse—. ¿Te has dado de alta a ti mismo?

—Soy presa fácil allí, Charlie —dijo Tommy, repitiendo las mismas palabras que le dijo a Tessa—. Sabini podría enviar a un hombre en cualquier momento. Necesito hacer algunas cosas.

—Estás ardiendo —dijo Charlie, presionando la parte posterior de sus nudillos contra la mejilla de Tommy. Curly apareció con el aceite y suspiró—. Tommy, esas cosas son para frotar a los malditos caballos.

Tommy dejó escapar una breve y tranquila risa—. Yo soy un caballo.

—Si fueras un caballo, te dispararían con tantos huesos rotos —respondió Charlie.

—Consigue el polvo negro, Curly —instruyó Tommy—. Vamos. El polvo negro.

—¿Pagas por un maldito hospital y estás usando brujería? —preguntó Tessa incrédula.

—Necesito dormir al aire libre y sentir el bote debajo de mí, Tess —respondió Tommy.

—Tommy —dijo Charlie, suspirando—. Eres igual a tu madre.

—¿Tienes un bote aquí? —preguntó Tommy.

—Solo el Enero. Es pesado —respondió Charlie—, llevaría cuatro días para llegar a Londres.

—Eso servirá —asintió Tommy—. ¿Puedes acompañarme Curly? Él será mi doctor.

—Entonces que Dios te ayude —se burló Charlie.

—¿Tienes tabaco, Curly? —preguntó Tommy. 

—Y té y whisky —confirmó Curly—. Estarás corriendo como un potro.

—Llévalo a bordo —le ordenó Charlie—. Yo llenaré el bote.

Tessa ayudó a Curly a subir a Tommy al bote, y mientras lo ayudaban, él habló—: Si duermo todo el camino, es Camden Town hacia donde nos dirigimos.

—¿Qué negocios tienes en Camden Town, Tommy? —preguntó Charlie.

—Dile a Polly que está a cargo mientras yo estoy ausente —le dijo Tommy a Tessa—. Si no regreso, dile que está a cargo para siempre. 

Tessa levantó una ceja mientras ayudaba a Tommy a subir al bote antes de bajar tras él—. ¿Qué te hace pensar que irás solo?

—Tu te quedas aquí —exigió Tommy, demasiado débil para hacer otra cosa que mirar a Charle en busca de ayuda.

Cuando el bote comenzó a alejarse, Tessa miró a Charlie. Si tenía que arriesgarse, suponía que a Charlie le gustaba más ella que Tommy en ese momento, y se dio cuenta de que él estaba de su lado y no intentaría desalojarla del bote.

Sentándose frente a Tommy, Tessa sonrió—. Supongo que estás atrapado conmigo.

—Eres terca —suspiró Tommy—. ¿Por qué no haces lo que te pido?

—Porque, ¿dónde estaría la diversión en eso? —preguntó Tessa—. Además, con cada buen médico necesitas una mejor enfermera. Sin ofender, Curly.

—Para nada, señorita James —sonrió Curly.

—¿Entonces tú y Curly me van a curar para que recupere la salud? —preguntó Tommy—. Dios me ayude. 

Tessa tomó un paño y lo humedeció en un recipiente con agua que Curly le ofreció—. Oye, Ada y yo fuimos a la escuela de enfermería... una vez. Pero sabemos cómo evitar que alguien se atragante.

—No me estoy atragantando —dijo Tommy.

Tessa suspiró, escurriendo la tela en sus manos—. Lo estarás cuando envuelva esta tela alrededor de tu cuello. Entra, acuéstate y no te muevas. Si vas a querer hacer algo en Londres, es mejor que descanses.

—Pero, ¿dónde está la diversión en eso? —se burló Tommy—.

—Thomas —dijo Tessa en voz baja—. Si no quieres que dé la vuelta a este bote, entrarás y descansarás.

Tommy evitó por poco ser golpeado con la tela mojada mientras bajaba tambaleándose los escalones y desaparecía de la vista. Tessa vertió el agua del cuenco sobre el costado del bote y pensó que tal vez estrangular a Tommy no sería tan malo; al menos lo mantendría callado y le daría un descanso.

La noche transcurrió lentamente, y cuando el sol comenzó a salir por encima del horizonte, Tommy finalmente se durmió, temblando por la medicación que se había infligido. Tessa se sentó a su lado, sosteniéndole la mano y pasándole los dedos por el pelo empapado en sudor, apartándolo de su frente mientras le tendía la fiebre con un paño húmedo. Curly continuí guiándolos aún más cerca de Londres.

Si bien era un hombre simple, Curly tenía un corazón de oro. Tessa sabía que nunca lastimaría a una mosca, y continuó ayudando cada vez que se lo pedían sin dudar, leal a los que eran amables con él. 

Después de dos días, Tommy pudo sentarse y Tessa, que estaba agotada por su constante preocupación por la salud de Tommy, encontró tiempo para sentarse con él. Si bien Tommy la obligó a tomarse un descanso, Tessa sabía que era necesario, de lo contrario no sería útil cuando llegaran a Londres. Mientras Tommy se recostaba contra el costado del bote, Tessa yacía con la cabeza en su regazo, escuchándolo recitarle sus planes.

A Tessa le gustaba escuchar la voz de Tommy porque era suave, tranquila y pacífica. Cuando estaban solos, él no era el gángster endurecido que Birmingham conocía; era Tommy, el Tommy de Tessa de antes de la guerra. La hinchazón había disminuido mucho y los moretones se desvanecían lentamente. A pesar de afirmar estar mejor, Tommy todavía estaba débil y Tessa le ordenó que permaneciera en reposo en la cama.

Al tercer día, cuando Tessa comenzaba a aburrirse de las horas que pasaba en el bote, se sentó junto a Curly con las piernas colgando sobre el borde del bote, con los dedos de los pies rozando el agua fría y haciéndole cosquillas en la piel. El libro en las manos de Tessa estaba abierto en su regazo, y tuvo cuidado de no dejarlo caer después de un susto casi fatal de Tommy el día anterior, que casi causó que la copia de "El Mago de Oz" que estaba leyendo tomara un inesperado baño.

—¿Aún tienes hambre, Tommy? —preguntó Curly después de un rato, y Tessa dejó de leer y cerró el libro para levantarse.

Acababa de ponerse de pie, descalza, cuando Tommy apareció fuera de la cabina, sosteniendo su brazo derecho sobre su torso. Tessa frunció el ceño con desaprobación, con su libro debajo de su brazo—. Tommy, te dije que te quedaras en la cama.

—Estoy bien, Tess —le aseguró Tommy—. ¿Sabes qué, Curly? Creo que sí —Tommy miró a su alrededor y observó los alrededores—. ¿Dónde estamos?

—Heathrow —respondió Curly, mientras Tessa volvía a sentarse en el borde del bote—. Un día más y estaremos allí. Pondré algo en la sartén. ¿Puedes dirigir?

—Lo intentaré —asintió Tommy, dando un paso adelante para tomar el lugar de Curly en la popa.

—Ya casi estás bien, Tommy —dijo Curly, y Tessa sonrió mientras él desaparecía por la cabina. 

—Tu cara se ve mejor —dijo Tessa, abriendo su libro nuevamente.

—Gracias, Tess —rió Tommy—. Me alegra que creas eso.

—Solo desearía que te hubieras quedado en la cama —suspiró Tessa—. O, ya sabes, en el hospital. 

Tommy miró hacia el horizonte—. ¿Sabes qué?

—¿Qué? —preguntó Tessa. 

—Deberíamos huir —sugirió Tommy—. Irnos, vivir en el bosque. Construir una casa.

—¿Y luego qué? —respondió Tessa, con una sonrisa en su rostro—. Tommy, tenemos una familia en la que pensar. Si solo fuéramos nosotros, diría que sí. Pero no puedo dejar a Mason, y le prometí a Finn que siempre estaría allí para él.

—Los llevaremos a ellos también —dijo Tommy.

—¿Te sientes bien? —preguntó Tessa, poniéndose de pie para presionar el dorso de su mano contra la frente de Tommy—. Ya no tienes temperatura. ¿A qué viene esa idea?

Tommy se inclinó hacia delante y besó a Tessa. Cuando se apartó, sonrió—. Solo estoy pensando en una alternativa.

—¿Quieres decir que si esto sale mal, nos esconderemos aquí? —preguntó Tessa, agitando sus brazos alrededor de ellos, haciendo un gesto hacia el bosque—. Tommy, nos metiste en este lío, así que nos vas a sacar. Ahora, vuelve dentro y yo dirigiré.

—¿Alguna vez has dirigido un bote en tu vida? —preguntó Tommy.

—Una vez —comenzó Tessa, antes de que captara la mirada de Tommy y mirara hacia abajo tímidamente—... no.

—Tess, puedes tomar mi mano si quieres —dijo Tommy—, pero yo mismo puedo conducir un bote. Mira, lo estoy haciendo ahora mismo.

Tessa sabía que cualquier intento de convencer a Tommy de que su salud era más importante que su plan probablemente sería una batalla perdida, y Tessa no tenía ganas de discutir con una pared de ladrillos.

—Bien —dijo Tessa—. Si te sientes tan bien, me voy a acostar.

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