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capítulo dos, cuando eres un libro abierto

DOS. ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎‏‏‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎‏‏‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎‏‏‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎CUANDO ERES UN LIBRO ABIERTO

Nathanael tenía razón.

Dentro de la cabecita de Percy Jackson, algo parecía haberlo convencido de que estar cerca de Thaos era una buena idea.

Después del primer día de Jackson en el campamento, Thaos pensó que se alejaría. Tenía a Grover y Grover conocía a mucha gente. No le hacía falta estar con Thaos y eso estaba bien. Nathanael decía que tener amigos era bueno, y Thaos le creía... aunque no aplicara estos consejos para sí mismo.

En fin. Se suponía que este asunto con Jackson debía terminar en su segundo día.

Énfasis en "se suponía".

—Mm —murmuró el novato tras despertar, frotando su ojo derecho con el dorso de la mano. Tenía un hilo de baba seca en la comisura de los labios y el cabello revuelto como si se hubiera peleado en sueños con un espantapájaros—. Buenos días. Tuve sueños rarísimos.

Thaos lo miró de arriba hacia abajo.

—Babeas al dormir —dijo al final.

Jackson se llevó la mano a la boca a una velocidad supersónica. Las orejas se le pusieron rojas cuando se rascó el resto de saliva seca de su barbilla.

—Eso ha sido vergonzoso.

—Terriblemente —coincidió Thaos recogiendo sus cosas para prepararse para el día.

Jackson lo miró como si hubiera insultado a su madre.

—No se supone que debas decir eso.

—No se supone que deba mentir —rebatió.

Bueno, ¿qué esperaba que dijera?

Thaos odiaba a los adolescentes. Nunca podían ser directos y hablaban con acertijos incomprensibles siendo apenas las siete de la mañana.

¡Y encima tenía el descaro de estar descontento! ¿Qué con ese mohín? Dioses, Jackson era tan estúpido.

Thaos lo golpeó en la cara con su almohada improvisada y fue a darse una ducha con la esperanza de que aquella tontería tuviera fin en ese mismo instante.

Como su consejero temporal, Luke fue el encargado de presentarle a Jackson su cronograma de actividades. Tener clases de introducción al griego con Annabeth, empezar a buscar alguna actividad de combate en la que fuera bueno, participar en las otras diligencias que tuviera la cabaña once... Thaos pensaba que, estando tan ocupado adaptándose a la vida de un mestizo promedio, se olvidaría de él.

¡Pero no fue así!

A saber cómo fue que se enteró que por la tarde, Thaos debía de ayudar a hacer el inventario de las espadas dañadas para entregarle la lista a Beckendorf. Cuando Thaos llegó a la armería principal, Jackson ya lo estaba esperando, apoyado contra la pared y las manos metidas en los bolsillos del pantalón.

—¿Y tú qué haces aquí? —Thaos exigió saber. Su voz salió más dura de lo que pretendía, pero ya era tarde para corregirse.

—Oh, Luke me dijo que viniera a buscarte. ¿Te estoy molestando?

«¡Evidentemente! No te hagas el estúpido. Y tú, Luke, te voy a estrangular mientras duermes por ser un metiche de mierda»

—No. ¿Ves esas espadas que están en el fondo? —dijo señalando el interior de la armería—. Tráelas para acá. Vamos a inventariarlas.

Puso tal cara de descontento que Thaos estuvo muy tentado a darle una patada en el trasero que lo enviara volando a San Francisco, pero hizo lo que le dijo de todos modos.

—¿Qué quería Luke? —le preguntó Thaos. Tomó una espada, anotó el número de serie y pasó a la siguiente.

—Nada. Solo me dijo que fuera a buscarte.

Thaos casi se rajó la mano debido a la furia que estalló dentro de su pecho.

—Este estúpido —farfulló—. Habla ya, Jackson. Leo en toda tu cara que quieres decirme algo.

Fue otra mala decisión.

Jackson comenzó a hablar y no había dios en la tierra, el Inframundo o el Olimpo que pudiera callarlo.

Que si podía entender un poco de griego sin que las letras bailasen samba en las hojas; que si Annabeth era estricta e impaciente, pero también una excelente maestra; que si había tenido una experiencia cercana a la muerte en el rocódromo, que si Grover había hecho algo gracioso. Siempre tenía algo para decir.

El tercer día fue igual. El cuarto, el quinto. Nunca se callaba. ¿De dónde sacaba tanta energía? Thaos no creía que fuera culpa únicamente del TDAH y la hiperactividad.

Cuando a Jackson se le acabaron las anécdotas del campamento, comenzó a contarle sobre su vida mortal. Se explayó especialmente sobre su madre, y Thaos no lo interrumpió en ningún momento. Escuchaba con atención, absorbiendo cada palabra que salía de su boca, hasta que pronto se encontró intentando descifrar los patrones que comenzaban a surgir en las historias de Jackson.

Si torcía la boca elevando la esquina derecha y bajando la esquina izquierda, significaba que estaba a punto de contarle algo desagradable. Si en cambio apretaba los labios era porque estaba intentando contener una risa escandalosa. Tensaba su espalda y sus manos se quedaban quietas sobre su regazo cuando hablaba de un tema espinoso para él, por lo general relacionado con Gabe la Morsa (como Thaos había empezado a llamarlo en su cabecita). Se reclinaba contra alguna superficie y metía las manos en los bolsillos de su pantalón cuando estaba relajado.

En el transcurso de una semana, Jackson se transformó inconscientemente en un libro abierto, listo para que Thaos recorriera sus páginas con los dedos y se tomara el tiempo necesario para aprender a leerlo.

La tentación estaba ahí, servida en bandeja de plata para Thaos, pero tuvo que refrenarse de tomarla con mucho esfuerzo.

Aunque Jackson había demostrado ser un buen chico (algo desastroso, pero bueno al fin y al cabo), Thaos no podía estar seguro de sus intenciones. La desconfianza no era natural en él; no era una reacción visceral, sino el resultado de pura lógica. Si no conocía a alguien, no podía dar por sentado que tuviera buenas intenciones o que fuera indiferente a su presencia. Desde que tenía uso de razón, Thaos se había entrenado para cuidar de sí mismo y, en la medida de lo posible, de los demás.

(Nunca se le había dado bien)

Se preguntó si aquellas charlas eran alguna clase de estrategia para hacer que Thaos bajara la guardia. Intentó usar la lógica para descifrar sus intenciones, pero él no era ni la mitad de inteligente que los hijos de Atenea, así que llegó a la conclusión de que no había nada de qué preocuparse. ¿Preocuparse? Qué palabra tan extraña.

Para poder sentir preocupación se necesitaba de una gota de miedo. Thaos no sabía lo que era el miedo.

—Hasta acá puedo ver el humo que sale de tus orejas de tanto que piensas —dijo Luke. Thaos estaba escondido dentro de su saco de dormir, enrollado como una oruga, a pesar de ser apenas las tres de la tarde. Sintió a Luke sentarse a su lado y puso su mano sobre su cabeza—. ¿Qué te tiene tan atormentado?

—El novato —admitió sin sacar la cabeza del saco—. Es...

—¿Insufrible?

—No. Es más como...

—¿Intenso?

—¡No, Luke, cállate! —espetó Thaos apartando el saco de golpe. Luke levantó las manos en señal de inocencia cuando Thaos se arrastró para sentarse—. Es muy... —gruñó de frustración—, ni yo sé que es.

—¿Pero te molesta?

Thaos cerró el pico.

Luke lo miró a los ojos antes de suspirar.

—Me temo que vas a tener que resolverlo sobre la marcha...

—Vaya, menuda ayuda la tuya.

—...porque te necesito conmigo para una tarea especial —concluyó Luke ignorando su interrupción—. Los otros consejeros han estado observándolo y no han podido identificar quién podría ser su padre.

Thaos parpadeó en silencio por segundos.

—No me digas que quieres que lo analice yo.

—No es mi culpa que casi siempre le atines a la identidad del padre o madre de algún campista.

—No se llama "atinar". Es solo ser observador.

—Entonces bendícenos con tus envidiables habilidades y ayuda a Percy a encontrar su lugar de pertenencia.

—Hijo de puta —lo maldijo sin malicia—. Estás disfrutando de hacerme esto. ¿Cuánto te ha pagado Nathanael?

—Nuestros negocios son secretos —se burló Luke—. Pero la paga es buena. Es lo único que sabrás.

Thaos fingió considerarlo solo para exasperarlo. Luke sabía de sobra que Thaos lo estaba haciendo únicamente por su diversión, pero de todos modos comenzó a insistir y a picarle las costillas.

—¡Ya, ya, está bien! —exclamó Thaos apartando las manos de Luke con un manotazo—. Si insistes tanto... —Lo miró a los ojos. Su cara inexpresiva no reveló el destello de diversión y calidez que estalló en su pecho—. Te prestaré mi valiosa ayuda. No es gratis, claro.

—Pídeme lo que quieras y te lo daré.

—Dos semanas sin tener que ir a limpiar los establos de los pegasos.

—Trato hecho.

Thaos no protestó cuando Luke pasó su brazo sobre sus hombros y lo apretó contra su costado. No le molestaba que se tomara esas libertades que normalmente solo estaban reservadas para sus hermanos.

—¿Ya te he dicho que eres mi campista favorito?

—Sí, pero dilo otra vez. Alimenta más mi ego.

—¿Estoy interrumpiendo algo?

Thaos y Luke miraron hacia el novato, que tenía el entrecejo fruncido dirigido hacia ellos. ¿Quién sabía cuánto tiempo había estado ahí y qué había escuchado? Bueno, no era asunto de Thaos.

Luke esbozó una sonrisa confianzuda sin soltar a Thaos.

—Thaos nos acompañará hoy, Percy.

Thaos esperó que Jackson protestara, pero en su lugar solo se encogió de hombros.

—Bien.

¿Y ahora qué bicho le había picado? Thaos no pudo encontrar un solo rastro de sarcasmo o de entusiasmo en su postura. ¿Era porque Luke lo seguía abrazando?

Luke asintió, contento con la predisposición de ambos para colaborar, ignorando el humor de perros que Jackson disimulaba perfectamente.

Sin embargo, descubrir en qué era bueno el novato no fue tarea fácil. Probaron todo tipo de actividades, desde las carreras hasta la forja. Beckendorf le prohibió a Jackson acercarse a menos de diez metros de las forjas, a menos que quisiera arriesgarse a perder las manos en el fuego. intentar volver a perder sus manos en el fuego. Ninguno de los tres protestó.

Thaos no podía ser demasiado duro con Jackson. Después de todo, nunca en su vida había tocado un arma ni entrenado como guerrero.

Y aun así, fue capaz de matar al Minotauro.

Pensó en el incidente de los baños, en cómo un presentimiento le había advertido de la llegada de Jackson al campamento. Eso no auguraba nada bueno.

Su mente medio divagaba entre esas cuestiones, pero la otra parte de su atención seguía fija en el novato, que intentaba mantener los brazos firmes para disparar una flecha. Thaos se limitaba a observar en completo silencio. No le hacía la menor gracia ser testigo de sus fracasos, mucho menos tener que advertir a los campistas más maliciosos que mantuvieran sus burlas para sí mismos.

«O amanecerán sin lengua» pensó.

Jackson disparó la flecha, y Luke gritó una advertencia que pronto se propagó entre los demás. Thaos, sin embargo, no se inmutó ante el posible peligro; sólo observó cómo la flecha se enredaba en la cola de caballo de Quirón.

Aquella era la cuarta actividad que intentaban y, como las anteriores, no hacía más que terminar en una humillación pública. La mandíbula de Jackson se tensó como un resorte ante las críticas recibidas. Los bordes de sus ojos se enrojecieron ligeramente y su respiración se volvió irregular, aunque intentó disimularlo con un suspiro. Luke se acercó para consolarlo. Aunque Jackson no recibió con agrado el gesto, fingió que había logrado calmarlo.

Thaos decidió que ya había visto suficiente.

—Llévalo a entrenar con la puta espada, Luke —chistó con impaciencia.

—Estaba dejando esa actividad para el final —respondió el rubio mientras ayudaba al novato a quitarse las correas que sostenían el carcaj—. Pero si tú dices que es momento...

—Eso es lo que debiste hacer desde el principio, no llevarlo a que se humille delante de todo el campamento de esa forma.

Los ojos azules de Luke brillaron con algo de vergüenza: —Puede que tengas razón. Lo siento, Percy. He sido un mal guía para ti.

Jackson se apresuró a negar sus palabras, pero para entonces Thaos ya se encaminaba hacia el área de entrenamiento con espada. Luke le gritó y le lanzó la llave de la armería antes de desviarse para llamar al resto de los miembros de la cabaña once para los ejercicios. Sin embargo, el novato lo alcanzó con largas zancadas.

—De verdad que soy una molestia, eh.

—Cállate. No te atrevas a volver a decir eso.

Le dio un rápido vistazo por el rabillo del ojo: Thaos era un par de centímetros más alto que el novato. Aquello iba a ser una cualidad interesante de explotar durante las prácticas.

Al llegar a la armería, Thaos se dispuso a buscar el equipo necesario para ambos. Le indicó al novato cómo ponerse la armadura con instrucciones sencillas y le entregó un escudo. Tuvieron problemas para encontrar una espada de práctica que estuviera bien balanceada, pero al final Jackson tuvo que conformarse con la que le resultó menos incómoda.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —le dijo una vez que salieron de la armería. Dejaron sus escudos apoyados cerca de una fuente de las ninfas.

—Habla.

—¿Tú y Luke son muy cercanos?

Thaos terminó de atarse las protecciones a los brazos antes de asentir.

—¿Por qué la pregunta?

—Oh, solo por curiosidad.

La conversación se interrumpió con la llegada de los demás chicos. Luke se acercó a Percy para hablar sobre los entrenamientos, pero el novato apenas escuchaba. Estaba distraído, mirando de reojo a Thaos. Este, al notarlo, le dio la espalda y comenzó a organizar al grupo para el calentamiento.

Una vez que todos estuvieron listos, comenzó la instrucción. Se abrieron en un círculo de tamaño considerable para permitir que Luke explicara los ejercicios.

Mientras que el hijo de Hermes se ocupaba de los demás, Thaos le prestó atención a Jackson.

Tenía que admitirlo: sus reflejos eran buenos y su manejo de la espada era decente. Se preguntó qué sería capaz de hacer con una espada bien equilibrada.

Se acercó para corregir un par de errores, pero más allá de eso, Thaos no le dirigió otra palabra.

Poco después, Luke anunció que tendrían un corto descanso antes de pasar a los combates en pareja. Este le hizo un gesto para que se acercara, y ambos se apartaron un poco del grupo para hablar en privado.

—¿Cómo va? —preguntó Luke.

—Bien —contestó Thaos, escueto—. Tiene potencial. Espero que puedas explotar su talento correctamente.

Luke asintió, pero se mordió durante un momento el labio inferior.

—Sobre eso, verás...

Las cejas de Thaos se alzaron, intrigado.

—Luke... —murmuró, mientras sentía cómo las cuerdas vocales se le tensaban en la garganta.

—Escúchame primero. No voy a ponerte como su consejero; ese es mi trabajo. Pero me gustaría que me des una mano con Percy, ¿entiendes?

Thaos cruzó los brazos sobre el pecho, observándolo con disgusto.

—¿Por qué? —preguntó, lanzando una mirada de reojo hacia Jackson, que en ese momento estaba entretenido hablando con un grupo de chicos y chicas—. ¿Por qué yo?

—No te voy a preguntar si has escuchado los rumores, porque sé que no les prestas atención —dijo Luke. Thaos no lo negó; sabía que Luke tenía toda la razón—. Pero esto tiene que ver con la profecía. Annabeth cree que es él.

Pronunció la palabra "profecía" como si fuera a invocar al mismísimo Tártaro.

—Annabeth cree que cualquier campista que llega es el indicado. La viste acosarme durante semanas antes de que se diera cuenta que no era el elegido.

—¿No lo sientes? —lo presionó Luke, acercándose aún más a Thaos—. Annabeth me dijo que sentiste que él estaba llegando al campamento.

Thaos maldijo en su mente a la bocazas hija de Atenea.

—¿Por qué insistes tanto? —rebatió Thaos, recordándose que se suponía que debía desconfiar incluso si esa persona era Luke—. Dime la verdad.

Algo raro brilló en los ojos de Luke durante un segundo antes de desaparecer tan rápido como llegó.

—Yo creo que Percy sí es el elegido. Y me preocupa que no esté listo para tomar su papel, así que solo quiero asegurarme de que tenga una buena base en la que apoyarse antes de que llegue el momento de la verdad.

—Tranquilízate —gruñó Thaos. Al pasar por su lado, le dio un golpe en el hombro con la empuñadura de su daga de madera—. Aún es muy pronto para saberlo, ¿por qué te angustias?

Luke suspiró.

—Sí, supongo que tienes razón.

—Y puede que nunca sea reclamado. Chase solo está cayendo en la desesperación.

—Que no te escuche decir eso —advirtió Luke con un toque de diversión y cariño que siempre salían a flote cuando hablaba de la hija de Atenea—. O te dará una conferencia de cuatro horas sobre cómo solo es curiosidad innata.

—Estoy totalmente aterrado —dijo Thaos con la cara inexpresiva.

Luke se rio. Luego levantó la voz, dando fin al descanso.

Como era habitual, Thaos y Luke se colocaron juntos para mostrar a los chicos el movimiento de desarme que debían dominar aquel día. Thaos dejó de lado la daga y tomó una espada.

Mientras Luke explicaba las instrucciones, Thaos podía sentir la mirada de Jackson clavada en su nuca. Por más que lo intentaba, le resultaba imposible deshacerse de esa incómoda sensación, incluso cuando Luke arremetió contra él. Thaos apenas logró desviar el ataque a tiempo.

Tras un rápido y feroz enfrentamiento entre ambos para demostrar cómo aplicar la técnica en un combate real, Thaos se descuidó. Luke aprovechó la oportunidad para desarmarlo, haciendo que la espada cayera al suelo con un sonido metálico. Thaos retrocedió varios pasos, mientras Luke lo observaba con una mirada inquisitiva que solo él pudo percibir antes de que se volviera hacia los demás.

A veces, Thaos odiaba haberle dado a Luke la capacidad de leerlo con la misma facilidad con la que lo hacían Nathanael y, en algunas ocasiones, Aaron. Luke, como si hubiera notado su incomodidad, llamó a Jackson para que se convirtiera en su compañero de entrenamiento.

Thaos reprimió un resoplido, resistiéndose a las ganas de sacudir los hombros en un intento por liberarse de esa molesta sensación de estar bajo la constante observación de Jackson.

Luke se lanzó contra el novato, y ambos se enfrascaron en un duelo rápido. Luke nunca daba tregua a nadie; lo desarmaría en cuestión de segundos.

O eso creyó.

Porque dos segundos después, Jackson intentó la técnica de desarme en un momento desesperado. Solo el eco de la espada de Luke al caer al suelo y la respiración agitada del novato rompieron el silencio de la arena.

Jackson alejó la espada del pecho de Luke.

—Lo siento, perdona.

Luke tardó un momento en recuperarse.

—¿Perdona, dices? —exclamó con una sonrisa a medias sorprendida y a medias contenta—. Por los dioses, Percy, ¿por qué lo sientes? ¡Vuelve a enseñarme eso!

Un nudo hecho con sus tripas se formó en el estómago de Thaos y duró hasta el final del entrenamiento. Casi se había olvidado que se suponía que estaba ahí para ayudar a Luke a intentar descubrir cuál era el padre divino de Jackson.

Y no le estaba gustando la idea que estaba rondando por su cabeza.

—Yo que tú tendría cuidado, Percy —comentó Harley de forma burlona señalando a Thaos con un movimiento de cabeza—. Parece que le has caído mal al psicópata este.

Unas cuantas risitas y murmullos desconcertados se hicieron eco a su alrededor. Sin embargo, la expresión impasible de Thaos y su postura rígida no se alteraron, lo que solo sirvió para exasperar aún más a Harley.

—¿Cómo? —preguntó Jackson alternando su mirada entre Thaos y Luke.

Luke intervino, colocándose entre Harley y Thaos, bloqueando la vista de este último sin pronunciar una sola palabra. Harley bufó con desdén.

—¿Otra vez, Harley? —dijo sonando exasperado y agotado—. No vamos a tener esta conversación otra vez, así que guárdate tus palabras.

—Corta la mierda, Luke —escupió Harley de nuevo, esquivando a Luke para señalar a Thaos con el dedo—. ¿Por qué lo defiendes tanto? Es un maldito raro. Seguro que ya ha matado a alguien.

—Harley —espetó Luke con los ojos convertidos en acero—. No puedes hacer ese tipo de acusaciones tan graves. Thaos es tu compañero de cabaña y un miembro más de este campamento. Lo respetarás como a los demás.

Harley intentó avanzar hacia Thaos, pero Luke extendió un brazo frente a él, impidiéndoselo.

—Es como es porque tú siempre le cubres las jodidas espaldas, ¡por eso hace lo que le da la puta gana! —soltó Harley, con los ojos chispeando de rabia.

Thaos no respondió. No era porque no supiera cómo atacarlo para causar el mayor daño posible, sino porque, en realidad, no le interesaba lo que Harley pudiera decir.

En su mente aparecieron imágenes: el cañón de un arma, una puerta destrozada, un auto envuelto en llamas, y la sangre... Oh, había tanta sangre. No importaba cuánto se frotara la piel al bañarse, nunca era suficiente para arrancar por completo el recuerdo de su cuerpo.

El fantasma de una sonrisa cínica curvó los labios de Thaos mientras murmuraba con tono burlón: —Cobarde.

Harley, enfurecido, intentó lanzarse contra Thaos, pero Luke lo detuvo a tiempo, sujetándolo por el cuello y apartándolo con firmeza.

—¡Es suficiente! —ordenó Luke, levantando la voz.

Harley se separó de Luke con brusquedad. Escupió a los pies de Thaos, le lanzó a una mirada llena de rencor que no sacudió ni siquiera el polvo de los cimientos de su calma, antes de marcharse dando pisotones.

Luke dispersó a los demás chicos, quienes se fueron con miradas recelosas y murmullos desconcertados, dejando solos a Luke, Thaos y Jackson.

—¿Siempre es así de desagradable? —preguntó el novato. En su rostro había un rastro de furia, como el humo de una hoguera a punto de reavivarse. Aquello le dejó claro a Thaos que, si Harley hubiera continuado con sus tonterías un segundo más, el temperamento de Jackson habría estallado.

—Es un perro que ladra, pero no muerde —contestó Thaos con indiferencia—. Pero me sorprende que se haya atrevido a abrir el hocico contigo aquí, Luke.

Luke tenía una mirada complicada en sus ojos. No respondió a las palabras de Thaos; en cambio, colocó una mano en el hombro de Jackson y se esforzó por sonreírle.

—¿Cuáles son tus conclusiones, Thaos?

Jackson se volvió hacia él, expectante.

—Con entrenamiento constante, se volverá un excelente guerrero —dijo Thaos. No habló con condescendencia ni para consolarlo: lo que estaba diciendo era la más absoluta verdad.

Nada lo había preparado para recibir la sonrisa radiante de Jackson. Era como la de un niño pequeño emocionado por un cumplido. Dioses de arriba y abajo, era tan estúpido.

(Si se refería a Jackson o a sí mismo, Thaos no lo sabía. Y tampoco tenía intenciones de averiguarlo)

—¿De verdad? —le preguntó con un hilito de voz.

Bueno, tampoco podía culparlo del todo. Según el esquema mental que Thaos había trazado sobre Jackson, el chico casi nunca había recibido la aprobación de nadie salvo de su madre. El monstruo que tenía por padrastro era una bestia sin corazón que merecía la muerte, sus profesores lo consideraban un retrasado problemático y sus compañeros de clase eran unos imbéciles incapaces de comprender su forma de ser. Era normal que...

No, un momento. ¿En qué demonios estaba pensando? ¿Estaba tratando de justificar la actitud de Jackson?

Thaos bufó, apartando la mirada de esos ojos verdes. Estaba empezando a odiarlo.

—Que sí, Jackson —espetó—. Lávate las orejas antes de venir a entrenar la próxima vez.

—Siempre es Jackson —se quejó el susodicho—. ¿Por qué nunca me llamas Percy?

Thaos rodó los ojos con exasperación. Le dio un puñetazo en el estómago a Luke solo para desquitarse y borrar esa molesta sonrisita de idiota de su cara. Por supuesto, no le hizo ni cosquillas —solo para dejarlo claro—, y sin decir más, abandonó el ruedo de combate. Estaba decidido a darse la ducha más larga de su vida, y le importaba un cuerno si había más chicos esperando turno en los baños de la cabaña.

Tal vez así podría lavar la estupidez que lo rodeaba, esa sensación pegajosa y grasienta como una segunda piel.

—¡Voy a lograr que empieces a decirme por mi nombre, Thaos! —gritó Jackson. Eso hizo que ojos curiosos se posaran sobre ellos.

Thaos detuvo su caminata y giró para verlo con una ceja arqueada.

—¡Adelante! Estoy ansioso por ver tus intentos —contestó, destilando sarcasmo.

Jackson sonrió ampliamente, aceptando el desafío, y Thaos, con un suspiro atascado en los pulmones, se preguntó si no sería mejor opción tirarse de un barranco. De ese modo, su estupidez moriría con él, ¡y problema resuelto!



Por fortuna, Jackson tuvo el resto del día para planear cómo lograr que Thaos comenzara a llamarlo por su nombre.

Aaron y Nathanael prácticamente lo secuestraron después de que saliera de ducharse, ya vestido y con sus rizos negros pegados a la frente. Cada uno lo agarró de un brazo y tiraron de él hacia una de las fuentes que usaban las ninfas para sentarse y chismear sobre los campistas y otras criaturas mágicas del campamento.

Thaos se acomodó entre sus dos hermanos, con Nathanael a su izquierda y Aaron a su derecha.

—¿Y bien? —lo apremió Nathanael moviendo las cejas de esa forma que solía hacer reír a Aaron cuando era más pequeño—. Comienza a hablar.

Thaos no se guardó ningún detalle y les contó lo que había sucedido en la última semana con respecto a Jackson y su insistencia en estar siempre cerca de Thaos. Tampoco se guardó la inquietud de Luke y lo sucedido con Harley. Entre los tres no había secretos; se habían prometido ser siempre sinceros entre ellos, sin importar la gravedad de sus acciones.

Cuando terminó, Aaron tenía un mohín en los labios y el entrecejo fruncido.

—Le daré a Harley un golpe tan fuerte en la cabeza que le quitaré lo tonto —masculló de mala gana.

Nathanael le disparó una mirada de advertencia.

—No vas a golpear a Harley, Aaron. Se comportó como un idiota, pero no es justificación para recurrir a la violencia.

—Golpéalo el viernes —dijo Thaos con indiferencia. Bajó la mano de su hombro izquierdo donde había estado frotando distraídamente pequeños círculos sobre el hueso—. Así nadie podrá acusarte de nada porque estaremos jugando a capturar la bandera.

Nathanael se golpeó la frente con la palma de la mano.

—Thaos, no —gimió.

—¡Lo haré como dice Thaos! —accedió Aaron con una sonrisa de oreja a oreja.

Nathanael soltó un suspiro de agotamiento.

—Dioses del Olimpo, ustedes dos son imposibles.

Aaron se lanzó sobre el regazo de Thaos para poder abrazar el cuello de Nathanael, murmurando un suave "no, Nate, no te pongas así". Thaos sujetó a Aaron por uno de sus tobillos para evitar que saliera rodando y Nathanael pasó su brazo por la espalda del niño. Tenía una sonrisa de exasperación en la boca.

—Nos estamos desviando del tema —dijo Thaos, interrumpiendo el tierno momento entre Aaron y Nathanael.

Nathanael maniobró a Aaron para que el niño se acurrucara contra sus costillas. Aaron se hizo más pequeño para caber bajo su brazo.

—Son los rumores, Thaos. Los mismos que Luke ha estado escuchando.

—Y les diré lo mismo que le dije a Luke: aún es muy pronto para...

—Ya sabes de quién es hijo —interrumpió Aaron de forma casi inaudible.

Thaos cerró la boca por unos segundos, procesando las palabras del niño.

—Solo un tonto, o alguien que se niega a aceptar la verdad, no sabría a estas alturas de quién es hijo —susurró.

Aaron se encogió más en el abrazo de Nathanael. El mayor de los tres se mordió los labios con fuerza, tratando de mantener la compostura.

—Estoy asustado —admitió Nathanael—. La profecía...

—Solo la chica Chase sabe de qué va. Yo a ella no la veo muy alterada.

—Pero a Luke sí.

Thaos rodó los ojos.

—¿Se quieren calmar? Parecen gallinas sin cabeza correteando por el campamento. Hasta que no sea oficial, nada ocurrirá. Es más, hasta quizás su padre olvidó que existe.

«Espero que sea así»

Thaos pensó en Thalia. La que todos decían que era una campista brillante, aguerrida y feroz, reducida a nada más que un árbol porque su padre fue tan cobarde que no se enfrentó a la ira de sus hermanos y dejó que una chica inocente pagara las consecuencias de sus actos.

Si el padre de Jackson era igual de imbécil que Zeus, ¿qué clase de destino desgarrador le esperaba al novato? Ya había perdido a su madre, ¿serían tan crueles como para quitarle lo que le daba sentido a su vida?

Una voz venenosa le susurró que sí, que eran capaces de eso y más.



No fueron a cenar con los demás. Nathanael pilló un poco de comida para sus hermanos, y los tres se escondieron de nuevo en la fuente. Aaron los puso al día con todas las actividades había estado haciendo: desde asistir a sus clases de manualidades con los sátiros y algunos hijos de Atenea, hasta convertirse en el ganador del reto de escalar el rocódromo más rápido sin quemarse las pestañas. Como premio, Thaos le entregó su preciado postre de chocolate, que el niño devoró sin dudar.

Nathanael se desahogó con respecto a la situación de la cabaña cinco. Él ya no podía soportar por más tiempo las actitudes bravuconas del resto de sus hermanos, a excepción de Aaron. Se habían metido en una pelea con los hijos de Hefesto, y Beckendorf estaba furioso porque robaron unas bombas que todavía estaban en proceso de prueba. Declaró que, si la cabaña entera volaba por los aires, él y sus hermanos no se harían responsables de los daños. Clarisse solo se burló y mandó a colocar las bombas en el piso blindado de la cabaña.

—Algún día terminará perdiendo un ojo por culpa de la metralla —se quejó Nathanael.

Thaos guardó en su mente dicha información. Ya vería qué hacer con ella después.

Dio el toque de queda, así que Nathanael y Aaron arrastraron los pies hasta su cabaña. Thaos decidió quedarse afuera un poco más para disfrutar de la brisa nocturna sobre su piel caliente por culpa del calor del verano. Luke no fue a buscarlo, consciente de que había ocasiones en las que Thaos necesitaba estar solo por un tiempo.

Vagó por la linde del bosque durante lo que le pareció siglos. Siempre se había sentido más cómodo en la oscuridad que en la luz. Cuando era niño, solía esconderse en el ático frío de la casa que compartía con su madre. Nunca experimentó temor de la oscuridad; refugiarse en ella era como regresar a un viejo hogar abandonado hacía mucho tiempo.

Thaos no era tan estúpido en algunos aspectos. Él sabía que era un crío del Inframundo, solo que no podía decir exactamente a cuál dios o diosa estaba asociado. Y aún peor: no quería tener nada que ver con ellos. Se abriría en canal con su propia daga si Hades, por ejemplo, lo reclamara como su hijo.

Con ese pensamiento rondando en su cabeza, regresó a la cabaña.

Sin embargo, no esperaba encontrar al chico Jackson sentado en el porche de la misma, con la cabeza escondida entre las manos y una postura encorvada. Ni siquiera se percató de su presencia. Thaos se detuvo y lo observó a la distancia. Podía verlo con claridad, como si estuviera al mediodía a pesar de que ya había pasado de la medianoche. Cosa heredada de su lado divino; era bastante útil, ya sabes.

Su mente corría en una sola dirección: ignorarlo e irse a la cama. Hace una semana, eso habría hecho. Él nunca se metía en los asuntos de los demás a menos que involucraran a sus hermanos. Este caso era de esos.

Pero no pudo evitar reconocer los evidentes signos de un inminente ataque de pánico. La respiración rápida e irregular, la línea de tensión en los hombros y el sudor frío que caía por su cuello y sus sienes.

«Pasa de largo, Thaos. No es tu puto problema»

Pero no lo hizo.

Le dio a Jackson una patada en el pie. El chico se sobresaltó y miró a Thaos con los ojos desorbitados. Una tormenta se había desatado en el mar verdoso de sus iris, y parecía estar a punto de ahogarlo.

«¿Un niño de los mares se puede ahogar?»

—¿Qué necesitas? —le preguntó.

Jackson lo miró a los ojos durante unos segundos antes de que su voz, temblorosa, dijera:

—Salir de aquí.

—Ven conmigo.

«¿Qué demonios estás haciendo?» se preguntó Thaos a sí mismo.

«Una estupidez» contestó.

«Una estupidez —repitió—, menuda novedad»

Sí, por si no había quedado claro, Thaos no estaba muy bien de la cabeza.

Oyó pasos detrás de él. Jackson lo estaba siguiendo de forma torpe a través del bosque. Claro, como él no podía ver bien...

—¿A dónde vamos? —le preguntó Jackson con voz trémula—. ¿No se supone que deben estar las arpías por aquí?

—No te van a comer si estás conmigo.

Jackson se detuvo en seco.

—Thaos, no jodas con eso.

—Verano del ochenta y cinco. Un campista salió de su cabaña en mitad de la madrugada y las arpías se lanzaron sobre él —contó Thaos sin alterar su ritmo de caminata—. Sobrevivió, pero perdió una pierna.

—Pues gracias, saber eso no me tranquiliza una mierda.

Thaos contuvo un suspiro de exasperación.

—Grábate bien lo que te voy a decir. —Se dio la vuelta para poder ver al chico a los ojos—. Mientras estés conmigo, no dejaré que ningún monstruo o criatura te ponga una zarpa encima.

Tras un corto silencio, Jackson preguntó:

—¿Por qué debería creerte?

—¿Te he dado razones para desconfiar de mí?

Jackson murmuró algo que Thaos no se molestó en escuchar, pero no volvió a hacer preguntas.

Thaos lo llevó hasta la línea costera. El firmamento negro estaba salpicado de gotitas de pintura plateada y dorada sobre sus cabezas. Como si presintiera su llegada, el agua se convirtió en una masa susurrante que bailaba al ritmo que marcaba la fresca brisa nocturna. Los labios de Thaos se llenaron de sal y una punzada de hambre famélica recorrió su estómago. Necesitaba encender el último cigarrillo que le quedaba, pero no lo había traído consigo.

Miró de reojo a Jackson. Este había quedado inmóvil, mirando al mar. Los hombros de Jackson se relajaron visiblemente, y su rostro perdió esa línea de amargura que lo había acompañado durante todo el camino.

—Haz lo que quieras —dijo Thaos en voz baja.

Se alejó unos metros de Jackson y se dejó caer pesadamente sobre la arena dura y húmeda. Se relamió los labios, saboreando la sal, y aspiró el embriagante aroma del césped fresco.

Podía recordar el desasosiego que lo había acompañado poco después de la muerte de Lilith. La amargura era como un hierro de marcar al rojo vivo, presionado con saña contra su pecho, atravesando las capas de carne y hueso hasta chamuscar su corazón. Su cuerpo aún podía rememorar la calidez de la sangre, el entumecimiento que comenzaba en su hombro izquierdo y se extendía hacia el resto de su cuerpo; la lengua hinchada que le impedía respirar más allá de una mísera bocanada de aire.

Pensó en la carita rojiza y llorosa de Aaron, y en la palidez enfermiza de la piel de Nathanael. Esperó a que el pánico se apoderara de él. Esperó, y esperó, pero los latidos de su corazón seguían marcando su ritmo habitual. Dum-dum-dum. Inhaló y exhaló, una, dos, tres veces. Su mente no cedió, no lo dejó volverse loco. Qué considerado.

Oyó un chapoteo. Su vista se aclaró (¿en qué momento había dejado de ver el escenario frente a él?) y sus ojos dieron de inmediato con Jackson. Se había metido al agua hasta que el mar cubrió sus rodillas. Al menos él había sido inteligente y se había puesto unas bermudas para dormir.

Lo observó mientras caminaba entre las olas. Un detalle que no le pasó desapercibido fue la forma en que el agua parecía moldearse a su presencia. Había perdido una parte de su ímpetu natural y se mostraba más dócil. Jackson tenía una expresión calmada, como si se encontrara en su propio elemento.

—¿Por qué no vienes?

—¿Al agua que debe estar más fría que el culo de un fantasma?

—Un simple "no, gracias" era suficiente.

Thaos ladeó la cabeza.

—Además, deben haber tiburones en el agua.

—Los tiburones no atacan a los humanos, Thaos —señaló con un tonito pretencioso, como si fuera un hijo de Atenea—. No creas lo que ves en las películas.

—Disculpa mi ignorancia —dijo Thaos, aliviado de que ya no sonara tan miserable—. Pero no todos somos biólogos marinos de nacimiento.

Jackson lanzó una risotada, pero no insistió. En lugar de eso, salió del agua y caminó hasta detenerse frente a Thaos. Ambos se miraron a los ojos, con las palabras flotando en el aire sin ser pronunciadas.

Era extraño convivir con otra persona que fueran sus hermanos o Luke. Thaos era consciente de que tratar con él no era fácil, de ahí que apreciara la presencia genuina de Luke y el cariño de sus hermanos.

—¿Por qué...?

—Gracias —dijo Jackson, interrumpiendo su pregunta. Hizo una mueca y se rascó la nuca—. Sé que he sido una moles... —se calló al recordar la anterior advertencia de Thaos—. Quiero decir, no ha sido fácil porque esto —abrió los brazos para abarcar no solo la playa, sino el campamento y la realidad—, es mucho para mí. Todos me miran como si quisieran verme hacer una súper mortal y luego matar a otro Minotauro, pero tú... tú no. Eres tan indiferente que me hace sentir cómodo. Me tratas como si fuera un chico normal y no... lo que sea que crean que soy los demás. Gracias por eso.

Thaos abrió y cerró la boca un par de veces, anonadado.

—Ese es el cumplido más raro que me han dado.

«A ti nadie te da cumplidos salvo tu abuela, tonto»

Jackson se puso tan rojo como un tomate.

—¡Lo siento! Es solo que...

Thaos levantó una mano para callarlo.

—Lo entiendo, Jackson. Así que... ¿de nada, supongo?

—¿Entonces somos amigos?

¿Qué era lo que sabían decir del color verde? El color de la esperanza. Sí, algo así decían las malas lenguas.

Había una intensa esperanza en esos ojos que los hacían resplandecer como dos esmeraldas.

Oh, ¿era muy tarde para dar marcha atrás?

Thaos se recostó completamente en la arena. Jackson lo imitó. Sus brazos se rozaban levemente, pero ninguno dijo nada.

—Acabas de firmar tu sentencia de muerte —aclaró Thaos.

Suponía que eso decían los nuevos amigos, ¿no? Porque Jackson se rio de buena gana.

—Alguien prometió que nada me pasaría si me quedaba a su lado.

—Te extiendo la mano y me agarras del codo —se quejó Thaos—. Atrevido.

Jackson volvió a reírse.

Nathanael había estado en lo cierto, después de todo. Qué rabia, ahora le debía veinte dólares.

Nota: Me tomé un poco de libertad creativa con los tiempos expuestos en el primer libro y haré eso varias veces más adelante. Pero las fechas importantes se mantendrán tal cual. 

Percy mide 1.73m. Thaos mide 1.75m. Cuando Thaos dijo que le sacaba un par de centímetros de altura, lo decía literalmente.

Es que yo amo a Thaos como no tienen idea JAJAJA. 

¿Qué tal les pareció el capítulo?

Nos vemos en la próxima. Gracias por leer 🫶


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