Veinticinco
El frío entró por la ventanilla de la camioneta, el tiempo en aquellos meses acababa con el condado, las nubes grises crecían de sobremanera en el cielo y no pudo evitar agachar la cabeza para espiar un poco. Realmente le asustaba dar su turno por esos lugares, más porque sólo eran árboles y árboles que se perdían en su vista. Sin señales de vida humana. La radio anunciaba que el tiempo lluvioso no cesaría en dos semanas, miró atentamente la ventanilla cuando volvió a emitir la comunicación policíaca.
-Charlie ¿Dónde estás? -estiró su mano e intentó dar su ubicación. Dejó su cigarrillo posado en sus labios unos segundos para prender la comunicación.
-Estoy llegando, sólo me falta media milla. Pero con este tiempo no puedo darme el lujo de ir rápido -comunicó, tomó el cigarrillo y le dio una profunda calada, lo tiró por la ventanilla cuando bajó el vidrio polarizado apenas unos centímetros, el reloj que traía en su muñeca quedó atascado y soltó el volante unos segundos-. Mierda.
Empujó con fuerza y un fuerte raspón se presentó ardiente en su piel, levantó la mirada y su ojos se agrandaron con fuerza cuando notó el cuerpo de alguien en el suelo frente a la camioneta, giró rápidamente el volante y los neumáticos rechinaron con fuerza. Se detuvo y su corazón latió tan fuerte que juró que saldría de su pecho. Aún escuchaba la voz de su compañero llamarlo a gritos a través del intercomunicador. Arrugó el entrecejo y levantó la mirada.
Había sangre a su alrededor.
Se levantó, temblando del susto y del frío. La lluvia lo mojó entero y se acercó con rapidez al cuerpo. Estaba de espaldas y pudo notar toda la sangre que lo bañaba. Lo volvió y retrocedió un paso frente al cuerpo. El rostro golpeado, las mejillas violetas y el cuello marcado por cientos de mordidas, la piel estaba cubierta de rasguños, cortes profundos, moratones. Era tantas las heridas que la piel sana apenas se notaba. Probablemente había sido un chico violado, pensó. Eran muchos los casos que se presentaban, el policía acercó la mano a su cuello. Frío, húmedo. La mordida que tocó lo hizo estremecer.
Se sorprendió de encontrarlo vivo.
-Carajo niño -lo tomó en brazos, sintiendo la delgadez de su cuerpo. No podía tener menos de diecinueve años, lo llevó a su camioneta y lo cubrió con una manta vieja de la caja de primeros auxilios. El clima en verdad era una mierda.
-Señor... ¿Qué haremos con él entonces? -preguntó. Su jefe observaba las fotografía sobre la mesa. Eran decenas de ellas, demasiadas a decir verdad, el cuerpo del chico estaba por completo mutilado de pie a cabeza. Su vista se clavó en la fotografía de su pecho. Donde la palabra animal relucía sangrienta. Quiso vomitar.
-Se supone que está muerto, Charlie. Sabes cuál es el caso de Lee -tragó saliva sin dejar de mirar la foto-. Sabes que él fue el causante de dos muertes. Y su padre no por algo dijo que lo ocultáramos, ¿Qué quieres, que el gobernador se quede con tu cabeza?
-Es su hijo... -susurró.
-Escucha Charlie me tienes hasta los cojones ¿Sí? Ese mocoso era el diablo en persona. Y tú mismo sabes todo lo que hizo él, ya estamos hasta el tope con las amenazas de su estúpido padre. Y aunque quieras ayudar al descendiente del maldito no te servirá de nada -tomó las fotografías y las juntó a todas.
-Señor pero mire, -apuntó con el dedo- mire, hace nueve años se había presentado el mismo caso. ¿Lo recuerda? El servicio militar era su lugar... -tragó saliva, sintiendo el vómito en su boca. Le daba tanto asco-. Esas personas...
Su jefe lo miró, bajó la vista a las fotografías y suspiró con fuerza. Se tiró en su silla, sosteniendo sus sienes con las manos. El cansancio se reflejaba en sus acciones.
-Todos murieron Charlie -soltó con los ojos cerrados-. Yo mismo vi los cuerpos cortados en pedazos. Y el chico que sobrevivió está por ahí haciendo su vida de nuevo. Posiblemente su mente podrida no recuerda lo sucedido. Y mira, mira la foto, ya lo marcaron, tiene la misma marca que él, seguramente ya olvidó quién es. Sólo deja que se le curen sus heridas, por dios. Que se ve del asco, cuando despierte pregúntale lo que sabe.
-Tenemos que abrir su caso.
-Tú no abrirás nada. -gruñó, se levantó de golpe-. No podemos hacerlo.
-Es un niño. Por favor -rugió con fuerza-. No tiene ni veinte años y su vida ya está hecha trizas.
-Charlie... -lo tomó de los hombros-. No sabes lo que es meterse en esa clase de tema. Son gente enferma, ¿Entiendes? Gente mala. Nada bueno sale de ello. Créeme que yo intenté arreglar el caso. Pero no pude. Nadie logra entenderlo del todo.
-Yo lo único que entiendo es que ahí hay un chico abusado y herido por un monstruo de persona. No veo tanta complicación al tema.
Su jefe negó con la cabeza.
-Tú ves, Charlie, ves pero no miras bien. Esto suele ser... Como una transformación. Se somete a una persona que haya hecho una injusticia y se la... Se la baña de la sangre del pecado que cometió. Y empiezan a borrar todo lo que eran, como si fuera una cámara de video vieja que va erradicando su vida y en su lugar... sólo deja recuerdos que no le pertenecen. -tomó las fotografías, y volvió a mirar a Charlie a los ojos-. Es algo que se daba antes. Hace muchos siglos, la mierda esa aún está patente como "la solución a la purificación" en algunas familias. Se la solía llamar Animal. Eso es lo único que sé por arriba. Después a contarte cómo se va dando... mejor lo dejo para alguien más, seguramente es tan asqueroso como su introducción.
-¿Y qué haremos? ¿Qué haremos?
-Bueno... Ya me encargué de eso -se sentó en su silla, ordenando todos los papeles-. Es un hombre que ayudó a una persona que fue víctima de esto, por lo que se dice. Aunque el chico se escapó. Escucha, no estoy seguro de esto. Sin embargo, no podemos dejar que Taemin esté mucho tiempo aquí. Puede llegar a oídos de su estúpido padre.
-No sé quién es más inhumano, si esas personas por hacer eso o aquél hombre por no querer a su hijo...
-Obvio aquél bastardo, Charlie. Él no le dio una sola oportunidad al tarado de Taemin. Aunque yo también estaría muy enojado con él si fuera mi hijo. -rió por lo bajo-. Es un hombre que promete extrema seguridad al país y su hijo va asesinando gente por ahí. ¿Sabes que una vez lo sorprendí vendiendo drogas?
Lee Taemin era un grano en el culo, un rebelde sin causa, en otras palabras, un idiota. Arruinó numerosas veces las campañas de su padre, y supongo que el problemita de los dos muertos fueron la velita mayor a la mierda de sorpresa que aquél hijo de puta se trae. Y se deshizo de él. El chico se perdió y no permitió que se buscara. Créeme prefiero que lo lleven antes de que lo despierten, es un boca sucia y maleducado de primera. Me gustaría darle con mi garrote pero pobre. Me ha sacado tantas canas verdes...
-¿Usted cree que siga siendo así... Después de esto? -su jefe levantó la mirada y negó con la cabeza.
-Seguramente ya no es quién conocí, Charlie. Pero tampoco sé si empeoró esa actitud o se alejó de ella. Yo también siento mucho lo que pasó. Lleva un año entero desaparecido, su mente debe estar tan frita como un huevo. Pero tenía una actitud fuerte -comentó escribiendo algo en una hoja-. Bueno, más bien terca. Era muy orgulloso también.
-Señor... -alguien golpeó la puerta, su jefe le indicó con la mano que fuera a abrir. Fue directamente y de ella entró un hombre alto. Tuvo que levantar la mirada, la ropa militar, las botas negras, las medallas que colgaban a un lado de su pecho. Era un teniente-. Buenos días.
-Buenos días -lo saludó, y le tendió la mano a su jefe. Ambos hombres se saludaron y este tomó asiento-. ¿Qué es eso tan urgente?
-Uno que implica al gobierno.
-Uy. Qué gordo -arrugó el entrecejo y se acercó unos pasos. Tomó las fotografías que su jefe había dejado a un lado.
-Señor... -el hombre clavó sus ojos en él, un frío recorrió toda su columna vertebral-. Hemos... Hemos encontrado a Lee Taemin.
Esperó algún signo de sorpresa en su rostro. Sin embargo, sus ojos siguieron clavándose en él con fuerza.
-¿El niño muerto? -preguntó y miró al Jefe.
-Desaparecido, más bien. Sabes como es la política. Lo único que importa es el dinero. Descubrimos hace un año que había asesinado a dos personas a causa de una explosión. Su padre oficialmente lo declaró muerto ante el mundo para tapar las injusticias de su hijo.
-Qué gente hay en el mundo hoy en día ¿No lo cree? -respondió el teniente.
-Sí bueno... Lo encontramos en... Este estado -miró a su jefe y este asintió, mostró las fotografías y pudo notar cómo la mirada del hombre cambiaba-. Por lo que sabemos... Creemos que fue alguien que lo sometió-
-Como un animal -lo cortó el teniente-. Conozco cuál es.
-Bueno... Pensamos que usted podría ayudar al chico...
Lo miró con suma intensidad, el hombre le parecía algo extraño. Más por la tranquilidad que presentaba ante tal atrocidad.
-¿Acaso le falta un pie? -preguntó.
-Ah sí. Seguramente fue hace mucho, el muñón está cubierto de piel nueva hasta cierto punto. El médico que lo curó dijo que el hueso había estado algo puntiagudo. Tal vez fue con alguna trampa para osos a juzgar por el estado. Donde lo encontré hay muchas ocultas. Una vez perdí un gato por culpa de ellas.
-¿Y dónde estab...?-el ruido del vidrio al romperse acabó con el habla del hombre. Todos se volvieron de forma abrupta y pudieron notar las sombras de muchos policías correr a una dirección. Se levantaron y cuando abrieron la puerta vieron a Taemin Lee sobre miles de vidrios rotos, la sangre del suelo incrementaba y su escuálido cuerpo temblaba con fuerza. Tenía un gran pedazo de vidrio en la mano y apuntaba con él a su compañero. Se acercó con lentitud.
-Baja el vidrio... -susurró con lentitud. Intentó ser tranquilo. Sin embargo, su compañero lo apuntó con el arma y el chico rápidamente se levantó de su lugar. Intentó correr y se tropezó, lo tomaron con fuerza como pudieron. Empezó a gritar, tan desgarrado, tan fuerte que los tímpanos no aguantaron su voz.
-¡No! ¡No! ¡No! -se retorcía con tanta fuerza que la sangre de sus heridas brotaron. Manchando sus brazos, sus jadeos se intensificaron y las lágrimas que brotaban de sus ojos salían a raudales. Le inyectaron tranquilizantes y su cuerpo cayó al suelo.
Se quedó petrificado en su lugar.
Abrió los ojos.
Su mirada se detuvo en el techo, a sus lados. Se extrañó por la falta de aquél aroma, la sangre, el sudor... La cama de Minho. Sin embargo, sintió su cuerpo adolorido, tan incómodo que el colchón parecía una roca debajo de él. Su cuerpo temblaba y el tacto de sus dedos le indicaba la suavidad de las sábanas, el olor a suavizante, a limpio. Se sintió extraño al no sentir el aroma a agua del lago. Se levantó y se miró el cuerpo entero. Sus heridas estaban medio sanas, estaba cubierto de vendajes y ropa limpia. Se tocó el pecho, sobre la camiseta blanca que traía, se miró las piernas, el pantalón holgado que llevaba le hacía sentir como si no tuviera nada puesto. E incluso traía ropa interior. Se asustó al instante.
Se paró y se sostuvo de la cama. La habitación era simple. Olía a limpio y no había sangre por ningún lado. No había melodía alguna, el tacto de la sábana no era como lo recordaba, áspera, húmeda en algunos casos. Extrañaba el aroma de Minho, el aroma de la cabaña. El aroma de la sangre. Sus brazos recuperaron un color que no había visto en él.
-Pareces sorprendido. -escuchó una voz a lo lejos. Se volvió, asustado ante todo lo nuevo que veía. Sus ojos se encontraron con un hombre alto, de cuerpo voluptuoso. Tenía cabello corto y cano, un peinado militar. Su mirada lo recorrió con rapidez, inspeccionando a la persona frente a él. Ojos grises... Y lo miraban de forma fuerte. Tanto, que tuvo que bajar la mirada.
Le recordaba a Minho. Pero Minho era la única persona que quería, y a la única que debía temer.
-¿Cómo te llamas? -preguntó y su voz lo estremeció por completo. Era tan lenta. Ronca. Frunció el ceño y apretó los puños. Sentía la mirada de aquella persona sobre él como ácido, su corazón se aceleró y trató de recordar a Minho. Sólo a él-. ¿Qué pasa?
No contestó. No sabía dónde se encontraba ni con quién estaba.
-¿También te cortaron la lengua...? -susurró y sus pasos retumbaron en los oídos de Taemin-. ¿Animal...?
Levantó la mirada. Y se encontró con un par de ojos cínicos que lo bañaron de terror puro, las manos de Taemin empezaron a temblar y un nudo enorme creció en su garganta. No se podía mover. Animal. Animal.
-Veo que reaccionas. -le dijo y se posó frente a él. Se encontraba a dos metros, y podía notar cómo este temblaba-. ¿Estás asustado Animal?
Lo miró a los ojos, y su mente le gritaba que no lo haciera. Se sentía fatal, su cuerpo entero temblaba del miedo, su lengua se enredaba en su boca sin poder decir algo. Era como si Taemin respondiera al miedo que su mente tenía. Pero no lo conocía, no lo conocía. Y sin embargo, su mirada le daba mil bofetadas que lo hacían querer gritar con fuerza.
-¿Cómo te llamas, Animal? -preguntó de nuevo y su voz viajó por sus tímpanos y se metió sobre sus venas-. ¿No dirás nada niño? De acuerdo.
Se acercó y Taemin quiso retroceder. Su cuerpo fue aprisionado contra la cama, sus ojos se despegaron de aquella mirada, era tan distinta. Tan cruel que ya sentía su estómago revolverse con fuerza. Su cuello quedó expuesto y sus manos se posaron como barreras. Sintió una mano grande tomarlo con fuerza.
-¿No sabes que siempre debes mirar a las personas a los ojos, Animal? -Taemin cerró los ojos e intentó zafarse del agarre. Sus manos tomaron con fuerza aquellas intrusas, y clavaron sus uñas en la piel. La carne se removió con rapidez, y sin embargo, no lo soltó. No lo soltó.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. Su cuello dolía, las mordidas, los besos de Minho ardían. Su cabeza golpeó contra el colchón y sintió una mano tomarlo de la cintura. Su cuerpo paralizado estaba sometido por uno más grande. El calor ajeno traspasó su piel, sentía el tacto áspero de la ropa militar en su cuerpo. No podía respirar.
-¡N-no... no! -Taemin se retorció con desesperación, sus piernas intentaron patearlo y sólo consiguió que se adentrara más entre ellas. Se sentía asfixiado, y la mano en su cintura apretaba con tanta fuerza que un jadeo salió de sus labios. Le soltó y su camiseta se rasgó por completo cuando se atrevió a romperla. Taemin estaba rojo, y las lágrimas caían de sus ojos con rapidez. Su pecho desnudo quedó a la vista y el tacto de otra persona lo tocó. Cerró los ojos, suplicando como podía. El toque le ardía, le raspaba con tanta fuerza que sus piernas no servían para defenderse. Sintió la presión en su pelvis, tan dolorosa, tan bruta que sus labios no evitaron soltar un jadeo ahogado.
-Animal... Animal... -susurró, y lo vio sonreír-. Mira nada más... ¿Cachorrito eh? ¿Así te llamas, cosita?
Taemin se removía con fuerza, sus brazos lo rasguñaron hasta más no poder. Hasta que su cuerpo apretado fue golpeado con tanta fuerza que su boca sólo dejó salir un gemido ahogado. Su cabello fue tomado de forma salvaje y su cabeza quedó neutra. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Su marca, su nombre. Ardía. Ardía en su piel.
-¿Quién es tu dueño, Cachorrito? Vamos... Usa esa lengua, mueve esos labios. ¿O sólo los usas para... Otras cosas? -sonrió y Taemin lloró con fuerza cuando sintió su lengua recorrer su mejilla, su barbilla, su cuello. Quería gritar. Una mano intrusa acarició su estómago y apretó con fuerza sus heridas. Sentía cómo el pantalón bajaba-. Puedo sentir tu miedo. Te carcome la cabeza. ¿Por qué me temes, no estás acostumbrado a ser tratado así animal?
Taemin se estaba ahogando. Sintió cómo lo soltaba y sus manos se dirigieron a su garganta. Tomó varias bocanadas de aire. Estaba roja, ni siquiera Minho había sido tan bruto como para no dejarlo respirar. Sus ojos viajaron a la mirada de aquél y este sólo se quedó quieto frente a él. Con el rostro serio, y los ojos grises sin reflejar expresión alguna.
Miró donde sus ojos se clavaban.
Su pecho plano, cubierto de golpes, con una nueva herida enorme que se marcaba en su cintura. Sin embargo, observó el pantalón chándal medio bajado, sus piernas temblaban. La sangre de la herida abierta bajaba por el bóxer que traía.
El nombre de Minho resaltaba sangriento, en un corte cicatrizado sobre un lado de su pelvis. Aquella que siempre le gustó besar. Las letras disparejas, dobladas, no recordaba cuándo lo había hecho.
Se movió con rapidez del lugar, cayó al suelo y gimió de dolor. Sus manos temblaban y su mirada borrosa por las lágrimas no lo dejaban ver con claridad. Su cuerpo se estrelló contra una puerta y esta se abrió. Sus ojos vislumbraron la fotografía colgada en la pared. Su corazón se detuvo cuando pudo reconocer al mismo hombre y a su lado aquél chico rubio que lo quiso matar.
La sonrisa de Jimin. El animal de Minho.
Su mente lo recordó, aquella vez donde el miedo trepó por todo su cuerpo y se instaló en su corazón mientras lo veía susurrar.
"Es el hijo de quién me hizo esto"
Se volvió con rapidez y se encontró con el cuerpo de aquél hombre. Su mirada lo observó con atención. La ropa militar, las manos hechas puños, las cicatrices, las mordidas. El miedo que sintió cuando lo vio. Eran los miedos de Minho, era aquella pequeña esencia de su ser que se depositó en él. Uno de sus miedos.
Hubo un silencio por parte de él. Y Taemin estaba tan asustado que no se pudo mover un centímetro más. La mirada gris se clavó en él como una daga plateada. Y lo escuchó susurrar.
-¿Tu dueño... era mi animal, Cachorro?-susurró y miró sus manos, las cicatrices resaltaban-. Mi liebre, mi pequeña cosita.
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