Diecisiete
Sintió gotas frías sobre su rostro, lentamente abrió con dificultad sus ojos, un ardor profundo lo atacó de repente al intentar mover los músculos del cuerpo como si el mismo plomo estuviera inyectado en sus venas. Pudo ver con claridad el sol opaco entrar por sus fanales cristalizadas. El frío se adentraba por su carne y golpeaba sus huesos con maldad como si fuera el mismo cristal.
Abrió los ojos desorientado ante el lugar donde se encontraba. La humedad, la oscuridad que lo abrazaba por la espalda desnuda, el agua que caía sobre su rostro. Taemin miró a su alrededor confuso y aterrado, se encontraba acostado sobre el suelo mojado donde encontró a Minho anteriormente. Su corazón se estremeció al ver su pecho desnudo, no traía su ropa arriba y su piel se veía tan pálida, tan muerta que vislumbró las venas verdosas y violáceas. Las heridas resaltaban con tanta fuerza que notó todos los cortes que tenía. Se abrazó, temblando de frío puro y haciendo fuerza para poder levantarse.
El cabello de Taemin se cubrió de finos copos de nieve cuando salió a la intemperie, el chico se abrazó con fuerza el cuerpo y buscó con la mirada su bastón sobre la nieve. Recordaba haberlo dejado en el suelo antes de entrar con Minho, recordaba, pero no podía verlo. ¿Cuánto pudo haber nevado? Estaba todo el suelo cubierto, los árboles lucían terroríficos, apagados y opacados. El sol gris se alzaba en el cielo cubierto de nubes, Taemin tiritaba tan deprisa que su cuerpo se estremecía del frío.
Caminó como pudo, cojeando y agarrándose de cada árbol que veía. No podía pensar en el camino, sentía las heridas húmedas, la piel ardiente, su cabeza daba vueltas.
Se quedó quieto en su lugar, mirando a su alrededor. Verdaderamente odiaba el estúpido clima de su país, odiaba el invierno, odiaba la nieve y su estúpida existencia en el mundo. Lo peor de todo, odiaba las avalanchas que una vez opacaron sus vacaciones. Miró las montañas a lo lejos, se suponía que iba a escalarlas con sus amigos hace casi un año.
Se preguntó si lo que mencionó Minho sobre un oso matando a sus amigos sería cierto. Ni siquiera sabía que existían osos ahí.
Tomó aire y sus fosas nasales se enfriaron hasta el tope, trató de llegar con rapidez al ver a lo lejos la cabaña de Minho. Pudo notar la iluminación y el humo salir por la chimenea. Tragó saliva.
Minho nunca estaba en casa en las horas de luz.
Se miró la pierna mutilada, la piel herida y los golpes, moratones y raspones en el cuerpo. Si estaba así como resultado de un acto-no animal. ¿Cómo estaría cuando fuese tratado como uno verdadero?
Si todo lo que vivió no era nada a comparación de cómo fue tratado Minho no sabía qué le esperaba tras esa puerta. Sin embargo, avanzó.
Empujó la puerta cuando llegó, sus ojos recorrieron la entrada por completo. El suelo tenía un leve camino de sangre que llevaba para la cocina, el aire mantenía un aroma a hierro y a putrefacción. Se tapó la nariz cuando se apoyó en el umbral de la puerta de la cocina. El cuerpo destripado de dos conejos estaban recostado en la tabla de picar, pudo ver las moscas volar a su alrededor, las larvas y los gusanos dentro de las tripas revolvieron todo lo poco que tenía en su estómago. El frío voló de su cuerpo por completo. Salió de la cocina y siguió la melodía baja que empezaba a notar, Taemin caminó con lentitud y llegó frente a la habitación donde despertó la otra vez.
Escuchó la débil melodía de música clásica, tan bajo y suave que su cuerpo se estremeció al oírla. Lentamente camino hasta la entrada y se detuvo frente al toca discos.
Sobre él estaba aquél expediente escrito por completo con la palabra animal. Su corazón se detuvo por un segundo, y con valentía lo tomó en sus manos, quería ver la fotografía de Minho de vuelta. Quería verlo como una persona con humanidad.
Sin embargo, mucho era decir que el frío se calaba por sus huesos. Mucho, era gritar con todas sus fuerzas. Mucho y nada comparado con lo que veía ahí.
Era él.
Su fotografía rayada, rasgada y vieja. La que tenía junto a su hermano en la billetera que creyó perdida hace mucho, las palabras resaltaban con fuerza, y sus ojos solo eran cuencos vacíos en los que fueron manchados con sangre. Sintió su alma, su persona.
Su humanidad. Perdida en aquella palabra.
-Animal.
Se volvió con rapidez, soltando el expediente de sus manos. Sus ojos se conectaron con aquellos negros, tan cínicos. Tan bañados en una diversión enferma que Taemin tembló al verlo sonreír.
-Animal... Llegas tarde. Otra vez.
Tragó saliva, y observó a Minho de pies a cabeza, traía unos pantalones mojados hasta la rodilla, y una camisa blanca que resaltaba el negro de su cabello y la maldad que se marcaba en su rostro con gusto.
Parecía transformado. Tan neutro que Taemin tuvo que dar toda su fuerza de voluntad para no temblar notoriamente. En sus manos llevaba un tacho que apretaba con fuerza.
-N-no... ¿tarde?
-Pasaste un día ahí medio desnudo. Esperaba que te murieras de hipotermia pero aquí estás. ¿Qué desgracia verdad? -susurró tomando el tacho con ambas manos. Taemin se sostuvo de la mesa.
-Minho... Sabes que no me negaré... Yo...
-Lo sé, no te estoy pidiendo que lo hagas, animal -susurró Minho, riendo tan bajo, tan para sí que Taemin sintió las lágrimas arder en sus ojos-. Me gustaría ver si aguantas esta vez más que mi otro animal.
Taemin ahogó un grito cuando vio el torrente de sangre caer por el suelo. El aroma a descomposición se coló por sus fosas nasales y tapó su boca cuando escuchó los vidrios rotos caer. Podía ver las tripas que se encontraban ahí, destrozadas. Tan asquerosas que el vómito subió por su esófago y la sorpresa lo obligó a tragarse el horrible líquido de vuelta.
-Por Dios...
-No metas a Dios en tus desgracias, Animal -susurró Minho tirando el tacho a un lado, buscó la reacción de Taemin, lágrimas, llanto, buscó todo signo de desesperación pero lo único que veía era su mirada preocupada-. ¿Qué miras así?
-Estás lastimado -susurró Taemin mirando la ensangrentada mano de Minho. Este frunció el ceño. Disgustado.
-¿Acaso viste lo que acabo de arrojar al suelo? Lo saqué del animal que viste en la cocina.
-Estás... Lastimado. ¿Te duele? -preguntó Taemin, volviendo su vista a los ojos de Minho-. ¿Fue con los vidrios?
Minho entrecerró los ojos y lo miró como si tuviera alguna enfermedad contagiosa. Bajó su mirada al suelo, parecía confundido. Sin embargo, su vista se fue levantando con lentitud. Una sonrisa se marcó en sus labios.
-Sí. Me duele -susurró, riendo-. ¿Por qué no caminas hasta mí para verlo más de cerca?
Los ojos de Taemin se iluminaron, su pequeño corazón palpitó al ver a Minho bueno con él. Debían arreglar su relación. Debían arreglar la convivencia. Y tal vez Minho esté considerando no herirle, tal vez, dejaría que le curara las manos y después irían a dormir.
Caminó decidido, una pequeña chispa de esperanza hacia la bondad extraña de Minho se prendió. No quería que le volviera a decir que se alejara. No quería.
Sin embargo, se detuvo al momento de sentir en su pie el tacto de un líquido viscoso. Su mirada bajó lentamente al suelo, la sangre manchaba las puntas de sus dedos. Su corazón se encogió en su interior.
-Camina. Vamos animal. ¿No quieres ver cómo estoy?
Taemin escuchó a Minho susurrar, mientras sus ojos se detenían en los vidrios ensangrentados del suelo.
-Minho...
-Camina.
Lo miró a los ojos, la piel de Taemin se erizó por completo cuando avanzó, la mirada de Taemin no se despegaba de él. Los fanales del chico se cristalizaban al tocar la sangre del suelo, y los ojos de Minho se iluminaban a cada segundo.
Taemin tembló cuando pisó la primera astilla, sus manos no paraban de moverse y el agua en su cabello sucio caía como gotas en su rostro. Sus ojos cubiertos de lágrimas no dejaban de mirarlo, incluso cuando cayó al suelo y miles de vidrios se clavaron en sus palmas y rodillas. Taemin no reaccionó hasta ver como el vidrio traspasó la carne de sus dedos, como cada astilla penetraban la piel y como el grito lentamente fue creciendo por su garganta.
Las lágrimas del chico descendieron por sus mejillas y su mirada se levantó a aquellos fanales negros e índigos que reflejaban toda exquisitez al verlo en ese estado.
-Minho... P-por favor... A... A-ayúdame... No puedo moverme... No puedo...
-Ven.
Taemin levantó la mirada, y Minho extendió su mano. Llamándolo como un perro. Las lágrimas se intensificaron al escuchar la risa del hombre. Y su cuerpo reaccionó moviendo las extremidades lastimadas hasta Minho. Sus gimoteos y gritos de dolor se confundían con la risa de Minho, el temblor de su cuerpo respondía ante la demanda de aquél que se reía de él.
Y finalmente, cuando el animal se detuvo frente a su dueño, llorando y temblando por completo. Este dejó de reír.
-Animal... -susurró Minho con cierta ternura, Taemin levantó la mirada-. ¿Por qué eres tan estúpido? Dime. Todavía no lo comprendo...
-¿Min... Minho? -susurró y sintió la mano de Minho acariciar su mejilla, lentamente se apoyó sobre esta.
-Animal... Nunca aprendes... -sentenció y el rostro de Taemin dio contra el suelo al recibir la bofetada de Minho, la cabeza de Taemin chocó con fuerza y sintió cómo la sangre fue cayendo de su labio como un río. Su mano viajo directamente al golpe-. ¿No escuchaste acaso que dije que caminaras? Y gateaste como una maldita perra. Menuda estupidez almacenas en ese cerebro. ¿No te cansas de ser tan tú, animal?
Miró la sangre detrás suyo, las tripas que se veían en algunos sectores. La sangre putrefacta del animal en sus pies y manos. Tan asquerosa, ¿Por qué mierda podía escuchar el aullido de dolor del estúpido animal? ¿Por qué mierda podía sentir sus latidos? Qué estúpido animal, si hubiera pensado en sí mismo no hubiera sido asesinado por Minho. Si hubiera pensado en sí mismo. En él. Pero recordó que los animales no pensaban en sí mismos.
Pobre, se dijo.
Pero entre llanto y sangre sonrió con tristeza.
Él era el animal.
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