Capítulo 23
Mark era un hombre encantador y divertido. No lo había notado antes porque estaba tan nerviosa con la situación, que me había perdido sus buenos chistes y sus anécdotas graciosas. Seguimos disfrutando de la velada, aún caminando por el jardín botánico y gozando de su compañía. Nos había contado que en navidad los encargados del lugar organizaban un espectáculo de luces que deslumbraban al mundo. Nos animamos a verlo y prometimos volver. Estábamos recolectando razones por las que visitar Vancouver a finales de año.
Me preguntaba que estarían haciendo Matthew y Sylvie, y mi mente estaba siendo muy cruel con mi corazón. Betty notó mis inquietudes y no tuvo vergüenza de desviar la conversación a un terreno más pantanoso.
-Mark, tenemos curiosidad. Matthew no dijo nada al respecto, pero ¿Sylvie y él están saliendo juntos? Es que veo que están muy unidos.
-¡Qué va! Ella está interesada, pero Matthew muchas veces le ha dejado claro que solo son amigos. -no entendía el porqué me miraba a mí a la hora de contestar, pero no podía negar que eran buenas noticias.
-Pero estuvieron juntos hasta tarde en su apartamento. -Stephen quería indagar un poco más.
-Y yo también, estábamos cenando. De hecho fui yo quien llevó a Sylvie a casa. Hoy era su turno, el auto de ella se averió y lo recogerá en el taller el lunes, mientras tanto nosotros nos ofrecimos a llevarla para que no tomara el transporte público. -así que esa era la razón, y la muy malvada había hecho mención de lo ocurrido de forma que pareciera que estaban juntos.
-¡Oh! -se escapó de entre mis labios, y Mark sonrió satisfecho.
-Supongo que ustedes tampoco vinieron por turismo a Vancouver. -el señor sin dudas tenía alguna forma de darse cuenta de las cosas.
-Puede que tuviéramos otras razones. -Betty tampoco podía quedarse callada.
-Buenas razones. -me volvió a regalar una sonrisa, y me comentó con sinceridad. -No se puede huir del amor. -no dijo nada más y lo cierto era que no había entendido sus palabras ¿Será que Matthew intentaba huir de mí? ¿Eso era bueno o malo? Ya había vuelto a liarme con mis propios pensamientos.
-Creo que ya es tarde. Ha sido todo un placer conocerlo, Mark. No queremos estar toda la noche fuera de casa. Mañana en la mañana sale nuestro vuelo de regreso a Quebec. -se despidió Stephen con amabilidad, y lo agradecí grandemente. Necesitaba estar en casa y pensar que era lo que debía hacer. Quizá después de todo, el viaje no sería en vano.
-El placer fue mío, nos seguiremos viendo, estoy seguro. -se alejó en busca de su auto, y nosotros tomamos el ferry con destino a North Vancouver.
Habíamos aclarado algunas de las preguntas que teníamos con respecto a Matthew, y estaba feliz. ¡¿Aún me quería?! No había dicho nada al respecto, pero preferiría creer que sí. Igual las inseguridades tomaron posesión de mi mente y no podía evitar sentirme nerviosa. Tenía miedo de que algo resultara mal, y no estaba segura de tener el valor suficiente de superarlo. Estar lejos de Matthew ya era lo bastante fuerte para mi corazón.
¿Debería llamarlo? O ¿no? ¿Y si está conduciendo y no puede hablar? ¿y si está en la ducha y no escucha el teléfono? Mi mente se había convertido en mi peor enemiga, no dejaba de ponerme excusas una y otra vez para impedirme dar el primer paso.
Me quedé pensativa por unos instantes, y una idea muy loca pasó por mi cabeza. Lo mejor que podía hacer era ir a buscarle. Era tarde, debía estar en su apartamento. No podía desecharla, ya sabía que entre Sylvie y él no existía más que una amistad. Era mi momento de confesarle de una vez que había cruzado el otro extremo de Canadá con la única intención de hacerle saber que le quiero.
-¡Voy a buscarle! -le comuniqué a Betty y a Stephen antes de descender del Sea Bus.
-Ya estabas tardando, Matthew debe seguir pensando que no le quieres. -mi amiga fue sincera con su comentario.
-¿Tú crees? Pero si estábamos hablando y fui amable. -no entendía qué error había cometido para que le pareciera a Matthew que yo no le quería.
-¿No viste su rostro cuando le dijiste que solo habías visto un capítulo de su programa? Teniendo un cuenta que nunca te perdías los programas de Mr. Stephen, y que en aquel tiempo era tu amor platónico, que no lo veas por la tele puede haberle dado la impresión de que no estás interesada en él. -tenía toda la razón, pero algo tiene que haber notado Matthew en mí que lo animará a hablarme del día de su partida. No podía demorarlo más, tenía que verlo.
Me desvíe del camino de casa de los Proulx y corrí en busca del edificio residencial que ayer había visitado. La suerte estaba de mi parte porque el portero no se encontraba en su puesto de trabajo, y por un momento creí tener un deja vù. Me detuve antes de presionar el botón del elevador. ¿Y si esta vez si estaba con Sylvie? Recé para que no fuera ella la que me abriera la puerta, y comencé a repasar en mi mente lo que debía decirle.
Una vez más me vi en un pasillo desolado y buscando la puerta 136. Ya había perdido el control de mis emociones, y los latidos de mi corazón estaban comenzando a hacerse eco en mis oídos. Llamé a su puerta temblando, y los segundos de espera me parecieron eternos. Lo intenté nuevamente, y no tuve suerte, al parecer Matthew no había llegado a casa.
¿Dónde estaría? ¿Seguiría con Sylvie? Oh, eso no podría estar pasándome. Ya eran demasiadas las trabas del destino, estaba empezado a creer que luchaba contra la marea.
Me alejé de la puerta, y volví a tomar el elevador. Mañana antes de marcharme, volvería a intentarlo. No podía regresar a Quebec sin que supiera que lo amaba. Escondí mi rostro entre mis manos, para aliviar la presión de mi cuerpo ¿tan difícil era que estuviéramos juntos?
Las puertas del aparato de metal se abrieron y dejaron al descubierto el azul de sus ojos.
-Hola... -parecía agitado, y estaba cubierto de sudor.
-Matthew, yo... -ya empezaba a quedarme sin palabras, por mucho que me había imaginado mil veces este momento, no estaba preparada para ello, nunca lo estaría.
-Fui a casa de mis padres para verte, Betty y Stephen me dijeron que habías venido para acá. -mi corazón se detuvo por un instante, me había buscado, eso significaba que aún se preocupaba por mí.
-Tengo tantas cosas que decirte... -las piernas me temblaban, creí que en cualquier momento perdería el conocimiento. No sabía cual de los dos estaba más nervioso, solo teníamos claro que era el momento de hacer las confesiones.
-¿Quieres subir? Así hablamos con más calma. Yo también tengo tanto que decir. -me suplicó con la mirada que aceptara, y ¿cómo podía negarme a ello?
Asentí con timidez, y Matthew se acomodó a mi lado. Estaba segura de era capaz de escuchar los latidos de mi corazón, y traté de detenerlos poniendo mi mano sobre mi pecho.
Fueron segundos de extrema tensión que preferimos pasar en silencio, pero el roce de su mano con la mía provocó que mis mejillas se tornaran de un color carmesí casi permanente. Ya sabía que le quería...
Cuando llegamos al piso 13 caminé por impulso hasta su puerta, estaba perdiendo el control de mi misma. Verle equivocarse de llave para abrir, me pareció la cosa más tierna del mundo, ni siquiera lograba ubicar el cerrojo. Se justificó diciendo que no estaba adaptado a las cerraduras modernas y reí por su ocurrencia.
No creí que su apartamento fuera tan grande y lujoso, aunque tenía que haberlo imaginado por encontrarse en un barrio residencial.
Me sorprendí con el estilo Vintage de su decoración; con sus muebles pertenecientes a la época victoriana, sus alfombras bordadas y sus bien trabajadas cortinas. Todo en un contraste de claros blancos y grises que me pareció extremadamente elegante.
-Puede que después de todo me gustaran las tiendas de antigüedades. -masajeó con una de sus manos su nuca, y buscó mis ojos tratando de leer mi expresión. -¿Te gusta?
-Es precioso, Matthew. Has hecho un gran trabajo en la decoración. -no mentía, para cualquier amante de las épocas pasadas este apartamento era el paraíso. Me invitó a sentarme en el majestuoso sofá, y me ofreció un té para relajarnos, al igual que unos pastelillos. Entre mis nervios y la espera de que por fin estuviéramos frente a frente, estaba comenzando a morderme las uñas de las manos.
Regresó a los pocos minutos cargando una bandeja con las tasas de té y las delicadeces. Quería ser la primera en hablar, pero los nervios me estaban traicionando, sentía la boca seca y no tenía idea de por dónde empezar.
-Zoe... Sylvie me contó que estuviste ayer aquí. -me quedé pasmada al escucharlo. ¿Sylvie? No esperaba que lo confesara. -Casi no podía creerlo, supe al instante que si habías venido sola a visitarme era porque tenías la intención de decirme algo. -no dejaba de mirarme a los ojos, y tenía las mejillas muy rosadas, me costaba creer que yo causara eso en él. Que de verdad me quería.
-Tenía que venir, la abuela me contó que no volverías a Quebec. Habías dicho la última vez que nos vimos que solo serían seis meses, y yo te estaba esperando. - mi última frase le asombró aún más, al parecer no era la única de los dos que estaba deseando que no fuera un sueño.
-No sabía que yo te... nunca dijiste nada, Zoe. -desvió su mirada al suelo y comenzó a mover su pierna con inquietud.
-Sí, lo hice... llamé a la radio justo después de que terminara tu canción. -volvió a mirarme y estaba más que segura que esta vez había logrado que mi corazón se detuviese.
-Yo... no imaginaba que era correspondido. -se disculpó con la mirada y se acercó un poco más a mí.
-Traté de llamarte, pero nunca atendiste a mis llamadas. -quería saber por qué me había ignorado de esa forma.
-Te conocía o por lo menos creía que lo hacía, te acaba de dejar la tienda y de hacer el ridículo a los oídos de todo Quebec. Eres muy orgullosa, pensaba en que no lo aceptabas, y por eso insistías tanto. También creí que te incomodaría mi presencia, por eso acepté el nuevo contrato.
-Gracias por la tienda, y no hiciste el ridículo, Matthew. Me encantó tu manera de decirme que me quieres. -sus ojos me pedían a gritos que lo besara, que igual ya era hora de que dejáramos nuestras inseguridades atrás.
Se acercó con delicadeza y tomó mis manos entre las suyas.
-Yo haría cualquier cosa por ti, Zoe. -las besó y la calidez de sus labios acogió mi corazón. Me estremecí ante su contacto y mis ojos se llenaron de lágrimas. Había encontrado a mi pieza faltante.
-Vuelve a Quebec, Matthew. Quiero tener al hombre que amo a mi lado. -no había parte de mi cuerpo que no temblara, le estaba pidiendo que fuéramos eso que había soñado tantas veces, eso que en las películas llamaban algo para recordar.
-Entonces ¿me amas? -la inocencia en su mirada me llenó de valor, tenía que dejarle claro lo que él más de una vez me había confesado. Entre lágrimas logre pronunciar.
-Te amo, Matthew, te amo, y no creo que pueda cambiarlo.
-No lo cambies, Zoe, no lo intentes cambiar. ¿Qué será de mi corazón si lo haces? No hay nada más tuyo en el mundo que él. -besó mis lágrimas y acarició con sus labios mis mejillas. No sabía que se sentía ser amada de esa forma, pero estaba empezando a experimentar lo que describió la abuela como la certeza de haber encontrado a la persona correcta, que igual el corazón me iba a explotar de alegría. -Te amo, Zoe.
Mamá y papá me habían dado el mejor concepto del amor que podía haber recibido. El simple hecho de contar constelaciones a su lado, de sentir los latidos de su corazón como el mío, que su risa sea la mejor música para mis oídos y el brillo de sus ojos mi película favorita. Poco importaba si igual no me había dado cuenta la primera vez que lo vi, era él, era Matthew mi pieza perdida en el puzzle de mi existencia, en el corazón de los objetos viejos y usados. En el desorden del ático o de mi vida.
Él era lo nuevo entre tantas cosas antiguas.
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