Capítulo 20
Me consideraba una persona optimista, y creí de corazón que lograría localizar a Matthew, pero no fue así, dejé de llamar a su número de teléfono tres días después de que se hubiera marchado. No valía la pena seguir insistiendo. Lo hecho estaba hecho, y ahora me tocaba seguir adelante. Esperaría a que regresara para que habláramos tranquilamente.
No podía estar más agradecida por el tema de la tienda, había aliviado uno de mis temores y no tendría que marcharme del Petit Champlain. Pero lo extrañaba, moría por verlo. Una y otra vez me había imaginado lo diferentes que hubieran sido las cosas si aquella noche en la cena le hubiera confesado mi amor y admiración. Estaríamos juntos y nada me haría más feliz que eso.
Bake off Canadá, ya era transmitido en la cadena de televisión más vista del país, y yo no me había atrevido a ver ni un solo capítulo del programa. Pero escuchaba a la abuela y a Cloe desde el salón admirar el trabajo de Matthew como jurado.
Mis días en la tienda se hicieron cada vez menos interesantes, extrañaba sus pasteles, y sus visitas inesperadas, pero lo que más añoraba era ver el azul de sus ojos.
Stephen y Betty pasaban todas las tardes para ayudarme con el trabajo. Esos dos se estaban llevando más que bien, y por la sonrisa de ambos, un gran amor se estaba cosechando.
Aunque mi amiga ya me había confesado que el locutor estaba constantemente en su pensamiento, aún no se atrevía a dar el primer paso.
Una tarde de agosto, tres meses después de que Matthew se marchara, las cosas dieron un giro inesperado.
—Tiene novia. —me quedé inmóvil por la confesión.
—¿Stephen? No, no puede ser ¿Quién te ha contado eso? —le pregunté a mi amiga que tenía la mirada triste.
—A ver, no tiene novia aún, pero es cuestión de tiempo. Desde la entrevista que dio en la tele, las chicas lo detienen por la calle y piden fotos, más de una le ha dejado su número de teléfono. —no pude evitar reír.
—No sabía que eras tan insegura. Stephen está interesado en ti. —traté de calmarla, últimamente nuestras conversaciones solo eran sobre él.
—¿Tú crees? —asentí mientras acomodaba los utensilios de cristal en la vitrina. —Es que no entiendo porqué no me lo confiesa, cuando creo que por fin se atreverá alguien nos interrumpe.
—Confiésale tú tu amor por él. —le sugerí esperando que siguiera mis consejos, después de todo, en confesiones tardías yo era una experta.
—¿Debería? Oh Zoe, pero ¿cómo?
—¿Me estás pidiendo ideas? Tú, que eres la que una vez me hizo escribir una carta para el propio Stephen. —como habían cambiado las cosas en los últimos meses, y pensar que son ellos dos los que se terminaron enamorando.
—Es que no quiero hacer el ridículo, quiero hacer algo que nunca olvide. —se mordió las uñas pensativa.
—Si haces el ridículo nunca lo olvidará. —bromeé para relajarla.
—¡Zoe! Esto es algo serio. —chilló, pero al final logré sacarle una sonrisa.
—No lo sé, puedes dedicarle una canción en su programa de radio. La verdad es que es algo triste siempre escuchar las historias de los demás y complacer sus deseos, sin poder tener tu propia historia. Nunca nadie ha llamado para dedicarle una canción a él. —me parecía una buena idea y estaba segura de que a Stephen le encantaría.
—¡Es fantástico! Esta noche me quedaré en tu casa y me acompañarás a llamar, necesito tu apoyo porque me da avergüenza hablar en la radio. —recordé la sensación que sentí mientras le confesaba mi amor en la emisora a Matthew semanas atrás, nunca lo hubiera hecho si estuviera sola, además de que me encontraba en una situación de extrema presión. Pensar en que se marcharía también me animó a hacerlo.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por dos oficiales de la policía que entraron en la tienda. Me tensé al instante y me pregunté a mi misma que había hecho yo ahora para recibir semejante visita. No recordaba haber cometido ningún delito.
—Buscamos a Zoe Girou ¿Es usted? —le preguntaron a Betty que estaba más pálida que de costumbre. Esta negó con la cabeza y me señaló nerviosa.
—Hola. —tragué saliva, no sabía si era por algo bueno o malo.
—Hola, señorita Girou, nos han notificado que usted fue víctima de un robo hace ya cuatro meses. —asentí un poco más tranquila, era por eso, uf.
—¿Han encontrado al ladrón? —pregunté intrigada.
—Sí, señorita. Necesitamos que nos acompañe a la comisaría y lo identifique, además de recoger los pocos objetos robados que pudimos recuperar. —bueno algo era algo, después de todo, que atraparan al criminal era la mejor de las noticias.
Cerramos la tienda de inmediato, y Betty no dudó en acompañarme. Pasamos más de tres horas en la comisaría para dejar todo claro de una vez y recuperar mis cajas. Aquellas que de tres robadas sólo habían podido recuperar dos.
En el camino de vuelta notamos lo tarde que se nos había hecho. El reloj marcaba las 8:38 pm y el programa de Mr. Stephen ya había comenzado.
Me apresuré para prender la radio de la Van y buscar la emisora. How will i know, había sido la canción seleccionada en la llamada anterior, y para animar un poco a Betty que ya estaba temblando de los nervios comencé a cantarla.
—Preferiría que no arruinaras la canción. —me dijo entre risas.
—¿Me estás diciendo que canto mal? —pregunté fingiendo sentirme ofendida.
—Puede. —ambas reímos y notamos que la canción llegaba a su fin.
—¡Corre, llama! —la embullé para que marcara el número de la emisora, y los nervios de mi cuerpo se dispararon, el corazón lo tenía a mil por hora y las manos ya comenzaban a temblarme y ni siquiera era yo la que hablaría por la radio.
(...) Radio
/—Fabulosa canción, espero que hayan bailado mucho con ella. Amigas y amigos estamos recibiendo otra llamada./ Mr. Stephen no se imaginaba la sorpresa que le esperaba. /—¿Con quien tengo el placer de conversar?
Betty se quedó en silencio y temí que no contestara, tuve que tocarla para que reaccionara a la pregunta.
/—Soy Betty... Betty Bravo.
/—¿Betty? /la sorpresa de Stephen me pareció hasta divertida, había olvidado que se encontraba al aire. /—Lo siento, Betty ¿qué podemos hacer por ti? /
/—Yo bueno, eh... quizá no era buena idea llamar. / estaba a punto de colgar, pero no la dejé.
—¡Dile! —le ordené, no podía dejarlo por más tiempo. No quería que le sucediera lo mismo que a mí. Ella suspiró y prosiguió con su confesión.
/—Me gustas, Stephen, y quería que lo supieras. No creo que exista mejor canción que describa lo que siento que Hey, Stephen...
/—Betty, a mí también me gustas, y me alegra saber que soy correspondido. / la forma en la que pronunció cada palabra desbordaba dulzura, estoy segura que no hubo ninguna chica en todo Quebec que no se llevara la mano al pecho por la emoción. /—Esta es la primera vez que me dedican una canción en el programa. Muchísimas gracias, hoy es un día especial para mí. /
Betty colgó al teléfono y dio pequeños saltos de alegría en su asiento. Había comenzado a escuchase la canción, aquella que nos daba 50 razones por las que ellos dos debían estar juntos. La cantamos a todo pulmón, mientras conducíamos hacia casa.
Estaba feliz por mis amigos, ambos merecían ser felices. Pensé en Matthew, cuanto me hubiera gustado que estuviera escuchando la radio esa noche. Quería llamarle, quería decirle que por fin habían atrapado al taxista que me había robado, contarle lo de Stephen y Betty, saber si estaba bien y si pensaba en mí tanto como yo en él.
Llegamos a casa eufóricas por el momento que habíamos vivido, era tan bonito el amor. Cloe y la abuela nos esperaban igual de emocionadas, como siempre, no se habían perdido el programa.
—Solo faltamos nosotras por llamar. —bromeó la abuela cuando nos encontró en el recibidor.
—En el próximo programa llamaremos y nos dedicaremos una canción cada una, abuela. —la idea de Cloe nos hizo reír, pero hablaba muy en serio. De verdad llamarían. —Betty ¿Viniste a ver a Matthew con nosotras? —Escuchar su nombre me puso nerviosa. Verle, ojalá no fuera tan doloroso desde una pantalla.
—Por supuesto, no me lo pierdo, cada día está más guapo. —ya habían empezado a utilizar sus elogios hacia el repostero para que la curiosidad me invadiera y me embullara a verle.
—Me voy a dar un baño. —me alejé por las escaleras, pero las oí susurrar.
—Jenna dijo que le extendieron el contrato.
—Se quedará en Vancouver, no regresará, aún no sabe lo de Zoe. —las palabras de Cloe me alarmaron, no regresará.
Me di la vuelta con desesperación. Tenía que saberlo todo al respecto.
—¿Qué pasa con Matthew?
—Zoe, es probable que se vuelva a establecer definitivamente en Vancouver. —la abuela fue clara.
—Pero dijo que solo serían seis meses. —susurré casi a punto de llorar. —¿Cómo va a saber lo que siento? —todas se quedaron en silencio y una idea recorrió mi mente. Tenía que luchar por él, si quería ser feliz tenía que hacerlo, como mismo había hecho Betty con Stephen. Era mi turno de ser feliz.
Busqué los ojos de mi amiga y antes de que yo misma pudiera procesar lo que estábamos a punto de hacer. Ya ella había gritado a los cuatro vientos:
—¡Nos vamos a Vancouver!
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