Capítulo 19
-Tengo que llamarlo. -me levanté de mi asiento nerviosa y corrí en busca de mi móvil. Betty, Cloe y la abuela, me siguieron con desesperación.
Busqué entre mis contactos y caí en cuenta de que nunca había guardado su número de teléfono. Me quedé quieta por un momento pensando en que igual eso significaba que no debía hacerlo. Que me estaba dejando influenciar por mis impulsos.
-No, no puedo.
-Yo tengo su número, llámalo. -Betty me ofreció su móvil y lo tomé como si me hubiera dado el mejor de los regalos, esto también debía de ser una señal.
Uno, dos, tres... timbres y nada, no contestó.
Cloe lo intentó también, pero no tuvo suerte. Me dejé caer en el sofá del salón, sujetándome el pecho con las dos manos, algo allí dentro dolía y no tenía ni idea de cómo calmarlo. La radio aún cantaba aquella canción, la que me había dedicado...
Has sido la única, tú has sido la única para mí... estoy tan destrozado, amor, estoy tan hundido...
Había roto su corazón, lo había hecho sufrir y lo había dejado ir. Matthew se marcharía sin saber lo que yo sentía por él.
-Zoe ¿te gusta Matthew? -me preguntó la abuela aunque ya sabía la respuesta por mi reacción.
-Lo quiero, lo quiero incluso más de lo que parece posible, y no supe verlo hasta ahora. -contesté con lágrimas en mis ojos.
-Vamos al aeropuerto. -Cloe me tomó de la mano y me arrastró hacia la salida. -Jenna me dijo que su vuelo sale a las 9 pm, aún quedan 15 minutos.
No tuve tiempo ni para pensarlo, cuando me di cuenta ya nos encontrábamos las cuatro montadas en la Van con destino al aeropuerto Jean-Lesage de Quebec.
Betty conducía lo más rápido que podía, siguiendo las instrucciones de la abuela para hacerlo de forma segura. Cloe no dejaba de llamar a Matthew, pero seguía sin contestar. Aún nerviosa, y con el pulso disparado no lograba ajustar mis pensamientos. ¿Que le diría? Que lo quiero; que se quede, que no se vaya de mi lado, que quiero que seamos algo, que me importan sus sentimientos y que lo necesito.
Una idea pasó por mi cabeza. Si Matthew no contestaba a su teléfono, podría estar escuchando aún la radio o por lo menos eso era lo que quería creer.
-¿Qué hora es? -pregunté desesperada, el programa podría seguir al aire.
-8:46 pm. -marqué el teléfono con rapidez. Tanto tiempo escuchando la emisora que era imposible no aprenderme el número de memoria.
-Prende la radio. -le ordené a Betty mordiéndome las uñas. Me moría de vergüenza de pensar de que todo Quebec podría escucharme.
(...) Radio.
/-¿Tenemos tiempo para otra llamada? -preguntó Stephen mientras aún podía escuchar el timbre del teléfono. -Pues tenemos otra llamada.
Sentí por fin cuando el teléfono dejó de sonar y escuché la voz del locutor.
/-Hola ¿Con quién tengo el placer de hablar?
/-Hola... soy Zoe Girou. -me temblaban las manos y el corazón se me quería salir por la boca.
/-Me alegra que hayas llamado, Zoe. ¿En que puedo ayudarte? /la amabilidad de Stephen me relajó un poco.
/-Necesito decirle algo a alguien... -respiré profundo y me armé de valor. -Matthew, si estás escuchando esto por favor quédate, te necesito... que yo también siento lo mismo. Te quiero, Matthew, y me arrepiento de todo lo que te dije antes. De verdad. -deseaba con toda mi alma que lo hubiera escuchado.
/-Son lindas confesiones, hoy ha sido un día de declaraciones de sentimientos, y nos encanta saber que dos personas están así de enamoradas. Zoe, espero de todo corazón que Matthew se quede y puedan ser felices. Amigas y amigos, el programa ha llegado a su fin. Nos veremos dentro de dos días para juntos conocer nuevas historias. /
Esperaba que después de la llamada en la radio el repostero diera señales de vida, pero de no contestar pasó a estar en completo silencio. Su teléfono estaba apagado. Eso sirvió para que me pusiera incluso más inquieta. Necesitaba llegar de una vez al aeropuerto.
Aún podía escuchar su voz en mi mente, las palabras que me había dedicado en la radio.
No podía imaginarme mi vida sin Matthew, me había adaptado a tenerle cerca, a probar sus maravillosos pasteles, y a contemplar el azul de sus ojos. Por primera vez en mi vida, creí estar cerca de lo que otros llamaban amor.
Llegamos al aeropuerto a las 9:05, y aunque las grandes pantallas de la entrada ya indicaban que el avión con destino a Vancouver había despegado, aún tenía la esperanza de que Matthew se hubiera quedado.
No tuvimos que salir de la Van para encontrarnos a Jenna y a una pareja de mediana edad en el estacionamiento del aeropuerto. Supuse que se trataban de los padres de Matthew y no verle con ellos acabó con mis esperanzas.
-Jenna, ¿Matthew... ? -Cloe fue la única que tuvo el valor de preguntar.
-Se marchó hace unos minutos. -se notaba que había estado llorando la partida de su hermano mayor.
-¿Escuchó la radio? -preguntó Betty sacando la cabeza por la ventanilla.
-No. -había sido eso, no había escuchado mi confesión. Se había marchado sin saber que lo amaba.
-Hola ¿Son amigas de Matthew? -la señora de cabello oscuro y ligeras arrugas en el rostro nos miró con curiosidad.
-Sí. - contestó la abuela, y todas nos bajamos del coche para saludar. -Soy Jane, ellas son mis nietas, Zoe y Cloe, y esta chica guapa es Betty.
-Mucho gusto. Mi nombre es Robert, y ella es mi esposa Celine, somos los padres de Matthew y de Jenna. -el señor de barba prominente nos regaló una amable sonrisa.
-¿Vinieron para despedirse de mi hijo? -preguntó Celine, y yo me apresuré a contestar.
-Sí, queríamos desearle buen viaje. -la abuela me riñó con la mirada, odiaba las mentiras pero no podía contarles la verdad. No quería que supieran que en realidad esperaba que su hijo no se hubiera marchado a Vancouver.
-Si hubieran llegado 10 minutos antes lo hubieran logrado. Siento mucho que hayan tenido que dar el viaje en vano. Le contaré que estuvieron aquí. -la madre de Matthew era una persona muy agradable.
-Ya hablaremos nosotros con él, no se preocupen. -respondí, y lo decía en serio, mejor yo misma le contaba todo, una vez que el destino nos pusiera frente a frente otra vez.
-Ha sido un placer conocerlas, espero que nos conozcamos mejor. -se despidieron para buscar su coche en el estacionamiento.
Las cuatro volvimos a la Van desilusionadas, no quedaba nada que hacer. Tendría que esperar seis meses a que Matthew volviera a Quebec y contar con que sus sentimientos no hubieran cambiado. Me sentía impotente, tenía el corazón desecho, y me moría de ganas por verle.
El timbre del móvil de Betty nos alarmó y por un instante creí que sería él, que había vuelto, pero resultó ser alguien más.
-Stephen, hola. -lo saludó mi amiga algo inquieta.
-Dime que Matthew está con ustedes. -pude escuchar por el altavoz, no entendía por qué el locutor no me llamaba a mí para hacer esa pregunta, ni la razón por la qué sabía que Betty se encontraba con nosotros.
-Está camino a Vancouver ahora mismo. No escuchó la radio. -susurró, pero en mi mente pareció casi un grito desesperado. Mis ganas de llorar volvieron, pero eso no lo traería de vuelta, después de todo, la tonta había sido yo, por dejarlo marchar la primera vez.
-Oh, ¿Cómo está ella? -la pregunta del millón, no podía describir como me sentía o lo que sentía. Igual como siempre había pensado, era una señal del universo para que no estuviéramos juntos.
-Estará bien. -Betty siempre supo leer en mí.
-Eso espero. -y era sincero, Stephen se había convertido en un gran amigo.
-Gracias por todo, por acompañarme, por ayudarme y por preocuparse por mí. Sois los mejores. -esta vez no pude evitar llorar. Tenía que agradecerles el esfuerzo.
-No te preocupes, Zoe. Puedes llamarlo en cuanto aterrice, quizás esté a tiempo de volver. -la abuela trataba de animarme y lo cierto es que lo necesitaba.
Volvimos a casa en silencio, ninguna tenía la intención de tocar más el tema. Matthew tardaría 8 horas y 15 minutos en llegar a Vancouver, por lo que no sabría de él hasta el día siguiente. Esperaba que por lo menos contestara al teléfono y poder explicarle lo que siento.
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