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Capítulo 18

Decidí no confesarle lo que sentía, Matthew se marcharía a Vancouver, y nada lo detendría. Lo tomé como una señal del universo, que me manifestaba a gritos que no era buena idea que estuviéramos juntos.

¿Qué sentido tenía que yo le dijera que me gustaba? Si igual se marcharía. Lo podía ver, comenzaríamos una relación a distancia y lo dejaríamos en el primer mes porque ni siquiera habíamos tenido tiempo para nuestras primeras citas. Si había esperado 25 años por el chico correcto, no pretendía que mi relación con él comenzara de esta manera. Era mejor que me quedara callada, como otras veces había hecho.

Que Matthew se marchara no solo nos afectó a Jenna y a mí. Todos estábamos conmocionados con la noticia. Incluso Stephen, que lo había reconocido como el chico del restaurante, supo que era una mala señal, aunque dada la oportunidad que se le había ofrecido al repostero, no podíamos verlo como una total desgracia.

—Es solo por seis meses. —volvió a justificar Matthew por tercera vez durante la cena. Hacía ya media hora que nos habíamos acomodado en la mesa y por mucho que estuviéramos uno frente al otro, no había logrado mirarme a los ojos ni en un solo momento.

—Pero Matthew, ¿quién se hará cargo de la pastelería?—preguntó mi hermana con preocupación.

—Un amigo se encargará de ella, Jenna y tú podrán seguir trabajando sin problemas. —tranquilizó los nervios de Cloe al aclarar las dudas de su trabajo.

—Pero ¿Jenna se quedará sola en casa? —la abuela se alarmó sólo de pensarlo.

—No, mis padres llegarán mañana en la mañana. Volverán a establecerse en Quebec. —comentó pasando su mano por el cabello de su hermana que aún estaba triste.

—¿Y no vendrás a visitarnos en esos seis meses? —Betty había leído la expresión de mis ojos y trataba de ayudar.

—No podré, el viaje es largo y gastaría mucho en billetes de avión. —volvió a justificarse.

—Es una gran oportunidad, te dará a conocer como repostero nacional e internacionalmente. —comentó Stephen viendo el lado positivo de la partida de Matthew.

—Sí. —contestó con sequedad.

—Te extrañaremos. Cuando vuelvas, prométenos que la primera casa que visitarás será esta. —la abuela hizo que se sonrojara y antes de contestar miró en mi dirección esperando alguna reacción por mi parte. Pero no dije nada, no podía.
El asintió y la abuela quedó satisfecha.

—Stephen, estamos tan contestas que hayas venido. Siempre es lindo conocer gente nueva. —Betty trató de cambiar el tema, y centrar nuestra atención en el que debía haber sido el alma de la fiesta.

—Y yo que me hayan invitado. Son una muy acogedora familia las Girou. —en eso todos estábamos de acuerdo.

Decidimos por fin degustar en silencio del maravilloso cordero al horno que había preparado la abuela. Los halagos por parte de todos hacia su forma de cocinar no fueron escasos, y Matthew fue también blanco de la ola de elogios, cuando probamos su exquisito pastel de vainilla.

Ninguno de los invitados pretendía terminar la noche con una simple comida, por lo que a las gemelas se les ocurrió hacer del salón, un pista de baile, y obligarnos a todos a bailar.

Logramos desempolvar el viejo tocadiscos de la abuela, y Cloe fue la encargada de elegir la música.
You are the one that I want, se escuchó en todo el salón, y no hubo quien dejara del mover el cuerpo.
Stephen para sorpresa de todos era un gran bailarín, pero Matthew, el pobre, no logró agarrar nunca el ritmo de la canción.

—¡Por parejas! —gritó la abuela y eligió a Matthew para que la acompañara. Stephen y Betty se entendieron muy bien, y las gemelas ya eran compañeras de bailes de nacimiento. Jenna y Cloe, se acoplaron perfectamente, y yo preferí quedarme en una esquina para observarlos. No estaba de ánimos para bailar, y ni siquiera para hablar.
Desde que supe lo de Matthew, no me sentía motivada a disfrutar de la velada.

Otra pista los embulló a brincar de un lado a otro, por lo que decidieron unirse en el centro y enseñar sus mejores pasos de bailes. Para mi sorpresa no todos lo hicieron, y mis mejillas se incendiaron cuando por primera vez en la noche Matthew se atrevió a acercarse a mí.

—Quería invitarte a bailar, pero no quiero que te rías de mí.—se acomodó a mi lado y se recostó a la pared sonrojado.

—No lo haces tan mal, he visto peores. —mi corazón palpitaba con gran desesperación. Estaba experimentando nuevas sensaciones, y por un momento temí no poder contestarle.

—¿Qué tal tu día? —buscó mis ojos y casi pierdo el aliento cuando por fin lo tuve frente a frente.

—He tenido mejores.

—¿Puedo preguntarte algo? —asentí casi sin fuerzas, ya me imaginaba lo que quería saber.

—¿Stephen y tú, son novios? —el azul de sus ojos me tenía hipnotizada.

—Amigos, era lo mejor. —sus labios esbozaron una sonrisa y no sé por qué agarré los costados de mi vestido para no perder el equilibrio. Mis nervios estaban comenzando a traicionarme.

—Zoe, la chica del restaurante era la representante de la televisora, me pidió que cenáramos juntos para cerrar el contrato.

—No tienes porqué darme explicaciones, es tu vida, Matthew. —dije conteniendo el impulso de salir corriendo.

—Quiero darlas, el día antes te había dado a entender que me gustabas, no es de caballeros tener una cita al día siguiente con otra chica. —me quedé sin palabras ¿de verdad iba dejar ir a este chico?—Zoe, mañana en la noche me marcho.

—Me alegro por ti, mereces cumplir tus sueños. —no podía pedirle que se quedara, no tenía ese derecho.

—¿Y si mis sueños han cambiado?—sus ojos me pedían algo a gritos que no lograba entender.

—Los sueños no cambian, puedes apartarlos, pero llegará el momento en que te arrepentirás de no haberlos cumplido, habiendo tenido la oportunidad.—me alejé de él para buscar ayuda en Betty, necesitaba decirle a alguien como me sentía.

—Adiós, Zoe. —lo escuché susurrar y quise volver y borrar de su mente todo lo que había dicho, pero no me lo perdonaría a mi misma. Ya había tomado una decisión.

Los invitados se marcharon tiempo después. La abuela estaba contenta al igual que Cloe, pero yo, ni siquiera sabía cómo me sentía. Me creí perdida en mi propia casa y con el corazón destrozado porque así lo había querido.

Me levanté temprano a la mañana siguiente, y abrí la tienda con la motivación de que Betty había prometido acompañarme todo el día, así no lograba pensar en Matthew. Me distrajo con cualquier cosa que se le venía a la cabeza, y agradecí cada sonrisa que logro robarme.

En la noche, habíamos quedado para escuchar juntas el programa de Mr. Stephen, y a las 8: 34 pm fue que recordamos prender la radio.

(...) Radio
/—¿Con quién tengo el placer de hablar?

/—Hola. Soy Matthew Proulx. / palidecí al escuchar su voz, ¿para qué llamaba a la radio? Comencé a comerme las uñas de las manos por los nervios.

/—Oh, ¿Qué puedo hacer por ti? / estaba claro de que Stephen lo había reconocido también.

/—Llevo días haciendo el ridículo por ella, pero necesito decírselo por última vez. Puede que a nadie le importe o igual si. Me enamoré de la chica más maravillosa que he conocido, pero ella no quiere mi corazón. Quisiera que supiera que el local es suyo, que extendí su contrato indefinidamente y que si me hubiera pedido que me quedara lo hubiera hecho. Que lo que siento por ella podría ser eterno, y que estoy para lo que necesite aunque no le importe. Que la quiero... Goodbye my lover es la canción que quisiera escuchar, por favor Mr. Stephen. /

No me había dado cuanta en qué momento había comenzado a llorar, pero Matthew acababa de acariciar mi dolido corazón con sus palabras.
Existía alguien en el mundo que me amaba y yo lo había dejado ir...

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