Parte única: Un trago de su amargura
Bebo de mi copa. El líquido rojo violáceo embriaga al instante mi sistema.
La sangre pinta en mis labios la amargura de su amor que me llevé a la boca. Y el ácido tartárico hace efecto al provocarme una mueca disgustada después de sentir el leve sabor ácido.
Los presentes llevan en sus manos el amor eterno y contornean la figura curvilínea de este, el cariño de la persona amada toca apasionada y lentamente las yemas de sus dedos. Y Yo...
Yo solamente llevo en las manos una copa de vino amargo.
Lo que me trae miles de recuerdos.
De él.
Me permite comparar su presencia tal cual ácido cítrico. Y hasta ahora me arrepiento al permitir su fermentación¹.
Lo escruto a lo lejos en una esquina del gran salón, el traje negro resalta su sublime anatomía. Miro atentamente como con gran finura el vino roza sus labios y ya imagino con que placer se mantiene en sus papilas gustativas la bebida, a pesar del sabor amargo que jamás fue de su agrado. Sin embargo, como siempre, no hace amago de querer mostrar el disgusto en su sonrojado rostro.
Como un vino tinto frío que intenta engañarme, las repercusiones de una insensata asunción me sobrelleva solo cuando me encuentro de pie, reparo mi estado muy lejos de los cinco sentidos y debo sostenerme de algo para mantener el equilibrio , eso era lo que su presencia me causaba.
Me observa y me encojo, no quiero que sus ojos brillosos se posen de esa forma en mí. Decididamente alza su copa y brinda conmigo a la distancia, le importa poco que la sangre se me suba a la cabeza y me haga dar vueltas la mente que solo tiene lugar para tenerlo a él.
Me quedo impasible, y siento como mis piernas padecen de un ligero temblor que no tarda en desaparecer al querer mantener la compostura delante de tanta gente.
O al menos de él.
Quiero beber otro sorbo de la acerba bebida, intento distraer mi nerviosismo y, para mi mala suerte, se ha terminado. Me siento rídiculo al dejar que hasta la última gota choque mis labios, succiono al último nada más que aire aromatizado a uva fermentada, solo para no mirarlo de frente.
Tengo su esencia en todo mi ser, sin embargo.
Y la memoria de ese refrescante jugo de naranja que tomaba todo los días al amanecer de repente se convierte en un agrio y amargo vino tinto que mancha la cordura de su ser y el mío.
La valentía se me va de las manos como el recuerdo de la dulzura de sus caricias cuando veo que sus ojos resplandecen más, y esas perlas pintadas en galaxias ardiendo en un rojo enfermo las siento en mi boca casi haciéndome imposible el respirar adecuadamente.
Desvío la mirada evitando quedarme ciego ante la explosión del sol en esos orbes.
La copa tirita entre mi tacto.
Y escucho como se reproduce en mi cabeza el sonido estruendoso del objeto rompiéndose en mil pedazos, estos saltando por el piso y cortando la tranquilidad en la que anhelo permanecer junto a él.
Lo siento cerca.
Cómo alucino.
La única batahola que en mis oídos se hace presente y produce eco por todo el lugar, es el de mi corazón que palpitando agitado se olvidó de los beneficios del vino tinto, porque siento que esta frecuencia cardiaca no es normal.
Me doy cuenta de que exagero cuando recuerdo que se trata de él y, que si es así, tal vez está bien, es normal si se trata de él.
Me pierdo en el tiempo. Ese tic tac retumba en mis tímpanos y me arroja a ese mar rojo en el cual me mantengo en calma. Pero unos pasos cerca de los míos agitan las olas, y estas me envuelven, tragan mi sensatez y me arrastran con una brutal fuerza, quieren llevarse algo de mí.
La frugalidad se me escapa de las manos, y hurtan el coraje que nunca tuve, para dejar solo el gran amor que en él contuve.
La arena raspa mis brazos y la sangre brota como vino.
Cómo arde.
Pero más arde el sabor de su recuerdo en mi garganta, asfixiándome, consumiéndome.
Me encuentro sometido en una curda donde solo recuerdo lo mejor de mi vida.
Donde solo lo recuerdo a él.
A él y sus torpes besos llenos de su acidez y amargura que...
—¡Taehyung! —. Una voz conocida me lleva de regreso a la orilla.
—Ah, noona, ¿qué haces aquí? —. Miro con algo de desconcierto los ojos de mi hermana que trasladan mi mente a la realidad, la caída es dura.
—Te noté algo ido, deberías dejar de tomar, la fiesta recién comienza, no quisiera tener que irme temprano en la boda de mi mejor amiga —dice divertida, mientras yo me encuentro algo afligido.
—Claro, no te preocupes —mas no suelto la copa y solo junto mis labios y levanto las comisuras en un intento de relajarla.
—Es el hermano de JungHyun, no podría haber faltado.
Veo como se retira de mi lado después de dedicarme una sonrisa algo reprochadora, y mis deseo de que mi rostro no refleje mis pensamientos parece ser en vano.
Y, sin poder evitarlo, caigo otra vez en el peor de los demonios cuando vuelvo a contemplar su figura bajo la gran decoración de la celebración, comparte unas breves palabras entre risas con su hermano, quien lo deja solo para ir a acompañar a su —reciente— esposa, quien sonríe alegre envolviéndose en un pomposo vestido blanco.
Después de llenar mi copa, voy al otro lado del salón que se encuentra con algunos niños que no desean acompañar a sus padres a bailar, corren por el césped y sus buenos atuendos se arruinan en el acto. Ellos no se preocupan por nada más que disfrutar de sus juegos infantiles y deseo formar parte de, porque lo único a lo que yo juego es un sube y baja que nunca termina.
Una pequeña piscina aparece en mi campo de visión y me siento al borde de esta. Cierro los ojos por un instante, siento el malestar al momento por las copas que llevo encima. Una corriente de electricidad recorre mi cuerpo y me hace estremecer.
Entonces inhalo su aliento como un desagradable vino caliente que necesito para satisfacerme. Deseo no sufrir de esta sed si es lo único que puedo beber. Quiero pensar que no es producto de una pítima o producto de mi constante alteración al tenerlo en el mismo espacio.
Pero siento cuerpo cerca del mío, ruego esta vez no estar alucinando, y por primera vez la estrella fugaz se apiada de mí.
—Hola —dice calmadamente mientras en mí un torbellino de emociones amenazaba con marearme y llevarme sin compasión al piso.
—Hola... Jungkook —. Siento las cosquillas en mi estómago cuando la luna brilla más conjugando con sus perlas que se encuentran entrecerradas por el cansancio en medio de la borrachera que disimula muy bien.
—¿Qué haces aquí? —enarca las cejas mientras me extiende una mano para ponerme de pie y me regala una de esas sonrisas tan lindas, la luna oscura en su boca por la coloración de la bebida alcohólica. Y ambiciono ser el astronauta que se adueñe de ella.
—Noona es amiga de tu ahora cuñada —señalo. Me encuentro embelesado, sonrojado y no me atrevo a mirar sus ojos.
—Eso lo sé, tonto —suelta una pequeña risa que hace detener mi corazón y revivir miles de emociones —, me refiero a por qué estás aquí, solo.
—Te tendría que preguntar eso a ti —. Él solo se encoje de hombros y me dedica una mirada que no sé cómo descifrar.
—Ha pasado un tiempo, ¿no? —determina con algo de nostalgia mientras posa una mano en su nuca y deja la copa llena que ha traído consigo al lado de la mía —. Que-quería saber qué tal te ha ido....Si has conseguido un buen trabajo, ¿te has estado alimentando bien? —empieza a enredar sus palabras, estas corren unas tras otras con un poco de desesperación —...Quería saber si eres feliz, ¿te sigue gustando el vino?. Y-yo...-
Lo miro con duda cuando detiene sus palabras repentinamente. Hace una señal con la palma de sus mano para luego retirarse. Mi mente tarda en procesar lo que pasa. Después de unos segundo visualizo por la entrada como regresa con pasos apresurados, sus cabellos rojizos danzan y tiene en sus brazos un pequeño bolso que cabe en la palma de su mano.
—He estado bien, Goo —. Pronunciar su nombre como le decía antaño causa que sus ojos se ensanchen de sorpresa —. Por supuesto que me sigue gustando el vino —porque siempre me gustó él.
Mis palabras expresan algo más y ambos lo sabemos.
Le dedico una sonrisa que parece derrumbarse gracias a los nervios, eso es a poco a comparación de todo lo que estoy sintiendo y lo que tengo por decirle.
Nuestros ojos se encuentran, hablan por sí solos. Parece que la gravedad ya no ejerce fuerza alguna sobre mí, porque de pronto siento que floto y que no me encuentro tan lejos de la luna.
—Sabría que vendrías, así que yo...—dubita, se muerde los labios, un hábito suyo que denota nerviosismo —te traje un regalo —. Me extiende su mano, miro lo que trae entre sus manos, extraigo lo que estos sostienen y palpo en mis dedos la textura de algo suave y un poco roído.
—Es...-
—Sé que no es mucho, pero yo-
Sus palabras se cortan cuando no me resisto a envolver mis brazos en su cuerpo, y respirar su aroma después de tanto tiempo me hace sentir afortunado.
Y recuerdo cuánto lo amé cuando su cuerpo se aferra al mío e intensifica el abrazo.
Quiero saltar como un pequeño infante, como los que permanecen recreándose a nuestro alrededor, porque me siento como estos, siento que puedo soñar.
Me separo y observo con conmoción el pequeño objeto en el que se encuentra un diseño y una fecha.
Es algo especial para nosotros.
Un corcho del vino Raimat Cabernet Sauvignon del año 1996 con el que disfrutamos nuestra primera cita.
Imagino el sabor recorriendo mi lengua, lo siento real, así como sus labios amargos tocando lentamente los míos. He de decir que me encuentro extasiado rememorando cada momento.
Me agacho para recoger los dos vasos que se encuentran cerca del agua y contemplo la bella mangata que allí se dibuja, no es tan diferente a sus oscuros orbes reflejando afección.
En una mano la copa y en la otra su cariño
Doy caricias en el lugar lentamente como un consuelo, los recuerdos se hacen más visibles y contengo una gran sonrisa. El tacto de sus manos es tan familiar, lo revivo y las células de mi cuerpo son testigos de cómo estallan las emociones, recorren la sangre de todo mi cuerpo; y el vino, el césped.
Los pedazos de vidrio en el suelo.
La mirada de los niños sobre nosotros.
Su copa ya no más en su mano. Esta ahora en mi mejilla y yo perdido en sus encantos.
Pasó tiempo desde que no lo tuve cerca de mí y solo el vino acompañaba mi soledad y era testigo de cuánto sufrí su ausencia. Pero ha vuelto a mí. Su lindo rostro aún más bello, como un vino, mientras más tiempo pasa es difícil no apreciarlo sin sentir su finura.
Saboreo dulzura y eternidad por un instante.
Y lo olvido, olvido todo lo malo.
—Te extrañé —me sincero, contengo las lágrimas que hacen mis ojos más brillosos; siento un nudo en mi garganta, mi respiración se entrecorta.
Él responde lo mismo cuando junta nuestras frentes. Beso castamente su cabeza y algunos de esos rojos cabellos que lo cubren.
—Tae.
—¿Mmh?
Nosotros danzando al ritmo de nuestras respiraciones.
—Aún te sigo queriendo —declara. Esas palabras las siento en mi alma como una melopea que recitó con el corazón en la mano, e intento convencerme de que no es producto de la misma en la que nos encontramos.²
El mar se agita aún más y no puedo soportar el tsunami cuando me hallo calcinándome con sus ojos en los míos.
La marea arrasa con la estabilidad que mantenía mi cuerpo erguido sujetando el esbelto de él.
Es un bello desastre, con esos cabellos color rubí despeinados que cubren su frente, casi hasta llegar a los párpados, pero no llegaban tocarlos, porque no se atreven a ocultar la gran gema que sus ojos grandes son. Veo una película de amor en ellos, no tengo necesidad de mirar hacia el cielo. ¿Para qué? Si tengo delante mío miles de estrellas que ni siquiera pueden morir en el cataclismo de una supernova.
Sus labios delgados, rojos, oscuros, bermejos que me advierten estar cerca del peligro y me invitan a probarlos como un vino añejo.
Me amparo en sus caricias. Me regocijo en medio de estas, que me hacen perder los sentidos. Y me cuestiono quién es el vino tinto en verdad porque su presencia provoca la perdida de mi razón y compostura. Mi fragilidad se ve afectada.
Su afecto lo vivo como la primera vez.
Tan dulce.
Su aliento sabiendo a uvas.
—Aún te sigo amando.
Mis labios en los suyos.
Y los siento como siempre.
Tan amargos.
Me convierto en cofre de esas perlas y les doy valor.
Caigo en la dulce sensación de ese peligro que tentándome me embriagó.
Me adueño de la luna.
De nuevo siento esos suaves belfos que extinguen en mi ser completamente la cordura.
—También te amo.
Y sé que soy feliz en medio de esos besos que saben a un vino tinto del año 1996.
.🍷🍷🍷
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*¹ Los principales ácidos orgánicos de la uva son tres: tartárico, málico y cítrico. Este último desaparece durante la fermentación alcohólica.
| Tae se arrepiente de haber dejado ir a Jungkook.
*² Melopea
1. Composición poética para ser recitada con acompañamiento musical; es un canto monótono.
2. Borrachera, embriaguez.
| Las palabras que dijo Kook, Tae las sintió como un composición poética (significado 1) y quiso creer que no era producto de la borrachera (significado 2).
Sin más que aclarar espero que la lectura hay sido de su agrado, si fue así, me alegraría mucho que dejaran su voto. <3
Dato: Hice esto porque tuve un sueño en el que escribía algo así y mientras tomaba vino me dije why not jsjhd
Gracias por llegar hasta aquí, cuídense.
:)
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