Tercero: "Viaje nocturno"
Liora me mira con un falso desprecio, al observar mi tobillo con una venda. Se qué está sobreactuando.
—Eres una tonta—finge seriedad, me desaprueba y yo finjo sumisión, estando cabizbaja y apenada.
Estoy sentada en el asiento del copiloto, esperando al señor Alaric para que me pueda llevar a mi hogar. Puede ser incómodo estar adelante, sin embargo, es una gran oportunidad en cuestión de acercamiento.
Ya es muy tarde para tomar el autobús y ni se despegaron de mí cuando ni siquiera tengo rasguño alguno, a pesar de eso, estoy disfrutando cada instante de este papel ante ellos. La niña vulnerable e indefensa, herida, cuando deberían temer de lo que podría ser capaz si fuera verdad, porque en los momentos en que he estado más destruida es cuando he podido andar con más firmeza. La resistencia que me da el dolor es magnífica, bendita y para los demás, maldita.
—¿Cómo interpretarás tu monólogo en ese estado? Es más, Eliska te verá como presa fácil, Lina—ahora luce preocupada por las audiciones para la elección de la obra de teatro de invierno. Ya que nos dejaron hacer un monólogo en donde presentaríamos la introducción de una obra de nuestra autoría. Y lo más importante, la mejor será interpretada por todos.
Río al recordar a la desgraciada de Eliska Moroz, la cual se ha revelado consecutivamente conmigo, notándome como su amenaza con el papel protagónico. La última vez consiguió lo que quiso, quitarme ese papel, ya que el director Leopold dedujo que no estaba lista para un "papel tan grande" como el protagónico al no tener tanta experiencia como ella que ha actuado desde niña, cuando yo era espectadora y estaba ocupada sobreviviendo a mi traumática infancia. Mientras tanto, estuve atrás en el escenario para no opacarla, en un miserable papel de apoyo, el secundario.
Sin importar las palabras de los profesores los cuales dicen que cada rol es importante y esencial para la función, yo merezco ser la estrella, brillar y ser alabada con los aplausos del público. He vivido toda mi vida deseando ser esa gran actriz teatral. Recuerdo haber llorado detrás de bambalinas después de cada maldito ensayo al sentirme tan humillada y opacada, insuficiente e inservible. Una miserable fracasada. Ahora, ya no tendrá ese privilegio, será una épica batalla bélica.
—Si me subestima, el éxito estará a mi favor, porque bajará la guardia y podré atacarla en un descuido en donde se presente la oportunidad—la sostengo de la mano y la miro con seriedad, con mi verdadera personalidad diciéndole: —Nunca dejes que sepan tu siguiente movimiento, Liora. Deja de esconderte en papeles pequeños y saca a relucir el talento que tienes, estás ahí por una razón más grande de la cual puedes imaginar.
Mis palabras causan un impacto en ella porque abre los ojos y se queda inmóvil, procesando el empujón de confianza y motivación de mi parte. Ya que cuando recién nos conocimos en el taller de teatro de la preparatoria, me contó que cuando tuvo la oportunidad de actuar gracias a su papá, solía elegir papeles con pocos diálogos. Sé que soy un gran soporte para ella y realmente necesita confiar más en sí misma, tiene las armas necesarias para brillar y sin embargo, tiene tanto miedo de su potencial.
—El complemento perfecto, ¿no? La persona que merece más reconocimiento y la que tiene miedo de tenerlo—ríe con tristeza, con ese golpe de realidad.
—Es cuestión de estar dispuesta a todo por lograr tu sueño. Sangre, sudor y lágrimas—aprieto su mano, y le sonrío, queriendo iluminar su expresión. —Espero que compartamos el escenario en vez de únicamente el proceso de creación de vestuario y escenografía. No soportaré ser una sirvienta nuevamente—rememoro y rodeo los ojos, provocándole una carcajada.
Ya que ella estuvo a cargo del vestuario y escenografía, conoce el trabajo creativo detrás de escena. Y fue ella quien me hizo mi traje para esa obra en donde a pesar de todo, agradecí ser alguien más, aunque parece que no tan diferente de mi vida. Una esclava.
—Te garantizo que fuiste la sirvienta más sexy de la obra. ¿Cuál era su nombre?—ríe con burla y me agarra amistosa del hombro, cuando yo claramente he decidido borrar eso de mi memoria.
Sí, la experiencia fue enriquecedora, aunque no lo considero mi debut de mi potencial. No estuvo a mi nivel. Prefiero recordar con anhelo la presentación del primer monólogo que presenté en mi audición para entrar a la academia, tratándose del género de terror. De una pequeña niña que tenía un amigo imaginario el cual asesinaba a quien intentaba hacerle daño, incluso a su propia familia. Fue más que nada improvisación y amé estar por primera vez en el escenario, donde pertenezco, para eso nací.
—Ni me lo recuerdes, recordarlo es volver a vivir. Basta—le aviento la mano y cierro la puerta del auto del señor Alaric, el cual es color azul intenso, los asientos son de piel y el olor que tiene de aromatizante es olor a pino, es tan fuerte que me hace sentir náuseas. Bajo la ventanilla y Liora se posa para mirarme. —Tienes bastante energía después de la "intensa práctica" de hoy.
Ella sonríe cómplice, sabiendo a la perfección a lo que me refiero.
—Es que necesito "otro ensayo"—me coquetea, moviendo la cabeza en lo último, compartiendo un íntimo momento de complicidad y diversión al mismo tiempo.
—A la cama, Lora—el señor Alaric llega y burlándose de su hija a su manera, la jala del abrigo y la quita de mi vista como si fuera una niña pequeña.
—¡Ya tengo diecinueve, papá!—reniega y me da risa cuando se enoja, luce tan tierna que no la puedes tomar en serio.
—Para mí tienes doce, ya vete—le hace una seña con la cabeza y la deja hablando sola, subiéndose al auto y arrancando en tiempo récord. Me despido de Liora y se mete corriendo a regaños de la señora Naya quien la apresura.
Subo la ventanilla y los vidrios están polarizados, miro por la misma en lo que pierdo de vista la gran casa blanca con un enorme jardín bien cuidado con flores de colores por doquier. La señora Naya ama la jardinería y la cocina es su especialidad, tiene un gran sazón casero con el cual sientes el amor en cada bocado.
Al concentrarme en el presente, es la primera vez que estoy sola en el auto con el señor Alaric, por lo cual no sé si debería interrumpir el silencio ceremonioso o interactuar de alguna manera apropiada o incluso, inapropiada. Pienso hasta imaginar un diálogo mental para quitar la tensión e incomodidad entre ambos. Para obtener confianza, a cambio también debes darla. Es como un juego de ajedrez, debes actuar con cautela y estrategia.
—Señor Alaric, o debería llamarlo: "¿Profesor Alaric?"—mi tono es sarcástico, intento una táctica para llamar su atención y que me mire, ya que está con la vista fija al frente, presente y a la vez no, como un chófer pagado y obligado. Por eso mismo también opté por estar al frente, para no tratarlo con frialdad.
—Llámame como corresponde dependiendo en el ámbito que estemos, evitemos inconvenientes y malinterpretaciones—ni siquiera me mira al decirlo, cada palabra que emite me deja callada, es tan directo, formal y agresivo a la vez.
Su contestación me deja con una bofetada con guante blanco. Bien, no será fácil.
No se le ve interés en hablar ni negociar sobre lo que descubrió, probablemente tiene mucho en mente y una conversación incómoda es lo que menos necesita en este momento, lo que necesita es espacio o una charla ligera. Es de noche, el cerebro está cansado y es cuando puedes acceder más fácilmente a la vulnerabilidad del otro, sin embargo, debo jugar bien mis cartas para obtener lo que deseo a mi favor. Ante la indecisión, es mejor no forzar.
—¿Me puede dejar en la tienda de conveniencia más cercana, por favor? Compraré despensa de emergencia—le pido con amabilidad y es cuando por fin me mira, con esa seriedad que se transforma en preocupación.
—Es tarde, Alina. Es peligroso y no debes hacer esfuerzos—se detiene en un alto, somos los únicos en la carretera al lado del inmenso bosque. La temperatura baja y mi abrigo no es lo suficientemente grueso para abrigarme. Es entonces que al notar mis escalofríos, enciende la calefacción, notando que está atento a mis sentidos.
Asiento conociendo los riesgos. Estoy acostumbrada al peligro, si conociera mi vecindario lo entendería.
—Lo sé, señor Alaric. Sin embargo, le prometí a mi hermana comprar despensa y eso haré. La distancia es corta y yo soy rápida, tendré cuidado—intento tranquilizarlo aunque luce inquieto, no convencido.
—Ni hablar, te acompañaré en todo momento hasta que estés a salvo en tu hogar—responde como todo un caballero y no me sorprende, es más, es muy bueno para ser verdad.
Es más fácil acceder a su lado paternal, aún así, la mirada intensa al observar mi silueta no cuadra con su comportamiento. Parecía que nos cuesta leernos mutuamente, con señales mixtas lo que hace denso el ambiente, como si fuera fingido y ninguno cede a sus verdaderas intenciones.
—Se lo agradezco—me limito a responder con una sonrisa de gratitud.
El viaje nocturno sigue, trato de enfocarme al mirar por la ventanilla, al sentir la calefacción aumentar, me relaja. La luna llena brilla con intensidad al no haber nubes y la realidad se siente diferente, solamente se escuchan los sonidos del auto. Ambos permanecemos callados, eso hasta parar a la tienda de conveniencia en donde él aprovechó para poner gasolina y yo en lo que hacía las compras, una idea brillante me pasó por la cabeza al ver las revistas y periódicos en la estantería de novedades.
Al regresar al auto, y en lo que me ayudaba en poner las compras en la cajuela, me apresuré en buscar en mi mochila mi monólogo para presentar, dejándolo abajo del asiento para que después de dejarme, pueda tener la oportunidad de leerlo antes que el de los demás. Es una táctica ingeniosa que puedo intentar mientras nuestra confianza crece. Un pequeño y meticuloso descuido no hará daño.
Al verlo regresar, me doy prisa para que funcione mi plan, el corazón me late con rapidez y sonrío en mi interior con emoción, como si fuese más que una trampa, una prueba la cual gozaré esperando su resultado. Seguimos adelante y le doy una dirección falsa, cerca de mi hogar están unos departamentos viejos, en frente de un pequeño parque. Es cuando le hago creer que entro y subo, me doy prisa para evitar que me siga al querer ayudarme a cargar las bolsas. Me escondo hasta que lo veo retirarse y ahora así, por fin puedo irme caminando a mi hogar.
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