Segundo: "El profesor suplente"
Hacía seis meses desde que no veía al papá de Liora, y ahora está aquí al frente mío, en la cena familiar, en donde hay un ambiente incómodo de su parte. Recuerdo que estaba en la capital siendo el director de un Centro Cultural, siempre ha sido una figura ausente, ensimismado en su trabajo y refugiándose en él. Tal vez por eso aunque no quieran divorciarse, su matrimonio parece una farsa al igual que su pequeña familia perfecta.
El estar tanto tiempo bajo el mismo techo, me ha permitido acceder a sus secretos familiares. Así como el saber que la señora Naya, toma medicamentos psiquiátricos para tratar su depresión, que Liora bebía como consuelo por el vacío emocional que sentía hasta que me conoció, y que justamente él, fracasó en su carrera actoral de joven, entonces se dedicó a lo que pudo más por presión que por gusto, y que fumaba regularmente a escondidas. Y aquí están todos reunidos, riendo y sosteniendo una pesada máscara. Los ricos son igual o peor de miserables que los pobres, es solo el dinero lo que los hace lucir mejor.
—¿Ya le contarás a las chicas la sorpresa?—Naya sostiene la mano de su esposo, con alegría, y él en cambio, mira a Liora, evitando el contacto visual conmigo.
Luce inquieto, tenso, si tan solo supiera que yo fui la única que se dió cuenta de su intrusión. Lo miro con atención, mientras como con delicadeza las uvas rojas de postre las cuales hay en la mesa. Ladeo la cabeza, prestándole mi mayor atención, inexpresiva a pesar de estarme burlando por dentro.
Levf Alaric es un hombre sumamente atractivo, está bien cuidado para su edad, teniendo cuarenta y ocho, es más joven que su esposa. Tiene la piel un poco bronceada, el cabello castaño claro, un poco largo, siempre está bien peinado, vestido y perfumado, se preocupa mucho por su apariencia y ahora luce mejor, parece que ha ganado músculo. Tiene más barba, sus cejas pobladas destacan sus ojos color miel, iguales a los de su hija, tiene labios gruesos, y una sonrisa preciosa. La cual no sé cómo ha mantenido con su vicio, y esa expresión suya de indiferencia, es irresistible.
No encuentro lógica a que haya fracasado en su carrera actoral, si tiene el material completo para el éxito, la apariencia, el talento, la inteligencia y perseverancia. Supongo que el supremo decidió abandonarlo a su suerte o está pagando pecados no resueltos.
—Querida, lo arruinaste...—su voz profunda que comúnmente es neutral, ahora transmite decepción. Niega con desaprobación y bufa con molestia, eso sí, sus defectos son: que es impaciente, temperamental y aunque es reservado, no sabes cuándo está siendo caballeroso y cuándo lo disfraza con coqueteo con cualquier mujer que se mueva, supongo que está pasando por la crisis de su edad. Sin embargo, a mí nunca me ha faltado el respeto, aunque me mira mucho, siento que me sigue cuando cree que no me doy cuenta, cuando es tan obvio. Los hombres no saben disimular.
—¿De qué se trata, papá?—Liora aplaude con emoción, siempre apoyando los logros de su padre, su modelo a seguir.
El señor Alaric se dirige hacia ella y me responde con una sonrisa luciendo natural:
—Impartiré clases como profesor suplente en la Academia Artemy, en donde estudian—me mira de reojo, cordial, aunque no dura mucho porque mira más a su hija al decirlo. —A partir de mañana... Era sorpresa, hasta que tu mamá lo arruinó—baja su tono y lo escupe con decepción, entre dientes.
Liora se queda boquiabierta, procesando lo ocurrido y lo que representará. Se levanta y lo abraza, felicitándolo. Su tono parece forzado, hay una mezcla de genuina emoción, incomodidad y preocupación a la vez, supongo que es incómodo que tus familiares te observen en ese ámbito, es como invadir tu privacidad. Otra vez.
—Es increíble, señor Alaric. Muchas felicidades por su mérito, quedará perfecto en ese lugar. Y tiene mi palabra que nos esforzaremos al máximo en su estancia—le sonrío y la atención viene hacia mí, bebo de mi copa con agua, mis movimientos son lentos, elegantes.
Se queda sin palabras un instante, me mira sin decir palabra alguna hasta aclarar la garganta y prosigue:
—Te lo agradezco, Alina. Significa mucho para mí ya que eres como una hija para mí—al terminar de decirlo, la plática sigue, añadiendo que le ofrecieron el trabajo de manera temporal, pero que dependiendo de su desempeño, podría quedarse ahí. Al marcar el límite tan seco, siento un pinchazo en mi orgullo y mi mirada inexpresiva, intensa, está clavada en él, hasta que me hablan y sonrío, cambiando radicalmente mi semblante.
El encanto de este hombre viene de su franqueza, aunque me saque de quicio cuando he intentado acercarme más a él, sin haber encontrado el momento vulnerable adecuado para lograr mi cometido. Mi interés en su nueva posición me hace querer adentrarme más en la raíz de esta familia, tener mayor poder, por ahora no me conviene destruirla ya que debo seguir beneficiándome de la misma.
Al terminar de cenar, ordenar y limpiar, recojo mis cosas en la habitación aniñada de Liora, es una buena chica, consentida aunque con buenos modales y dulce. Ambas representamos un equilibrio en nuestro estilo y personalidad, se complementa entre sí, por eso hemos funcionado bien.
—Quédate a dormir, Lina. Es muy tarde—usa mi apodo como un cariño clave entre nosotras, me sujeta del brazo mientras está recostada mirando mis movimientos.
Le sonrío con ternura y niego.
—Ari me espera en casa. Debo asegurarme de que haya cenado y terminado sus tareas. Últimamente está descuidando sus estudios y eso me preocupa, cuando la enfrento, discutimos y se encierra evitando el conflicto—le soy sincera, necesitando de su apoyo y que conozca la situación por cualquier inconveniente.
—¿No crees que esté en malos pasos o sí?—su preocupación me hace dudar y cuestionarme de la conducta rebelde de mi hermana menor.
Me quedo sin palabras, analizando las posibilidades, lo último que me ha hecho y dicho.
Es cuando recibo una llamada, siendo ella, invocándola.
—Hablando del diablo—le sonrío bajando la tensión y me alejo para contestar.
—Hermana, ¿sigues ensayando?—Ari me pregunta conociendo mi rutina y yo río, negando.
—Estoy en la casa de Liora, ya voy para allá. ¿Ya cenaste?—bajo las escaleras y escucho a los señores Alaric hablar fuerte.
—Comí comida china.
—¿Otra vez?—me comienzo a desconcentrar al escuchar que el tono se eleva, pareciendo una discusión proviniendo del patio.
—Ya se acabaron las sobras de la señora Naya, y era eso o cereal—suena molesta, aunque debería estar agradecida de tener comida casera que le dan. Es una malagradecida.
Respiro, conteniendo mis emociones y evitar caer en su juego de adolescente caprichosa.
—Compraré despensa nueva, ¿hay algo en específico que necesites?—tomando el rol de hermana mayor, me mantengo al margen.
Se queda pensando y es cuando las voces aumentan tanto que me tengo que tapar el oído para poder escuchar la llamada.
—Ari, tengo que irme. Mándame una lista de lo que necesites y lo compraré camino a casa. Recuerda que revisaré tus pendientes, descansa hermanita—cuelgo la llamada cuando comienza a quejarse.
Bajo los escalones con cuidado, queriendo saber qué está pasando aunque ya intuyo que serán sus discusiones habituales. Son ese matrimonio que debería estar separado, sin embargo, no lo está y les hace más daño quedarse así.
Miro arriba y Liora cerró su puerta y seguramente estará cubriéndose los oídos con almohadas, harta de esta situación. De su familia disfuncional. La compadezco, y comprendo al mismo tiempo. Mi abuelo solía ser muy duro con nosotras, nos pegaba hasta exigirnos perfección, aunque tengo contados recuerdos buenos, una gran parte de mi infancia está bloqueada. No comprendo el porqué de pequeña le tenía miedo sin razón alguna, mi cerebro lo bloqueó al ser traumático, supongo.
Comienzo a escuchar críticas a su desempeño laboral, y también sobre su carente sentido de responsabilidad como figura de autoridad y ejemplo para su hija, así como lo que dicen los demás sobre él y las expectativas que debe llenar como mínimo. Me tapo la boca al escuchar la dureza y la cruda perspectiva que tiene su esposa sobre él.
—¡Ya te dije que esta vez funcionará! Me esforzaré para sustituir al director Leopold. Ya está viejo y me necesita para que el teatro funcione, lo apoyaré en las clases y evaluación de sus alumnos, por el momento solo seré un "simple suplente" como dices, sin embargo, iré escalando.
—Espero que esta vez tus fantasías se conviertan en realidad y dejes de soñar como un veinteañero. Mírate, ya eres lo suficientemente grande para afrontar quién eres y dejes de plasmar tus frustraciones personales en nuestra hija, que más te vale que la ayudes a triunfar para que no termine como tú. No sé qué admira tanto de ti—sus voces cada vez están más cerca y yo estoy disfrutando la telenovela que están montando así como de la gran información la cual estoy recibiendo, brindándomela en bandeja de plata para ser correctamente usada.
—Me admira por quién soy, no porque lo que aparento, Naya. Te crees la dueña de la casa porque estás siempre aquí metida, se te olvida quién trae el dinero para sostener este hogar. Tu rol es tan importante como el mío, no intentes minimizar mis esfuerzos ya que gracias a mi miserable existencia, vives cómodamente.
Se queda callada, sin más argumentos o simplemente cansada de ser un cuento de nunca acabar. El silencio parece eterno hasta que por fin habla:
—Estoy cansada, la niña Alina te va a escuchar, deja de hacer tanto escándalo y mejor sirve para algo y llévala a casa. Es tarde y la pobrecita de su hermana está sola—Naya pone fin a la discusión y cuando escucho sus pasos acercarse, finjo el estar terminando la llamada telefónica y apenas bajar.
Es cuando ambos se me quedan mirando en el último escalón, la señora Naya me sonríe y el señor Alaric, se queda serio.
—¿Levf puedes llevar a Alina a casa? Mientras, te empacaré comida para que lleves—ordena más que pedirlo, me mira suavizando su expresión y le hace caso a sus palabras, yéndose con prisa y yo asiento, agradeciéndole.
El señor Alaric se mantiene indiferente, cruzado de brazos sin añadir nada más, seguramente tragándose el coraje. Parece que sigue suprimiendo sus emociones al discutir, obediente para evitar problemas y que se deterioren más los lazos rotos de esta familia.
—Muchas gracias por hoy, me iré a despedir de Liora y traeré mis cosas, no tardo—decido contar el silencio, me doy la vuelta y subo con rapidez, un poco nerviosa por la mirada intensa del señor Alaric, cual escaner. Es entonces que me tropiezo y caigo a mitad de las escaleras, provocando el eco al llamarme así como la preocupación de todos.
Él es el primero que acude a ayudarme, ya que es el más cercano a mí y es como si mi torpeza activara su instinto protector porque me ayuda a levantarme en lo que Liora y Naya me miran preocupadas y exaltadas. Su tacto es gentil, rompiendo el hielo entre ambos, al momento de levantarme mientras me preguntan que si estoy bien, nuestra mirada se conecta y su expresión es completamente diferente. Decido aprovechar y fingir mayor dolor, en una suave queja y tocando el área del tobillo, entrando en mi papel de una pequeña e inocente paloma herida que necesita cuidado. Sonrío con satisfacción en mis adentros al tener que cargarme y sostenerme entre sus brazos hacia el sofá de la sala. Es como si no pesara casi nada, o será cuestión de su adrenalina, aún así se siente como una escena montada a la perfección, una improvisación exitosa. Me aferro a él y cruzo ambas manos como si me perteneciera, conociendo mi siguiente objetivo en esa familia.
No necesitas estar completamente aburrida de un juguete para tener uno nuevo, ¿o sí?
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