Cuarto: "Monólogo"
Los escenarios de la noche anterior, me mantuvieron despierta queriendo imaginar una estrategia ingeniosa para salirme con la mía, que sea efectiva y parezca espontánea, natural. Eso hasta escuchar a Ariselle llorar, a pesar de creer que estaba dormida e intenté no hacer ruido al llegar, su dolor me mantuvo alerta y distraída. La pequeña vieja casa tiene paredes que parecen de papel.
Las palabras de Liora no abandonan mi cabeza, la posibilidad de que esté en "malos pasos" me deja inquieta. No queda con el ejemplo que le he mostrado, sin embargo, su personalidad es blanda, es demasiado gentil y emocional que lo que sea que le sucede, la hace romper en llanto, se convirtió más sensible desde la partida de nuestro abuelo. Incluso, cuando era más pequeña, lloraba todas las noches en mis brazos por ser huérfana, aunque está la posibilidad de que nuestros progenitores estén vivos, para mí al olvidarse de sus propias hijas como si fueran objeto de caridad o animales a regalar, desde ese momento, están muertos para mí. Incluso ella padecía de terrores nocturnos y mantenía una actitud sumisa. Tan diferente a la mía, lo que me hace tener una actitud sobreprotectora.
Nos quedamos estirando y repasando nuestro monólogo en el cuarto de ensayo, antes de la hora de presentación. Me observo en uno de los enormes espejos que tengo al frente mío, luzco ojerosa en mi piel rosada, necesito más maquillaje. Mis ojos rasgados y de color café oscuro se ven irritados, y mi cabello larguísimo, lacio, de color castaño oscuro, aunque está recogido, se ve despeinado. Soy un desastre andante.
Mi cuerpo aunque es bastante largo y delgado, siento que no es lo suficientemente estético para estar en escena. Debo verme como una pequeña y perfecta muñeca de porcelana, mantener esa imagen de pureza y belleza descomunal con la cual he sido elogiada y destacada. Al tener rasgos delicados luzco inocente, aunque he tenido beneficios por mi genética asiática, aquí es tan importante tu visual como tu talento.
Necesito bajar más de peso antes de las audiciones oficiales para la obra de teatro de invierno si quiero tener el protagónico, debo comenzar desde ya a mi dieta. A la par que ensayar hasta que sea suficientemente buena como para ser elegida como protagonista. No me importa si debo quedarme sin voz, con moretes en mi piel y ampollas en mis pies, no será la primera vez que me desgasto a tal nivel.
—Rubinblod, ¿ya terminaste con la autocrítica matutina?—la voz dulce de Eliska es como un sonido insoportable en mis oídos.
—Apenas comenzaba, Moroz. Deberías hacerme compañía un día de estos, es eficiente para mantener la autoexigencia—le sonrío con inocencia, sin demostrarle la molestia que me causa su presencia.
Ríe siguiéndome el juego.
Su cabello ondulado y color negro azulado, está esponjado, su piel morena luce radiante y parece no tener maquillaje. Sus ojos grandes y de color verde, se hacen más pequeños al sonreírme cuando conozco perfectamente el desprecio que siente por mí, está en el aire.
Porque en nosotras, las peleas son implícitas, indirectas con el tono amigable e hipócrita, hasta tener la oportunidad de opacar a la otra con nuestro arduo trabajo y esfuerzo en puesta en escena. Aquí la verdadera batalla es en el escenario, aunque eso no quiere decir que no podemos sabotearnos.
—Estoy bien así, te lo agradezco—le da un sorbo a su termo lleno de café y su estómago luce inflamado. Es más alta que yo, con curvas prominentes aunque sigue siendo delgada, sin embargo, estas últimas semanas he notado que ha subido de peso, debería cuidarse mejor y no confiarse en que obtendrá por consecutiva vez el protagónico. —Por cierto, ¿qué te pasó en el tobillo?—me apunta y recuerdo mi táctica.
—Ah, eso—la miro a través del espejo y hago una expresión de dolor al tocarme el área. —Me tropecé ensayando y me duele... Espero que no sea nada grave. El médico me dijo que con reposo y hielo la hinchazón bajará, así que debo relajarme un tiempo—le respondo despreocupada, añadiendo detalles a mi evidente mentira, deseando que muerda el anzuelo al creer que dejaré de esforzarme al límite. Si supieran que cuando no puedo dormir o tengo mucho ruido mental, me quedo horas y horas practicando hasta que el agotamiento me obliga a detenerme.
Enseña los dientes como si fuera a ella a quien le doliera.
—¿Ya están listas, chicas?—se acerca su primo, Oskar Moroz, sujeto el cual ha estado detrás mío desde que entramos a la Academia Artemy. Aunque es atractivo, muy alto, delgado, con cabello ondulado y ojos oscuros, no me gustan las facciones finas y delicadas que tiene, como de niño bueno.
Agarro mi botella de agua y le doy un gran trago, queriendo beberme el desagrado de este dúo que resulta ser un combo para los ácidos de mi estómago.
—Ya casi—le sonrío hipócritamente amable y se detiene a mirarme cuando yo despego el contacto visual, me mira sonriente, sin disimular. Es del tipo extrovertido e insolente, lo único que no repudio es su desempeño teatral y artístico, en ello tiene mi respeto. Supongo que el talento viene de su linaje, sin embargo, la personalidad es un tema aparte.
El director Leopold nos llama y nos hace dirigirnos a las butacas del teatro, afuera de aquí. Y sé exactamente la razón, la cual confirmo al aplaudir cuando el señor Alaric está en el escenario siendo presentado como nuestro nuevo profesor. Por ahora, porque sé que aspira llegar a lo alto, y para ser honesta, es conveniente tenerlo a él como director, sin embargo, será poner a prueba su profesionalismo. Lo que será capaz de hacer en esa nueva posición de poder.
La emoción es palpable y los aplausos hacen eco en el teatro casi vacío, cuando estás aquí, pierdes la noción del tiempo. Puedes llegar muy temprano e irte muy tarde hasta encadilarte cuando sales. Es asombroso.
Su voz al agradecer es completamente diferente a la usual neutral y profunda, un poco rasposa, ahora incluso su expresión luce iluminada, con otro semblante que demuestra su auténtico ser, su pasión al estar en el escenario y lo entiendo a la perfección. Su esencia tiene ese misterio, elegancia y porte que haga lo que haga, se ve bien. Aún siento su perfume en mis fosas nasales, intoxicándome.
Los susurros no tardan en hacerse presentes y las miradas indiscretas miran a Liora, ella luce incómoda, se rasca la piel en nervios y pareciendo su ansiedad presentarse. Sujeto el lugar donde se rasca, evitando que prosiga, niego con suavidad, dándole a entender que no le dé mayor importancia. Más bien, debería considerar el beneficio que esto representa en su desenvolvimiento, y lo que también me avisa que debo tener cuidado con que no me opaque con las futuras decisiones que se tomarán.
Liora agacha la cabeza y se queda mirando mi mano en su piel, como si estuviera apreciando mi tacto, idealizando una simple acción de control.
Al proseguir con las nuevas noticias, la presentación de nuestro monólogo por fin se acerca y nos dan las instrucciones de que tenemos tan solo cinco minutos en escena para hacer eficiente el tiempo de clase y después, dejar nuestro trabajo para su evaluación.
Nos van llamando al azar, jugando con nuestros nervios e impaciencia, mi interés en cada monólogo aumenta al analizar cada detalle de mis compañeros, qué tan creíble es la piel que están interpretando, para conocer qué es lo que necesito trabajar, las fortalezas y debilidades de cada uno. Liora en cambio, tiembla y se mantiene leyendo su monólogo, memorizando cada parte y actuando como si fuera directo al matadero.
Su actitud me distrae y le sujeto su mano, está sudando frío y mueve el pie sin parar.
—Debes sentirlo, no solamente memorizarlo—se lo digo bajo, con seguridad.
Asiente sin responderme y bebe de su botella de agua, queriendo tragarse sus nervios. Lo peligroso de las emociones, es que puedes influenciar en los demás, compartir de manera vívida lo que sientes.
Sí, estar frente a un escenario por tu cuenta, parado en tu marca, con las luces pegando en tu cara, la sensación de estar expuesto y vulnerable a miradas y palabras críticas, asusta. A pesar de ello, el sentir miedo es natural y necesario para tu desenvolvimiento escénico. Puedes sentirte diminuto, con las palabras grabadas y tus sensaciones personales atoradas, es parte de ese proceso de incomodidad que debes enfrentar. Pero lo más difícil de todo es el autosabotage.
La mayoría parecen estar leyendo sus diálogos, anotando las palabras críticas del director Leopold en retroalimentación, no todos están completamente atentos, lo cual siento como una trampa para nuestra concentración.
Los títulos que presentan son interesantes, otros son cortos y memorables, los géneros más expuestos en sus monólogos son el drama, comedia y tragicomedia. Los aplausos aliviaban la tensión asimismo como las risas en ciertas actuaciones y comentarios cómicos que añade el profesor Alaric, lo cual también relaja a Liora. Por fin sonríe.
Miro su papel y tiene como título "El juego del velo", una idea que me contó que desarrolló desde la secundaria, como un corto de terror en donde trata de un ritual en donde una viuda invoca al espíritu de su esposo fallecido a causa de una enfermedad terminal. Sin embargo, queda atrapada en un juego infernal del cual no podrá escapar.
Tiene bastante talento para escribir, tiene futuro como dramaturga o incluso escritora, lo cual me hace pensar que su papá influyó enormemente.
Al contrario mío, soy celosa con mi trabajo, no me gusta compartir mis ideas, me gusta sorprender con el resultado final y mantener el proceso privado. Cuando haces una obra de teatro, es imposible eso, necesitas trabajar en equipo y ensayar de manera innumerable, porque en el teatro, al final, no hay un corte de repetición en escena, debe quedar a la primera, perfecta. Claro que puedes improvisar, aunque no es el plan inicial.
La interpretación de los Moroz es casi impecable, empezando por Oskar que le queda increíble el personaje de noble, es bastante creíble, sin embargo, su monólogo llamado "Máscaras de deseo", me da las vibras a la historia de "El retrato de Dorian Gray". Muestra superficialidad, con tintes eróticos, lo que destaco principalmente es el aspecto de la ambientación en la época victoriana, las máscaras y el suspenso. A comparación de Eliska, con el suyo con el nombre "Cátedra de pecado", es donde relata los pecados capitales de manera más metafórica, con danza, mostrando cómo su personaje se le corrompe su pureza, sin embargo, es la heroína de su historia, saliendo ilesa de la telaraña de mentiras. Luce más estilo musical y es que debo admitir, tiene una hermosa voz, aunque no lo suficiente para dedicarse a la ópera, es más, debería seguir practicando para dejarme el paso libre al éxito, sin su competencia estorbando en mi carrera.
Lo que sé sobre la familia Moroz, es que todo empezó con sus abuelos que fueron unos famosos cuentacuentos, viajaron para interpretar y mostrar sus historias al mundo entero. Ganando así reconocimiento y prestigio, no fue sencillo, es más, muchos en su época los trataron como lunáticos y vagos, no obstante, lograron tener éxito por su esfuerzo. Creando un linaje lleno de artistas talentosos, ya que sus hijos son escritores o trabajan en relación al arte y sus nietos, son la promesa actoral que enorgullece su sangre.
Los aplausos aumentan, Liora aplaude con verdadera emoción y yo lo que hago, es aplaudir con lentitud, mostrando mi clase y respeto por encima de mis emociones. Hasta que me llaman, "Alina Rubinblod", mi nombre resuena en todo el teatro y mi corazón siente una punzada, voltean a verme, su atención me da fuerzas. Liora me da palmaditas de motivación lo cual aprecio, me dirijo al escenario, con precisión, apretando mi monólogo, más que nervios es emocionante ese transcurso en el cual recorro el camino, el tiempo parece detenerse y me imagino como si el público estuviera lleno. Subo las escaleras, intercambio una fugaz mirada con el profesor Alaric hasta estar aquí, donde pertenezco, en frente de todos en escena, en donde es mi turno de brillar.
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