Capítulo 26
—Y eso fue básicamente lo que pasó —concluyó Yoongi llevándose un bocado de rosquilla a la boca, masticando con las mejillas llenas—. Así que ahora tengo pareja predestinada, que es delta, y ya me marcó.
Taehyung parpadeó un par de veces con la boca abierta, intentando procesar toda la información que le fue concedida de golpe. Era demasiado para su pobre cerebro recién despierto; a las ocho de la mañana sólo quería estar envuelto entre sus sábanas y no comiendo frente a los nuevos tortolitos de la universidad.
De sólo pensar que sería la tercera rueda le daba escalofríos. Pero estaba feliz por su amigo, después de todo.
—Los encuentros entre parejas predestinadas son tan extraños... —contestó después de unos cortos segundos, mordiendo su magdalena casi con amargura—. Realmente los envidio. Tienen la certeza de que alguien ha nacido para ustedes.
Jimin intercambió una mirada breve con Yoongi ante las palabras del beta.
—Bueno... —habló el delta después de un profundo silencio, llamando la atención de sus dos acompañantes—, existe una teoría de que los betas en realidad sí pueden tener pareja predestinada.
Taehyung negó, sonriendo. —¿Cómo es eso posible?
Jimin asintió dándole un trago a su capuchino, observando la expresión incrédula del castaño con cierta diversión. Pero no estaba diciendo ninguna estupidez, realmente había estudios en proceso.
—A raíz de su celo, cabe la posibilidad de que ocurra. Están investigando sobre ello...
Yoongi siguió la plática hablando sobre la pareja que imaginaba para su mejor amigo. Con especificaciones como "debe ayudarlo a tener un mejor humor por las mañanas", Taehyung actuó ofendido. Jimin sólo los escuchaba con una sonrisa, especialmente atento a las risas y los regaños que Yoongi hacía y que le provocaban sentimientos agradables en el pecho.
Después de desayunar en aquella pequeña cafetería, los tres se dirigieron a sus respectivas clases. O al menos Taehyung; porque Jimin insistió en acompañar a Yoongi a su facultad con la intención de tener una corta plática con él a solas.
—Yoongi, ¿no te molesta que sea delta? —aquella pregunta tomó por sorpresa al rubio, quien miró al contrario por unos segundos antes de negar con la cabeza—. ¿En serio?
—Sí.
Jimin jugó con la punta de su zapato cuando se detuvieron delante de la facultad del omega, denotando lo inquieto e inseguro que se sentía al respecto. Aún después de haber conversado con la doctora y de haber acordado en que llevaría las cosas con calma, aún sentía que Yoongi pudo merecer algo menos problemático.
—Pero quizá estuvieras mejor si aún fuera un alfa normal...
—Quizá —Jimin levantó la mirada cuando Yoongi tomó los costados de su rostro con sus manos. Se encontró con los ojos almendrados del otro, y con esa sonrisa reconfortante que le transmitía calma—, pero entonces quién sabe cuándo habrías venido a Seúl. Estoy contento ahora mismo y de que las cosas hayan terminado bien, tranquilo...
Jimin sintió aquello como un abrigo para su preocupado corazón. Yoongi siempre podía lograr disipar sus nervios con sólo una sonrisa. Se había dado cuenta de que, al pasar los días, el omega se volvía más y más acogedor y atrayente. Él, por su parte, se dejaría llevar por su corriente y dejaría las cosas fluir entre ellos.
Estaba feliz de tenerlo.
—¿Sabes? Estaba pensando... —el delta aprovechó aquel momento para continuar hablando un poco más sobre sus pensamientos—. Creo que recuerdo haberte visto antes.
—¿En serio?
Yoongi separó su toque y se acomodó el bolso en uno de sus hombros. El más menor asintió.
—Sí. Hace tiempo, en una de mis primeras vacaciones encontré a un niño que olía a vainilla.
Yoongi agrandó los ojos con curiosidad, pero de inmediato su expresión cambió a una de sorpresa. Un pequeño brillo apareció en sus orbes cálidos como una estrella fugaz.
—Espera... —con una mano cubrió su boca, ocultando su gran sonrisa de la impresión. Jimin sonrió automáticamente—, creo que también acabo de recordar algo.
—También lo recuerdas, ¿no?, dijiste que mi aroma era tierra mojada.
—Mi madre me dijo que era imposible que tuviéramos olor... —Yoongi rió nerviosamente, recordando con algo de lucidez aquella tarde de verano—. Ni siquiera nos habíamos presentado.
—Así es.
Ambos se miraron un poco más, aún impactados por aquel extraño descubrimiento. Observaron en los ojos del otro cada minuto de aquel caluroso día de playa, y la manera en que jugaron inocentemente sin saber que aquel sería el primer día de una gran historia.
Yoongi supo que la doctora tuvo razón. No lo sabían, pero siempre estuvieron destinados a suceder.
Rodeó con sus brazos los hombros del otro, acortando tímidamente la distancia. No importaron las miradas curiosas de los demás estudiantes y algunos profesores, Yoongi necesitaba que Jimin lo escuchara atentamente.
—Gracias por reaparecer en mi vida —susurró como una caricia, juntando su frente con la contraria. Jimin sonrió por sus palabras, enternecido por la forma en que habló.
Rodeó la cintura del contrario y se atrevió a dejar un pequeño beso casto sobre los delgados y rosados labios, el primero desde el día en que fueron sinceros el uno con el otro.
—Gracias por dejarme entrar en la tuya, Yoonie.
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