"𝑃𝑟𝑜𝑙𝑜𝑔𝑜"
El sonido pesado de su propia respiración taladraba sus oídos y canalizaba en su mente como recordatorio del esfuerzo inhumano que estaba realizando para continuar moviendo su anatomía. Sollozó, con el pensamiento fatalista —pero muy realista también—, de ser alzcanzado por los cuatro matones que le perseguían.
Inhaló con fuerza sintiendo el aire arder en todo su paso por las vías respiratorias hasta llegar a sus pulmones. El dolor en sus piernas le hizo pensar que sus músculos se desgarrarían en cualquier momento y su cuerpo cedería. Llevaba más de quince minutos corriendo por las calles de la marginada Mullae-dong, intentando escapar de sus cobradores.
Hace poco más de nueve meses se le había diagnosticado Tuberculosis, el tratamiento era largo y necesitaba de varios medicamentos, los cuales no tenía dinero para costear. El préstamo que pidió al banco fue denegado por no tener un trabajo oficial, y a sus padres ni por asomo les pediría el dinero, ellos no gozaban de la mejor de las situaciones si hablábamos de economía. Por eso, su mejor opción había sido pedir un préstamo a Red Bullet, la mafia más conocida en todo el país, y también la más peligrosa.
El préstamo inicial había sido de 5 millones de wons, pero cada mes que pasaba le aumentaban un millón de intereses al monto inicial. Actualmente, su deuda había ascendido a 14 millones, un dinero que no tendría nunca en su vida, y obviamente, no podría pagar.
Por eso tal persecución. Habían estado esperándolo a la salida de su trabajo de medio tiempo en una cafetería, alegando que su jefe quería tener una seria charla con él. Como pudo se coló entre los hombres trajeados y comenzó a correr como si su vida dependiera de ello —porque lo hacía—, por las calles transitadas de Seúl, pensando que entre tanta gente podría escabullirse y despistarlos, cosa que no sucedió.
—No, por favor —rogó cuando un auto negro se estacionó frente a él impidiéndole el paso.
Cuatro hombres más bajaron del auto y le sujetaron con fuerza. Se removió intensamente queriendo escapar, pero la fuerte bofetada que llegó a su rostro lo hizo mantener la calma. Otra bofetada más llegó a su cara, y luego un puñetazo en el abdomen que lo dejó sin aire.
—Estúpido, solo empeoraste las cosas, el jefe Jeon sabrá de esto —habló uno de ellos, haciendo una seña con su mano para que dos de esos matones le golpearan.
Aunque intentó defenderse, le resultó imposible hacerlo antes los disímiles puñetazos y patadas que le proporcionaban. El sabor metálico de su propia sangre se abrió paso en su cavidad bucal, sintiendo su cuerpo desplomarse en el piso sin fuerzas, su mente fuera de sí, despersonalizado totalmente de su cuerpo.
No pudo resistir mucho más y sus ojos se cerraron, escuchando vagamente la voz del hombre pedirle a los hombres que se detuvieran.
—El jefe Jeon pidió que lo llevaran intacto —discordó el conductor, que hasta el momento había permanecido en el auto.
—No creo que se enoje porque golpeamos a un insecto como este —respondió el que parecía ser el líder del pequeño grupo—. De todos modos, ¿por qué el jefe está pendiente de un simple deudor?
—Creo que fue porque de pura casualidad vio sus fotos e información en la oficina del señor Min.
—¿El jefe Jeon será homosexual? El chiquillo es lindo de todas formas —opinó agachándose para tomar entre su índice y dedo pulgar el mentón del muchacho, manchándose con la sangre que escapaba de la nariz rota de este—. Si el jefe no lo mata me quedaré con él.
—Mejor llevémoslo a la mansión antes de que el jefe ordene cortar nuestras cabezas.
Entre dos de ellos levantaron el cuerpo inerte del deudor, metiéndolo sin ningún tipo de cuidado al auto. El chico se mantuvo inconsciente la mayor parte del viaje. Se despertó levemente cuando sintió su cuerpo ser empujado bruscamente al suelo, vislumbrando solamente entre la negrura que comenzaba a apoderarse de su vista, un par de lustrados zapatos oxford de tacón bajo.
—Buen trabajo, chicos, les recompensaré muy bien por haberme traído a Park Jimin.
[...]
Su cuerpo se sentía pesado, al igual que sus párpados. Sonidos raros y en un primer momento, incomprensibles, se colaron en sus oídos. Solo pasaron varios segundos para que lograra indentificarlos: el sonido de cadenas tintineando, seguido de susurros entrecortados y lamentos apenas audibles que parecían danzar en el aire viciado. Una sensación de confusión y terror invadió su ser mientras intentaba comprender el escenario que se desarrollaba a su alrededor.
Con un esfuerzo sobrehumano, finalmente abrió los ojos, encontrándose en una habitación oscura y lúgubre, donde el aroma a óxido y a putrefacción le causaron una arcada. Observando alrededor, pudo notar en la penumbra la silueta de un hombre, alto y fuerte, de pie frente a él. Un escalofrío de terror recorrió su cuerpo al darse cuenta de que no estaba solo.
Se escuchó el sonido de un interruptor.
Se quedó cegado por unos segundos debido a las repentinas luces amarillas que iluminaron aquella habitación. Cuando finalmente sus pupilas se adaptaron a la luz, tuvo que contener otra arcada y un grito de pánico. El hombre frente a él vestía una camisa negra, unos pantalones de corte recto negros que se ajustaban en su cintura, y unos zapatos formales, aquellos mismos zapatos oxford de tacón bajo que había visto antes de caer inconsciente de nuevo.
El hecho que lo tenía al borde de un ataque de pánico, era la condición del hombre. Su cabello oscuro cual noche de luna nueva goteaba sangre, su rostro estaba manchado también de aquel líquido rojo, al igual que sus manos. La sonrisa con la que lo miraba le ocasionó tales escalofríos que incluso su piel se erizó por completo.
—¡Nuestro invitado ya despertó, señores! —exclamó con alegría, dándose la vuelta.
Solo ahí fue que Jimin notó los tres hombres que estaban amarrados en sillas de metal, todos ensangrentados y soltando quejidos poco audibles. Apretó en puños sus manos temblorosas, dejando que lágrimas silenciosas resbalaran por sus mejillas. Él al igual que ellos estaba atado a una silla metálica. ¿Acaso lo torturaría de igual forma? ¿De casualidad ellos eran deudores al igual que él?
—¡Justo a tiempo para el espectáculo!
Se acercó a uno de ellos, tomando un cuchillo de una mesa con varios instrumentos. Pasó su dedo índice por el filo, realizando un pequeño corte en el pulpejo de su dedo. Desvío su mirada hacia Jimin, sonriendo de lado antes de llevarlo a su boca y sorber la sangre que escapaba de la pequeña herida. Acto seguido aseguró el agarre del cuchillo antes de apuñalar a uno de los hombres en la parte superior del abdomen.
—¿No los reconoces? —Se giró hacia él, acercándose a pasos lentos, los tacones resonando a pesar de los gritos ahogados que soltaba el señor al que acababa de apuñalar—. Él fue el que te rompió la nariz —señaló al que todavía tenía el cuchillo enterrado en su cuerpo—, este otro fue el que te ocasionó esto —levantó ligeramente su camiseta, dejando ver un gran moretón en la parte baja de su abdomen, justo al lado de su ombligo.
» Y este fue el que ordenó que te golpearan. Estos cabrones no pueden cumplir una simple orden. ¡Tráiganme a Park Jimin intacto! ¡Fue lo único que jodidamente pedí! Sin embargo aquí estás, con la nariz rota y todo golpeado. Creo que estarás de acuerdo conmigo en que merecen una muerte lenta y dolorosa, sin embargo, prefiero que me veas aseado y limpio. No te estoy dando una buena primera impresión, ¿cierto, precioso?
Jimin tragó saliva intentando asimilar aún toda la información que llegaba a su cerebro. No sabía cómo tomar las palabras de ese loco frente a él, o sea, le parecía incomprensible su actuar. ¡Estaba matando a sus propios empleados solo porque lo golpearon! ¡Y él solo era un maldito deudor! ¿Acaso había enloquecido?
—Terminemos rápido con ellos —caminó rápido hasta la mesa con instrumentos, mirando entre todos lo utlensilios hasta que una sonrisa grande estiró sus comisuras. Tomó un martillo acercándose al que estaba en medio, sin borrar esa sonrisa sádica de su rostro.
—N-no, por favor, señor —sollozó el matón negando con la cabeza, con la voz entrecortada y la respiración agitada.
—Silencio. Deberías estar alegre al saber que acabaré rápido contigo.
Elevó su brazo y el martillo impactó con fuerza en la cabeza del hombre al bajarlo. Uno, dos, tres golpes más y la sangre comenzó a salpicar su rostro y toda su ropa, dos martillazos más y la materia gris fue visible. Se detuvo, observando al que había apuñalado, respirar lento y luchando por mantener los ojos abiertos. Tomó el cuchillo removiéndolo aún dentro de su cuerpo, para luego proceder a abrir el abdomen completo, dejando ver las vísceras ensangrentadas.
Jimin retuvo un jadeo aterrado y contuvo la respiración, cerrando los ojos con fuerza al ver como comenzaban a arracanrle los intestinos y tirarlos al suelo. Los gritos desgarradores del que quedaba perforaban el silencio de la noche, mientras él permanecía inmóvil, preso del pánico y la incertidumbre.
—Y por último pero no menos importante —se dirigió a este, tomando un bidón de gasolina en la mano.
—¡Se lo ruego, jefe, no volverá a suceder! —gritó desesperado removiéndose, mientras la gasolina caía sobre su cuerpo.
—Bye bye.
Prendió un fósforo y lo miró por unos segundos antes de tirárselo encima. Jimin mordió su labio inferior sintiendo las lágrimas una tras otra escapar de sus ojos.
Los alaridos de dolor se quedaron en su mente grabados aún cuando ya estaba siendo arrastrado hasta un auto por el pelinegro. Sin parar de llorar y reteniendo los altos sollozos que quería soltar, lo vio sentarse en el asiento del piloto y encender el motor. Antes de ponerse en movimiento se volteó, mirándolo con una sonrisa complacida al ver el estado en el que se encontraba.
—Ahora te llevaré a tu nuevo hogar, Jiminie, espero que te guste.
Nota: solo tendrá el prólogo por ahora, una vez termine con las otras que tengo en emisión comenzaré a actualizar ^^
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