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Parte 9

Capítulo 9

Primera cita

Estaba jodidamente nervioso. Había rebuscado más veces en su armario ese día que en toda su vida junta. Tenía pantalones, camisas y camisetas tirados por doquier.

―Esto es estúpido―murmuró, dejándose caer sobre un montón de prendas que habían caído sobre la cama. Miró para Shinachiku, quien lo observaba con sus ojitos verdes. Le hizo un amago de sonrisa y a Naruto se le derritió el corazón. Alargó un brazo metiéndolo entre los barrotes y le acarició la carita con cuidado―. Papá está un poco alterado, Shina-chan. Hoy tiene su primera cita oficial con Hinata y no sabe qué hacer. ―Suspiró y paseó la vista por toda la ropa que había desperdigada por la habitación.

Tras dar un sonoro y largo suspiro decidió que ya había sido suficiente idiotez por un día. Hinata no se echaría para atrás al verle, daba igual que llevara vaqueros rotos y camiseta o un traje de etiqueta. Tenía la certeza de que a la chica eso le daría exactamente igual. Pero ello no quitaba que él quisiera verse guapo para ella. No quería que, en algún momento, los preciosos ojos perlados de su novia se apartaran de él para ir a posarse en algún otro desgraciado que se quedaría sin dientes en el acto por atreverse a pasearse frente a su chica.

Sacudió la cabeza ante lo absurdo de sus pensamientos. Respiró hondo, miró una vez más para Shinachiku y asintió, decidido. Agarró unos vaqueros oscuros, una de sus camisetas favoritas y se lo puso todo, mirándose frente al espejo. Sonrió satisfecho y procedió entonces a arreglar a Shinachiku.

Irían a dar una vuelta con el bebé, tal vez pararían a tomar algo, quizás a merendar. Amén de darse muchos mimitos y abracitos y besos, muchos besos. Naruto quería que se comportaran desde ya como una pareja normal, quería que todos supieran que esa guapa chica estaba con él y solo con él.

Realmente quería que las cosas funcionaran entre ellos.


Hinata respiró hondo con los ojos cerrados. Cuando al fin tomó valor y los abrió quedó ligeramente sorprendida por la imagen que el espejo de cuerpo entero que tenía en su habitación le devolvió. Ino y Karin habían hecho un excepcional trabajo ayudándola, una vez más.

Se había vestido con unas medias algo gruesas, dado que el invierno ya empezaba a pegar fuerte, y se había puesto un vestido tipo jersey que le llegaba justo al inicio de las rodillas. Era de color azul oscuro, manga larga y cuello vuelto. Como calzado le habían escogido unas botas de felpa marrón chocolate. Un bolso del mismo tono que estas colgaba cruzado sobre su pecho.

Ino le había peinado la melena larga y negro azulada y Karin le había puesto algo de maquillaje. Sonrió maravillada mientras detrás de ella sus amigas se sonreían, más que satisfechas de su trabajo.

―Hina, estás guapísima.

―Si el tonto de mi primo no acaba babeando hoy por ti es que está cegato perdido. ―Hinata se sonrojó por los halagos recibidos.

―Gracias―musitó―. N-no sé qué haría sin vosotras. Yo... n-no sabría como vestirme pa-para... gustar a un chico―terminó diciendo en un murmullo.

―Para eso nos tienes a nosotras: para convertirte en la mujer sexy y segura de sí misma que tienes encerrada en tu interior―le dijo Ino, empezando a recoger las cosas que ella y Karin habían usado para embellecer a Hinata.

―Ino-chan...

―Va, venga, nada de ponerse sentimentales o se te correrá el maquillaje y tendré que empezar de cero. ―Hinata sonrió y, tras mirarse una última vez en el espejo, salió de su cuarto seguida de la rubia y la pelirroja.

A mitad de las escaleras se topó con su primo, quién se limitó a arquear las cejas ante el cambio que Hinata parecía estar experimentando con su vestuario y su apariencia en general.

―¿A que está guapa, Neji?―El aludido la observó meticulosamente para luego asentir, haciendo a Hinata respirar aliviada. Por un momento le había parecido sentir como si su primo fuera a prohibirle salir de casa o algo así.

―Estás muy guapa, sí. Naruto tiene suerte. ―Hinata se ruborizó hasta las raíces del cabello―. Dime si te hace daño y me encargaré de que no vuelva a hacerlo nunca más.

―Nii-san... ―Hinata lo miró emocionada para acto seguido abrazarlo con fuerza. Aquellas palabras significaban que Neji aprobaba su relación con el rubio de sus sueños y para Hinata, eso significaba mucho.

Amaba a Neji como si de un hermano se tratara, más que un simple primo.

―Vamos, vamos. O llegarás tarde a tu primera cita oficial con tu primer novio oficial. ―Hinata se sonrojó ante las palabras de Ino pero se dejó empujar escaleras abajo mientras que una lenta sonrisa se extendía por su rostro.

Cuando al fin salió de su casa y puso rumbo al lugar de la cita aún no se lo creía. Sus pasos eran cada vez más temblorosos y su corazón no paraba de latir apresurado en su pecho. Y cuando al fin divisó al amor de su vida allí parado, en medio de una pequeña plaza, pareciendo tan nervioso como ella creyó que se desmayaría.

Tragó saliva y haciendo acopio de valor se acercó a él. Naruto la vio cuando estaba a unos cuantos pasos. Su cara se iluminó con una ancha sonrisa y, empujando el cochecito, anduvo hasta quedar a menos de un centímetro de Hinata.

―Hola.

―Ho-hola... ―Hinata levantó la vista a esos ojos azules que amaba desde sabe Dios cuando, pero la tuvo que bajar en cuanto él bajó la suya. Ambos sonrojados y tímidos eran incapaces de mirarse directamente a los ojos.

Naruto carraspeó y se rascó la nuca. Se sentía como un idiota. Estaba ante una chica guapísima que además le gustaba mucho, muchísimo. Incluso podría asegurar que mucho más de lo que le había gustado Sakura meses atrás. ¿Sería posible? Era algo en lo que había cavilado mucho últimamente, y aunque aún no había podido llegar a una conclusión definitiva sí que había podido sacar algo en claro: Hinata era especial, muy especial para él, siempre lo había sido, aunque apenas a esas alturas se daba cuenta de ello.

Le sonrió para infundirle e infundirse a sí mismo valor y finalmente habló:

―Estás preciosa. ―Hinata enrojeció―. Bueno, tú ya eres preciosa pero hoy estás muy guapa ¡no es que no estés guapa todos los días pero... ―Hinata parpadeó para luego soltar una risita. Naruto detuvo su parloteo y los movimientos nerviosos de sus manos; un tenue rubor cubría sus mejillas bronceadas. En un impulso de valor Hinata terminó de acortar la distancia que aún quedaba entre ambos, se puso de puntillas y le dio un leve beso en los labios. Naruto se quedó estático, con una mano agarrando con fuerza el manillar del carrito donde reposaba el pequeño Shinachiku, quien dormía profundamente, ajeno a lo que acontecía entre su padre y la primogénita de los Hyūga.

Tras la sorpresa una luminosa sonrisa se dibujó en su rostro. Se acercó a su novia (sí, joder, era su novia, ¿por qué estaba tan nervioso?) y le rodeó la espalda con un brazo, acercándola a él y siendo el rubio ahora el que bajó la cabeza para besarla, un beso más duradero que el que Hinata le había dado minutos antes. Uno lleno de sentimientos.

―¿Vamos?―Sin soltarla bajó el brazo hacia la cintura y, empujando el carrito, echaron a andar.

Fue un día inolvidable para los dos. Naruto nunca se había sentido tan bien en compañía de nadie, menos en la de una chica. Hinata no hacía muecas raras ni lo miraba extrañada cada vez que metía la pata o decía alguna tontería. Al contrario: se reía de sus chistes por muy malos que fueran y no le molestaba cuando levantaba la voz de más o hacía algún aspaviento exagerado.

Sin duda, parecía ser la chica perfecta para él. Cada minuto que pasaba su mente y su corazón se convencían de ello.


Cumpleaños I

―¡No sé qué hacer, Sasuke! ¡Ayúdame! ¡Soy tu mejor amigo'ttebayo! ¡Y no puedes abandonarme!―El Uchiha arqueó las cejas, apoyado cómodamente contra el manillar del carrito en el que iba Shinachiku pacíficamente dormidito como el angelito que era. La gente que había a su alrededor se quedaba pasmada ante los gritos y el espectáculo que el cabeza hueca de Naruto estaba llevando a cabo en medio de una de las joyerías más caras del centro comercial.

Claro que Sasuke, acostumbrado a aquellos arrebatos desde que tenía memoria, optaba por ignorarlo y hacer como si nada. Naruto era Naruto y siempre sería Naruto. Era inútil intentar cambiar lo obvio.

―Deja de armar escándalo, dobe. Solo es un puto regalo.

―¡Para la chica más especial de mi vida! ¡Es el primer cumpleaños que pasamos juntos! ¡Como pareja! ¡¿Y si no le gusta mi regalo?! ¡¿Y si la cago?!

―Algo que seguramente harás. ―Naruto ignoró ese último comentario y siguió con su perorata.

―¡¿Y si se ha dado cuenta de que no soy tan genial como cree y... ―Sasuke rodó los ojos y miró para Shinachiku.

―Tu padre es idiota. Menos mal que me tienes a mí. ―Suspiró, se acercó a su mejor amigo y le dio un puñetazo en el estómago, dejándolo sin aire. Naruto boqueó y levantó la vista. Sacudió la cabeza y respiró hondo, tranquilizándose.

―Gracias, teme. Lo necesitaba.

―Siempre que quieras. ―Naruto volvió a mirar para la vitrina ante la que minutos antes había sufrido una mini crisis existencial.

Ese sábado celebrarían el cumpleaños de Hinata, ellos dos solos. El viernes la chica haría una fiesta para los amigos y luego el sábado lo pasarían ellos dos juntos, como pareja. Naruto había escogido esa noche para darle su regalo, era el primer presente que le obsequiaría a Hinata como su novio oficial, y quería que ella chillara de felicidad cuando lo abriera, que lo abrazara y lo besara como si él fuera el único hombre en su vida (cosa de la que se encargaría con el tiempo, no se preocupaba mucho por eso, y no, no implicaba asesinato alguno).

A Hinata no le gustaban mucho las joyas, al menos no las excesivamente lujosas, caras o exageradas. No llevaba pendientes porque no tenía agujereadas las orejas, y las pocas veces que se ponía alguna joya eran pulseras o colgantes sencillos, mayormente de plata. También bisutería, pero quería que su primer regalo para ella fuera especial, por eso estaba en aquella joyería con todo lo que había ahorrado de su sueldo en su tarjeta de crédito, dispuesto a fundírselo si era necesario con tal de que Hinata pensara que su regalo era único, perfecto e irreemplazable.

Finalmente se decidió por un bonito colgante en forma de media luna, en cuyo borde estaba sentada un hada. No supo por qué, pero toda la pieza le recordó a Hinata. Nervioso como nunca, le pidió al dependiente que lo sacara de la vitrina y se lo envolviera para regalo.

Con la bolsita firmemente sujeta en una de sus manos, abandonó al fin, para gran alivio y alegría de Sasuke, el centro comercial.

Shinachiku seguía plácidamente dormido en su cochecito.


Hinata se sentía nerviosa, como siempre ante la expectativa de una cita con Naruto, pero ese día más que de costumbre. Celebraba su cumpleaños número diecinueve y esa noche iban a salir los dos solos a cenar y tal vez al cine o a dar un paseo. Pocas eran las veces en que podían tener tiempo para ellos; no se quejaba al respecto, adoraba a Shinachiku, ese bebé era pura ternura y el que fuera un pedacito de Naruto, del chico que amaba con todo su corazón, no hacía sino aumentar su cariño hacia él.

Terminó de amarrarse el cabello en una coleta alta y suspiró. En las pocas semanas que llevaban de novios Karin e Ino la habían instruido en todo lo referente a embellecerse por fuera. Ella había absorbido aquellos conocimientos, más por verse bonita para su novio que por vanidad. No quería que Naruto se volviera a mirar a otra u otras que no fueran ella misma.

Comprobó que todo estuviera en su lugar y, cogiendo el bolso, salió de su cuarto. Pasó por el salón para despedirse de su padre y de su primo. Hiashi la revisó de arriba abajo y medio sonrió, dándole a entender que estaba guapa. Se calzó en la entrada y salió de su casa. Atravesó el jardín delantero y, para su sorpresa, su rubio y perfecto novio (al menos a sus ojos) ya la estaba esperando frente a la verja.

―¡Pe-perdón!―exclamó, casi tirándose sobre él―. No pensé que fuera tarde... ―Naruto sonrió con la nariz hundida en su pelo. Con los ojos cerrados inhaló profundamente. Hinata tenía un adictivo perfume natural al cual estaba empezando a volverse adicto. Le encantaba.

―No estás tarde, fui yo el que llegó temprano'dattebayo. ―Hinata comprobó como pudo su reloj de pulsera, todavía entre los brazos de Naruto, dándose cuenta de que, efectivamente, aún era pronto. Quedaban diez minutos para la hora en la que habían quedado en verse.

―Oh. ―Naruto rio y se separó de ella, tan solo para tomarla de la parte posterior de la cabeza y bajar la suya para besarla, lentamente, disfrutando de la suavidad de sus labios. Hinata sintió su corazón acelerarse en su pecho y se aferró con fuerza a la camisa azul turquesa que él llevaba puesta.

―Estás preciosa. ―Hinata sonrió, sonrojada. Algo a lo que sí había sido capaz de acostumbrarse había sido al hecho de que el chico siempre la halagara cada vez que tenían oportunidad de verse.

―Tú también estás muy guapo. ―Pasó con delicadez una mano por los cabellos dorados de su novio. Naruto se estremeció. Hinata causaba cosas en él que nunca antes había sentido con ninguna otra chica, ni siquiera con Sakura había experimentado tantas sensaciones ni tan placenteras, cuando se suponía que él la había amado desde siempre.

Al fin encontró la fuerza para separarse de ella y entrelazó los dedos de su mano izquierda con la derecha de ella, esbozando una amplia sonrisa.

―¿Vamos?

―Sí. ―Naruto la guio hasta la parada de taxis más próxima donde tomaron uno. El chico dio una dirección al conductor y Hinata lo miró, intrigada. Su novio le había dicho que tenía una sorpresa de cumpleaños preparada para ella. Hinata dudaba que algo pudiera ser más perfecto que lo que él y sus amigos habían organizado el día anterior, pero se abstuvo de decir nada y simplemente se dejó llevar.

El taxista tardó casi tres cuartos de hora en llegar a su destino. Hinata salió del vehículo mientras Naruto pagaba la tarifa que marcaba el taxímetro al conductor. Pasó la vista con curiosidad por el lugar y se dio cuenta de que estaban al pie de una colina. Notó a Naruto ponerse a su lado; el chico puso una mano en su espalda baja y la presionó, instándola a empezar a caminar por un pequeño sendero que discurría hacia lo alto. Sin saber muy bien lo que su chico planeaba se dejó llevar. Anduvieron durante unos cinco o diez minutos hasta llegar a la cima, donde Hinata dejó escapar una exclamación de sorpresa.

Naruto se apartó de ella de pronto, como si quemara. Se removió, entre incómodo y nervioso, esperando no haber sido demasiado exagerado.

―Na-Naruto-kun... es-esto... ―Los ojos se le llenaron de lágrimas cuando se volvió a verlo, para acto seguido regresar la vista a lo que había de frente: en el centro de la colina había una mesa preparada para dos personas, perfectamente colocada. Otra mesita más pequeña a su lado tenía varios recipientes tapados con lo que ella supuso sería la comida.

―L-le... le pedí el favor a Chōji... ―Carraspeó, desviando la vista todo sonrojado. Estaba que se moría de la vergüenza, nunca antes había llegado a tal extremo para agradar a nadie, él no era del tipo romántico, pero aquellas semanas junto a Hinata habían sacado al galán que llevaba dentro, al parecer―. Bueno, más bien hablé primero con Shikamaru y luego él me ayudó a hablar con Chōji y luego él y yo hablamos con su padre y... ―Hinata sintió como de sus orbes perlados seguían saliendo lágrimas. Sin poder resistirse más se lanzó a los brazos de su novio, aferrándose a su cuello. Naruto tuvo que hacer acopio de todo su equilibrio para no caer al suelo, pero fue tanta la fuerza que tuvo que usar para sostenerla que Hinata quedó con los pies colgando a varios centímetros del suelo.

Y Naruto pensó que Hinata encajaba a la perfección entre sus brazos, y al mismo tiempo tuvo la certeza, con el corazón latiéndole fuerte en el pecho, de que solo ella podría ocupar ese espacio.

―Feliz cumpleaños, Hinata-chan―le dijo al oído, estrechando con más fuerza su cintura, como si quisiera que el cuerpo femenino se fundiera con el suyo. Por toda respuesta Hinata tembló y un leve sollozo escapó de su garganta. Separó el rostro del cuello de él y, dejándose llevar, lo besó con todo el amor que sentía hacia ese chico rubio que desde siempre había sido el único en su corazón, en su alma.

―Gracias, Naruto-kun. ―Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro masculino. La besó con extrema delicadeza y dulzura, queriendo demostrarle así lo especial que era ella para él, lo importante, lo indispensable que se estaba volviendo ella en su vida, en su alma, en su mente y en su corazón.

Al fin la depositó en el suelo y, cogidos de la mano, se dirigieron hacia la mesa exquisitamente adornada y preparada, solo para ellos dos. Disfrutaron de los deliciosos platos que su amigo y el padre de este les habían preparado. Hinata tomó nota mental de agradecérselo más adelante a los dos Akimichi.

Cuando estaban terminando el postre, un delicioso pastel de chocolate con nata por encima, Naruto dejó una pequeña bolsita encima de la mesa, en medio de ambos. Hinata dejó la cucharilla en el plato y miró para dicho objeto con curiosidad.

―¿Qué...

―Tu regalo. ―Si la chica pensaba que nada podía sorprenderla más aquella noche estaba claro que se equivocaba. Ni siquiera había pasado por su cabeza la idea de que su novio le fuera a hacer un regalo por su cumpleaños. Para ella habría sido más que suficiente con pasar un rato con él, como la pareja que eran.

―¿Para mí?―Naruto asintió, con la cara completamente roja de vergüenza.

Con manos temblorosas, la Hyūga tomó la bolsa y la puso en su regazo. Se la quedó mirando por largos segundos hasta que se decidió a meter la mano en su interior. Sacó un paquetito bien envuelto con una pegatina que decía "Felicidades". Despegó el papel con mucho cuidado hasta que una caja de terciopelo de tamaño mediano color azul oscuro estuvo sobre su palma. La abrió y los ojos se le llenaron de lágrimas por segunda vez en la noche al ver su presente, un precioso colgante de plata.

Levantó la vista, se secó las gotas saldas y sonrió a su novio. Naruto sintió su corazón acelerarse todavía más ante aquella sonrisa.

Porque saber que su regalo le había gustado había desatado las mariposas en su estómago. Nunca se cansaría de contemplarla, no si ella le sonreía siempre de aquella manera.


San Valentín

Se mordisqueó los labios, sumamente nerviosa, mientras pasaba las páginas de aquella revista de cocina, una edición especial dado que el tan ansiado día de San Valentín se acercaba. Andaba buscando la receta perfecta de chocolate para cocinársela a Naruto. No es como si fuera la primera vez que hacía chocolate para regalárselo, pero en los años anteriores siempre había disfrazado sus intenciones, diciéndole que lo había comprado y que se trataba de giri choco, cuando la realidad era que solía pasarse la noche antes en vela preparándolo para él.

Sí, siempre había hecho honmei choco para él, pero nunca había tenido el valor de dárselo como lo que realmente era, porque sabía que se moriría de vergüenza si lo hacía. Además, estaba segura de que de haberlo hecho él lo hubiese rechazado para no confundirla ni herirla más de lo que ya estaba. Hinata había sido consciente de que Naruto gustaba de Sakura en las veces anteriores, y si ella se hubiese aventurado a regalarle sus chocolates como lo que realmente eran hubiese provocado una situación no solo incómoda para ambos, sino que su amistad, probablemente, se hubiese puesto en peligro.

Pero ahora todo era distinto. Hoy por hoy Naruto y ella eran novios, una pareja, así que era perfectamente lógico y normal el que, por primera vez, pudiera entregarle su chocolate como lo que realmente era, lo que representaba. Por eso llevaba un mes planeando en su mente el posible chocolate ideal, pensando ideas sobre su forma y sabor. ¿Debería ser chocolate negro, con leche, blanco? ¿Una mezcla? ¿Debería ponerle algún relleno? ¿Debería hacerle alguna forma en especial? Lo típico en San Valentín solían ser corazones pero...

―¿Qué estás mirando?―La voz de Sai la sobresaltó. Se giró y se ruborizó al ver a su amigo y compañero de clase inclinado sobre su hombro, contemplando con interés y curiosidad para la revista que mantenía abierta sobre su regazo.

―Na-nada ¡no es nada!―Muerta de vergüenza, cerró la revista de golpe y la guardó apresuradamente en su mochila. Sai se incorporó con las cejas alzadas. Una sonrisa divertida se extendió por su rostro.

―Oh, ahora lo recuerdo. San Valentín. Ese día donde las mujeres decís mediante un dulce hecho por vosotras mismas al chico que os gusta lo mucho que lo queréis y lo importante que es para vosotras. ―Hinata se ruborizó de nuevo, intensamente.

―A-algo así.

―¿Sabes? Nunca he recibido un chocolate por San Valentín. ―Hinata abrió los ojos como platos.

―¿Nu-nunca? ¿Ni siquiera uno por compromiso?―Sai negó con la cabeza.

―Tú y los demás sois los primeros a los que puedo considerar amigos... ¿puedo llamaros así, no?

―¡P-por supuesto, Sai-kun! Y no tienes que preocuparte por San Valentín. Puede que este año sí recibas un obsequio. ―La risita que la peliazul soltó hizo que Sai la mirara sumamente intrigado, mientras que en la mente de Hinata el rostro de cierta rubia de ojos azules mirándola suplicante se hacía presente.

Quedaba una semana para San Valentín y ella y las chicas habían quedado en su casa para cocinar chocolates. Harían pruebas primero y luego, el trece, se dedicarían a hacer la versión definitiva para regalar al día siguiente.

Sonrió casi sin proponérselo, ya con una idea en mente sobre lo que ella cocinaría para su amado rubio. Soltó una risita de felicidad que hizo a Sai ladear la cabeza y que la mirara de nuevo con creciente curiosidad.

Las chicas eran algo raras.


Naruto se paseaba feliz por la tienda con Shinachiku en brazos, intentando que este eructara tras su último biberón, hacía apenas unos minutos. Aquel día ya era San Valentín y no podía esperar para que Hinata lo fuera a buscar a la hora del cierre para que le diera su chocolate. Ella le había prometido que le haría uno, un honmei choco, y teniendo en cuenta lo fabulosa cocinera que era su novia estaba seguro de que el dulce que le preparara estaría delicioso y lo haría chuparse los dedos con sumo gusto.

Se detuvo en seco cuando un pensamiento pasó por su mente. Era algo en lo que no había caído hasta ahora, y de pronto se sintió el mayor idiota sobre la faz de la tierra.

Durante años pasados, Hinata también le había regalado chocolates. Ella le aseguraba cada vez que se armaba de valor para dárselos, con aquel tartamudeo y el rosa cubriendo sus pálidas mejillas, que se trataba de simple chocolate por compromiso, de una amiga para otro amigo, que era como el que le regalaba a cualquier otro chico con el que tuviera amistad.

Aunque siempre le había extrañado que su chocolate fuera siempre más grande que el de Kiba o Shino, los mejores amigos de Hinata. Que siempre parecía venir envuelto con la más absoluta delicadeza, como si la persona que lo hubiese hecho hubiese puesto todo su corazón y su alma en ello. Y que parecía tener un sabor especial, demasiado dulce, demasiado delicioso.

Ahora, recapitulando todos esos detalles, se daba cuenta de que Hinata le había mentido. Todas esas veces que ella le decía que era chocolate por compromiso ella le había mentido vil y descaradamente. Aunque, pensándolo fríamente, realmente no podía culparla, porque lo más probable era que si ella le hubiese dicho todas esas veces la verdad él se habría visto obligado a rechazarla de plano, porque a él le gustaba otra chica, y eso hubiese supuesto prácticamente el fin de su amistad, algo a lo que, estaba completamente seguro, su yo del pasado no se habría podido acostumbrar. Porque de una u otra manera Hinata siempre había estado ahí para él, animándolo, consolándolo, aunque fuera de lejos. A pesar de que ella parecía pensar que él nunca la había notado la realidad era bien distinta.

Porque Naruto había sido consciente en todo momento de la presencia silenciosa de la Hyūga, siempre detrás de él, cuidándolo a la distancia.

Sonrió como bobo y puso a Shinachiku frente a él. El niño lo miró fijamente con sus ojitos verdes, curioso, atento.

―Papá ha sido un idiota, Shina-chan, pero este año piensa arreglarlo. ―Sí, le haría a Hinata tal regalazo por el Día Blanco que compensaría todos los horribles obsequios de los años anteriores, donde se limitaba a comprarle algún peluchito o llavero a modo de compensación.

Tenía la intuición de que la chica seguramente guardaría aquellos objetos con el mayor de los cuidados y con todo su cariño, pero para Naruto no era suficiente. Sentía la imperiosa necesidad de demostrarle lo importante que era ella para él, de compensarla por su idiotez.

Como que se llamaba Uzumaki Naruto que lo haría.


Hinata vaciló frente a la puerta de la tienda de la madre de Naruto. Llevaba quince minutos allí parada, mirando de vez en cuando por el escaparate, viendo a su rubio favorito ir y venir de un lado a otro, colocando cosas, sentado tras la mesa del ordenador tecleando en el mismo mientras con uno de sus pies balanceaba la tumbona donde reposaba Shinachiku. Incluso había presenciado como le daba el último biberón al bebé, debatiéndose entre entrar o no.

Era de lo más estúpido, porque se suponía que era su novio, que estaban en San Valentín, que llevaba un delicioso chocolate para él en la bolsa, hecho a mano por ella.

Apretando la bolsa en sus manos al tiempo que sus dientes, dio un paso adelante y entró en el establecimiento. Naruto se giró hacia el sonido y su rostro se iluminó con el más puro de los regocijos al verla entrar.

―¡Hinata-chan!―Se incorporó de golpe, olvidándose incluso de que tenía a su hijo al lado. Se acercó a ella a grandes zancadas y la abrazó, besándola en el acto. Hinata correspondió, aferrándose con una mano a uno de sus brazos. Cuando se separaron ambos estaban un tanto rojos. Para evitar la vergüenza, Hinata levantó la bolsa, mostrándosela. El rostro del Uzumaki se iluminó con una ancha y boba sonrisa―. Eso... ¿es lo que creo que es'ttebayo?―Hinata asintió, todavía sonrojada.

Con delicadeza, Naruto tomó la bolsa entre sus manos y se inclinó una vez más hacia ella, plantándole un breve aunque dulce beso en los labios. Luego la cogió de la mano y la guio hasta la mesa donde él solía trabajar. Se sentó en la silla y la empujó a ella hasta hacer que cayera sentada sobre sus piernas. No era la primera vez que él hacía eso, ni que ella aceptaba de buen grado sentarse en su regazo. Pero ese día era diferente. Hinata estaba sumamente nerviosa. Vio con la ansiedad impregnada en su rostro como el rubio abría la bolsa y sacaba un paquete cuidadosamente envuelto. Naruto lo dejó encima de la mesa y comenzó a desatar el lazo, con mucho cuidado, casi como si tuviera miedo de romper su regalo.

Para distraerse, Hinata tomó en brazos a Shinachiku y comenzó a hacerle cariños, rogando porque su novio no se percatara de lo fuerte que le latía el corazón en el pecho. Naruto ahogó una risita al notar los movimientos de su chica. Se concentró de nuevo en lo suyo. Al fin consiguió desatar el lazo y procedió a retirar el fixo que mantenía el papel de regalo fijo en su lugar. Cuando por fin logró abrirlo del todo, sus ojos se abrieron como platos: en el interior de una caja había, en perfecto orden, varios bombones. Algunos parecían ser de chocolate blanco, otros de chocolate negro y otros de chocolate con leche. Pero todos tenían la misma forma: forma de naruto, su complemento favorito de su preciado ramen y del que él mismo tomaba el nombre, ya que su madre era tan fan de dicho plato como él.

La emoción lo embargó. Aquel regalo de San Valentín decía mucho más de los sentimientos de Hinata que cualquier otra palabra o acción que ella hubiese podido llevar a cabo para decirle lo mucho que lo quería, lo sumamente importante que parecía ser él para ella, así como Hinata lo era para él.

Tuvo que pestañear para ahuyentar las lágrimas que quisieron apoderarse de sus ojos. Sin pensarlo más abrazó a Hinata por detrás y escondió la cabeza en el hueco de su hombro. Hinata inmediatamente se tensó, aún con Shinachiku en brazos.

―Gracias, Hinata-chan. De verdad, gracias. ―La voz temblorosa de su novio la hizo derretirse. Cerró los ojos y se dejó caer contra el cálido cuerpo masculino, esbozando una sonrisa de pura felicidad.

―De nada, Naruto-kun. ―No hacían falta más palabras.


El Día Blanco

Naruto miró ansioso para el reloj. Probablemente era la décima vez en los últimos dos minutos que lo hacía, pero la impaciencia lo estaba carcomiendo por dentro. Llevaba varios días sin poder salir de casa debido a una gripe repentina. Los primeros días no había querido que nadie fuera a visitarlo, no quería contagiar a nadie. Incluso sus padres se habían llevado a Shinachiku con ellos a su cuarto y él casi ni lo había visto en los últimos días, algo que también lo tenía de mal humor pero que comprendía. Shinachiku aún era un bebé y no se arriesgaría por nada del mundo a contagiarlo.

Pero el mismo tiempo que llevaba sin ver a su hijo lo llevaba sin ver a Hinata, a su querida y adorada novia. Y eso lo llevaba peor. A Shianchiku aún podía verlo de vez en cuando aunque no pudiera acercársele mucho por obvias razones, pero a Hinata es que ni la había atisbado por la ventana. Y el tan solo hablar por teléfono no era suficiente.

Necesitaba verla, tocarla, besarla, abrazarla... Hinata se había convertido prácticamente, junto con su bebé, en el centro de su existencia.

Miró una vez más para el reloj y bufó, frustrado. Luego giró la cabeza hacia su escritorio, donde un paquete envuelto en papel blanco y adornado con un lazo igualmente de color blanco aguardaba a ser abierto por su dueña. Lo había escogido expresamente para Hinata, para su novia, para la chica que últimamente movía su mundo.

Oyó voces por las escaleras y saltó de la cama. Abrió la puerta de su habitación y sin importarle estar en pijama echó a correr por el pasillo, abalanzándose sobre su novia.

―¡Hinata! ¡No sabes lo que te he echado de menos'ttebayo! ¡Estos días han sido una tortura! ¡Me han separado de mi hijo y- ―Kushina, parada detrás de su futura nuera (así la había bautizado en su mente) bufó.

―Naruto, no seas exagerado. Y suelta a Hinata-chan, la estás asfixiando. ―El aludido se apartó de un salto de ella, como movido por un resorte; se la quedó mirando, horrorizado, diciéndose que como la hubiese contagiado no se lo perdonaría nunca en la vida. Hinata sonrió dulcemente y, adivinando los pensamientos de su novio, se acercó a él y fue ella esta vez la que envolvió sus brazos alrededor de su cintura. El contacto tranquilizó sobremanera a Naruto, quien no dudó en devolverle el gesto, apretando los brazos en la fina espalda femenina. Kushina meneó la cabeza y decidió desaparecer escaleras abajo, dejando a la parejita a solas.

―¿Cómo te encuentras?―Le preguntó ella minutos después en tono preocupado, acariciando su pelo rubio. Con la cabeza apoyada en sus regazo y el cuerpo estirado sobre su cama, Naruto sonrió con los ojos cerrados, disfrutando de los mimos que su novia le estaba brindando.

―Ahora mucho mejor. ―Hinata colocó una mano en su frente y suspiró, aliviada. Parecía que la fiebre había remitido y el rubio ya no tenía esa voz de "Me moriré en cualquier momento como esto no cese a la de ya"―. Perdóname. ―Hinata parpadeó, no entendiendo el por qué de su disculpa―. Te prometí que hoy sería un día especial'ttebayo, y mírame. Soy un novio horrible. ―Enterró el rostro en el vientre de Hinata al mismo tiempo que pasaba los brazos por su cintura, abrazándola; la chica rio, acariciándole esta vez la nuca. Naruto parecía un adorable niño pequeño haciendo pucheros.

―No lo eres, Naruto-kun. En absoluto. No es como si te hubieras enfermado a propósito. ―En el fondo de su alma Naruto respiró, sumamente aliviado. Estaba tan agradecido de que Hinata no fuera una de esas novias neuróticas que se ponían histéricas cuando las cosas no salían como ellas querían―. ¿Por qué querías que viniera, Naruto-kun? Por teléfono parecías muy ansioso. ―Naruto salió de su cómodo y cálido refugio y la miró durante unos minutos con sus ojos azules, haciéndola ruborizarse ligeramente.

―Hoy es catorce de marzo, Hinata-chan. ¿No lo recuerdas?―Hinata parpadeó e hizo memoria.

―Oh―dejó escapar cuando al fin la comprensión tiñó su rostro.

Catorce de marzo, justo un mes después de celebrarse San Valentín.

Era el denominado como el Día Blanco, donde, según la tradición, los chicos debían devolver a las chicas sus obsequios de San Valentín, mediante un regalo cuyo color predominante en el mismo debía ser el blanco. De ahí el nombre de dicha festividad: el Día Blanco.

Con paso algo tambaleante, Naruto se levantó y se dirigió hacia su escritorio. Cogió el paquete entre sus manos y se acercó de nuevo a Hinata, tendiéndoselo.

―Espero de corazón que te guste. ―Emocionada a más no poder, Hinata tomó el regalo, lo puso sobre su regazo y comenzó a desenvolverlo. Naruto se sentó a su lado a observarla, con los nervios a flor de piel. Cuando la chica terminó de retirar el papel blanquecino no podía creer lo que veían sus ojos: era un precioso joyero de color, como no, blanco. Su diseño simulaba el de ser una cómoda en miniatura, perfectamente detallada y esculpida. Levantó la tapa descubriendo un pequeño espejo en el interior de la misma.

Miró para Naruto con los ojos acuosos y, apretando su regalo contra su pecho, se inclinó hacia él y lo besó. Tuvo que hacer un pequeño esfuerzo para poder llegar a su altura, pero no le importó. Tampoco se paró a pensar en el hecho de que Naruto estaba enfermo, que aún no se había recuperado del todo y que era posible que la contagiara.

Pero nada de eso importaba. No cuando sus corazones palpitaban con fuerza en ambos pechos.


Cumpleaños II

Era increíble como pasaba el tiempo. Apenas un año atrás estaba haciéndose a la idea de ser un padre primerizo con la complicación añadida de ser soltero, y ahora su pequeño hijo ya estaba por cumplir los doce meses de vida. Naruto lo contempló mientras hacía esfuerzos con sus manitas sobre la mesa de la sala para sostenerse en pie. La emoción que sintió cuando lo vio hacerlo por primera vez todavía estaba ahí. Al igual que los pequeños balbuceos que soltaba, como queriendo ya hablar.

Sonrió con infinita ternura, recordando de nuevo aquella primera ocasión en la que Shinachiku se había puesto en pie sin ayuda. Había sido un día de lluvia, hacía más o menos un mes. Él y Hinata habían quedado de verse en la casa del primero para ver unas películas, aprovechando un fin de semana que ambos tenían libre y que podían aprovechar para estar a solas, a excepción, claro está, de la presencia de cierto bebé rubio. Shinachiku estaba, de hecho, gateando sobre su mantita; Hinata jugaba con él mientras el Uzumaki hacía algo de cenar para los dos, puesto que Shinachiku ya había comido.

En un momento dado el teléfono fijo de la casa sonó y Naruto le pidió a su novia si podía ir a contestar. Hinata dejó al bebé solo unos segundos, siempre vigilándolo de reojo, y fue a responder la llamada.

Cuando se giró para llevarle el aparato a Naruto, ya que preguntaban por él, el teléfono se le cayó de las manos en el acto, provocando un pequeño estruendo que si bien sobresaltó a Naruto no alteró en lo más mínimo a Shinachiku. El rubio llegó corriendo, gritando si estaban bien y qué era lo que había ocurrido. Se encontró con una Hinata temblorosa y llorosa, que se tapaba la boca con las manos, como si estuviera emocionada por algo. Naruto siguió su sorprendida mirada con el ceño fruncido, buscando el por qué de su extraño comportamiento, y fue entonces cuando él mismo sintió un nudo apretarle la garganta, dejándolo sin respiración.

Su bebé, su pequeño hijo que todavía no llegaba al año de vida, estaba de pie, con sus manitas sobre el borde de una estantería, mirando fijamente con sus ojitos verdes para su padre y Hinata.

No hacía falta decir que Naruto chilló y brincó de pura felicidad, siendo acompañado por las risas y los aplausos de Hinata.

Desde esa Shinachiku había ido avanzando poquito a poquito. Ahora ya era capaz de dar un par de pasos sin ayuda, antes de que la gravedad hiciera de las suyas y decidiera que el culete de Shinachiku estaba mejor en el suelo que levantado. Shinachiku se reía cada vez que eso pasaba, aunque Naruto estaba seguro de que no se reiría tanto si no tuviera el pañal puesto, ya que este actuaba como amortiguador del golpe.

―Pronto llegarán todos. ―Naruto desvió un momento la vista de su bebé para posarla en su novia. El calor ya comenzaba a apretar anunciando así que pronto vendría el verano, y eso lo evidenciaba muy bien la ropa que Hinata se había puesto ese día. No pudo evitar gruñir con disgusto al pensar en que los demás la verían así de guapa y radiante. Ese vestido blanco de tiras y escote cuadrado marcaba su pecho y cintura de forma deliciosa, y en lo único en lo que podía pensar el rubio cada vez que la observaba era en levantarle la falda y en hundir la cara entre aquellos dos montículos grandes y suaves.

Sacudió la cabeza y se concentró de nuevo en Shinachiku, intentando disimular su estado, algo realmente difícil cuando tienes una erección empujando contra la fina tela de unos pantalones cortos de verano.

Joder, seguro que era la influencia que su abuelo había dejado en aquella casa, sí, seguro que era eso. Maldito viejo pervertido.

Aunque tampoco podía negar que lo deseaba, y mucho. Deseaba hacer el amor con Hinata. Desde aquella primera vez, la cual, por cierto, había tenido lugar en el mismo sitio en el que estaban ahora mismo, no hacía más que pensar en que quería, deseaba más bien, repetirlo.

Pero su preciosa novia era demasiado tímida y, a pesar de que ella lo había disfrutado, él se había asegurado de que así fuera, había querido darle espacio para que se acostumbrara a la nueva dinámica en su relación.

Aunque eso no quitaba el hecho de que él sí quisiera hacerla suya a todas horas. ¿Cómo no si Hinata era perfecta además de apasionada? Nunca lo hubiera creído si se lo hubieran dicho, pero su chica era bastante activa durante el acto amatorio.

Suspiró de nuevo, lanzándole la pelota a Shinachiku para que este se la devolviera de una patadita. El pequeño rio y Naruto sonrió, centrándose en su hijo. Tenía que concentrarse en que hoy celebraban el primer cumpleaños de su bebé o se olvidaría de dicho propósito para tomar a Hinata y encerrarla en su habitación con llave por el resto de la tarde y de la noche.

Oh, sí, la idea era más que tentadora.

―¿Naruto-kun?―Parpadeó al oír la dulce voz de Hinata. Levantó la vista y le sonrió.

―¿Si?―Hinata hizo una adorable mueca de molestia y Naruto rogó porque no la repitiera, porque entonces no resistiría la tentación de besarla y morderle los labios, dando pie a...

Volvió a sacudir la cabeza ante la confusa mirada de su novia. Hinata decidió ignorarlo y centrarse en lo importante.

―Pronto llegarán todos. ―Naruto miró el reloj dándose cuenta de que así era. En diez minutos tendría a sus padres, a sus amigos y a amigos de sus padres invadiendo la privacidad de la casa, todos deseando celebrar el primer cumpleaños de su hijo. Tomó al bebé en brazos con un suspiro y se acercó a Hinata, sorprendiéndola con un beso en los labios.

―Si por mí fuera atrancaría la puerta'dattebayo. ―Hinata se sonrojó hasta las raíces del cabello. A estas alturas conocía lo suficiente a su novio como para saber interpretar sus comentarios y sus distintos tonos de voz.

―¡Naruto-kun!―regañó, quitándole a Shinachiku de los brazos para cogerlo ella entre los suyos. Al pequeño pareció agradarle el cambio porque se aferró con fuerza a la tela del vestido de la Hyūga. El bebé incluso tuvo la osadía de apoyar la cabeza en el hombro femenino y mirar a su padre con sus ojitos verdes. Naruto diría que su propio hijo, la sangre de su sangre, lo estaba desafiando abiertamente de no ser ese pensamiento de lo más absurdo.

―No puedes culparme, Hinata-chan. No cuando te andas paseando de esa guisa delante de mí. No es justo ¿sabes? Los hombres tenemos límites'ttebayo. ―El rostro de Hinata parecía ahora mismo un tomate maduro. Aunque pudo librarse de tener que responder gracias al bendito timbre.

―Iré a abrir. ―Naruto vio con algo de frustración como su novia huía de él, amén de que sus ojos no pudieron evitar desviarse a ese culo respingón que se movía al compás de sus anchas caderas. Agradecía en el alma a su prima y a Ino el que consiguieran que Hinata se librara de casi todos sus complejos respecto al físico. Seguía siendo tímida a la hora de mostrar demasiada piel, pero si estaba en confianza se permitía ser algo más laxa en lo que a su vestuario se refería.

Metió las manos en los bolsillos y se dirigió hacia la entrada, donde los primeros invitados ya habían hecho su aparición. Pronto la casa se llenó de gente, risas, parloteos y conversaciones. Naruto y Hinata iban de aquí para allá ejerciendo de perfectos anfitriones y turnándose para vigilar a Shinachiku. Era increíble lo bien compenetrados que estaban. Nunca lo habían hablado, pero ambos parecían haberse comunicado sin palabras durante aquellos meses que llevaban de relación, porque cada uno desempeñaba su papel con fluidez y sin ninguna incomodidad de por medio.

Más de una vez la gente que los veía por la calle le preguntaban a Hinata si ella era la madre, dado que el mayor parecido físico de Shinachiku era para con el Uzumaki. En todas esas veces ellos lo negaban, puesto que era la verdad, pero Naruto se había sorprendido desde el primer día deseando poder cambiar aquello.

Ojalá Hinata fuera la madre de Shinachiku―pensó, como tantas otras veces, mientras veía a su novia con su hijo en brazos charlar animadamente con su madre y con Mikoto.

―Dobe. ―Se giró y sonrió a su mejor amigo.

―Hola, teme. Pensé que no llegabas.

―Papá quería que revisara unas cosas con él. Itachi trajo primero a mamá y nosotros acabamos de llegar. ―Sasuke siguió la misma dirección de los ojos azules de Naruto cuando este volvió a la posición anterior, observando a Hinata y a Shinachiku―. Felicidades.

―Gracias. Aunque eso deberías decírselo a Shina-chan―rio Naruto. Sasuke rodó los ojos.

―Idiota. ―Calló para luego mirar de nuevo hacia el rubio―. ¿Las cosas van bien?―Naruto asintió.

―Mejor que bien. ―Sasuke no quiso indagar más. Se hacía una idea de lo que su amigo estaba pensando porque no sería la primera vez que hablaban del tema en cuestión.

―Bien. ―Fue todo lo que dijo el Uchiha.

Al fin llegó la hora de la tarta y los regalos. Mientras Hinata sostenía a Shinachiku sobre su regazo Naruto iba abriendo los presentes y dejándolos frente al niño, quien parecía más interesado en chuparse los dedos que en todas aquellas cosas que en teoría eran para él. Naruto se preguntó si no habrían exagerado un poco, aunque ya era tarde para arrepentirse.

En un momento dado, Shinachiku pasó a los brazos de su abuela, dado que Hinata tuvo que ir a por la tarta a la cocina. El cambio no pareció gustarle nada al niño, puesto que empezó a hacer pucheros y a patalear, haciendo aspavientos en la dirección en la que Hinata había desaparecido.

―¿Qué ocurre, pequeñín?―le dijo Kushina, poniéndolo frente a ella y frotando su nariz con la de él. Pero Shinachiku echó la cabeza hacia atrás y frunció el ceño, empezando a balbucear―. ¿Shina-chan?

―¿Qué pasa?―preguntó Naruto, acercándose a su madre y mirando para su hijo, preocupado.

―No lo sé. De repente-

―¡Ma!―Tanto Naruto como Kushina parpadearon.

―Shina-chan ¿qué...

―¡Ma! ¡Ma! ¡Ma!―El pequeño empezó a retorcer el cuerpo, estirando las manos hacia el aire.

―¿Qué ocurre?―preguntó esta vez Minato, acercándose a su esposa y a su hijo. Miró para su nieto, cuyos ojitos verdes parecían a punto de desbordarse por lágrimas no derramadas―. ¿Qué le pasa?

―No... no lo sé... ―tartamudeó Naruto, incapaz de creer lo que su hijo estaba gritando. Tuvo un presentimiento.

―¿Pasa algo?―Naruto y sus padres levantaron la vista a la vez, topándose con la mirada preocupada de Hinata. Había notado que ocurría algo con Shinachiku y, tras dejar la tarta sobre la mesa, había ido directamente hacia ellos, preocupada.

Fue entonces cuando el rostro de Shinachiku se iluminó. Prácticamente se lanzó desde los brazos de su abuela hacia Hinata, con sus bracitos extendidos hacia la peliazul, quien lo atrapó al instante, pegándolo a su pecho.

―¡MAMÁ!―chilló más fuerte, ahora feliz, acurrucándose contra ella.

Toda la sala quedó en silencio. Naruto aún procesando lo que había pasado, Minato y Sasuke con sendas sonrisas ladeadas y Hinata total, completa y absolutamente en shock.

Sí, Uzumaki Shinachiku había dicho, por fin, su primera palabra. Solo que nadie, mucho menos Hinata o Naruto, se hubieran esperado que aquello ocurriese.

Temblando, a punto de llorar y con un nudo apretando su garganta, Hinata devolvió rápidamente el bebé a su abuela y, sin decir nada, dio vuelta y salió corriendo. Fue entonces cuando Naruto reaccionó, echando a correr tras ella.

―¡Hinata-chan, espera!―Shinachiku rompió a llorar pero, por primera vez en su corta vida, nadie le hizo caso. Todos estaban demasiado estupefactos como para reaccionar. Todos a excepción de Minato y Sasuke. Ellos eran los únicos que se esperaban que algo así sucediera.


―¡Hinata, espera!―Naruto jadeó. Como corría la condenada cuando se lo proponía. Aceleró sus movimientos hasta que al fin logró alcanzarla. La tomó bruscamente de un brazo y la hizo girar hasta encararla. Su corazón se estrujó al verla llorando. No lo pensó y la estrechó contra él, con fuerza, besando y acariciando su cabello, buscando tranquilizarla.

Cuando al fin los sollozos femeninos fueron bajando de intensidad se aventuró a tomarla de las mejillas y a mirarla directamente a los ojos. Le limpió con ternura el rostro, retirando así los restos de lágrimas. Hinata hipó ante el cálido contacto.

―¿Por qué estás llorando?―le preguntó el chico, en tono calmado. Hinata cerró los ojos y se dejó caer contra el pecho de su novio.

―Yo... l-lo siento, Naruto-kun. L-lo siento mucho, d-de verdad... y-yo nunca... un-nunca pretendí... y-yo...

―Lo sé. ―Hinata hipó una vez más―. Pero sigo sin entender el por qué lloras. ―Hinata levantó la vista hacia él.

―¿N-no estás molesto? ¿N-no estás enfadado conmigo?―Naruto arqueó una ceja, abrazándola.

―¿Por qué habría de estarlo? ¿Acaso has hecho algo malo'dattebayo?

―N-no pe-pero...

―¿Entonces?

―Naruto-kun, y-yo no soy...

―Sí lo eres. ―Los orbes perlados de Hinata se abrieron con marcada sorpresa ante lo dicho por el Uzumaki―. Sí lo eres―repitió Naruto. Y se dio cuenta de que era la pura verdad: Hinata era la madre de Shinachiku. La Hyūga se había ganado el derecho a serlo, y estaba seguro de que ella se sentía, muchas veces, de esa manera. En varias ocasiones la había visto observar a Shinachiku con cierto anhelo y tristeza, como si deseara algo inalcanzable. Hasta ahora que lo comprendía.

Hinata deseaba ser la madre de Shinachiku tanto como que él también lo quería.

―Naruto-kun... ―El rubio respiró hondo y la tomó de los hombros, separándola un poco de él. Clavó sus orbes azules en ella, serio.

―Te amo. ―El corazón de la chica se aceleró ante la confesión. Era la segunda vez que él se lo decía―. Te amo, y estoy seguro de que Shinachiku también te ama. Él te siente como su madre, así que ¿por qué no serlo de pleno derecho? Yo no planeo que te vayas de nuestro lado ¿acaso tú sí?

―¡No, claro que no!―respondió ella al instante. Naruto sonrió ampliamente, apretando sus hombros e inclinándose para besarla de forma dulce. Cuando se separaron volvió a abrazarla y a refugiarla en su pecho, el cual sentía que le explotaría de felicidad en cualquier momento―. Yo también te amo, Naruto-kun. Los amo―corrigió, refiriéndose también a Shinachiku. Naruto amplió aún más su sonrisa.

―Lo sé. ―Y Hinata pudo, al fin, experimentar la calma―. Hinata―ella levantó un poco su rostro―, me muero por hacerte el amor. ―La chica se ruborizó intensamente.

―¡Naruto-kun!―La carcajada que su novio soltó en medio de la calle solo la hizo enrojecer más.

Escondió la cara en el pecho masculino, muerta de vergüenza, pero con una ancha sonrisa de genuina felicidad dibujada en sus labios.

Sentía que, por fin, la vida la había llevado al lugar al que pertenecía.




Antes de que me digáis nada: el lemon viene en el siguiente capítulo, ¿de acuerdo? Ya he recibido quejas al respecto, así que lo sepáis.

Pensé que la primera vez de ambos se merecía un capítulo aparte, por eso no la puse aquí y tan solo se menciona que ellos ya lo han hecho xD.

Espero que os haya gustado.

Oh, y, ¿sabéis qué? Mientras editaba el capítulo para subirlo volví a rememorar los sentimientos que tuve mientras escribía esta parte en concreto. Especialmente los últimos párrafos. Espero que os haya emocionado tanto como a mí.

¡Muchísimas gracias a todos por vuestras lecturas, votos y comentarios! ¡Os lo agradezco como no tenéis idea! ¡Me siento cada día un poquito más feliz gracias a vosotros! ¡De verdad, muchísimas gracias!

¡Nos leemos!

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