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Parte 6

Murmuró maldiciones mientras observaba los apuntes frente a él. Las fórmulas matemáticas parecían burlarse de sus ojeras, de su cabello despeinado y de su mal humor. Shinachiku dormía, por fin, a su lado, en su tumbona. Mordisqueó el lápiz, intentando buscarle sentido en su cansada mente a lo que las hojas frente a él exponían. Al menos aquel era un día tranquilo en la tienda, se dijo.

No había sido fácil, pero nada fácil, adaptarse al nuevo horario y al cambio de ritmo. Shinachiku seguía despertándose por las noches y a pesar de la sugerencia de sus padres de convertir una de las habitaciones libres en un cuarto para su nieto Naruto se había negado en redondo. Se había acostumbrado a dormir con Shinachiku en la misma habitación, y no quería estar lejos de él si empezaba a llorar.

Resopló, pasándose una mano por los cabellos rubios, hechos un desastre de tantas veces que se los había agarrado, mesado y tironeado de ellos. Al final lanzó el lápiz sobre la mesa, molesto y enfadado de pronto con el mundo.

Había pasado casi un mes desde que empezaron las clases. Apenas tenía tiempo para verse con sus amigos y ya no digamos para hablar con ellos. Sus conversaciones con Hinata también se habían reducido al mínimo, debido a las nuevas obligaciones de ambos como universitarios.

Lo entendía, de veras que sí, pero era jodidamente exasperante. Después de su última cita (Naruto no quería calificarla de otra manera) no se habían vuelto a ver y aquello lo tenía ciertamente desesperado, con la mente trabajando a mil por hora en cosas en las que no necesitaba ni deseaba pensar.

¿Y si Hinata encontraba a otro chico en la universidad que le gustara? ¿Y si llegaba un punto en que por culpa de sus respectivos deberes dejaban de verse y hablarse? ¿Y si ella se había dado cuenta de lo pesado y molesto que era tratar con un chico que tenía un bebé a su cargo? ¿Y si ya no quería a Shinachiku?

¡Dios, se estaba volviendo un paranoico! Y eso que se había prometido a sí mismo no apresurar ni forzar las cosas...

¡A la mierda, necesitaba verla, abrazarla y...

La campanilla de la puerta sonó anunciando la entrada de un nuevo cliente y levantó la cabeza. Hizo una mueca al ver a un señor de unos treinta y tantos vestido con un traje de esos modernos, sin corbata, muy a lo hípster, con unas gafas cuadradas adornándole el rostro y ese aire de persona superior. El hombre alzó una ceja al reparar en su persona, seguramente detallando la mala cara que presentaba.

Claro, que se pusiera él a cuidar de un bebé las veinticuatro horas del día siete días a la semana. Estúpidos prejuicios.

Recordándose que su madre lo mataría si no hacía bien su trabajo respiró hondo y, levantándose de la silla, compuso su mejor sonrisa.

―¿Le puedo ayudar en algo?―Tras unos segundos más de estarlo observando (Naruto tuvo que hacer uso del poco autocontrol que le quedaba para no pagar su mal humor con el hípster) el hombre al fin se le acercó.

―Sí. Estoy buscando a Kushina. ―Naruto ladeó la cabeza con el ceño fruncido. ¿Quién era ese tipo para tratar de manera tan familiar a su madre?

―Mi madre no se encuentra en estos momentos. Si puedo serle yo de ayuda... ―El supuesto cliente miró un momento para el lugar en el que Shinachiku dormitaba y luego volvió de nuevo sus ojos hacia él. Naruto contó mentalmente hasta diez.

―Habíamos quedado en que esta semana vendría a hablar con ella por un asunto. No esperaba no encontrarla.

Jodido arrogante de mierda. Mamá ¿con qué gente te juntas?―Pensó Naruto para sí mismo. Sonrió, forzando al máximo las comisuras de sus labios―. ¿Tenía cita?―preguntó, haciendo acopio de toda su paciencia, revisando la agenda que tenía sobre la mesa.

―Creo que no. ―Naruto rodó los ojos, volviéndose hacia la pantalla del ordenador, buscando el calendario.

―Dígame su nombre. A lo mejor lo anotamos como visita y no como cita. ―El hombre suspiró, como si estuviera hablando con un estúpido al que tenía que explicarle las cosas más de dos veces para que las entendiera. Naruto tuvo que apretar el puño que tenía libre.

Recuerda, Naruto, en ello te va el sueldo'dattebayo. ―Claro que el pobre hombre no sabía que había escogido uno de los peores días para cruzarse en el camino de Naruto Uzumaki.

―Takeshi, Takeshi Kimura. ―Naruto revisó minuciosamente el calendario virtual hasta que al fin dio con el dichoso nombre.

―Hum... Veo que sí está aquí, Kimura-san, pero mi madre lo tiene anotado como visita para... ¿la semana próxima?―Volvió sus ojos azules al hombre y este dejó escapar un segundo suspiro.

―Sí, pero pensé que era buena idea pasarme por aquí y hablar con ella en persona sobre algunas cosas. ―Naruto asintió; de reojo, vio como Shinachiku comenzaba a removerse, indicando que pronto se despertaría.

―Bueno... mi madre en estos momentos no está, como ya le he dicho, está haciendo un reconocimiento en una casa. Si quiere, puedo anotarle para una cita. ―Tomó la agenda y pasó las páginas, buscando un hueco libre aquella misma semana. Estaba seguro de que el estirado con cara de estreñido no querría esperar mucho más.

―Lo cierto es que me urge un poco ¿no podría llamarla y pedirle que venga?―Naruto crispó los dedos. ¿Por qué la gente con pasta se creía con el derecho de exigir todo siempre? No pudo evitar pensar en Sasuke, y eso que el teme había amainado mucho con los años.

Luego pensó en su padre. No, no todo el mundo con dinero se creía el ombligo del mundo. El padre de Hinata tampoco era así.

―Puedo intentarlo―le dijo Naruto, sabedor de que su madre mandaría al tipo este a freír espárragos de la forma más sutil y fina que se le ocurriera. Agarró el teléfono y marcó el número de móvil de empresa de su madre, sabiendo de antemano que le contestaría su asistente.

―¿Diga?―Sonó la voz suave de una mujer.

―¿Konan? Soy Naruto. Está aquí el señor Kimura, dice que necesita hablar con mamá de forma urgente.

―Pero habíamos quedado con él la semana que viene...

―Lo sé, está anotado en el calendario, pero insiste en que es urgente y que tiene que ver a mamá hoy. ―Oyó el suspiro resignado de Konan al otro lado del teléfono, como si no fuera algo nuevo el que algunos clientes se creyeran con el derecho de pedir que ellas estuvieran disponibles para ellos cuando les viniera en gana.

―Un segundo, Naruto-kun, hablaré con Kushina-san. ―Naruto oyó un breve intercambio de palabras entre Konan y su madre; como había supuesto, su progenitora parecía sumamente molesta por la interrupción.

―¿Naruto? Pásame a Kimura-san. ―El rubio se apresuró a obedecer, pasándole al auricular al hípster. El hombre sonrió con superioridad y tomó el aparato, mirándolo por encima de sus gafas de pasta.

Naruto se guardó la sonrisa que quería escapar de sus labios, mientras se inclinaba sobre Shinachiku, quien ya había abierto los ojos y bostezaba. Lo desenganchó de las correas que lo ataban y lo tomó en brazos, sabiendo que de no hacerlo empezaría a llorar.

Por el rabillo del ojo observó como el rostro del señor Kimura pasaba de la arrogancia a la sorpresa y de ahí a la estupefacción. Oh, sí, le encantaba cuando su madre ponía en su sitio a otros que no fueran él. Nadie pasaba por encima de Kushina Uzumaki.

―Es-está bien, Kushina-san, lo entiendo. L-la veré en mi oficina la semana que viene, entonces. Muchas gracias por atenderme. ―Le devolvió al auricular a Naruto y, murmurando una seca despedida, salió del local.

Solo entonces Naruto se echó a reír, haciendo que su hijo lo mirara con sus ojitos verdes rebosando curiosidad.

―Shina-chan, tu abuela es de temer. Ya lo comprobarás cuando seas un poco más grande'ttebayo. ―El niño hizo un gorgorito y de pronto estiró una manita para agarrar uno de los largos mechones de su padre y tirar de él. Naruto se quejó―. Hey, eso duele, bebé. ―Consiguió desengancharse los pequeños deditos de Shinachiku del mechón y se pasó la mano por el pelo―. Aunque me ha crecido bastante... ¿debería cortármelo?―Miró para Shinachiku y sonrió―. Creo que eso se merece una consulta femenina... ―Amplió la sonrisa; ya tenía una excusa para llamar a Hinata sin parecer un desesperado.


Hinata sonrió observando la pintura sobre el anteriormente pulcro lienzo blanco. El profesor les había pedido que dibujaran algo que representara lo que para ellos era la inocencia y, por algún motivo, los ojos verdes de Shinachiku fue lo que vino a su mente. Pronto tenía un retrato del pequeño bebé rubio, mostrando aquella expresión de asombro cada vez que algo lo desconcertaba.

―Muy buen trabajo, Hyūga. ―La aludida se volvió y se sonrojó al ver al profesor detrás de ella, observando su retrato―. ¿Se lo ha inventado o... ―Negó con la cabeza.

―E-es... el hijo de un amigo. ―Se mordió el labio inferior, con el dolor haciendo mella en su corazón tras pronunciar aquella frase.

―Entiendo. ―Los ojos del profesor se clavaron en ella unos segundos para acto seguido desviarse y continuar su ronda por la clase. Hinata dejó el pincel con mano temblorosa sobre el caballete; de repente se le habían quitado las ganas de seguir con el retrato.

―Es muy bonito. ―Hinata se sobresaltó al oír una segunda voz tras ella. Giró su cuerpo en la banqueta sobre la que estaba sentada; se relajó al ver a Sai Himura, uno de sus compañeros con el que había establecido una especie de relación amigable y cercana. A pesar del carácter algo extraño del chico y de su apariencia de "muerto viviente", como lo calificaban algunos de sus compañeros.

Ciertamente la piel extremadamente pálida, los ojos negros, la sonrisa normalmente falsa y esa manía que tenía de vestir siempre de negro y de decir a todas horas lo que pensaba sin pelos en la lengua había conseguido que la mayoría de los estudiantes de su mismo curso lo rehuyeran. Pero a Hinata le gustaba, Sai tenía alma de artista y su extrema sinceridad, aunque a veces podía doler, era algo que la peliazul agradecía.

―Gracias, Sai-kun. ―Echó un vistazo a la pintura de Sai, la cual representaba a dos niños tomados de las manos en lo que parecía ser un prado―. Tu dibujo también es precioso.

―Mm, no es cierto. Está muy mal hecho y dudo mucho que logre terminarlo. ―Hinata lo miró, interrogante, pero Sai se limitó a encogerse de hombros―. Ya me las apañaré. Me inventaré un rostro. ―En ese momento el profesor anunció el final de la clase y los alumnos se apresuraron a recoger sus materiales para salir cuanto antes―. ¿Comemos algo?

―Claro. ―Hinata se colgó su bolsa de un hombro y salió en compañía del pelinegro. Su móvil vibró en ese momento―. Disculpa un segundo. ―Rebuscó en el interior de su bolsa hasta dar con él. Lo desbloqueó y una sonrisa tonta adornó sus labios al ver un mensaje de Naruto en el que le decía que la echaba de menos, que su madre era una tirana y que la universidad una esclavizadora. Soltó una risita y le contestó.

A su lado, Sai alzó una ceja, intrigado por la gama de emociones que pasó por el rostro de su nueva amiga.

―¿Tu novio?―Hinata dio un respingo ante la pregunta de Sai. Sus manos comenzaron a temblar y un fuerte sonrojo inundó sus pálidas mejillas.

―N-no, so-solo un buen amigo... ―El móvil volvió a vibrar anunciando un nuevo mensaje. Intentando hacer como si nada reanudó su camino en compañía de Sai mientras contestaba con la mano que le quedaba libre.

―Yo diría que es más que eso. ―Hinata volvió a enrojecer―. No soy muy bueno leyendo a las personas, pero diría que sientes algo por esa persona. ―Señaló con la barbilla al teléfono móvil. Hinata suspiró, volviendo su atención de nuevo a la pantalla.

―Eso no lo puedo negar―murmuró, con algo de vergüenza. ¿Tan obvia era que incluso alguien ten negado para las emociones como Sai se había percatado de sus sentimientos fácilmente?

Suspiró. El amor era demasiado complicado. Podía llenarte de felicidad y a la vez sumirte en la desesperación más absoluta.

Llegaron a la cafetería y fueron a la barra a pedir. Se acomodaron en una mesa libre mientras esperaban. Hinata terminó su conversación y guardó el móvil, suspirando de nuevo.

―¿Te gusta mucho esa persona?―Hinata miró durante varios segundos para los ojos insondables y oscuros de Sai antes de contestar. Eso era lo que más le gustaba de él: Sai nunca juzgaba, nunca daba las cosas por sentado y no tenía prejuicios de ningún tipo. Podías hablar con él de cualquier cosa.

―Sí. ―Uno de los camareros apareció con su comida y ambos le agradecieron. Cuando Hinata creyó que podría librarse de una conversación algo incómoda para ella una mata de cabello rubio largo cubrió su visión, a la vez que unos pálidos brazos la estrujaban desde atrás.

―¡Qué alegría encontrarte, Hina! ¡No pensé verte a estas horas!―Hinata sonrió al percatarse de quién era.

―¡Ino-chan!―La Hyūga se puso inmediatamente en pie y abrazó a su amiga―. ¡Qué sorpresa! ¿No tienes clase?

―Hoy no. ―Los ojos azules de Ino se desviaron entonces al misterioso chico todo vestido de negro que estaba sentado en la misma mesa que su amiga―. ¿Y tu amigo?―Hinata se separó de la rubia y los presentó.

―Ino-chan, este es Sai Himura, es compañero mío en la facultad. Sai-kun, esta es Ino Yamanaka, una muy buena amiga. ―El chico sonrió y se levantó, ofreciéndole su mano a Ino, quién la tomó, algo desconcertada por la manera tan rara en la que Sai había sonreído.

―Encantado. No todos los días conozco a una belleza como tú. ―En un segundo, Hinata vio lo que nunca pensó ver: a una Ino total y absolutamente roja, actuando de pronto de forma tímida y recatada.

―Gra-gracias. T-tú también eres muy... guapo. ―Sai alzó una ceja, algo confuso por el cambio ten repentino de comportamiento en la rubia.

―¿Ino-chan?―Pero los ojos azules de su amiga estaban fijos en la figura del pelinegro. Hinata ladeó la cabeza, algo confusa pero con una pequeña sonrisa en el rostro. ¿Acaso esto era amor a primera vista?

A todas luces, parecía que sí.


Naruto ingresó en su casa sonriendo como bobo, rememorando la corta conversación que había mantenido con Hinata por el móvil.

Pienso que te verías muy guapo con el pelo corto. Aunque así estás muy bien.

No tuvo que pensarlo mucho. Esa misma tarde iría a la peluquería a darse un buen corte. Además, sentía que era algo que quería y necesitaba hacer. Tal vez así pudiera deshacerse de parte de los sentimientos negativos que a veces lo asolaban, tal vez así pudiera dejar atrás esa etapa llamada adolescencia que si bien le había traído alegrías también desgracias.

Ya no era un niño, y tampoco un adolescente descerebrado, sentía que estaba empezando a crecer como persona, a madurar, como dirían sus padres.

Además, Hinata le había dicho que se vería muy guapo con el pelo corto. Y el que ella le diese su aprobación era más que suficiente para que Naruto tomara la decisión.

Dejó las bolsas de la compra en la cocina y empezó a guardar las cosas en sus respectivos lugares. Era la hora de comer y el delicioso olor que provenía del horno le estaba haciendo la boca agua. Su padre se asomó por la cocina con Shinachiku en brazos. Desde que su nieto había venido al mundo Minato pasaba más tiempo en casa y menos en la oficina. Su nieto le había dado la excusa perfecta para ello.

―¿Y mamá?―preguntó Naruto dejando unos minutos de colocar la compra y yendo hacia su padre y su hijo para saludar a su bebé; le acarició con cuidado su cabecita cubierta por cortos mechoncitos rubios y le dio un beso en la frente.

―Viene ahora. La comida estará enseguida. ―Naruto asintió. Su padre cocinaba de maravilla; no es que su madre no, pero Kushina detestaba cocinar, por lo que solía delegar en su marido dicha tarea siempre que podía.

Terminó de guardar todo lo que había ido a comprar al súper y fue a reunirse con Shinachiku y Minato al salón, donde su padre veía las noticias del mediodía con Shinachiku entre sus brazos. Naruto le pidió silenciosamente que se lo pasara y Minato obedeció. Naruto pegó al bebé a su pecho y aspiró el dulce aroma que su hijo desprendía. Shinachiku lo miraba fijamente mientras tiraba del chupete con tranquilidad.

―¿No ha llorado mucho?―Minato negó.

―Tan solo se quejó para que le cambiara el pañal, pero nada más. ―Naruto asintió, meciendo a Shinachiku―. También ya ha comido. Estaba intentando que se durmiera cuando has llegado. ―Naruto agradeció en su mente toda la ayuda que sus padres le estaban brindando. Sin ellos, seguramente se sentiría perdido.

Y Hinata. Aún no había podido agradecerle como era debido todo lo que ella había hecho por él y por Shinachiku. Se había roto la cabeza intentando buscar algo que mostrara la profundidad de los sentimientos que ella había comenzado a despertar en él. Aunque en ocasiones pensaba que eso la asustaría y entonces desechaba la idea, pero luego se decía que le debía al menos... hacer algo por ella.

―Hoy por la tarde iré a cortarme el pelo―soltó, para intentar distraer su mente de sus confusos pensamientos. Minato se lo quedó mirando fijamente. Los ojos azules de su hijo, tan iguales a los suyos propios, parecían estar ausentes, distraídos, pero él lo conocía bien y sabía que Naruto estaba pensando en algo, algo importante por la manera en la que fruncía las cejas y los labios.

―¿Y eso? Creí que adorabas tu cabello largo. ―Naruto suspiró.

―Y así es pero... ―Miró para Shinachiku―. Creo... creo que lo necesito. No sé cómo explicarlo... es algo que... quiero hacer. Pienso que... me hará bien... desprenderme del pasado o algo así. ―Frunció el ceño―. ¿Es raro?―Clavó sus orbes azules en los de su progenitor, quién negó.

―No, al contrario. Si es lo que quieres... Contendré a tu madre―dijo Minato, divertido. Naruto alzó las comisuras de sus labios en una sonrisa. Sí, su madre adoraba su pelo largo y rubio. Recordó como de pequeño podía pasarse horas y horas acariciándoselo o peinándoselo. También recordó una vez, cuando aún iba al instituto, en el que se había cabreado con un profesor y se había saltado su clase, yendo a parar al patio, bajo un enorme árbol. Su sitio favorito para echarse siestas cuando no le apetecía ir a clases.

Entonces Hinata había aparecido, preocupada por su repentina desaparición, pero lejos de echarle un sermón o recriminarle, se había dejado caer a su lado en silencio, haciéndole compañía. Pronto se había visto recostado en el césped, con la cabeza apoyada cómodamente en las piernas de la chica, atraído por la calidez y la calma que la presencia de la Hyūga siempre le propiciaba; mientras ella, en un movimiento demasiado atrevido en alguien tan tímido, pasaba sus dedos una y otra vez por su pelo, calmándolo casi al instante, relajándolo hasta que, sin darse cuenta, quedó dormido.

Cuando despertó se había encontrado con una Hinata igualmente dormida, con su cara cayendo hacia delante, los traviesos mechones largos y negroazulados enmarcando su precioso rostro. Fascinado por aquella faz que parecía de porcelana no había podido resistirse e, incorporándose, se había acercado a los labios femeninos, robándole así un pequeño beso que lo había hecho enrojecer nada más separarse de ella.

Nunca se lo había dicho a nadie, ni siquiera a la propia Hinata. Pero ese había sido su primer beso y le había sabido a gloria divina. Claro que nunca fue capaz de decirlo en voz alta, no cuando se suponía que estaba enamorado de otra chica que no era Hinata, y lo que menos quería en el mundo era hacerle daño.

Quiso reír de la ironía: al final, intuía que se lo había hecho igualmente, fuera consciente o no de ello. Pero Hinata nunca le había reprochado nada ni tampoco había intentado ser algo más que amigos.

Suspiró.

Los sentimientos eran complicados.


En la peluquería no había mucha gente. Una chica muy amable fue a atenderlo nada más entrar y lo guio hasta el espacio que tenían reservado para los hombres. Allí, un chico apenas unos años mayor que él lo instó a sentarse en una de las sillas y lo cubrió con la tela, para evitar que los pelos sueltos se le colaran por el cuello.

―Vaya, tienes un cabello precioso. ―Naruto sintió las manos del peluquero amasar su pelo y sonrió, algo forzadamente―. ¿Por qué quieres cortarlo? Puedo arreglártelo y...

―No―lo interrumpió el Uzumaki―. Quiero cortarlo―dijo, tajante. El chico pareció observarlo unos segundos para luego suspirar con resignación.

―Es una pena pero si es lo que quieres... el cliente siempre tiene la razón. Dime ¿habías pensado en algo en especial? ¿Algún corte que te guste?―Naruto negó con la cabeza.

―La verdad es que no. Solo... quiero cortarlo, me gustaría parecer más... adulto. Ni yo mismo me entiendo... ―El chico sonrió con lo que pareció ser comprensión.

―Comprendo, quieres algo totalmente distinto a lo que has llevado hasta ahora pero sin perder lo que eres. ―Naruto asintió y, en cuanto sintió el peine pasear por sus cabellos, cerró los ojos, relajándose con los movimientos metódicos y pausados del chico tras él.

Durante los siguientes veinte minutos no dijo nada, sumergido como estaba en los pautados movimientos de los ágiles dedos del peluquero, así como el sonido del peine y las tijeras. Cuando el peluquero terminó se apartó de él y admiró su obra, satisfecho.

―Listo. ―Naruto abrió los ojos y se miró al espejo, asombrándose enseguida de su nuevo aspecto. Ya no tenía ni pizca de los mechones largos y desordenados que antes adornaban su cabeza, ahora un corto cabello rubio, pegado al cráneo, enmarcaba su rostro, haciéndolo parecer, quizás, más mayor de lo que en realidad era―. ¿Me he pasado?―preguntó el peluquero, titubeante, ante la falta de respuesta de Naruto.

El rubio sonrió, pasándose la mano por aquel nuevo corte, notando el cuero cabelludo bajo su mano, maravillándose con su nueva imagen.

―¡Está perfecto'dattebayo!―El entusiasmo que tiñó su voz hizo que el chico sonriera, notablemente aliviado. Le quitó la tela que lo cubría y le pasó un cepillo por la nuca el cuello, retirando así los restos de pelo que le quedaban pegados a la piel. El Uzumaki se levantó, se miró una vez más en el espejo y sonrió ampliamente. Extrañamente, de repente se sentía mucho mejor.

Pagó en la peluquería y salió a la calle, respirando hondo. Hacía viento y, durante unos segundos, le pareció la mar de raro el no sentir sus largos mechones acariciando su cara y entorpeciéndole la vista. Luego rio, echando a andar con las manos en los bolsillos. Sus dedos rozaron el teléfono móvil y tuvo el deseo irrefrenable de sacarse un selfie y mandárselo a sus amigos, para que vieran lo guapo y sexy que estaba ahora.

Bueno, primero a Hinata, luego a sus amigos.

Sacó el aparato del bolsillo, entró en la aplicación de la cámara y, sonriendo de medio lado, se sacó la foto. Seguidamente se la mandó a Hinata y se quedó quieto, mirando para la pantalla, esperando ansioso su respuesta.

Esta no tardó en llegarle:

Estás muy atractivo, Naruto-kun. Me gusta mucho.

Sonrió, feliz, y procedió a mandar la foto al chat en el que estaban él y sus amigos. Luego guardó el móvil de nuevo en el bolsillo y, silbando una cancioncilla infantil, reanudó el camino a casa.

No había dado ni diez pasos cuando alguien lo llamó.

―¿Naruto?―Se volvió y sonrió al ver a Kiba y a Shino, acompañados de Akamaru, el enorme perro de Kiba―. ¿Naruto?―repitió Kiba―. ¿Eres tú?

―¡Hola, Kiba, Shino!―Se acercó a sus amigos, quienes lo miraban incrédulos. Al menos en el caso de Kiba, Shino no sabía muy bien dado que llevaba puestas unas gafas de sol que tapaban sus ojos.

―¡¿Qué rayos te has hecho en el pelo?!―Naruto llegó junto a ellos, acarició la cabeza de Akamaru y sonrió.

―Me lo corté. ¿A que me queda genial?

―¡Te has quedado casi sin pelambrera!―Naruto frunció el ceño.

―Para tu información a las chicas les gusta. ―Kiba alzó las cejas.

―¿Ah sí? ¿A quién has preguntado, a ver? ¿A Ino?―soltó Kiba en tono burlón. Durante una fracción de segundo Naruto se sintió incómodo con responder. Por alguna razón, no quería que Kiba y Shino supieran que había sido Hinata a la primera a la que le había mostrado su nueva apariencia.

―Pues... ―Gracias al cielo, Akamaru escogió ese momento para ladrar y llamar así la atención de su amo.

―Naruto―el aludido dio un salto en el sitio.

―Joder, Shino, un día de estos me matas del susto. ―Shino ladeó la cabeza.

―Creo que has hecho bien. Es mejor desprenderse de las cosas malas antes de que el daño sea irreparable. ―Naruto pestañeó.

―Gracias, creo. ―Charló unos minutos más con ellos para luego despedirse y seguir su camino. Kiba y Shino lo vieron perderse entre la gente.

―Está raro.

―Está madurando. ―Kiba miró para Shino con el ceño fruncido.

―¿Me estás queriendo decir algo?―Shino negó―. Da igual. Pasando a otra cosa, dentro de poco es su cumpleaños.

―Sí, Ino estaba hablando de eso hace unos días. Creo que ella y Sasuke le quieren hacer una fiesta sorpresa o algo así. ―Kiba resopló.

―Ese Uchiha mandón, seguro que lo único que hace es darnos órdenes para que nosotros lo hagamos todo.

―Es por Naruto. ―Kiba puso los ojos en blanco.

―Ya, ya, está depre y necesita que lo animemos. Captado. ―Shino se encogió de hombros, ignorando a Kiba y sus refunfuños.


―¿Cómo lo haremos?―preguntó Hinata, mientras terminaba de colocar los aperitivos sobre la mesa del comedor. Habían pasado la última semana organizando la fiesta sorpresa para el cumpleaños de Naruto. Los chicos se encargaban de colgar los globos y las pancartas mientras que las chicas decoraban las mesas y distribuían la comida y la bebida.

―Fácil: lo invitas a comer ramen. ―Hinata miró boquiabierta para Karin, para acto seguido sonrojarse furiosamente.

―N-no, y-yo n-no-

―Hinata, solo hay dos cosas a las que mi primo no puede resistirse: un buen tazón de ramen y tú. Bueno, en realidad son tres, pero la tercera es innata a todos los hombres, por lo que no cuenta. ―Hizo un ademán con la mano.

―¿Cuál es la tercera?―Hinata se arrepintió de haber hecho la pregunta al segundo de pronunciarla, sobre todo al ver la sonrisa perversa en el rostro de la pelirroja.

―El sexo, Hina, el sexo. ―Totalmente avergonzada se cubrió el rostro con las manos.

―Sí, pero no te pediríamos que lo sedujeras para tenerlo entretenido... porque no lo harías ¿verdad?―Hinata dio varios pasos atrás, mirando incrédula para sus dos actuales mejores amigas.

―I-Ino-chan, y-yo...

―¡Basta, par de pervertidas! ¡No corrompáis a mi dulce e inocente Hinata con vuestras mentes sucias y retorcidas!―Karin rodó los ojos al ver a Kiba abrazar protectoramente a Hinata.

―Algún día tendrá que dejar de ser virgen, Kiba.

―¡Lalalalalalalala! ¡No te escucho, no te escucho!―Los demás irrumpieron en carcajadas, mientras una roja Hinata no sabía donde meterse.

―Vaya, sí que sois raros. ―El comentario de Sai hizo que Shino se encogiera de hombros. Los dos chicos se encontraban colocando unos globos sobre la puerta de la entrada―. ¿Seguro que está bien que Ino me invitase? Aunque no pude negarme.

―Si nadie ha puesto objeción, entonces es que eres más que bienvenido.

―Gracias. ―Lo cierto era que en apenas dos semanas la Yamanaka había desarrollado una especie de amistad con Sai, y le había pedido que fuera a un cumpleaños con ella en calidad de acompañante.

―Además, no eres el único: Karin se ha traído a Suigetsu―dijo Shino, señalando con la cabeza el lugar en el que un peculiar chico de cabello casi blanco y ojos violeta intentaba escabullirse para meter las manos en el pastel―, por lo que nadie te dirá nada. ―Sai asintió, conforme, pensando en que se sentía bien formar parte de un grupo.

A eso de la hora de merendar Hinata salió de la casa de los Namikaze directa a buscar al rubio. En diez minutos cerraba la tienda de Kushina y ella haría como que había ido a buscarlo para invitarlo a ramen, a modo de regalo de cumpleaños. Iba más roja que un tomate, pero se dijo que tenía que ser valiente.

Y también se moría de ganas por verlo.

Llegó a su destino y entró. Su corazón dio un vuelco cuando lo vio levantar la vista de unos papeles. Los ojos azules se abrieron con inusitada sorpresa al verla.

―¡Hi-Hinata-chan!―Naruto dio un salto, golpeándose la rodilla contra la mesa. Se mordió la lengua evitando así el grito de dolor que quiso escapar de su garganta. No se vería para nada bien que Hinata lo viera quejarse cual niño pequeño―. ¿Q-qué haces aquí?

―Yo... ―Hinata desvió la vista, incapaz de seguir observándolo. El nuevo corte de cabello le sentaba de maravilla, acentuaba sus rasgos, haciéndolo ver aún más masculino, y dejaba ver aquellos dos ojazos azules que ella tanto amaba. Si antes Naruto tenía alguna que otra chica detrás suspirando por él ahora haría que todas las féminas en varios metros a la redonda cayesen rendidas a sus pies.

Se sintió mal de pronto con esos pensamientos. Tragó saliva y se armó de valor, encarándolo.

―Yo... vi-vine pa-para invitarte a ramen. ―Naruto pestañeó.

―¿Eh?

―Ho-hoy... hoy es tu cumpleaños, Naruto-kun. ―El rubio abrió la boca, miró el calendario y sus ojos se abrieron como platos.

¡Oh, Dios mío! ¡Hoy cumplía diecinueve años y ni siquiera se había acordado en todo el puñetero día! Ahora entendía las sonrisas extrañas que le daban sus padres. Había estado tan enfrascado en sus estudios y en Shinachiku que ni se había percatado del paso de los días.

Se palmeó la frente, sintiéndose un tonto.

―Soy idiota. ―Hinata sonrió con ternura, acercándose a él unos pasos―. Ahora entiendo el por qué mis padres insistieron en quedarse esta noche con Shinachiku. Seguramente creyeron que tendría planes, o algo así. ―Hinata apretó la correa de su bolso.

―S-si es así...

―¡No!―Se apresuró a contestar él, nervioso y con miedo de que Hinata pensara cosas que no eran―. No tengo planes, con nadie. ―Se aclaró la garganta―. Así que estoy libre para ir a tomar ese ramen contigo. ―Hinata enrojeció, sintiéndose extremadamente feliz por dentro―. Solo... espera a que recoja aquí un poco y a que cierre. ―Hinata asintió. Esperó unos minutos a que Naruto terminara de acomodar las cosas y luego se dirigió a la salida. Mantuvo la puerta abierta esperando a que saliera ella primero y luego echó la llave, tras apagar todas las luces.

A paso lento y en un silencio cómodo, ambos se dirigieron casi inconscientemente al establecimiento favorito del rubio: un pequeño puesto de ramen que antaño les quedaba de camino en el recorrido hacia el instituto, en el cual solían parar muchas veces por petición expresa del rubio.

Cuando se adentraron en el local el viejo Teuchi, el dueño, los saludó efusivamente.

―¡Naruto, muchacho, cuánto tiempo sin verte! ¡Hinata-chan, a ti también!―Respondieron al entusiasta saludo, sentándose en sendas banquetas―. ¿Qué va a ser?

Ramen con cerdo. Un tazón bien grande. ¿Hinata-chan?

―To-tomaré lo mismo. ―Naruto sonrió. Teuchi apuntó sus pedidos; mientras, Naruto se dedicó a observar el perfil de Hinata sin que esta se diera cuenta.

Desde luego, Hinata era preciosa. Le encantaba ese tenue color rojo que solía adornar sus mejillas, ya parecía algo perpetuo en ella debido a su timidez, la cual encontraba también adorable; le gustaba mucho también la forma en que su nariz se arrugaba cuando estaba concentrada en algo, o la manera en que fruncía los labios en un gracioso mohín cuando algo la molestaba; también la forma en que sus ojos brillaban al contemplar una pintura o unos rollos de canela, su postre favorito.

Si antes todos esos gestos le gustaban y lo fascinaban, durante el verano había llegado a adorarlos. No se había percatado nunca de lo pendiente que había estado siempre de ella de manera inconsciente, no hasta que aquel verano había tenido la oportunidad de convivir con ella. Se sorprendía a sí mismo muchas veces observándola y anticipando sus movimientos sin apenas darse cuenta.

Sacudió la cabeza y volvió la vista al frente, justo para ver como Teuchi les entregaba sus pedidos. Pronto no se oyó más que el sorber de los fideos. Se terminó el cuenco en tiempo récord, mirando para Hinata, quién, al parecer, también había terminado.

Antes de que Naruto dijera nada de irse, Hinata se disculpó con él para ir un momento al cuarto de baño. Cuando desapareció tras la puerta del excusado, Teuchi se apoyó en la barra, mirando con una sonrisa para Naruto.

―¿Q-qué?

―Siempre he dicho que Hinata-chan y tú hacéis buena pareja. ―Naruto se puso rojo.

―¡Solo somos amigos! Solo amigos―masculló, sorprendiéndose al notar cierto matiz de molestia en su propia voz ante dicho pensamiento. Respiró hondo un par de veces―. Ella... ―bufó ¿por qué le estaba dando explicaciones al viejo de Ichiraku?―. No sé si ella... querría... ―habló para sí mismo. Teuchi amplió su sonrisa.

―Siempre le has gustado, Naruto. Se notaba a leguas. ―Sí, algo de lo que no había podido darse cuenta hasta ese verano, en el que pudo acercarse más a la muchacha y percatarse de que todos aquellos desmayos y tartamudeos solo ocurrían cuando estaba con él, dándole a entender que si ese extraño comportamiento solo lo tenía ante su persona solo podía significar una cosa.

Le gustaba a Hinata.

Y no sabía si gustar era demasiado poco. Anhelaba ser alguien especial para ella tal y como Hinata lo era para él. Se había convertido en una persona la mar de importante.

Al fin la vio salir del baño. Hinata insistió en pagar ella sus consumiciones, pese a las protestas del rubio, pero Hinata alegó que aquel era su regalo de cumpleaños para él y ante eso no tuvo más opción que callar y dejarla hacer.

Salieron de nuevo al aire fresco del exterior. El otoño ya se había apoderado de Konoha y los días eran cada vez más fríos.

―¿Te acompaño a casa?―Hinata lo miró de reojo, mordiéndose el labio inferior. Ino le había mandado un mensaje hacía unos minutos, diciéndole que ya todo estaba preparado y que fueran para la casa del chico cagando leches. Minato y Kushina pasarían la noche en casa de los Uchiha, junto con Shinachiku, para dejarles vía libre y así poder celebrar en condiciones el cumpleaños de su único hijo.

―M-me gustaría pasar por la tuya antes. Qui-quisiera ver a Shinachiku. ―Era una excusa pobre, pero al parecer convenció a Naruto porque sonrió y, en un movimiento totalmente inesperado, la tomó de la mano y tiró de ella, apresurando el paso.

―¡Claro que sí, Hinata-chan! ¡Estoy seguro de que Shina-chan también te ha echado de menos'ttebayo! Tanto como yo. ―Agregó el chico en su mente.

A paso rápido, casi corriendo, ambos llegaron a las puertas de la casa que Naruto compartía con su bebé y con sus padres. Naruto se detuvo en el umbral de la entrada y le dedicó una preciosa sonrisa que la hizo sonrojarse mientras buscaba las llaves y metía la llave en la cerradura, girándola y abriendo así la puerta.

Se extrañó al encontrar todo tan sumido en la oscuridad. Tanteó la pared hasta dar con el interruptor de la luz y lo prendió.

―¡SORPRESA!―Casi le da un patatús; allí, delante de él, salidos de vete tú a saber donde, todos sus amigos y su prima le sonreían. Los ojos le ardieron sin saber muy bien por qué y comenzó a temblar de la emoción.

―Chicos... ―Sintió el cálido tacto de una pequeña mano en la suya e inconscientemente la encerró. Se giró para ver el precioso rostro de Hinata teñido de un suave rosa al tiempo que una sonrisa adornaba su faz.

―Feliz cumpleaños, Naruto-kun. ―Cerró los ojos y una lágrima se desprendió al fin de sus ojos, deslizándose por su mejilla.

Aquel gesto, tan trillado ya en su grupo de amigos, supuso para él más en aquel año que cualquier otra cosa en el mundo.

Después de muchos meses de angustia, pudo decirse que la amistad que mantenía con aquella gente duraría para siempre.

Ellos no lo abandonarían, no lo dejarían solo. Mucho menos la hermosa chica que tenía a su lado, sosteniendo su mano para evitar que se derrumbara. Algo que el Uzumaki pidió a los dioses que no cambiara nunca.





Ea, pues uno más. ¿A alguien más le dan diabetes estos de los monos monísimos que me son? ¡Si es que me los comooooooooooooo!

Gracias a todos los que leen, votan y comentan.

De nuevo, mis disculpas por no ir al día con los comentarios. Juro que no soy yo, el agujero negro que es mi vida me absorbe cada día más *suspiro*.

¡Os amodoro!

¡Nos leemos!

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