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Parte 5

Naruto sonrió con infinita ternura cuando Shinachiku soltó la tetina del biberón. Unas gotas de leche le mancharon los labios y el babero. Dejó el biberón sobre la mesita de centro, le limpió la boquita y, quitándole el babero, le limpió la carita y lo puso sobre su hombro para instarlo a que eructara.

Con un suspiro miró para el biberón, en el que aún quedaba un poco de leche. Hacía varios días que Shinachiku no se terminaba la leche. Aquello lo tenía preocupado.

―¿No se la acabó hoy tampoco?―Naruto vio a Hinata recoger el biberón y el babero. Negó.

―Me preocupa. Antes se los pimplaba en un tris y ahora... ―Hinata sonrió al ver la preocupación en aquellos ojos azules que amaba.

―Seguro que no es nada, Naruto-kun. Los bebés también son personas, bueno, personitas, más bien, pero no es nada raro que haya temporadas que coma de más y otras en las que coma de menos.

―Seguro que tienes razón, Hinata-chan, pero... ―Un eructo salido del cuerpecito de Shinachiku lo interrumpió y los hizo reír a ambos. Mientras Hinata iba a la cocina a lavar el biberón y el babero Naruto siguió dándole suaves palmaditas a Shinachiku hasta que este expulsó los gases un par de veces más. Entonces se levantó con él en brazos y lo colocó en el cochecito―. ¿Estás lista, Hinata-chan?―Tan distraído estaba acomodando bien a su bebé que no se dio cuenta de lo tensa que se había puesto la Hyūga de repente.

Hinata se mordisqueó el labio inferior mientras terminaba de lavar el biberón y lo echaba en el recipiente para desinfectarlo, junto con tetina y tapa. Se tomó su tiempo en coger la caja con las pastillas desinfectantes y echar una en el agua, así como en guardar el cepillo especial para lavar los biberones; hacía varios días ya que Karin, Sasuke y los demás habían vuelto a Konoha tras dos semanas de vacaciones gratis en la casa Uzumaki, como había optado por llamarla Naruto. Pero ella había cumplido su promesa y se había quedado a seguir ayudando a Naruto.

Suspiró mientras se pasaba la mano por el pelo, mirando por la ventana de la cocina. Hoy era la segunda revisión de Shinachiku con el pediatra. Naruto le había pedido que fuera con él. En un principio se había negado, ella no era nadie para acompañarlo a algo tan importante como eso. Pero el rubio no paró de insistirle hasta que aceptó, diciéndole que Shinachiku se portaría mejor si ella estaba presente. Aquello le había sonado a la más burda de las excusas, pero las palabras de Sasuke resonaban en su cabeza, cada día con más fuerza.

Le gustas.

Sacudió la cabeza. No quería albergar falsas esperanzas, no otra vez. Su pobre corazón no soportaría más decepciones. Ingenuamente había pensado que el empezar la universidad la alejaría de él, que podría olvidarlo, seguir adelante y buscarse otra persona a la que amar. Pero entonces el jodido destino se interpuso, poniendo ante Naruto el mayor reto de su hasta ahora corta vida: ser padre soltero.

Y ella, como la alma caritativa y bondadosa que era, no podía abandonar en la estacada al hombre al que amaba. ¿Había sido débil? Una parte muy pequeña de ella, esa que su padre siempre se había empeñado en intentar borrar, le decía que sí, pero la otra, la que siempre le había parecido más parecida a la de su madre, le decía que no, que estaba haciendo lo correcto, lo que debía. Que aquel era su destino.

―¿Hinata-chan?―Dio un respingo y se volvió. El rojo cubrió enteramente su rostro al verse cara a cara con Naruto. El rubio se había preocupado al ver que ella no le respondía y, cuando se giró para verla, vio a la chica ensimismada en sus pensamientos―. ¿Estás bien? Si te sientes mal... ―Hinata negó rápidamente con la cabeza.

―N-no es eso. Solo me distraje un momento. Es todo. ―Naruto retrocedió unos pasos y, tras escrutarla minuciosamente con su mirada azul cielo, sonrió ampliamente.

―Bien, vámonos entonces. ―Hinata sintió su corazón acelerarse. Siempre había amado, amaba y amaría esa sonrisa por encima de cualquier otra cosa en el mundo.


―Bien, allá vamos, pequeño. ―En los brazos de una sonrojada Hinata, Shinachiku reposaba tranquilamente tirando de su chupete con algo de ansiedad. Naruto esperaba un poco más atrás. C se acercaba a la chica y al bebé aguja en mano, listo para ponerle las vacunas correspondientes.

Naruto parecía un león con todo el pelo erizado, a punto de saltar sobre la amenaza que se cernía sobre su bebé. Lo único que lo mantenía quieto y tranquilo era el hecho de que Shinachiku estaba entre los brazos de Hinata. La chica, a pesar de tener todo el rostro rojo, mantenía una expresión de tranquilidad, mirando para Shinachiku, quien tenía sus ojitos verdes fijos en ella, como si supiera que estando con Hinata nada malo podría ocurrirle, a pesar de la tensión que de pronto se sentía en el ambiente de la pequeña consulta.

Cuando la aguja tocó el muslo desnudo de Shinachiku, este, en un primer momento, dejó caer el chupete y abrió los ojos aún más, sin duda sorprendido por el repentino pinchazo. Pero al cabo de unos segundos empezó a llorar desconsolado. C se apresuró a aplicar la vacuna y retiró la jeringuilla de la pierna del bebé. Naruto se plantó en dos zancadas ante su hijo mientras Hinata se ponía en pie y comenzaba a mecer a Shinachiku, cantándole una nana que siempre lograba calmarlo.

Shinachiku lloró durante unos minutos más, hasta que finalmente sus orbes de color verde jade se clavaron en los perlados de Hinata, todavía con algunas lágrimas manchando su carita e hipando por el reciente llanto. Hinata acercó su rostro al del bebé, pegando su nariz a la del pequeño, y con ese simple contacto Shinachiku dejó de llorar definitivamente.

―Vaya, se nota que el pequeño reconoce a su mamá. ―Naruto y Hinata parpadearon, se miraron y al segundo desviaron la vista, total y absolutamente sonrojados ante lo que el pediatra les había soltado tan alegremente.

―N-no, y-yo no-

―Sí, Shinachiku solo está totalmente relajado cuando Hinata-chan anda cerca. Es como si tuviera un radar para percibirla'dattebayo. ―C sonrió ante lo dicho por el Uzumaki mientras que Hinata no sabía donde meterse.

―Es algo totalmente normal. Los bebés reconocen enseguida a sus madres. ―Hinata abrió la boca una vez más, queriendo aclarar que ella no era la madre de Shinachiku, pero C le devolvió la cartilla infantil a Naruto y este le sonrió para después despedirse y arrastrarla a ella y a Shinachiku fuera de la consulta, empujando a su vez el cochecito de bebé.

Hinata se dejó hacer, anonadada, sin saber muy bien lo que había pasado, ni cómo, ni por qué. Necesitaba urgentemente hablar con alguien; con Ino, Tenía que hablar con Ino, con su amiga de toda la vida.

―Hum... Naruto-kun. ―Él la miró con una de sus sonrisas marca Uzumaki―. Ne-necesito salir un momento.

―Oh, claro. Ven aquí, Shina-chan. ―Naruto tomó a Shinachiku de los brazos de Hinata mientras ella salía, con el corazón golpeando con fuerza en su pecho. Apenas pudo sacar el móvil del bolso, con manos temblorosas.

Marcó el número de Ino y respiró hondo varias veces, hondamente. Tenía que calmarse.

―¿Diga?

―I-Ino-chan.

―¿Hinata? ¿Qué ocurre? ¿Ha pasado algo? ¡¿Shinachiku está bien?!

―S-sí, to-todo está bien.

―¿Entonces?―Hinata tuvo que respirar hondo varias veces más antes de poder hablar.

―E-el pediatra... me confundió con la madre de Shinachiku. ―Un silencio invadió la línea durante unos segundos.

―Vaya... y... ―La instó Ino a continuar, tal vez adivinando que aquello no era todo.

―No lo desmintió―dijo al fin, en un susurro apenas audible―. Naruto-kun no... no lo desmintió. No le dijo que yo no... que no soy...

―¡Pero eso es fantástico, Hinata! ¿Por eso sonabas tan deprimida? ¡Mujer, pensé que Naruto te habría hecho o dicho algo horrible!―Hinata quedó muda, no sabiendo cómo reaccionar ni cómo interpretar el tono tan alegre de Ino.

―Ino... No está bien. Yo no soy-

―Como si lo fueras. Además, lo que me cuentas no hace sino reafirmar mi teoría y abrirte aún más las puertas.

―¿Q-qué quieres decir?―Hinata oyó el resoplido que su amiga soltó al otro lado del teléfono.

―¡Es obvio, tontita! Naruto te considera especial, para él y para su hijo. Y no solo eso ¡te está dando pie a muchas cosas, Hina! ¡Te está dando a entender que te quiere en su vida y en la de Shinachiku!―Hinata pestañeó, su mente asimilando todo lo que Ino le estaba diciendo.

―Ino-chan, no creo que...

―¡Pues yo sí lo creo! ¡Y los demás también! ¡Por Dios, Hinata: le gustas! Deja de negarlo o de poner excusas. Sé que tienes miedo pero... quién no arriesga... ―La peliazul curvó los labios en una trémula sonrisa.

―Ha pasado poco tiempo desde...

―No te digo que Naruto se haya olvidado así como así de la frentona, al fin y al cabo tuvo un hijo con ella, de ella, más bien. Pero creo que él ya se ha dado cuenta de que lo que sentía por Sakura no era algo más allá de un amor pasajero, y lo que hizo con Shina-chan... Naruto no se lo perdonará nunca, tenlo por seguro. ―Hinata suspiró.

―Tengo la impresión de estarme aprovechando.

―Tonterías. ―Hinata vio de reojo como Naruto al fin salía del centro médico, empujando el carrito de Shinachiku.

―Uh, gracias, Ino-chan. Pensaré en lo que me has dicho. ―No dio tiempo a la rubia a despedirse y se apresuró a guardar el móvil para llegar junto a Naruto y el niño.

―¿Todo bien?―preguntó él, con un deje de preocupación en la voz. Hinata miró para aquellos ojos azules y sonrió, más tranquila que antes.

―Sí, solo quería hacer una llamada a casa. Para ver como iba a todo. ―El alivio se reflejó en el rostro bronceado de Naruto. Por unos angustiosos momentos había creído que a Hinata le había molestado el que él no desmintiera la suposición del pediatra de que ella era la madre de Shinachiku. No lo había hecho con mala intención, tan solo no creyó necesario dar más explicaciones de las estrictamente necesarias.

Eso y que cada noche sueñas con que ella sí es la madre de tu bebé. ―Apartó la vista a un lado, con un leve rubor cubriendo sus mejillas.

Sí, cierto, pero en su sueño Shinachiku tenía los mismos ojos azules que él y un par de marquitas en el rostro, como las de él.

Y siempre se despertaba anhelando que aquello fuera la realidad.

Miró de reojo para Hinata, quién acomodaba mejor la mantita sobre el cuerpo de Shinachiku al tiempo que le hacía carantoñas. Sonrió y se dijo que haría todo lo que estuviera en su mano para que ese sueño se cumpliera.

Tal vez su siguiente hijo sí tuviera los ojos azules y sus marcas distintivas en las mejillas. Quién sabía. El futuro era un completo misterio.


Pasaron varios días más, días en los que tanto Naruto como Hinata parecieron vivir en una nube de felicidad. Aunque el rubio sentía que pronto tendría que tomar una decisión. Septiembre se acercaba rápidamente y, contra todo pronóstico, quería regresar a Konoha.

Lo que no sabía muy bien era qué hacer: ¿trabajar o estudiar? Por un lado sentía que debía trabajar, Shinachiku era su responsabilidad y debía ser él el que cargara con todos los gastos que un bebé conllevaba. Pero por otro quería ir a la universidad. Este no había sido nunca su objetivo principal, no obstante quería darle un buen futuro a su hijo, y sabía que con un título universitario sería más fácil cumplir ese deseo.

Suspiró, observando el calendario y al móvil. Quedaban apenas tres semanas para que comenzara el nuevo curso. Hinata se iría la semana siguiente para prepararse para cuando empezaran las clases. Y ese era el otro motivo que lo estaba orillando hacia la opción de la universidad: por alguna razón saber que Hinata iría a la universidad lo impulsaba a él también a cursar estudios superiores. Y sabía muy bien el porqué de aquel impulso: no quería ser menos que ella, no quería que Hinata lo hiciera de menos en un futuro próximo porque él no tenía un título universitario.

Era absurdo, lo sabía, total y absolutamente absurdo. Pero él ya había tomado la decisión de dejar que las cosas fluyeran, de dejar que el tiempo hiciera lo suyo, y todo parecía llevarlo hacia una única dirección.

Miró de reojo una vez más para la Hyūga, quién se movía por la cocina preparando la cena de aquella noche. Se la quedó mirando unos segundos sin que ella se percatara y entonces tomó una decisión.

Agarró el móvil, buscó el número de su padre y le dio al icono de llamada. Dio tono un par de veces antes de que la voz de su progenitor contestara.

―Papá, tengo que hablar contigo y con mamá. ―Sus ojos azules se detuvieron de nuevo en la grácil figura femenina que había estado acompañándolo durante todo el verano.

Por ella y por Shinachiku, por darle un nuevo rumbo a su vida, merecía la pena el esfuerzo.


―¡¿Dónde están los pañales?!

―Ya están en el coche, Naruto-kun. ―Hinata sonrió con ternura al ver el estrés apoderarse de Naruto. Aquel día volvían a Konoha. Minato y Kushina los estaban ayudando con el transporte, así como Sasuke e Itachi, el hermano mayor del primero, ya que no les cabía todo lo que tenían que llevar consigo en un solo vehículo.

Al principio a Hinata le había sorprendido sobremanera la decisión del Uzumaki de regresar a Konoha. No se la esperaba para nada.

―Creo que ya me he escondido lo suficiente, Hinata-chan. Pensé que me iba a costar más tomar la decisión de volver pero ¿sabes? Tú me has ayudado a volver a tener confianza en mí mismo'dattebayo. ―Aquella oración la había dejado lo suficientemente roja y anonadada como para no poder decir nada.

―Dobe, has revisado la casa ya cuatro veces. Vámonos o se nos hará de noche.

―Cállate, teme. Necesito asegurarme de que no me dejo nada de las cosas de Shinachiku. ¡Hinata-chan, revisa el baño! ¡No sé si guardé su champú y su jabón!―Hinata soltó una risita al tiempo que Kushina apretaba los dientes, con una vena hincándose peligrosamente en su sien.

―¡Ya vale, Naruto'ttebane! ¡Si falta algo ya lo compraremos en Konoha!

―¡Pero...

―¡Pero nada'ttebane!―La mujer pelirroja caminó hasta su hijo y agarrándolo de la camiseta, lo arrastró hasta el coche y lo obligó a sentarse detrás junto a Shinachiku, cerrando luego de un portazo. Minato sonrió al ver a su esposa hacer lo mismo en el asiento del copiloto.

―Itachi-kun, muchas gracias por venir. ―El aludido sonrió hacia el rubio mayor.

―No hay de qué, Minato-san. Hinata-chan ¿está todo?―La chica asintió, metiendo la última bolsa en el maletero del coche del Uchiha.

―Gracias, Itachi-kun. ―Hizo una reverencia a modo de agradecimiento; Sasuke bufó, metiéndose (¡al fin!) en el coche al lado de su hermano mientras Hinata se acomodaba en la parte de atrás. La chica dio una última mirada a la casa en la que había pasado el mejor verano de toda su vida. Itachi arrancó el coche y esperó al que el de Minato se adelantara para así seguirlo.

―¿Te dejaremos directamente en tu casa, Hinata-chan?―La chica asintió. Sasuke la miró por el espejo y se giró un poco hacia ella.

―¿Cómo está el dobe?―Hinata se dejó caer contra el respaldo.

―Bien, creo. Ya vuelve a sonreír como antes. ―Sasuke pareció tremendamente aliviado al oírla, como si se hubiera quitado un enorme peso de encima.

―¿Y Shinachiku? Tengo entendido que es un bebé muy bueno. ―Hinata sonrió ahora con los ojos brillantes, mirando para la nuca de Itachi.

―Es muy bueno. Apenas llora, aunque sí te hace saber bien claro cuando algo lo molesta o no le gusta. ―Sasuke elevó ligeramente las comisuras de su boca.

―Tiene a quién parecerse. ―Hinata soltó una risita, entendiendo a la perfección lo que Sasuke quería decir.

El viaje resultó más placentero de lo que cualquiera hubiese pensado en un principio. No se dieron prisa, disfrutando del trayecto. Pararon a comer en una pequeña cafetería de un área de servicio, en la que aprovecharon también para darle el biberón a Shinachiku y para ir los adultos al baño.

Minato y Kushina observaban con atención la relación tan estrecha que parecía haber surgido entre su hijo y Hinata.

―Se ven tan bien los dos juntos... ―suspiró Kushina, sentada al lado de su marido en la mesa. Naruto y Hinata estaban sentados en una mesa aparte, ya que no cabían todos en una y, sin que nadie lo propusiera, Naruto había agarrado del brazo a la peliazul para sentarla con él en otro sitio, dejando así que los hermanos Uchiha compartieran una mesa con sus padres―. ¿Crees que lo arruine?―Minato sonrió a su mujer.

―Lo dudo. Se nota que Hinata es importante para él. No meterá la pata. No esta vez.

―Eso espero'ttebane. ―Terminaron de comer, pidieron la cuenta y reanudaron el viaje, ahora con Kushina y Sasuke al volante de los respectivos vehículos.

Aún tardaron unas dos horas y media en llegar a Konoha. Naruto se sintió nostálgico al volver a ver aquel paisaje urbano que lo había visto crecer. Suspiró y miró para Shinachiku, quién dormía plácidamente en su sillita de seguridad.

Minato e Itachi enfilaron por la avenida principal hacia el norte, todo en línea recta. Irían a dejar primero a Hinata y luego ya se dirigirían a su casa. Llegaron a su destino y pararon frente a una gran casa que más bien parecía una mansión. Tras asegurarse de que Shinachiku seguía dormidito Naruto salió del coche y se apresuró a llegar al lado de Hinata, quién sacaba las bolsas del maletero de Itachi.

―¡Hinata-chan, déjame ayudarte con eso!―A la chica no le dio tiempo a protestar puesto que Naruto le arrebató ambas maletas de las manos. Hinata se sonrojó cuando él se hizo a un lado para cederle el paso. La siguió hasta la verja que guardaba la imponente entrada de gravilla. Hinata timbró y enseguida le abrieron. Pensó que el rubio la dejaría allí, mas sin embargo decidió acompañarla hasta la puerta principal. Con el rubor cubriendo sus mejillas, Hinata se amoldó a su paso.

Llegaron frente a la entrada y Hinata volvió a timbrar. Mientras esperaban, el rubio dejó las bolsas en el suelo y se giró a mirarla.

―Naruto-kun, gracias por...

―No se merecen. ―Naruto se rascó la nuca―. En realidad, soy yo el que tiene que darte las gracias a ti. Por todo. Así que gracias, Hinata-chan. ―La chica negó con la cabeza.

―N-no tienes por qué darlas. ―Se quedaron unos minutos más en silencio, ambos nerviosos y sonrojados.

―Hinata-chan yo... quería decirte que... que estar contigo este verano ha sido... genial y que... eh... m-me gustaría quedar contigo más veces, que me acompañaras, no sé, a dar paseos con Shinachiku o... simplemente a dar una vuelta por ahí. ―Omitió el los dos solos porque no quería apresurar las cosas, ni tampoco asustarla.

Por su parte, el corazón de Hinata parecía haber redoblado el ritmo, las mariposas revoloteando desesperadas en su estómago, las piernas a punto de convertirse en gelatina.

Naruto, su Naruto ¡¿le estaba pidiendo una cita?! Bueno, no había sido muy explícito pero... era eso lo que estaba insinuando ¿verdad? ¡¿Verdad?! Creyó que desfallecería y tuvo que armarse de todo su autocontrol para no caer redonda allí mismo. Respiró hondo.

―M-me encantaría, Naruto-kun. ―El Uzumaki esbozó una sonrisa, una de esas que a Hinata siempre la hacían creer que podría iluminar con ellas un estadio entero si se lo proponía.

―¡Genial! Entonces, estamos en contacto. ―Hinata asintió, preguntándose el por qué en su casa tardaban tanto en abrir la puerta―. Hinata-chan... ―La peliazul levantó la vista una vez más hacia Naruto, solo para encontrarse que este se había acercado a ella sin que lo percibiera. Empezó a ponerse sumamente nerviosa por su cercanía, no acababa de acostumbrarse.

Pero lo que la tomó totalmente por sorpresa fue que el chico abarcara su rostro entre sus manos, acunándolo para luego bajar el rostro y plantarle un breve aunque delicado beso en la comisura de los labios.

Ahora sí, Hinata sintió que podía morir feliz. La puerta de su casa se abrió por fin y, con una última sonrisa, Naruto se separó de ella, giró sobre sus talones y emprendió el camino de vuelta a donde lo esperaban sus padres y los hermanos Uchiha. Dejando a una más que confundida aunque felicísima, Hinata.

―¡Vaya, qué suerte tienes, nee-sama!―Hinata salió de su trance al oír la maliciosa voz de su hermanita menor. Parpadeó varias veces y miró para la niña.

―¡Hanabi! T-tú... ¡¿te has tardado a propósito?!―exclamó, casi al borde de la histeria.

―Es que os veíais tan tiernos que no podía dejar que os despidierais de forma sosa. Además, se notaba que él quería besarte. No sé por qué al final se acobardó. ―Hinata miró incrédula para su hermana menor.

―¡¿Me has espiado?!

―¡Solo quería darte un poquito de felicidad! Sé que te mueres por ese rubio atolondrado.

―¡Hanabi!―La castaña sonrió de forma inocente y entró en la casa, seguida de una enfadada Hinata, mientras uno de los empleados de la casa recogía las maletas olvidadas de la peliazul y las metía en el interior.


Naruto estaba haciendo cola en la secretaría de la universidad, sumamente nervioso. El sudor le caía por la nuca y las manos donde llevaba el sobre con todos los papeles para formalizar la matrícula le temblaban. Miró para atrás una vez más, cerciorándose de que Shinachiku no lloraba y de que Sasuke y Shikamaru se estuvieran encargando bien de vigilarlo.

O algo así: Sasuke estaba con los brazos cruzados sobre el manillar del cochecito, con cara de "¿Qué coño hago yo aquí?", mientras que Shikamaru se encontraba sentado en las escaleras con su habitual rictus de perpetuo fastidio.

Suspiró. ¿A quién se le había ocurrido la fantástica (nótese el sarcasmo) idea de pedirles a esos dos que lo ayudaran con todos los papeles para ingresar en la universidad?

Oh, sí: a él. Por desgracia, no tenía a nadie más a quién pedírselo. Aunque debía agradecer que Shinachiku no estuviera llorando o entonces sí que estaría metido en un buen lío. La cola avanzó y el rubio vio con alegría que el siguiente turno era el suyo. Esperó como quince minutos más hasta que la chica que tenía delante terminó y entonces avanzó hacia la ventanilla de la secretaría. La mujer que había detrás, una de las secretarias de la facultad, tomó el sobre que le tendía y lo abrió, comprobando que todo estuviera en orden.

―Veamos: DNI, hoja de matrícula, el justificante del banco, datos personales... Parece que todo está en orden. Bienvenido a la facultad de arquitectura. ―La mujer le sonrió y Naruto le devolvió el gesto, algo débil. Cuando al fin encontró sus pies para moverse de vuelta hacia donde estaban sus amigos, su cerebro estaba como desconectado.

Lo he hecho. Dios mío ¡lo he hecho!―Cuando llegó donde Sasuke y Shikamaru esperaban junto a Shinachiku sonreía ampliamente. Ambos morenos se miraron entre sí con las cejas alzadas pero no comentaron nada al respecto. Para Naruto, el haber podido ingresar en la universidad, era un gran paso, sobre todo porque él nunca había sido de estudiar mucho ni de sacar notas muy altas.

La paternidad lo había cambiado. Pero para bien. Y también Hinata había influido en ese cambio.

―¿Tomamos algo?―preguntó Shikamaru dando un gran bostezo. Naruto consultó la hora en su móvil y asintió.

―Es la hora del biberón de Shinachiku. Yo iré, de todas maneras, ¿Teme?―Sasuke se encogió de hombros y con eso dio a entender que no le importaba mucho. Mientras empujaba el carrito hacia la cafetería del campus Naruto se preguntó como era posible que sus mejores amigos fueran un emo y un vago.

Si algún día necesitaba que lo sacaran de un incendio lo llevaba claro.

Se sentaron en una mesa bastante amplia que quedaba lo suficientemente aislada como para que el cochecito de bebé de Shinachiku no estorbara el paso de las demás personas. Naruto tomó en brazos a su hijo y abrió la bolsa, sacando un biberón, el termo y la leche en polvo.

―Siempre me he preguntado cómo es que los bebés se toman esa porquería. Sabe horrible―comentó Shikamaru, haciendo una mueca. Naruto se encogió de hombros.

―No es tan malo. Lo peor viene si te vomita. Ahí sí que huele horrible. ―Naruto arrugó la nariz, recordando un episodio en el que Shinachiku había devuelto un biberón entero por apresurarse demasiado a tomarlo. Ni con el baño largo que se dio luego fue capaz de quitarse el mal olor de encima. O al menos esa impresión tuvo él.

―Parece mentira, dobe. Tú, el payaso de la clase, el que apenas lograba aprobar raspado, en la universidad. ―Naruto fulminó con la mirada a su mejor amigo mientras terminaba de echar las cucharadas correspondientes de leche en el agua caliente.

―Podría decir lo mismo de Shikamaru.

―No me compares con alguien tan problemático como tú. Yo estudiaba.

―Sí, cuando tu madre te sacaba la zapatilla. ―Shikamaru desvió la vista algo sonrojado. Naruto sonrió triunfante. Había dado en el clavo.

―¿Qué queréis?―preguntó un camarero. Los tres chicos pidieron refrescos y el camarero volvió enseguida con su pedido. Naruto cerró el biberón, lo agitó bien y lo destapó. Shinachiku ya movía los pies, impaciente, al ver su tan ansiado alimento en la mano de su padre.

―Va, Shina-chan. ―En cuanto el pequeño enganchó la tetina empezó a chupar de ella con fuerza, como si estuviera hambriento. Naruto rio.

―Conque al final escogiste arquitectura. ―Naruto se encogió de hombros ante las palabras de Sasuke―. ¿Por tu madre?

―Supongo que sí. A ella le hubiese gustado estudiar esta carrera, pero mi abuelo no la dejó. Se conformó con diseño de interiores. Y vosotros ¿derecho? De Sasuke me lo esperaba pero no de ti, Shikamaru. ―El Nara suspiró, apoyando los brazos sobre la mesa y dejando caer la cabeza sobre estos.

―Es problemático, pero es lo que más me llama la atención. Mi madre está que no cabe en sí de orgullo.

―Puedo imaginármelo.

―¿Y Karin?―Naruto miró para Sasuke y sonrió de medio lado.

―Medicina. Sabes que le fascina todo ese rollo de la anatomía y el cuerpo humano. Ino también quería entrar en medicina ¿no?

―Sí, pero al final se decantó por enfermería. A ella tampoco se le da bien estudiar y dice que no podrá aguantar en medicina. No está deprimida, por el contrario, está entusiasmadísima. Dice que no ve la hora de empezar. Puede que por el camino también se saque la licencia de paramédico. O eso me dijo.

―Hmp, quién lo diría. Todos en la universidad―dijo Sasuke.

―Sí... Kiba en veterinaria, Shino en biología, Chōji en la escuela de hostelería, Hinata-chan en Bellas Artes... ―Una breve chispa cruzó por sus ojos azules al mencionar el nombre de la Hyūga. Sí que le ha pegado fuerte esta vez, pensaron el Nara y el Uchiha.

Shinachiku terminó el biberón, Naruto lo puso a eructar y después lo metió de nuevo en el cochecito; lo meneó un poco hasta que los ojitos verdes del pequeño se cerraron, sin duda agotado por haber andado de un lado para otro con su padre aquella mañana. No solo había ido a la universidad, sino que también había estado las primeras horas de la mañana en la tienda con su madre. Naruto había manifestado su deseo de trabajar aunque fuera a tiempo parcial, no podía dejar que sus padre los mantuviesen a él y a Shinachiku.

Minato y Kushina intentaron negarse, diciéndole que no era necesario, pero él no había dado su brazo a torcer. Al final, su madre le impuso la condición de que si quería trabajar lo haría con ella, en su tienda. Aunque tenía una asistente que la ayudaba Kushina se veía a veces desbordada por el trabajo, teniendo que rechazar a potenciales clientes por falta de tiempo para atenderlos como era debido. Así que llevaba tiempo pensando en contratar a alguien para que se quedara en la tienda mientras ella y su asistente estaban fuera. Alguien que tratara con proveedores, llevara las facturas, el inventario, la apertura y el cierre, apuntara citas acorde a su agenda etc.

Naruto no había podido negarse. De haberlo hecho su madre se hubiese enfadado hasta el infinito. Además, iba a recibir un sueldo acorde a sus labores y, conociendo a su progenitora, estaba seguro de que no le daría ningún trato de favor. Kushina como jefa era aterradora. La había visto antes en ese rol y daba escalofríos cuando algo no le gustaba.

Salió de sus pensamientos al escuchar el sonido de un móvil. Los tres chicos comprobaron sus respectivos teléfonos.

―Ha sido el mío―les dijo el rubio, desbloqueándolo y entrando al whatssapp. Su corazón comenzó a latir con rapidez al ver un mensaje de Hinata. Le había contado que esa mañana iría a matricularse a la universidad y que si quería ir a celebrarlo por la tarde con él y con Shinachiku.

El que brillaba ante él lo hizo sonreír como bobo. Sasuke y Shikamaru se miraron una vez más y menearon la cabeza.

Naruto Uzumaki no tenía remedio.


―¡Hinata-chan, aquí!―Naruto agitó el brazo en dirección a la chica de ojos perla, quién acababa de llegar al lugar que había acordado con el rubio para verse. Empezó a dirigirse hacia él, más nerviosa que nunca antes en su vida. Le había llevado prácticamente toda la mañana y parte de la tarde elegir la ropa que se pondría. Por supuesto, Ino, Tenten y Karin la habían ayudado.

Levantó la vista deteniéndose a unos cuantos pasos del chico y automáticamente se quedó sin respiración: estaba guapísimo. El cabello dorado alborotado resplandecía al sol, igual que sus ojos azules. Una camisa azul claro arremangada hasta las codos y unos pantalones pirata vaqueros de verano lo hacían ver de lo más atractivo.

Por su parte Naruto tampoco podía apartar los ojos de Hinata; desde que la había visto ir hacia él con su pequeño cuerpo enfundado en aquel vestido de encaje blanco con manga francesa y falda algo más corta de lo que normalmente la chica solía llevar, todo ello compaginado con unas sandalias planas marrones. El toque de color lo ponía la pequeña mochilita roja que Hinata llevaba prendida a la espalda a modo de bolso.

Estaba preciosa. Su corazón latió con fuerza al darse cuenta de que, probablemente, Hinata se había arreglado especialmente para su cita, al igual que había hecho él. Se había pasado toda la mañana saqueando su armario y el de su padre, hasta que su madre, cansada de verlo deambular de habitación a habitación, fue quien le escogió el vestuario. Incluso vistió ella misma a Shinachiku, con un peto de ganchillo color crema y unos patucos que hacían juego.

―Estás... muy guapa. ―Quiso decir preciosa pero no se atrevió, temiendo que aquello fuera demasiado atrevido de su parte. Hinata se sonrojó.

―T-tú también estás muy guapo, Naruto-kun. ―El Uzumaki sonrió, mostrando todos sus dientes, con un pequeño rubor en sus pómulos.

―Gracias. ―Se quedaron unos minutos en silencio, Hinata concentrada en sus zapatos y Naruto en el paisaje que los rodeaba―. Esto... ¿paseamos?

―Cla-claro. ―Echaron a andar por el parque, sin seguir ningún rumbo en particular. Tanto silencio le estaba empezando a crispar los nervios a Naruto, así que carraspeó, buscando algo qué decir para romper el hielo.

―Bueno... ¿ya tienes todo arreglado para las clases?―Hinata asintió sin mirarlo.

―Sí. Papá incluso convirtió una de las habitaciones vacías de la casa en un estudio de arte para mí. ―Naruto la miró con asombro.

―¿Tu padre? ¿En serio? ¿El viejo amargado de Hiashi?

―¡No le digas así, Naruto-kun!―Al fin Hinata lo miró, con algo de molestia―. S-sé que papá y yo hemos tenido nuestras diferencias pero... ahora nos llevamos mejor. Estamos bien. ―Los ojos azules del Uzumaki brillaron al observar la sonrisa que esbozaron los labios femeninos.

―Me alegro un montón por ti, Hinata-chan. En serio. Te lo mereces'ttebayo. ―La chica enrojeció.

―Gra-gracias. Y enhorabuena a ti también, Naruto-kun. Felicidades por entrar en arquitectura. ―Naruto miró para Shinachiku unos segundos, que movía las manitas y los pies y trataba de sonreír. Él también sonrió.

―Gracias. Sé que fue una decisión de última hora y no sé si habré escogido bien o si conseguiré salir adelante pero...

―Y-yo sé que lo harás bien. Naruto-kun nunca se rinde. ―Naruto la miró una vez más; la tierna sonrisa que ella tenía pintada en su rostro lo hizo sentir una calidez inmensa. Sin pensarlo mucho, alargó un brazo hasta rodear la cintura de ella y la pegó a él, hundiendo al tiempo la nariz en su melena negro azulada. Hinata se quedó estática, con todo el cuerpo rígido, sin saber muy bien cómo reaccionar.

―Gracias, Hinata-chan. Tú siempre has creído en mí. Gracias. ―Con sorpresa, Hinata notó como el cuerpo masculino temblaba levemente, como si Naruto se estuviese conteniendo de echarse a llorar ahí mismo, en medio de un parque lleno de gente y abrazado a ella.

Levantó los brazos y le rodeó la cintura, pegando su mejilla contra su pecho, aovillándose bajo la barbilla masculina.

―Y siempre lo haré, Naruto-kun. ―Naruto inspiró hondo, sintiendo su corazón palpitar con fuerza dentro de sus pecho. Hinata cerró los ojos, dejándose envolver por aquel maravilloso sonido.

Estuvieron así varios minutos, hasta que Shinachiku lanzó un pequeño grito, como exigiendo atención. Ambos se separaron y, todavía sin separarse, se sonrieron, los dos sonrojados pero felices.

―¿Sabes? Antes te mentí. ―Hinata parpadeó, sin entender―. No estás guapa―bajó la cabeza hasta que sus labios rozaron los pliegues de la oreja de ella―, estás preciosa―susurró.

Y Hinata sintió que su corazón explotaría de un momento a otro.

Como amaba a ese rubio atolondrado de ojos azules.




Ay, su primera cita-no oficial. ¿Qué? ¿Os gusta el rumbo que va tomando la historia? Poco a poco, van avanzando. Pasito a pasito, como los caracoles xD.

¡Gracias por todas vuestras lecturas, votos y comentarios! ¡Nunca pensé que esta historia fuera a gustar a tanta gente! A ver, sé que para los estándares de wattpad doscientas y algo lecturas es poco, pero a mí me hace tremendamente feliz porque no pensé que iba a llegar a las cien lecturas siquiera. ¡No sabéis la ilusión que me hizo haber traspasado el umbral de los 100, y ya no digamos, los 200 lectores!

Es posible que me anime a traeros algo a wattpad para celebrarlo. No sé, tal vez un OS que tengo por ahí perdido.

Ya veré xDDD.

¡Espero que sigáis leyendo!

¡Nos leemos!

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