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Parte 27

Sakura tragó saliva, sin saber qué decir, cómo actuar. Allí, delante de ella, tenía a la que en su subconsciente consideraba su rival, su competencia directa. Ninguna de las dos dijo nada durante varios y largos minutos. Simplemente se dedicaron a mirarse, a observarse, a estudiarse. Cada mínimo detalle de la otra quedó grabado en sus mentes.

Hinata notó con envidia lo esbelta que se había hecho la Haruno con los años. Seguía siendo igual de delgada, estaba más alta y todo ello, junto a su pelo rosado y sus ojos verdes le conferían un aspecto exótico que, seguramente, llamaría la atención de más de uno. Algo que no había cambiado desde el instituto.

Sakura, por su parte, se fijó en que su ex compañera de colegio llevaba el pelo más corto, enmarcando su rostro ovalado y de rasgos elegantes y delicados. Las curvas que habían definido su cuerpo de joven ahora estaban más acentuadas. Sakura no pudo evitar que sus orbes jades se deslizaron a lo largo de su brazo izquierdo hasta la mano, quedándose fijos en el dedo anular de la mano izquierda, donde una alianza y un anillo adornado con un sencillo solitario brillaba bajo las luces del vestíbulo del hotel.

―Hinata―volvió a decir Sakura, haciendo un considerable esfuerzo porque las palabras salieran de sus labios. Tuvo que respirar hondo, tratando de tranquilizarse.

La Uzumaki se limitó a seguirla mirando. Sakura tragó saliva nuevamente, esperando, buscando en su mente algo qué decir o hacer para romper aquel asfixiante silencio que las envolvía.

―¿Vamos a tu habitación?―Sakura respingó ante su sugerencia, pareciendo horrorizada con la misma. Hinata esbozó una levísima sonrisa―. Prometo ser buena. ―El intento de broma relajó un tanto la tensión en los hombros de Sakura, pero aun así seguía reticente a acceder a su petición.

―Podemos ir a la cafetería del hotel. Es magnífica―dijo, con la esperanza de que Hinata aceptara su sugerencia. Pero la morena negó con la cabeza, dándole a entender que no le servía.

―Lo que tengo que decirte requiere un sitio algo más... privado. ―Tragando saliva una vez más, Sakura apretó su bolso.

―Hinata, yo...

―Solo quiero hablar. Nada más―insistió Hinata. Tras varios segundos de vacilación, al fin Sakura asintió, con cautela y resignación. Se dio la vuelta y caminó hacia los ascensores, llamando a uno para que bajara. Hinata la siguió en el acto. Mientras esperaban, Sakura le echó un vistazo por el rabillo del ojo, diciéndose que los años no habían tratado mal a la ex Hyūga. Tan solo llevaba unos leggins y una camisa sencillos, y unas zapatillas de deporte. A modo de bolso le colgaba una enorme bolsa de tela de uno de sus hombros.

Parecía una ama de casa normal y corriente que hubiera salido a hacer la compra, como todos los días. Aunque Sakura sabía que no era del todo así, porque Hinata trabajaba. Si recordaba bien, había ido a la escuela de bellas artes y posteriormente había cursado un máster en diseño gráfico o algo así. Trabajaba por cuenta propia desde hacía unos años y por los informes financieros que su abogado había solicitado y que ella había visto y estudiado hasta la extenuación con la esperanza de encontrar alguna falla que usar en su favor, no le iba nada, pero para nada mal. Tenía una clientela fija y luego un amigo que trabajaba en una galería de arte y que también era pintor que de vez en cuando le solicitaba algún encargo. Y también Naruto le había dado algún que otro trabajillo de publicidad a través de su estudio de arquitectura, ya fuera para ellos o para alguno de sus clientes.

Mientras el ascensor anunciaba su llegada al vestíbulo con un pitido, Sakura cerró los ojos, con una sonrisa triste. Hasta en eso se complementaban. Los dos habían escogido carreras donde primaba el dibujo.

Sacudió la cabeza, obligándose a dejar de pensar en tonterías. Entró en el ascensor cuando ya todos habían salido y Hinata había entrado. Pulsó el número de su piso y las puertas se cerraron con un chasquido. El ascensor empezó a ascender y fue parando en las plantas solicitadas por sus ocupantes. Por fin llegaron al piso en el que se ubicaba la habitación de Sakura y ambas mujeres salieron en cuanto las puertas del ascensor se abrieron nuevamente.

Hinata dejó que la pelirrosa fuera delante, puesto que ella no sabía dónde quedaba el cuarto al que se dirigían. Sakura rebuscó en su bolso hasta dar con la tarjeta que desbloqueaba la puerta y la metió en la cerradura electrónica. Sonó un pitido y la puerta se abrió haciendo un ruido metálico. Sakura empujó y se hizo a un lado, permitiendo el paso a su acompañante. Hinata se lo agradeció en un murmullo quedo.

Una vez dentro, Sakura se aseguró de cerrar bien la puerta y luego fue hacia la cama, agradeciendo mentalmente que el servicio de limpieza del hotel ya hubiese pasado a recogerlo todo y a dejar la cama impecablemente hecha. Las cosas que ella había dejado tiradas de cualquier manera encima de la colcha deshecha y por el suelo se encontraban dobladas perfectamente encima de una butaca.

Sin esperar invitación alguna, Hinata se dirigió hacia una de las butacas que había libres y colocó con cuidado su bolsa sobre la misma, para luego dejar escapar un suspiro, como si con aquel simple gesto dejara patente lo mucho que le había costado llegar hasta allí.

―¿Quieres... quieres tomar algo?―preguntó Sakura, tímidamente pero mirando a la vez para ella con cautela.

Hinata tardó unos segundos en responder para finalmente asentir.

―¿Un té? ¿Un refresco?―ofreció la huésped de la habitación, yendo hacia la mini nevera. Hinata negó con la cabeza.

―Algo... algo más fuerte, por favor. ―Sakura pareció sorprenderse pero después asintió, volviendo a adoptar su expresión seria.

Abrió entonces el mini bar que había en el cuarto y se hizo con una botella del mismo whisky que Tsunade y ella habían estado bebiendo la última vez que su maestra había estado allí. Vertió el líquido ámbar en dos vasos de cristal y volvió junto a su visitante, tendiéndole uno.

―Gracias. ―Dieron un sorbo de sus respectivos vasos a la vez, dejando que el silencio las envolviera durante un rato.

Fue Sakura la que se atrevió a romperlo, clavando sus orbes verde jade en Hinata.

―Dime... ¿para qué has venido?―Hinata apretó su vaso entre las manos y se sentó en la butaca en la que había dejado previamente sus cosas. Respiró hondo y miró directamente para la pelirrosa.

―Tenemos que hablar.

―Sí, eso ya lo has dicho antes―gruñó Sakura, algo irritada e intentando disimular las náuseas que se le estaban formando en el estómago. Se terminó de golpe lo que le quedaba de su whisky y echó dos dedos más.

―Sakura, yo... ―Hinata negó, como si desechara lo que estaba a punto de decir. Respiró con fuerza e irguió su espalda, aparentando una seguridad que estaba muy lejos de sentir―. Lo sé―susurró al fin.

Sakura abrió los ojos como platos, el corazón latiéndole apresuradamente en el pecho.

―¿Qué... qué sabes?

―Lo sé, lo de tu... enfermedad. ―Sakura tragó saliva, diciéndose que era de esperarse, tarde o temprano aquella información habría llegado a oídos de Naruto y Hinata.

―¿Y has venido a decirme que lo sientes y que me entiendes y toda esa mierda que suele soltar la gente para intentar aliviar sus conciencias?―Hinata clavó sus orbes perlas en ella durante unos minutos que a Sakura se le hicieron eternos; aquella mirada tan límpida y llena de compasión la estaba poniendo de los nervios.

―No, sé que nunca podré saber lo que sientes, no hasta que, Dios no lo quiera, experimente lo mismo que tú. No, he venido para hablar, para aclarar las cosas y para... para intentar que comprendas. ―Calló unos segundos, para ordenar sus pensamientos; Sakura aprovechó aquel silencio para terminarse su segundo vaso de whisky, sirviéndose un tercero.

―¿Que comprenda? ¿Qué hay que comprender?―Hinata suspiró.

―Tengo bien presente que yo no soy la madre de Shinachiku, no de nacimiento, al menos. He llevado esa angustia y ese peso conmigo durante diez años y, aunque todos me digan que soy una tonta, que eso no es así, que yo soy más madre de lo que jamás podrías ser tú―aquello le dolió en el alma a Sakura, pero no se atrevió a rebatirlo porque no era más que la pura verdad, al menos de momento―, en el fondo yo sabía que, tarde o temprano, tú ibas a acabar apareciendo. ―Sakura tragó saliva, sintiéndose fatal al percatarse del dolor que se ocultaba en lo más hondo de los ojos de la mujer frente a ella.

―Hinata... ―Se llevó una mano al rostro, tapándoselo; sentía tanta vergüenza que no era capaz de mirarla de frente―. Yo... yo nunca pretendí... causar problemas. Ni a ti, ni a Naruto, ni entre vosotros... ―Hinata negó.

―Y no los has causado, a nosotros no. ―Hinata hizo una pausa―. Pero sí se los has causado a Shinachiku. ―Sakura abrió los ojos y los fijó en Hinata. La Uzumaki desvió la vista hacia la ventana, contemplando el paisaje de la ciudad que se extendía al otro lado de los amplios cristales.

―¿Qué quieres...

―Está muy confundido. Y tiene miedo. Piensa que te lo vas a llevar lejos, que va a tener que abandonar su casa, su colegio, sus amigos, sus abuelos, sus hermanos... Porque lo ha visto antes o, al menos, algo parecido. ―Hinata suspiró, volviendo de nuevo la vista a Sakura―. Tiene compañeros cuyos padres se han divorciado, y ha sido testigo de como algunos han tenido que mudarse, de cómo, de repente, aparecen diciendo que tienen dos mamás o dos papás... ―Hinata calló, dejando que sus palabras calaran en su interlocutora.

―Pero es que yo soy su madre―protestó, en un hilo de voz. Se aclaró la garganta para poder continuar―. Yo lo traje al mundo y sé... sé que lo que hice estuvo mal, peor que mal―estaba cansada de tener que repetir lo mismo, de justificarse por un hecho del pasado que, aunque erróneo, ya no tenía remedio; tan solo le quedaba compensarlo durante el resto de su vida―. Pero por eso estoy aquí, porque no... no podía seguir viviendo conmigo misma por más tiempo. ―Hinata asintió.

―Lo entiendo, más o menos. Yo no soportaría el tener que abandonar a mis hijos, a ninguno de ellos―matizó. Sakura tragó saliva de nuevo.

―Hinata, te juro que lo único que quiero es... recuperar a mi hijo. Solo quiero ser su madre y que él sea mi hijo. Quiero educarlo, enseñarle, hacerlo feliz. Quiero... quiero abrazarlo y arroparlo por las noches, contarle cuentos si es que todavía está en esa etapa y... ¿sabes que me hice ginecóloga?―soltó, de repente. Hinata alzó una ceja a modo de interrogación―. Cuando... cuando estaba cursando el MIR... aún no tenía ni idea de en qué quería especializarme. Había hecho mis pinitos en la cirugía general y también en algunas de más dificultad, como neurología o cardiología. Pero ninguna me llamaba. ―Sakura se echó hacia atrás, mirando para el techo, intentando deshacer el nudo que se le había formado en la garganta para continuar hablando―. Entonces, una noche, me pusieron de guardia en las urgencias de pediatría. De repente, yo era la responsable de un montón de niños enfermos, niños que llegaban a mis manos con dolor, que sufrían; niños cuyos padres acudían a mí angustiados y muertos de preocupación. No te voy a mentir: me entró el pánico. No quería hacerlo. Intenté por todos los medios intercambiar mi turno con el de algún compañero, pero no me hicieron ni puñetero caso, y me tuve que comer esa noche en las urgencias pediátricas.

―Sakura... ―llamó Hinata, viendo el dolor reflejado en su rostro y en sus gestos; tenía los puños tan apretados que se le habían puesto blancos. Pero ella prosiguió:

―No tienes idea... ni idea de lo que sentí. Yo, que había abandonado a mi propio hijo, de repente tenía en mis manos las vidas de los hijos de otras personas, personas que harían lo que fuera por sus retoños, personas que se desvivían porque a sus pequeños no les faltara de nada, ni siquiera la salud. Ver allí, a todos esos padres y, sobre todo, a las madres, luchando por sus niños... ―Negó con la cabeza―. Entonces, entró esta chica, joven. No tendría más de dieciocho años y entró con su bebé en brazos, un precioso niño de cuatro meses. La chica llevaba un uniforme como de limpiadora y parecía al borde de un ataque de pánico. Las enfermeras tuvieron que tranquilizarla mientas yo examinaba al bebé. Había tenido una reacción alérgica a una vacuna que le habían puesto el día anterior, así que el tratamiento era fácil, pero aun así se tuvo que quedar ingresado esa noche, tan solo por si acaso. Cuando se lo llevaban a la UCI de pediatría, la joven vino hacia mí y me abrazó, dándome las gracias. ¿Sabes lo que me dijo? Me dijo: "Gracias, doctora. Acaba de salvar a mi razón de vivir". ―Sakura esbozó una sonrisa amarga―. Allí estaba yo, una madre que había abandonado a su bebé, que se había rendido antes de intentarlo siquiera, teniendo que consolar a una chica valiente que había decidido darlo todo por su hijo, que se desvivía por darle lo mejor aunque no tuviera ni donde caerse muerta. ―Sakura sonrió, triste―. Así que tomé una decisión: no podía deshacer el pasado, pero podía dar esperanza a todas esas madres que lo necesitaran. Y me hice ginecóloga.

―Sakura... ―trató de interrumpir Hinata. Pero Sakura siguió hablando, sin darle oportunidad de decir nada.

―Y cuando creía que todo podía estar nuevamente en su sitio, que tal vez podría trazar un plan como Dios manda para regresar e intentar recuperar a mi hijo, entonces el karma me golpea, dándome un cáncer que seguramente me hubiese matado de no haberse detectado a tiempo. El muy hijo de puta. ―Rio, dejando entrever una nota de amargura en su voz―. No digo que no me lo merezca―continuó, tras desvanecerse su risa―, pero duele que te cagas. Sabía que no iba a ser fácil, que seguramente Naruto me despreciaría al principio, pero nunca... nunca me esperé... a ti. ―Hinata parpadeó, confusa.

―¿A mí?―Sakura asintió, soltando una carcajada.

―Nunca me esperé que él estuviera con alguien, ¿sabes? Ni mucho menos casado, ni con más hijos. Ni tampoco que esa hipotética mujer que no existía en mi mente fueses... tú. Creí sinceramente que Shinachiku no tendría madre, que se alegraría enormemente de verme, de saber que al fin tenía una mamá, que podríamos... que podríamos estar los tres juntos. Ser una familia por fin. La familia que siempre debimos ser desde el inicio. ―Hinata se puso rígida.

―Si estás insinuando lo que creo que estás insinuando, será mejor que lo olvides―siseó, en tono amenazante. Sakura hizo un gesto con la mano.

―No tengo ninguna intención de romper una familia. No te niego que la idea se me pasó por la cabeza. Pero enseguida me la quitaron. Os he observado, a ti, a Naruto, a los niños... ―Sakura suspiró―. Sois la familia perfecta, joder, tan perfecta que me da náuseas solo de recordarlo.

―Tú también puedes, Sakura, también puedes tener tu propia familia, ser feliz... ―Sakura negó.

―Yo no me lo merezco, Hinata.

―Todo el mundo merece ser feliz.

―No yo.

―No digas eso...

―¿Por qué estás intentando consolarme? Tú, precisamente, que deberías odiarme. ¿O es que acaso no me odias? ¿No represento una amenaza para ti y para tu perfecta familia feliz?―Ante tan duras palabras, Hinata quedó callada, pensativa.

Tras varios minutos reflexionando sobre esto, levantó la cabeza y miró fijamente para Sakura, con una suave sonrisa dibujada en sus labios.

―No es cómo si no lo hubiese pensado, pero hoy por hoy... creo que puedo decir con total seguridad que no, no estoy preocupada por eso. No te odio, Sakura, ni tampoco me siento amenazada por tu presencia. Ya no. ―Sus firmes palabras provocaron una mueca en la cara de Sakura―. ¿Que si no tuve mis dudas al respecto cuando apareciste de repente de nuevo en nuestras vidas? Por supuesto. Incluso pensé que habías vuelto no tanto por Shinachiku, sino por Naruto, por mi marido―dijo, recalcando esas dos últimas palabras―. Que tal vez te habías dado cuenta de todo lo que habías perdido y que ahora lo querías para ti. ―Hinata suspiró, pasándose las manos por el pelo―. Y yo, tonta de mí, dejé que, por un segundo, volviera la vieja Hinata, la niña llena de inseguridades que no podía creerse que el chico que siempre había amado al fin reparara en ella y le prestara atención. La chica que pensaba que en cualquier momento toda esa felicidad se desvanecería, que un día Naruto-kun llegaría y le diría que todo había sido un error y que todavía te amaba, que me dejaría y, lo peor de todo, que se llevaría a Shinachiku con él, alejándolo así de mí. ―Hinata negó con la cabeza, soltando una risa.

Sakura desvió la vista, con el nudo de nuevo apretándole la garganta y las lágrimas picándole en los ojos.

―¿Lo... lo quieres?―Hinata clavó su vista en ella.

―¿A quién? ¿A Naruto-kun? ¿O a Shinachiku? La respuesta es sí, a los dos. Los quiero, los amo, los adoro. Shinachiku es mi hijo, Sakura. Es cierto que tú lo llevaste en tu vientre y lo trajiste al mundo, pero aunque no haya salido de mis entrañas, sigue siendo mi hijo. Eso no cambia por el hecho de no lleve mis genes. He criado y velado a ese niño prácticamente desde que nació y no hay nada que no haría por él. Ni nada ni nadie que me separe de él. ―Sakura la miró, con los ojos llorosos, incapaz de retener las lágrimas por más tiempo.

―¿Y qué sugieres que haga, Hinata, eh? ¿Sugieres que me vaya? ¿Que vuelva a huir? ¿Que me olvide una vez más de que tengo un hijo? ¡No puedo! ¡No puedo hacerlo!―exclamó, ocultando el rostro tras sus manos.

Hinata la miró con compasión; su cuerpo se movió por sí solo y para cuando ambas se dieron cuenta ya estaba sentada en la cama al lado de Sakura, abrazándola y frotándole la espalda y los hombros a modo de consuelo.

―No digo que te olvides, Sakura, como madre que soy, sé que eso es imposible. ―Sin fuerzas, Sakura se dejó caer contra Hinata, dejando que sus gruesas lágrimas empaparan su sencilla camisa blanca. Hinata le acarició el cabello con la otra mano, delicadamente, suavemente. Había tanta compasión y tanta ternura en su gesto que Sakura no pudo evitar que un estremecimiento le bajara por la columna vertebral―. Pero tampoco puedes obligar, Sakura, ni imponer tu voluntad. Shinachiku es un buen niño, está creciendo bien y, Dios, se parece tanto a Naruto-kun... pero también se parece a ti. ―Sakura levantó la cabeza de su escondite, para mirarla.

―¿A mí? ¿De verdad?―preguntó, con los ojos muy abiertos.

Presentaba un aspecto tan cómico que Hinata no pudo menos que soltar una risita. Se levantó para ir hasta la butaca en la que había estado sentada hasta hacía unos minutos y rebuscó en su bolsa hasta dar con un paquete de pañuelos de papel, abriéndolo y sacando un par. Volvió junto a Sakura y empezó a limpiarle los rastros de llanto y la ayudó a sonarse los mocos, que ya le empezaban a colgar de la nariz.

―Sí, a ti. Es inteligente, mucho, para su edad. Va a clases avanzadas y también es muy cabezota. Hay quién dice que eso lo heredó de Naruto-kun, pero no es verdad: lo heredó de ti. Recuerdo que en el instituto todos decían que sí, que Sasuke-kun y Naruto-kun eran muy cabezotas, pero que la chica pelirrosa que siempre iba con ellos lo era el doble.

―Hinata...

―Hay mucho de ti en Shina-chan, y créeme cuando te digo que eso me duele, me duele como no tienes idea, porque me recuerda que yo no soy su madre de nacimiento ni nunca lo seré, a pesar de que lo quiera más de lo que te puedas imaginar. Aunque sé que él me considera su madre y, mientras Shinachiku no me diga lo contrario, así será. Hasta que él lo quiera.

―¿Hasta... hasta que él lo quiera?―Hinata esbozó una sonrisa triste.

―Sakura, si quieres formar parte de la vida de Shinachiku, yo no me opongo. He pensado mucho, reflexionado mucho y, no ha sido fácil tomar esta decisión, pero creo que es lo mejor. Para todos. Sin embargo, no puedes intentar imponer tu presencia ni tampoco obligarlo a que te quiera. Tiene que salir de él, tiene que ser su decisión, ¿entiendes? Si quieres que Shinachiku te acepte, entonces ve poco a poco.

―Poco a poco... ―murmuró ella. Sakura cerró los ojos y suspiró―. ¿Lo... lo dices de verdad? ¿No te opondrás?―Hinata cerró los ojos, evitando la mueca que quiso dibujarse en sus labios.

―No, Sakura, no me opondré. Siempre y cuando tú no sobrepases los límites ni obligues a Shina-chan a hacer o sentir algo que no quiere o que no está preparado para hacer o sentir. ―Sakura abrió los ojos, se sonó los mocos, tragó saliva y, tras mirar varios segundos fijamente para Hinata, asintió.

―Acepto tus condiciones. Es lógico y... también lo justo. Hinata, yo... lo siento. Por todo. Nunca pretendí... ―Hinata sonrió y le apretó un hombro.

―Lo sé. Pero por esto tenía que venir a hablar contigo. De mujer a mujer. Para aclarar las cosas. ―Sakura asintió, cogiendo el paquete de pañuelos para hacerse con otro y seguir limpiándose la nariz.

―Hablaré... hablaré con mi abogado mañana mismo. ―Hinata asintió.

―Y yo hablaré con Naruto-kun. No te preocupes―dijo, cuando ya iba a por su bolsa y se la colgaba de un hombro, dispuesta a marcharse; se detuvo cuando ya tenía una mano en la manilla de la puerta, y la miró por encima del hombro, sonriéndole una vez más―. ¿Sakura? Me alegro de que hayamos hablado. Adiós. ―Sakura cerró los ojos, mientras la puerta se cerraba con un chasquido que resonó como un trueno en medio de la silenciosa habitación.

―Yo también Hinata, yo también―susurró al silencio.

De pronto, sentía su pecho más ligero. Y se dijo, que ahora, las cosas tan solo podían mejorar.



―¿Cómo ha dicho?―Madara estaba rígido, completamente estupefacto por lo que la esbelta y pálida mujer frente acababa de decirle.

Sakura cerró los ojos y respiró hondo. Irguió la espalda y abrió de nuevo los ojos, mirando fijamente para el hombre de ojos y cabello oscuro como ala de cuervo.

―Que ya no quiero seguir adelante con esto, señor Uchiha. Le... le agradezco la ayuda prestada y no dude en que recibirá sus honorarios lo antes posible. Pero ya no requiero de sus servicios. ―Madara apretó los dientes y se apoyó en su mesa, clavando sus ojos negros en Sakura.

―A ver si la entiendo, señorita Haruno: ¿me está diciendo que, tras semanas y semanas de trabajo, ya no quiere seguir adelante? ¿Es que va a renunciar tan fácilmente a su hijo?―Intentando no llorar por los sentimientos que aquellas palabras le provocaban, Sakura negó.

―No se trata de renunciar, sino de... de hacer las cosas bien. De hacer lo correcto. ―Respiró hondo una vez más―. De hacer lo mejor para Shinachiku―pensó.

Madara se puso recto de golpe y se pasó las manos por el pelo. Parecía furioso por alguna razón, pero Sakura no iba a ceder. Había tomado su decisión tras la conversación con Hinata, y tanto su mente como su corazón le decían que estaba haciendo lo que debía.

Shinachku era feliz, tenía una familia que lo quería con locura y que harían cualquier cosa por él. Ella era su madre, sí, pero también lo era Hinata. Llegar a esa conclusión casi la había partido en dos, pero había terminado por aceptarlo, porque era la pura verdad.

―Señorita Haruno...

―No voy a cambiar de opinión―dijo, levantándose de la silla y cogiendo su bolso y su chaqueta del respaldo―. Mándeme un mensaje diciéndome donde quiere que le envíe lo que le debo. Le pagaré hasta el último yen...

―Le saldrá terriblemente, señorita Haruno. ―Sakura se paró en la puerta del despacho, con una mano en el pomo de la puerta.

Se giró, viendo a Madara observarla con una sonrisa petulante, seguro de haber conseguido hacerla cambiar de opinión. Ella también sonrió, una sonrisa genuina, de las que hacía tiempo que no esbozaba.

―No se preocupe por eso. Ya le dije que podía permitírmelo. Usted solo ocúpese de mandarme ese mensaje. ―Dicho esto, Sakura abrió la puerta y salió, cerrando con suavidad tras ella. Antes de meterse en el ascensor oyó un improperio y el sonido de algo que se rompía.

No le importaba. Madara podía ponerse todo lo furioso que quisiera porque, por primera vez en años, sentía que por fin podía empezar a vivir.



―¡¿Qué has hecho QUÉ?!―Hinata suspiró; se levantó de la cama y caminó hacia su marido, cogiéndole una de sus bronceadas manos entre las suyas. Naruto tenía el ceño fruncido y la mandíbula apretada, y la miraba como si de repente no la conociera en absoluto.

―Lo que tenía que hacer―le dijo, en tono suave, acariciándole los tensos nudillos con el dedo pulgar. Sintió como la tensión se aflojaba un poco y siguió con el pequeño masaje―. Tenía que hacerlo, Naruto-kun. Tarde o temprano tendría que haber hablado con ella y-

―¡No, maldita sea, no! ¡No tenías que hablar con ella! ¡No tenías que haber hablado con ella para nada! ¡No le debes nada! ¡Es ella la que ha venido a joder las cosas! ¡Estábamos bien y entonces- ―Hinata lo calló poniéndole el dedo índice sobre los labios.

―Tenía que hacerlo, Naruto-kun, tenía que hablar con ella de mujer a mujer y... de madre a madre. ―Naruto negó con la cabeza, incrédulo.

―Hinata-chan... ―Hinata suspiró y se abrazó a él. Instintivamente, Naruto la rodeó con sus brazos, apoyando la mejilla sobre su cabeza y apretándola contra él―. Tiene que haber sido... horrible.

―No fue para tanto. Fue un... mal trago, no te lo niego. Pero... era necesario. Para las dos y para Shinachiku, para ti y para mí. Para todos. ―Naruto suspiró y la abrazó aún más fuerte.

―Eres increíble―le susurró. Hinata sonrió y se puso de puntillas para besarlo―. ¿Y?―soltó Naruto tras varios minutos de silencio, de estar disfrutando el uno de la calidez del otro―. ¿De qué hablasteis? ¿Qué habéis decidido?―Hinata se separó un poco de él y le pasó las manos por el corto cabello rubio, alborotándoselo un poco. Naruto cerró los ojos y disfrutó de las caricias de su esposa.

―Solo... hemos llegado a una especie de acuerdo. ―Frunció el ceño aún con los ojos cerrados pero no dijo nada, se limitó a esperar a que continuara―. Sakura seguirá presente en la vida de Shina-chan, pero no será una presencia obligada. Llamará una vez al mes y vendrá de vez en cuando de visita, también le mandaremos fotos una vez por semana y, si en algún momento Shina-chan quiere conocer a su madre biológica, entonces no nos opondremos. ―Naruto abrió los ojos y clavó la vista en su esposa. Abrió la boca, dispuesto a rebatir aquello, pero Hinata volvió a poner los dedos sobre sus labios, pidiéndole silencio―. No nos opondremos, Naruto-kun. Sé que es difícil para ti, y también lo es para mí pero, por mucho que lo ignoremos, el que Sakura sea la madre natural de Shinachiku es un hecho. Y seguramente en algún momento él querrá saber, preguntará y tendrá muchas dudas respecto a su nacimiento y el cómo fueron las cosas. Y debemos estar preparados para responderle. ―Naruto suspiró y se dejó caer en la cama, llevándose a Hinata con él.

La acurrucó contra su pecho y Hinata se dejó hacer, sabiendo que su marido necesitaba aquel contacto en aquel momento tan difícil de sus vidas.

―No quiero que nuestro hijo sufra. ―El oírle decir nuestro hijo, y a pesar de que no era la primera vez que se lo escuchaba, Hinata no pudo sentirse más feliz. Al fin, había dejado atrás aquella sensación de sentirse como una extraña, de notar que algo faltaba.

Ahora, las cosas eran distintas.

Ahora podía decir, con la seguridad de estar haciendo lo correcto, de que ella era la madre de Shinachiku. Tanto o más que Sakura.

―Eso no sé si podremos evitárselo, pero estaremos ahí para él. Siempre. ―Naruto le cogió el rostro entre las manos y se lo acunó, mirándola fijamente a los ojos.

―Siempre. ―A Hinata se le llenaron los ojos de lágrimas sin que pudiera evitarlo.

―Siempre, mi amor.

―Te amo. ―Hinata sintió que un nudo le obstruía la garganta y le impedía hablar. Tragó saliva con fuerza y cerró los ojos, acercando su boca a la de su amado para besarlo.

Pronto el beso se volvió intenso aunque sin perder su dulzura inicial. Las manos empezaron a moverse ansiosas por el cuerpo del otro.

Diciéndose con sus caricias y sus suspiros lo mucho que se amaban y se necesitaban.



Sentada en el avión, con su maestra a su lado y sus padres al otro, Sakura miró al techo del vehículo, mientras este despegaba. Sintió un apretón en su mano derecha y otro en la izquierda. Miró a uno y otro lado, descubriendo la mirada marrón de su mentora a un lado y la verdosa de su madre al otro.

―Hija, ¿estás...

―Lo estoy―dijo, antes de que su madre terminara de realizar su pregunta. Respiró hondo y sonrió―. Estoy bien, mamá. ―Miró hacia Tsunade y amplió su sonrisa―. Ahora estoy bien. ―Su antigua profesora esbozó una pequeña sonrisa y la miró con un destello de orgullo en sus orbes color miel.

Sakura se acomodó en su asiento y cerró los ojos, sintiendo cómo el avión se elevaba en el aire y se alejaba hacia su próximo destino.

Tan ligero y veloz como ahora mismo latía su corazón.




Bueno, pues llegamos al final. Gracias mil a todos por llegar hasta aquí. Espero que os haya gustado y que no os haya decepcionado. Aún queda el epílogo, aunque eso será la semana que viene, por supuesto xD.

Gracias a todos los que leéis, votáis y comentáis, puede que no lo sepáis o no os deis cuenta, pero cada notificación me llega al alma y pone una sonrisa en mi rostro. Me alegra el día recibir cada palabra, de verdad. Muchísimas gracias.

¡Espero que os haya gustado!

¡Nos leemos!

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