Parte 23
Señores pasajeros, estamos a punto de aterrizar. Por favor, permanezcan en sus asientos con el cinturón abrochado. Gracias por su atención.
Hinata suspiró y se echó para atrás en su asiento. A su lado, su marido le cogió la mano y se la apretó. Lo miró, quedando deslumbrada unos segundos a causa de la amplia sonrisa que dibujaban los labios de Naruto.
―Ya estamos llegando, cariño. ―Hinata se sonrojó al escuchar el apelativo cariñoso.
Entrelazó los dedos de la mano con los masculinos y se apoyó en su hombro, dejando escapar un segundo suspiro. Naruto dejó caer su cabeza contra la suya mientras acariciaba el dorso de su mano y los nudillos con el pulgar.
―Aún no me has dicho a donde vamos―protestó Hinata, aunque con un deje de diversión en la voz. Naruto volvió a sonreír, ahora con los cerrados, mientras el avión descendía a tierra.
―Ya te dije que es una sorpresa.
―¿Sabes que dimos un espectáculo en el aeropuerto?―Naruto no pudo evitar soltar una carcajada―. ¡No fue gracioso, Naruto-kun! ¡Todo el mundo pensó que éramos una pareja de locos!―exclamó ella, recordando la manera tan vergonzosa en que, con los ojos tapados, la había guiado por toda la terminal del aeropuerto.
Más de un guardia de seguridad los había parado y, en más de una ocasión, habían tenido que aclarar que eran marido y mujer, que ella estaba yendo con él por propia voluntad y que no eran un par de desequilibrados mentales.
E incluso en el avión, el rubio había tenido mucho cuidado de no permitirle saber ni una pista de adónde la estaba llevando. El avión dio una sacudida y, finalmente, se detuvo. Las azafatas aparecieron en el extremo del pasillo, dando indicaciones de que ya se podían levantar.
Hinata fue la primera en desabrocharse el cinturón y levantarse. Naruto la siguió enseguida, poniéndose a su lado y bajando una bolsa que era todo su equipaje de mano. Asiendo el asa de la bolsa con una mano y a ella con la otra, ambos abandonaron por fin el avión. Mientras caminaban por el túnel que lo llevaría al aeropuerto, Hinata hizo crujir varios huesos y estiró los músculos de la espalda lo mejor que pudo. No había sido un vuelo excesivamente largo, pero para una persona como ella, acostumbrada al constante movimiento al que la sometían tres niños movidos y traviesos, aquel breve periodo de inactividad había supuesto una carga extra de tensión. Su cuerpo parecía prepararse ya inconscientemente para cualquier imprevisto. Y estando tan lejos de sus niños...
No había podido dejar de pensar en ellos desde que Naruto la sacó de casa aquella mañana, sin darle opción a protestar. ¡Ella ni siquiera sabía que estaba planeando un viaje para los dos! Cada objeción que ponía Naruto la rebatía: ¿los niños? Con los abuelos. ¿Shinachiku? Sus padres se encargarían. ¿La casa? Karin y Sasuke habían prometido ir de vez en cuando. ¿Su trabajo? Gaara ya estaba avisado y más que encantado de que Naruto se tomase unas vacaciones. ¿Sus clientes? Sai ya se había hecho cargo.
Viendo que lo tenía todo perfectamente atado y planeado, Hinata no había podido poner ninguna pega a sus alocados planes. Ni siquiera el argumento de que Sakura podía aprovecharse de su ausencia para tomar ventaja había servido.
―Deja de pensar en los problemas y céntrate en nosotros. ¿Cuánto hace que no pasamos unos días a solas, tú y yo? También somos personas, Hina, no máquinas. Y necesitamos volver a ser un matrimonio, una pareja, al menos de forma temporal. ―Y no había vuelto a intentar protestar, dejando que la arrastrara por sabe Dios donde con los ojos vendados y sin tener ni la más remota idea de adonde se la llevaba.
En el aeropuerto, en vez de encaminarse a las cintas transportadoras para recoger el resto de sus maletas, Hinata vio con asombro como Naruto pasaba de largo y la guiaba hacia las puertas de salida. Tan sorprendida estaba, que ni siquiera se paró a fijarse en los carteles, en si seguían en Japón o en el extranjero.
Fuera del aeropuerto, había varios coches esperando. Hinata sintió crecer su sorpresa cuando Naruto se encaminó con toda naturalidad hacia una limusina de aspecto lujoso. El chófer sonrió y los saludó, quitándose la gorra.
―¿Los signores Uzumaki?―preguntó en un inglés con un fuerte acento... ¿italiano? ¿Estaba en Italia?
―Sí―contestó Naruto―. Gracias por venir a recogernos. Transmítale mi agradecimiento al signore Vitale.
―Por supuesto, señor, así lo haré. ―Hinata vio aquel pequeño intercambio de saludos trasladando la mirada de uno a otro, como si estuviese en un partido de tenis.
Naruto se volvió entonces hacia ella y le rodeó sorpresivamente la cintura con los brazos, besándola brevemente en los labios. Hinata se apartó con un grito, empezando a mirar nerviosa a su alrededor.
―¡Naruto-kun! ¡Estamos en público!―exclamó en japonés, olvidándose momentáneamente de su espectador, el cual ya se había metido en el coche a esperar tranquilamente a que ellos se montasen en el vehículo.
―Tranquila―le dijo él, riendo―. Ya no estamos en Japón, mi amor. Aquí la gente es mucho más... liberal.
―Aun así... ―musitó sonrojada, escondiendo la cabeza en su pecho cuando el rubio la estrechó fuerte contra su cuerpo.
Tras estar un par de segundos así, abrazados y disfrutando del contacto y la cercanía, Naruto la separó de sí. Le sonrió de nuevo y, tomando su mano con firmeza y cariño, la instó a entrar en el coche.
Cuando la puerta se cerró tras ellos Hinata se acomodó en el asiento, volviendo a acurrucarse contra su esposo, suspirando de placer al sentir el aire acondicionado de dentro de la limusina.
―¿Adónde me llevas?―Naruto le acarició el brazo y depositó un beso en su hombro, lamentando que tuviese que ser sobre la ropa y no sobre su suave y pálida piel.
―Te dije que es una sorpresa. No seas impaciente, cielo. ―Hinata no pudo evitar sonreír al oírlo llamarla tan cariñosamente por segunda vez en apenas minutos.
¿Cuánto tiempo hacía que no se desinhibían como pareja? Llevaban demasiado tiempo conteniéndose, yendo con muchísimo cuidado por causa de los niños, para que no viesen nada inapropiado. Había besos, sí, y abrazos también, pero siempre comedidos y nunca apasionados. Tan solo tras las puertas cerradas del cuarto que compartían, y en la oscuridad de la noche, se permitían de vez en cuando sentirse, salvando aquella vez hacía poco en que lo habían hecho en la cocina y con la luz encendida, cuando ella aún no sabía nada de Sakura ni de lo que esta se proponía.
La limusina rodó sobre la carretera durante una hora, más o menos. Hinata ya suponía que Naruto la había llevado a Italia o, al menos, a algún país o región cuya lengua principal parecía ser el italiano. El coche al fin se detuvo y el chófer se bajó para abrirles la puerta. Naruto le dio las gracias e intentó recompensarlo por el viaje con una propina, que el hombre se negó amablemente a aceptar.
―El señor Vitale se enfadaría mucho si aceptase su dinero, señor Uzumaki. ―El conductor se dirigió entonces al maletero mientras Hinata bajaba y estiraba un poco las piernas.
Abrió el maletero y les tendió la bolsa de mano.
―¿Naruto-kun?―llamó Hinata, yendo hacia él―. ¿No has traído nada más que esa bolsa?―dijo, preocupada, porque ella tan solo llevaba unas sencillas mallas negras y una blusa rosa, lo que se había puesto aquella mañana para afrontar lo que ella pensaba que iba a ser un día completamente normal y rutinario.
―Claro que no. Nuestras maletas ya deben de estar en la villa. ―Hinata pestañeó y se giró, lentamente, como si hubiese oído mal.
Decir que se quedó con la boca abierta sería poco para describir su reacción. Tanto el chófer como Naruto sonrieron al ver la evidente sorpresa en el rostro femenino.
―Espero que disfruten de su estancia, señor Uzumaki, señora Uzumaki. El señor Vitale me ha dicho que les retransmita sus deseos de que tengan una más que agradable estancia, y que también no duden en solicitar cualquier cosa que necesiten al personal de la casa. ―Naruto hizo una leve inclinación de cabeza.
―Muchas gracias. Dígale al señor Vitale que se lo agradezco en el alma―murmuró, dándose la vuelta ya para ir a junto de Hinata, que todavía seguía allí de pie, con la boca abierta y con los ojos clavados en la imagen que tenía ante sí―. ¿Sorprendida?
―Naruto-kun, esto... cómo... es increíble... ―Naruto sonrió, poniéndose a su lado y pasándole el brazo por la cintura, atrayéndola hacia su cuerpo.
―Ven, vamos dentro. ―Abrazados, traspasaron el impresionante portón y caminaron por un sendero rodeado de verde césped, perfectamente cortado y arreglado. Una fuente en medio del camino daba frescor al ambiente caluroso, ya que el sol caía a plomo sobre ellos.
Era una villa, se dijo Hinata. Una villa enorme construida en unos terrenos amplios. Naruto se sacó una llave del bolsillo y la metió en la cerradura de la puerta principal, dándole la vuelta y abriendo. Entraron al interior y, si Hinata creía que no podría estar más sorprendida, se equivocaba.
La casa estaba toda pintada de blanco, tanto por fuera como por dentro, dotándola así de claridad y de luz natural. Las ventanas y las puertas que daban al exterior eran enormes, llegaban hasta el suelo. Hinata dio dos pasos, maravillándose con los muebles en color claro y las habitaciones amplias. Entró en el baño de la planta baja, completamente equipado. Era el sueño de cualquier mujer que quisiera mimarse un poco.
Suspiró, incapaz de creerse que estaba en un lugar tan precioso como aquel. Pero entonces su ceño se arrugó, con preocupación. Se giró, encarando a su sonriente marido. Puso los brazos en jarras y levantó el mentón en su dirección, poniéndose en actitud de firme.
―¿Cuánto te ha costado todo esto?―preguntó, temerosa de saber la respuesta realmente.
Para su sorpresa y consternación, Naruto rio; dejó la bolsa en el suelo y se acercó a ella, pasándole los brazos por la cintura y bajando sus manos hasta las caderas femeninas, tirando de ellas para que sus cuerpos volvieran a tocarse. El roce de sus músculos contra sus senos hizo que a Hinata se le cortara la respiración, sintiendo como sus pezones se endurecían y empujaban contra la tela del sujetador.
―No tienes que preocuparte por eso mi amor. Me ha salido total y absolutamente gratis. ―Hinata acentuó su ceño fruncido, negándose a creerlo de buenas a primeras así como de ceder al punzante deseo que había comenzado a abrasarla.
―¿Gratis? ¿Cómo que gratis? ¡Pero si un lugar tan bonito como este debe de valer una fortuna! ¡Aunque sea solo en alquiler por unos días!―Naruto volvió a dejar salir una carcajada.
―Has dicho bonito. Entonces te gusta.
―Bueno claro que es bonito y claro que me gusta. ¿A quién no le gustaría- ―Se vio interrumpida por los labios de su marido, quién se afanó en besarla con toda las ganas y la pasión que sentía hacia ella―. Naruto-kun... ―jadeó ella cuando sintió como le soltaba el primer botón de su blusa.
―Entonces solo disfruta. ¿Te he dicho que el dormitorio principal tiene una cama estupenda?
―¡Naruto-kun!―gritó cuando, en un movimiento sorpresivo, le retiró la blusa y la tomó en brazos.
Lejos de hacerle caso, subió con ella las escaleras sin dejar de besarla. No quería que pensara, solo que sintiera, que disfrutara. Perdida en el sabor de su boca y en su lengua ansiosa y juguetona, Hinata dejó de pensar. Notó como la posaba sobre una superficie blandita y la mar de cómoda. Abrió los ojos y suspiró al verlo desnudarse. Los ojos azules no abandonaron los perlas en ningún momento, quemándola, haciéndole saber que él ardía tanto o más que ella.
―Hinata... ―Le pasó los brazos por el cuello mientras él manipulaba el cierre de su sujetador y se lo sacaba, lanzándolo a algún rincón perdido de la habitación. Gimió de satisfacción en cuanto tuvo la oportunidad de amasar sus pechos, alcanzando la gloria en cuanto sintió las duras puntas presionándose contra sus manos―. Dios, eres perfecta...
―N-no lo soy―susurró ella, tirando ansiosa de su cinturón y de sus pantalones, alcanzando al fin su miembro rígido y palpitante bajo los calzoncillos. Naruto cerró los ojos y bajó la cabeza, apropiándose de un pezón, mordisqueándolo y endureciéndolo todavía más, jugueteando con él hasta que se cansó y se fue al otro, para dejarlo igual de tenso que su compañero.
Hinata se dejó caer sobre el colchón, estremeciéndose y dejando que su travieso esposo hiciera con ella lo que quisiese. Naruto enganchó las manos en la cinturilla de sus mallas y tiró hacia abajo, hasta sacárselas del todo por las piernas y dejándolas caer sobre un canapé que había a los pies de la cama. Hizo lo mismo con sus calzoncillos y entonces se cernió sobre su mujer, acariciándole el rostro con ternura, apartándole un par de mechones con delicadeza y enmarcando su rostro entre sus manos.
―Eres preciosa―repitió, sin dejar de mirarla a los ojos. Hinata sonrió, sonrojada. Le pasó los brazos por los hombros y exploró la dureza de los músculos de su espalda, deleitándose con las contracciones de los mismos bajo sus palmas.
Naruto dejó salir un gruñido cuando, con algo de juguetona timidez, Hinata le apretó las nalgas, haciendo que se pegara todavía más a ella. Hinata se estremeció al notar la caliente y dura erección contra su estómago, percatándose de la pequeña humedad que la punta había dejado sobre la piel de su abdomen.
Sin perder más tiempo, Naruto bajó con besos ardientes y ansiosos por su cuerpo. Metió una mano bajo el elástico de sus bragas y la acarició allí donde ella más parecía necesitarlo. Hinata gimió y se arqueó; respondiendo a su muda petición, Naruto la penetró con un dedo, humedeciendo aquella zona un poco más con cada uno de sus rítmicos movimientos.
―Naruto-kun... ―suplicó ella, en un gemido.
―Estás tan húmeda, cariño... ¿Qué es lo quieres? ¿Otro dedo?―Sin esperar respuesta, introdujo un segundo dedo, preparándola para él. Hinata volvió a arquearse, sin poder detener los temblores de su cuerpo―. ¿O prefieres que te coma?―De nuevo sin darle tiempo a responder, Naruto se deshizo de sus braguitas y bajó el rostro hasta su sexo, comenzando a acariciarlo con la lengua, buscando el centro mismo de su placer.
―¡Oh, Dios, sí!―sonriendo internamente, Naruto cerró los ojos, disfrutando de las pequeñas manos de su esposa en su cabello, mientras él le proporcionaba un placer sin igual.
Pero no quería que llegara al orgasmo, aún no. Quería que terminara con él dentro de su cuerpo, poseyéndola por completo. Quería sentir sus piernas rodeándolo y toda ella estremecerse cuando se moviera en su interior.
Con un gruñido, se apartó y Hinata protestó, incorporándose sobre los codos y mirándolo con los ojos entrecerrados, acusadores.
―¿Por qué paras?―Naruto quiso reír pero se contuvo. Gateó hasta estar a su altura y la tumbó de nuevo, suavemente, mientras la besaba a un ritmo lento, sensual.
―Porque quiero que llegues al final conmigo dentro de ti. Necesito entrar en ti―le dijo, con voz ronca. Hinata enrojeció, pero alargó una mano hasta su miembro y lo acarició, notando así la veracidad de sus recientes palabras.
―Entonces, no esperes más. ―Naruto maldijo al percibir el deseo y la urgencia en su voz entrecortada.
Sin más ceremonia, le abrió las piernas y se hundió en ella. Tiró de ella hasta tenerla donde quería y la cogió por los muslos. Sabiendo lo que quería, Hinata enredó las piernas en su cintura, cruzando un tobillo sobre otro para sujetarse mejor y empujándolo ella también hacia sí.
―¡Joder, Hinata!―exclamó Naruto, al sentir que se hundía aún más en su cálido y húmedo interior.
Respiró hondo unos segundos, tratando de calmarse, y solo cuando supo que no iba a correrse a las primeras de cambio fue que comenzó a moverse, saliendo y entrando en ella una y otra vez, sin descanso, cada vez más rápido, cada vez más fuerte, golpeando aquel punto que sabía que la volvía loca.
―¡Naruto-kun, sí, así, sigue! ¡No pares!
―Ni... muerto... ―consiguió responder, casi sin voz.
Embistió una última vez con fuerza y sintió las paredes internas de su mujer contraerse. Verla gritar y escucharla gritar su nombre en pleno éxtasis fue lo que disparó su propio clímax. Con un rugido permitió a su propia esencia salir disparada al interior femenino, mientras el cuerpo de Hinata lo exprimía hasta dejarlo seco.
Con un último gemido se desplomó sobre su esposa, ambos temblando de pura satisfacción.
―Eso... ha sido...
―... brutal. Genial. Maravilloso. ―Naruto giró la cabeza y la besó en una húmeda sien―. Tú eres maravillosa―dijo con voz ronca, acariciándole la frente con la nariz.
Hinata cerró los ojos y sonrió, abrazándolo, sintiéndolo todavía en su interior, aunque ahora flácido y sin fuerzas.
―Naruto-kun... ―Él volvió a besarle la frente, para luego clavar la vista en sus preciosos ojos perlas, ahora brillantes, y Naruto sabía que era por la satisfacción que ahora le recorría las venas.
Satisfacción que él le había proporcionado. Y que le volvería a proporcionar enseguida, en cuanto dejase de temblar como un maldito adolescente que acabase de experimentar su primer orgasmo. Definitivamente, necesitaba recuperar la práctica en el sexo, y tenía dos semanas por delante para ello.
―No tienes que preocuparte de nada, Hina, de verdad. Tan solo de disfrutar. Estas son nuestras vacaciones. Dos semanas sin niños, sin trabajo, sin preocupaciones... Solos tú y yo. ―Se echó a un lado y enseguida volvió a abrazarla, pasándole una pierna por encima.
―Pero... esta casa... ―Dijo Hinata, echando un breve vistazo a la hermosa y elegante lámpara de araña que colgaba del techo.
―Te digo que no te preocupes. Si quieres, después te lo explicaré todo pero ahora... ―La apretó entre sus brazos y volvió a mirarla, con el deseo nuevamente oscureciendo sus preciosos ojos azules―... ahora quiero volver a hacerte el amor. ―Hinata se estremeció pero dejó que volviera a besarla.
Y es que no podía resistirse a ese hombre. Nunca había podido.
Cuando la noche cayó sobre aquella bella casa, fue que Naruto y Hinata al fin se decidieron a salir de la cama. Habían pasado toda la tarde haciendo el amor, horas y horas de interminable placer, mimos y risas, algo que no hacían desde...
Hinata detuvo sus pensamientos, acomodándose mejor en la bañera con patas que había en el cuarto de baño privado, relajándose en el agua caliente. Al parecer, el dueño de aquella preciosa villa no había reparado en gastos, porque había encontrado una selección de sales de baño, champús, geles, cremas hidratantes e incluso maquillaje de las marcas más caras y exclusivas.
Aunque aquello no la sorprendió tanto como el hecho de que, al abrir el armario, se había encontrado con una serie de elegantes vestidos, cada uno con sus zapatos y sus bolsos a juego. Había topado con una nota mientras pasaba la mano con algo de miedo por las exquisitas telas, suspirando y sintiendo envidia por la mujer dueña de aquellas exclusivas prendas. A pesar de que ella podía permitirse alguna que otra prenda de marca, nunca de diseñadores tan reconocidos.
La tarjeta ponía que esos vestidos habían sido encargados para ella, solo y exclusivamente para ella, y que no temiese lucirlos, así como los bolsos y los zapatos. Naruto le había arrancado la tarjeta con el ceño fruncido y la había hecho bola, murmurando algo así como que "lo mataría en cuanto lo tuviese delante".
Sacudió la cabeza, hundiéndose aún más en el agua caliente y moviendo su pie mientras tarareaba en su mente una de sus canciones favoritas de Pink. Dejó que sus músculos se relajaran y se estiró hasta que los huesos le crujieron. La entrepierna todavía le ardía y no pudo evitar sonreír, de pura satisfacción femenina.
Salió de la bañera y se puso un albornoz bien calentito y amplio, al tiempo que se calzaba unas pantuflas de baño que, casualmente, también eran de su talla.
Cuando salió del cuarto de baño, dudó entre ir hacia su maleta o ceder a la tentación de ponerse uno de esos vestidos tan bonitos. Tras varios minutos de duda, finalmente ganó la tentación. Fue hacia el armario, abriéndolo y paseando la mirada por cada una de las prendas que había allí colgadas.
Se decidió al fin por un vestido corto de color azul pastel, de tiras y que le caía suelto hasta el inicio de las rodillas. En los pies se calzó unas alpargatas blancas. Se peinó el corto cabello negro azulado, se puso pendientes, un colgante que Naruto le había regalado y que casualmente había ido en la maleta, en un pequeño joyero de viaje (Hinata supuso que tendría que darles las gracias a Karin y a Ino, porque seguramente habían sido ellas las que habían hecho su maleta), así como volvió a colocarse la alianza de boda en el dedo anular de la mano izquierda, junto con el anillo de compromiso que Naruto había utilizado para pedirle matrimonio, más de diez años atrás.
Sonriente y más feliz que nunca, bajó las escaleras. Naruto le había dicho que, cuando estuviese lista, se reuniese con él en la terraza de la planta baja. Lo encontró de pie ante una mesa ya puesta, perfectamente decorada y con un carrito al lado que Hinata supuso contenía la cena.
Se paró un momento a contemplarlo. Parecía tener un aire relajado, con las manos metidas en los bolsillos de unas bermudas de color blanco. Se había puesto en la parte de arriba un polo del mismo color azul cielo que sus ojos, y todo ello contrastaba a la perfección con su piel bronceada y con su cabello dorado.
Él pareció notar su presencia porque se giró, sonriendo al verla. Sus cejas se fruncieron ligeramente al verle puesto uno de los vestidos que habían encontrado antes en el armario, pero sacudió la cabeza, diciéndose que era una tontería molestarse por algo que sabía había sido un gesto de buena voluntad del dueño de la casa.
Fue hacia su esposa y le tomó la mano, llevándosela a los labios como un todo caballero hasta rozar sus nudillos.
―Estás preciosa. ―Hinata se sonrojó pero le devolvió la sonrisa, tímida.
―Tú también... e-estás muy guapo. ―Naruto contuvo la risa que quiso escapar de su garganta al escucharla tartamudear. Hacía años que no la escuchaba tartamudear.
―¿Tienes hambre?―Por toda respuesta el estómago de Hinata protestó y ella enrojeció todavía más, sentándose en la silla que Naruto había apartado para ella.
Luego rodeó la mesa y se sentó en la silla que estaba frente a la suya, destapó la primera bandeja y Hinata vio una serie como de pequeños canapés, pero hechos de pan tostado con lonchas finas por encima, de diversos colores.
―¿Qué es?―preguntó, con curiosidad. Naruto cogió una y se la acercó para que la probara. Hinata se inclinó y se apartó el pelo de delante de la cara, dando un pequeño mordisquito. El trocito desapareció tras sus labios empujado por su lengua y Naruto no pudo evitar sentir una punzada de deseo, recordando dónde había estado esa pequeña boca y las cosas tan maravillosas que le había hecho sentir.
―Son tostas, un aperitivo muy apreciado en occidente, sobre todo en la cocina mediterránea. Pensé que te gustaría probar algo distinto a lo que normalmente comemos en casa. La base es simplemente pan tostado con algo de aceite de oliva y luego algo por encima. Lo que te acabo de dar a probar es jamón, pero también hay de crema de queso, de paté de atún, de pato, de caviar... ―Hinata se atragantó al oír lo último y tuvo que dar un sorbo a su copa de vino, que Naruto había echado antes de que ella llegara.
―¿Ca-caviar? ¿E-eso no cuesta un ojo de la cara?―Naruto sonrió, terminándose él el trocito de tosta que le quedaba en la mano y agarrando también su copa de vino, para dar un largo sorbo, saboreando el líquido rojizo.
―Te dije que no te preocuparas por eso, ni por nada. Son nuestras vacaciones, Hina. Disfrútalas.
―Pero... esto has tenido que pagarlo, gratis no es y... es demasiado. Es todo muy bonito, pe-pero... ―Naruto suspiró.
―¿Y si te digo que todo esto―hizo un gesto―no me ha costado ni un yen? ¿Qué dirías? ¿Cómo te quedas?―Hinata parpadeó.
―¿Perdón? ¿Cómo dices? ¿Qué no te ha costado...
―Ni un yen, sí.
―¿Ni un... quieres decir, ¿nada? ¿De nada? ¿Nada de nada?
―Nada de nada.
―No lo entiendo... ―Naruto sonrió y tomó su mano por encima de la mesa.
―¿Recuerdas que, a los pocos meses de empezar el estudio, te comenté que nos habían dado un proyecto, uno importante? ¿Que podía ser lo que nos impulsara hacia el éxito?―Hinata frunció el ceño, haciendo memoria, recordando aquella primera época tras la universidad, cuando ninguno sabía muy bien qué hacer a continuación o cómo encauzar su vida, a excepción de Sasuke, quién era el único que tenía claro lo que iba a ser de su futuro.
Entonces, se acordó. Todavía no habían comprado la casa, pero ya estaban organizando la boda y vivían juntos, de alquiler en un diminuto apartamento de dos habitaciones. Naruto y Gaara acababan de ver su sueño realizado de montar un estudio de arquitectura, aunque tal estudio no era más que el salón de su casa o de la casa de Gaara, quién todavía vivía con su hermano mayor porque todavía no le daba para independizarse.
Entonces, una noche en que ella estaba haciendo la cena, agotada hasta la extenuación y con ganas de echarse a llorar porque nada iba tan bien cómo ambos quisieran, Naruto había entrado de sopetón en el apartamento, armando tremendo alboroto que hizo a Shinachiku echarse a llorar. Naruto lo había cogido de la trona en que Hinata lo había dejado mientras cocinaba y se había dirigido a ella, con los ojos brillantes.
―¿Adivina qué?―Hinata había parpadeado.
―¿Qué de qué?―Naruto había sonreído brillantemente y había elevado una mano hasta posarla en su níveo rostro, acariciándolo con ternura, pasando el pulgar por las ojeras que se marcaban bajo sus bonitos ojos perla.
―¡Nos han dado un proyecto, uno muy importante! Realmente no puedo contarte mucho, pero... ―Hinata había fruncido el ceño y, olvidándose por un momento de la cena, cogió a Shinachiku y se lo puso en la cadera.
―¿Un proyecto importante? ¿Cómo de importante?―preguntó, suspicaz. Naruto suspiró y se frotó la nuca.
―Esta vez es de verdad, te lo juro... pero no puedo decirte más. Nos han hecho firmar un acuerdo confidencialidad y todo, con abogados presentes, no puedo contárselo ni a mi madre... ¡aunque te juro que nos va a sacar de aquí! ¡Podremos por fin comprar una casa, y Gaara y yo podremos por fin poner un estudio en condiciones y-
―Naruto-kun, para―ordenó Hinata, sujetando firmemente a Shinachiku con una mano y levantando la otra en señal de que se detuviera―. Sé que siempre te entusiasmas cuando os dan un proyecto y no quiero-
―¡Pero esta vez es uno grande, Hina, uno enorme! ¡De verdad que sí!
―¿De qué se trata?
―Es... es reformar una casa, una muy grande, para un pez gordo del mundo de los negocios. No puedo decirte más, de verdad que no... ―Hinata vio la súplica en sus ojos azules.
Cerró los ojos y suspiró. No quería que volviera a llevarse una nueva desilusión No era la primera vez que podían atisbar un proyecto grande, importante, como los llamaban Naruto y Gaara, pero más de un cliente se había echado atrás en el último momento, había decidido no llevar a cabo la obra en cuestión o finalmente se había decantado por otro estudio, con más experiencia y renombre que el de un par de recién licenciados que acababan de salir de la universidad ayer, como quien dice.
Sintó a Naruto acercarse y abrazarla, estrechándola fuerte contra él.
―Te juro que esta vez no es como las demás. Tendremos suficiente dinero para hacer todo lo que necesitamos, lo que queramos... incluso puede que consiga enchufarte alguna cosa de diseño, aunque sea en publicidad. ―Hinata se dejó caer contra él y sollozó, aferrándose a su chaqueta con la mano libre.
Necesitaba creer que era cierto tanto como él, necesitaba que, por una vez, las cosas salieran bien y sin complicaciones. La vida adulta los había golpeado con toda la fuerza y la implacabilidad que no habían conocido hasta entonces, y necesitaba ese atisbo de esperanza para poder salir adelante y demostrarle al mundo que, aunque eran jóvenes, ellos también podían con todo.
Y, efectivamente, al final habían podido con todo. Aquel proyecto no solo les había dado el dinero que necesitaban para empezar una nueva vida de verdad, sino que, además, había supuesto todo aquello que Naruto había predicho: su escalada hasta la cima como arquitecto junto con Gaara, su entrada a lo grande en el mundo del diseño gráfico y la publicidad y, además, habían podido dar a sus hijos todo aquello de lo que ellos siempre habían gozado. Estabilidad, una buena educación, un buen hogar... incluso habían podido comprarse un coche nuevo, sin necesidad de que fuera de segunda mano o alquilado.
Y aún les había sobrado algo que habían metido en una cuenta corriente en el banco a nombre de Shinachiku, para que el día de mañana pudiera ir a la universidad o llevar a cabo los proyectos de futuro que él quisiera.
―Lo recuerdo―dijo, tras varios minutos de silencio―. Pero, ¿qué tiene que ver con... ―Por toda respuesta, Naruto sonrió y miró hacia la casa con una mirada que a Hinata le pareció de cariño. Entonces, lo comprendió.
Soltó un grito ahogado y se llevó la mano a la boca, tapándola, los ojos abiertos como platos por el asombro.
―¿M-me estás diciendo que ese proyecto... era esta casa... esta villa?―Naruto asintió―. P-por eso viajabas tanto... ―Los ojos de Hinata se aguaron y Naruto respingó, mirándola asustado.
―¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? ¿He hecho algo malo? ¿Hay algo que no te gusta?―Hinata negó y se limpió el rostro de lágrimas.
―S-soy una tonta...
―¿Por qué?―preguntó Naruto, confuso. Hinata negó. No quería contarle lo estúpida que había sido durante aquellos meses, aquellos horribles meses en los que ella había llegado a pensar que él... ―. Hinata...
―E-es solo que yo... ―Volvió a negar con la cabeza―. N-no importa.
―No me digas que pensabas que te engañaba. ―El rostro femenino adquirió un tono todavía más pálido y Naruto borró su sonrisa inmediatamente, mirándola con sorpresa―. Hina, no puede ser... no me digas... ¡Dios mío, cómo pudiste pensar eso! ¡Cómo pudiste dudar de mí!
―¡Lo siento! Pero, para ser justos, t-tú no me contabas nada, viajabas mucho y eran viajes muy repentinos, recibías llamadas extrañas de teléfono y, si yo estaba delante, te ibas de la habitación para que no te escuchase. ―Naruto apretó los dientes, intentando que la ira no lo dominase.
―Te amo―le dijo, alto y claro―. Te amo ahora, te amaba entonces y estoy seguro de que te seguiré amando en el futuro, así tengamos cien años. ―Hinata se sintió conmovida hasta el infinito por su declaración.
―Naruto-kun...
―Te dije que habíamos tenido que firmar un acuerdo de confidencialidad, Gaara y yo. ―Hinata tragó saliva.
―Lo sé. Gaara-kun me lo enseñó sin que tú te enterases cuando sospechó lo que yo pensaba de ti y de tus viajes... Me dijo que él no podía ir porque el cliente había solicitado tu presencia expresamente, y que te pasabas el día trabajando y yo... yo me sentí la mujer más tonta del mundo por desconfiar de ti. ―Naruto suavizó su expresión y se levantó, para sentarse en la silla que estaba al lado de la de ella, para abrazarla contra él.
―Nunca jamás, y óyeme bien, nunca jamás miraría a otra mujer. Nunca jamás sería capaz siquiera de tocar a otra mujer, de besarla, de acariciarla, de amarla. Para mí, solo estás tú, solo existes tú. ―Hinata lo abrazó a su vez, hundiendo la nariz en la suave tela de su polo azul.
―Lo sé. Y lo siento. ―Naruto negó y le besó la cabeza―. Pero... ―empezó, tras varios segundos de silencio―, ¿por qué te ha dejado alojarnos aquí... gratis?―Naruto sonrió.
―Porque la persona para la que hice la reforma quedó encantada con el resultado. Le entusiasmó tanto que este no ha sido el único proyecto que me han encargado.
―¿Han?―Naruto asintió.
―El cliente está casado, bueno, ahora está casado―puntualizó―, de aquella creo que todavía estaba en ello. Quería hacer algo especial por la que hoy es su esposa y, al parecer, en esta villa habían pasado sus mejores momentos juntos y por entonces estaban pasando un bache, por lo que entendí de sus explicaciones. La villa es antigua, y recibimos instrucciones precisas de no tocar el exterior, tan solo el interior. Creo que incluso hizo restaurar y traer el mobiliario original, no sé si te fijaste. ―Hinata tomó nota de fijarse en los siguientes días.
―Naruto-kun, ¿quién es el dueño? Bueno, si... si puedes decírmelo, claro. ―Naruto sonrió ampliamente.
―Ahora puedo. Me ha dado su total permiso. De hecho, quiere conocerte. Cuando le pedí si me dejaba alguno de sus muchos alojamientos a un precio razonable para llevarme de vacaciones a mi mujer no dudó en ofrecerme esta villa. Bueno, en realidad la idea fue de su esposa, ya que ella es la dueña ahora...
―¿Su esposa es la dueña? Pero creía que...
―El dueño original es él, sí, pero hizo reformarla entera y, posteriormente, se la regaló a ella.
―Vaya, qué gesto tan romántico... ―dijo Hinata, con expresión soñadora―. Pero aún no me has dicho de quién se trata. ―Naruto rio.
―No te caigas de la silla, ¿vale?―Hinata asintió―. ¿Te suena el nombre de Rocco Vitale?―Hinata parpadeó, procesando el nombre en su mente.
Entonces, sus ojos se abrieron como platos, al igual que su boca, y se quedó mirando para su marido, anonadada, estupefacta, incrédula. Naruto rio, pasándole un brazo por los hombros.
―¿M-me estás diciendo que estamos en la villa de... d-de Rocco Vitale? ¡¿Del mayor empresario hotelero e inmobiliario del mundo?! ¡¿De uno de los hombres más ricos del planeta?! ¡¿De un multimillonario?!―Naruto echó la cabeza atrás y rio―. ¡No te rías, Naruto-kun! ¡Es normal que me sorprenda! Es decir... Rocco Vitale... Dios mío... ¡has conocido y tratado a Rocco Vitale! ¡Aún te relacionas con él!
―No le gusta que lo persigan, así que hasta hace poco no tuve su permiso para hablarte de él. Lo siento. ―Hinata suspiró.
―Lo entiendo. Supongo que a nadie le gusta que lo busquen solo por su dinero y su influencia. Recuerdo lo que es eso y es... es horrible. ―Naruto le apretó un hombro, con cariño―. ¿Y su esposa? No sabía que estuviera casado.
―Sus nupcias tan solo salieron publicadas en la prensa europea y en algún que otro periódico serio del continente americano. Rocco valora mucho su privacidad y a su esposa no le gusta tampoco que los papparazzi y los periodistas los persigan allá donde van. Especialmente desde que tuvieron a las niñas.
―¿Tienen... tienen hijos?―Naruto asintió.
―Dos niñas y un tercer bebé en camino, creo... son una monada. Se llaman Teresina y Antonella.
―Veo que los conoces bien. ―Naruto la miró, culpable. Hinata suspiró y se acurrucó contra él―. Está bien, no importa. Sé que tus clientes son importantes para ti, igual que los míos lo son para mí. Creo que yo hubiese hecho lo mismo en tu lugar así que... no te apures.
―Te prometo que eso es lo único que te he escondido durante nuestros más de diez años de relación.
―Te creo―le dijo ella, besándolo en la barbilla―. Oh, pero... ¿y la ropa que había en mi armario?―Naruto frunció el ceño.
―Supongo que sería cosa de Sabela, su esposa. Creo que es diseñadora o algo así. Trabaja en el sector textil, vamos. Aunque me imagino que las medidas se las habrá dicho Rocco... Le mandé una foto tuya cuando me la pidió porque Sabela no dejaba de insistirme por e-mail que quería saber como eras. Y tengo entendido que Rocco tiene un ojo de lince para las medidas femeninas, el muy maldito. ―Hinata soltó una risita.
Le cogió el rostro con las manos y le sonrió.
―No tienes que ponerte celoso. Tú eres el único hombre al que amo y al que deseo. Hoy, ahora, siempre. ―Naruto le devolvió la sonrisa y la besó, disfrutando del tacto suave de sus labios y de la sedosidad de sus cabellos.
―Lo sé―le dijo confiado, cuando se separaron―. Te amo. ―Hinata sintió la felicidad invadirla.
―Y yo a ti. Te amo―musitó.
Y se besaron una vez más, ahora con la luna y las estrellas como testigo, mientras se olvidaban del mundo y se sumergían en el suyo propio.
Ay, que ahí os va un capítulo cien por cien meloso y lleno de amosh.
¿Hacía o no hacía falta algo así de cursi para nuestra pareja protagonista?
Oh, y aquí aparecen los dos OC que os comentaba al principio de la historia. Como dije, tuve que echar mano de personajes originales míos porque no se me ocurría ninguno de la serie original para meter en este punto. Espero que a nadie le haya molestado xD.
¡Mil gracias a todos los que leéis, votáis y comentáis! ¡Os amodoro! ¡Gracias por pasaros por aquí a dejar vuestro granito de arena para hacer grande a esta historia!
¡Nos leemos!
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