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Parte 22

Sakura vio a su abogado hablando por teléfono, su tono duro y autoritario hizo que un escalofrío le recorriera la espina dorsal y se abrazó a sí misma, frotándose los brazos por encima de la blusa verde claro que llevaba puesta ese día. Madara la había citado aquella mañana con urgencia para, al parecer, hablar de algo que lo tenía, si no alterado, al menos sí contrariado, bastante contrariado.

Cuando al fin colgó el teléfono clavó sus ojos negros como el carbón en ella, con el ceño fruncido, como si le estuviera recriminando algo.

―Al parecer, señorita Haruno, no me lo ha contado todo. ―Sakura se desconcertó.

―¿A qué se...

―Por favor, si va a jugar al juego de "Yo no sé nada" intente ser más convincente. Vamos a necesitar que mejore sus dotes de actuación de aquí al juicio; le recomendaré a un par de profesores de interpretación amigos míos. No le prometo que puedan hacerle un precio especial, pero-

―¡Espere! ¿Profesores de interpretación? ¿Por qué debería yo... ―Se calló al ver a su abogado resoplar, mientras apretaba el puente de su nariz entre sus dedos índice y pulgar.

―Señorita Haruno, le dije que tenía que ser sincera conmigo, al cien por cien, si es que quería conseguir la custodia legal y total de su hijo, ¿no es cierto?―Sakura asintió―. Pero usted no ha cumplido su parte del acuerdo, porque no me lo ha contado todo. ―Sakura pestañeó, la sospecha abriéndose paso en su mente.

―N-no sé a qué...

―¡Por Dios, ya basta! ¡O es sincera conmigo ahora mismo o abandono el caso y la dejo tirada! ¡Usted decide!―Sakura se encogió en su asiento, mordiéndose el labio inferior mientras luchaba contra el creciente pánico que amenazaba con apoderarse de ella.

Cerró los ojos, inspiró hondo y los volvió a abrir. Rebuscó en su bolso hasta dar con su bote de pastillas y cogió una, metiéndosela en la boca y tragándola. Agarró el vaso de agua que la secretaria de Madara le había traído minutos antes y lo vació prácticamente de un trago, evidenciando así su nerviosismo. Lo volvió a dejar sobre la bandeja que estaba encima de la mesa y luego miró directamente al letrado, que esperaba, impaciente, por una respuesta por su parte.

―Ti-tiene razón, no he sido completamente honesta con usted pe-pero... ―Madara asintió y le hizo un gesto, como apremiándola a que se apresurase―. Entiéndalo, por favor, no es algo que me guste ir contando por ahí... yo misma tardé... tardé mucho en asimilarlo y... eh... aún... aún estoy trabajando en eso de la aceptación... ―Volvió a respirar hondo―. Una de las... las razones de que quiera... conseguir la custodia de mi hijo... el hijo al que abandoné hace diez años sin mirar atrás... es... que tengo cáncer, cáncer de útero―confesó al fin.

Madara se la quedó mirando fijamente, pero no la interrumpió, sino que esperó a que ella continuara hablando.

―Está ya demasiado avanzado como para que me someta a los tratamientos estándar así que... mi única oportunidad es... hacerme una operación, una cirugía... mayor, una histerectomía―aclaró al fin; las palabras salieron con sumo esfuerzo de sus labios, casi tuvo que empujarlas desde lo más profundo de su garganta―. Lo que me dejaría incapacitada para... tener más hijos. Mi única oportunidad de ser madre... es Shinachiku. ―Esto último lo dijo en apenas un susurro, casi inaudible.

Madara bufó, dejándose caer sobre su elegante silla de cuero y echándose hacia delante, tamborileando sobre la mesa con sus dedos largos y pálidos.

―¿Se da cuenta, señorita Haruno, de que la jueza va a ver su petición como un simple capricho?―Sakura pestañeó de nuevo.

―¿Capricho? ¿Qué quiere-

―Pues eso, un capricho, una simple cuestión de "Pues como no voy a poder en el futuro, tendré que conformarme con lo que tengo... oh, espera, que lo abandoné hace años, a ver si con un poco de suerte me lo quedo y así jodo a su padre". ―Sakura abrió los ojos como platos.

―¡Eso no es verdad!―exclamó, poniéndose de pie con tanta brusquedad que tiró al suelo la silla sobre la que estaba sentada―. ¡Está retorciendo mis palabras, está...

―¡Esa es la forma en que lo verá la jueza como no resulte más convincente en el estrado, señorita Haruno!―Sakura enmudeció―. ¡¿Tiene idea de que podríamos habernos evitado esto si me lo hubiese contado todo desde el principio?!―Sakura se frotó un brazo, nerviosa.

―No tenía... no tenía porqué saberlo... no era relevante...

―¡Por supuesto que era relevante! ¡Le pedí expresamente que fuese total y absolutamente sincera conmigo, porque, si no, esto no funcionaría! ¡¿Es que no lo entiende?! ¡Podríamos perder el caso, incluso podrían retirarle la patria potestad completamente y para siempre!―Sakura retrocedió, como si las palabras de su abogado la hubiesen abofeteado.

―No puede hablar en serio...

―¡Claro que hablo en serio! ¡Hay muy pocos casos que los jueces se tomen en serio, pero los relativos a la custodia de menores entran en la categoría de "me partiré el culo para hacerlo lo mejor posible y no arruinarle la vida a un niño inocente"!―Madara se detuvo para coger aire, mientras Sakura se limpiaba las lágrimas que habían empezado a descender por sus mejillas.

―Pero yo soy su madre... yo lo traje al mundo... yo lo llevé en mi vientre...

―Pero no ha sido usted la que lo ha criado y educado, la que lo ha cuidado y la que ha estado a su lado durante sus escasos diez años de vida. Ha sido otra mujer, la actual esposa del padre de la criatura, ¿no es así? Ahora, sabiendo que en un período relativamente corto de tiempo usted puede perder la vida y volver a dejar al niño a la deriva...

―¡No voy a morir!

―Una operación quirúrgica siempre entraña riesgos y no intente convencerme de lo contrario, he llevado suficientes casos de mala praxis, en los cuales, por cierto, siempre he salido airoso, como para saberlo. ―Sakura quedó anonadada por su declaración.

Madara se echó hacia atrás en su silla y suspiró, elevando la mirada al techo y entrelazando las manos sobre su estómago, pensando, analizando las posibilidades que tenían ante sí, tratando de buscar una solución.

―Tendremos que armar argumentos los suficientemente convincentes como para que la jueza no vea en sus actos egoísmo puro y duro. Y tendremos que ser tremendamente imaginativos, porque dudo mucho que la convenzamos con perogrulladas de tres al cuarto, ¿me entiende?―Sakura tragó saliva y asintió―. Bien, ahora, empiece por contármelo todo una vez más, desde el principio y, esta vez, por su bien, espero que no omita ningún detalle, ni el más nimio. ¿De acuerdo?―Sakura volvió a asentir y cerró los ojos un instante, intentando tranquilizarse.

Durante las siguientes dos horas, Madara le hizo repetir su historia unas diez veces por lo menos, si no alguna más. Para cuando la dejó salir de su despacho, estaba exhausta y todo el cuerpo le temblaba. Tenía rastros de lágrimas en el rostro y los ojos rojos e hinchados, señal de que había sido incapaz de reprimir el llanto y las emociones.

Revivirlo todo nuevamente había sido un total, completo y absoluto infierno. Había tenido que contar cosas que no había comentado con nadie más que una sola persona, la única que la había apoyado a pesar de haber escuchado su historia con pelos y señales, la única que no la había juzgado y que la había consolado cuando más lo había necesitado, la única que la instó a ser mejor y a encauzar su vida en la dirección adecuada.

Dios, ojalá la tuviera aquí. La necesitaba, necesitaba a su mentora más que nunca antes en su vida. Necesitaba alguien en quién apoyarse, un hombro en el que poder llorar a gusto sin sentirse culpable.

―¡Sakura!―Creyendo que su imaginación le estaba jugando una mala pasada, se detuvo en medio de la acera y se volvió.

Sus ojos se abrieron con marcada sorpresa al ver ir hacia ella a la mujer a la que tanto había deseado ver desde hacía días.

Tsunade Senju caminaba por la calle a paso rápido hacia ella. Iba vestida de forma informal, con un vestido azul y una chaqueta gris por encima, sus pies enfundados en unas sandalias de tacón.

―M-maestra...

―He venido corriendo en cuanto he- ¡pero Dios mío, ¿qué ha pasado?!―Sakura se llevó las manos a la cara, impidiendo que las gruesas lágrimas que habían empezado a caer de sus ojos la dejasen aún más en evidencia.

―Tsunade-shisou... ―Intentó hablar, preguntarle cómo es que estaba allí, por qué había ido a Konoha... pero todo se fue al traste al sentir los fuertes y protectores brazos de la mujer en torno a su delgado cuerpo.

Sakura no lo soportó más y estalló en un llanto desesperado y desgarrador.

―Ya, mi niña, ya. Ven, vamos. Necesitas un té... o algo más fuerte. ―La guio hacia su coche y la metió dentro, abrochándole el cinturón de seguridad como si de una niña se tratara―. Lléveme de vuelta al hotel, por favor. ―El conductor asintió sin decir palabra ni comentario alguno y arrancó el motor, perdiéndose entre el denso tráfico de esa mañana.


―Es raro que estés aquí. ―Naruto no contestó, concentrándose todavía más en la tarea que su padre le había encomendado: cortar las verduras para hacer un nutritivo caldo en el que después se cocerían los fideos de un perfecto y delicioso ramen.

―¿Es que no puedo venir a ver a mi padre a la casa en la que me crie y en la que prácticamente ha crecido uno de mis hijos?―Minato se lo quedó mirando fijamente, con los ojos azules brillando intensamente.

Naruto se frotó una pantorrilla con el otro pie, incómodo. Su padre tenía la extraña habilidad de leer sus emociones e incluso de leer sus pensamientos. De pequeño, creía que era algún tipo de súper héroe y que ese era su súper poder, porque no solo lo hacía con él, sino también con su madre... y con todos los demás. Por ello había logrado crear y mantener a flote una solvente empresa.

―Naruto... soy tu padre―dijo, como si eso lo explicara todo, sonriendo con esa sonrisa confiada y tranquila suya que siempre lo hacía sentirse mejor en los peores momentos.

Suspiró y reanudó la labor de picar las verduras. Sabía que estaba haciendo un completo estropicio, la cocina nunca había sido lo suyo; y tampoco se había molestado en aprender porque siempre había tenido a alguien que lo ayudase con dicha actividad: su madre, su padre, su prima, su mujer...

Pensar en Hinata hizo que se le apretase dolorosamente el pecho. Todavía no le había dicho nada sobre su más reciente descubrimiento en lo referente a Sakura. Habían pasado cuatro días desde la visita de Sasuke, en la que este le había soltado la bomba. Pero él todavía seguía debatiéndose en si decírselo sería o no lo correcto, en si no sería mejor esperar, que pasase el juicio...

Sacudió la cabeza. No. Eso no era posible. Hinata nunca se lo perdonaría en cuanto averiguara que le había estado ocultando información, información que además influiría de manera contundente sobre la decisión final de la jueza respecto a la custodia legal de su propio hijo.

Naruto nunca pensó que tendría que pelear con uñas y dientes porque no apartaran a uno de sus retoños de su lado. Pero ahora se encontraba en dicha tesitura, y no tenía ni la más remota idea de cómo enfocarlo, de qué hacer o de qué decir.

―Tú ganas―dijo, soltando el cuchillo, el cual hizo un ruido metálico al chocar contra la tabla de madera.

Con toda la calma del mundo, Minato hizo a un lado al rubio menor y prosiguió él con la tarea inconclusa. Naruto no pudo evitar fijarse, con algo de envidia, en los cuadraditos perfectos que el cuchillo, en las hábiles manos de su padre, iba dejando tras de sí sobre la tabla, cada vez que el filo descendía sobre los vegetales.

Minato esperó pacientemente un par de minutos, dándole así tiempo para que ordenara sus ideas.

―El otro día... vino Sasuke a casa, con información. Una información importante, decisiva, que puede darle la vuelta a todo este desagradable asunto de la custodia de Shina-chan. ―Minato no hizo gesto alguno ni tampoco lo miró, limitándose a seguir con el cortado de las verduras―. Y no sé... no sé si contárselo o no a Hinata. ―Minato terminó con las verduras y cogió la tabla, inclinándola sobre la olla dónde el agua ya hervía y echando los trocitos en la misma.

Bajó el fuego un poco y tapó la olla; se secó las manos en un paño y comprobó el reloj del horno. Dejaría que los vegetales se cociesen bien durante unos veinte minutos y luego añadiría los fideos y subiría nuevamente la intensidad de la cocina.

―¿De qué se trata?―preguntó mientras lavaba y escurría los fideos en el fregadero.

Naruto cogió el rollo de cocina y le pasó varios trozos para que limpiara las gotas que habían caído sobre la encimera y para que pasara uno por debajo del escurridor, para escurrir lo más posible la pasta.

Naruto se apoyó sobre la isla de la cocina, con las manos apretando fuertemente el borde, de tal forma que los nudillos se le pusieron blancos. Minato arqueó una ceja, interesado, pero no mudó ni un ápice su expresión calmada y amable.

―La muy... ―Se mordió el labio, reteniendo el insulto que tenía en la punta de la lengua.

Minato sonrió, divertido, y asintió, dándole a entender que sabía lo que quería decir. Naruto suspiró nuevamente, pasándose una mano por el pelo y revolviéndoselo. Clavó la vista en su padre.

―Está enferma. ―Minato parpadeó, pareciendo ligeramente sorprendido por aquello―. De gravedad, al parecer, y aunque no le deseo la muerte... no puedo evitar pensar que lo ha hecho todo esto por un capricho. ¡Un maldito capricho, papá, eso es Shinachiku para ella! ¡Un jodido capricho!―Minato lo dejó gritar y desahogarse a gusto, mientras él seguía a lo suyo, haciendo la comida.

―¿Qué es lo que tiene?―preguntó, dejando entrever un tinte de curiosidad en su tono de voz.

Naruto se aproximó y no pudo evitar olfatear el delicioso aroma que salía de la olla, haciéndosele la boca agua; el estómago le gruñó de hambre y se lo frotó distraídamente, mientras ayudaba a su progenitor a escurrir nuevamente el líquido de los fideos y las verduras. Lo vertieron todo de nuevo en la olla y Minato la removió. Naruto sacó la salsa de soja de uno de los armarios de la cocina, así como platos, vasos y cubiertos para varias personas.

―Cáncer, cáncer de útero―aclaró, despejando así las dudas de Minato.

El rubio mayor asintió, como si ya se hubiese imaginado algo como eso desde el primer momento.

―Y crees que su impulso repentino de solicitar la custodia total de Shina-chan es... por un simple motivo de "no quiero pero tampoco puedo, así que me conformo con lo que tengo". ―Naruto asintió, cogiendo la montaña de platos con los cubiertos encima y echando a andar hacia el enorme comedor de la casa de sus padres.

Minato lo siguió, mantel en mano. Naruto dejó los platos y todo lo demás un momento sobre el aparador para ayudarlo a estirar el trozo de tela sobre la mesa. Acto seguido empezaron a colocar todo lo necesario para disfrutar de una buena comida. Minato fue por unos salvamanteles que puso en el centro mientras que Naruto regresaba tras él con la olla, colocándola sobre el cuadrado de mimbre más grande.

―¿Y crees que realmente es así?

―¿Y qué otra cosa podría ser?―espetó Naruto, irritado, trayendo en sus manos una bandeja llena a rebosar de croquetas que puso al lado de la olla.

Minato se internó una vez más en la cocina, para traer una segunda bandeja, llena hasta el tope de langostinos fritos en tempura. Naruto fue a por el bote de salsa de soja y una jarra con agua. Minato trajo varios boles que puso al lado de los platos en la mesa; también fue a buscar la arrocera y la colocó encima de un carrito que solían utilizar para tal efecto, para no tener que ir y volver varias veces a la cocina si alguien quería repetir arroz.

―Solo quiere fastidiar, a eso es a lo que ha venido: a fastidiar. ―Minato suspiró pero se abstuvo de decir nada, sabedor de que cualquier cosa que dijera, Naruto se lo tomaría a mal.

―Volvamos al tema principal―dijo, terminando de acomodar todo encima de la mesa.

Puso un par de pequeños jarrones con flores: uno con girasoles y otro con violetas. Las flores favoritas de Hinata y Kushina respectivamente.

―Sí... ―Naruto sonrió ligeramente al ver las plantas.

Los girasoles los había traído él expresamente, del jardín de su casa. Tanto él como Hinata eran aficionados a las flores y a las plantas, y cuidaban de todas las que crecían en su hogar con mucho mimo y cariño.

―No se lo has dicho a Hinata... aún―añadió.

Naruto frunció el ceño y apretó la mandíbula, entendiendo a la perfección lo que su progenitor le estaba queriendo decir.

―¿Crees entonces... que debería contárselo?―Minato asintió, desatándose el delantal y doblándolo en un cuadrado perfecto que fue a guardar en uno de los cajones de la cocina.

―Si no lo haces, será peor. Se sentirá herida porque no has confiado en ella lo suficiente.

―Le romperá el corazón―musitó Naruto, negando con la cabeza―. Se sentirá como si esa... mujer―dijo, tras pensárselo dos veces―se estuviese riendo de ella. Y lo peor no es eso. No. Lo peor es que también lo sentirá por ella, porque Hinata es así: bondadosa, amable, compasiva...

―Pero tampoco es tonta―dijo Minato, llegando junto a su hijo y poniéndole una mano en el hombro, en un intento de reconfortarlo―. Hinata sabe perfectamente que ella ha sido, y es, a todos los efectos, la madre de Shinachiku. Nadie será capaz de cambiar nunca eso, hijo.

―¿Tú crees?―preguntó Naruto, frotándose las sienes, con cansancio―. Sé que, muy en el fondo, lleva todos estos años sintiéndose como una impostora, como si hubiese estado usurpando un lugar que no le correspondía.

―¿Y tú la has hecho sentir así?

―¡Por supuesto que no!―exclamó Naruto, entre ofendido y sorprendido porque su padre se atreviese a cuestionar sus sentimientos hacia su mujer―. ¡La amo! ¡Si no, no le habría pedido que se casara conmigo ni habría tenido hijos con ella ni... ―Minato rio, haciendo enmudecer a Naruto.

Las cejas rubias de Naruto se fruncieron y se cruzó de brazos, algo enfurruñado por haber caído tan fácil y tan tontamente en la provocación de su progenitor.

―¿Por qué no te la llevas unos días a algún lugar bonito y especial?―Naruto pestañeó, mirando para su padre―. Compra una de esas cajas de experiencias o simplemente hazlo por tu cuenta. Piénsalo. Así podríais no solo hablar tranquilamente sino también tener un tiempo para vosotros. ¿Cuánto hace que no actuáis como una pareja? Todo matrimonio necesita reconectar de vez en cuando y, en vuestro caso, creo que ahora es el momento perfecto. ―Naruto lo pensó.

No era para nada una mala idea. Su padre tenía razón: Hinata y él llevaban demasiado tiempo sin poder estar juntos, solos, como una pareja. Todo había sido un caos desde que nació Boruto y posteriormente Himawari. Amaba a sus pequeños, a todos ellos, claro que sí, pero les quitaban demasiado tiempo y, cuando al fin caía la noche y se reunían en su cuarto, estaban tan cansados que la mayoría de las veces ni siquiera hacían el amor.

Pero eso podía cambiar y, además, puede que un ambiente tranquilo, lejos de todos los problemas que había ahora mismo en sus vidas, los ayudara a ver las cosas desde otra perspectiva, y también lo ayudaría a él a poder contarle las nuevas noticias, sin interrupciones y con el suficiente tiempo como para prepararse y pensar muy bien qué decir.

―¿Sabes, papá? Creo que tienes razón. Unos días de vacaciones para nosotros solos es justo lo que necesitamos. ¿Podríais mamá y tú...

―Por supuesto. Te aseguro que a tu madre le faltará tiempo para organizarlo todo. Siempre se queja de que nunca le dejáis el tiempo suficiente con los niños. ―Ambos rubios rieron.

Más relajado ahora, Naruto se asomó por las puertas dobles acristaladas del jardín y pegó un par de gritos, llamando a los niños a comer. Los cuatro pequeños demonios (Boruto, Shinachiku, Sarada y Himawari) se apresuraron a entrar corriendo en la casa, yéndose a sentar cada uno a su sitio asignado.

Minato volvió en esos momentos acompañado de su esposa, de su nuera, de Karin y de Sasuke.

―¿Y el tío Nagato? ¿No viene?―preguntó Shinachiku mientras se relamía al ver la cantidad de comida y la buena pinta que tenía todo.

―Vendrá más tarde, cariño, para la merienda. ―Los niños soltaron exclamaciones de alegría ante las palabras de Kushina.

Pronto se sumieron todos en el delicioso almuerzo que Minato, ayudado por Naruto, había preparado esa mañana, todo amenizado con risas y una buena conversación.

Naruto miró a su preciosa esposa, sentada a su lado. Hinata le devolvió la mirada y le sonrió cálidamente, con esa sonrisa que guardaba solo y exclusivamente para él. Naruto le devolvió la sonrisa y asió su mano por debajo de la mesa, acariciándole los nudillos con el pulgar. Hinata cerró sus finos dedos alrededor de su extremidad y él sintió en ese simple gesto todo el amor y el cariño que ella sentía hacia él.

Sí, Hinata más que nadie se merecía ser feliz, y él haría todo lo que estuviera en su mano para que la sonrisa nunca desapareciera del rostro de su amada.


Sakura se secó las lágrimas que todavía le caían por el rostro y aceptó con un débil agradecimiento la taza de té que su maestra le tendía. Esta había intentado que tomara algo más fuerte, como whisky o tequila, pero Sakura había rehusado lo más amablemente que pudo aquel ofrecimiento. El alcohol no le venía nada bien a su estado actual de salud. Debía cuidarse.

―¿Mejor?―Le preguntó la exuberante rubia sentándose en un confortable sillón frente a la cama.

Sakura asintió, dando un sorbo al líquido caliente y dejando que su calidez le calentara el estómago. No sirvió para disipar el frío que sentía ahora mismo por dentro, pero sí para, al menos, calmarse un poco.

―Gracias a Dios. Pensé que te iba a dar algo y ya me estaba preparando para hacerte una reanimación y aplicarte los primeros auxilios. ―La pequeña broma hizo que las comisuras de los labios de Sakura hicieran un pobre amago de curvarse hacia arriba.

Tsunade suspiró, dándole vueltas a su vaso de whisky antes de darle un trago y levantarse para volver a llenarlo. Volvió de nuevo al sillón y se arrellanó en el mismo, cruzando una de sus largas piernas por encima de la otra.

―Ahora... ¿me cuentas lo que ha pasado?―Sakura se encogió, apretando entre sus manos la taza de té que todavía sostenía y que seguía casi llena.

Le dio un segundo sorbo, tratando de ordenar sus pensamientos e intentando por todos los medios ignorar el creciente y lacerante dolor que le atenazaba el pecho. El miedo había vuelto, y esta vez más fuerte que nunca. Las palabras de su abogado la habían enviado prácticamente a la casilla de salida, cuando ya creía estar a medio camino de su propósito final.

Miró para su mentora y parpadeó, como dándose cuenta de repente de algo que no cuadraba.

―¿Cómo... ¿Qué hace aquí?―preguntó finalmente, tras varios minutos de silencio.

Tsunade suspiró, terminándose el segundo vaso de whisky y dejándolo esta vez sobre una mesita cercana.

―Cuando unos agentes de la policía judicial se presentaron en el hospital y exigieron que les entregáramos tu historial médico supe que algo malo había pasado. Sabía que tú no irías contando por ahí lo de tu... enfermedad―Sakura tragó saliva―así que solo me quedaba una opción, que se confirmó en cuanto aquellos agentes me enseñaron la orden judicial. Tendrías que haber visto la cara de la pobre Rika, casi le da un infarto al verlos aparecer. ―La mención a la enfermera jefe del hospital en el que ambas trabajaban hizo que volviera a aparecer un amago de sonrisa en su rostro.

Todos querían y apreciaban a Rika. Manejaba al cuerpo de enfermería con mano de hierro y había quien incluso se atrevía a comentar que también a los médicos. Ningún doctor o doctora se atrevía a discutir con la firme y tenaz mujer de mediana edad.

Tendría que habérselo imaginado, por eso Madara estaba tan alterado e irritado. Sasuke y Shikamaru no habían tardado mucho en mover ficha, y había sido un movimiento espléndido, pensado para acorralarla y obligarla a desistir, lo más probable.

Aún le quedaba la duda de si Naruto sabía algo al respecto, o Hinata. También tenía la duda sobre quién habría averiguado lo de su enfermedad. No es como si ella hubiese ido publicándolo por ahí ni diciéndolo a voz en grito. La sola idea de que empezaran a mirarla con compasión le revolvió las entrañas. Se terminó el té en dos grandes sorbos, como si así pudiera contener las náuseas.

―¿Sakura?

―Estoy bien―dijo, levantando la mano con la palma abierta en dirección a Tsunade, respirando hondo con los ojos cerrados―. Solo... necesito un minuto. ―A pesar de que no la veía, Tsunade asintió con la cabeza y volvió a acomodarse en el sillón, observando con ojo crítico cada uno de los gestos de su pupila.

Nadie mejor que ella conocía absolutamente todo sobre Sakura Haruno. En un arranque que fue una mezcla de desesperación, amargura, angustia y honestidad, la joven le había contado todo, de principio a fin. Le contó cómo fue su adolescencia, cómo había sentido envidia de una de sus mejores amigas tan solo porque esta estaba al fin recibiendo la atención del chico que siempre le había gustado, solo porque este decía estar enamorado de la propia Sakura desde siempre.

Cómo se interpuso en su relación, cómo manipuló a ese chico para que hiciera todo lo que ella quisiese cuando ella quisiese, hasta que dicha relación les dejó una consecuencia: un niño, un bebé indefenso al que, en su momento, ella no pudo ni supo amar.

Se había dejado abrumar por las circunstancias, había dejado que el pánico la dominara y Tsunade no podía culparla. Su propia vida estaba llena de errores y arrepentimientos, pero si de algo podía estar orgullosa, era de haber sabido levantarse tras cada tropiezo, si cabe más fuerte y con la cabeza bien alta.

Aunque para ello le había hecho falta tiempo, tiempo del que, en aquel momento, Sakura no disponía. Así que había optado por la salida más fácil y rápida: huir y dejar atrás a ese hijo no deseado.

Solo el paso de los largos y dolorosos años le había hecho ver que, tal vez, había cometido un terrible, terrible error. No solo la culpa había ido intensificándose con el paso del tiempo, sino que, además, Sakura se dio cuenta de que sí quería a su hijo, a ese hijo al que había abandonado.

Nunca había dejado de pensar en él, de imaginarse como sería, de si sería igual de alto y guapo que su padre o si, tal vez, habría salido más a ella, con la piel pálida y una figura esbelta.

Aceptar los errores de uno mismo, máxime los del pasado, no era nada fácil. Pero menos aún era tratar de enmendarlos, enfrentándose a aquello a lo que una vez le habías dado la espalda. Solo por eso, Sakura era digna de admiración y respeto, porque estaba asumiendo las consecuencias de sus actos y haciéndose responsable de las mismas. Aunque tal vez ya fuera demasiado tarde, al menos lo estaba intentando.

Aunque sabía que no todos lo verían de esa manera, empezando por el padre de ese pequeño.

―Háblame de él―dijo Tsunade, en un intento por distraer a Sakura, quien parpadeó y miró para su profesora―. Del crío, digo. Háblame de él. ¿Cómo es?―Una lenta y suave sonrisa apareció en el rostro de la Haruno.

De pronto, parecía mucho más relajada.

―Se llama Shinachiku―dijo―, Shinachiku Uzumaki. Tiene el pelo rubio, como su padre, pero su color de ojos y su tono de piel son míos. ―Suspiró―. Es un niño muy despierto. Adora el ramen, cosa lógica, por otra parte, siendo hijo de Naruto, aunque... creo que a su segundo hijo no le gusta nada y que prefiere las hamburguesas... ―Suspiró nuevamente y se levantó, yendo a rellenar su taza de té. Volvió a sentarse nuevamente, esta vez en el sillón que estaba frente al de Tsunade, quien giró el suyo propio para poder cara a cara con la joven―. Le gusta el béisbol y creo que está en el club de su colegio. Quiere mucho a sus dos hermanos pequeños aunque trata de disimularlo... ―Se mordió el labio inferior, intentando no emocionarse―. Su color favorito es el azul, no le gusta madrugar...

―Vaya, has averiguado muchas cosas―comentó Tsunade, esbozando una sonrisa.

Sakura se la devolvió, aunque algo menos entusiasta.

―No las suficientes... y no porque me las haya dicho él, tampoco. ―Intentó disimular el dolor que aquello le causaba, dándole un sorbo a su taza de té.

Tsunade alzó las cejas.

―¿No has hablado con él? Creí que tenías derecho a visitas... ―Sakura asintió, bajando la taza hasta apoyarla sobre sus rodillas, rodeándola con la otra mano y apretándola entre sus dedos con fuerza.

―Y no he fallado ni una vez. Y, por raro que parezca, su padre ha cumplido. Me ha dejado verlo cada sábado desde el juicio, aunque a regañadientes y nunca a solas. Siempre viene con él.

―No es raro, es lo que tiene que hacer. Tiene que obedecer o sino estaría incurriendo en un delito. Y dudo mucho que quiera que lo encierren, no es agradable, créeme. ―Sakura no pudo evitar soltar una risita y Tsunade se sintió infinitamente mejor al escucharla reír, aunque fuese de forma casi imperceptible.

―Tú no lo conoces―dijo ella, sacudiendo la cabeza―. Naruto es la mar de terco. Si se hubiera empeñado en no dejarme ver a Shinachiku, aun a pesar de la orden del juez, créeme que no lo vería. Sospecho que... que su esposa ha tenido algo que ver. ―Decirlo le dolió todavía más, porque eso suponía que Hinata, aun con todo, no parecía desearle ningún tipo de mal.

―¿Sakura? ¿Qué ocurre? Te has puesto pálida de repente.

―Pensaba en.. en ella. En la esposa de Naruto. ―Tsunade no dijo nada, esperó a que continuara―. Hinata siempre fue la más amable y considerada de todos nosotros, de nuestro grupo. Ino y yo le teníamos cierta envidia porque siempre atraía sin esfuerzo las atenciones y las miradas de los chicos. Era muy gracioso porque era muy tímida y, cuanto más se esforzaba ella por pasar desapercibida, más se fijaban en ella los chicos. Era muy divertido. ―Sonrió con nostalgia, pensando en aquellos días que ahora parecían tan lejanos―. El único que la ignoraba... era Naruto. Ella siempre lo quiso, ¿sabes? Siempre estuvo enamorada de él, pero Naruto era un tremendo despistado que nunca se coscó de lo que Hinata sentía algo por él. Ni siquiera cuando elaborábamos esos locos planes para intentar juntarlos, los cuales, por cierto, siempre fracasaban. Estrepitosamente. ―Tsunade entrelazó los dedos y siguió escuchando, atenta―. Recuerdo que, cuando éramos más pequeños, aquello la deprimía y hería todavía más su frágil autoestima. No fue hasta que pasamos de los doce o trece años que Hinata empezó a tener mejor opinión de sí misma, y solo porque sus dos mejores amigos, Kiba y Shino, estaban ahí para apoyarla. La mejora en la relación con su primo Neji también ayudó y, por supuesto, Ino y Tenten la apoyaron como las buenas amigas que eran...

―¿Tú no?―Se atrevió a preguntar Tsunade al ver que Sakura guardaba silencio de repente―. Eras su amiga también, ¿no? ¿No la ayudaste?―Sakura suspiró.

―En esos momentos... yo estaba más preocupada por Sasuke-kun que por... cualquier otra cosa. Pensaba que Hinata debía superar sus problemas ella solita, sin ayuda de nadie, que solo así conseguiría sentirse bien consigo misma. Me duele admitirlo pero, mirándolo en perspectiva, estaba celosa. Ahora lo sé. ―Esbozó una leve y amarga sonrisa.

―¿Por qué? Hinata no estaba con ese tal Sasuke, el chico que a ti te gustaba. Entonces...

―Pero Sasuke-kun siempre parecía prestarle más atención a ella que a mí. No fui capaz de ver que lo hacía por intentar ayudar a Naruto, que al fin y al cabo era su mejor amigo. Tampoco ayudó el hecho de que me percaté de que Naruto, de golpe y porrazo, se había percatado de la constante presencia de Hinata a su alrededor, siempre pendiente de él, ayudándolo, diciéndole con su sonrisa y su cálida mirada que ella siempre estaría ahí para él, que siempre lo... lo amaría.

―Pero ese Naruto estaba enamorado de ti. ―Sakura tragó saliva y asintió.

―Así lo creía yo también, sí. Hasta que... lo vi. ―Tsunade alzó una ceja.

―¿Qué viste?

―A él, a Naruto, besándola... ―Sakura se sonrojó y bajo la cabeza, fijándola en la taza que mantenía sobre su regazo―. No fue intencionado, fue sin querer, pero entonces supe... supe que Naruto estaba empezando a enamorarse de ella, si es que no lo estaba ya.

―Y por eso decidiste tomar cartas en el asunto, antes de que él se diera cuenta de sus verdaderos sentimientos. ―La palabra "verdaderos" se clavó como una daga en el corazón de Sakura.

Asintió, incapaz de levantar la vista.

―Sé que suena absurdo y egoísta, pero yo... no quería perder a Naruto, no podía perderlo. Era el único que siempre había estado ahí para mí, el único que me decía cosas bonitas, que se esforzaba por mí, a diferencia de... de Sasuke-kun. ―Las lágrimas hicieron nuevamente su aparición y se las secó con el dorso de la mano.

―Eras una cría, Sakura. Tú no podías saber...

―Pero lo sabía. Sabía que aquello les haría daño a Naruto y a Hinata. Sasuke-kun me lo dijo, Ino me lo dijo, Shikamaru me lo dijo, incluso Neji me lo dijo... Fui yo la que no quiso escuchar. ―Calló y apretó con más fuerza su taza de té.

―El pasado, pasado está, y nada puedes hacer para cambiarlo. Céntrate en el futuro. Demuéstrales que ya no eres esa adolescente, que has madurado y te has dado cuenta de tus errores.

―Ojalá fuera así de fácil. ―Tsunade la miró con compasión.

Se levantó del sillón y se sentó al lado de su alumna, sobre la cama. Le pasó un brazo por los hombros y la estrechó contra ella. Sakura se dejó hacer, necesitada más que nunca de aquella muestra de afecto.

―Solo tú puedes dictar tu destino, Sakura, no lo olvides. ―La pelirrosa asintió.

Aunque en estos momentos no estaba segura de qué camino debía escoger.




Ale, un capítulo más, el que tocaba esta semana.

Ahora mismo no tengo mucho tiempo para ponerme a divagar, así que, ¡gracias a todos los que leéis, votáis y comentáis! ¡Gracias por darle una oportunidad a esta mi historia!

Solo una cosita: ¿qué diríais si de repente empiezo a publicar un fanfic nuevo? ¿Un BoruSara con NaruHina y SasuSaku a tutiplén? Algo diferente a lo que os tengo acostumbrados. ¿Os gustaría leer algo así de mí?

(Igual seguramente lo acabaré subiendo, porque me apetece xD).

¡Nos leemos!

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