Parte 16
Karin repasó la información que le apareció en la pantalla del ordenador. Había metido en el buscador del programa de la farmacia del hospital los nombres de las medicinas que le había tenido que recetar a Sakura Haruno.
Como suponía, se trataba de medicamentos bastante fuertes. Los antidepresivos y los ansiolíticos no le llamaron tanto la atención, porque eran relativamente comunes hoy en día que hubiera al menos una caja de pastillas de este tipo en los botiquines de todas las casas.
Pero sí despertaron su curiosidad el resto de los nombres. Algunos de los cuales todavía se trataba de medicamentos aún en fase experimental o no aprobados para la venta al público, aún. Y, además de todo eso, eran bastante fuertes, en el sentido de que era casi seguro que podías obtener efectos secundarios brutales para el cuerpo.
Pero todavía le faltaba información, porque aquellas medicinas estaban prescritas o recomendadas para diversas enfermedades, así que iba a necesitar averiguar más. Y como no podía acceder al historial médico de un paciente a menos que él o ella le diera permiso... Iba a tener que recurrir a métodos nada ortodoxos, ni legales, dicho sea de paso. Estaba segura de que si la pillaban podrían retirarle la licencia médica de por vida.
Pero tenía que saber, tenía que arriesgarse; si esa información servía para ayudar a su primo, bendita fuera.
Cogió el teléfono móvil del bolsillo de su bata de médico con su nombre bordado y lo desbloqueó. Buscó un número y, tras vacilar unos instantes, le dio a la tecla de llamada.
Esperó, con la respiración contenida, casi rogando porque él no le cogiera el teléfono. Tal vez se estaba precipitando, y Naruto se enfadaría mucho si ella se metía en problemas por querer ayudarlo...
―¿Diga?―Un escalofrío la recorrió al escuchar aquella voz sibilante, carente de toda emoción.
―Orochimaru.
―Vaya, vaya, pero si es que mi querida estudiante, Karin Uzumaki. ¿A qué debo el placer y el honor?―Karin resopló. Ya la había puesto de mal humor. El tío no fallaba.
―Necesito tu asquerosa mente retorcida, tus contactos y tu falta de escrúpulos.
―En resumen, necesitas mi ayuda. ¿No crees que deberías reconsiderar la forma de pedir un favor?
―Y tú deberías reconsiderarte a ti mismo al completo, pero como no lo vas a hacer, yo tampoco. Estamos en paz. ―Una risa la hizo apretar los puños.
―Siempre has sido sincera y cínica, por eso me caes tan bien. Dime qué necesitas. ―Karin tomó aire.
―¿Podrías conseguirme el historial médico de una paciente si te digo dónde tienes que buscar?
―Es posible barra probable. Aunque lo que me pides es... peliagudo.
―¿Cuánto quieres?
―Ya llegaremos ahí. Primero dime el nombre del paciente y el hospital.
―Sakura Haruno. Y el hospital es el Hospital General de Suna. ―Kairn oyó un ruido, como de una pluma o un bolígrafo rasgando un papel de buena calidad.
―Bien. Me pondré nuevamente en contacto contigo en cuánto tenga los datos que me pides. No vuelvas a llamarme y no te preocupes por el pago. Ya te diré. ―Karin oyó el crujido que anunciaba el final de la llamada y se quedó unos segundos con el teléfono aún pegado a la oreja, escuchando el bip-bip-bip de la línea cortada.
Colgó y se quedó mirando para la pantalla de su teléfono móvil, tirándolo luego de cualquier manera sobre la mesa del consultorio.
No sabía si había hecho bien, pero ahora ya era tarde para echarse atrás. Tan solo le quedaba esperar noticias.
Sakura tragó saliva, observando con algo de miedo y ansiedad para el imponente hombre que estaba de pie, ante ella. Era alto, robusto, de pelo negro como ala de cuervo y ojos igualmente oscuros, que asemejaban dos ónix, fríos, insondables; la mirada de aquellos orbes negros era dura, al igual que el gesto de su boca y la expresión de su rostro. Iba enfundado en un carísimo traje gris marengo hecho a medida, sin duda, y los zapatos que cubrían sus pies seguramente serían también hechos a medida, tal vez italianos. Había oído que eran los preferidos de la gente rica y con poder, por alguna razón que desconocía.
Sus dedos largos y pálidos, que le recodaron levemente a los de Sasuke, tamborileaban sobre la mesa de roble macizo de su elegante y lujoso despacho.
―Así que usted es la señorita Haruno... se ha oído mucho su nombre últimamente en boca de mi familia. ―Sakura tragó saliva, pensando que seguramente habría sido Sasuke.
Quizá habría acudido a uno de sus parientes abogados en busca de consejo legal o ayuda. Los Uchiha eran prácticamente un clan, más que una familia normal y corriente.
―Supongo... ―dijo ella, para intentar llenar el silencio que se adueñaba de aquel lugar por momentos. Abrió y cerró los dedos de las manos, nerviosa. Inspiró hondo y exhaló, un par de veces, buscando relajarse―. Señor... Uchiha.
―Madara. Todos me llaman Madara. Es lo mejor cuando tienes un tropel de familiares que se apellidan igual que tú. ―Sakura tragó saliva y asintió.
―Señor... Madara. No sé... no sé qué le habrá contado Tsunade-sama...
―Me ha dicho que necesitabas un abogado, un buen abogado, y que estás dispuesta a pagar lo que sea por conseguirlo. ―Sakura asintió.
―A-así es... y si ha oído mi nombre, tal vez ya sepa el motivo por el que necesito un abogado tan desesperadamente...
―Tal vez―dijo Madara, sentándose sobre su cómoda silla de cuero; se recostó en el asiento, cruzó las piernas y entrelazó las manos, dejándolas caer sobre su estómago, en una posición indolente que hizo a Sakura sentirse aún más incómoda a la par que comenzaba a enfadarse.
Era como si a aquel tipo no le interesase en lo más mínimo su caso, como si todo no fuera más que un juego para él, algo con lo que divertirse y pasar el rato.
Odiaba a esa clase de personas, pero nada podía hacer porque, como ya había hecho saber, necesitaba ayuda legal. Cuánto antes.
―Entonces...
―Primero, cuénteme qué es exactamente lo que espera de mí y lo que pretende conseguir. Luego me pensaré si tomar su caso y representarla o mandarla a tomar viento fresco. Empiece. ―Sakura lo miró, con disgusto, irritada.
No obstante, empezó a hablar, narrando a grandes rasgos los motivos que la habían llevado hoy día a aquel lugar. Madara alzó las cejas cuando su potencial nueva clienta terminó de exponer su relato y sus razones para querer... no, más bien, necesitar, un abogado. Uno tan malditamente bueno como él.
Sopesó los pros y los contras. Era un caso relativamente fácil, en principio, pero bien sabía que no lo sería. Se complicaría mucho porque la otra parte pondría todas las trabas y obstáculos habidos y por haber, harían uso de la ley hasta sus últimas consecuencias, y morirían peleando de ser necesario. Además, uno de sus sobrinos estaba metido en el asunto, y tan solo por poder ver la cara de Sasuke cuando lo destrozara en el estrado ya se estaba planteando aceptar el caso de aquella mujer.
¿Por qué no? Se dijo al fin. No hacía daño a nadie. Por muy reprobatoriamente que le mirasen sus parientes él tenía una buena vida, una que le gustaba. No le faltaba el dinero, tenía cierta fama, aunque no muy buena, pero tampoco es que le quitara el sueño la clase de personas a las que representaba.
Y el caso de Sakura Haruno bien podría ayudarle con ese pequeño escollo. Si hacía bien su papel y jugaba bien sus cartas, era posible que pudiese limpiar su imagen pública. Ayudar a madres desesperadas siempre daba buena publicidad y aumentaba la popularidad.
Sonrió, burlón, con su decisión ya tomada.
―De acuerdo, señorita Haruno, me ha convencido. Vuelva mañana para que ultimemos los detalles de cómo voy a llevar el caso. ―Sakura parpadeó, no creyéndose del todo sus palabras.
―¿Lo... lo dice en serio? ¿Me... me ayudará?
―Por un precio, obviamente. Yo no trabajo gratis. ―Sakura asintió frenéticamente.
―¡Le... le pagaré lo que sea, lo que pida!
―Bien. Ahora, váyase. Tengo una reunión con otro cliente en cinco minutos. ―Sakura pestañeó nuevamente.
―Pe-pero...
―Mire, señorita Haruno, esto va así: usted hace lo que yo le diga cuando yo le diga y sin hacer preguntas. Tiene que confiar en mí. Hoy por la tarde le enviaré un mensajero con un papel para que me lo firme, déjele la dirección de su lugar de residencia a mi secretaria. Mañana, seguramente, tendrá noticias mías. ―Todavía incrédula, Sakura se dejó acompañar por la secretaria del abogado hasta la salida.
―Escriba aquí adónde debemos enviarle ese papel... ―Le tendió un taquito de post-it y un bolígrafo. Sakura se apresuró a escribir la dirección de su hotel y el número de habitación.
―Gracias―le dijo a la amable mujer, sinceramente. La secretaria le sonrió, dejando ver una hilera de blancos dientes.
―No tiene nada de qué preocuparse, de verdad. El señor Uchiha es el mejor abogado que hay, el mejor de su gremio. Ganará su caso. Téngalo por seguro. ―Sakura asintió, no muy convencida.
Naruto y Hinata no iban a dejarse ganar tan fácilmente, estaba segura de que presentarían batalla, hasta sus últimas consecuencias.
Y tenían un montón de gente detrás que los apoyaría.
Mientras que ella iba a tener que pelear sola.
―¡Más alto, más alto!―Hinata rio mientras terminaba de servir el desayuno a sus dos hijos mayores, observando a su marido aún con la camisa abierta, sin abrochar y sin meter por dentro del pantalón, haciéndole el avión a Himawari.
La pequeña reía y movía sus bracitos al ritmo en que su padre la meneaba de un lado a otro, haciendo el sonido de un motor.
―Bueno, ya vale―interrumpió ella, dando una palmada y haciendo así que Naruto bajase a Himawari y la pusiera contra su pecho. La niña hizo un puchero―. Ah-ah, jovencita. Papá tiene que irse a trabajar y yo tengo que terminar de vestirte para ir a la guarde.
―¡No quero!―exclamó Himawari, aferrándose a las solapas de la camisa de su padre―. ¡Quero ir con papi!―Hinata suspiró. Himawari era demasiado apegada a Naruto, y a menudo le costaba separarla de él.
―Eh, princesa, me verás más tarde, cuando vuelva a casa... ―Los ojos azules de la todavía bebé se volvieron cristalinos, despertando la alarma en sus dos progenitores―. Hima... ¿y si te llevo yo a la guarde?―soltó Naruto, pensando rápido―. Puedes ir en el coche de papi... ―Himawari soltó una exclamación de alegría, pasando sus bracitos por el cuello del rubio.
Hinata suspiró.
―La consientes demasiado... ―Naruto sonrió ampliamente, abrazando a su hija con fuerza contra él.
―¿Yo? ¿Consentir a Hima? ¿Por qué lo dices?
―Siempre dejas que se salga con la suya―contestó Boruto, mirando con algo de reproche para su padre―. ¡Y a mí siempre me dices que no a todo!
―Y nunca le riñes. Solo te enfadas con nosotros―apostilló ahora Shinachiku.
―¡Eso!―Naruto enrojeció ligeramente.
―Eh... será mejor que termine de vestirme. ―Le pasó a Himawari a Hinata y desapareció escaleras arriba, en dirección a la habitación que compartía con su esposa, para acabar de arreglarse para ir a trabajar.
―Venga, vosotros dos: terminad de desayunar o llegareis tarde al cole.
―Sí... ―resoplaron a la vez los dos rubios menores. Hinata sonrió con ternura y les acarició sus dorados cabellos en un gesto de cariño maternal.
Luego subió ella también al piso de arriba, hacia la habitación de Himawari. La dejó sobre su cambiador para quitarle el pijama y empezar a vestirla. Le puso una camiseta rosa y un peto vaquero por encima, junto con calcetines azul marino con dibujos de delfines y unos tenis blancos nuevos. Los zapatos era lo único que no podía aprovechar de sus dos hijos mayores, se lamentó, porque los destrozaban y quedaban inservibles para guardarlos y que los usara Himawari.
Oyó pasos tras ella y sonrió cuando unos brazos fuertes la envolvieron en un abrazo desde atrás al tiempo que un beso era depositado a un lado de su cuello.
Terminó de abrocharle los zapatos a Himawari y volvió a cogerla en brazos. Al menos, la niña era la mar de tranquila cuando ella lo requería y podía vestirla sin tener que andar detrás de ella, como era el caso de sus dos revoltosos e inquietos hermanos.
―¿Ya está?
―Ya está. ―Le puso a Himawari en los brazos de nuevo a su marido y este la cogió, no sin antes darle un beso en los labios mientras su pequeña los observaba, curiosa, con el puñito metido dentro de su boca. Hinata suspiró y se lo sacó, limpiándoselo con una toallita húmeda.
―No, Hima, no se mete la mano en la boca. ―La niña la miró como no entendiendo y, haciendo caso omiso, volvió a llevarse la mano a la boca, comenzando a chuparla nuevamente. Hinata suspiró, resignada, volviendo a retirársela mientras bajaban de nuevo las escaleras.
―¡Shinachiku! ¡Boruto! ¡Yo ya me voy!
―¡Espera, papá!
―¡Ya vamos!―Ambos adultos rieron cuando vieron a sus dos retoños entrar corriendo el vestíbulo, cargando con sus mochilas y terminando de colocarse bien la ropa que llevaban puesta ese día.
Hinata observó a su ruidosa familia ponerse los zapatos, preguntándose por cuánto tiempo más duraría aquella escena, y si no tendría que irse acostumbrando a que hubiera una persona faltante...
Sacudió la cabeza, intentando ahuyentar tan funestos pensamientos. Nadie separaría a su familia, nunca jamás.
Justo cuando recibía el beso de despedida de su esposo ante la mirada asqueada de Boruto y Shinachiku el timbre de la puerta sonó. Extrañados, la pareja dejó de besarse y se miraron. El timbre volvió a sonar y Shinachiku se acercó a la puerta, mirando interrogantes a sus padres. Estos asintieron y el niño hizo girar el pomo, dando paso a quién quisiera que estuviese fuera esperando.
―¿Los señores Uzumaki?―Naruto y Hinata asintieron a la mujer de vestido pantalón formal que cargaba un maletín―. Vengo en representación de mi jefe, el señor Madara Uchiha, quien a su vez representa los intereses de la señorita Sakura Haruno. ―Aquellas palabras los dejaron mudos, estupefactos, anonadados, aterrados.
Naruto fue el primero en reaccionar, poniendo a Himawari en los brazos de su madre y yendo hacia la mujer. Apartó con cuidado a Shinachiku, que observaba todo con la curiosidad brillando en sus ojos verde jade.
Tomó el papel doblado que la mujer le tendía y lo desdobló, leyéndolo. Sus orbes azulados se convirtieron en dos rendijas a medida que iba leyendo.
―¡¿Qué significa esto?!―exclamó, blandiendo el papel frente a la mujer. La chica no se inmutó, acostumbrada como estaba a aquellas reacciones.
―Es una orden judicial que les obliga a personarse junto con... la persona ahí mencionada―tuvo el tacto de no decir el nombre del niño estando él delante―en la dirección que ahí hay escrita. De no cumplirla, incurrirían en un delito de obstrucción a la justicia que conllevaría-
―Sabemos lo que conllevaría―interrumpió Hinata, en un tono que denotaba falsa calma―. Gracias por... por venir hasta aquí.
―Es mi trabajo―asintió la mujer―. Buenos días.
―Buenos días―musitó Hinata, cerrando la puerta en cuanto la mujer se dio la vuelta para irse.
Se volvió a mirar a Naruto. Su marido tenía la mandíbula tensa, el cuerpo rígido y apretaba con tanta fuerza aquel dichoso papel que ya casi lo había convertido en una bola.
―¿Papá? ¿Mamá? ¿Qué le pasa a papá?
―¿Quién era esa mujer? ¿Qué quería? ¿Qué es lo que pasa?―Hinata forzó una sonrisa en dirección a sus hijos, agachándose para recoger a Himawari de dónde la había dejado.
―Cosas del trabajo de papá. Id a meteros en el coche, venga. ―Boruto obedeció, algo contrariado porque no le dieran más explicaciones. Shinachiku, por el contrario, miró renuente a su progenitora.
―¿Mamá?
―Ve, Shina-chan.
―Pero...
―Haz caso a tu madre. ―El niño frunció el ceño, mirando para su padre. Tras una breve batalla de miradas, resopló y al fin claudicó, dándose la vuelta para seguir a su hermano pequeño hacia el coche.
Una vez a solas, Naruto apretó la mano libre en un puño y golpeó el marco de la puerta, furioso.
―¡Maldita sea! ¡¿Cómo se ha atrevido?! ¡¿Cómo?!
―Naruto-kun, sabíamos que esto iba a pasar, tarde o temprano...
―¡Quiere una muestra de ADN, una jodida muestra de ADN! ¡¿Sabes lo que eso significa?!―Hinata se estremeció―. ¡Podríamos... podríamos perderlo, Hinata! ¡A nuestro hijo!―Los orbes perlas de Hinata se aguaron y se abrazó con su brazo libre al torso del rubio. Naruto masculló una palabrota olvidándose de la presencia de Himawari y devolvió aquel abrazo, estrechándola con fuerza contra él―. La odio―soltó, tras varios minutos de tenso silencio. Hinata suspiró.
―Sa-sabes que eso no es verdad...
―No, sí que es verdad. ¡La odio! ¡La odio por hacernos esto, por hacerte esto! ¡No te lo mereces, maldita sea! ¡No tú!―Hinata cerró los ojos y se aferró con más fuerza a las ropas de su esposo.
―N-no hay nada que podamos hacer, de momento. Pero no nos rendiremos, Naruto-kun. ¿Verdad que no?
―¡Por supuesto que no! ¡Pelearé por Shina-chan hasta que no me quede sangre en las venas! ¡Es nuestro hijo!―Hinata asintió, dejándose abrazar y acariciar un poco más por el hombre al que amaba.
Si Sakura quería guerra, guerra es lo que tendría. Porque ella no se rendiría, no tan fácilmente, al menos.
¿Y qué si Shinachiku era hijo biológico de Sakura? ¿Y qué si compartían unos cuantos marcadores genéticos?
Ella lo había querido desde el principio, lo había alimentado, bañado, vestido, cuidado y velado durante todos aquellos años.
Ella y solo ella, Hinata Uzumaki, era la madre de Shinachiku.
Y así se lo demostraría a la Haruno.
Aún si muriera en el intento.
―¿Dónde estamos? ¿Por qué hemos venido aquí?―preguntó Shinachiku, aferrado fuertemente a la mano de su madre. A su lado, Naruto apretó los dientes mientras que Shikamaru suspiró.
―Tú solo haz lo que te digan, Shinachiku, y ya. ―El niño miró para el Nara, apretando el agarre que mantenía sobre la mano de Hinata.
―¿Me... me va a doler?―preguntó, con miedo. Shikamaru abrió la boca para contestarle pero Hinata se le adelantó:
―No, cariño, ya te lo hemos dicho: solo van a meter un bastoncito en tu boca, de esos parecidos a los que usas para limpiarte las orejas, y a mojarlo en un poco de tu saliva. Y ya.
―¿Nada más?
―Nada más.
―¿Lo prometes?―Hinata sonrió, agachándose a su altura y acariciándole el pelo y colocándole bien la ropa que llevaba puesta.
―Lo prometo. ―Shinachiku miró entonces para su padre. Naruto no había dicho ni pío desde que se había levantado esa mañana, ni siquiera jugó con Himawari o les tomó el pelo a él y a su hermano Boruto.
―Papá... ―El rubio mayor sintió el codazo de Shikamaru en sus costillas y respiró hondo, cerrando los ojos. Cuando los volvió a abrir, su acostumbrada sonrisa brillaba en su rostro moreno.
―Mamá tiene razón, campeón: no te dolerá y, si te portas bien, después iremos a por algo de ramen. ¿Hay trato?―Los ojos verdes de Shinachiku brillaron ante la mención de su comida favorita.
―¡Trato!―Shikamaru y Hinata rieron al ver cómo padre e hijo se daban la mano de manera solemne, como si ambos estuvieran cerrando el más serio e importante de los acuerdos.
Un hombre con una bata blanca de laboratorio salió a recibirlos, acompañado de la misma mujer que había ido a entregar la orden judicial a su casa el día anterior.
Habían decidido acompañar ambos a Shinachiku, dejando a Himawari con sus abuelos (perdiéndose así un día de guardería) y a Boruto con Ino, quién gustosamente lo llevó al colegio, a él y a Inojin, su propio hijo.
―¿Listos?―Naruto y Hinata adoptaron expresiones serias y asintieron.
Acompañaron al hombre por un largo pasillo hasta lo que parecía una sala de reuniones. El hombre se sentó en una silla e invitó a Shinachiku a hacer lo mismo. Algo reticente, el niño obedeció, más por el suave empujón que le dio su madre en la espalda que porque aquel desconocido se lo indicara.
Vio cómo el desconocido abría un maletín que había a su lado, sobre la mesa, y sacaba un par de guantes de látex que se puso en las manos. Luego sacó un kit pequeño para tomar muestras biológicas y lo abrió, extrayendo un bastoncito, tal y como le había explicado antes su madre, muy parecido a los que utilizaban en casa para limpiarse los oídos, aunque más largo y con la punta redondeada algo más grande y alargada.
―Abre la boca, chico. ―Shinachiku así lo hizo, observando cómo el hombre metía el bastoncito entre sus labios y lo restregaba bien y varias veces contra una de sus mejillas.
Lo sacó y le dijo que ya podía cerrar la boca. Shinachiku lo vio meter el bastoncito en una bolsita de plástico y cerrarla al vacío.
―Listo.
―¿Ya está?
―Ya está.
―Pero... ¿ya? ¿Eso es todo?―El grupo de adultos no pudo evitar reír ante la evidente decepción que tiñó el rostro de Shinachiku. Seguramente el pequeño se había imaginado que sería algo más emocionante y peligroso.
―Ya está, campeón―le dijo su padre, tomándolo de la mano para ayudarlo a levantarse. Hinata se apresuró a ponerse a su otro lado, tomándole también la mano, como si temiera que le arrebataran a su pequeño en ese mismo instante.
―Los resultados estarán en cuarenta y ocho horas. Los mandaré por carta―anunció ahora a los dos abogados allí presentes.
―Bien―se limitó a decir la mujer.
―De acuerdo―asintió Shikamaru, con un cabeceo.
Naruto y Hinata apretaron un poco más el agarre que mantenían en torno a las manos de su hijo.
Ellos bien sabían lo que diría aquella prueba de ADN.
Aunque para ellos no quería decir nada.
No significaba nada.
―Ha llegado esto de los laboratorios Yakushi. ―Madara cogió el sobre alargado de las manos de su secretaria y la despidió, con un gesto de la mano.
Una vez quedó a solas de nuevo en su despacho giró la silla hasta quedar frente a la ventana y cogió un abrecartas para romper el cierre y abrir el sobre. Sacó un papel doblado en tres de su interior y lo puso frente a su rostro, leyéndolo.
Sonrió con satisfacción y descolgó el teléfono.
―Llama a Sakura Haruno y dile que se reúna conmigo esta tarde en mi despacho. Sin más demora.
―Sí, señor―le contestó su secretaria.
Aquella chica no le había mentido. Ya tenía la prueba clave con la que empezar a trabajar para elaborar un buen argumento a utilizar durante el juicio que seguramente se llevaría a cabo.
―Ah, Sasuke... Sasuke... cómo me voy a divertir viéndote caer...
Sakura releyó aquella carta por enésima vez, con el corazón latiendo con fuerza en el interior de su pecho. Todavía no podía creerse que hubiese sido tan sencillo, tan fácil...
Una pequeña llama de esperanza prendió en ella y no pudo evitar cerrar los ojos y sonreír. La sonrisa se le hizo más grande a medida que pasaban los segundos hasta que se convirtió en una risa, en exclamaciones de triunfo y alegría.
Aquel 99.99% de coincidencia entre su ADN y el de su pequeño era la prueba tangible de que sí, tenía un hijo, un precioso niño que era fruto de su seno, de su vientre. Un niño al que, por fin, tenía la oportunidad de conocer, de abrazar, de mimar, de amar...
Incapaz de contener por más tiempo su dicha, cogió el móvil y le sacó una foto al documento, enviándoselo posteriormente a sus padres, para que vieran que iba por el buen camino. También se lo mandó a su maestra, con mensaje de agradecimiento por la ayuda prestada hasta el momento.
Su teléfono sonó justo cuando acababa de presionar el icono de enviar. Se apresuró a contestar, dado que seguramente era del despacho de su abogado, Madara Uchiha.
―¿Diga?
―Señorita Haruno, le llamo de parte del señor Uchiha. Quiere que se reúna con él esta misma tarde, en cuánto pueda.
―Estaré allí a primera hora.
―De acuerdo. ―Colgó, sintiendo la alegría recorrerla entera. Se llevó las manos al rostro y rio, contenta, feliz.
Al fin podía empezar a vislumbrar la luz en la oscuridad. El final del oscuro túnel por el que había circulado su vida durante los últimos diez años.
Al fin, iba a poder enmendar sus errores y hacer las cosas bien.
Al fin podría, después de muchos desvelos, empezar a pensar en el futuro.
Hala, ahora sí empiezo lo gordete del drama. Todos, sin excepción, habéis acertado quién era el abogado que le recomienda Tsunade a Sakura. Tengo que mejorar en esto de crear intriga xDDD.
¡No sabéis cómo me chifla y me rechifla que esta pequeña historia os esté gustando tanto! ¡En serio, gracias mil a todos los que leéis, votáis y comentáis! ¡¿Tenéis acaso una mínima idea de lo que significa para mí?!
¡OS AMODOROOOOOOO!
Nada más, solo que espero que este capítulo os haya gustado y que sigáis apoyándome como hasta ahora. Sois los mejores, chicos, de verdad.
¡Nos leemos!
P.D.: no tiene nada que ver con el fanfic, pero, si tenéis algún minuto libre, id a youtube o spotify, en su defecto, y buscad el canal de Pascu y Rodri, Destripando La Historia. Son dos chicos españoles (orgullosa de ser compatriota de estos artistas) que hacen canciones con dibujos y animación digital sobre historias tipo La Sirenita, La Bella Durmiente e, incluso, Juego de Tronos o sobre la leyenda que dio origen a Son Goku y, por tanto, a una de las mayores historias de anime de todos los tiempos: Dragon Ball. Id a darle like y compartid y seguidlos y dadle mucho amor a ese canal, porfi. Necesitan todo el apoyo que puedan conseguir, porque es muy jodido abrirse camino en el medio audiovisual, así que, porfi plis, que se lo merecen ya solo por todo el currazo que se pegan haciendo los vídeos y las canciones (lo hacen TODO ellos: dibujan, componen y crean la letra, con colaboraciones de vez en cuando con amigos suyos que se dedican a lo mismo pero que, por desgracia, no trabajan de lo que han estudiado porque este mundo es así). Ahora sí, ya me voy y os dejo xD.
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