Parte 10
―¿Qué harás durante la semana de vacaciones?―Naruto se terminó su bebida y miró para Shion.
Estaban en la cafetería, él, ella y Gaara. Habían quedado para terminar un proyecto y ahora estaban tomándose un descanso.
―No lo sé, la verdad. ¿Tú tienes planes?―Por toda respuesta Shion sonrió.
―Unas amigas y yo hemos alquilado un piso cerca de la playa. ¿Gaara?―El aludido se encogió de hombros.
―Supongo que estudiaré. ―Shion rodó los ojos.
―Eres un aburrido, ¿lo sabías?
―Me lo dicen a menudo. ―Naruto rio.
―Oye, ¿y tampoco has hecho planes con tu chica?―Naruto se rascó la nuca y suspiró. La verdad era que últimamente apenas había tenido tiempo de ver a Hinata. Las obligaciones de ambos eran demasiadas y no parecían encontrar el momento para quedar y poder verse.
―Lo cierto es que no. ―El tono cortante en que lo dijo le indicó a Shion que mejor no siguiera preguntando.
Pero la cuestión siguió rondando la cabeza de Naruto lo que quedaba de día. Se moría por ver a Hinata, por abrazarla, por besarla, por tocarla... Sacudió la cabeza y metió la llave en la cerradura.
―Ya estoy en casa―dejó salir, en tono desganado. Kushina se asomó al vestíbulo y alzó una ceja al ver el estado abatido de su hijo.
―¿Un día duro?―Naruto se descalzó, dejó caer su bolsa en el suelo y se acercó a su madre.
―Algo así. ¿Y Shinachiku?
―Tu padre lo está bañando. ―Naruto asintió y se dirigió a la cocina a por algo de comer. Minato solía disfrutar muchísimo cuando le tocaba bañar a su nieto, por lo que tanto Naruto como Kushina procuraban no inmiscuirse cuando Minato lo bañaba, era su momento abuelo-nieto―. Te pasa algo'ttebane. ―Naruto suspiró y se giró a su madre. Se rascó la cabeza, sopesando si contarle sus preocupaciones o no.
Su madre era una mujer, dotada de la experiencia que otorga la edad, su padre y ella no habían tenido una relación lo que se dice fácil, pero ahí estaban años después, juntos y felices. Decidió que pedirle consejo a su progenitora no sería mala idea.
―Mamá, papá y tú... ¿alguna vez habéis sentido como que... os distanciabais?―Kushina pestañeó. Luego ocultó una sonrisa y se sentó en una banqueta de la isla de la cocina, intuyendo que aquella conversación sería importante.
―Sí, más de una vez.
―Y... ¿cómo lo... solucionasteis?―Kushina sonrió con ternura.
―Bueno, en nuestro caso... sabes que yo soy de carácter fuerte―aquello era poco para describir el genio que se cargaba su madre cuando se molestaba o se enfadaba por algo, pero optó por callar y escuchar―, por lo que siempre terminaba yendo a buscarlo y le reclamaba por tenerme abandonada. La mayoría de las veces él me replicaba y terminábamos discutiendo, pero al final siempre conseguíamos arreglarlo. Esperábamos un par de días y luego nos llamábamos y nos disculpábamos el uno con el otro. ―Naruto asintió―. ¿Pasa algo con Hinata-chan?―Naruto negó.
―No... exactamente. Es solo que... casi no podemos vernos y... ―Kushina asintió, comprendiendo.
―¿Por qué no organizáis algo para la semana de vacaciones? Una pequeña escapada. Tu padre y yo nos quedaremos encantados con Shinachiku, sabes que no nos importa. ―Naruto suspiró.
―¿Y a dónde la llevaría? No hay tiempo para organizar nada especial o romántico...
―Iros a la casa de tu abuelo. A ti te encanta ese lugar y tiene playa. ―Naruto abrió los ojos como platos ante la sugerencia. No había caído en eso, en que disponía de un destino a su alcance y totalmente gratuito.
―¡Es una idea genial'dattebayo! ¡Ahora mismo se lo diré!―Kushina sonrió ante el entusiasmo de su hijo. Le encantaba verlo así de feliz y enamorado, aunque ni él mismo se hubiese percatado todavía de sus verdaderos sentimientos.
Hinata jugaba nerviosa con el asa de su mochila. Cuando su novio la invitó a pasar una semana con él a solas en la casa que había sido de su abuelo no se lo podía creer. Inmediatamente había llamado a Ino, agitada y asustada ante la perspectiva de pasar tantos días a solas con Naruto en una misma casa. Rápidamente la Yamanaka había organizado una reunión de emergencia, en la que Karin y ella le habían explicado a su tímida amiga todos los posibles escenarios, haciéndola sonrojarse al máximo.
No pudo evitar ruborizarse de nuevo al pensar en cierto paquetito que Karin había introducido de estrangis entre su equipaje. "Por si acaso" le había dicho. Amén de toda la ropa, bikinis incluidos, que sus amigas la habían obligado a meter en la maleta. Hinata en su vida se había puesto un bikini, siempre había preferido los bañadores recatados y que no mostraban demasiado.
"¿Quieres verte guapa para tu chico sí o no?"
La pregunta de Ino volvió a retumbar en sus oídos. Era cierto, ya no era una niña, se suponía que era una joven adulta en una relación seria. Últimamente Naruto y ella no habían estado muy conectados que digamos, y Hinata no había podido evitar preguntarse si aquello no sería culpa suya, si Naruto no estaría esperando que algo más sucediese entre ellos. Claro que el rubio era demasiado respetuoso y amable como para decirle nada a no ser que ella le diera pie para ello. Y Hinata se lo agradecía, porque no sabía si estaría lista para dar un paso tan grande, a pesar de que los besos y los roces que ambos se profesaban ya no eran tan inocentes como al principio.
Suspiró. Darle vueltas a la cabeza no le serviría para nada.
―Hola. ―Se sobresaltó al oír la ronca voz masculina tras ella. Naruto rio; cuando ella se giró se inclinó y la besó, tomándola por sorpresa―. Perdona―dijo, tomando su mano con algo de vacilación―. No era mi intención asustarte. ―Hinata negó.
―M-me sorprendiste. No me asustaste―musitó bajito. Naruto asintió con aire distraído, observando el tren que estaba en el andén frente a ellos.
―Vamos.
―Vamos. ―Echaron a andar y subieron al vagón. Buscaron sus asientos y una vez acomodados y con el equipaje colocado el ambiente se tornó aún más incómodo. Ninguno de los dos sabía cómo empezar una conversación, sobre todo porque cada uno iba sumido en sus propios pensamientos, con sus propias teorías dando vueltas en sus mentes.
El viaje fue silencioso, lo que los puso todavía más nerviosos. Cuando llegaron a su destino Naruto fue el primero en bajar y ayudó a Hinata a hacer lo mismo. La chica tropezó con los escalones y, por fortuna, Naruto pudo sostenerla a tiempo, evitándole así una dolorosa caída contra el suelo.
―Cuidado―le dijo él en tono suave, con una mano presionando suavemente su estómago. Hinata sintió como se le calentaban las mejillas tanto como la piel de su vientre, allí donde notaba la mano grande y cálida del chico haciendo una leve presión. Levantó la vista y vio en esos ojos azules que la traían loca el deseo que él tenía por besarla, el mismo que ella albergaba hacia él. Así que no lo pensó, simplemente se impulsó hasta quedar de puntillas y rozó sus labios contra los suyos. La respuesta de su novio no se hizo esperar: la tomó de la nuca y la atrajo más hacia sí, profundizando la caricia, haciéndola jadear por la fuerza con que la besaba.
Cuando al fin se separaron Naruto sonreía como tonto, mientras que ella estaba tan roja que podría competir con un semáforo en rojo. Se suponía que aquel viaje iba a servir para que se relajaran y pudieran recuperar su tiempo como pareja. Era estúpido sentirse raros porque llevaran unas semanas sin verse.
Naruto la abrazó y besó su cabello con cariño. Hinata lo abrazó de la cintura, sintiéndose feliz. Sin decir nada más porque no era necesario, se encaminaron hacia la salida, donde ya los esperaba el coche que antaño había pertenecido al abuelo de Naruto. El rubio había llamado a Bee aquella mañana y le había pedido de favor si se lo podía acercar a la estación. El hombre no había puesto objeción alguna.
Metieron las maletas y luego se sentaron ellos mismos en el interior del vehículo. Naruto cogió una vez más su mano y la llevó a sus labios, depositando un beso en su palma, prometiéndole con ese gesto que todo estaría bien, que él la quería. Hinata le dedicó una de sus preciosas sonrisas y notó como el nudo que le apretaba el estómago se aflojaba un poco más.
El camino hasta la casa fue más ameno que el viaje en tren. Pudieron hablar ahora con normalidad, hicieron planes para los próximos días, quedando ambos en que lo mejor sería que esa tarde descansaran. En la casa había comida no perecedera, como latas y cosas congeladas, por lo que no pasarían hambre aun si no pasaban a comprar. Cuando llegaron el sol ya no pegaba tan fuerte como antes, algo que ambos agradecieron. Salieron del coche y, cargando cada uno con sus bultos, entraron en la casa.
―Hinata-chan, escoge el cuarto que quieras de los dos que quedan―dijo Naruto, dando a entender que él se quedaría con el que había sido de su abuelo, como la última vez que habían estado allí―. Iré a comprobar que todo esté bien. Tú instálate. ―Y la dejó al pie de las escaleras.
Con paso lento, Hinata subió las escaleras y se metió en la primera habitación libre que encontró. Dejó la maleta de cualquier manera sobre el suelo, al lado de la cama, y se dejó caer sobre la misma. Debería sentirse bien, aliviada y feliz de que su novio fuese así de considerado con ella, que la respetara y la dejara ser ella misma.
Pero entonces... ¿por qué se había sentido, se sentía, decepcionada de que no la hubiese invitado a compartir su cuarto? ¿Es que acaso no la encontraba atractiva? ¿No lo atraía físicamente hablando? ¿No gustaba de su cuerpo?
Sintió las lágrimas querer agolparse en sus ojos y pestañeó para ahuyentarlas, diciéndose que aquello era estúpido. Naruto no era la clase de chico que se fijaba solo en el físico de las demás personas. Estaba segura de que él la quería sinceramente. Estaba consciente de que no la amaba, al menos no todavía, pero ella se esforzaba (y se seguiría esforzando) para que eso cambiara, para que un día él le dijera que sus sentimientos sí eran correspondidos con la misma magnitud que los suyos.
Sintiéndose algo mejor consigo misma se incorporó, tomó su maleta dejándose caer sobre la cama y la abrió. Enrojeció al ver las prendas que sus amigas le habían hecho comprar y empaquetar. Respirando hondo, se dio valor y escogió unos pantalones vaqueros cortos de cadera y una blusa ibicenca en color blanco que dejaba sus hombros totalmente al descubierto. Para los pies sacó un par de sandalias marrones bajitas. Se peinó, recogiéndose el cabello en una sencilla trenza, se lavó la cara y las manos, se puso el colgante que Naruto le había regalado por su cumpleaños y bajó al salón.
Al no verlo por allí buscó en la cocina y allí sí lo encontró. El Uzumaki estaba de espaldas a ella, comprobando que tuvieran todo lo necesario.
―¿Está todo bien?―El chico se giró con una sonrisa al oírla, pero todo su cuerpo se congeló al verla. Casi se cae de espaldas ante la visión de su tímida y recatada novia vestida como si fuera alguna especie de diosa griega. Era la primera vez que la veía vestir prendas semejantes.
―Hinata... ―Consciente del efecto que su atuendo había provocado en él, se acercó unos pasos y le sonrió. La boca se le secó y tuvo que reprimir las ganas de apretar sus nalgas, subirla sobre la mesa de la cocina, colarse entre sus piernas y besarla hasta que sus labios quedaran rojos e hinchados por su causa.
Mierda. No era la primera vez que dichos pensamientos sucios pasaban por su mente cuando pensaba en Hinata. Lo admitía, había soñado con ella más de una vez, su cuerpo se moría por estar con ella, pero era consciente de que mientras que él ya había tenido sus momentos con Sakura, Hinata, en ese terreno, era totalmente virgen. No quería asustarla, porque Hinata era inocente, tímida y dulce. Quería que las cosas funcionaran para ellos, quería ir despacio, disfrutar de su compañía, hacerla reír, salir a muchas citas y luego ya vendría el deseo, lo carnal.
―¿Ocurre algo?―preguntó ella, ajena al revoltijo de emociones que estaba experimentando Naruto en esos momentos.
―Ocurre que quiero darte duro contra el muro, nena. ―Sacudió frenéticamente su cabeza, pasándose la mano por el pelo. Malditos pensamientos pervertidos.
―N-no, nada, preciosa. ―Hinata sintió regocijo al oírlo llamarla de esa forma. Durante aquellos meses, de vez en cuando Naruto la llamaba por apodos cariñosos, haciéndola sentir realmente querida―. Estaba mirando qué podríamos comer... ¿Bocadillos fríos te parece? Hay pan de molde que aún no ha caducado y también hay atún, lechuga...
―Está bien. ¿Te parece si comemos fuera? Hace buen tiempo. ―Naruto asintió, viendo como ella se acercaba a su lado y se ponía de puntillas para abrir un armario y poder alcanzar un par de platos pequeños. Tuvo que reprimir un gruñido al ver como su trasero se levantaba justo frente a él, y como la trenza se le movía dejando expuesta su nuca, así como sus hombros desnudos. Las ganas de besar su piel para después morder fueron casi irrefrenables.
¿Acaso el espíritu del viejo pervertido lo había poseído al entrar en la casa o algo? Nunca le había tenido tantas ganas a su novia como en ese momento.
Los siguientes días fueron más o menos iguales, con la excepción de que sí salieron. Iban a pasear, a tomar algo al bar de Samui, a cenar, a tomarse unas cervezas (en el caso de Naruto) con Bee y Omoi, otro chico con el que Naruto había entablado una buena amistad.
Y también a la playa. Iban casi todas las mañanas y parte de la tarde a bañarse y tomar el sol. Y si Naruto creía que no podría soportar por mucho más tiempo el cambio de vestuario que su novia parecía haber llevado a cabo de un tiempo a esta parte, verla en bikini todos los días estaba acabando con su paciencia, la cual ya no era mucha.
El primer día que bajaron a la playa todo parecía normal. Ella se había puesto un vestido de manga y falda larga, de gasa, en color azul claro. También llevaba una pamela para protegerse del calor y unas gafas de sol, así como una bolsa con todo lo necesario. En los pies calzaba unas sencillas chanclas.
Naruto suspiró aliviado al verla aparecer. Esa sí era su Hinata, su tierna, inocente y preciosa novia.
Claro que cuando vio como se desabrochaba el vestido y se lo sacaba dejándose ver en un malditamente sexy bikini amarillo pálido cuyas braguitas tenían unos adorables lacitos para sujetarlas a sus caderas supo que tendría que matar a todos los hijos de puta que la estaban contemplando tal y como él lo estaba haciendo: embobados y con la mandíbula en el suelo.
Si Hinata quería acabar con su resistencia lo estaba consiguiendo. Estaba al límite, pero se dijo que seguramente ella no lo estaba haciendo a propósito, que quizás simplemente había querido verse guapa para él, como tantas otras veces le había confesado entre tartamudeos.
Bueno, no podía culparla por ello, no cuando a él le pasaba igual cada vez que quedaban.
Gruñó al percatarse por el rabillo del ojo como más de un imbécil tropezaba mientras veía a su chica acomodarse sobre la arena y echarse el protector solar. Celoso como el infierno se dejó caer junto a ella y le arrebató el bote de crema. Iba a demostrarles a todos aquellos degenerados que Hinata ya tenía dueño y era él o, por lo menos, no tardaría mucho en serlo.
―¿Naruto-kun?
―La espalda―le soltó con algo de brusquedad. Algo extrañada por la actitud de su novio, Hinata se tumbó boca abajo y dejó que él le extendiera la crema. No pudo evitar estremecerse al sentir sus manos sobre su piel, acariciándola mientras le aplicaba el protector para el sol. Casi podía sentir el pecho ancho de Naruto rozando su espalda, su cálido aliento en su nuca―. Tienes una piel muy suave, Hinata-chan. ―El tono ronco y el clic del cierre del bikini la hicieron contener la respiración. Pero sabiendo que Naruto jamás haría nada que pudiera incomodarla cerró los ojos y trató de relajarse mientras las manos masculinas hacían maravillas en su piel.
Lo que no sabía era la ardiente mirada que los ojos azules de su novio le estaban dedicando a toda su silueta.
Definitivamente, Naruto estaba perdiendo el control poco a poco.
Se sentía algo mareada por el olor a cigarrillos y a alcohol barato. Era el antepenúltimo día de su estancia de vacaciones y justo se celebraba una fiesta en la playa. Había escogido para ponerse un vestido corto en color lila de manga acampanada. Por debajo llevaba un bikini blanco, ya que la tela del vestido transparentaba todo. No es que se sintiera especialmente cómoda, pero había comprobado que cada vez que vestía de esa forma, algo más a la moda, más moderna, Naruto no se separaba de ella, como si la estuviera celando.
Y eso, dicho de paso, le encantaba. La hacía sentir mariposas en el estómago, la hacía sentirse apreciada.
Alguien pasó por su lado fumando un porro y sintió las náuseas invadirla. Tuvo que llevarse una mano al estómago para no vomitar la cena.
―¿Te encuentras bien?―La voz preocupada de Samui la hizo mirar a la rubia.
―S-sí. Solo estoy algo mareada...
―No me extraña. La gente no para de jodernos con su tabaco y su alcohol de cuarta―gruñó ahora Karui. Hinata asintió, dándole la razón a la pelirroja. Los chicos habían ido a por algo de beber y las habían dejado a ellas sentadas sobre la arena, cerca de la orilla. La música invadía toda la playa y al menos podían distraerse con la misma.
Unos chicos se les acercaron y comenzaron a ligar con ellas, Karui los despachó con cajas destempladas mientras que Samui los ignoró hasta que ellos se cansaron. Pero cuando uno posó sus ojos en Hinata la peliazul no pudo evitar sentirse nerviosa. Tuvo una sensación de dèja vu al pensar en una situación similar meses atrás, cuando Naruto se le había confesado.
Se levantó y, sacudiéndose la arena, trató de pasar del pobre chico, el cual iba ya medio borracho. Buscó nerviosa a su novio con la mirada y sintió alivio cuando lo vio ir hacia donde estaban ellas, charlando animadamente con Bee y Omoi. Dio dos pasos en su dirección pero enseguida tuvo que detenerse, al verse aprisionada en un abrazo por la espalda. Claramente el chico que la tenía sujeta y la levantó segundos después en el aire no sabía lo que hacía, debía ir tan hasta arriba que no era consciente de sus actos.
Hinata chilló y pataleó, y cuando por fin pudo librarse de él no fue porque pudiera liberarse, sino porque un furibundo Naruto había tumbado al pobre de un puñetazo y ahora estaba subido sobre él, sacudiéndolo y gritándole cosas que no lograba entender, todavía con el susto metido en el cuerpo de que un desconocido la hubiese abrazado con semejante confianza.
Lo que no se esperó fue la ira con que su novio la miró después, como si estuviera profundamente decepcionado de ella. Sin saber por qué, las lágrimas inundaron sus ojos perlados y, dándose la vuelta, echó a correr playa arriba, descalza y sin molestarse en despedirse de nadie. Oyó las voces de Samui y de Karui llamarla, pero no se detuvo. Ni siquiera cuando sintió la grava de la acera lacerar las plantas de sus pies. En su mente solo quería encontrar la forma de llegar a casa.
Pero sus planes fueron frustrados cuando un agarre en su brazo la obligó a detenerse. Su mirada vidriosa distinguió el rostro de Naruto y se sacudió, luchando por zafarse de su agarre. Pero el Uzumaki no se lo permitió, sino que la estrechó contra su pecho.
―Perdona―murmuró en su pelo. Hinata dejó de luchar contra él y sollozó―. Perdona―repitió―, perdona, perdóname. No fue culpa tuya. No debería haber reaccionado como lo hice. ―Hinata se sintió aliviada al oírlo decir eso. Levantó los brazos y lo rodeó con ellos, en un apretado abrazo―. Hinata... ―Ella tragó saliva al oír el tono serio de su voz― ¿por qué te has vestido así? ¿Por qué me estás provocando de esta manera?―Hinata se estremeció ante el tono ronco que él empleó. La separó un tanto de sí y la miró directamente a sus ojos―. Me he puesto tremendamente celoso cuando he visto a ese desgraciado abrazarte. Sé que no estaba en sus cabales, pero...
―Gra-gracias. M-me asusté. ―Naruto se sintió aliviado al oír que ella no estaba enfadada por lo sucedido.
―¿Por qué saliste corriendo así?―preguntó ahora, acariciándole la espalda.
―N-no lo sé. So-solo sentí que debía alejarme. No fue mi intención, Naruto-kun, yo... so-solo quería verme bien, s-ser una chica que te gustase... U-últimamente casi ni me tocabas las pocas veces que nos veíamos y yo... ―Naruto apretó los dientes y volvió a abrazarla.
―Tonta. Claro que me gustas, me gustas mucho, Hinata, demasiado. Tanto que cada vez que te veo mis ganas de estar contigo se incrementan. ―El corazón de la chica se aceleró al oírlo. Todas sus dudas, sus temores, él se los estaba aclarando.
―Pe-pero yo... s-soy consciente de que no soy...
―No lo digas. ―Naruto elevó sus manos hasta acunar su rostro entre las mismas―. Eres preciosa, Hinata-chan, preciosa y jodidamente sexy. ―Y como para corroborárselo la tomó de las caderas y la presionó contra él, evidenciando así la erección que se le había formado nada más verla bajar vestida con aquel diáfano vestido.
―Naruto-kun―suspiró ella.
―Hinata, yo me muero por estar contigo pero- ―Fue interrumpido por los labios de su novia.
―Yo también, Naruto-kun. Y-yo también... quiero estar contigo. ―Naruto dejó escapar todo el aire que había estado conteniendo hasta el momento. La tomó de la mano y prácticamente la arrastró hacia donde habían aparcado el coche dos horas antes. Apenas fue consciente de cuando consiguió abrir el coche, de cómo consiguió conducir hasta la casa y de cómo consiguió entrar en la misma.
Para cuando recuperó el control de sí mismo tenía a Hinata acorralada contra la pared, mientras él atacaba su boca, ahogando los gemidos que ella soltaba cada vez que sus manos recorrían hambrientas sus curvas. Gruñó contra su cuello, empujando su excitación contra su vientre, colando las manos por debajo de la tela del vestido, estremeciéndose con el contacto.
―Na-Naruto-kun―gimió Hinata, abrazándolo por el cuello, jadeando al sentirlo lamer y morder su hombro y lamer su clavícula.
Naruto deslizó las manos hasta sus nalgas y la impulsó hacia arriba. Hinata lo besó sintiéndose mareada de placer al notar sus sexos rozarse, sus lenguas jugando con frenesí, batallando por ver quién tomaba el control en el interior de sus bocas. Sus piernas rodearon su cadera y sus brazos se afianzaron detrás del cuello masculino.
Sin dejar de besarse, Naruto se encaminó escaleras arriba y se dirigió hacia su habitación. Empujó la puerta con la espalda y la cerró de una patada una vez dentro. Anduvo hasta dar con el borde de la cama y dejó caer a su novia sobre la misma, con tanta fuerza que el menudo cuerpo femenino rebotó contra el colchón. Él dejó de tocarla lo justo para deshacerse de los zapatos y la camiseta y luego se cernió sobre ella.
Hinata lo recibió con los brazos abiertos y dejó que la besara, que sus manos arrastraran su vestido hasta sacárselo por la cabeza, que sus dedos acariciaran su piel desnuda y que su boca y su lengua se arremolinaran en todo rincón de su cuerpo que iba quedando al descubierto.
Pronto sus pechos quedaron libres de la presión de la parte de arriba del bikini, al igual que su intimidad. Se sonrojó al tan solo pensarlo, pero una vez más los labios y las manos de su amado no dieron lugar a la vergüenza. Ella respondía torpemente pero con toda sus ganas. Era totalmente inexperta en el campo, pero quería corresponder todas las sensaciones placenteras que él le estaba haciendo sentir.
Se arqueó cuando al fin las manos masculinas se hicieron con sus senos, estrujándolos, besándolos, jugando con los enhiestos pezones. Gimió cuando se metió uno en la boca, meciéndolo con su lengua para después succionarlo con delicadeza.
―Naruto-kun... oh... ―El chico rio mientras observaba las reacciones de Hinata. Era increíble lo bien que ella respondía a su toque, a sus besos y a sus caricias.
Llevó las manos hacia su rostro, apartando unos mechones que estaban pegados a sus mejillas.
―Eres jodidamente hermosa, Hina, preciosa. ―La besó queriendo transmitirle todo lo que estaba sintiendo en esos momentos. Ya no se trataba tan solo de gustar y querer no parecía ser palabra suficiente.
No.
Su corazón se lo dijo: la amaba. Amaba a Hinata.
No sabía cuando, cómo ni por qué había sucedido, pero había caído irremediablemente enamorado de esa tierna peliazul que siempre lo había querido en silencio y a la distancia. Tal vez llevaba tiempo enamorado de ella y simplemente había sido tan ciego como para no darse cuenta. No lo sabía pero tampoco le importaba, no cuando ya se había percatado de lo que sentía, no cuando la tenía toda para él, entregada a lo que le provocaba.
―Dios, me vuelves loco―gimió cuando, en un movimiento inconsciente, Hinata movió sus caderas contras las suyas. Dejó un camino de besos hasta su ombligo, el cual lamió y mordisqueó con delicadeza, haciendo que todos los poros de la piel femenina se erizasen.
Deslizó las braguitas del bikini a lo largo de sus piernas, acariciándoselas casi con reverencia, besando a la vez que descendía por ellas. Se puso en pie y se bajó los pantalones, pateándolos lejos después. Volvió a echarse sobre Hinata y la besó, con delicadeza.
―Hinata... ¿estás...
―L-lo estoy―lo interrumpió ella, sabiendo lo que le iba a preguntar―. Pa-para mí siempre ha sido Naruto-kun. ―El corazón de Naruto se hinchó y empezó a latir desbocado al oírla.
Deslizó una mano temblorosa por su costado y su muslo hasta rozar el interior del mismo. Besó su cuello al notar la tensión crecer en ella.
―Ábrete para mí. ―Hinata cerró los ojos y cedió a su súplica, relajándose y abriendo un poco más sus piernas, permitiendo a la mano masculina colarse al fin en aquel lugar escondido que nadie nunca había visto o tocado antes.
Gimió y su cuerpo volvió a arquearse, recibiendo gustoso las caricias de su amante. Naruto observaba fascinado cada uno de sus gestos, sintiendo palpitar su propia excitación al compás de los suaves gemidos de su chica. Cuando introdujo un dedo con cuidado en su caliente humedad Hinata no pudo contener, a la par que una tremenda vergüenza, el placer que su cuerpo estaba experimentando.
―Naruto-kun... ―empezó a mover las caderas, desesperada, al ritmo que marcaba la mano masculina. Naruto aceleró los movimientos de sus dedos, deslizándose por todo su cuerpo hasta quedar frente a su intimidad. Sin dejar ni un momento de darle placer buscó con su boca el centro mismo de su feminidad, y cuando lo encontró su lengua se encargó de él.
Hinata jadeaba, gemía, se arqueaba y aferraba la tela de la colcha de la cama como si le fuera la vida en ello.
―¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios!―Lo sentía, sentía que pronto explotaría, que lo que la estaba quemando por dentro se escaparía, estallaría en algún momento. Y ese momento no tardó en llegar―. ¡NARUTO-KUN!―El rubio la besó, ahogando así las consecuencias del primer orgasmo de su novia. Su mano aún estaba en su sexo, tibia, recibiendo los últimos espasmos del placer de su chica.
―Dios, Hina, ojalá pudieras verte ahora―le dijo él, con voz ronca, apartándole un par de mechones sudorosos de la frente. Cuando al fin ella se recuperó y lo miró volvió a quedarse sin respiración: los orbes azules la observaban con el deseo más puro reflejado en las pupilas, ahora dilatadas. Llevó las manos temblorosas a las mejillas bronceadas y se alzó lo suficiente para poder alcanzar sus labios y besarlos.
Aquello fue como una invitación, una reiteración de que no se arrepentía, de que realmente quería llegar al final, con él.
Con cuidado, para no asustarla, se deshizo de sus calzoncillos y se tendió una vez más sobre ella. Volvió a adorar aquel cuerpo precioso y perfecto que le estaba siendo entregado, despertando de nuevo las sensaciones en Hinata.
Cuando al fin él se colocó entre sus piernas, guiando su miembro a su entrada, la miró con la pregunta reflejada en su rostro. Hinata le sonrió y asintió, dándole su permiso. El corazón le latió con fuerza y, cuando estaba a punto de culminar aquel acto maravilloso con la mujer de su vida un pensamiento lo asaltó, deteniéndolo en seco.
Maldijo y se apartó de ella de pronto, como si le quemara. Hinata se incorporó sobre sus codos, mirándolo con la confusión pintada en su bello rostro de porcelana. Tuvo que reprimir un gemido al ver los estragos que la pasión habían hecho en su expresión, en sus labios, ahora rojos e hinchados, y en sus mejillas arreboladas.
―¿Naruto-kun?
―Lo siento, Hinata. Mierda. Soy imbécil. ―Lo oyó derramar un par más de improperios antes de que le diera una explicación―. No tengo condones. No podemos-
―Yo sí tengo. ―Se ruborizó intensamente al ver la sorpresa más absoluta dibujarse en el rostro de su novio―. L-las chicas... bu-bueno... ―Por un momento, Naruto quiso reír, pero se reprimió al instante, no queriendo arruinar el momento. Se inclinó hacia su rostro y la besó.
―¿Dónde?
―E-en mi maleta, e-en el bolsillo pequeño d-de dentro. ―No perdió tiempo y salió disparado hacia el cuarto de Hinata. No tardó en dar con el bendito paquete de preservativos y volvió corriendo a la habitación. Hinata lo esperaba, casi tan ansiosa como él. Abrió la cajita con una mano mientras se acariciaba con la otra, sin romper en ningún momento el contacto visual con esos orbes perlados que le encantaban. Quería que ella supiera que semejante estado solo lo provocaba una persona: Hinata y solo Hinata.
Al fin consiguió hacerse con el dichoso condón y se lo colocó presto tras rasgar el envoltorio que lo cubría, sin esperar un segundo. Luego se acercó de nuevo a la cama, gateó hasta volver a ponerse sobre la chica y dirigió su mano de nuevo entre sus muslos, lubricándola de nuevo. Hinata cerró los ojos, gimiendo, disfrutando.
―Iré con cuidado. ―El susurro en su oído la estremeció. Retuvo la respiración al sentir como Naruto empujaba contra su entrada. Un gemido de su parte la hizo temblar―. Mierda, Hinata, estás tan apretada... ―Lo sintió abrirse paso en su carne y cuando notó aquella barrera romperse, supo que ya no había vuelta atrás. El dolor la hizo tensarse y apretar los labios, mientras sentía ligeras punzadas entre sus muslos―. Rodéame con las piernas, nena. ―Ella obedeció, apretándolo contra ella y enviándolo aún más profundo en su interior.
Solo entonces Naruto comenzó a moverse y ella con él. Entraba y salía de su interior a un ritmo constante, controlándose para no hacerle daño. Tenía los dientes apretados por el esfuerzo que le estaba suponiendo no engancharla de las caderas y embestirla de forma salvaje. Aquella era la primera vez de ella, pero también la primera vez de ella con él, y quería que lo recordara como algo único, especial.
Lo que no pudo retener fueron sus gemidos, que se mezclaron con los de Hinata de forma deliciosa, siendo la combinación de ambos música celestial para sus oídos.
Hinata creía que estaba en el cielo. Aquello que Naruto la estaba haciendo sentir no podía ser real, no al menos en ese mundo. Notó por segunda vez en la noche como el clímax se iba construyendo en ella. Por instinto apretó el agarre que sus piernas mantenían sobre la cadera masculina. Naruto lo sintió y aceleró el ritmo de sus embestidas.
―Naruto-kun... Naruto-kun...
―Hinata... mi Hinata... ―El orgasmo los golpeó a ambos con fuerza. Primero a Hinata y luego a Naruto, al sentir como el cálido refugio femenino lo apretaba deliciosamente, haciéndole imposible el retener su propio éxtasis.
Jadeantes, ambos quedaron tendidos en la cama, Naruto sobre Hinata. Estuvieron unos minutos en silencio, peleando por recuperar la respiración. Hinata fue la primera en romper el silencio.
―Naruto-kun. ―Como pudo giró la cabeza para mirarla, con la respiración todavía entrecortada―. Yo... ne-necesito que sepas q-que no me arrepiento. ―Naruto arqueó una ceja, divertido.
―Qué bien que me lo digas, porque ahora que te he probado―la besó―, que he visto lo hermosa que eres―paseó descaradamente la vista por todo su cuerpo desnudo y sudoroso― y que he tenido la dicha de tocarte y saborearte―se relamió los labios provocando un enorme sonrojo en la chica― no podría dejarte ir. Nunca. ―La besó de nuevo. Cuando se separaron las lágrimas asomaban a los ojos de su novia.
―¿De verdad, Naruto-kun? ¿Nunca?―Naruto le acarició el rostro mientras le sonreía con ternura.
―Nunca, Hinata-chan, nunca. ―Hizo una pausa, ordenando sus ideas antes de volver a hablar―. Eres perfecta, Hinata, perfecta para mí. Siempre cuidándome, velando por mí, amándome como yo te amo a ti. ―Los orbes perlas de Hinata se abrieron por la sorpresa.
―¿M-me amas?―Su corazón comenzó a latir más deprisa. Naruto le sonrió ampliamente, acariciando sus pálidas mejillas, retirando los restos de lágrimas.
―Te amo. ―Las lágrimas se desbordaron al fin. Abrazó al Uzumaki y lo estrechó contra ella, no queriendo soltarlo nunca.
―Yo también te amo. ―Naruto sonrió, devolviéndole el abrazo.
―Ya lo sabía. ―El intenso rubor que acudió al rostro femenino lo hizo reír a carcajadas―. No te dejaré ir nunca, Hinata-chan, no si puedo evitarlo. ―Ella le sonrió con infinita ternura.
―Yo tampoco te dejaré nunca, Naruto-kun. Te lo prometo.
Y con esa promesa de por medio ambos pudieron al fin echarse a los brazos de Morfeo, los dos con sendas sonrisas de pura dicha y satisfacción en sus rostros.
¡Hala, ahí tenéis el lemon! Es algo que me pedíais muchos, y yo ya os dije que venía en este capítulo, así que aquí está.
¿Qué os parecido? He intentado no caer en lo cliché y ceñirme lo más posible a la realidad, algo que intento hacer en todas las escenas sexuales que narro en mis historias, pero no siempre sale bien, así que agradecería que me dijerais si os ha gustado, si no, en qué podría mejorar etc. etc.
¡Gracias a todos por vuestras lecturas, votos y comentarios! ¡Os lo agradezco un montonazo, de verdad!
¡Sois los mejores!
¡Nos leemos!
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