Prefacio.
Cerca de 1960, un experimento que continúa vigente demostró que potenciar la docilidad era la clave para gestar diferencias morfológicas importantes en los zorros grises, tal como ocurrió hace miles de años con los perros.
Los investigadores procuraron no intervenir en la crianza de los animales tomando el mínimo contacto posible con ellos para que todos los resultados pudieran interpretarse como un producto de la genética, pero al avanzar las sucesivas generaciones los zorros no sólo comenzaron a cambiar de forma, sino que también su actitud hacia los humanos se alteró: en un principio sólo se dejaban tocar sin agresiones, hoy día esperan con ansías la visita de sus cuidadores, y al verlos llegar los lamen y olfatean como cualquier animal doméstico. De cierta forma, los quieren.
¿Será acaso que la clave de la evolución está en dejarse domesticar por quienes amamos? El zorro del Principito nos contó que domesticar es otra forma de formar lazos (y que somos responsables de aquellos a quienes hemos domesticado), ¿son nuestros vínculos culpables de nuestra propio crecimiento tanto a nivel personal como a nivel especie?
Quizás podríamos reinterpretar a Darwin al denunciar la sobrevivencia del más adaptado, para poder entender la evolución como la prevalencia del que mejor se vincula con el ambiente, con sus pares, consigo mismo.
Nuestra propia evolución, tantas veces acusada de haberse frenado por extraernos de la naturaleza adulterando la selección natural, podría en realidad estar frenada por una sociedad de control que nos enseña a temernos, a ser egoístas, a no vincularnos más allá de lo estrictamente necesario.
La presente obra no pretende corregir todos estos males, sino simplemente denunciarlos para que todos juntos podamos frenar la evolución del individualismo para adentrarnos en nuevos lazos de solidaridad fraterna.
Vínculos será para mí la manera de mostrarte una sociedad corrupta siendo combatida desde adentro; desde el amor al desconocido, la entrega altruista, desde el acercarnos un poquito más hasta sentir que somos uno.
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