38. Vida
NA: Hola chicos, hace casi 20 días que no subo capítulo y quería decirles que ni loco les pido disculpas. En medio de eso hubo finales, las fiestas, mi trabajo, ¿van a quejarse? Naaa, encima de que les doy una linda historia, y yo sé que ustedes la valoran, así como también más de una vez sentí su apoyo en mis proyectos con la escritura.
Lo que sí quiero hacer es desearles un año espectacular porque antes no lo hice, y que sea un año de búsqueda de aquello que les hace bien. Además, les cuento que ya soy un viejito de 30 años y sigo escribiendo sobre pokémon. ¿Existe algo más patético? No sé ni me importa, yo lo disfruto. Busquen aquello que les hace bien, no sean boludos.
Ahora sí, a lo que vinimos: el capítulo.
♠♠♠♠♠
Creo que llevábamos diez días escondidos en el desierto, dedicándonos a recorrer caminos durante las horas frías de la noche para luego descansar por turnos cuando el astro rey volvía el calor un impedimento, hasta que las noticias que urgirían por nuestro retorno llegaron a nuestros oídos. Nunca en mi vida había sido tan miserable. Tenemos que usar ropa que cubra nuestra piel para evitar las quemaduras, y aunque sintiéramos todo nuestro cuerpo empapado en sudor, no nos quedó otra que acostumbrarnos a esto, por lo cual la incomodidad producto de estar más sucios de lo que en nuestra vida andariega habíamos estado se nos había vuelto un hábito.
«Ellos vienen por mí», repetía una voz en mi mente cuando la vigilia se hacía insoportable y los ojos ardidos por el calor y la arena comenzaban a pesar. «Envenenaron el agua de mi cantimplora, Gary lo notó justo a tiempo para que no me la bebiera. Si no fuera por él...». La mañana en que Gary llegó a acompañarme, me vio tratando de llevarme algo de agua a los labios, y entonces recordó que la oficial Jenny nos había indicado usar un químico que cambiaba de color ante el contacto con ciertos venenos para volver el agua ambarina. De solo pensar que el equipo Rocket bajo el mando de Silver había tratado de asesinarme de un modo tan cobarde, mi corazón temblaba de rabia.
—Son listos —le dije al Pikachu que dormía sobre mis brazos—. La peliroja es lista... La volví a ver una vez, detrás de una duna... ¿o habrá sido un espejismo? Quizás aún esté por aquí.
Habíamos decidido viajar por el desierto un tiempo hasta que la policía internacional nos diera el mensaje de que los próximos objetivos habían sido asegurados y que era momento de comenzar la contraofensiva. Aquí, sería muy duro para los soldados poco entrenados el seguirnos el paso, de manera que podíamos permanecer sin miedo a ser emboscados. Nadie nos dañaría mientras estuvieramos en el desierto.
—¿Sabes, amigo? Hace unos días leí sobre los hombres que viven en este desierto. Se los conoce como los «Cazadores de nubes». —Acaricié al roedor, y este me miró cansino a causa de las condiciones extremas a las que lo habían expuesto, provocando que cerrara mis ojos por la culpa de saber que aquella pequeña criatura me seguiría hasta el final, sin siquiera considerar su propio bienestar—. Son hombres perseverantes, se pasan toda su vida buscando las nubes de mayor diámetro para instalarse bajo su sombra junto a todo su séquito: artículos para comerciar, carpas enormes de materiales que no se calientan, oro, pokémon tipo tierra, tipo fuego, mujeres, niños y ancianos; todos están al cuidado de una sola familia, quienes toman las decisiones de peso como a qué nube perseguir, qué sembrar, cuándo reemprender el viaje. A veces, una nube se queda el suficiente tiempo en un lugar para poder hacer que la cosecha germine. Otras, un viento inesperado se las lleva a toda velocidad y entonces ellos parten dejando las plantas morir puesto que sin la protección del cielo sus vidas y las de sus protegidos corren auténtico peligro. Las nubes cubren del sol brindando sombra, dejan a las plantas crecer, ayudan al pueblo a mantenerse andando. Es increíble lo importantes que son, aunque en nuestra cultura generalmente no lo veamos.
Ya habían pasado más de cuatro días desde que la máquina que me dio Citron, aquella cuya función era purificar el agua de los pokémon hasta volverla potable y que me había parecido asombrosa, había explotado. Esa tarde, llegada la hora de mi relevo, desperté para encontrar a Gary agotado, tendido al lado de lo que parecía ser un pozo a medio terminar.
—Hemos cavado por horas —indicó el castaño haciendo referencia a él y a su Raticate, al cual llamábamos cariñosamente «Digrat»—, aquí está más fresco, sí, pero no hay agua, y la arena reclama cada centímetro de terreno que le robamos casi al instante.
Por las noches, cuando la marcha se reanudaba, las estrellas brillaban sobre muestras cabezas con una belleza etérea y tan cerca que a veces sentía que si lograra saltar lo suficientemente alto podría coger una y adornar con ella el recuerdo de Serena. Una vez vi a Pikachu saltar. Seguramente él también lo había pensado.
Casi morimos en ese trayecto, por eso Gary aprovechaba cada oportunidad que tenían, durante nuestras caminatas nocturnas, para preguntarse en voz alta el porqué de tantos pueblos compuestos de hombres que ganarían mucho más con salirse del desierto e ir a vivir en las ciudad, y sin embargo ellos se quedaban allí, a vivir una existencia miserable en las condiciones más hostiles del planeta.
—Los pokémon hacen lo mismo —fue todo lo que supe decir—. Las personas y los pokémon no somos tan distintos.
El día que el aeroplano azul voló sobre nosotros supimos que debíamos regresar, pero, después de haber sufrido el desierto como nunca había sufrido nada en toda mi vida, algo en mi interior no quería hacerlo. Aquel basto de arena e infierno era un espacio tan silencioso que lo volvía a uno un hombre de silencios a veces más cercanos a la oración. Darse cuenta de lo poco que necesitamos de los lujos de la ciudad y de lo mucho que molestan los ruidos cuando uno desea paz me hizo dar con la respuesta de aquello que me había planteado tantas veces Gary, pero no fue necesario que se la brindara; el gesto de disgusto en su rostro al notar que era tiempo de volver me hizo comprender que él también lo había entendido.
Anduvimos hasta llegar a un oasis donde el aeroplano nos esperaba para partir en la hora más peligrosa, cuando el sol tocaba el cenit, que era la única en la que podríamos salir de allí sin el riesgo a que un ataque del equipo Rocket derribara nuestro medio de transporte. los pokémon de tipo hielo que se turnaban para mantener frío el ambiente hicieron un trabajo loable y nosotros los gratificamos sin saber cómo responder, pero ellos de algún modo alcanzaron nuestros sentimientos porque nos sonrieron cada vez que les dirigimos la mirada.
Pero la ciudad también tiene su atractivo.
Nos bañamos disfrutando como niños, sin ganas de salir, comimos como si aquel manjar fuera el más grande sobre la tierra y, entonces, por fin pudimos dormir cerrando ambos ojos, sin preocuparnos por nada más. Jenny nos había dicho que tendríamos una reunión virtual con los demás campeones muy temprano, por la mañana, y que entonces nos daría las órdenes específicas acerca de nuestros próximos pasos a fin de que toda la información se mantuviera tan confidencial como nos fuera posible, pero sin llevarnos a la peligrosa situación de estar todos en un mismo sitio a la vez.
—Por las bombas, ya saben. Desde que desertó Red no sabemos en quién podemos confiar.
La naturalidad con la que enunciaba aquellas ideas me tenía más que preocupado. ¿Cuánta gente con una situación similar a la nuestra habrá tenido que atender aquella aguerrida mujer? ¿Cuántas personas vivirán en este pokemundo con el miedo a encender su auto o ir al baño, levantar la tapa y que allí, el brillo de una bomba los reciba abriéndoles las puertas al más allá?
La vida y las sorpresas son grandes amigas, y grandes enemigas al mismo tiempo. La vida es cambio, nunca está quieta. Todo puede cambiar e incluso desaparecer, menos el cambio. la vida sin cambio, estancada, sin más que ver el tiempo correr, no existe. La gente que se cree estancada en realidad está avanzando, pero hacia un lugar en el que no quieren estar, y la gente que no parece haber conseguido nada, pero está en constante búsqueda puede estar caminando tanto como la que se queda quieta, pero al final indudablemente llegará hacia donde haya elegido.
—Satoshi, ¿sigues despierto? —me llamó Gary a mitad de la noche.
—Todavía, sí. Cuesta acostumbrarse a un nuevo ritmo.
—Lo sé, somos animales de rutina.
—¿Querías preguntarme algo?
—No, solo hacerte un pedido: si vas a andar pensando en la pelirroja, procura no moverte mucho porque yo estoy en la litera arriba y lo voy a sentir.
—¡Eres un idiota!
—Por favor.
Me reí y pateé su colchón desde abajo, algo que sintió provocando que se girara para escupirme, pero cuando le di un almohadazo en la cabezota, su rostro en lugar de mostrarse divertido o desafiante expresaba el más profundo terror.
—¡¡¡Tú!!! —gritó señalando a la ventana con un dedo. Yo giré justo a tiempo para ver el rostro burlón de la chica con el cabello bermellón un segundo antes de que desapareciera en la negrura de la noche.
Rápidamente, saltamos de nuestras camas y emprendimos la persecución hacia una dirección incierta mientras que las chispas que brotaban de los coléricos mofletes de Pikachu iluminaban la penumbra.
—Llama a Jenny —ordenó el castaño y yo no tardé en hacerle caso a pesar de que aquella acción me hizo perderle el paso hasta ver como Gary se hundía en pasillos laberínticos y de luces apagadas.
Para cuando la policía prometió estar con nosotros de inmediato y corté el teléfono, a mi al rededor ya no había nadie, solo una negrura molesta y la sensación electrizante de tener a mi pokémon despidiendo energía por la excitación.
Caminé con cautela unos instantes antes de sentir una presencia ajena moverse con sigilo a mi al rededor. El desierto me había llenado de un silencio tan absoluto que si respiraba despacio sentía que podía oír latir mi propio corazón, algo que exigió a mis sentidos tal grado de atención que ahora un soldado Rocket acechándome desde las sombras no me parecía tan difícil de advertir.
—Inmovilízalo —ordené a mi Pikachu, y este lanzó un ataque eléctrico tan débil que apenas superaba un rayito de luz; demasiado insignificante como para hacerle daño a su receptor, pero no lo suficiente como para permitirle seguir su paso. Un grito de confirmación reveló la identidad de quien había caído en el ataque.
Me acerqué a la pelirroja mirándola sin esconder el odio en tanto encendía la pantalla de mi pokedex para iluminarla y ella me devolvía el mismo sentimiento con la fiereza amenazadora de su mirada.
—¿Estás sola?
—Satoshi Ketchum —ladró ella sabiéndose acorralada—. Me han hecho estudiarte al detalle y in embargo no creí que pudieras paralizarme. Tu pokémon no conoce ese ataque, ¿cómo es que...? Ah. —Señaló los pequeños destellos de energía eléctrica que aparecían espontáneamente en mi piel para desaparecer en el mismo segundo—. Es por el vínculo.
—Tú no deberías saber acerca del Fenómeno Lazo.
—Ya te dije que sé todo sobre ti: tus habilidades, gustos e intereses, tus defectos de personalidad y también aquellos presentes en tus locas estrategias de batalla. Sé de tu historia, tus múltiples fracasos más numerosos que los logros que se te ameritan. Conozco a tu familia, a tus amigos, a tus pokémon e, incluso, sé exactamente cómo vas a actuar a partir de ahora, y permíteme adelantarte algo: tú no podrás vencerme.
—Pero ya lo he hecho.
—No. El lazo que te une a tu Píkachu no es perfecto, de manera que estás forzando tu corazón más allá de lo que puedes aguantar. Muy pronto o caes tú, o él, que te adora, sabrá que no puede seguir manteniendo este movimiento y entonces la parálisis se irá y yo podré acabarte al fin, tal como se me ordenó que hiciera. —Era cierto. En mi pecho, la sensación de opresión iba en aumento volviendo insostenible aquel cuadro, y yo no podría procurarle algún daño a la pelirroja a pesar de que ella en más de una ocasión había tratado de matarme—. Por como yo lo veo, tu amigo Gary está en el patio, encontrándose con la oficial Jenny para así caer en la emboscada que preparamos para ellos, mientras que tú no tienes más que a ese pokémon contigo ya que saliste a perseguirme prácticamente en ropa interior, olvidando tu cinturón de pokebolas.
—¿Crees que cuando te liberes me podrás acabar?
—¿Piensas que existe un desenlace diferente?
—Si no eres tú la que está paralizada sino yo el que está en apuros, ¿qué dices de enviarme a mi tumba con algunas respuestas aclaradas?
Ella lo dudó unos segundos y luego asintió.
—¿Eres Serena?
—¿Quién es Serena?
—¡Mi esposa! Dijiste que sabías todo sobre mí.
—No me dijeron que tuvieras esposa. Bueno, eso te hace aún más prohibido... interesante.
—No pareces estar tan bien informada como creías. Asumo que vienes sola. —asintió—. Correcto, ¿qué sabes de los nuevos planes del Equipo Rocket?
—Hay micrófonos a mi al rededor, no pienso contestar nada acerca de eso.
—¿Pero algo sabes? —Me ignoró—. No me lo dirás por las buenas, ¿eh? Bien, tendré que obligarte.
Comencé a romper mi remera y ella se quedó muda observando, momento en que paré a mirar el gesto felino de sus ojos.
—No me hagas caso, tú sigue —dijo la muchacha mordiéndose el labio inferior hasta que yo terminé de desnudar mi abdomen y comencé a acercarme a ella—. Un momento, ¿qué me piensas hacer...? ¡No serías capaz! Sé todo sobre ti, y tú no eres ese tipo de depravados, Satoshi. ¡Por favor, no me toques la jalea!
Reclinándome sobre sus piernas, las até con la tela rasgada de mi playera rota y le robé el cinturón de pokebolas para luego atar también sus manos detrás de la espalda, momento en el que Pikachu me liberó del lazo mal elaborado y ambos respiramos agotados. Caí sobre las piernas de la pelirroja y esta intentó golpearme, pero su cabezazo más que dolor me provocó ternura.
—Oficialmente, ya no tienes manera de defenderte —me burlé viéndola sacudirse—, y por los ruidos que me llegan del patio, asumo que Gary derrotó a tus compañeros, de manera que eres mi prisionera. Tú eliges: o me lo cuentas a mí o se lo dices a la policía en algún lugar donde no creo que sean tan gentiles.
—Eres malo, Satoshi Ketchum. Me gustan los chicos rudos, pero tú solo eres malo.
Indignado, me acerqué a su rostro viéndola sonrojarse en tanto me esquivaba retrocediendo hasta quedar pegada contra la pared, uní mi boca a su oreja izquierda y susurré tan despacio como me fue posible:
—Tal vez no sabes tanto de mí como creías. no me obligues a ponerte las manos encima porque no sé qué sucederá.
La noté estremecerse y entonces eché a reír mientras me levantaba para observarla sabiendo que aquel papel de rufián era absolutamente irreal, algo fingido, pero que bastaba con que ella no lo supiera para que comenzara a responderme lo que quisiera oír.
—Pero eres casado... —musitó.
—El equipo Rocket me quitó a mi esposa. Ayúdame a volverla a ver.
—¿Cómo? No sé nada sobre ella.
—Se llama Serena, ¿lo recordarás? —La vi dudar más de lo necesario antes de responder:
—Sí.
—Entonces... —Ante su mirada sorprendida, desaté los retazos de tela de sus pies y manos y le hice entrega del cinturón de pokebolas para luego retroceder, momento en que las pisadas de Gary nos llegaron desde lejos—. Prometeme que investigarás sobre ella.
La chica, en lugar de contestar, emprendió la huida hacia el lado contrario del pasillo en tanto gritaba como desquiciada:
—¡Esto no cambia nada! Algún día vendré por ti, Satoshi, y entonces comprenderás el enorme error que acabas de cometer.
—Te estaré esperando.
Me quedé en el pasillo, con la pokedex brillando en mi mano y cuando llegó Gary noté que algunos ataques lo habían alcanzado. Me revisó con la mirada y cuando le conté lo sucedido me golpeó en el hombro quejándose porque no había «aprovechado el momento».
La noche había sido intensa, mi corazón estaba a punto de estallar, pero una mañana tranquila donde Jenny nos confirmó que nuestra próxima misión sería en Kalos me hizo sentir que podría descansar.
—¡Cielos! —chilló Gary mientras preparábamos nuestras maletas—, realmente temí por un momento que nos enviaran a Sudamérica a buscar a Mew.
—El hecho de que yo sea conocido por ser un subcampeón de la liga y que tú seas famoso por romper estereotipos de género motivando a la comunidad homosexual a participar de los concursos pokémon resultó ser una verdadera ventaja.
—¡Cierra el pico, Mostaza! Ya verás que desbaratar los planes de esos maleantes en todas las regiones no será tan divertido como quedarte solos y a oscuras con una pelirroja sexy atada de pies y de manos. Tenemos que estar concentrados.
—... Si lo dices así, suena diferente.
—Quiero que me prometas algo —urgió—: la próxima vez, si tienes a uno de esos desgraciados tan vulnerables como la tuviste anoche, quiero que lo termines.
—No voy a lastimar a nadie, Gary.
—Son ellos o tú.
Y tras aquella anómala intervención, mi mejor amigo y antiguo rival cerró su maletín de viaje y salió al patio a esperar al helicóptero que nos llevaría al aeropuerto. Observé su determinación por unos segundos sin poder contener la angustia que me habían provocado sus palabras. Durante mis viajes había aprendido que toda vida es importante: desde el bondadoso héroe que echan a morir en una batalla que solo él puede ganar hasta los despreciables maleantes que roban pokémon dañando sin contemplaciones. Desde el momento mismo en que la vida se hace vida, esta merece ser protegida porque la vida es una oportunidad; no se puede negociar con eso. Blaine, Fennel, Erika, incluso Cassidy; toda vida vale, toda vida cuenta. Desde la concepción hasta el momento de la muerte, robar una vida es lo más miserable que un ser humano puede hacer.
Arrancándome de mis reflexiones, Pikachu trepó a mi hombro y comenzó a olisquearme. Yo lo acaricié sobre la cabeza y luego le mencioné un secreto que me había atormentado.
—He sido un tonto, tal como dijo Gary. De verdad no aproveché la oportunidad. —Cerré la maleta y la cargué por el pasillo en el cual la noche anterior había tenido mi encuentro con la pelirroja—. Debí hacerlo; debí preguntarle su nombre.
♠♠♠♠♠
NA: Déjenme estrellitas, putis. Están leyendo gratis, no se hagan los vivos XD
Abrazo grande, gente. Acá tienen un capítulo el doble de largo que el anterior, para que vean que su Andy se la juega por ustedes.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro