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34. Confusión.

La Aldea de los Dragones es un lugar hostil, no esperaba un recibimiento cálido, sobre todo al ser un extranjero; sin embargo, tras anunciar mi misión allí, los pobladores resultaron ser muy amables conmigo. Conocí a la familia de Iris, conversé con ellos, me dijeron que ella había dicho muchas cosas buenas sobre mi persona, pero al desconfiar de la veracidad de sus palabras finalmente confesaron estar mintiendo; y así, reaccionando ante la mentira con algo de astucia, me gané su confianza para que por fin me mostraran el video donde claramente se veía a su hija dándoles indicaciones sobre que no debían seguir buscándola porque su vida correría peligro.

Los familiares de Iris demostraron una fuerte empatía cuando les conté mi historia con Serena y cómo había pasado de ser un entrenador novato a un Maestro Pokémon para pronto convertirme en un líder de gimnasio de bajo calibre y, luego, perder incluso mi habilidad de vincularme con estos seres transformándome en un simple asistente para un investigador mil veces mejor que yo. Agradecieron mi visita y me despidieron con las manos vacías, pero con ciertas pistas que seguir.

—¿Qué opinas, amigo? —le pregunté al Pikachu sobre mi hombro—, ¿vamos a Ciudad Celeste?

En mi mente, cualquier camino que me acercara a Misty era un camino malo; pero, dadas las circunstancias, no tenía otra opción. No al menos si quería encontrar a Serena. En el mensaje de Iris se podía identificar una estructura cilíndrica y vertical en la ventana del fondo, y vi una luz cruzar más de una vez, por lo que deduzco que se trata de un faro. También escuché el sonido de las campanillas de las bicicletas de aquella tienda que conforma el 90 % de la economía de mi región. Además, las medallas tienen poder; no me extrañaría que el Equipo Rocket estuviera interesado en poseerlas.

Llegué allí a medianoche y Joy fue más amable de lo usual al recibirme, pero luego cambió abruptamente. Dijo que como yo ya era mayorcito, no podía darme una habitación donde durmieran los entrenadores más jóvenes, por eso tuvo la enorme gentileza de ofrecerme compartir la de ella; pero al ver que me negaba, solo bufó como si aquello fuera ofensivo y luego me dijo que tomara el cuarto de lavado y durmiera en una silla. Qué raro, espero no estar causándole problemas.

Dormir en una silla es algo incómodo, pero ya estoy acostumbrado. En un momento se me cruzó llamar a Misty para pedirle asilo; entonces me reí con ganas hasta que me dolió la panza y Pikachu me electrocutó. Luego sí me quedé dormido.

A la mañana siguiente, la enfermera me despertó temprano indicándome que ya podía abandonar la institución. Me dispuse a irme porque creo que estaba muy ajetreada y la incomodaba mi presencia, pero entonces me dijo algo realmente curioso.

—Tú eres Satoshi Ketchum, ¿verdad? —Asentí con calma—. Sí, lo suponía. Qué pena. Bien, hace unos días hay alguien esperándote a las afueras de la ciudad. No me preguntes cómo sabía que vendrías, que yo no soy adivina. Ahora me muero de vergüenza; por favor, lárgate. 

—Me iré, pero ¿quién es esa persona? Y, además, ¿dónde puedo encontrarla?

Mi voz sonaba esperanzada. Tenía la emoción palpitante de pensar que podría ser Serena, aunque estaba preparado para recibir una negativa como respuesta.

—No lo conozco. Solo dejó esta nota, dijo tu nombre y se marchó. Imítalo.

Se retiró diciendo improperios muy maleducados para una señorita tan dulce como ella solía ser en tanto hablaba de algún pobre muchacho al cual calificó con apelativos a la homosexualidad. Ni idea de a quién se refiera, pero ella debería ser más considerada.

Entonces, revisé la nota esperando reconocer la letra, pero no lo hice. Aquellos garabatos apenas me permitían reconocer los caracteres empleados, mucho menos podría identificar al remitente.

«Al otro lado del río que cruza la costa oeste de Ciudad Celeste hay una cueva. Búscame ahí.»

No me gusta poner en duda los mensajes contundentes, por eso me dispuse a buscar a este enigmático acosador cuanto antes para luego reflexionar sobre lo sucedido. La letra era torpemente masculina, eso estaba claro. El hecho de conocer mi posible ubicación demostraba que se trataba de un detective o de alguien relacionado a ese ámbito, y el hecho de que firmara con un nombre en clave también era altamente sospechoso: P.E.D.

Tuve que cruzar el río valiéndome de Greninja ya que el agua parecía poco fiable para mí solo. Enorme y grata fue entonces mi sorpresa cuando al otro lado de la ciudad me encontré a nadie más ni nadie menos que Red, mi viejo rival de pocas palabras. Tal vez leí mal la firma, vaya cosas.

El Entrenador Legendario es un hombre de pocas palabras, por eso no respondió a ninguna de las que le lancé apenas verlo; tan solo me arrojó una especie de disfraz, esperó a que me lo pusiera y se dispuso a caminar dejándome anonadado por un rato antes de resolver seguirlo. Caminamos entre los pastizales y noté que se había echado repelente porque los pokémon salvajes solo me atacaban a mí, aunque bajo esas condiciones no me quedaba otra que huír de todos los combates. Red prosiguió hasta un puente donde un muchacho lo recibió con mala cara y lo desafió a vencerlo prometiéndole un premio tentador si lograba su cometido, y este aceptó sin cruzar palabra. Luego, vino otro entrenador, y Red se corrió para que yo luchara junto a mi pokémon avasallando al pobre novato para que le enviara mis saludos a la amargada Joy. Así, tres entrenadores más sucedieron a los anteriores y, cuando creía que aquello no tendría fin, un muchacho se acercó a nosotros con una sonrisa aterradora y una pepita en su mano extendida en dirección a nosotros.

—Han superado el reto de los cinco fácilmente. Se nota que ustedes son entrenadores muy fuertes. —Dos entrenadores más aparecieron detrás de él: un hombre avejentado con varias cicatrices en el rostro, que era lo único que su traje negro permitía ver, y una chica de cabello rojo y unos ojos azules que destacaban por sobre los demás volviendo su blanco rostro el claro centro de atención—. ¿Qué dicen de unirse a nosotros? 

Con un dejo de nostalgia acariciando su rostro, Red se negó sin emitir palabra y yo imité el gesto aún absorto por todas las cosas inexplicables que estaban ocurriendo. El tipo viejo no se tomó a bien nuestro rechazo, al igual que Joy, y del mismo modo que la enfermera nos quiso mandar a dormir a la silla. Entendí que aquellos tipos eran peligrosos cuando vi que el joven enviaba un Donphan, el ancianito un Swampert y la chica, la cual seguía llamando poderosamente mi atención, un Kirlia shyni que destacaba por sus tonalidades del mismo color que el de los ojos de la muchacha.

«¿Qué me pasa?» medité hacia mis adentros. Serena no solo volvió a ser mi objetivo, ella es mi esposa. No puedo estar mirando a una chica así como si nada, ¿qué clase de persona sería?

Siempre pensé que la primera fidelidad que importa es la fidelidad con uno mismo, y un hombre de palabra no puede fallarle a la mujer a la que le prometió amor eterno. Independientemente de lo que cualquiera diría, sobre si Serena está viva o no, y, en caso de que sí, si realmente quiere volver a verme, yo no puedo fallar a mi palabra porque eso destruiría mi concepto sobre mí mismo. Soy fiel a ella, y a mí, al mantenerme firme en mi decisión de amarla... aunque esa muchacha de pelo rojo me estaba haciendo sentir bastante confunidido.

—Un tipo tierra, uno tierra/agua y un psíquico —puntualizó Red—; y, además, son de los mejores soldados que tiene el Equipo Rocket: tres administradores.

—¡¿Son del Equipo Rocket?! Pero no llevan una R en rojo sobre sus pechos...

—Desde que Silver los comanda, solo llevan un elemento de plata en cualquier lugar. Se han vuelto más difíciles de identificar.

Observé a mis mayores enemigos campantes al desafío, esperando que hiciera mi elección. El Equipo Rocket. Si lograba capturarlos, seguramente daría con Iris; e incluso, quizás, con Serena también.

—Dos de tierra y un psíquico, ¿entiendes cuál es la mejor opción, no Satoshi?

—¡Por supuesto! ¡Pikachu, yo te elijo!

Red me observó como si toda la sangre se le hubiera subido a la cabeza y ya no pudiera procesar lo que estaba aconteciendo.

—¿Tu estrategia es lanzar la primera pokebola que caiga en tus manos, ordenarle a tu Pikachu que haga la cosa más estúpida que se le venga a la mente y esperar que, de algún modo, eso te consiga la victoria, no es verdad?

—¡Usa trueno!

—Ah, ¿para qué pregunto?

El ataque de mi pokémon extrañamente solo afectó a Kirlia. Mientras tanto, la tecnología arcana que suelen llevar los Rocket funcionó sobre Swampert megaevolucionandolo en una forma colosal y poderosa, la cual Red combatió con su Mega Venasaur y un movimiento magistral de Llueve hojas, pero el poder psíquico de Kirlia cometió una locura al lograr desequilibrar al colosal pokémon de un solo golpe.

—Ella es mía —dije con cierta malicia no planificada. ¿Qué me estaba pasando?

Mega Venasaur no tendría problemas contra Donphan y M-Swampert, de modo que Pikachu entabló un uno a uno frente a ese Kirlia en tanto mi propio espíritu se cruzaba contra el de la Administradora Rocket sintiendo en ella una conexión difícil de explicar.

—Es que acaso ella podría ser... —Mi voz salió sola mientras que mis pensamientos completaban esa frase echada a medias con el dulce nombre de Serena. Lo sé, no tenía sentido, ni siquiera se le parecía, pero ¿y si era?

La observé en detalle: Serena no usaría esas ropas entalladas, pero eran parte del uniforme, quizás no tendría opción, aunque el cuerpo de esa chica resaltaba bastante bien con aquel traje. Sus ojos eran parecidos, el resto de su cara estaba cubierto por un barbijo ninja, pero sus gestos no se le parecían... ¿Por qué Serena se uniría al Equipo Rocket en un primer lugar? ¿Por qué habría de oponerse a mí y enfrentarme en una batalla pokémon? 

Una idea fugaz se apoderó de mi cabeza y sin pensarlo mucho regresé a Pikachu y envié en su lugar a otro de los pokémon que había decidido llevar conmigo en aquella ocasión.

—Delphox, yo te elijo.

El pokémon insignia de mi amada hizo acto de presencia y yo me sorprendí al notar que ni Delphox ni la Administradora Rocket se reconocían mutuamente. Me sentí tentado a sacarme el disfraz, pero era en vano. Tenía que aceptar que aquella no era la persona que yo buscaba.

—¡Hipnosis!

—Pantalla de humo.

Delphox llenó el ambiente de una cortina negra que evitó que pudiera ver el movimiento de su rival, permitiéndonos a nosotros atacar con más ganas. En tanto ella buscaba con las habilidades extrasensorias de Kirlia, la llamarada dio de lleno en el pequeño pokémon haciendo que volara con fuertes quemaduras.

—Termínala: Golpe de fuego.

—¡Teletransportación!

La bailarina se posicionó al lado de Delphox para así depositar un sonoro Beso drenaje en su mejilla, recuperando parte de la salud. Esta entrenadora no solo era extremadamente atractiva, debo admitirlo, también sabía lo que hacía; pero ocurre que se interpone en mi camino por recuperar a Iris y a mi esposa, de manera que no pienso tener piedad con ella. Por eso, en mi mano hay una pokebola cargada con un secreto; un pokémon contra el cual ni ella ni nadie podría salir victorioso.




*****

Chicos, ya retiré Iruya de Wattpad. Quienes se hayan quedado con ganas de leerlo, la historia se encuentra en Amazon disponible por solo 3 euros, al igual que todas mis historias originales. En cuanto a los fics de pokémon, ¡disfrútenlos! No los pienso descontinuar ni bajar de la aplicación.

Nos vemos en los capítulos venideros, y gracias por su apoyo.

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