3. Memoria
Serena estaba confundida; había recibido los suficientes sobresaltos en un sólo día como para seguir con la lista antes de dejar de creer que aquello no era un sueño. Al rededor de su mente existían muros infranqueables que la mantenían al resguardo de las amenazas del mundo exterior, y del otro lado El Mostaza enarbolaba un martillo enorme.
—¿De verdad me lo estás proponiendo o sólo lo haces para que me sienta mejor?
Satoshi no vaciló. —Te estoy siendo sincero.
El cuarteto llegando a tensar a todos en el gimnasio, Satoshi perdiendo contra un presumido Gary Oak sin siquiera poder defender su buen nombre, las máscaras y disfraces volando por los aires, Pikachu alcanzando aquella evolución sincronizada en la que tanto habían estado trabajando por primera vez en una batalla oficial para superar las expectativas de sus estudios al derrotar a dos mega evoluciones con unos pocos movimientos, la fiesta, la manta, las estrellas, ellos dos, la proposición. Una vieja ilusión de escenarios y trajes coloridos revoloteó por su mente invitándola a la memoria y al olvido casi a la vez; la vieja Serena luchaba por salir de aquel sitio a donde la había dejado encerrada hace ya mucho tiempo.
Algo en el ambiente se cargó de una energía ambigua donde se entremezclaban la ansiedad por decir que sí y el sentimiento de culpa que tal decisión acarreaba. Debía pensarlo con detenimiento para no acabar por arrepentirse. Los martillazos contra sus muros habían comenzado.
—Si nos vamos de aquí, tu identidad secreta correrá peligro y junto a nuestro anonimato también lo harán las vidas de las personas que amamos.
—Ya lo hacen. Siempre lo hicieron —El azabache inclinó su rostro hasta esconderlo tras la cabellera de la chica que lo observaba como bajo una máscara inexpresiva cuya única función era ocultar el universo de inseguridades que se acrecentaba a cada palabra, otro muro un poco más visible—. Hemos intentado protegernos de todo el peligro hasta acabar por encerrarnos como si fuéramos criminales y olvidamos, en cierta forma, que no lo somos. No nos merecemos esta forma de vida que llevamos tan, pero tan aislados que el sólo hecho de ver a nuestros amigos se convierte en un evento exclusivo y digno de una gran celebración.
Serena reflexionó un poco. El "tum-tum" de aquellas ideas martillando contra sus barreras le resultaba extrañamente familiare.
—No es que no esté de acuerdo contigo, pero en cierta forma todas las personas viven así.
—¿Así cómo?
—Así —dijo como restándole importancia—: encerrados en sus identidades, falsas o verdaderas, por miedo a mostrarse tal como son y que alguien los lastime. A los que no lo acecha el equipo Rocket, esos despreciables que se disfrazan de legalidad y acaban por corromper lo más bello que tiene el mundo, lo hará el Team Storm, los malvados que actúan entre sombras y mensajes ocultos para continuar contaminando cada sesgo de nuestra cultura.
El chico volvió a incorporarse para poder mirarla de frente. —¿Y no te parece que ese es precisamente el problema? —Acarició la miel de su pelo observándola de forma tierna— Cambiemos el mundo para que los que quieren hacer el bien tengan libertad para hacerlo, Serena.
Una cosa era huir de la Isla Canela para cumplir sus sueños como entrenadores pokémon, y otra completamente distinta era lo que le estaba proponiendo Satoshi. Que agrediera sus murallas invitándola a una nueva aventura juntos tenía sentido, pero... ¿destruir los muros de la sociedad? ¿Qué rayos tendría en mente?
—¿Y qué haremos? —cuestionó la muchacha buscando ser de mente abierta, aunque lentamente un "no" se asomaba a sus labios más guiado por el miedo que por la razón.
—Si nos quedamos encerrados siempre esperaremos a que ocurra un movimiento de esos malvados para poder atacarlos, y así se nos irán los años. Soy muy feliz contigo aquí, pero esto no es lo que ambos deseamos, ¿o sí?
—No realmente —se animó aceptar permitiendo que el martillo resquebrajara su diana.
—Pues bien, salgamos a cazarlos; cuando nosotros dejemos la madriguera, ellos también lo harán.
Lo que Satoshi proponía era osado; osado y estúpido, pero así era él. Se aferró a sus hombros con más fuerza esperando por primera vez haberse equivocado, que todo aquello de verdad fuera un extracto onírico de su subconsciente, y que al aumentar la fuerza con la que atrapaba la espalda de su entrenador favorito entre sus manos, el mundo se sacudiera y se despertara de nuevo en la mañana de su cumpleaños para trabajar silente en el hotel, jugar con los pokémon buscando sincronizarse lejos de las batallas tal como le había ocurrido a Satoshi la primera vez que lograron una fusión perfecta y que nada de esto fuera real. Pero por más que lo intentaba, el mundo seguía igual. Lo único que cambió de color fue Satoshi que casi se puso violeta cuando el abrazo de la de los ojos azules le ciñó el cuello.
—¡Ay mi príncipe azul!, ¿estás bien?
El azabache tosió meciendo la cabeza de arriba a abajo a manera de respuesta. Ella acarició su mejilla observando como regresaba a su color.
—No quiero que creas que esto es una obligación —aclaró él con la voz carrasposa—, sólo te pido que recuerdes cuando andábamos por Kalos y tú soñabas con ser artista, yo con ser un maestro, y en cada pueblo que encontrábamos una injusticia hacíamos todo lo que estaba a nuestro alcance para resolver cualquier agravio.
—Esos eramos los nosotros del pasado, cambiamos. El mundo también cambió.
—También quiero que recuerdes que el mundo nos necesita ahora tanto como nos necesitó en ese entonces.
Y de repente, uno de los muros que encerraban a Serena comenzó a ceder, y detrás de la pared el Satoshi que no se cansaba de martillar portaba una sonrisa de confianza que la hizo sentir tranquila. El mundo, aquel lugar misterioso y encantador que nunca podría haber conocido si se hubiera quedado con su madre entrenando Rhyhorns en pueblo Boceto, si bien en algún momento la asustó por considerarlo inmenso y peligroso, ahora la necesitaba a ella puesto que gente aún más peligrosa pretendía adueñarse de él para explotarlo con cosas malas.
A veces la memoria es un escape, un sitio donde nos refugiamos cuando el presente se pone tenso. Otras veces es una tortura y algunas personas eligen atarse a ella porque de tanto habitar un pozo oscuro acaban por tener miedo de arriesgarse a lo desconocido y cada vez que logran salir, ellas solas cavan un pozo más profundo y más oscuro que el anterior a fin de no tener que abandonar su zona de confort. Serena no sabía en qué punto se había desarmado. Lo cierto era que viendo las grietas creadas por Satoshi podía vislumbrar que se colaba una luz anaranjada y encantadora que la invitaba a recuperar el calor perdido. Si el mundo la necesitaba, ella iría. Quedarse ahí encerrada era lindo, cómodo, seguro; pero no era su lugar.
—De acuerdo, iremos.
—¿Estás segura?, ¿vendrás? —El chico se había sorprendido tanto que hasta erró la frase sin ser esa su voluntad— Es decir, ¿iremos?
—Sí —repuso ella aún sin mucha consciencia de lo que estaba haciendo—. Hace un rato dijiste que hasta en dirección equivocada lo tuyo era ir conmigo y acompañarme. Ya sé que habías planeado todo, no te tenía por un manipulador, pero lo cierto es que tu lugar es a mi lado. A donde tú vayas yo voy.
—De acuerdo...
—De acuerdo.
Una luz titilante desde la ventana del cuarto de Delia les indicó que ya habían sido descubiertos y que de no irse a dormir cada uno a sus piezas, ella estaría acercándose a compartir la velada en un parpadeo.
—Entonces... saldremos de aventura —reflexionó el fanático de los viajecitos cobrando emoción con cada sílaba.
—Así parece —repuso la damita sin la misma emoción que su novio, aunque paulatinamente una sonrisa se iba dibujando en su rostro en tanto imaginaba las posibilidades—. Esta idea no suena nada mal después de todo.
—¡Debemos avisarle a los demás! Con un poco de suerte, quizás Citron quiera acompañarnos.
—¡Satoshi, espera! —Lo sujetó de la mano justo a tiempo antes de que se le escapara—, ¿y si mejor vamos los dos solos? Nunca tuvimos oportunidad de pasar un tiempo así, ¿no crees que podríamos divertirnos más?
—Claro que no, Serena, todos saben que viajar con amigos es más divertido. Ahora vuelvo, le diré a Gary por si él también quiere venir.
Y así, sin haber captado el mensaje, se alejó al trote el inconsciente. La chica respiró pausada tratando de asimilar las ideas. "Creo que entiendo un poco más a todas las chicas que friendzoneó, aunque no sea ese el caso" se dijo a sí misma entre suspiros al tiempo que Delia Ketchum se acercaba a conversar. Un par de palabras bastaron para que la madre de Satoshi comprendiera la importancia de la misión que se habían planteado, y contra toda esperanza, ella lo aceptó lo inminente de sus partidas.
—Creo que es algo que ustedes necesitan... que todos necesitamos. Él siempre tuvo un corazón de viajero, de ropa sucia y ligas que ganar, en cuanto a ti... —Los ojos maternales de la mujer se humedecieron al mirar de frente a Serena— Ya sé que es horrible que lo diga en voz alta, pero estoy acostumbrada a que Satoshi se vaya. No sé si me resultará igual de sencillo verte partir a ti, Serena. No seré tu madre, pero aprendí a quererte como una.
La pelimiel hundió el rostro en el pecho de la dama que la observaba conteniendo las lágrimas y tras pasarle la manta para que se resguardara del frío le prometió que todo estaría bien, que ellos dos se cuidarían mutuamente para poder volver algún día con sus sueños cumplidos.
El cuarteto que había arribado ese día llegó donde las mujeres esperaban acompañados de Satoshi, Jessie, James y Meowth para unirse alegres a la noticia del nuevo viaje de sus queridos compañeros. Allá afuera mucha gente los esperaba, y todos ellos estarían felices de enterarse que sus buenos amigos habían regresado.
—Iremos a los performances, Serena competirá en cada uno con identidades falsas e iremos dejando algunas huellas de nuestra presencia en cada lugar que visitemos —compartió el azabache—, así guiaremos al equipo Rocket a un punto en específico donde ellos creerán que pueden atraparnos, y allí la policía los estará esperando.
—Momento —lo frenó Citron—, ¿eso quiere decir que competirás de nuevo en la liga Kalos?
—No, yo no pienso competir. Esto se trata sobre el sueño de Serena.
—Vaya, ¡qué romántico! —exclamó Erika causando que Gary estallara en gestos para indicarle a su primer rival que no siguiera con las cursilerías o él tendría que pagar las deudas de romance pendiente.
—La medida de un hombre es qué tan lejos se atreve a llegar para hacer feliz a su mujer —fulminó Satoshi sabiendo que con eso había zanjado dos tumbas. En eso, Serena agregó.
—Muy bien, iremos todos en grupo y así será más seguro —Pero la felicidad se le deshizo en los labios cuando vio a Citron abrazar a Dawn para juntos decir.
—Lo siento, pero nosotros no podemos ir con ustedes.
Casi incrédulos, la pareja de sirvientes del hotel de Isla Canela cuestionó con una inmensa tristeza y perplejidad en la voz.
—¿Por qué?
—Porque tenemos otros planes que atender, y llevan cierta urgencia —respondió la dama del cabello azul para luego estirar su mano izquierda mostrando en ella un hermoso anillo que mezclaba platino y oro para formar el rostro de un Piplup blanco en donde debería ir la incrustación—. Satoshi, Serena, Citron y yo nos vamos a casar.
Cualquiera hubiera esperado que los más emocionados hubieran sido los mencionados, pero en su lugar Erika estalló con tal alegría que cualquiera hubiera pensado que se lo estaban proponiendo a ella.
Para cortar el ambiente, Gary bromeó. —Oigan, ¿y para qué esperar? Satoshi es virgen, él puede ser sacerdote según su religión.
A lo que el azabache reaccionó echando vahos de humo por las orejas.
—¡Para ser sacerdote tienes que estudiar, genio! —Serena palmeó su espalda para que se calmara y dejara de gritar— Bueno, de todas maneras, si quieren una ceremonia muy bonita en medio de una isla como lo es esta, tengo un amigo que la podría auspiciar.
—Gracias Satoshi, pero pensábamos en algo de otro estilo...
—Oh, claro: Citron al ser inventor no debe tener mucha afinidad por las religiones.
—Por la tuya no. Yo sólo respeto al señor Arceus.
—¡Yo podría capturar a tu dios con una pokebola!
—¡Justo tú capturando un legendario? No me hagas reír.
Los amigos se miraron con gesto desafiante y luego carcajearon divertidos en tanto afirmaban mutuamente "sabes que sólo estoy bromeando", e intercambiaron sentidos abrazos de compañerismo.
La mañana siguiente los recibió con los bolsos ya armados y con un par de lágrimas en los ojos. Dawn y su prometido regresarían a su hogar a planear la boda con la certeza de que al finalizar los preparativos volverían a ver a sus amigos; Serena y Satoshi abandonarían el hotel dejando todo en las hábiles manos de Jessie, James, Meowth, Delia y unos cuantos pokémon más, a sabiendas que estarían bien, no habría nada que lamentar; en cuanto a Gary y Erika, ellos no se perderían la oportunidad de aprender ese poder de las evoluciones sincronizadas. Su lugar era junto a Satoshi.
—Gary... —Lo llamó la mamá de Satoshi justo antes de que montaran el yate de la familia Oak en el que llegarían a Kalos—, no te olvides de nuestro acuerdo.
—No se preocupe, señora Ketchum, no los voy a dejar ni un segundo a solas.
La cara de Serena enrojeció como un tomate al tiempo que soltaban las amarras del medio de transporte marítimo que los había llegado a buscar. Tendrían unos días para planear sus próximos movimientos en una tierra que ya había sido tomada por ambas agrupaciones, un lugar oscuro para algunos, pero lleno de esperanzas para otros. En aquel lugar su nueva aventura iniciaría.
—¿Y eso? —preguntó Satoshi al ver a un ave enorme esconderse tras una nube.
—¿Qué ocurre? —cuestionó su novia sorprendida.
—Nada —mintió—, sólo es mi imaginación...
***
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