20. Perdón
Han pasado varios días desde el último adiós de Gary a su prometida, y aunque pudo aprender a disimular las ganas de no estar ahí cuando los otros sonreían, el dolor, la cólera y esa sensación de incomprensión aún no saben hacerse de lado.
—Es aquí —susurró Serena frente a la entrada de un pueblo repleto de piedras enormes—. Por fin hemos llegado.
—Este lugar me trae nostalgias —admitió el Azabache observando desde la lejanía el Pueblo Crómlech con gesto aniñado—. Recuerdo cuando vinimos junto a Korrina creyendo que encontraríamos una mega piedra en las tiendas de recuerdos.
Observaron a Gary para ver si hacía algún chiste molesto esperando ver si la tristeza aún le permitía hacerse de comentarios sarcásticos o no, pero tras un breve silencio el castaño arqueó una ceja y dijo mirando a la pareja.
—De Satoshi me lo esperaría, pero tú, Serena... Haré de cuentas que sólo le estabas siguiendo la corriente.
Luna, ignorando el comentario de su nuevo sensei se atrevió a preguntar.
—¿Y la consiguieron?
Un gesto discreto de la mano de Lillie bastó para que la pequeña comprendiera que había sido una mala pregunta, y sin perder tiempo en explicaciones se adentraron al lugar del mapa donde Yurika les había dicho que podrían encontrar a Yveltal.
Era un lugar raro aquel que ahora pisaban, uno con un pasado por demás aterrador. Cuando A.Z. desarrolló la máquina definitiva, fue ese pueblo el lugar decidido para echarla a andar, destruyendo precisamente desde ese sitio gran parte de la vida sobre la tierra en un abrir y cerrar de ojos. Años —quizás milenios— más adelante, Lysson intentaría repetir la maniobra liberando desde la guarida del Team Flare, situada al noreste del pueblo, el fósil que amenazara con arrasar la superficie del planeta al colisionar con el lejano monolito, situación impedida por nuestro héroes. Ahora, aun en tiempos de paz, el pokémon del caos decidía posarse sobre aquel terreno tantas veces maldecido por las terribles acciones planteadas para realizarse en él. No tenía remedio, definitivamente Pueblo Crómlech era un lugar que no podía salvarse de su historia de atrocidades.
Caminaron bordeando la periferia hasta dar con un sendero que les permitiera adentrarse una vez más en aquellas construcciones donde habían encontrado la mega piedra, y se afanaron con más fuerza en su nueva búsqueda enterrándose en la montaña, escalando nuevas pendientes, transitando nuevos caminos, recorriendo con la vista terrenos rocosos cubiertos de musgo y maleza, de insectos y reptiles, de sensaciones de abandonos y nostalgias.
Antes de llegar a la cima, desde esa altura, pudieron notar que Pueblo Crómlech se veía pequeño, pero imponente. Por el conflicto de hace unos años había sido destruido casi en su totalidad, mas sus habitantes se encargaron de volver a reanimarlo: pusieron los menhires en su lugar, reconstruyeron sus casas, sus vidas, tomaron provecho de aquella catástrofe para desarrollar el turismo en base a las historias de terror que surgieron con las actividades ocultas de los científicos del equipo Flare y con ello el sitio se llenó de vida, convirtiéndose en algo más que una simple cuna de rocas y viajeros curiosos. Satoshi suspiró.
—Tal vez incluso este lugar maldito pueda tener segundas oportunidades después de todo —dijo para sus adentros respirando con dificultad el aire puro de las alturas, y aunque pretendió decir aquello en un susurro, Lillie lo oyó.
—Las segundas oportunidades existen; todos las tenemos, pero son un error.
—¿Disculpa? —El Azabache notó cierto resentimiento en la voz de la albina, motivo que lo preocupó.
—Eh... Eso que dijiste sobre las segundas oportunidades. Pienso que son un error.
No había tenido gran interés en conocer los detalles de la vida privada de esa chica; francamente no estaba seguro de haber conversado antes con ella, pero aquella repentina intromisión le había despertado la curiosidad.
—Bueno, todos fallamos, ¿no?, ¡somos humanos! Por eso las segundas oportunidades no sólo son importantes, son necesarias para poder convivir en paz con cualquiera.
—Las personas fallan porque son malas: no les interesa cuidar a los demás, eso de ser humanos es una excusa; pero nosotros los perdonamos sabiendo que nos volverán a fallar como la primera vez a pesar de sus malas excusas. Yo también lo hago. Será que en el fondo sabemos que somos tontos y no nos molesta.
—¿A qué te refieres?
—Yo...
La actitud de Lillie era rara. Ella entera era rara, pero ahora más que antes. Satoshi no solía cuestionar mucho sobre el pasado de las personas que viajaban con él, sin embargo ella urgía traer el tema a colisión. Algo le estaba pasando...
—La familia de Lillie no es precisamente la más funcional, y a ella le cuesta mucho perdonar ciertas cosas que le hicieron —puntualizó Luna sin remordimiento en su voz.
—¡¡Luni!! —La albina estaba consternada.
—No le hagas caso —repuso la morena—, ella trata de parecer dura sugiriendo que nunca perdona ni da segundas oportunidades, pero de ser así no me volvería a hablar después de que acabo de revelar un secreto su familia, ¿o no? Pero Lillie es buena, sólo que usa esa rudeza fingida para no parecer vulnerable.
—Oh...
Satoshi sonrió hacia el par de alolianas, mas la del vestido blanco avanzó por delante ofuscada. Lo que ella no sabía, y probablemente no me lo creería ni a mí que escribo este fic si se lo dijera, es que el moreno también había tenido una historia difícil de abandono familiar. Él sabía entender un corazón abandonado.
—Déjala, ya se le pasará. —Luna sentía que debía disculparse por actitudes ajenas.
—Ustedes dos se llevan muy bien, ¿no es verdad? —respondió el entrenador del Pikachu para cambiar de tema.
—Oh, así que ya lo has notado...
—¿Notar qué?
—¡Nada, nada! No me hagas caso.
Caminaron en silencio observando las piedras hablar del pasado: marcas de impacto de guerras anteriores que la erosión del tiempo no supo borrar. El viento al correr corroe la piedra, al igual que lo hace la lluvia al precipitar, pero estas piedras... sus aristas no habían sido del todo limadas, aún perduraba en ellas las ataduras del pasado tortuoso conque el Team Flare las supo marcar.
A veces los corazones, como las piedras, se endurecen tanto que en lugar de carne se convierten en algo inquebrantable. Harían falta miles de lágrimas lloviendo sobre ellos para poder ablandarlos.
Gary, mientras tanto, contenía en su pecho una emoción que nunca antes había experimentado: deseos de ceder. Él quería abandonar, reconocerse abatido. Había mucha magia a su al rededor, pero dentro suyo sólo reconocía la culpa y la añoranza. Gary no creía que Pueblo Crómlech fuera una tierra tan maldita por albergar a Yveltal como sí lo era por ser pisada por sus zapatos de investigador. «Supongo que traigo la mala suerte a quienes desean estar cerca mío» se dijo en silencio pensando en qué habría sido de haber desistido de aquella búsqueda por el fenómeno lazo y dedicarse a cuidar los parques nacionales como Erika había pensado antes de pasar tanto tiempo con él.
—¡Estamos cerca!, ya puedo sentirlo —anunció Serena apurando el paso. El resto del grupo la siguió.
—Oye, Satoshi —dijo Gary aprovechando que la Pelimiel no los oía—, ¿por qué dejas que haga esto? Sabes que Yveltal es demasiado peligroso, incluso diría que Serena está mejor sin él cerca, y hasta la hace enloquecer de a poco cada vez que se sincronizan. ¿Por qué dejas que tu novia se arriesgue así?
El Azabache lo miró confunidido.
—¿Dejar? Yo no puedo decirle que no lo haga, es su decisión. Cuidaré de ella tanto como pueda, pero no por eso pienso robarle su libertad.
—¿Libertad para autolesionarse? ¿Sabes lo tonto que suena eso?
—Sí... Sé que me puedo equivocar en esto, pero debo respetar sus decisiones, ¿no? —El castaño se encogió de hombros—. Confío en Serena, sé que hace todo con buenas intensiones y que es fuerte. Ella puede con esto.
—Yo pensaba lo mismo de Erika —dejó salir Oak aumentando la velocidad de sus pasos para dejar a Satoshi atrás—, mira como me resultó.
Con las palabras picándole los labios, lord Mostaza se tragó su orgullo y dejó que su amigo de la infancia se escapara llevándose la razón consigo en aquella discusión sin sentido. En el fondo entendía que Gary estaba herido y que eso nos enseña a ser más precavidos, aunque a veces exageremos en dicha acción.
Siguieron a Serena hacia una gruta con paso acelerado, casi corriendo, y se adentraron en ella sin prestar atención a donde pisaban. Lillie casi muere en más de una ocasión, pero a la Pelimiel nada le importó, sólo reencontrarse con su amigo el cual debía sentirse solo. Yveltal conocía ese sentimiento y era Serena la responsable de que jamás lo volviera a experimentar. Creyeron que encontrarían al ave pero una luz surcó su camino antes de llegar a destino y al impactar contra la pared varios pedruzcos cayeron cerrándoles el paso.
—¡Qué fue eso? —gritaron en conjunto. Una voz conocida por Satoshi les contestó desde la cercanía.
—Parece que se perdieron durante su aventura, señores. Bueno, eligieron un mal lugar para hacerlo.
—Sylver... —dijo el Mostaza.
—Entréguenme sus pokémon y nadie saldrá herido.
—¡Jamás! —No podían creer lo que estaba pasando: el equipo Rocket los había estado persiguiendo por años, pero ahora el mismísimo hijo de Giovanni venía a imponerles el robo de sus pokémon. Como si contara con el poder para hacerlo. Serena y Satoshi sabían que a lo largo de estos cuatro años se habían vuelto mucho más fuertes, pero al ver que una veintena de entrenadores salían detrás del pelirrojo las dudas comenzaron a aflorar.
Se abrieron las pokebolas, pokémon de todas las generaciones aparecieron frente al grupo y Lunita fue la primera en salir a la carga con su equipo a toda ferocidad. Los demás la siguieron preocupados por el panorama. Lillie se quedó atrás.
Rápidamente la pareja de enamorados trenzó sus manos para darle a Pikachu el poder de su último estado, donde el vínculo con Satoshi y Serena y a su vez entre ellos mismos le confería una nueva apariencia y un poder más allá del de los mismísimos legendarios con el cual pudo frenar a más de diez mega evoluciones que arremetían contra ellos con gran violencia. Luna se sorprendió al ver al Venasaur de Erika pelear de la mano del viudo de dicha mujer, pero lo aceptó como algo natural. Pokémon y entrenador compartían el mismo dolor, difícilmente les costaría latir en un mismo compás.
El movimiento Z de Decidueye tomó por sorpresa al equipo Rocket lanzando a volar a sus pokémon más molestos para así despejar campo al Pikachu poseído por su propio espíritu de pelea unido en sincronía con los de sus dos entrenadores al mismo tiempo. Mega Blastoise barrió el suelo con quien se atreviera a ponérsele en frente, pero una descarga eléctrica proveniente del Mega Alakazam de Sylver por poco lo debilita. Era un pokémon realmente poderoso.
Decidueye quiso ayudar al sensei de su entrenadora y Mega Alakazam demostró una vez más que su variedad de habilidades era imposible de confrontar atinando una poderosa Bola de Sombras justo sobre el pájaro muerto para dejarlo fuera de combate. Toxaped buscó envenenar al pokémon que acababa de debilitar a uno de sus compañeros de equipo y recibió un Puño Trueno a cambio. Luna comenzó a preocuparse, su equipo se había reducido a la mitad.
Gary, por su parte, no pasaba por un mejor momento: Blastoise había regresado a su forma base cayendo junto al Electivire que trataba de protegerlo; una horda de Crobats mantenía entretenido a Umbreon mientras que Venasaur y Fearrow rodeaban a un Victreebel que se desesperaba por cargar su mortífero Rayo solar.
Las lágrimas amenazaban con brotar por los ojos del entrenador, pero él se resistía con orgullo. «Si tan sólo hubiera estado ahí para ella». Gary jamás podría perdonarse por las cosas que no podría haber hecho.
El poderoso Delphox mantenía a un Rhyperior ocupado en tanto Charizard daba cátedra de dominio y habilidad lanzando cataratas de fuego abrasador desde las alturas para tomar desprevenidos a sus adversarios. Más oponentes llegaron y el Rayo Solar barrió con algunos de ellos, pero su sólo poder no fue suficiente. Los chicos comenzaron a notar que estaban siendo superados y el pánico los invitó a huir, mas el deseo de reencontrarse con su amigo hizo de Serena la guerrera que motivara el valor en los demás.
—Nunca te rindas hasta el final, ¿o no, Satoshi?
Su novio asintió, pero en su interior la duda crecía en la medida que lo hacían las filas de sus adversarios. Eran el equipo Rocket después de todo: no Jessie, James y Meowth; no los renegados con los que había estado trabajando Sylver hasta hace poco; no un grupo sesgado en particular; eran el equipo Rocket llegando a capturar al enemigo número uno con todo el esplendor de sus fuerzas guiados por el hijo de su líder. Probablemente Giovanni llegaría en cualquier momento junto a su bestial pokémon, ¿qué demonios hacían perdiendo el tiempo ahí? Ante la mirada atónita de Satoshi, Charizard cayó.
—Creo que sólo hay una manera —dijo a su novia señalando con la mirada al pokémon más poderoso de su equipo, mas la pelimiel ensordeció a las razones al notar su intensión.
—¡Olvídalo! Sabes que tu corazón no lo resistirá, es demasiado.
—A la campeona de Alola, Luna, ya no le quedan pokémon; al campeón de Kanto, Gary, sólo le queda un Victreebel y un Umbreon, tú sólo llevas a Delphox en pié; mientras que ellos parecen un ejército delante de nosotros. ¿Qué otra opción tenemos antes de que llegue Mewthree y acabe con lo que quede de nuestro equipo? ¿Qué otra manera tengo de protegerte?
—Satoshi, por lo que más quieras, ¡no!
El Azabache la observo con ternura, pero también con preocupación. Tal vez Gary tuviera razón en eso de que debía preocuparse más por el bienestar de Serena y prohibirle que siguiera en contacto con Yveltal... después de todo, ella estaba haciendo eso mismo ahora.
Y es que a veces los corazones, como las piedras, se endurecen tanto que en lugar de carne se vuelven algo inquebrantable. Harían falta miles de millones de corrientes de pensamientos nuevos como un vendaval de ideas para poder ablandarlos. Y las ideas que sus amigos le daban... Es que uno solo no puede pensar tanto.
Soltó la mano que sujetaba a su amada, levantó la otra, sintió el poder brotar desde su corazón hasta alcanzar el de Greninja y nuevamente aquella fusión que lo llenara a él mismo de la energía del lazo que lo unía a sus pokémon convirtiéndolo en un ente etéreo, algo apenas parecido a la materia cuya existencia oscilaba entre la vida y la muerte se hizo presente.
El poder de enlazarse con Pikachu, Serena y Greninja al mismo tiempo era enorme. Ambos pokémon salieron disparados destrozando con el roce de sus extremidades a cualquier adversario que se parara en su camino. El ejército de enemigos menguó sus filas a velocidades vertiginosas, pero, como diría el tío Ben en Spiderman: «Un gran poder conlleva una gran responsabilidad», y así como fue de salvaje la velocidad a la que sus enemigos perdían la consciencia, acelerado también fue el ritmo en que su débil corazón debio soportar aquella carga. Satoshi, el centro de todos los vínculos por estar conectado a su vez con Serena, Pikachu y Greninja al mismo tiempo, no lo pudo resistir mucho más y ante el grito agudo de su amada cayó directo a los brazos de Serena para dar por terminada su participación en la pelea, como así también la de sus pokémon. Sin el azabache ni su poderoso pikachu todo estaba perdido.
El equipo de nuestros héroes se agrupó en el medio para protegerse las espaldas, pero sus enemigos eran infinitos y la batalla no parecía tener un desenlace posible fuera de su inminente derrota. Una vez más Pueblo Crómlech sería el escenario de una catástrofe digna de mención en cualquier libro de historia: tres campeones caídos y un amor que no volvería a ver la luz del día. De verdad aquel lugar estaba maldito para toda la eternidad.
Todo estaba perdido hasta que de pronto, un estruendo vino a despertar la curiosidad de todos los allí presentes al tiempo que una nube de polvo salía despedida desde las piedras con las que Sylver había sellado la salida, y la figura negra y roja que tanto habían estado esperando se hizo presente soltando un alarido de cólera que pusiera a temblar al ejército del equipo Rocket. Yveltal oyó desde la lejanía el grito de su única amiga y, pese a saber que la situación era peligrosa, acudió en su rescate sin pensar en las consecuencias para sí mismo.
Serena se sintió culpable, sabía que había abandonado al ave a mitad de una batalla, pero es que no le quedaba otra alternativa. Yveltal podía culparla, pero en lugar de eso acudía en su rescate en una situación como esa... Curiosamente, el ave del caos sí sabía perdonar.
—¿Qué ocurrió? —preguntó Satoshi despertándose con apenas un hilo de voz—. Oh, no...
—Tranquilo, no hará falta que me sincronice con él.
—¡Serena...!
—Lo sé; el réquiem.
Gary los miró sin comprender, y ante su mirada incrédula Satoshi y Serena comenzaron a rezar. Las palabras que salieron de sus bocas fueron escalofriantes incluso para los miembros de su propio equipo.
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—Ten piedad de sus almas, Señor... —Yveltal comenzó a atrapar con sus patas y arrojar lejos a los pokémon que intentaban derribarlo con sus ataques, reservándose su Ala Mortífera para los enemigos más poderosos—. Liberálos, Señor, del descanso eterno preparándoles un lugar junto a nosotros el día de la resurrección. En este terrible día, en este día... —Elevó hasta una altura temeraria al Rhyperior que tanto trabajo le había dado a Delphox dejándolo caer, aplastó con su cuerpo todos los Crobat que habían incomodado a Umbreon y rugió con un vozarrón impresionante—, cuando los cielos y la tierra desaparezcan, cuando vengas a juzgar al mundo por tu fuego —Las fuerzas del equipo Rocket suplicaban piedad e Yveltal tuvo compasión de quienes huían despavoridos, mas a aquellos que osaban desafiar la magnificencia que imponía su presencia sólo el olvido les podía esperar—, me sostendré de tu mano y, trémulo, aceptaré tu juicio sobre nosotros.
La oración continuó, pero el ataque de Yveltal no. Los miembros que quedaban de pié habían huido, ya no había razón para pelear.
—Los venció a todos —susurró Lillie consternada por lo que acababa de ver. no era la primera vez, pero en aquella ocasión estaba tan concentrada en huir que por poco no relacionaba aquello con la realidad. El poder de Yveltal era aterrador.
—Y deja que la luz perpetua brille sobre ellos, amén —cerraron los enamorados—. Satoshi —suplicó Serena.
—Aún no —respondió aquel.
El pokémon del caos regresó a su pokebola y todos huyeron de la cueva esperando no volver a encontrarse a los integrantes de ese equipo jamás en tanto más de uno agradecía haber salido enteros y, en el caso de Gary, también alucinaba con las cosas que les habrían sucedido si llegaban a ser capturados por esos malhechores.
Cuando estuvieron a suficiente distancia se detuvieron a tomar aire después de tanta corrida y la rubia increpó al azabache con un planteamiento que éste jamás hubiera esperado de su parte.
—Dijiste creer en segundas oportunidades, Ketchum, pero les quitaste a ellos toda posibilidad.
—¿A qué te refieres?
—Tú formaste parte de la muerte de muchos entrenadores y pokémon, ¿cómo puedes vivir con eso? ¿Acaso no sientes culpa por lo que hiciste?
Porque a veces los corazones, como las piedras, se endurecen tanto que en lugar de carne se vuelven algo inquebrantable. Incluso haría falta una nueva vida vivida dos veces para poder ablandarlos. Y Lillie después de haber sido rechazada por su propia familia por lo que sentía por Luna no quería creer en las segundas oportunidades.
—La culpa es el sentimiento que nace a partir de no poder perdonarnos. La sentimos todos, sí, pero quedarnos sólo con la culpa no soluciona nada.
—¿Solucionar? Están muertos, ¡¿cómo piensas solucionar eso?! ¡Es obvio que vas a sentir culpa!
—La culpa nos lleva a remendar el mal, así que es muy importante —opinó Serena—, pero nosotros no hicimos esto sin un plan previo.
—¿Un plan? —Luna también parecía estar interesada.
—Dime, campeona, ¿acaso me viste usar mis seis pokémon?
La morena comenzó a contar con sus dedos: estaba el Charizard que nunca mega evolucionó durante la batalla, el Greninja que sí lo había hecho o algo parecido, Pikachu que se fusionó con los dos y fue épico, ese Caterpie que por algún motivo insistía en llevar en su equipo y quizás el Moltres que una vez había sacado de su pokebola, aunque esa vez dijo que no quería que el equipo Rocket supiera que él lo llevaba, pero... esos sólo eran cinco. ¿Y el sexto?
Satoshi tomó su sexta pokebola, la lanzó al aire y de su interior no salió un pokémon, tan solo un capullo.
—¿Qué es eso? —cuestionó Lillie observándolo con detenimiento. De pronto sus ojos se abrieron como dos pelotas de ping pong—. ¿Acaso eso es?
—Por favor, sé que te lo pedí hace poco y que te lleva una enorme cantidad de energía, pero necesitamos que nos prestes tu poder una vez más. ¡Si crees que es lo correcto, revívelos, Xerneas!
Un destello de luz deslumbró a los allí presentes mientras que del interior del capullo el colosal ciervo se hizo presente y liberó en una onda de poder el milagro de la vida que bien sabía salir de su interior. Todos quedaron maravillados en la medida que el pokémon legendario de Kalos regresaba a su forma anterior para descansar tras el enorme esfuerzo que había realizado. Su petición había sido escuchada.
—No está bien hacer el mal sólo por saber que podrás remediarlo, pero era la única cosa que nos quedaba —dijo Serena a una Lillie paralizada por la impresión.
—De hecho —acotó Satoshi—, los pokémon revividos ahora son libres de sus entrenadores. Aquellos que decidieron arriesgar a sus compañeros sin importarles que perdieran sus vidas los perdieron para siempre, pero no por la muerte sino por la nueva vida que Xerneas les quiso dar.
—¡Un momento! —bramó Lunita—, si Xerneas puede revivir a los muertos, ¿entonces por qué no lo usaste para revivir a Erika?
Dos pares de ojos miraron acusatoriamente a Satoshi en tanto las alolianas repudiaban la actitud del entrenador del Pikachu para con su mejor amigo, pero éste se apuró a aclarar.
—Luna, aprende esta lección —dijo Gary con voz autoritaria para no evidenciar el dolor habitando sus palabras—: no somos ni nunca seremos dueños de la vida y de la muerte. Eso nos convertiría en dioses y no estamos listos para serlo. Xerneas sólo revive a los que son necesarios para el ecosistema; él es responsable de decidir quienes sí y quienes no, como así también es lo suficientemente sabio para diferenciarlos. Erika era una ambientalista, sí, y yo la amaba lo suficiente como para entender que no soy dueño de su vida ni de su muerte. Dejarla descansar y seguir con mi vida es lo que ella hubiera querido.
—Sí, pero... —Lillie tocó su hombro y la morena supo entender que no era momento para alegar nada.
Porque al toparnos con el dolor nos encontramos con muchos demonios: culpas, miedos, odios, depresión; y ni la vida ni la muerte podrían solucionarlos. Sólo existe un ángel guardián capaz de llevarnos de nuevo al camino correcto para sanar nuestro corazón: el perdón.
Perdonar a los que nos hirieron porque no podemos vivir odiando sin envenenarnos.
Perdonarnos a nosotros mismos porque aunque nos cueste admitirlo, no somos perfectos y podemos equivocarnos.
Perdonar a nuestros seres queridos como así también a Dios por las cosas que hicimos y de las cuales los culpamos sin merecerlo.
Porque en el perdón somos libres, y en el dolor somos esclavos.
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NA: Bueno chicos, hasta acá este capítulo. Perdón por el retraso, estuve muy ocupado últimamente (jugando al Candy Crush) y bueno... Capítulo largo para compensar.
Espero lo hayan disfrutado mucho ♥ Dejen sus comentarios y votos para que la historia pueda subir en el ranking y así llegue a más gente (cualquier carita o "jaja" viene bárbaro). ¡Un saludo!
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