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2. Sueños


Cuando era niño, Gary quería ser el más grande entrenador pokémon de su era. Crecer le enseñó que sólo uno podría ser el mejor, que miles —quizás millones— soñaban lo mismo, y lo intentarían con cada sístole y cada diástole de su ser. Un juego de probabilidades le hizo creer que cumplir con aquella ilusión infantil no dejaba de ser un simple capricho, algo que no podía concederse.

—¡Blastoise, mega evoluciona!

—¡Tú también, Venasaur!

A veces las probabilidades le ganan a los sueños, y aquello que nos parece difícil pasa en algún punto de nuestra adolescencia —ya sea por decisión propia o por consejo de algún frustrado aparte— a resultarnos imposible. Quizás debido a eso esta batalla no era un juego. No lo había sido la última vez para Erika, cuando un simple Pikachu pudo contra su mejor pokémon y no lo sería ahora, sin importar lo difícil o hasta irracional que resultara imaginar a un roedor de esa talla dándole pelea a un dúo de contrincantes mega evolucionados, porque creer en el anhelo de ser una gran líder, o quizás un gran entrenador, hijo y nieto de una larga estirpe de gloriosos entrenadores pokémon, valía poco cuando un simple campesino, hijo de la posadera del pueblo, llegaba a los más altos sitios en la liga humillando y hasta ofendiendo a aquellos que se quedaron sumidos entre suspiros irresueltos.

El pelirrojo removió la peluca que había estado portando mientras que la chica que lo acompañaba, ahora exhibiendo un vientre plano, también se quitaba con soltura la serie de adornos que les permitían evitar ser reconocidos aun por sus más antiguos compañeros: era Satoshi y Serena... Siempre lo fueron.

Mega Venasaur cubrió de lianas el campo ígneo en tanto Mega Blastoise intentaba usar toda su velocidad para atrapar al roedor, pero Pikachu no se dejó tomar desprevenido y con mucha precisión se abrió paso entre los obstáculos vegetales para poder esgrimar su cola endurecida como el acero, y con ella obligar a retroceder a las dos formas finales.

Gary estaba emocionado; por fin tenía la batalla que tanto había buscado. —¡Sabía que eras tú, lo supe desde que te vi en las gradas, Mostaza!

—¡Ya no me llames más así! —La voz de Satoshi se había vuelto más tranquila, efecto claro del final de la adolescencia, pero aún así su tono y ese color risueño que la caracterizaba no se habían ido. Pikachu logró taclear a Mega Venasaur haciendo que éste retrocediera, pero consiguiendo a su vez que lanzara esporas del sueño por todos lados, lo que rápidamente puso al ratón en problemas.

—Aunque no hayas logrado engañarme tal como esperabas —mencionó Gary sin perder de vista la emoción de la batalla—, hay una cosa que no logro entender: si tú eres Satoshi, ¿quién diablos es ese Blaine?

El mencionado inclinó el rostro ocultándolo en la penumbra para contestar en medio de una sonrisa socarrona y macabra.

—Tal vez un maestro de los disfraces.

—O tal vez dos —alegó su esbelta compañera.

El nieto del profesor Oak se mostró sorprendido. —Un momento, yo conozco esas voces...

—Prepárense para los problemas.

—Y más vale que teman...

—¡Lo sabía! —mintió Gary—, sólo unos genios en el arte de cambiar de apariencias lograrían engañarnos así, y esos son...

—Exacto, Jessie.

—Y el guapo James.

Los disfraces que los protegían volaron en un único manotazo para exhibir como sus rostros confiados y a la vez felices irradiaron esplendorosos captando el aplauso de los allí presentes no sólo por la perfección de su engaño, sino también por encontrarlos conviviendo armónicamente con sus peores enemigos después de todo lo que les había tocado vivir.

Porque abandonar un sueño por obligación es una cosa triste, pero aferrarse a éstos cuando el que cambió es uno mismo lo es aún más. El material del que se fabrican las ilusiones es maleable, irrestricto, impredecible; se acomoda al ritmo y la forma de nuestras manos, ajustándose a la medida de las necesidades de cada uno. Los sueños mudan, evolucionan, no responden a nuestro yo del pasado sino únicamente al último pálpito de nuestro corazón. Un corazón atado a sueños viejos suele desgastarse como éstos. Con el tiempo se volverá de piedra y acabará como un viejo fósil en un museo. El corazón que renueva los votos de cada sueño y vive para cumplirlos, vive mejor, más feliz. Es muy bonito tener un motivo que nos impulse a sacar los pies de abajo de las mantas cada mañana para poder levantarnos y andar. Por su parte, debajo de la silla de ruedas de este chico rudo, salió un felino parlanchín para decir.

—Meowth, ia tú sabe.

Venasaur elevó en el aire al dormido Pikachu y junto a Blastoise comenzaron a aventarlo golpe a golpe evitando que pudiera tocar el suelo. El equipo de Satoshi estaba en problemas, pero pronto los chorros de agua bañaron al roedor haciéndolo despertar para que un aura de electricidad lo rodeara tanto a él como a su entrenador.

—¡Ahí está otra vez! —reaccionó Gary—, ese poder que vimos en la Liga no se ha ido.

—Es el Pikachu S —concordó Citron acomodando sus anteojos ante tal evidencia.

El daño recibido era mucho, mas eso no detuvo a la bola de pelos amarilla para estampar su relampagueante cuerpito contra Mega Venasaur empujándolo hasta casi caer al fuego. Las esporas provocaron chispazos en el aire en tanto el manto de electricidad que cubría a Pikachu las quemaba sin apenas permitirles acercarse.

—Blasatoise, es inútil intentar golpearlo de frente, es demasiado rápido. Destruye con tu hidrobomba aquella cadena que sostiene el estadio para que la plataforma se incline, así perderá velocidad.

Satoshi reaccionó exasperado a esa orden. —¡Oye, tú no pagarás esa cadena rota! ¡Deja de destruir mi gimnasio, idiota!

Casi todos los presentes, incluso Serena, estallaron en una carcajada ante las palabras del entrenador pero sólo Gary se animó a contestar.

—¿Justo tú te quejas, que con ese pokémon destruiste metódicamente casi todos los gimnasios de cada región a la que viajabas? —El comentario asertivo del castaño lo puso contra las cuerdas.

Cumpliendo la voluntad de su entrenador, Mega Blastoise hizo que el campo se inclinara dificultando enormemente las labores de evasión del Pikachu. Los pokémon adversarios no tuvieron el mismo problema puesto que habían tomado posición en la zona mas elevada de la planicie pendulante, y se habían plantado en un sólo lugar. Venasaur protegía a la tortuga de los truenos mientras ésta disparaba cañonazos de agua, haciendo que deslpazarse no les resultara necesario.

La estrategia de sus oponentes había resultado tan bien que Satoshi y Serena parecían estar acorralados; no veían la manera de evitar los ataques y preparar un contra golpe efectivo haciendo que perder para ellos fuera sólo una cuestión de tiempo. Sus posibilidades de victoria corrían serio riesgo hasta que de un momento a otro, como si todo aquello perdiera importancia, los entrenadores intercambiaron una cálida sonrisa de cariño y complicidad, y ante la burla de su retador, se tomaron de la mano.

Un destello de electricidad cubrió el cuerpo de Serena y viajó hasta alcanzar a Pikachu revelando una nueva morfología producto del vínculo que los unía: el roedor amarillo cambió su pelaje hasta cobrar color miel, y sus vértices, afilados como los de Satoshi, rápidamente se dividieron emulando las puntas del cabello de la muchacha.

Porque los vínculos entre dos seres conllevan a elaborar nuevos sueños, nuevas dimensiones y a replatearse los anteriores. Los sueños como los vínculos crecen cuando se comparten.

—Oh, por dios... —exclamó Citron anonadado al notar aquella increíble transformación—, un sólo pokémon vinculado con dos humanos a la vez... ¡Momento! —La mente rápida del inventor reaccionó a lo que realmente estaba ocurriendo—, si al fusionarse con Satoshi el nombre de sus pokémon pasa a tomar su inicial, tal como le pasó a Greninja S, éste pequeñín al sincronizarse con Satoshi y Serena a la vez sería —Sus ojos se abrieron como ventanales detrás de los cristales de sus lentes— el Pikachu de la SS —Contuvo la emoción sujetándose el pecho con orgullo y exclamó vivaracho a todo pulmón—; ¡Heil mi Pikachu!, tu ferviente admirador te saluda.

—Oye, rubio traidor, tú venías con nosotros —reclamó Erika, pero pocas cosas podrían en este momento sacar al nazi de su estado de sopor nacionalista.

En tanto, Gary estaba que no daba más de la alegría: algo en él que había muerto hacía bastante tiempo ahora, sólo por poder batallar contra Satoshi y Serena, estaba despertando. Cuando renunció a las batallas pokémon lo hizo porque su luz se había apagado. Ver a Satoshi con una luz tan potente que hasta parecía tener una hoguera primitiva ardiendo en su pecho lo hizo contagiarse de aquella emoción. Los sueños que brillan, iluminan.

Pikachu denotó el enorme incremento de poder salteándose sin inconvenientes el problema que anteriormente le planteaba la inclinación del área de batalla, avanzó a una velocidad descomunal impactando contra Venasaur hasta arrojarlo de la plataforma hacia el magma hirviente, momento en que su entrenadora se apuró a regresarlo, y sin darle tiempo a reaccionar, aprovechó que Blastoise había perdido su escudo para derrotarlo a raíz de vaciar todo su poder eléctrico contra su oponente el cual perdió su forma mega evolucionada de inmediato.

Citron exclamó: —¡Función cancelada!, el ganador es Pikachu.

—¡Eso no es de nuestro animé, genio! —Dawn dejó atrás al fanático que traía por novio para caminar hasta donde se encontraba su primer compañero de viajes junto a su pareja y abrazó a ambos imposibilitada de contener las lágrimas—. En verdad los extrañé.

—Nosotros también te extrañamos... Los extrañamos a todos.

Serena soltó la mano de su novio provocando que Pikachu perdiera su evolución. Entonces, el resto del grupo se sumó al abrazo.

—No creí que llegaríamos a tiempo.

—¿A tiempo para qué, Dawn? —cuestionó la de los ojos color cielo con la voz cargada de dudas.

Citron rodeó a la peliazulada con un brazo sobre la cintura y ambos exclamaron al unísono: —¡¡Feliz cumpleaños, Serena!!

La pelimiel no lo podía creer, sus ojos se crisparon de emoción observando la pequeña gargantilla que sus amigos le ofrecían a manera de obsequio. —Chicos... se acordaron de mí...

—No fue tan difícil, Satoshi lo preparó todo —La muchacha miró rápidamente a su novio y éste le devolvió un gesto cargado de alegría—. Nos hizo llegar por medio de acertijos el día y la hora para que podamos encontrarte.

"Si soplas la flauta que dice ¡Achús!, entre mares y cortezas me encontrarás tú" —citó Citron cerrando los ojos—. En Hoenn hay un señor que fabrica flautas usando cenizas, y Satoshi en otros idiomas se dice ceniza. La canela es una corteza, y flota en el mar porque es una isla. "Satoshi está en Isla Canela". Bueno, no teníamos nada por seguro, pero cuando vimos que la nota traía consigo una ecuación cuyo resultado era el día de tu cumpleaños, decidimos venir a averiguar.

—Entonces me llamaron a mí para que los trajera —aclaró Oak—, y yo estaba tan resuelto a ganarte... Veo que maduraste un poco, Mostaza.

Satoshi golpeó a su amigo de la infancia de manera juguetona. —Debo admitir que no sabía si lograrían descifrarlo. Son buenos.

—Y tú sigues siendo el mejor. Hay algo que no logro entender; si nos enviaste la nota para que te encontráramos, ¿por qué no te identificaste ni bien vernos?

—Porque esa decisión no era mía, era de Serena.

—Ah... ¡Oye, te dejaste ganar a propósito para que ella reaccionara?

—Sabía que me insultarías y que ella no lo podría resistir.

Gary inclinó su cabeza entristeciendo el rostro. —Y yo que creía que te había ganado como cuando volviste de la batalla de la frontera.

—Hablando de eso —intervino la vieja horrible y luego tironeó de la oreja del azabache—: jovencito, la próxima vez que te dejes ganar en una batalla que sea con tus propios pokémon.

—¡Oiga señora, no lo trate así! —suplicó Citron viendo como casi dejaban sin pabellón auricular a su amigo. La abuela horrible se sacó el disfraz revelando su verdadera identidad.

—Trataré a mi hijo como corresponda según sus actos —justificó Delia Ketchum liberando a Satoshi de su agarre.

Mientras el equipo Rocket se encargaba del hotel, el grupo de viejos conocidos se puso al día con sus historias de vida: Citron había mejorado tanto como líder que le ofrecieron una oportunidad de probarse en la elite cuatro de Kalos, pero la rechazó para dedicarse a estudiar robótica y mejorar los sistemas de protección de los pokémon salvajes, Erika, tras haberse titulado en biología, estaba a cargo de velar por los bosques nativos de una gran parte de Kanto, labor que la había hecho abandonar la perfumería y también la alejaba un poco de sus obligaciones como líder, Dawn venció apabullantemente a todos sus rivales en el Gran Espectáculo, obteniendo fama internacional que le permitiera organizar múltiples eventos para recaudar fondos e invertirlo en el cuidado de la fauna. Tenía una carrera muy exitosa. Gary, por su parte, había estudiado con su abuelo y estaba metido en varios proyectos de investigación sobre los efectos de las batallas pokémon en niños con diversas afecciones. Sus descubrimientos habían impulsado al gobierno local a darle un mayor peso a esa actividad controlando las acciones de ciertos entrenadores para proteger a las especies más vulnerables.

—¿Y qué haz hecho tú, Satoshi? —cuestionó Erica al notar que éste sólo se dedicaba a escuchar y a hacer preguntas a sus amigos al igual que su novia.

—Todos sabemos sobre él —contestó Dawn viendo que éste dudaba—: se volvió campeón de su región, venció al equipo Rocket, ellos juraron destruirlo así que se ocultó apareciendo sólo en eventos controlados como cuando un entrenador disputaba el título, luego de dos años de defender su puesto faltó al combate y ya no supimos más nada de él.

—Y ahora el puesto lo tengo yo —agregó Gary orgulloso.

—Sí, pero te vencí —Se mofó el mostaza consiguiendo que su eterno rival lo mirara con cara de perro.

—¿Y por qué abandonaste? —Quiso saber Dawn.

—Me di cuenta de que para poder seguir siendo el campeón estaba poniendo a todos en peligro, y ya bastante sacrificios hicieron Serena y mi mamá como para que yo las arriesgara. Ellas valen más que todos mis sueños.

Erika se deshizo de ternura por aquella frase mientras Gary le indicaba a Satoshi por lo bajo que no siguiera con sus cursilerías o le traería problemas maritales; su novia era una chica muy romántica. El azabache continuó.

—No puedo mostrarme en público bajo mi verdadero nombre, pero gracias a los disfraces de Jessie y Jamememes los estuvimos acompañando en varias circunstancias.

—¡¡¿En serios?!!

—Sí —contestó Serena—: estuvimos ahí cuando Dawn defendió su corona por segunda vez, cuando Citron inauguró el sistema de duchas eléctricas en la zona Este de Kalos, cuando Brock se recibió de médico... íbamos a estar cuando tú te recibías, pero Satoshi no quiso.

—Es verdad —corroboró el mostaza.

—Hemos intentado acompañarlos desde la distancia moviendo algunas influencias para que se permitieran tus espectáculos, para que aprobaran algunos de tus experimentos, hemos protegido desde la distancia a Yurika durante su primer viaje pokémon hasta que apareció ese chico que no la dejaba sola ni para ir de compras.

—¡Lo sabía! —exclamó Citron con la cara roja.

—Tranquilo, es un buen muchacho. Ellos dos nunca nos reconocieron, y cuando fue momento decidimos dejarlos.

—Ella me comentó que Greninja la salvó en una ocasión, pero que se escapó antes de que pudiera saludarlo.

—Nuestros pokémon vinculados van a los lugares donde no podemos llegar. Por eso, aunque les digamos que estuvimos ahí, no siempre fue presencialmente —explicó el oriundo de Kanto—. Pero eso no quiere decir que no hayamos estado, ustedes entenderán.

—Está bien. Oye, ¿y con cuántos pokémon han logrado vincularse? —quiso saber Dawn. Serena le contestó.

—Con muy pocos. Hasta ahora con Pikachu, Greninja, Sylveon, Bayleef y con... —Observó a su novio antes de seguir con la lista y éste, comprediendo el gesto, completó la frase por ella.

—Somos investigadores ahora. Semana a semana reportamos nuestros hallazgos al profesor Oak, por lo que no tenemos permiso de contarles mucho al respecto. Lo siento.

—¡Guau! —exclamó el nieto del aludido—, eres campeón, investigador, líder de gimnasio  y dueño de un hotel. Debes tener un sueldo impresionante, ¿eh?

Los que habitaban la Isla Canela estallaron en una carcajada.

—El líder de gimnasio es Blaine, o sea James, yo peleo a veces, pero no gano casi por ello. Nadie paga por investigar sino por publicar, y yo aún no cierro mi trabajo, de manera que no hemos publicado. Cuando lo haga quiero que aparezca mi nombre y el de Serena, por eso no puedo permitirme ese gusto todavía. El único campeón que veo en esta sala eres tú, y yo mientras lo fui sólo me dediqué a eventos restringidos, por lo cual no pude juntar mucho dinero, así que como notarás, nuestro único ingreso está en limpiar este hotel. No es mucho, pero estamos bien con eso.

Todos reaccionaron sorprendidos y algo abochornados; el par que tenían en frente eran entrenadores realmente capaces, era poco racional que no estuvieran recibiendo nada por ello.

—Al menos tienen este hotel... Seguro se divertirán mucho en las habitaciones —observó Gary guiñándoles un ojo en un gesto pícaro que hizo que los jóvenes se sonrojaran hasta casi explotar. Negaron enérgicamente con la cabeza para luego señalar en un gesto silente a la mamá del azabache que se encontraba limpiando en la lejanía.

—No nos deja ni un momento solos —susurró Serena avergonzada. Los demás estallaron en una carcajada.

—Ay, nunca me lo hubiera podido imaginar —Se burló Citron—. ¿Y tú Serena, cumpliste tu sueño?

El par emudeció en ese momento mirándose mutuamente con caras serias. —Bueno, Satoshi no fue el único que tuvo que renunciar al mismo para poder estar juntos y protegidos en esta isla.

—Oh... lamento saberlo.

—Está bien, quizás encontremos un modo de ubicar al líder del equipo Rocket y podamos darles pelea.

—Nuestra libertad depende de ello —bromeó el azabache. Nadie le festejó el chiste.

Terminaron de cenar y Satoshi llevó a Citron a mirar la estatua en que se había convertido el cuerpo de Blaine. Su rostro enfurecido cubierto por sus brazos en cruz, su ropa roída, una rodilla hincada al suelo... Todo en él denotaba la derrota de un titán de las batallas pokémon.

—Él no debería haber terminado así —observó el rubio reconociendo que las tumbas, en cierto modo, también son el sitio donde mueren los sueños. Blaine tuvo una vida dura; sus negocios fracasaron, su familia lo abandonó, su gimnasio, el hotel, todo era parte de algo puesto ahí para llenar un vacío. Se mantuvo de ese modo por años: viviendo sin vivir, soñando sin soñar, y justo cuando las cosas comenzaban a mejorar, la muerte lo encontró con una rodilla hincada al suelo. Sus sueños... quién sabe en qué punto del camino se perdieron.

Los jóvenes permanecieron silentes observando la triste fugura, absorbiendo de su sabiduría pétrea lo que pudieran conseguir antes de que el sueño derrotara a Citron, dejando al azabache como el único espectador en vela.

Se veía reflejado en aquella estatua: sus sueños frustrados, las obligaciones que tomaba sólo porque eran la única opción viable, el gesto de resignación y dolor impregnado en el rostro... Hacía tiempo no se animaba a hablar sobre el tema. La cándida voz de Serena vino a rescatarlo de sus pensamientos.

—¿No puedes dormir?

—No tengo ganas de acostarme todavía.

Sintió como de repente ella lo tomaba de la mano guiándolo al piso para que se sentara a su lado y los cubría a ambos con una manta gruesa de las del albergue.

—No podemos quedarnos mucho tiempo así o tu mamá inventará una tarea doméstica del hotel para separarnos, pero podemos disfrutar un momento ahora que los chicos están acomodados en sus habitaciones.

—¿A ellos sí los dejó dormir en parejas con una pieza para cada una?

—Por supuesto.

—Ya veo.

Permanecieron un momento en silencio acurrucándose uno junto al otro bajo la quietud de las frazadas.

—Serena... —Se animó a hablar al fin. Ésta lo observó con curiosidad—, ¿aún sueñas con ser la Reina de Kalos?

Ella meditó unos segundos. —Es un asunto pendiente, aunque no creo que ese día llegue tomando en cuenta como están las cosas para nosotros.

—Pero si hubiera una oportunidad, ¿la tomarías?

—No si esa oportunidad implicara dejarte —respondió la pelimiel con la voz cargada de seguridad—. Eres un poco gruñón a veces, infantil otras tantas, pero me gustas tal y como eres. No cambiaría nada de la vida que tenemos... Incluso me gusta como es tu mamá —mintió Serena para que su novio se sintiera tranquilo. Éste la besó en los labios feliz por tenerla tan cerca, pero al sentir un dejo de tristeza en las facciones de su amada la alejó de sí con delicadeza para preguntar.

—Dime Serena, si hubiera una manera de que ambos escapáramos de esta prisión y volvieras a competir por la corona de Kalos... ¿lo intentarías junto a mí?

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