19. Justicia
«Una voraz bocanada ígnea impactó de lleno contra mega Steelix devolviéndolo a su forma primera y derritiendo gran parte de su consistencia metálica. El cuadro era aterrador: el equipo Rocket dictó la retirada, pero el ave parecía resuelta a impedírselo a como diera lugar atacando indiscretamente a todos aquellos que procuraban huir despavoridos de la zona de guerra. Los rayos de los entrenadores regresando los pokémons llenaron con su brillo rojizo el patio de la mansión, y los soldados intentaban escapar corriendo o utilizando sus jet packs, mas el ave atacó con maña cuanto objeto, persona o pokemón estuviera a su alcance. Debían detenerla a como de lugar o destruiría todo a su paso.
Cassidy y Butch se rindieron de intentar llamar la atención del pokémon con sus órdenes y gritos e intentaron huir volando con sus mochilas propulsoras, pero Moltres, en un ataque de ira, arremetió contra ellos golpeándolos con sus alas. Butch logró estabilizar el vuelo, mas su amiga no tuvo la misma suerte. Cassidy superó con su grito el caos reinante al caer directamente al surco de lava que Moltres había creado, y su mochila mecánica explotó al contacto con el fuego. Intentó volver a gritar, pero un susurro silencioso fue el último suspiro de aliento que su boca pudo proferir al mundo antes de abandonarlo.
Abatido, Butch luchó entre la ira y el terror, decidiendo al fin que cualquier intento de venganza sería vano. Huyó abandonando el lugar con el alma rota y un deseo de volver el tiempo atrás que muy pocas personas entenderían, un deseo que nunca sería saciado.»
—El nuevo intento de Ash.
El azul se volvió blanco en tanto una sensación húmeda cubría su piel. Fearow quiso gritar su nombre, pero el Maestro lo calló con un jalón brusco de sus plumas.
—Si ellos nos descubren será el fin.
Desde esa altura las manchas eran personas, y las personas eran enemigos. Sentía su corazón agaloparse contra su pecho indicándole que el momento estaba cerca. No sabía cómo, no sabía por qué; pero sabía que pronto lo iba a encontrar.
El vibrar de su comunicador le era indiferente, al igual que el tiempo y sus rarezas. Una sonrisa macabra se dibujó en sus labios porque sabía que aquello estaba cerca. De pronto, descendió.
Fearow azotó la graba con sus delgados pies, y su Maestro bajó de un furioso salto para arremeter a golpes contra los uniformados de blanco que había visto desde arriba. ¿Pokémon? No, aquella batalla sería a puño limpio. Había ira en su corazón, y la sangre que corría por sus manos reclamaba justicia.
Voló de nuevo con las pokebolas de aquellos soldados sorprendidos colgando en su costado. No las merecían. Era un acto de piedad hacia aquellos pokémon, poco importaba el vínculos cuando esos desgraciados más de una vez sacrificaron a sus propios amigos con tal de salir aventajados. Cuando una persona no se respeta a sí misma es muy difícil que pueda brindar las merecidas atenciones a los demás.
Desde lejos pudo ver un estallido cobrar magnitud. Debía ser uno de sus pokémon atrapando a otro soldado incauto. Los soldados no sospechaban de los pokémon salvajes, y si los suyos aparentaban serlo fácilmente los podrían atrapar desprevenidos. No sabía cómo podría reencontrarse con sus pokémon, no era algo que hubiera pensado, pero tenía lo que necesitaba para estar bien y confiaba en su equipo. Fearow voló un poco más fuerte.
Las manchas no se terminaban; parecía como si las puertas del mismísimo infierno del que tanto le había contado Satoshi alguna vez se hubieran abierto y de él miles de uniformados de blanco salieran a recorrer el bosque en búsqueda de su paradero. Ineptos. Bastaba un viaje aéreo para reconocerlos a todos. Su amigo no era tan tonto como para permitir que lo atraparan tan fácilmente.
Un movimiento anómalo llamó su atención: Llevaba tres días dando vueltas por el bosque sin ser descubierto, bajando sólo para atacar y robar la comida y los pokémon de los soldados Rocket que atrapara, pero aquel tipo de mancha que veía ahora no era de las que estaba acostumbrado: no era blanca ni se movía por la senda más transitada por los habitantes de la zona. Su corazón arremetía con violencia, ¿podía ser él? Debía ser. Iría a averiguarlo.
Chocó el piso con sus zapatos anunciándose como nunca lo había hecho. Green le dijo que fuera cauto al verlo recibir la noticia, pero todas sus palabras se volvieron viento al ver al motivo de sus desvelos frente a frente. No podía detenerse ahora.
—¡¿Y tú quién eres?! —cuestionó Butch buscando en su cinturón, pero Gary fue más rápido avalanzándose a tomar sus manos para impedirle extraer el arma.
Rodaron por el piso provocándose raspones contra las piedras, el nieto de la eminencia pokémon logró quedar arriba u con mucho esfuerzo inmovilizó a su adversario el tiempo suficiente como para extraer el arma y arrojarla a los pies de su enorme ave para que ésta la destruyera con su pico taladro. Butch trató de escapar retorciéndose, pero Gary no cesaba en la catarata de golpes contra su enrojecido rostro ya bañado por la sangre. Su nariz rota, sus pómulos hinchados, los ojos rodeados del violeta; nada de eso importaba. Apenas y lograban saciar la sed de dolor, de violencia, incluso de miedo que Butch le había ocasionado al presionar el gatillo estando solo con su futura esposa.
—¡Déjame ya! —protestó el hombre entre golpes interminables—, ¿qué quieres de mí?
—¿Qué quiero? ¡Quiero justicia!
Su alma la reclamaba, su corazón la pedía, pero sus puños no podían pensar. Ellos sólo deseaban saciarse del hambre de venganza.
—¿Qué te he hecho? Yo ni siquiera te conozco.
—Tú... ¡Tú! —No lo pudo soportar más. Su codo se estampó con violencia contra la nariz del ex-Rocket derrotado y luego se levantó dejándolo malherido para luego contestarle—. Tú mataste a mi prometida, la madre de mi hijo.
—¿Qué? No, yo no... Yo sólo disparé contra la prometida de Satoshi, el del poderoso Pikachu.
—¡Imbécil! Esa no era Serena, era Erika, mi futura esposa.
La voz le ardía en la garganta, y con ella un deseo incontenible de llorar. Deseo que había estado manteniendo cautivo todos estos días desde que el teléfono sonó en su apartamento para revelarle el destino de su amada. Butch intentó dar excusas, trató de darle a entender que no había sido esa su intención, que todo había sido un error, pero ¿qué tipo de error justificaría los hechos? ¿Con qué tipo de argumentos se puede callar el dolor en el pecho que no lo había dejado dormir desde hace días? Porque el corazón tiene razones que la propia razón no entiende.
Gary sujetó un cuchillo, elevó el arma en dirección al motivo de sus desvelos, lo saboreó como en cámara lenta mientras Butch se arrastraba para escapar.
Y su corazón latía, pero no encontraba eco en el corazón de la persona que había aprendido a amar.
Sujetó una pierna del herido Butch y lo revoleó con todas sus fuerzas hasta hacerlo levantarse unos centímetros del suelo y derrapar en la caída.
Cuando el corazón se siente solo, duele mucho. El dolor nos puede hacer confundir las cosas y la justicia se tornará en venganza.
Sujetó a su enemigo, el único y peor de todos, y aplastó su pecho con su pié sujetando la navaja con las dos manos a escasas pulgadas de su cuello.
Aprendimos a hacernos valer, y cuando ese valor no se respeta evocamos a la justicia por mano propia, la cual no es sino otra forma de llamar a la venganza. Ella nos da el poder de ser jueces, jurado y verdugo. Ella nos hace creer que somos fuertes mientras sometemos al otro a sus propias debilidades.
El cuchillo atravesó el rostro del hombre abatido y éste soltó un alarido. Butch no podía creer que aquel sería su fin, y como último aliento decidió pronunciar el nombre de quien lo mantuvo vivo tantos años.
—Cassidy...
Los oídos de Gary ardían como la flama de un Moltres.
—¿Así que de eso se trata? —cuestionó sin esperar una respuesta—; tú, insecto despreciable, también sentiste esta ira asesina. Tú también perdiste a la mujer que más amabas.
—No lo tienes que decir; yo te entiendo. Sé que no puedo evitar que claves esa cosa en mi pecho, pero tan sólo quisiera haber podido honrar su memoria de algún modo. Yo también quisiera haber podido vengarla a ella.
—¡No te compares conmigo, inmundo reptil! —Las flamas del Moltres de su pecho se volvieron un huracán y lo comenzaron a consumir por dentro—. Tú eres un bastardo que dedicó toda su vida al crimen mientras que yo soy el nieto de la eminencia en pokémon, Samuel Oak. —Nunca había ensuciado el nombre de su abuelo tomándolo como medio de presentación, pero esta vez lo sentía necesario. Quería darse tanta importancia como fuera posible para alejarse de aquel tipo aplastado por su pié a fin de que no los volviera a confundir—. Eres tan inútil que ni siquiera supiste a qué mujer le estabas disparando, pero yo... yo sí sé a quién tengo que matar. Invertí días en esto, y no pienso fallar.
—Entonces deja de alardear de tu vida de principito y acaba conmigo de una vez. Después de todo, yo no tengo por qué vivir.
—Aún no —Su cuchillo recorrió el rostro de Butch causando una serie de surcos y regueros al pasar acompañados de agudos gritos desesperados—, quiero más. ¡Necesito más!
—¡¡Gary, alto!!
De pronto, aquella voz invitó al silencio, y como si el universo entero contuviera la respiración el clima se tornó tenso. La densidad del aire obligó al joven Maestro Pokémon a mantenerse en vela hasta oír lo que la aloliana tuviera para decir, mientras que ésta no lograba soltar palabra alguna. Corrió hasta donde su amigo y sostuvo su cuello entre sus pequeños brazos.
—Luna, ¿qué...?
—¡No hagas esto! Tú no eres así, no te pierdas... No vale la pena.
Apretó con más fuerza hasta volver aquel abrazo algo inequebrantable, no por su fuerza sino por su peso. Estaba cargado de todas las lágrimas que le habían sido negadas mientras surcaba los cielos en búsqueda de sus víctimas. ¿En qué había estado pensando? ¿Golpear personas, robar pokémon, matar?... ¡Esas eran el tipo cosas que hacía el equipo Rocket! Luna tenía razón: no estaba en sus cabales.
—Suelta el cuchillo...
La obedeció.
Miró dubitativo al hombre rendido bajo su pié y poco a poco lo fue liberando. No podía perdonar, eso no, pero podía vivir sin convertirse en un asesino. La morena le contó que los demás chicos lo habían estado buscando y que se sentía feliz de haberlo encontrado a tiempo. Le preguntó si realmente sería capaz de hacer lo que estuvo a punto, y él no supo qué contestar. Pronto llegaron Satoshi y los demás y con ellos una sensación de incomodidad lo invadió, se sentía sucio. Ataron a Butch y con su Fearow lo llevaron en vuelo a hasta la policía donde Jenny se encargaría de darle el castigo que merecía. Él, por su parte, decidió dejar un momento a los chicos y caminar solo hasta el sitio que venía queriendo evitar.
LLegó hasta el claro donde los chicos la enterraron. Una cruz coronaba su descanso, pero no le pareció inadecuado. Se arrodilló frente a la tumba de su amor de años y observó el epitafio.
«Aquí yacen los restos terrenales de Erica: poderosa líder de gimnasio, experta en aromaterapias, bióloga con una pasión incansable, hija, novia y amiga amada por todos. Que descanses en paz.»
Incómodo, tomó una fibra y recalcó un par de palabras que sentía que hacían falta:
«Y también su hijo. Donde tu amor falta el camino se me hace más oscuro».
No sabía por qué hacía eso, pero lo hizo sentir menos abatido. Regresaría pronto con Satoshi y los demás; no era momento de abandonarlos. Miró por última vez la tumba y se sintió anonadado.
Porque desde que ella se había ido, algo por siempre le iba a faltar. El camino, sin ellos dos en su vida, reflejaría una eterna oscuridad.
NA: Hola, gracias a todos por opinar en el apartado anterior y motivarme a seguir. Pensando un poco en la obra comprendo que no es una historia para adultos porque trata sobre Pokémon, una serie más bien infantil, pero tampoco es para niños porque trata sobre guerras, corrupción... La verdad es que ni siquiera tiene peso en cuanto a obra amourshipping. Eso queda en un segundo plano. Por eso, porque no posee un público objetivo sino que ofrece una mirada sin distinciones, un relato por amor a contar palabras, les quiero dar las gracias y contarles que la voy a continuar tal cual la había planeado, así que queda mucho, mucho, mucho más por escribir aquí. ¡Gracias a todos!
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