12. Amistad
—No está por ninguna parte.
¿Eso era lo único que sabían decir? Serena ya estaba cansada.
—Si no está, lo más probable es que el equipo Rocket lo haya capturado.
Luna se mostraba poco empática, pero no era momento para reprochárselo; tenía que seguir buscando.
—Si lo hubieran capturado ya se habrían retirado de la montaña. Tiene que estar en algún lado.
La partida de Yveltal los tenía a todos en vela; por un lado ella quería recuperar a su amigo, mientras que por el otro el resto del grupo no quería ni suponer lo que podría pasar si la agrupación maligna se apoderaba de tan terrible pokémon. Sintió una mano sobre su hombro, pero al girar a mirar comprobó que tan sólo era su imaginación.
—¿Qué tal si ya lo tienen y se quedaron porque sabían que volveríamos por él? La conclusión más lógica es que nos debemos ir.
Lillie sonaba racional, pero la razón poco y nada le importaba bajo estas circunstancias. Cuando un amigo desaparece su recuerdo perdura. Ese tipo de vacíos no se pueden llenar con ningún tipo de lógica.
—Voy a sincronizarme con él, así podré ver dónde se encuentra —El comentario de la pelimiel causó un alboroto colectivo.
—Por favor, mi alma, no. Todavía estás muy afectada de la última sincronización, es peligroso —Satoshi buscó ser lo más dulce posible, pero su voz denotaba más tristeza que condescendencia.
—Será sólo un momento...
—Si te perdemos no podremos recuperar nunca a Yveltal. —Una sensación de sorpresa se apoderó de la muchacha; algunos razonamientos no funcionaban, pero otros sí. Gary tenía razón en lo que estaba planteando, si el equipo Rocket había capturado a Yveltal ella era la única capaz de recuperarlo.
Porque la amistad, cuando el otro se pierde, es eso: traernos devuelta a donde pertenecemos. Debía permanecer entera para poder traer otra vez a Yveltal si éste llegara a ser poseído nuevamente por el mal.
—No tiene caso seguir por la montaña, pero hay algo que sí podemos hacer —comentó Satoshi meditabundo—: debemos encontrar a Yurika.
—¿A la hermana de Citron? —Gary no terminaba de comprender la sugerencia; ¿es que había enloquecido?
—A ella misma. Y no me pongas esa cara, que tú también sabes que ella puede contactar con Puni chan y encontrar a quien sea en un segundo. Él es el protector de Kalos y todas sus células están a la vigilia de los maleantes en cada rincón de la región, pero sólo le habla a la pequeña.
—¡Eso es verdad! Pero ¿cómo encontrarla?
—Pues muy fácil —intervino Erika adornada por una sonrisa—: siguiendo el plan original. Si hablan de la Yurika que yo creo, ella jamás se pierde de participar en una performer pokémon.
—Sí, pero nunca gana —agregó Gary queriendo hacerse el gracioso, aunque sólo a Luna le ocasionó el chiste.
Irían a una presentación como si nada, como si su querido amigo no hubiera desaparecido, como si se pudieran causar sonrisas en todos los rostros aunque la propia no estuviera presente, o peor, fuera fingida.
—Tal vez no debería participar en esta ocasión.
—Amor, no. Vinimos para que pudieras participar de los concursos, ¿qué caso tendría negarse ahora?
—No puedo...
—Deja que esta vez te acompañe —Los ojos de Serena se abrieron como dos pokebolas—. Creo que si hacemos la presentación juntos podríamos mostrarle algo más que tristeza a los que la vean.
Guiñó un ojo causando que la pelimiel sintiera sus mejillas enrojecer. Porque sí, Satoshi era su novio hace años, pero aún así seguía ocasionando en ella las mismas emociones que la habían hecho enloquecer desde pequeña. Él seguía siendo el niño que la rescató del bosque en medio del campamento, el amor platónico que adornaba de emociones sus tardes de adolescencia, el muchacho valiente que saltó desde la Torre Prisma para salvar a su pokémon, el chico lindo que la ayudó a vencer sus miedos y salir en la búsqueda de un sueño.
El azabache sabía que Serena estaba alterada y no sólo por haber perdido a Yveltal sino también por haberse vinculado con el mismo. Cada vez que lo hacía comenzaba a tener visiones aterradoras, escuchaba voces, sentía manos que la tocaban. Eran los rostros, las voces y las manos de todos los marginados de la historia cuya inocencia se profanó en las peores situaciones de inhumanidad concebibles por el hombre. En este momento, sea su novio o no, ella lo que más necesitaba no era un abrazo, un beso o alguno de los gestos románticos que le pudiera dar, lo que más necesitaba era su amistad.
Porque sí: un novio sigue siendo un amigo. Por eso la frase «Ser más que amigos» podía usarse tan a la ligera, un noviazgo consiste en una amistad y un poco más. Nunca un romance sin la base de la amistad se puede considerar con un buen cimiento. Puede que la amistad llegue después de los primeros besos, puede que llegue antes, pero los secretos, los juegos, la confianza, las confidencias, la alegría, el compartir música o cualquier otra forma de arte, el hacer tonterías juntos y todas esas cosas que caracterizan a una buena amistad en el noviazgo no pueden faltar. No se saca, se agrega, por eso es algo más que amistad.
—Viajar volando sería un problema porque el equipo Rocket está por toda la zona buscándolos. Lo mejor será ir a pié —opinó Erika.
—¿Por qué no nos teletransportamos a la ciudad del siguiente concurso como lo hicimos antes? —propuso Satoshi a Lillie quien pareció asustada con el plan.
—No va a ser posible. No conocemos esta región lo suficiente como para ir de un lado a otro sin caer en un pozo o alguna zona peligrosa.
—Pero nosotros sí. Quizás si usáramos a tu pokémon...
—Nos gustaría poder ayudarte, pero créeme cuando te digo que no va a ser posible. Este pokémon es algo diferente, no queremos forzarlo para nada.
Gary frunció el ceño ante las palabras de Luna.
—¿Quién pokémon es?
—Amor, déjalas en paz —Lo frenó Erika notando que las alolianas se ponían cada vez más nerviosas—. Busquemos otro método.
Caminaron por zonas alejadas de la urbe para garantizarse la lejanía con el equipo de villanos atravesando un bosque frondoso cuya humedad atraía a toda clase de bichos ponzoñosos que mantenían en crisis a la chica albina, pero maravillaban a la bióloga de un modo poco saludable. Conversaron sobre el futuro, sobre qué podría pasar si eran descubiertos por alguno de los malvados, sobre cómo lograría Serena conseguir las llaves de princesa sin ser descubierta, y ésta reveló que planeaba usar disfraces y que ya había conversado con Yashio para que ésta arreglara todo con monsieur Pierre a fin de poder usar diferentes nombres en cada presentación sin que nadie supiera que era ella y sin darle ni siquiera al organizador del evento su nombre. No podían confiar en nadie.
Llegaron tras casi un día de andar y andar a una pradera donde los muchachos tendieron las carpas: una para Gary y Erika y otra más para las tres muchachas. Satoshi dormiría en su bolsa de dormir, afuera, porque no contaban con la presencia de las nativas de Alola. Serena y las demás juntaron leña e hicieron el fuego donde Erika se encargaría de preparar una cena descomunal. Esa noche se dieron un banquete.
Cuando llegó la hora de apagar el fuego y todos hundieron el rostro en las almohadas, El Mostaza observó casi anonadado la inmensidad de un cielo astronómico repleto de estrellas y tonalidades que hacía tiempo no podía presenciar de esa forma.
—Hacía tiempo que no salíamos de casa en Isla Canela, ¿no, amigo?
Pikachu asintió con la mirada cargada de la misma emoción.
»Creo que ya nos hacía falta regresar a las andadas, aunque lamento que todo haya empezado de este modo.
El roedor eléctrico bostezó soltando la última sílaba de su nombre en un tono agudo para luego trepar desde abajo de la bolsa de dormir hasta llegar donde su entrenador, fregar sus mofletes peligrosamente cargados de electricidad contra él y acostarse al fin de cara a Satoshi, queriendo que éste sintiera su cercanía. La amistad que los unía, aquella que llevaba años gestándose, había sabido crecer como un árbol inmenso y robusto, algo que difícilmente se llegaría a quebrar.
Porque la amistad, cuando es vieja, puede ser inquebrantable, pero nunca es un absoluto. Todos los días, como cualquier árbol por más antigua que sea, se puede derribar con el hacha adecuada y la paciencia suficiente. Por eso todos los días se debe regar para hacerla alcanzar el cielo, y así imponerse a todo problema. Es de destacar que cuando un árbol da frutos deliciosos los mismos vecinos lo cuidan para que siga brindándoles ese placer, pero cuando sólo sirve para molestar, otros se encargarán de cortarlo. La amistad que se cierra en grupos reducidos y no se digna a respetar a los que los rodean se autodestruyen.
»No creas que no habrá tiempo para nosotros; tendremos más batallas emocionantes, conoceremos a muchos entrenadores fuertes, disfrutaremos de comidas como la que hoy preparó Erika, jugaremos como si sólo de ésto se tratase: diversión y crecimiento. Ya los demás se encargarán de ser científicos, maestros y artistas reconocidos. Tú y yo seremos sólo los mejores amigos.
Existen diferentes formas de amistad: están los amigos falsos que sólo vienen cuando necesitan algo de nosotros y si nos invitan a compartir un café es sólo porque vieron que dijimos algo que no les gustó y quieren convencernos de pensar igual que ellos. Los amigos a los cuales nosotros usamos cuando queremos divertirnos, cuando nos sentimos tristes, cuando queremos hacer una actividad, pero lejos de esos ambientes a los que los relegamos —aunque no sea nuestra intención— les prohibimos el paso. La amistad verdadera no depende de las necesidades de ninguna de las dos partes; no es funcional, y por eso a este sistema basado en la eficiencia y el descarte no le sirve.
Satoshi entrecerró los ojos sintiendo que el sueño lo abordaba, pero cuando estaba a punto de dejarse llevar, una corazonada hizo que se levantara, se vistiera y saliera a recorrer la zona. Esperaba, quizás, encontrar a alguno del equipo Rocket caminando por ahí, pero lo que halló al levantar la vista hacia el cerro hizo que la experiencia pasada de observar las estrellas resultara una nimiedad comparada con la visión indescriptible de lo que yacía frente a él.
—Eres tú...
Las plumas rojizas, el pico elongado, una cresta dorada que resplandecía al igual que el pokémon, la panza blanca contrastando con sus patas negras. A unos cuarenta metros y observándolo con curiosidad, Ho-oh se acomodaba en un nido de paja seca, barro y ramas pequeñas, como pintadas con crayón.
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