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Capítulo 8: ❝Bodas & Coronaciones❞ [Parte 1]

1 día para la operación EVIE.

  Una semana después, había llegado el día más esperado para –casi todos– los Auradianos: Rosie & Ben se casarían hoy para luego convertirse oficialmente en los reyes.

 Y todos ya estaban preparándose para ir al evento, aunque una rubia tenía muchas dudas en su corazón.

—Mamá, ¿crees que algún día encontraré un amor que sea correspondido? —Cuestionó Audrey, quien estaba sentada en su tocador, probándose joyas pues todavía no había encontrado alguna que hiciera juego con su vestido rosado.

—Claro mi amor, solo espera por el amor justo, ese será el verdadero. —Respondió su progenitora, quien se había ofrecido a peinarla para esta ocasión especial, sonriéndole.

—Es que creo que ya lo encontré, pero... descubrí algo peligroso sobre ella y temo salir herida. —Admitió la princesa de Auroria, tomando un collar y probándoselo. — ¿Nunca sentiste que la persona que más adoras es la misma que podría destruirte? Con... una maldición o algo así. —Dicho esto, se encogió de hombros, entonces la adulta dejó de peinarla y se colocó delante de ella.

—Cuando crees que alguien a quien adoras puede destruirte solo significa que quieres mucho a esa persona y temes que te decepcione. —Exclamó la Bella Durmiente, acariciando la mejilla de su hija. —No temas mi amor, estoy aquí para escucharte.

—Es que... me enamoré de una chica pero ella no es quien dice ser, y si consigo más pruebas de que esta señorita siempre ha mentido, la perderé para siempre y no estoy segura de que mi corazón pueda soportarlo. —Prosiguió la adolescente, bajando la mirada. —Lo más extraño de todo esto es que ella... me recuerda mucho a Maléfica, mamá.

— ¿Es la muchacha del Día de la Familia? —Inquirió Aurora, sorprendida.

—Sí, es ella. —Confesó su descendiente, algo avergonzada. —Es que tiene una sonrisa tan bonita, es algo intimidante al principio pero luego es coqueta y tiene unos ojos verdes que... que son... fantásticamente hipnotizantes. —Añade, perdiéndose en sus pensamientos al recordar la manera en la que Mal la observaba.

—Cuando yo tenía tu edad, a mí también me cautivaba ese color, de hecho también solía hipnotizarme. —Habló la reina de Auroria, bajando la mirada mientras comenzaba a recordar lo que Maléfica solía hacerle, pero buscó los ojos de Audrey. —Cariño, ¿ustedes dos se han besado?

—A ella le encanta el morado, pero cada vez que veo ese verde cuando estoy con ella... solo puedo hacer lo que me pide, siento que mi único interés es complacerla para siempre. —Murmuró la princesa y se mordió el labio inferior con fuerza cuando escuchó esa pregunta, pues habían hecho mucho más que darse unos cuantos besos apasionados. —Sí, ¿por qué?

—Y estoy segura de que te refieres al verde que solo hay en sus ojos. —La Bella Durmiente sonrió con preocupación, suspira intentando parecer tranquila pero la verdad era que los nervios la carcomían. —Es solo que me da la impresión de que las cosas han ido muy rápido entre ambas. —Exclamó con sinceridad.

—Es que... puede ser encantadora, pero he notado que se ve más feliz estando con una Consejera real... —La dueña de la habitación frunció su ceño al recordar aquello. — ¿Y eso es algo malo? Tú te enamoraste de papá desde el primer momento en el que lo viste.

—Tu padre me dio la prueba de su amor cuando me despertó del maleficio, supongo que fue amor a primera vista, Audrey. —Aurora sonrió con melancolía cuando esos momentos aparecieron en su mente. —Las personas siempre tienen un lado bueno y no dudo que Maléfica lo tenga en el fondo, en cuanto a esta chica, solo quiero que seas feliz; mi amor. Pareces enamorada totalmente. —Añadió, dirigiendo una mano hacia la mejilla de la princesa y acariciándola.

—Yo no sé qué hacer para probarle que merezco su amor. —Habló la joven, haciendo una mueca. —Quiero que ella elija quererme por quien soy, no por un título como lo hizo Ben. Lo estoy, ella me hace muy feliz, pero... no creo que la abuela la apruebe.

—De seguro a tu abuela no le gustará saber que te besaste con esa señorita, pero ya sabes que estoy aquí y no voy a dejar que Leah te moleste. Si te gusta esa chica, estoy de tu lado pase lo que pase y sea quien sea. —Aseguró la Bella Durmiente, sin dejar de acariciar su mejilla mientras le sonreía dulcemente. — ¿Te besó bien?

—A esa vieja ni siquiera le gustaría la idea de que yo piense en chicas, creo que me desheredaría si supiera todo lo que hice con ella, pero me alegra saber que tengo tu apoyo incondicional. —Murmuró la princesa, jugando con sus dedos debido a lo nerviosa que estaba. —Sí, besa muy bien, además me dejó una nota en la que me escribió que le encantó compartir la cama conmigo... —Añadió sin siquiera pensarlo pues la distraía pensar en la manera en la que Mal había logrado hacerla gemir.

—Ella no te puede desheredar, cariño, no mientras yo esté aquí para ti. Y no veo problema en que te gusten las mujeres, además esa joven es muy linda. —Dijo la reina de Auroria, sonriendo al darse cuenta de lo feliz que era su descendiente cuando estaba con esta chica, pero al escuchar sus últimas palabras tomó su mano y tragó saliva con dificultad. — ¿Ustedes tuvieron sexo, Audrey? —La interrogó en voz baja, observándola mientras espera su respuesta.

—Tal vez no me desherede pero sé que no se lo tomaría para nada bien y no perdería la oportunidad de gritarme por eso. —Replicó la joven rubia, sabiendo lo estricta que era su abuela. Cuando escuchó la pregunta de su madre, se tensó y se soltó de su agarre para luego desviar la mirada hacia el suelo, pues no quería reconocer la vergüenza en los ojos de Aurora cuando ella le confesara la verdad. —S-sí, yo... yo me a-acosté con ella.

—Oh Dios mío, hija. Realmente esto es más serio de lo que pensé. —Exclamó la Bella Durmiente, abriendo un poco la boca debido a la sorpresa que sentía luego de que la princesa lo admitiera, entonces pasó una mano por su cabello pues comenzaba a desesperarse; pero se obligó a serenarse para no poner aún más nerviosa a su descendiente. —Audrey, sé que la situación pero... ¿Cómo fue? —Duda luego de tardar varios minutos en elegir las palabras adecuadas para no parecer insensible.

— ¿Estoy en problemas por esto? Porque no es tan serio, no vas a tener nietos así que no sé por qué te preocupas tanto. —Murmuró la princesa, comenzando a arrepentirse de haberle contado aquel secreto, sin embargo intentó fingir que eso no había significado nada para ella; pero Audrey sabía que su mamá la conocía perfectamente. —Uhm, fue... placentero porque me dijo que anhelaba ser la activa por una vez en su vida y la dejé, fue algo intensa pero lo disfruté... y espero que ella también.

—Entonces me parece que la chica tenía muchas ganas de estar contigo, así que de cierto modo me alegra que lo hayas disfrutado, cariño; y no dudo de que ella también lo hizo, sin embargo... —Comentó Aurora, quien aún estaba atónita, pero le sonrió a pesar de la angustia que sentía en ese momento y se quedó callada durante unos segundos para decir la siguiente frase con un poco de tacto para no lastimar a su hija. —Ustedes no hicieron el amor, sino tuvieron sexo, ¿verdad? —Cuestiona, relamiéndose los labios lentamente.

—Sí, muchas ganas... de romper mi cama. —Concuerda la dueña de la habitación, sonriendo al pensar en la manera en la que Mal la había tocado, pero al oír esa pregunta su sonrisa desapareció y esperó unos segundos para contestar mientras sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas. —N-nosotras... tuvimos sexo, eso es todo lo que ella quiere de mí, y... está bien; me estoy acostumbrando a que todos me usen, primero Ben, ahora ella, ¿quién será la siguiente que se aproveche de mí?

—Audrey, no te sientas así, ¿quién sabe si esa sea su manera de demostrar... afecto o interés en ti? —Pidió la Bella Durmiente, bajando la vista con una mezcla de dolor y rabia, sin embargo reconfortó a su hija con un fuerte abrazo. —Cariño, Ben es un chico muy estúpido que no deja de equivocarse y lo sé muy bien, pero eso no importa ahora.

—No creo que ella sea capaz de amar. —Replica la princesa de Auroria, negando con la cabeza mientras las lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas, pero rió sin gracia cuando escucha el comentario de su madre sobre el príncipe de Auradon pues sabía que ella tenía razón y rodeó a la mujer con sus brazos, luego de unos segundos las dos se separaron.

— ¿Cómo se llama la bella muchacha misteriosa que te tiene con lágrimas en los ojos, mi cielo? —Preguntó Aurora, curiosa, levantándole la barbilla con la mano para captar su atención.

—Su nombre... es Mal. —Respondió Audrey.

—Mal. Es un nombre muy original. —Dijo la mujer para luego depositar un beso en la frente de su hija. —Todos amamos Audrey, Mal no será una excepción porque estoy segura que bajo ella existe un ser frágil. Entonces, cariño, no es que quiera que rompas muchas camas con esa chica, pero si te hace feliz; hazlo mi niña.

—Es un nombre hermoso. Espero que ese ser tan frágil no me lance una maldición... o algo peor. —La princesa hizo una mueca, temiendo lo peor. —Creo que por ahora me conformaré con intentar ir más despacio con ella, mamá. —Susurró ella, tomó el celular que estaba en su tocador y le mandó un mensaje a sus mejores amigas: "Búsquenme en la boda. Tenemos que hablar", entonces guardó el objeto en su bolso de mano.

—Te ves hermosa, Audrey. —La halaga su progenitora, colocándose detrás de la silla en donde la rubia estaba sentada. —Mamá te ama mucho.

—Heredé esta belleza de ti. —Afirmó la dueña de la habitación, mirándola de reojo con una sonrisa. —Yo también te amo mucho.

— ¿Sabes qué? Algunas veces me recuerdas a mí misma, pero admito que tenemos muchas diferencias. —Exclamó la Bella Durmiente, observando el reflejo de ambas en el espejo para luego apoyar las manos en los hombros de su descendiente. —Tú eres una reina Audrey, con o sin corona, siempre serás una reina hermosa e inigualable; siempre serás la reina de mamá. —Dicho esto, ella sonrió sin apartar la mirada de los ojos de Audrey por el reflejo del espejo.

—Te haré sentir orgullosa, sin importar si tengo a alguien a mí lado en el trono, todo lo que me importa es continuar con tu legado y gobernar con la misma sabiduría y amor que me has dado siempre. —Comentó la princesa, sonriendo dulcemente ante aquellas hermosas palabras.

—Eres mi vida Audrey, no dejes que el dolor te transforme en alguien que no eres, nunca permitas que el odio gobierne tu hermoso corazón, yergue la cabeza y observa hacia arriba siempre, buscando que los rayos del sol iluminen tu alma. —Prosigue la reina de Auroria. —Me siento tan orgullosa de ser tu mamá.

—Eres la mejor madre que me dio la vida, sé que si me lastiman vas a estar cerca de mí para impedir que me convierta en alguien que no quiero ser, si te tengo a ti no habrá odio en mí corazón... —Habló Audrey, observándola por el espejo. —Y yo estoy muy feliz de ser tu descendiente.

—Esa es mi chica hermosa y fuerte. Mi bella reina. —Dijo Aurora, sonriendo con orgullo. —Mamá siempre estará para ti, ya sea estando cerca de tí o en tu corazón, para eso estamos las madres ¿verdad?

—Así es, y las hijas estamos para hacer felices a sus madres. —Le dio la razón la joven princesa, quien se sintió más confiada luego de oír todos los halagos de su madre y se levantó de su asiento para abrazar a su madre con fuerza, la mujer le correspondió el gesto y luego de unos minutos se separaron; Audrey tomó su bolso de mano. —Creo que es hora de irnos, hay una boda que presenciar.

  Mientras tanto, Evie salió del baño de su habitación por quinta vez en una hora, pues había estado buscando el atuendo perfecto para la boda pero nada la convencía, al igual que la idea de que Rosie se casara con ese idiota.

 La chica de cabello morado estaba tirada en su cama, perdida en sus pensamientos, pues no quería hablar con nadie desde lo que había pasado con Carter hace una semana.

— ¡No puede ser! ¡No tengo nada que ponerme! —Protestó la princesa malvada, frustrada, entonces le habló a sus amigos. —Bueno, creo que tendré que quedarme aquí, ¡así que vayan y diviértanse sin mí! —Añadió, dejándose caer en su cama.

—Como quieras, E. —Murmuró el descendiente de Jafar, observándola de reojo, sin prestarle mucha atención debido a que se estaba mirando al espejo mientras se abrochaba la camisa.

— ¡Amor! Tú y yo sí asistiremos, esa fuente de chocolate será nuestra, y te llenaré con chocolate para luego quitártelo con la lengua. —Concordó su pareja, acercándose a él por detrás y besando su cuello.

— ¿Te puedo poner maquillaje para subirme el ánimo? Estás muy pálida. —Pidió la chica de cabello azul, dirigiéndose hacia su mejor amiga, quien la ignoró. La primera frunció su ceño cuando escuchó la conversación de los VKs. — ¡No queremos saber lo que harán o dejarán de hacer con el chocolate! —Se quejó, indignada.

—Claro que iremos, tengo que presumir que mí novio es el mejor bailarín de todos, y la idea del chocolate es muy tentadora. —Exclamó Jay, mordiéndose el labio, luego se giró para ver a la hija de Maléfica. —Además de que habrá fresas... —Prosiguió, intentando captar la atención de la joven, pues ella había estado muy callada desde que les había contado todo lo que había pasado con la Consejera Real de Rosie.

  Los tres vieron como la Princesa del Inframundo tomaba una almohada y se la colocaba en la cara, claramente no quería enfrentarse al mundo.

—Cariño, creo que Mal esta bastante extraña. —Habló el pecoso, mirando a su pareja con una expresión de confusión. —Seguro que es culpa de Evie.

— ¡Te escuché, De Vil! —Gruñó la hija de Regina, tomando uno de los vestidos que había dejado en la cama ya que no lo llevaría a la coronación para entonces arrojárselo de manera bruta. —M está así desde la noche en la que robamos el cetro y creo que la razón es muy obvia. —Continuó, tomando su cuaderno de dibujo en donde hacía bocetos de trajes y haciendo aparecer un bolígrafo con su magia para escribir el nombre de Carter en una hoja y enseñársela a los chicos.

¿Y qué hacemos? No puede quedarse aquí encerrada, y no creo que a Rosie le agrade que los cuatro nos perdamos su boda... —Exclamó el chico de cabello largo, tratando de pensar en una solución, miró a la chica de cabello morado. —M, tienes que hablarnos, al menos recuérdanos que somos insoportables para que sepamos que estarás bien pronto. —Dijo, pero ella ni siquiera se quitó la almohada de la cara, seguía ignorándolos.

—Esto es lo que pasa cuando se involucran demasiado con la gente de la realeza y esas cosas... —Masculló el menor de los VKs, observando de reojo a Evie, dándole a entender que también le estaba hablando a ella.

— ¿Y si vas para estar acompañada de Audrey, eso te gustaría, M? —Sugirió la princesa malvada, sabiendo que no iba a recibir una respuesta de su parte, sin embargo cuando escuchó el reclamo del pecoso se incorporó de la cama y le dio un golpe en la cabeza al pecoso. —Ok, si Mal no va, yo tampoco.

— ¡Evie! —Protestó Carlos, llevándose las manos a la cabeza debido a que el golpe le había dolido, mientras que ella volvía a sentarse en su cama.

— ¡No quiero ver como la chica que amo va a contraer matrimonio con un idiota que no la merece! —Sentenció la muchacha, dolida. —No tengo fuerzas para verla ser feliz con él.

—No pueden darse por vencidas ahora, ya casi logramos recuperar todo lo que nos pertenece. —Intentó motivarlas el ladrón del grupo. —Podemos hacer esto si nos mantenemos unidos.

—Mi amor tiene razón, debemos estar juntos, chicas. Podemos lograr esto. —Le dio la razón su pareja, mirándolo de reojo y luego le prestó atención a la ojiverde, ya que ni siquiera se había movido. —Mal, vamos, colabora.

— ¡Siempre tengo razón! —Alardeó Jay, esperando a que sus amigas les hicieran caso, pero eso no sucedió así que él bufó y le hizo una señal con la cabeza a su novio para que comprendiera sus intenciones. —Ok, me harté de la charla motivacional inútil, creo que vamos a tener que hacer esto por las malas. —Dicho esto, él tomó a la chica de cabello morado de los brazos y la obligó a levantarse, mientras que Carlos hizo lo mismo con Evie; pero Mal volvió a dejarse caer en la cama, cubriéndose con las sábanas.

—Que alguien le haga algo a esta loca por favor. —Suplicó el chico de cabello blanco y negro, colocándose una mano en el puente de la nariz. —Tenemos una situación crítica y Mal no coopera.

—Déjenla, tarde o temprano va a explotar. —Intervino Evie, resignada. —Yo puedo quedarme con ella... —Sugirió, mordiéndose el labio inferior.

— ¿Para que puedas usarla como maniquí y probar tus atuendos en ella? Oh, claro que no lo harás. —Se opuso el descendiente de Jafar, negando con la cabeza, luego suspiró hondo y se obligó a sí mismo a ignorar las ganas que siente de asesinar a sus dos mejores amigas; entonces tomó asiento al lado de la chica de cabello morado. —M, escucha, sé que estás pasando por un momento de mierda pero te necesitamos. Te prometo que Carter no va a volver a sufrir si están en la misma fiesta, por favor levántate. —Pidió, pero la joven hizo un gesto con la mano para restarle importancia al asunto, Evie bufó.

— ¡Ok! —Alzó la voz el pecoso, tomando asiento del lado izquierdo de la hija de Maléfica. —Mal, vamos de una vez, no te puedes quedar aquí; por favor Mal, levántate ya, no nos iremos sin ti, demuéstrale a Carter quien manda. —Insistió, en ese momento la ojiverde se incorporó de la cama, estando totalmente enfurecida caminó hacia el baño y se encerró en el mismo dando un fuerte portazo.

—Y... creo que ya explotó. —Susurró la princesa malvada al verla salir de aquel cómodo colchón. — ¡Lávate la cara y ni se te ocurra mojar el vestido, tampoco tardes mucho! ¿Sabes qué? Cambié de opinión, demórate todo lo que quieras, no me molesta llegar tarde.

—Creo que es capaz de asesinarnos por esto. —Sugirió Jay, levantándose de la cama y colocándose su saco. —Mal, no nos vamos a ir hasta que salgas.

— ¡Mal muévete! No tenemos todo el día. —Gritó el pecoso, pues quería ser oído por su mejor amiga. —Evie, deja de intentar quedarte, debes afrontar la situación; es lo mejor que puedes hacer.

— ¡Pero es que hoy estoy muy fea! —Se excusó la chica de cabello azul, pero ni siquiera ella misma se creía esa mentira. — ¿Sabes cuándo voy a afrontar la situación? Mañana, cuando la pareja real se vaya de Auradon para su luna de miel perfecta y yo pueda estar tranquila.

—Creo que a ti te va a carbonizar primero si la sigues apurando, ya logramos que se levantara, precioso. —Intervino el ladrón del grupo, mirando de reojo a su novio, en ese momento la descendiente de Maléfica salió del baño dando un portazo.

— ¿Me vas a carbonizar, M? —Cuestionó Carlos, mirándola con atención mientras hacía pucheros, pero ella no dijo ni una palabra. — ¡Habla ya, loca!

—Yo no dejaría que te carbonizara, mi amor. —Exclamó Jay, sonriéndole a su pareja.

—Hoy te recompensaré tu valentía de buena manera. —Aseguró el menor de los VKs, guiñándole el ojo de forma cómplice.

—Eso es lo que merezco. —Alardeó el ladrón para luego murmurar en el oído del joven De Vil. —No hay que dejarlas solas, cualquiera de las dos... puede hacer un desastre.

—Tenemos que hacer que Mal diga una palabra urgentemente o tendré que preocuparme de verdad, amor. —Dijo el pecoso, mirando a su novio y luego a la princesa malvada. —E, haz algo, mujer.

—Yo ya estoy preocupada por ella... —Confesó la villana, hizo una mueca en cuanto la situación depende de ella. —Mh, creo que si le mencionamos a Carter una vez más, lograremos algo.

—M, ¿disfrutaste estar con Audrey? —La interroga Jay, abrazando a su pareja por detrás. —Dime que al menos te desquitaste con ella.

— ¡A ver, M! —Prosiguió su mejor amiga, caminando hacia ella y aplaudiendo para lograr captar su atención. —Piensa en cosas lindas: fresas, destrucción, Audrey, dragones, Carter, bestias, magia...

—Evie, ¿dónde dejaste el maquillaje? —Cambió de tema la chica de cabello morado.

—Mal, ¿eres tú? —Exclama De Vil, sorprendido.

—Eso sí es extraño. —Habló el descendiente de Jafar.

—Ok, ahora sí estoy preocupada, eso no es lo que esperaba. —Admite la descendiente de Regina, observando de reojo a los muchachos. — ¿Quieres que te ayude? —Dudó, chasqueó sus dedos para hacer aparecer el maquillaje que necesitaba y para transformar las prendas de ambas jóvenes en dos hermosos vestidos.

—Sí, Evie, ayúdame. —Accedió la Princesa del Inframundo, quien ahora parecía estar perdida en sus pensamientos.

—Creo que debemos preocuparnos por tí de verdad, M. — Intervino el menor de los VKs, mirándola atentamente, luego volteó hacia la princesa malvada. —E, creo que Mal tiene fiebre, no sé qué le pasa.

—Ok. —Susurró la hija de Regina, quien comenzó a colocarle base. —No creo que tenga fiebre, creo que pasó mucho tiempo con Audrey. —Replicó mientras estaba concentrada en maquillar a la ojiverde.

—Creo que va a terminar borracha si la llevamos a la boda, pero no tenemos otra opción. —Sugirió Jay, mordiéndose el labio inferior.

— ¡Exacto! ¡Me voy a emborrachar y voy a bailar! —Concordó Mal, sintiéndose motivada por primera vez en todo el día. — ¡E! Maquíllame como nunca

—Déjame adivinar: quieres ser la perra más perra de todas las perras. —Sugirió la chica de cabello azul mientras ahora le aplicaba labial.

—Esto no puede estar pasando. —Dijo De Vil, shockeado.

—Baila todo lo que quieras pero si hablas de más, te mato, M. —Le recriminó el ladrón del grupo.

— ¡Danzaremos como nunca, Evie! ¡Hoy vamos a ser las dueñas de la pista! —Gritó la descendiente de Maléfica, emocionada.

— ¡Ya casi termino de ponerte bien perra! —Habló Evie, poniéndole rubor y máscara de pestañas, entonces sonrió al concluir su trabajo. —Ok, seremos diosas, únicas; bonitas y perrísimas.

—No creo que ella esté en su sano juicio. —Susurró el chico de cabello blanco y negro.

—Creo que las dos perdieron la cordura. —Masculló Jay, arrugando la nariz y observándolo con deseo. —Te ves tan elegante.

—Deja de tentarme, no querrás que nos encerremos en un baño en medio de la boda real, ¿o si? —Sugiere el menor, sonriéndole con picardía.

—Honestamente es una buena idea, no me molestaría perderme un casamiento si estoy contigo. —Accedió el hijo de Jafar, guiñándole el ojo.

— ¡Vámonos ya! ¡Hoy voy a tener sex... digo, a besarme con cualquiera! —Se corrige Mal, tomando la mano de su compañera de habitación. —Nadie va a saciarme hoy.

— ¡Ok, vámonos, pero te tendré vigilada! —Le advirtió la princesa malvada mientras los cuatro salían de la habitación para dirigirse al castillo en donde se llevaría a cabo la boda real. —Hoy seremos imparables.

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