Capítulo 19: ❝La única manera de salvarla❞ [Parte 2]
—Este maldito. —Masculló el hijo de Jafar, bajando las escaleras rápidamente y dando un paso para acercarse al adulto, pero su novio lo siguió y lo tomó por el brazo; deteniéndolo pues conocía sus intenciones.
—Jay, no. —Susurró el pecoso, sosteniéndolo con fuerza para evitar que hiciera alguna estupidez que podría perjudicarlos. —Sabes que lo necesitamos y no hará nada por nosotros si lo golpeas. —Añadió.
— ¿Por qué mierda están aquí, trío de mal nacidos? —Los interrogó el villano, sin moverse de su lugar.
—Yo me pregunto lo mismo, me obligaron a traerlos hasta aquí. —Se quejó Celia, haciendo pucheros, mientras estaba atenta a la conversación.
—Vinimos aquí porque necesitamos hablarte de algo importante que está sucediendo con alguien que conoces. —Habló Evie, bajando las escaleras y acercándose a él. —Mal está en problemas.
— ¿Mal? ¡Tonterías! —Gruñó Hades, arrugando la nariz para luego prestarle atención a la pequeña VK, ignorando a los demás. —Mocosa, ¿dónde está lo mío? —Dudó, cambiando de tema, se dirigió hacia su sillón para tomar asiento ahí mientras que la hija del Dr Facilier caminó hacia el villano; cuando estuvo frente a él metió la mano en su bolso y sacó un periódico junto a una bolsa llena de comida.
—Aquí tienes, creo que no me olvidé nada. —Exclamó Celia.
— ¡Ella de verdad está en un grave peligro, tienes que ayudarnos! —Suplicó la descendiente de Regina, angustiada.
—Agh, ni le importa su hija. —Se quejó el joven ladrón, apretando los puños, conteniéndose para no ir a golpearlo. Mal se los había dicho: él jamás se había preocupado por ella, entonces ¿qué les hacía pensar que ahora Hades comenzaría a hacerlo?
—Amor, calma. —Murmuró De Vil, mirándolo de reojo, luego observó al Dios del Inframundo. —Mal no es ella misma desde hace meses, tiene actitudes muy extrañas desde que dejó salir al dragón que hay dentro de ella, tienes que ayudarla antes de que destruya todo. —Insistió.
— ¿Qué me importa a mí si ese engendro de Maléfica tiene problemas? —Replicó el adulto, agarrando todo lo que su sirvienta le había traído. —Uh, hoy sí que te esforzaste bastante, mocosa pícara. —Dijo sorprendido y la tomó del brazo para obligarla a sentarse a su lado en el sofá.
—Soy muy eficiente cuando me lo propongo. —Alardeó la pequeña estafadora, acomodándose mejor a su lado, tomó una manzana de la bolsa y comenzó a comerla mientras escuchaba la discusión.
— ¡Es tu descendiente, bastardo ingrato! ¿¡Cómo puede no importarte!? —Alzó la voz la princesa malvada, indignada, pero el padre de Mal solo la ignoró.
— ¡Maldito cretino! —Gritó Jay, logrando captar la atención del villano, quien lo observó seriamente. — ¡Tu hija está extrañísima! ¿¡Acaso no puedes ver que esto no es un juego!? —Le recriminó, Hades frunció su ceño y se incorporó de su asiento para avanzar hacia el hijo de Jafar, mientras que Celia subía los pies al sillón.
—Escúchame bien, serpiente: Yo hago o no lo que me de la gana. —Habló el Dios del Inframundo, encarando al joven ladrón, se acercó a su rostro y le gruñó. —Si Mal está así es por culpa de Maléfica, así que váyanse bien lejos y no me jodan más, trío de engendros ingratos.
—Hey, hey, hey, aléjate de mi novio. —Intervino el pecoso, caminando hacia los dos para tomar al VK del brazo, pues no quería que se golpearan. — ¿Por culpa de Maléfica? ¡Mierda! ¡Si vamos a quejarnos con ella, nos asesinará, sabemos que ella odia a Mal con todo su ser! Tú eres la única opción que tenemos. —Se lamentó, el adulto lo miró y gruñó bajo con rabia, luego se dio vuelta y pateó una pequeña mesa que tenía; derribándola con furia.
—Voy a escucharlos, hablen ya mismo y expliquen que mierda le pasó a Mal antes de que me arrepienta. —Accedió el villano, de mala gana.
—Mal siempre tuvo ataques de ansiedad, pero cuando fuimos a Auradon los ataques de ansiedad dejaron de bloquear su magia y la descontrolaron. Sus poderes fallaban a veces y casi deja salir a su dragón interior varias veces pero lo evitamos. Ella nos dijo que no nos lastimaría. Pero el día en que nos apoderamos de Auradon se transformó en dragón porque la situación lo ameritaba pero se desmayó y yo creí que lo hizo porque estaba agotada... Pero juro que la vi morir, pude sentir que su corazón dejaba de latir y ninguno de nosotros sabía que hacer, pensamos en venir a buscarte en ese momento pero un fuego verde rodeó a Mal y entonces despertó. Hablaba de manera extraña, como si no fuera ella, se comportaba como si no le importara nada más que la maldad... Y sus ojos se oscurecen a veces, tiene muchos ataques de ira, asesinó a mucha gente y si no hacemos algo pronto... Nosotros seremos los siguientes. —Explicó la princesa malvada, caminando de un lado a otro, nerviosa. Hades hizo una mueca de odio y de preocupación.
—La mocosa se volvió dragón igual que la bruja loca. Maléfica debe estar muy feliz por todo esto. —Exclamó el Dios del Inframundo, luego apretó los dientes. —Si ella se volvió un dragón debe de haber sido por una razón muy fuerte y esa razón no fue una simple pelea insignificante... Debe haber sido una provocación muy grande. —Gruñó y se mordió la lengua, furioso.
— ¿Sabes qué le pasa a Mal exactamente? —Cuestionó el hijo de Cruella, preocupado.
—Mal no es un dragón, Mal es un ser mitad dragón con parte de un Dios en ella, ambas caras de la moneda están equilibradas y se contrarrestan para hacer que Mal sea la persona que conocen; si una de esas partes se descontrola totalmente, Mal dejará de ser ella misma, y lo peor de todo es que... —Comenzó a explicar el villano, quien hizo una pausa para exhalar pesadamente. —...si eso pasa Mal morirá y se convertirá en una Maléfica o un yo más, perdiendo su propio yo.
— ¡No, eso no puede pasar! —Gritó el hijo de Jafar, aterrado y shockeado.
—Mal no puede morir, ¡no lo podemos permitir! —Exclamó el pecoso, dolido.
—Le dije que asesinara a los héroes y la dejamos sola, luego Carter y las demás quisieron huir y fue ahí cuando Mal se convirtió en dragón... creo que sí pusimos mucha presión en ella. —Se lamentó Evie, odiándose a sí misma por todo lo que había pasado, era su maldita culpa. —No, no, no; tenemos que evitarlo. —Dijo, preocupada, con los ojos llenos de lágrimas.
Hades la miró con rencor cuando escuchó eso y pateó el sofá, logrando que Celia se exaltara y se abrazara a sí misma, mientras oía todo el caos que habían provocado los core four.
— ¿¡Qué tú qué, Grimhilde Mills!? ¿¡Acaso estás loca!? —Alzó la voz el Dios del Inframundo, sacando una lata de maíz de la bolsa que la pequeña VK le había traído para luego arrojarla lejos. La chica de cabello azul se sobresaltó. — ¿¡Cómo mierda se te ocurre hacer eso!? —Le recriminó a los gritos, tomando su ámbar para lanzarlo, pero antes de hacer tal cosa se detuvo y la observó con detenimiento.
— ¡No quise hacerlo a propósito, yo tenía muchas cosas de las que encargarme, no sabía lo que ocasionaría! —Se defendió la hija de Regina, entre sollozos, abrazó al pecoso; estando destrozada.
— ¿Sabes lo que significa lo que hiciste, Grimhilde Mills? —Prosiguió Hades, observándola con odio y desprecio. —Mal va a morir por tu culpa, mocosa patética, ¡ella se convertirá en otra Maléfica y destruirá todo! —Volvió a gritar antes de sentarse nuevamente en el sofá, junto a Celia, él observó el ámbar nuevamente.
— ¡No, no, no; Mal no se puede morir por mi maldita culpa! ¡Tiene que haber alguna manera de salvarla! —Dijo la princesa malvada, entre sollozos, mientras que Carlos acariciaba su cabello para intentar calmarla.
—Esto es lo más patético que he presenciado en mi vida. —Murmuró la pequeña estafadora, quien miró a la chica de cabello azul. — ¿¡Qué clase de mejor amiga eres!? ¡Ya asesinaste a un rey y ahora quieres prescindir de Mal, estás muchísimo más loca que tu madre! —Alzó la voz, indignada, pues ella tampoco quería perder a la Princesa del Inframundo.
— ¡Celia! —La regañó la VK a la que le estaban llamando la atención.
— ¿Hay alguna manera para evitar que la perdamos? —Se atrevió a preguntar el chico de cabello blanco y negro.
—No hay manera de salvar a Mal... —Puntualizó Hades, volvió a gruñir y miró el ámbar nuevamente, luego sonrió perversamente. Observó a Evie, quien estaba desesperada por encontrar una solución, y entonces concluyó—: ...si yo estoy dentro de la Isla de los Perdidos.
— ¿Qué serpientes malvadas dice este loco, Evie? —Cuestionó Jay, enojado. —No estarás pensando en que te saquemos de aquí. —Dijo, furioso.
— ¿¡Qué tan idiotas crees que somos!? —Le recriminó el pecoso, mirándolo con desprecio.
—En una escala del 1 al 100, yo diría que su idiotez es de 1000 puntos. —Dijo la pequeña VK, a quien nadie le había pedido su opinión, Hades palmeó su espalda y le sonrió con malicia cuando escuchó aquel comentario.
— ¿Qué quieres decir con eso? —Cuestionó la princesa malvada, quien parecía estar considerando aquello, pues haría cualquier cosa para reparar su error.
—Lo que quiero decir es que, como el dios que soy, puedo hacer que Mal vuelva a ser ella misma... Sin embargo... —Prosiguió el adulto, levantando la vista hacia ella, con aires de maldad. —...para eso deben sacarme de esta Isla, porque no puedo hacer nada desde aquí, ¿verdad? —Añadió, alzando una ceja.
—Esto sí se puso interesante. —Exclamó Celia, sonriendo con picardía luego de oír esa opción que el villano propuso. —Creo que no tienen otra opción, chicos. —Opinó, encogiéndose de hombros, realmente estaba disfrutando esto.
—Claro que no. —Se opuso el chico de cabello blanco y negro, negando con la cabeza mientras tomaba la mano de su mejor amiga y la de su novio, a quien le hizo una señal con la cabeza para indicarle que debían marcharse. —No estamos tan locos ni desesperados para hacer algo así, ¿¡cómo puedes aprovecharte de que tu hija está en peligro para poder conseguir tu maldita libertad!? —Le recriminó, furioso.
—Mal siempre tuvo razón, eres un padre egoísta y demente, cometimos un error al venir a pedirte ayuda. —Protestó la hija de Regina, molesta, mientras se dejaba arrastrar por el hijo de Cruella. —Mal nunca te importó, por eso la abandonaste, ahora quieres usarla ¡igual que Maléfica lo hace! —Le gritó, indignada.
—Encontraremos otra solución, pero ahora nos vamos de aquí. —Afirmó De Vil, mirándolo con desprecio.
—Digan y hagan lo que quieran, Mal morirá si yo no intervengo... Así que ustedes serán los asesinos por haberla provocado. —Les advirtió el Dios del Inframundo, colocando los pies encima de la pequeña estafadora para luego recostarse en el sofá, les gruñó para luego volver a sonreír de manera perversa. —Maléfica estará muy feliz de tener un nuevo cuerpo y no tardará en poseerlo... Tengan cuidado, ratas estúpidas. —Se burló antes de lanzar su objeto mágico hacia el aire para luego atraparlo nuevamente.
— ¡Esto no se va a quedar así! —Alzó la voz el joven ladrón, mientras que su pareja lo forzaba a subir las pequeñas escaleras que lo llevaban hacia la salida. — ¡Me las pagarás!
— ¡Esto aún no ha terminado, desgraciado! —Lo amenazó Evie, mientras que el pecoso también batallaba con ella para mantenerla lejos del villano. — ¡Celia, vienes con nosotros! —Demandó, pero la menor no se movió de su asiento.
— ¿Para que me lastimen y me arrastren por toda la isla mientras amenazan con matarme? No, prefiero quedarme. —Replicó la hija menor de Facilier, acomodándose mejor en el sofá y oyendo como los gritos de los tres VKs se alejaban cada vez más de ellos a medida que se retiraban, hasta que por fin estuvieron solos; ella miró al villano con una sonrisa cínica. —Esos estúpidos no tienen más opciones, regresarán arrastrándose como las ratas que son. —Afirmó.
—Volverán, soy la única salvación para Mal y la hija de Regina lo sabe, vendrá a mí porque va a morir del cargo de conciencia si su mejor amiga muere. —Concordó el dueño del lugar. — ¡Y tú, mocosa! ¿Quieres huir conmigo? —Sugirió, señalándola con un dedo.
—Y cuando regresen y te liberen, los aplastarás como las cucarachas que son por habernos dado la espalda. —Exclamó la pequeña estafadora, quien echó su cabello hacia atrás cuando escuchó aquella propuesta. —Me encantaría, no tengo nada mejor que hacer, aunque... Hice tratos que debería cerrar pero voy a esperar a que esos tres vuelvan suplicándote que rescates a Mal. —Dijo, recordando que Jane la estaba esperando en Auradon pues contaba con ella.
Sin embargo, Celia podía sentir que la desgracia se acercaba, y ella no quería estar en el reino cuando todo colisionara.
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Carlos arrastró a Evie y Jay fuera de la guarida y los soltó para entonces cerrar las puertas, furioso.
—No podemos hacerlo, Mal nos mataría si lo ve allí, tiene que haber otra maldita solución que esté frente a nosotros y estemos ignorando. —Murmuró el menor de los VKs, apretando los puños.
— ¡No puedo creer que ese imbécil bastardo esté usando a Mal para ganarse su estúpida libertad! —Alzó la voz la princesa malvada, indignada. — ¡Me hizo poner histérica y ahora miren cómo está mí cabello! ¡Tengo las puntas abiertas! —Se quejó, el pecoso se acercó a ella para verificar si lo que decía era cierto.
—Pues sí es verdad. —Concordó el muchacho, tocando las puntas de su cabello. Evie lo miró, muy ofendida. — ¡Y no le vamos a dar nada a ese maldito!
— ¡Claro que no le daremos absolutamente nada! —Gritó el hijo de Jafar, frustrado. — ¡Es un hijo de puta! —Dicho esto, pateó una piedra.
— ¡Cállate, estúpido! —Exigió la chica de cabello azul, golpeando la mano del menor de los VKs para que dejara de tocar su cabello y luego le proporcionó un golpe bastante merecido en la nuca. — ¡No podemos seguir con esto!
—No tenemos otra opción que volver a Auradon, ¿o quieres ir al Castillo de las Gangas a preguntarle a Maléfica que mierda le hizo a su propia hija? —Cuestionó De Vil, haciendo una mueca de dolor y tocándose la nuca.
— ¡Claro que no voy a hacer eso, no estoy tan loca! —Chilló la princesa malvada.
—Oh, ¿en serio? —Susurró el pecoso, sarcástico.
—Nos vamos de aquí, pero primero voy a arreglar mí cabello feo, además quiero ver a Dizzy. La extraño mucho. —Sentenció la adolescente.
—Yo veo el cabello de Evie muy bien, deberíamos irnos rápido de aquí o mi padre me matará si me ve. —Opinó Jay, observando a su alrededor con desconfianza, luego miró a su novio. — ¿Por qué todos te golpean, cachorrito lindo? —Susurró, haciendo un puchero.
— ¡Y mí madre me matará si me ve a mí! —Se quejó la hija de Regina, muy alterada por todo lo que tenían que soportar. —Ya dejé a Dizzy una vez y ni siquiera tuve la oportunidad de despedirme de ella, no voy a cometer el mismo error dos veces.
—Dale la razón o te golpeará a ti también. —Le aconsejó el chico de cabello blanco y negro. —No sé, no me lo merecía esta vez. —Masculló, haciendo una mueca.
— ¿¡Qué están esperando!? —Les recriminó la princesa malvada, estando más impaciente de lo normal. — ¡Caminen ya!
—E, no creo que sea una buena idea, si nuestros padres nos encuentran... estamos muertos. —Replicó Carlos, tragó saliva con dificultad.
—Mi cosita tierna. —Lo halagó el chico de cabello largo antes de darle un beso en la nariz a su pareja. —Evie está loca, no le hagas caso, está de mal humor porque nadie le da duro y mírala como anda de insoportable, no la escuches. —Murmuró.
—Tienes razón, ella ha perdido la cabeza desde que tiene la corona y ambos lo sabemos perfectamente. —Concordó el pecoso en voz baja para luego abrazarlo.
— ¿Disculpen? —Gruñó la mejor amiga de Mal, furiosa. — ¡Los estoy escuchando, dúo de imbéciles, así que vamos a la peluquería o yo misma los dejo sin descendencia cuando salgamos de aquí! —Masculló antes de tomar a cada uno por las orejas para obligarlos a dirigirse hacia su nuevo destino.
— ¡Evie, suéltame o le digo a Mal que estabas hablando mierdas de ella! —Gritó Jay, intentando convencerla de que lo dejara en paz.
— ¿¡Crees que eso me afecta!? —Replicó la hija de Regina. — ¡Tú también la criticaste cuando te quemó el brazo, estúpido, así que no me vengas con esas amenazas! —Chilló antes de comenzar a caminar, arrastrándolos a ambos con ella, por las calles de su hogar.
— ¡Ay, E, me duele; ya suéltanos! —Suplicó el pecoso, indignado y adolorido.
— ¡Cállate o te dejo con tu madre! —Gritó la chica de cabello azul.
— ¡Le diré a M que te pasas el día hablando mierda de ella! —Insistió el hijo de Jafar, soltando chillidos de dolor.
— ¡Ustedes también lo hacen, lo sé, digas lo que le digas tarde o temprano nos matará a los tres si no arreglamos lo que nosotros... lo que yo le hice! —Añadió la princesa malvada, dolida, las lágrimas invadieron sus ojos pero ignoró aquello y siguió caminando. Los muchachos intercambiaron miradas y decidieron quedarse callados durante el resto del camino, pues sabían que Evie era capaz de hacerles cualquier cosa. Unos minutos después, cuando llegaron a la puerta del salón de belleza, la joven los soltó y se limpió las lágrimas antes de ingresar al lugar. — ¿Dizzy? —La llamó, mientras que sus mejores amigos fueron tras ella, en silencio.
Los tres no pudieron evitar sorprenderse cuando vieron que la peluquería estaba completamente vacía.
—Son más de las 12, ¿por qué mierda no hay nadie aquí? —Murmuró Evie, observando a su alrededor.
— ¿Esto significa que nos podemos ir a casa ahora? —Preguntó el pecoso, levantando la mano, como si estuviera pidiendo permiso para hablar.
—No vamos a irnos a ningún lado hasta que... —Comenzó a hablar su mejor amiga, pero entonces oyeron pasos que descendían de la escalera, los tres miraron hacia allí.
— ¡De ninguna manera voy a hacer el trabajo de esa mocosa! —Se quejó Anastasia, quien estaba discutiendo con su hermana y su madre, mientras las tres bajaban las escaleras.
— ¡Pues lo harás o tendrás que bañar al gato, vaga de mierda! —Replicó Drizella, indignada.
— ¡Que bien nos haría Cenicienta ahora pero esa bastarda está muerta! —Se quejó Lady Tremaine, a los gritos, mientras descendían las escaleras; estando demasiado concentradas en su discusión como para darse cuenta de que tenían visitas.
— ¡Yo no voy a hacer ninguna de las dos cosas! —Protestó la pelirroja, indignada y frustrada, luego se percató de algo que había estado ignorando hasta ese preciso momento—: Además, tampoco he visto a Lucifer.
Carlos, Evie y Jay estaban observándolas, intercambiaron miradas mientras que la chica colocó sus manos en sus caderas; sin decir ni una palabra.
— ¡Ese gato cagalon volverá! —Afirmó la mamá de Dizzy, señalando a su hermana con el dedo. — ¡Y cuando regrese, Anastasia la pordiosera lo bañará! —Sentenció para luego reírse.
— ¡No le digas pordiosera a Anastasia! —La regañó la madrastra de Cenicienta, observándola con desprecio. — ¡Que tu y el gato no se bañan desde hace años! —Le recordó.
— ¡Tú vas a cumplir con todas las interminables tareas de esa pequeña rata porque es tu hija, imbécil! —Insistió la pelirroja, indignada. — ¿¡Ves!? ¡Hasta mamá me da la razón! —Se burló, satisfecha.
— ¿Quieren hacerlas hablar sobre Dizzy, muchachos? —Sugirió la princesa malvada en voz baja, mirándolos de reojo, los chicos asintieron y comenzaron a avanzar hacia las escaleras lentamente.
— ¡No! —Se opuso Drizella, tomando a su pariente de los cabellos. — ¡Tú vas a atender la peluquería y a bañar a Lucifer! ¡No soy yo la perra y soltera que no tiene marido!
— ¡Tú lo harás porque es tu hija, idiota! Replicó la pelirroja, tomando los cabellos de su hermana y tirando de ellos. — ¡Y me encanta ser soltera, a ti tu marido te abandonó por puta e insoportable! —Se quejó.
— ¡Basta ya, sucias! —Gritó Lady Tremaine, intentando separar a la morocha de su otra hija, pero Drizella le dio un codazo que hizo que la vieja perdiera el equilibrio y cayera rodando por las escaleras.
— ¡Mamá! —Gritaron al unísono sus descendientes, horrorizadas.
— ¿¡Qué hiciste, imbécil!? —Le recriminó Anastasia a su pariente antes de bajar corriendo las escaleras para ayudar a su madre.
— ¡Te vas a morir virgen, Anastasia! —Alzó la voz Drizella, bajando las escaleras corriendo para socorrer a su progenitora antes de que su hermana lo hiciera. — ¡Tienes telarañas ahí abajo! ¡Ni la pobre Cenicienta quería tocarte porque no te lavas!
—Cierra la boca o la próxima que se va a caer de las escaleras vas a ser tú. —Le advirtió su hermana, quien sostuvo de un brazo a su madre para ayudarla a levantarse.
—Tengo que admitir que esto es divertido. —Confesó la hija de Regina. La anciana comenzó a intentar incorporarse con la ayuda de sus hijas.
—No sé ni como la pobre Dizzy las soporta. —Dijo Carlos, mientras avanzaba hacia ellas junto a su novio, al igual que la princesa malvada hasta que llegó al lado de los VKs y se cruzó de brazos.
—La pregunta no es esa, amor. —Exclamó el joven ladrón, deteniéndose frente a las Tremaine y mirándolas con desprecio y asco. —La pregunta es: ¿Quién soporta a estas tres cochinas?
—Miren quienes vinieron. —Dijo la pelirroja cuando por fin se percató de la presencia de los VKs, mientras que Lady Tremaine se incorporó finalmente, pero se tambaleó y se apoyó en sus descendientes hasta poder estabilizarse.
— ¡Pero si son las ratillas! —Chilló la madre de Dizzy.
— ¡Cállate Drizella que al menos logramos más que ustedes! —Gruñó Evie, indignada al ser tratada de esa manera. —Ustedes no nos importan, queremos ver a Dizzy ahora, así que si volvieron a castigarla no me interesa porque la veremos de todas maneras.
—Esa mocosa no está castigada. —La corrigió Anastasia, negando con la cabeza.
— ¿Dónde está Dizzy? —Las interrogó el hijo de Cruella, serio.
— ¡Se escapó de aquí con el gato cagalón! —Protestó Drizella, indignada, golpeó a su madre sin querer y ella se tambaleó para luego gruñirle. — ¡No sabemos donde está!
— ¿Se fue? —Dudó Jay, alzando una ceja, intentando asimilar aquello.
— ¿¡Cómo que se escapó!? —Dijo la chica de cabello azul, preocupada. — ¡Seguro ustedes no la buscaron! ¡Debe estar en algún lugar de la Isla, sola y asustada! —Dijo, aterrada.
— ¡Claro que no buscamos a esa mocosa inútil! —Contestó la pelirroja. —Pero mamá nos dijo que no se fue sola. —Mencionó, ladeando la cabeza.
—Esto es raro, ¿con quién se fue? —Inquirió De Vil, teniendo un mal presentimiento.
— ¡Se fue con una rubia! ¡Una que traía un vestido rosado! —Gritó Lady Tremaine, intentando recordar más detalles. —Yo diría que era la amiguita esa de Cenicienta, Aurora, esa misma con la que la desgraciada se sacaba selfies, pero ninguna de las dos está viva así que no puede ser ella.
—Verdad que mamá sigue siendo la vieja chismosa de siempre. —Le murmuró Drizella a su hermana.
—Claro que sí, ella siempre lo ha sido. —Concordó Anastasia, en voz baja.
— ¿Aurora? —Repitió el joven ladrón, mirando a los VKs. —No puede ser porque ella está muertísima. —Aseguró, frunciendo el ceño.
— ¿Rubia con vestido rosado? —Dudó la princesa malvada, arrugando la nariz y negando con la cabeza. —Claro que no es Aurora, pero puede ser...
— ¿Quién? ¿Audrey? —Sugirió el pecoso, luego negó con la cabeza. —Ella se arrancaría el cabello antes de poner un pie aquí.
— ¡La princesita primorosa insoportable no tendría las agallas para venir aquí! —Habló Jay, cansado de todo este drama que parecía interminable. — ¡Vamos a tomar un trago ahora mismo! —Cambió de tema, su pareja y su mejor amiga lo miraron extrañados.
— ¿Quieres ahogar tus penas en alcohol? —Lo interrogó Evie, alzando una ceja, se encogió de hombros al considerar esa opción. —Es una buena idea. —Concordó, pues ella también estaba agotada de tantas discusiones, tal vez el alcohol aliviaría su dolor.
—Y sabemos perfectamente quien hace los mejores tragos. —Añadió el pecoso, dándose la vuelta para caminar hacia la salida de la peluquería, siendo seguido por la princesa malvada y el hijo de Jafar. —Vamos al restaurante de Úrsula.
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