Capítulo 17: ❝Operación ROSIE❞ [Parte 2]
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En Auradon, Evie estaba histérica en plena reunión con sus amigos, armando un escándalo en plena sala del trono.
— ¡No puede ser que esas perras hayan desaparecido de la faz de la tierra! —Gritó la chica de cabello azul, indignada. — ¡Hace seis meses las buscamos, esas tres pueden quitárnoslo todo!
—Tal vez ya estén muertas, ¿quién sabe? —Sugirió el pecoso, mientras masajeaba los hombros de la hija de Regina para calmarla.
—No creo que estén muertas, al parecer son muy inteligentes. —Opinó el descendiente de Jafar, quien miró a la chica de cabello morado, que no había dicho ni una palabra hasta ese momento. — ¿Tú que crees, Mal?
—Creo que no deberías decirle perra a Carter cuando la única perra eres tú y tu incompetencia e impotencia como gobernante. —Exclamó la ojiverde, dirigiéndole una mirada fría a su mejor amiga. —Y también pienso que deberías bajarte el estrés o terminarás más loca de lo que ya estás, Evie. —Añadió, mirándola de arriba hacia abajo para luego hacer una mueca con arrogancia.
—Estaba hablando de Jane, Lonnie y Audrey, Mal. —Replicó la princesa malvada, como si fuera lo más obvio del mundo. — ¿Sabes con quién me voy a bajar el estrés? Con Rosalinda.
—Que bueno que no estuvieras hablando de Carter de esa manera tan despectiva y horrenda, Evie. —Murmuró la hija de Maléfica, sonriendo de manera perversa.
—Es muy raro que Carter no haya vuelto aún, supongo que a esa cobarde no le importa su mejor amiga. —Se burló el menor de los VKs. —Estás demasiado estresada, E. ¿Y si le arrancas el corazón a Doug y lo transmites por televisión? Tal vez eso haga que vuelvan.
—Creo que a Doug deberían arrancarle el cerebro, amor, y dudo mucho que ese enano patético influya mucho en esas locas. —Habló Jay, desinteresado.
—Apoyo la idea, ¿por qué dálmatas aún lo mantenemos con vida? Está claro que él no les importa. —Concordó el hijo de Cruella, caminando hacia la enorme ventana para observar el paisaje. —Tal vez Carter ya se consiguió otra mejor amiga para reemplazar a Rosie.
—Ella va a volver, la conozco perfectamente y seguramente tiene un plan perfecto en esa cabeza suya. —Aseguró Mal, fijando su mirada en la pared. —Voy a incinerarla a ella también y la haré cenizas. —Dijo y sus ojos brillaron, Jay volteó a verla, al igual que el pecoso.
Carlos, Evie y Jay intercambiaron miradas, todos recordaban lo que habían visto en las cámaras del castillo de Auroria. No pudieron evitar sentir escalofríos.
—Creo que Mal quiere destruir a todos últimamente. —Susurró el hijo de Jafar, haciendo una mueca.
—Deberías calmarte, M, o comenzaremos a pensar que tienes ganas de incinerarnos a nosotros también. —Opinó Carlos, aunque luego de que ella casi quemara a su novio, no tenía dudas de ello.
— ¿Y no te vas a disculpar por ofenderme tanto, Mal? —Le recriminó Evie, levantándose del trono en el que estaba sentada para acercarse a la otra VK. — ¿Perra, incompetente, además de impotente como gobernante? —Repitió, seria.
—Yo no tengo que disculparme por decir la maldita verdad, ¿o acaso yo dije algo erróneo? —Exclamó Mal, sarcástica.
—Dijiste muchas cosas que no son ciertas, Mal Igna. —Gruñó la otra villana, cuyos ojos adquirieron un brillo azul eléctrico, pero apretó los puños con fuerza cuando sintió el deseo de hacerle daño; pero no, jamás lastimaría a su mejor amiga. —A ver, señorita me creo mucho por ser mitad dragona mitad semi diosa, ¿qué deberíamos hacer con la Isla? —La cuestionó, alzando una ceja.
—Voy a aclararte una cosa y espero que lo entiendas de una vez por todas, Evie Grimhilde Mills, yo soy completamente un dragón. —Afirmó la hija de Maléfica, cuyos ojos brillaron intensamente mientras sus pupilas se dilataban. —Deberíamos abrir la barrera para que yo destruya la Isla junto a todos los que están allí.
— ¿Acaso ya perdiste totalmente la cabeza, M? —La cuestionó Carlos, mirándola atentamente, justo en el momento en el que un helicóptero pasaba volando a lo lejos del palacio; pero ninguno lo notó ya que estaban inmersos en sus propios problemas.
— ¡Mal! ¿¡Cómo puedes hablar así de nuestra gente!? —Protestó Evie, muy indignada por aquel comportamiento. —Siempre seremos los chicos de la Isla, intenté olvidarlo pero esas son nuestras raíces, todos hicimos lo necesario para sobrevivir y eso está bien; pero el hecho de que ahora los cuatro seamos libres no te da derecho a querer acabar con nuestro hogar.
—Yo tengo poder suficiente para quemarlos a todos esos inútiles, soy un dragón después de todo. —Aclaró la ojiverde, sonriendo con orgullo mientras se acercaba más a la otra villana. —Y créeme que puedo hacer lo que quiera y cuando quiera, Evie, podría hacerlo ahora mismo si me sigues jodiendo la maldita existencia así que te recomiendo que cierres la boca de una vez por todas. —La amenazó, estando tan cerca de ella que sus respiraciones se mezclaban.
— ¡Ya basta, M! —Gritó Jay, tomándola del brazo para separarla de Evie antes de que las dos comenzaran a golpearse. — ¿¡Qué te pasa!? Estás muy rara. —Masculló, pero la joven solo se soltó de su agarre y lo miró con desprecio.
—Desaparece de mi vista hasta que te tranquilices, Mal, no te acerques a la Isla porque si lo haces te juro que no tendré piedad contigo. —Le advirtió la chica de cabello azul, mientras pequeños rayos azules salían de sus dedos, pero estaba intentando no perder el control.
La chica de cabello morado se dio la media vuelta y empezó a caminar hacia la salida, harta.
—Bla bla bla. —Se burló ella, haciendo un gesto de desgano con la mano, cansada de sus amigos. —Me aburre la estupidez que tienen, me voy a volar un rato bien lejos de ustedes.
— ¡No somos estúpidos! —Gruñó Carlos, pero la Princesa del Inframundo lo ignoró y salió de la habitación dando un fuerte portazo, luego escucharon los rugidos que comprobaban que se había convertido en dragón para retirarse de ahí. — ¡Ella no tiene que tratarnos así, nosotros no lo merecemos! —Se lamentó.
—Definitivamente Mal está muy rara, es como si no le importáramos. —Dijo Jay, sintiéndose triste. —Ya no parece ella.
—Está muy extraña desde hace meses, chicos. —Murmuró Evie, el brillo en sus ojos desapareció y su necesidad de herir con su magia también, así que se volteó para dirigirse hacia el trono y sentarse allí; derrotada. — ¿Creen que nos odie? —Sugirió, dolida.
—No creo que nos odie, pero está muy diferente... desde el día en que nos apoderamos de todo. —Habló De Vil en voz baja, caminando hacia los otros dos VKs. — ¿Qué podemos hacer?
—No creo que Mal nos odie, pero es como si no fuera ella la que nos dirigiera la palabra. —Dijo el descendiente de Jafar, observando a la hija de Regina. —Mal nunca te hablaría así ni siquiera con el enojo de su vida.
— ¡Lo sé! —Concordó ella, quien se puso a analizar mentalmente todo lo que habían pasado juntos desde hace seis meses. —Y hablando de eso... ese día del juicio les juro que la vi morir. Sentí que ya no tenía pulso. Lloré por ella. Cuando despertó luego de haberse desmayado porque tenía que controlar al dragón, me agradeció por haberla liberado, Mal parecía otra persona. Se los juro. —Murmuró.
—Eso sí que es verdaderamente raro, E. —Comentó De Vil, dándole un vistazo a su pareja, quien parecía tan afligido como él. — ¿Y si ella... No pudo controlarlo?
— ¿Creen que Mal esté muerta y lo que estamos viendo sea a Maléfica en su cuerpo? Es que tiene sentido, por eso escuchamos su voz en el holograma que nos mostró el espejo mágico. —Sugirió el hijo de Jafar, quien rascó su nuca, nervioso. —Yo no sé si esa sea Mal... Es rara.
— ¿Y cómo sería eso posible, precioso? —Lo interrogó el chico de cabello blanco y negro, aunque ninguno tenía las respuestas que necesitaban. — ¿Y si él dragón... la está controlando? O Maléfica, o quien sea... Tenemos que detenerla.
—Sé que en el fondo, ella sigue siendo nuestra Mal. —Aseguró Evie al recordar los ojos verdes de su mejor amiga, se levantó del trono. —Es hora de que averigüemos qué sucede, y con respecto a lo que vimos en mi espejo, tal vez el color azul que vimos en el holograma corresponde a la persona que puede darnos las respuestas que necesitamos: Hades.
— ¿¡Hades!? —Gritó Jay, mirándola con el ceño fruncido. —Evie, dicen que ese tipo es tal para cual con Maléfica, puede hacernos daño; además, ¿que haremos con Mal si vamos a ver a su padre? ¿Atarla en la cama? ¿Meterla en la prisión para que se convierta en dragón cuando esté hambrienta y se desayune a Rosie?
—Sé lo que dicen de él, pero tenemos que intentarlo. Hades, les guste o no, es nuestra única opción. —Intentó hacerlos entrar en razón la muchacha. — ¡Mal no va a tocar a mí Rosie! —Gritó, segura.
—Con respecto a Mal, amarrarla a la cama con cadenas de hierro es una buena idea, pero ella sospecharía. Tenemos que inventar algo para que no lo haga. Podemos... enviarla de viaje a cada estúpido reino para que verifique si podemos tomar a más rehenes. Y sé que ya tenemos bastantes, pero no importa. —Sugirió el pecoso, haciendo una mueca. —Tenemos a Alisha, la princesa de Agrabah, además de Aria; la princesa de Corona, no hay que olvidarnos de Apple White; la hija de Blancanieves. Y Chad, que ahora es un pez, además de Doug y por último; pero no menos importante, a Rosalinda. Tarde o temprano servirán para algo, y si no lo hacen, podemos matarlos.
—No es una buena idea, Mal es inteligente, ya revisó cada reino hace meses con ustedes dos; así capturaron a todos. Pedirle que se marche ahí de nuevo sería sospechoso, así que no podemos hacer eso. —Habló la hija de Regina. —Sé muy bien quien ya no nos sirve, y voy a encargarme personalmente de esa persona. —Aseguró antes de echarse el cabello hacia atrás.
—Si fuera Mal nos haría caso, pero yo sigo creyendo que esa loca que me quemó el brazo no es Mal. —Replicó el chico de cabello largo, quien rascó su cabeza, volviendo al tema de su mejor amiga. —Yo pienso que hay que darle algo y que se duerma, entonces nos vamos y ya.
— ¿Y con qué somníferos pones a dormir a una dragona, idiota? —Le recriminó Evie, dándole un golpe en la nuca, por estúpido. —Podemos hechizarla para que se duerma por unas horas.
—Creo que es buena idea. —Opinó Carlos al oír su última idea.
— ¡Mal no es una maldita dragona loca! ¡Mal es Mal! —Insistió Jay, quien se estaba engañando a sí mismo. —Yo tengo esperanza que ella sigue siendo Mal a pesar de tener a esa cosa en su cuerpo, yo creo que ella no nos haría daño... de nuevo. Sé que no quiso quemarme a propósito, esa no fue su intención, solo intentó huir para no herirnos y yo fui un imbécil impulsivo al intentar evitarlo.
—Jay, la escuchaste decir que es completamente una dragona, tenemos que ayudar a nuestra Mal. Se lo debemos. —Comentó la princesa malvada, cruzándose de brazos para luego mirar al menor de los VKs. El hijo del ex visir gruñó, mirándola con atención. —Yo puedo hechizarla por la noche, así ella no sospecharía de nosotros... —Sugirió.
—Está bien, haremos eso porque no tenemos otra elección, pero sigo diciendo que confío en ella hasta la muerte. —Accedió el joven ladrón de mala gana.
—Yo también confío en ella, cariño, pero haremos esto por nuestra propia seguridad y la suya. —Quiso calmarlo Carlos, dándole una cálida sonrisa.
—Ok, entonces está decidido, ¿cuándo quieren irse? —Cuestionó la VK.
—Apenas cuando Mal se duerma, creo que hay que aprovechar el tiempo, además de que entrar a la Isla de noche es la mejor opción; nadie nos podrá reconocer. —Habló Jay, los demás asintieron con la cabeza, dándole la razón. El primero bajó la mirada hacia el suelo, pues tenía miedo de perder a su mejor amiga para siempre. —Espero que Mal deje de estar tan extraña.
—Bien, será mejor que vayamos a prepararnos. Pero... Tienen que prometerme que no volveremos a quedar encerrados ahí. —Suplicó la chica de cabello azul, aterrada.
Haber pasado diecisiete años dentro de esa prisión había sido suficiente tiempo para ella.
—Claro que no nos quedaremos encerrados allí, volveremos por nuestra Mal. —La tranquilizó Jay, le dio un beso en la frente para darle su apoyo y luego extendió su puño hacia el centro. —Porque somos malos...
—De corazón. —Respondieron su mejor amiga y su pareja al unísono, llevando sus puños hacia el centro.
—No hay nada que temer, E, nosotros estaremos junto a ti todo el tiempo. Te lo prometo. —La consoló el hijo de Cruella, quien detestaba la idea de volver a casa, pero debían hacerlo por su mejor amiga.
—Tienes razón. —Murmuró la hija de Regina, el menor de los VKs la abrazó y el joven ladrón no tardó en unírseles, pero luego de unos segundos la chica se apartó. —Ahora si me disculpan, tengo que desquitarme con los prisioneros. —Dijo antes de darse la vuelta para dirigirse hacia los calabozos.
Carlos y Jay la vieron partir, sin saber que lo peor estaba por venir.
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Rosie estaba sentada en la cama de su celda, tenía dos grilletes en sus muñecas, por lo tanto abrazó sus piernas. Tenía frío, hambre y miedo.
—Mi nombre es Rosalinda Marie Montoya Fiore. Y soy de la realeza. Soy de una Isla llamada Costa Luna, que es muy pequeña pero es muy importante para mí. —Murmuró ella, en voz baja, estaba hablando sola para no volverse loca. O eso quería creer. Tal vez su plan de escape había sido demasiado arriesgado, o no había actuado con la velocidad con la que normalmente lo hacía en las misiones asignadas por el PPP. Tal vez había pasado tanto tiempo rescatando princesas, que había olvidado como salvarse a sí misma. Las reinas también debían ser rescatadas, pero había pasado mucho tiempo y ella tuvo que actuar. Tal vez había subestimado a los VKs y, por eso, sabía que la pagaría demasiado caro. —Salvé a una princesa, me enamoré de ella, Evie arruinó mi vida entera. Gracias a ella, lo perdí todo. Me perdí a mí misma. No tengo a nadie. Carter se fue, mamá también, ¿volverán por mí? —Insistió, aterrada, pues las palabras de Mal aún estaban presentes en su mente.
Oyó el inconfundible sonido de esos tacones que se acercaban hacia su mazmorra hasta que aquel sonido se detuvo, pues ella había llegado.
—Horrendos días, Rosie. —Dijo la chica de cabello azul a modo de saludo, la castaña hizo una mueca y levantó la vista hacia la recién llegada.
— ¿Qué quieres, Evie? —Gruñó la mejor amiga de Carter, estando de mal humor.
—Facilidad, velocidad, no pateará pero mágicamente se abrirá; luego también se cerrará. —Conjuró la villana, extendiendo sus manos hacia adelante, la celda se abrió y ella entró; escuchó como mágicamente la celda volvió a cerrarse tras ella. — ¿Tú también te vas a poner a hablarme de mal humor y con prepotencia?
— ¿Y cómo quieres que te hable cuando no me dejas salir de esta celda desde hace seis malditos meses? —Le echó en cara la reina de Costa Luna, arqueando una ceja, para luego soltar una risita. — ¿Tienes problemas en el paraíso, eh? ¿Sabes qué tengo yo? Hambre, porque no recuerdo la última vez que comí algo decente.
— ¿Tienes hambre? —Le preguntó la hija de Regina, cuya expresión era totalmente seria. —Perfecto, así las dos nos libraremos de algo al mismo tiempo. —Dijo, acercándose lentamente a ella mientras la miraba de arriba hacia abajo.
La prisionera entendió el doble sentido en sus palabras y esperó a que se le acercara lo suficiente para poner una mano en su pecho, deteniéndola e imponiendo distancia entre ambas, aunque era poca porque las cadenas que retenían sus muñecas eran cortas.
—No tengo hambre de ti. —Aclaró la castaña.
— ¿Segura? —La cuestionó la princesa malvada, tomándola de la barbilla y levantándosela para que sus miradas se encontraran. —No sabes las ganas que tengo de ti, Rosie. —Añadió, relamiéndose los labios lentamente.
—Sí, estoy segura. —Exclamó la agente del PPP con seguridad, mirándola a los ojos. —Lo que teníamos quedó en el pasado, Evie, ya supéralo.
— ¿Estas segura que quedó en el pasado? —Dudó Evie, tomando asiento a su lado y mirándola a los ojos, la castaña se alejó unos centímetros de ella, incómoda. —No creo que hayas dejado de sentir algo por mí, Rosalinda. —Insistió.
—Sí, estoy completamente segura de eso. —Concordó la castaña, sin dejar de mirarla con atención. —De hecho, tienes toda la razón, ahora lo único que siento por ti es odio. —Replicó, dejando en shock a la princesa malvada, quien se incorporó de la cama con una expresión ida y los ojos llenos de lágrimas.
— ¿Es en serio? —Murmuró la chica de cabello azul, incrédula.
—Nunca hablé más en serio en mi vida. —Aseguró la mejor amiga de Carter, seria, entonces dejó de prestarle atención. Las lágrimas comenzaron a descender por las mejillas de Evie y ella se volteó, maldiciendo en su cabeza a todas las personas que se habían aprovechado de ella.
—Tú y Mal... ¡Ambas son unas imbéciles buenas para nada! —Alzó la voz la hija de Regina, histérica, se giró para encarar a la chica que ya la había hartado; a quien había logrado sobresaltar. —Eres una maldita zorra infeliz y mentirosa de mierda, estoy segura de que no me hubieras dicho nada de eso si te tuviera ahora mismo desnuda y gritando como solías hacerlo. —Espetó, apretando los dientes con odio, su mirada se volvió ida y oscura.
—No me faltes el respeto, no te diría esto si no hubieras jugado conmigo de la manera en la que lo hiciste, nunca más voy a dejar que me toques. —Dijo Rosie, con seguridad.
—Tú y Mal, ¡ambas son unas putas traidoras! ¡Hago todo por ustedes y sólo me lastiman! —Gritó Evie, sonriendo perversamente, su expresión se tornó sádica y se acercó a su oído. —Pero sabes algo... Ustedes las dos van a pagarlo muy caro...
— ¡Aquí la única traidora eres tú! ¡Fuiste tú la que me lastimaste primero así que esto es lo que te mereces! —La acusó la hija de la ex reina Sophia, elevando su tono de voz, se asustó al ver su expresión sádica pero se esforzó por no demostrar lo aterrada que se sentía. — ¿Ah sí? ¿Y qué me harás, entonces? Si quisieras matarme ya lo habrías hecho pero las dos sabemos que todavía me necesitas. —Añadió, logrando enfadar más a la chica de la Isla, quien se llevó las manos a la cabeza.
—No hagas una locura Evie, no cedas, no la hagas; no la escuches, no caigas, no debes ceder a la oscuridad... —Susurró la princesa malvada, en voz baja, mientras comenzaba a caminar en círculos por toda la celda.
—Y aunque quisieras hacerlo, no puedes negar el hecho de que tú me necesitas pero el sentimiento no es mutuo después de que arruinaras mi vida entera, Evie. —Prosiguió la castaña, hablándole con superioridad, mientras se cruzaba de brazos. —Tú arruinaste mi matrimonio, mis amistades, mi pueblo; pero sobre todo me arruinaste a mí. Regina debería estar orgullosa porque eres igual que ella. —Le gruñó, logrando que la mejor amiga de Mal apretara los dientes con fuerza y se acercara a ella, estando más enojada que antes.
—Te voy a enseñar a no meterte conmigo. —Prometió la villana, cuyos ojos demostraban odio y locura, mientras sus orbes adquirían un tono azul eléctrico. Rosie sintió como un escalofrío le recorrió la espalda al verla de esa manera, la chica de la Isla chasqueó los dedos para que los grilletes ejercieran más fuerza sobre las muñecas de la castaña. —Nadie lastima mi orgullo sin pagarla.
— ¡Yo no quiero que me enseñes nada, Evie! —Se quejó la reina de Costa Luna, quien era consciente de que su opinión ya no importaba, gimió de dolor cuando los grilletes presionaron aún más sus muñecas. — ¡Mierda, Evie, me duele! —Protestó.
—Ahora vas a aprender a no hablar de más, Rosie. —Murmuró la villana en su oído.
—A-aléjate ya, yo... yo n-no te quiero cerca de mí. —Balbuceó Rosalinda, nerviosa y asustada.
— ¡Evie! Te dijo que no quiere tenerte cerca. —Le llamó la atención Apple, la descendiente de Blancanieves, desde su celda. La villana se volteó para dirigir su atención hacia ella. —Así que aléjate o te voy a...
— ¿Eso es lo que te dijo tu madre el día que naciste? —Se burló la chica de cabello azul, elevando una ceja. ¿Qué vas a hacer vos si sos una pulga? Medís un metro y cincuenta y siete centímetros, no me llegas ni a los tacones así que cierra la boca o te arranco la lengua.
—Lo dice la demente que mide un metro y sesenta y tres centímetros. —Replicó Aria, quien estaba sentada en la cama, en la misma celda que Apple. —No te creas tan importante, y no te metas con mi chica.
— ¿¡A quién le dijiste demente, risitos de oro!? —Gruñó la descendiente de Regina, furiosa ante la osadía de las dos muchachas. — ¡Ustedes dos no son más que mis muñecas y van a aprender a comportarse! Creo que esa celda es demasiado grande para ustedes dos y el ego de Apple, así que les buscaré un lugar más... apropiado. —Dicho esto, movió su muñeca en dirección a las dos princesas y varios rayos azules las rodearon, ambas comenzaron a encogerse hasta que tuvieron el tamaño de unas muñecas e hizo aparecer una pequeña casa de muñecas, en donde las encerró allí.
Rosie miró a Alisha, la hija de Aladdin y Jasmine, quien estaba encerrada en otra mazmorra; completamente callada.
— ¡Déjalas en paz, ellas no te hicieron nada! —Intervino la reina de Costa Luna, captando finalmente la atención de la chica de la Isla, quien la observó.
—Se interponen entre nosotras, eso me da el poder de hacerles lo que se me da la maldita gana. —Se justificó la joven de cabello azul, mirando a la agente del PPP con una sonrisa perversa para luego acariciar su mejilla lentamente, causándole escalofríos a la muchacha.
—Ya no hay un nosotras, Evie. —Se atrevió a hablar la mejor amiga de Carter, y eso fue suficiente para que el corazón de la chica de la Isla se rompiera en mil pedazos y el odio se apoderara de ella.
La hija de Regina chasqueó sus dedos nuevamente, logrando que su mirada sea imposible de ignorar, tomó a su prisionera del mentón con fuerza.
— ¡Quítale las manos de encima, ser despreciable sin corazón! —Exclamó Doug, desde su celda. — ¡No hagas esto, Evie! ¡Ella te odiará para siempre y jamás te perdonará que le arruines la vida! —Le gritó, la chica de la Isla bufó, ya harta; se giró hacia él.
— ¡Ya tuve suficiente de todos ustedes! ¡Aquí el único ser despreciable sin corazón eres tú, enano patético! —Alzó la voz la chica de la Isla, ya harta, estiró su brazo libre hacia él y usó su magia para arrancarle el corazón del pecho y arrancárselo para luego aplastarlo y tirarlo al suelo. — ¡Yo voy a arruinar todas las vidas que quiera y nadie lo va a impedir! —Gritó, presionando más la barbilla de la castaña y la observó.
—Soy Evie Grimhilde Mills, ya no me subestimes... —Susurró la villana, forzándola a mirar sus ojos que ahora eran de un color azul eléctrico irresistible, la reina de Costa Luna intento resistirse pero no pudo hacerlo y cedió ante la hipnosis.
—Ya no subestimaré a Evie Grimhilde Mills... —Repitió Rosie, ida, mientras que la chica de cabello azul la observaba con una sonrisa perversa.
— ¿Sabes lo agradable que es verte así de sumisa? —Preguntó la princesa malvada, con un tono burlón, disfrutaba esto. Deslizó una mano por el costado izquierdo de la castaña hasta llegar a su cadera. —Te voy a hacer entender de una vez por todas que eres mía, sólo mía, Rosie.
Las dos se perdieron a sí mismas en el momento en el que la villana abusó de la joven reina, pero solo Evie lo recordaría por el resto de sus días... a menos que la hipnosis de la castaña se revirtiera.
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