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Capítulo 16: ❝Curando heridas del corazón❞ [Parte 1]

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  En el salón de entrenamiento del centro de operaciones del PPP, Lonnie se encontraba sentada sola en las gradas, perdida en sus pensamientos. No había hablado con su hermano desde que él la había obligado a aceptar ir a la Isla, ya que seguía dolida por todo lo que había pasado.

 Su corazón estaba destrozado y el único familiar que le quedaba parecía ignorar aquello, pues priorizaba a la hija de Aurora, cuando fueron ellas dos y Jane quienes habían pasado por un infierno.

  Audrey tiene a sus abuelos, mi chica tiene a su padre y a sus hermanas, en cambio yo solamente lo tengo a él y no le importo; pensó Lonnie.

 En ese momento, Shang entró a la habitación y la observó antes de comenzar a caminar hacia ella, pues era consciente de que no estaba bien. Tomó asiento a su lado sin emitir palabra alguna. Su hermana lo miró de reojo y se cruzó de brazos.

— ¿Así que ahora recuerdas mi existencia? —Murmuró la descendiente de Mulán, seca y dolida, pero no deseaba demostrarlo ante su pariente. — ¿Ahora me buscas, cuando fuiste tú el que me mintió por meses, o tal vez años? —Prosiguió, molesta. El recién llegado bajó la vista y soltó un suspiro.

—Lonnie, deberías escucharme, ¿sabes? Esto no es fácil, lo sé muy bien y comprendo tu dolor. —Susurró el agente del PPP, levantando la vista y observando hacia el frente.

— ¿Debo escucharte? —Repitió la joven, incrédula, soltó una risa sin gracia. —No estuviste en casa por meses, jamás me diste una maldita explicación, ¿¡y de repente apareces en un helicóptero el día en el que mi vida empieza a desmoronarse!?

—Al menos déjame hablar. —Suplicó el muchacho.

— ¿Ahora sí quieres hablar? ¿Por qué ahora y no cuando regresaste a mí vida? —Le recriminó la chica, pero estaba cansada de evitarlo. —Te escucho. —Dijo, rendida, afortunadamente él se caracterizaba por ser una persona paciente, a pesar de que a veces –como esta– su pariente lograba sacarla de quicio.

—Si me vas a culpar de todo lo que sientes puedes hacerlo, pero ya te darás cuenta de que yo no puedo pagar por todo el peso que tiene tu corazón, Lonnie; no soy yo el culpable de tu dolor y lo sabes. —Le advirtió el primogénito de Mulán, dolido. —Sé que te mentí, te oculté que era un agente secreto, pero lo hice porque en esta organización te lo exigen así; no porque yo quisiera. —Comenzó a explicar.

—Sé que todo esto no es tu culpa, pero eres la única persona con la que tengo derecho a enojarme y puedo golpearla o insultarla sabiendo que no me lastimará. —Admitió la pareja de Jane, quien bajó la mirada. —Te fuiste sin despedirte, jamás volviste a llamar, ¿¡porque preferías estar aquí!? —Dijo, señalando el lugar.

—Nuestra madre también fue agente del PPP, ella también hizo mi trabajo, pero tuvo que dejar esto cuando decidió construir una familia. —Le confesó Shang, sintiéndose un poco mejor al revelar aquel secreto que había ocultado por años, su hermana arrugó la nariz al escuchar aquello.

— ¿Qué? —Murmuró ella, shockeada por aquella noticia inesperada. — ¿Ella de verdad hizo todo esto?

—Nuestra madre sí fue agente del PPP, yo me uní aquí cuando cumplí 18 años para seguir sus pasos, porque quería ser como ella; sé que tienes todo el derecho del mundo a enojarte por eso, Lo. —Comentó el primogénito de Mulán, reuniendo valor y mirando a los ojos a su pariente. —Pero me uní a este lugar por voluntad propia, quería salvar a la gente, quería ayudar a las princesas; y sé que huir sin decir nada fue un error, pero eran las reglas, y las cumplí; me equivoqué al no decirte nada por respeto al reglamento de aquí y sé que debo pedirte perdón por eso, pero tienes que saber que yo nunca dejé de pensar en mi familia. —Dijo y una lágrima cayó por su mejilla.

—Yo también quiero seguir sus pasos, quiero que mamá esté orgullosa de mí pero... ¿estamos haciendo lo correcto al sacar a más VKs? —Dudó la joven guerrera, quien tenía lágrimas en los ojos, que comenzaron a derramarse luego de oír las palabras de su hermano. —Tú dejaste todo atrás por esto, yo me fui de Auradon porque no tenía otra opción. —Sollozó, angustiada.

—Sí lo estamos haciendo, Lo. Aunque para ti no lo sea, te aseguro que Carter no va a cometer el mismo error dos veces. —Habló Shang, quien pasó una mano por su cabello, mientras lloraba.

—De acuerdo, si tú lo dices entonces eso debe ser cierto, después de todo tú la conoces mejor que yo. —Exclamó la joven guerrera, quien confiaba en su palabra, mordió su labio inferior para buscar la valentía que necesitaba para hacer la siguiente pregunta. —: ¿Por qué no regresaste a casa cuando te enteraste de la muerte de Ben? ¿Acaso no te lo permitieron o qué mierda sucedió en este lugar? —Cuestionó su hermana, intrigada, necesitaba respuestas.

—Cuando Ben murió, el mayor Mason dio serias órdenes de que nadie podría irse de la base, por motivos de seguridad. —Respondió el agente del PPP.

—Tampoco te dejaban llamar para ver cómo estaba tu hermanita, ¿no es verdad? —Lo interrogó la hija de Mulán, apretó los puños. — ¿Qué pasó aquí cuando culparon a Rosie por la muerte de Ben? ¿Los dejaron hacer algo al respecto?

—Aquí no nos permiten comunicarnos con el mundo exterior, cuando podía sólo lo hacía con mamá, porque ella había sido agente y le daban ese derecho; pero ella siempre me hablaba de ti. —Contestó Shang, mirándola con melancolía. —Cuando culparon a Rosie, el padre de Carter dio ordenes estrictas de que nadie podía salir de aquí, ya que si íbamos allí a salvar a Rosie; los Auradianos iban a sacar a sus guardias y se armaría una guerra, por lo que todo se quedó en manos de Carter, Scarlett y Cinder. —Hizo una mueca, pues no estaba de acuerdo con la manera en la que el mayor Mason había manejado la situación, pero él era su superior y debía obedecer sus órdenes.

— ¿En serio mamá te hablaba de mí siempre? —Murmuró Lonnie, sonriendo con tristeza mientras recostaba su cabeza sobre el hombro de su hermano. —Eso es horrible, mira todo lo que pasó por intentar evitar una guerra, ¡es lógico que Carter, Scarlett y Cinder no hayan podido manejar la situación! Los VKs tuvieron ventaja y ellas nunca lo supieron. Pobrecitas, deben sentirse muy culpables por no haber podido salvar a Rosie, sobre todo Carter. —Se lamentó, indignada.

—Mamá siempre me hablaba de lo valiente y atrevida que eres, me decía que eras muy rebelde y que siempre lograbas lo que querías, ella debe estar orgullosa de ti.— Afirmó el joven guerrero, tomando su mano y entrelazando sus dedos. —De seguro Carter se siente culpable, pero no dudo en que rescatará a Rosie, ella lo logrará; tiene mucha capacidad y decisión, además de que ella dará todo por su mejor amiga, Carter es así.

—Mamá siempre tuvo muchísima razón. —Alardeó Lonnie, orgullosa, no pudo evitar soltar una pequeña risa. —Claro que rescatará a Rosie, además... no está sola en esto. Nos tiene a todos nosotros. —Sonrió y acomodó su cabello con su mano libre.

—Ya verás que lograremos poner a Rosie a salvo si trabajamos todos juntos. —Afirmó su pariente.

—Sí, sé que podremos hacerlo si trabajamos juntos, pero... promete que no vas a volver a dejarme. Eres la única familia que me queda. —Pidió la joven, mirándolo a los ojos. —Perdón por tratarte mal, no lo mereces, soy una maldita idiota. —Añadió, avergonzada por su comportamiento.

—No te preocupes Lo, ya no te dejaré sola, estoy aquí para ti y haré todo lo que sea necesario por ti. —Aseguró Shang, luego la abrazó y ella no tardó en corresponderle aquel gesto. —No eres una maldita idiota, eres una chica genial que tuvo muchas contradicciones en la cabeza, no una maldita idiota.

—Yo creo que sí lo soy. —Insistió ella, luego se apartó de su hermano. —Es que... con todo lo que sucedió, no sé en quien confiar. —Confesó, sintiéndose mal apenas dijo esas palabras, pues las agentes del PPP habían cuidado de ella y de las demás AKs durante seis meses y a pesar de eso; la joven guerrera todavía no sabía si debía confiar en ellas.

—Y es normal que desconfíes, pero créeme; puedes confiar en las chicas, ellas no quieren el mal de ninguna de ustedes, te lo aseguro. —Le aconsejó su hermano. —Yo lamento haberte presionado tanto cuando sé que tienes tanto miedo de cometer otro error fatal, no debí hacerlo.

—Eres el mejor. —Lo halagó Lonnie, sonriendo, luego suspiró. —Sé que no debería desconfiar de las chicas, pero no puedo evitar pensar que todo esto no habría pasado si ellas no hubieran llevado a esos cuatro VKs a Auradon, pero luego pienso que la culpa la tienen Mal, Jay, Evie y Carlos. Sin embargo, si tú confías en ellas, yo también lo haré. Y te perdono. —Dijo finalmente.

—Esa es mi hermanita gruñona e inteligente. —Habló el primogénito de Mulán, luego le dio un beso en la mejilla. —Estoy muy orgulloso de ti, Lo.

—Me alegra que estés muy orgulloso de mí. —Confesó la chica, mirándolo con admiración y cariño, se levantó de las gradas. —Pero creo que es hora de que compruebes por ti mismo que tu hermanita es capaz de patearte el trasero. ¿O acaso temes que yo sea muchísimo mejor que tú en una batalla? —Alardeó, tomando una espada que estaba colgada en la pared, mirándolo con diversión. Él alzó una ceja y se incorporó para tomar otra espada de la pared.

—Pues claro que no tengo miedo de ti, veamos de que eres capaz. —Se río Shang antes de lanzar su arma al aire para luego atraparla velozmente.

—Mamá siempre me decía que era la mejor de todas. —Presumió Lonnie, observándolo con una sonrisa victoriosa, no tardó en comenzar a pelear con él.

  Tal vez las heridas del corazón sí podían ser curadas con un poco de comunicación.

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 En Auradon, Carlos estaba en su habitación, sentado en su cama con su computadora portátil en su regazo; estaba esperando a Mal ya que tenía que mostrarle algo muy importante que definitivamente les serviría.

  De repente se oyó un golpe en la puerta y el pecoso se levantó para ir a abrirla.

— ¿Desde cuándo golpeas, eh? Creí que te gustaba más volar como dragón y mirarme desde mí ventana. —Se rió el chico, quien se hizo a un lado para dejarla pasar. —Entra, tengo algo que mostrarte, sé que te interesará. —Dijo, la recién llegada le dio una patada a la puerta y luego ingresó al cuarto. Carlos retrocedió y frunció su ceño.

—No estoy de humor para tus malditos chistes. —Habló la chica de cabello morado, quien avanzó hacia él, oliendo su miedo. — ¿Qué pasó? ¿Hay algún pendejo jodiéndote?

—No, puedo manejar a los pendejos que me molestan. —Aseguró De Vil, cerró la puerta y caminó hacia su cama, se subió a la misma para tomar su computadora portátil y comenzar a teclear unos códigos. —Te llamé porque, después de que descubrí que las idiotas del PPP habían instalado sus propias cámaras y micrófonos aquí, los destruí y puse un sistema de rastreo en todo Auradon. Descubrí algo interesante. —Dijo, señalando la pantalla, en donde se veía una de las grabaciones del castillo real situado en Auroria, ya que el VK había hackeado su sistema de seguridad.

 En ese momento, un sonido proveniente de la computadora comenzó a escucharse, Carlos abrió la ventana del programa del que provenía aquella sirena y sonrió al ver aquel número de teléfono, que se localizaba en el centro de operaciones del PPP.

—Oh, mira quién está llamando a su abuela. —Exclamó el hijo de Cruella, tocó unas teclas para poder oír la conversación telefónica y minimizó la pantalla para volver a prestarle atención a lo que las cámaras de seguridad de Auroria le mostraba: Leah, en la sala del trono, contestando una llamada telefónica.

  Mal hizo una mueca de disgusto al ver a la mujer, pero continuó mirando la pantalla, mientras su amigo se acomodaba mejor en la cama; sin dejar de ver la computadora.

— ¡Abuela! ¡Por fin puedo llamarte! No puedo creer lo difícil que fue encontrar señal en este lugar en el que usan el Internet para literalmente todo. —Se quejó la descendiente de Aurora, indignada. — ¿Tú y el abuelo están bien?

— ¡Audrey! ¡Al fin apareces! ¡Estábamos muy preocupados por ti! —Gritó la vieja, nerviosa y alterada, ya que habían perdido contacto con ella desde el día del juicio de Rosie. —Sí, lo estamos, ¿tú estás bien? —Dudó.

—Estas medio sorda pero no por eso tienes que gritar. —Protestó la adolescente, haciendo una mueca de disgusto. —Sí, estoy bien alejada de toda la maldita civilización, ¡me obligan a dormir en una cama pequeña y tengo que compartir habitación con Lonnie y Jane que no dejan de gemir cada noche! Esto es una pesadilla, abuela, maldita sea Carter por obligarme a venir a esta isla de mierda. ¿¡Y sabes qué es lo peor de todo esto!? ¡Que quieren que me esfuerce para entrenar! Están locos si creen que arruinaré aún más mí manicura, ¡ya me rompí la muñeca! —Masculló, frustrada.

— ¡No me faltes el respeto, jovencita maleducada! —Chilló Leah, muy ofendida con su pariente por la manera en la que le hablaba. —Deja de decir groserías Audrey, no me interesa lo que hagan Jane y Lonnie, soy una reina y las reinas no escuchamos ese tipo de comentarios profanos. Y no se te ocurra dejar que esa gente patética y sin buen gusto te lastime, tú no naciste para pelear, naciste para ser reina. —Le recriminó.

 Carlos relamió sus labios y soltó una risita, escuchando todas las estupideces relevantes que decía la rubia.

— ¡Lo siento abuelita, es que toda esta situación me pone muy nerviosa! ¡Hace seis meses me tienen encerrada en este endemoniado pedazo de tierra, no me dejan volver a casa para reinar como estoy destinada a hacerlo! —Masculló la joven, indignada y frustrada. —Abuela, ¿¡te importa más el maldito vocabulario que uso cuando ni siquiera sabes dónde estoy!? Como sea, es tarde para eso, insistieron tanto que toqué un saco de boxeo para callar a Carter y sus perras, me rompí mí preciosa muñeca ¡y aquí nadie está dispuesto a atenderme como lo merezco, excepto el hermano de Lonnie! Quiero volver a casa. —Añadió, enojada y dolida.

— ¡Esa Carter debe ser familia de Maléfica o su secuaz! —Sugirió la anciana, haciendo una mueca.

—No lo creo, su padre está aquí y Carter siempre termina discutiendo con él, la mayoría de las veces que los oigo discutir me reconforta saber que hay familias más rotas que la nuestra, querida abuela. —Dijo la rubia.

— ¡Audrey, debes tener cuidado con esa gente! ¡Y deberías alejarte de Jane y Lonnie o te pegaran su maldito lesbianismo asqueroso! —Le aconsejó la adulta, horrorizada, luego hizo un gesto de purificación. —Tú debes venir para acá ya, aquí estarás muy tranquila. Escápate de ese lugar raro donde estés y regresa a casa, ya tuve suficiente con lo que esos bastardos le hicieron a mi Aurorita para que también ahora anden tras de ti, Audrey. —Demandó.

— ¡Estoy intentando cuidarme pero no puedo hacer mucho estando tan lejos de todo! ¡Y no te metas en las vidas de Jane y Lonnie, son mis amigas y pueden hacer lo que quieran! ¡Ya controlas mi vida, no vas a hacer lo mismo con las suyas porque no eres nadie para entrometerse en sus vidas! —Gruñó su nieta, molesta, pero suspiró hondo para intentar calmarse. — ¿Crees que no he intentado volver a casa? ¡Obvio que sí! Pero las limusinas no llegan a esta Isla, y no sé conducir un helicóptero, pero Shang sí... Tal vez pueda convencerlo porque realmente necesito estar con la única familia que me queda.

—Esta vieja sí merece morir. —Habló Mal, sus ojos brillaron y apretó los dientes. El menor de los VKs no pudo evitar sentirse nervioso al verla así.

—Claro que sí pero ella está muy lejos de aquí, lamentablemente. —Le dio la razón el novio de Jay, en ese momento la chica de cabello morado se volteó para dirigirse hacia la puerta, pero se detuvo. — ¿M? ¿A dónde vas? —Dudó.

—Incinéralo todo. —Masculló la ojiverde, volteándose para darle una última mirada a la computadora, luego abandonó la habitación sin decir ni una sola palabra más.

— ¡No Mal, no lo hagas! ¡Es malo incinerar, muy malo! —Le advirtió el menor de los VKs, pero ella ya se había retirado, bufó y continuó mirando las cámaras de seguridad a través de la pantalla. — ¿Qué vas a hacer, Mal?

  La descendiente de Maléfica salió del castillo, furiosa, se quedó quieta cuando vio su hogar a lo lejos.

—Madre, esto es por ti. —Afirmó la chica con una sonrisa malvada, el humo púrpura la comenzó a cubrir inmediatamente. —Incinerar... Voy a incinerar... —Murmuró mientras se convertía en dragón, alzó el vuelo y comenzó a volar alto entre las nubes para poder llegar a su destino cuanto antes sin tener ninguna distracción hasta que llegó al territorio de Auroria.

 Mientras tanto, De Vil observaba por las cámaras como Stefan ingresaba a la sala del trono, encontrándose con su esposa muy alterada luego de haber atendido esa llamada.

— ¿Quién era, cariño? —Dudó el hombre, acercándose a ella.

—Era Audrey. —Contestó Leah, quien tenía una mueca de disgusto y preocupación en su rostro repleto de arrugas. —Nuestra nieta llamó y por suerte está bien.

  Por otro lado, Mal continuó volando hasta que observó un castillo hermoso, así que bajó en picada hacia el suelo y el humo púrpura la rodeó; convirtiéndose nuevamente en humana.

—Incinerar... Yo debo incinerar todo hasta que ya no quede nada. —Dijo la villana, mientras sus ojos aún brillaban. —Ya no quiero ser temida, deseo ser una rubia bien consentida. —Recitó el encantamiento y el humo púrpura comenzó a rodearla, transformándose en uno rosado a medida que su aspecto cambiaba hasta convertirse en la hija de Aurora.

 Dentro del palacio, los dos ancianos estaban shockeados ante haber recibido noticias de su pariente.

— ¿¡Era ella!? —Repitió Stefan, sorprendido, dándose cuenta de la expresión de su mujer. —Si Audrey está bien, ¿por qué tienes esa cara de vieja decrépita? —La interrogó.

—Audrey está en un lugar muy lejos, por lo tanto no puede venir hacia aquí. —Masculló Leah, prepotente. —De seguro tiene cerca a una gran cantidad de patéticos. —Dijo con desprecio.

—Te dije que no necesitaba tantas lecciones de princesa y más de supervivencia, querida. —Le recriminó su esposo, apretando los puños. — ¡No! ¡No voy a soportar que esos paté...! —Protestó pero fue interrumpido por el sonido de la puerta del castillo abriéndose.

— ¡La reina regresó! —Gritó Mal, sonriendo victoriosa mientras avanzaba por toda la sala del trono.

— ¿¡Audrey!? —Exclamó el hombre, corriendo hacia ella para rodearla con sus brazos, la villana se dejó abrazar mientras sentía ganas de asesinar a ese bastardo; rápidamente se apartó de él.— ¡Cariño, estas bien, me alegra tanto verte!

— ¡Nieta! ¡Parece que viniste volando! —Dijo Leah, caminando hacia ellos, parecía estar feliz; pero no dio ninguna demostración de afecto física: ni un abrazo, ni un beso en la mejilla, ni una caricia en el cabello.

—Oh, abuelita, no sabes cuanto te extrañé. —Comentó la recién llegada, sonriendo de lado, luego miró la sala del trono con atención. —Así que aquí era... —Susurró, empezando a caminar hacia el trono.

—Estás más grande y sensacional que la última vez que te vi, cariño. Bienvenida a casa, mi reina bonita. —La halagó su abuelo, sabiendo que Audrey estaba acostumbrada a sentarse en el trono durante un rato ya que eso era lo que Leah siempre le había inculcado que debía hacer desde que era una niña. — ¿Y tú equipaje, bonita? No habrás traído menos de cinco maletas. —Le dijo, pues la conocía perfectamente.

—Sí, querida, ese es tu lugar; allí es donde tienes que estar. —Concordó la anciana, viendo como ella se acercaba al trono, la adulta sonrió.

—Mi lugar... Sí... Aquí tengo que estar... Este es mi lugar. —Repitió Mal, recordando toda su infancia en la Isla para luego sonreír con malicia, mientras acariciaba el trono con mucha delicadeza. —...Este es el lugar donde mi vida estuvo destinada a joderse... El lugar donde ustedes condenaron a mi madre... Aquí es mi lugar. —Prosiguió, volteándose lentamente para ver con una expresión diabólica a los dos imbéciles que tanto despreciaba.

— ¿Qué demonios? —Dudó Stefan, observando a su esposa con el ceño fruncido, sin comprender nada. — ¿Entiendes algo de esto, querida? —Dudó, pero la vieja negó con la cabeza.

— ¿Audrey? ¿Qué te pasa? —La interrogó su abuela, mirándola a los ojos, reconociendo un brillo extraño en ellos. —Audrey, ¿qué te sucede? ¡Contesta ya mismo! —Exigió.

— ¿Quieren saber qué pasa? —Dudó la villana, quien chasqueó sus dedos para lograr que el color de sus ojos se convirtiera en verde intenso, al mismo tiempo en que su mano apareció una llama de fuego del mismo color. Stefan retrocedió al ver el fuego y aquellos ojos que le traían un montón de malos recuerdos del pasado. —Lo que pasa es que ustedes dos van a arder en el infierno de una vez por todas. —Añadió, cerrando su puño y dejando que el fuego verde se esparciera por su cuerpo, pero en lugar de quemarla; reveló su verdadera identidad.

— ¿¡Dónde está mí verdadera nieta, bruja diabólica!? —Gruñó Stefan, mirándola con odio.

— ¡Un placer conocerlos! —Habló la adolescente, mientras sus ojos aún brillaban intensamente, juntó sus manos. —Ante ustedes Mal Igna, hija de su Majestad: Maléfica, Emperatriz y Señora del Mal. —Se presentó, sonriendo con cinismo.

— ¡Es la bruja! —Chilló Leah, tan aterrada que comenzó a temblar del miedo que sentía.

—Un momento, ¿tú eres la hija de Maléfica? ¡Aurora me contó sobre ti! —Dijo Stefan al recordarlo, con una de sus manos colocó a su esposa detrás de él para protegerla. —Tú eres la chica que "enamoró a Audrey y se acostó con ella", ¡pero no creo en esas mentiras! ¡Seguro la hechizaste! —Le recriminó, haciendo comillas con sus dedos. Mal arrugó la nariz antes de sentarse en el trono de Aurora, sin siquiera dudar.

—A ver viejo decrepito y ladrón de mierda... Ubícate en espacio y tiempo, me acosté con esa rubia y ella estaba perfectamente consciente cuando tuvimos sexo. —Explicó la chica de cabello morado, chasqueando sus dedos para hacer aparecer su libro de hechizos en su mano, lo abrió. —Si Audrey se enamoró de mí me importa una mierda porque yo seré quien acabe con esta familia. —Prosiguió, revisando el libro hasta que logró encontrar la página que estaba buscando.

— ¡Ten más respeto, mocosa estúpida y asesina! —Ordenó el anciano, apretando los puños cuando ella comenzó a hacer ese tipo de comentarios sobre su nieta.

—Ya puse a dormir para toda la eternidad a Aurora, pero para su maldita desgracia, ustedes dos merecen tener una muerte mucho peor que esa. —Afirmó la descendiente de Maléfica, cerrando los ojos y levantándose del trono, chasqueó los dedos para hacer desaparecer el libro debido a que ya no lo necesitaba. —Ustedes merecen ser... Incinerados. —Dijo, elevando los brazos mientras abría los ojos que aún brillaban, fue entonces cuando todas las salidas se llenaron de fuego verde; dejándolos encerrados y condenados a una muerte segura.

— ¡Bruja del demonio! ¡Eres igual a tu madre! ¡Eres un maldito ser sin corazón! —La provocó Leah, quien soltó un grito al ver el fuego verde.

— ¡No te atrevas a hablar de mi hija, bruja psicópata! —Alzó la voz el abuelo de Audrey, abrazando a su esposa cuando vieron el fuego verde que definitivamente los enviaría a su inevitable fin. —Maléfica te va a destrozar cuando le digas que te encargaste de nosotros, niña idiota, siempre ha dicho que sería ella quien se vengaría... pero envió a una cualquiera en su lugar.

— ¡Mentiras! —Mal soltó una carcajada y comenzó a avanzar lentamente hacia los dos, entonces Stefan retrocedió por impulso, junto a su mujer. —Nadie me matará, nadie puede tocarme dúo de ineptos, yo no soy una niña idiota y tampoco soy un maldito ser sin corazón... Yo soy la mismísima Maléfica que los mandará al infierno que es donde deben estar... ¿No es cierto, inútiles? —Volvió a soltar una carcajada malvada, idéntica a la de su progenitora, sus orbes verdes adquirieron la misma intensidad que los de la Emperatriz del Mal cuando deseaba hipnotizarla; sin embargo la chica tenía otro castigo en mente para ellos.

  La pareja de ancianos la miraba, shockeados y aterrados.

— ¡Se acabó! ¡Todos van a arrepentirse de esto! —Les advirtió Mal, girando en su lugar, estaba fuera de sí misma. — ¡Yo soy el ser más poderoso que existe! ¡Ustedes me las pagarán por todo lo que hicieron! —Gritó, siendo rodeada por el humo púrpura, transformándose en un enorme dragón morado.

—Esto no puede ser... Es ella, Stefan... ¡Es Maléfica! —Alzó la voz la madre de Aurora, horrorizada y atónita, temblando al ver a la criatura que tenían frente a ellos.

— ¡Mierda! ¿¡Por qué siempre me persiguen las locas!? —Protestó Stefan al ver al dragón. — ¡No te quedes ahí parada, muévete! —Exigió, tomando a su esposa de la mano y comenzando a correr con ella por el salón, aunque sabía que no había salida.

 La bestia rugió y lanzó una llamarada de fuego verde hacia ellos, logrando detenerlos –a pesar de que los dos pudieron esquivar la llamarada–, se vieron forzados a cambiar de dirección mientras el dragón caminaba hacia ellos con sus ojos brillando como nunca antes lo habían hecho.

— ¡Maldigo tu existencia infinitamente! ¡Bruja inepta! —Gritó Leah, observando los ojos de aquella espeluznante criatura. — ¡Aurora nunca debió perdonarte ni dejarte vivir!

  El dragón lanzó una bola de fuego verde a los dos, comenzando a quemarlos.

— ¡Leah! —Gritó Stefan, mientras el fuego recorría su cuerpo rápidamente, acabando con él al instante.

— ¡Bruja maldita, te odio! ¡Te detesto! ¡Mereces lo peor! —Se quejó la madre de Aurora, mientras el fuego la quemaba.

 La bestia morada rugió y el humo púrpura la envolvió, mientras ella se convertía en humana. Al volver a la normalidad, Mal comenzó a sudar, mientras sus ojos empezaron a perder el brillo.

—Maldición... No puedo dejar salir a esta co... —Dijo la villana, sin poder terminar la frase ya que sintió un fuerte dolor en el pecho. — ¡Mierda! ¡No, no! ¡Mierda! —Gritó adolorida, levantando la vista solo para observar como Leah se quemaba hasta morirse, sus ojos volvieron a oscurecerse. La chica de cabello morado perdió el equilibrio y cayó sentada en el suelo, frente a los cadáveres, comenzó a respirar agitadamente por unos segundos hasta que se incorporó, mirando el desastre que había causado.

—Mierda... Oh, joder, tengo que arreglar todo esto...—Masculló la villana, que ahora sudaba por todo el esfuerzo que había hecho. —Ni un rastro de esta masacre se hallará, nadie recordará lo que aquí sucedió, hasta el último de los cadáveres desaparecerá. —Recitó el hechizo y la sala del trono quedó completamente reparada, los cadáveres se esfumaron sin dejar rastro alguno, al igual que aquel fuego verde.

—Ahora vamos a terminar esto de una vez por todas. —Habló ella en voz baja, subió las escaleras mientras todavía sudaba e inspeccionó el castillo hasta que llegó al cuarto de Audrey para entrar al mismo. Se detuvo, mirando todo atentamente y comparándolo con el lugar en donde ella había nacido.

No importa cuánto tiempo pase, aquí los cadáveres aparecerán y en este estado se mantendrán. —Lanzó un hechizo para que los cadáveres se teletransportaran a la habitación, suspiró mientras continuaba sudando sin parar. —Ustedes dos merecían morir y no su hija... Si tal vez hubiera sido más consciente de mí misma... esto no habría sucedido... —Susurró mirando los cadáveres y tragó saliva con dificultad.

—Si tal vez no hubiera dejado a ese lado de mí salir... —Murmuró Mal, extendiendo su mano mientras pequeños rayos morados de magia surgían desde la punta de sus dedos, invocando la corona que había usado Aurora. —... Probablemente hoy no sería el monstruo que soy... —Finalizó y una lágrima descendió por su mejilla, mientras depositaba la tiara en el suelo, junto a los cadáveres.

  La Princesa del Inframundo avanzó hacia las puertas del balcón y las abrió, sin dejar de sudar, caminó hacia la baranda y se sostuvo de la misma.

— ¡Dragón a mí! —Demandó ella, siendo rodeada por el humo púrpura inmediatamente, se transformó en aquella criatura y salió volando sin siquiera mirar atrás.

 No importa cuántos asesinatos cometa, pensó Mal, nada podrá curar las heridas de mi corazón.

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