Viktor
Sky no necesitaba ver la hora para saber que ya debería estar en su casa. Se había quedado hasta tarde organizando unos documentos y, para cuando se dio cuenta, el sol cayó y la noche hizo presencia.
Organizó su espacio de trabajo, recordándose a sí misma que debía presentarse mañana a primera hora para concluir su labor. Se acercaba el día del progreso y era necesario tener todos los planos y notas listas para presentarlas a Heimerdinger, sin mencionar a todo Piltóver. La colaboración de Sky era crucial para que las cosas marcharan perfectamente en dicha celebración.
Tomó su bolso y abandonó la pieza que tenía por oficina una vez que hubo cerrado con llave. Se echó a andar por los pasillos del laboratorio con rumbo al elevador para bajar a la recepción. Estuvo a punto de irse, cuando vio que una de las puertas estaba medio abierta.
Se acercó, notando aquella lánguida luz característica de las lámparas de escritorio. Supuso que alguien aún estaba ahí. Pero... ¿Tan tarde?
Abrió la puerta y soltó un suspiro.
Claro, ¿Quién más se trasnocharía trabajando?
Viktor.
Rodó los ojos e hizo un mohín con los labios. No le agradaba mucho la idea de que Viktor descuidara su salud así, aunque era muy común que hiciera eso al acercarse el día del progreso, cuando estaban aún más ocupados que de costumbre. Él, de cualquier forma, siempre había sido así de obstinado.
Desde su juventud, cuando se empeñaba en su meta de ser admitido en la Academia de Piltóver. Con cada invento, y plan sobre el futuro, sus noches en vela, su agotamiento, el tesón que ponía en cada labor, en cada tarea, sin dejar que nada ni nadie se interpusiera en sus sueños. Y todo esto con el noble objetivo de hacer un mundo mejor para todos.
Algo muy admirable a los ojos de cierta fémina, la cual lo conocía bastante bien.
Dio unos pasos hacia donde estaba el hombre. Encima de su escritorio, con varios papeles, libros e incluso una que otra herramienta, yacía profundamente dormido en una posición aparentemente incómoda. Parecía llevar así un buen rato, sentado como estaba y con los brazos como almohadas.
La mujer no pudo evitar sonreír al ver su sereno rostro. Jamás lo había visto tan tranquilo, ni siquiera en sus mejores días. Era lindo contemplarlo así.
Una vez que estuvo suficientemente cerca, puso una mano sobre el escritorio y removió un poco los papeles que en éste se encontraban. Nada intrigante más que nuevos planes para la hextech.
Miró una vez más su cara. Su respiración suave le transmitía esa misma tranquilidad con la que dormía. No pudo evitar darse el lujo de observar cada una de sus facciones con detenimiento. Las mejillas sumidas, la curiosa nariz y esos labios que se dedicaban a pronunciar ingeniosas palabras con aquella voz tan atrayente.
Y claro, sus dos pequeños lunares. En su opinión, eran lo más bonito de su rostro.
Una parte de ella quería seguir observándolo por un tiempo indefinido, pero sabía que no podía quedarse ahí toda la noche sólo por Viktor, eso sería... raro. Aunque en el fondo, lo que más anhelaba era precisamente estar a su lado. No se sentía satisfecha apoyándolo solamente en las pequeñas labores durante su turno. Quería algo más, algo diferente.
Pero estaba soñando demasiado.
Ella era su asistente. Y aunque habían tenido cierto vínculo - si es que se le podía llamar así - durante su pasado, las cosas simplemente... habían cambiado un poco desde entonces.
Aunque no precisamente todo debería seguir igual. Un día se acercaría a él y le haría saber esos sentimientos que ella deseaba expresar con tanto fervor, esperaba tan sólo una oportunidad. Pero incluso si eso no llegaba a ocurrir, se conformaba con la idea de estar ahí para él, ayudarlo y apoyarlo.
Con esto en mente, Sky se dirigió a una pequeña bodega y, de entre las miles de cosas que había, sacó un cálido cobertor que ella misma había guardado ahí por sí algún día necesitaba quedarse a dormir en su oficina.
Regresó a donde Viktor estaba y le echó la manta encima. Lo arropó con cariño y delicadeza, notando cómo los labios del castaño esbozaban una sonrisa apenas perceptible, que prontamente se reflejó también en el rostro de la mujer.
Acarició suavemente su espalda — Dulces sueños, Viktor — Pronunció en un susurro. Se alejó y cerró la puerta con lentitud, no sin antes dirigirle una última mirada para finalmente irse a su casa.
Cuánto me hubiera gustado que ellos dos hubieran terminado juntos, ¿a ustedes no?
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Los quiero ✨
¡Hasta la próxima!
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