Capítulo 09. Cambio de Guardia
VIKTOR
Por
WingzemonX & Denisse-chan
Capítulo 09.
Cambio de Guardia
La cocina de la casa de campo de impregnó con el aroma del pastel de manzana una vez éste se encontró en el horno. Melissa observaba de cuclillas frente la ventanilla como el pastel se cocinaba lentamente. Aunque había ayudado lo más que pudo, lo cierto era que casi toda la preparación la había realizado la oficial Williams directamente.
Melissa no estaba acostumbrada a ver a Nuitsens realizar tales tareas por su cuenta. En la casa de los Montallo, todo lo que implicara cocinar o limpiar, era responsabilidad de sus compañeros y ella. Pero en el tiempo que llevaba ahí, conviviendo con esas personas, se pudo percatar de que no era necesariamente igual en todas partes. Quizás la oficial Williams había crecido en una casa en donde los siervos cumplían otro tipo de funciones, o quizás una en la que en realidad no contaban con alguno a su servicio.
El oficial Stillion había comentado antes que la oficial sería una buena esposa, al elogiar sus habilidades de cocina. ¿Para los Nuitsens el saber cocinar era algo importante para contraer matrimonio? Bueno, no recordaba nunca haber visto a la Srta. Illia cocinar, aunque su señora igualmente tampoco estaba casada. ¿Podría uno estar relacionada con lo otro?
«¿Por qué piensas en esas cosas que no te corresponden?» se reprendió Melissa en su propia mente. A ella no le concernía cuestionarse porque su señora seguía sin contraer matrimonio o no. Esos asuntos eran demasiados complicados para una simple sierva como ella.
Después de todo, eso del "matrimonio" era un concepto meramente Nutisen. Los siervos no se casaban; al menos, no hasta dónde Melissa tenía entendido.
—¿Cómo va? —preguntó Jolly de pronto con curiosidad, poniéndose de rodillas a su lado para también echar un vistazo.
—Creo que bien —respondió Melissa con una media sonrisita—. Lo revisaré en unos minutos más. Pero sólo por el olor, puedo decir que quedará delicioso.
—Eso espero —indicó Jolly con optimismo—. Tuve que modificar un poco la receta de mi madre para adaptarla a los ingredientes que teníamos a mano. Espero no haberla arruinado.
—Estoy segura que no —pronunció Melissa rápidamente con convicción—. Cada vez que ha cocinado en estos días que llevamos aquí, lo ha hecho muy bien. Será una muy buena... esposa... así como dice el oficial Stillion.
Melissa sonrió y observó a Jolly con atención. Esperaba que sus palabras la halagaran de alguna forma, pero lo que notó en el semblante de la oficial resultó ser un poco... distinto.
Jolly primero pareció sorprenderse por el repentino comentario, quedándose unos segundos con los ojos bien abiertos y azorados. Luego, cuando le fue posible reaccionar, agachó la mirada, y sus facciones dibujaron un semblante un tanto apagado, muy diferente al rostro iluminado que siempre tenía. Era como si abruptamente alguien hubiera soplado las velas, dejando todo en oscuridad.
—¿Está bien, oficial? —le cuestionó Melissa, preocupada—. ¿Dije algo malo?
—¡No!, ¡para nada! —exclamó Jolly de inmediato, forzándose a sonreír despreocupada, pero sin lograr parecer del todo sincera al hacerlo—. Estoy bien, no te preocupes. Sólo... me acordé de algo, pero no importa.
Melissa inclinó su cabeza hacia un lado, y observó a Jolly con curiosidad. Era genuinamente extraño verla comportarse de esa forma. Por primera vez en ese tiempo que llevaba de conocerla, sentía que detrás de esa sonrisa amistosa y esos ojos brillantes, se oculta algo; algo que la oficial no quería que ella, o nadie más, vieran.
—¿No le agrada hablar sobre ser una esposa? —susurró Melissa, vacilante.
Jolly respingó un poco por la pregunta.
—No es eso —masculló con dejo nervioso, girándose hacia un lado como si quisiera rehuir de su mirada—. Es... complicado.
—Entiendo —musitó Melissa despacio, y agachó su mirada, abatida—. Sólo soy una sierva, y sé que no puedo comprender ese tipo de asuntos complicados. Discúlpeme por favor por haberla molestado.
—¿Qué? ¡No! —exclamó Jolly de pronto, alarmada—. ¡No, Melissa! Eso no fue lo que quise decir.
—Pero es verdad —suspiró Melissa, apenada—. Yo no entiendo muy bien cómo funciona eso de casarse. Y siento que cada conocido que me lo intenta explicar tiene una idea distinta.
De pronto, una pequeña sonrisita se asomó en sus labios; una sonrisa que parecía casi alegre.
—Pero una vez alguien me dijo que es un acto de amor verdadero, en donde dos Nuitsens se hacen la promesa de unir sus vidas para siempre. No me queda del todo clara la idea, pero me parece algo... lindo.
Jolly la escuchó con atención mientras relataba aquello. Su rostro era una máscara indescifrable, incapaz de transmitir cuál era su sentir directo sobre aquella descripción de lo que debía ser un matrimonio. Una idea linda, en efecto, y que ella estaba segura debía encajar muy bien en las historias de varias parejas, incluso en algunas que ella conocía.
Sin embargo, lindo no sería la primera palabra que ella elegiría en su caso.
—Sí, supongo que sí lo es —susurró reflexiva, volteando de nuevo a mirar hacia el horno, y al pastel en preparación—. O así debería de ser al menos. Pero, mi prometido... Bueno, él y yo... Lo nuestro no es así.
Melissa se giró hacia ella, confundida por tal declaración. Jolly contemplaba fijamente el pastel, aunque su mente estaba más bien absorta en otras cosas, y quizás en otros lugares. Melissa se sintió tentada a preguntarle más al respecto, y por un momento estuvo a punto de hacerlo. Sin embargo, la puerta de la cocina se abrió en ese momento, jalando la atención de ambas.
Cedric acaba de entrar de regreso a la casa, cubierto aún con su gabardina, sombrero y gafas oscuras.
—Oh, Cedric —pronunció Jolly en alto, sonriendo con júbilo; muy contrastante a cómo estaba hace un rato. Se puso de inmediato de pie, y se giró por completo hacia el detective—. Bienvenido de vuelta. ¿Cómo te fue en tu inspección?
—Sin novedad —respondió el Nosferatis, mientras se retiraba sus gafas, sombrero y abrigo. Avanzó entonces hacia el perchero para colgar estos últimos dos en él—. Huele bien.
—Es el pastel de manzana que estamos haciendo —le informó Jolly—. Espero que te guste.
Cedric no comentó más al respecto de momento. Terminó de colgar su sombrero y abrigo, y alzó entonces su mirada hacia el techo sobre ellos.
—¿Esos dos ya terminaron? —preguntó con algo de sequedad en la voz.
—¿Quiénes? —preguntó Jolly con curiosidad, e instintivamente alzó su vista en la misma dirección que él. Al instante se percató del silencio que reinaba en esos momentos en la segunda planta—. ¡Ah!, ¿Klauss y Vermillia? Tienes razón, ya están en silencio. Pero de seguro sólo están descansando para empezar de nuevo.
—¡¿De nuevo?! —exclamó Melissa, su rostro tornándose un tanto pálido de golpe.
—No te preocupes —se apresuró Jolly a decirle con su voz más reconfortante—. Con suerte no será así. Aunque si les toca en serio dormir en el mismo cuarto esta noche...
El rostro de Melissa no mejoró.
—¡Hey!, ¡no pienses en eso! Mejor veamos que vamos a hacer para la comida de la tarde, ¿te parece? Cedric, ¿te gustaría ayudarnos?
El detective la miró unos segundos de soslayo al escucharla llamarle, pero luego Jolly notó como se fijaba principalmente en Melissa.
—Lo siento, tengo otras cosas que hacer —respondió un tanto tajante tras un rato. Y antes de que Jolly tuviera oportunidad de preguntarle más al respecto, avanzó hacia la escalera y la subió con algo de prisa.
—Está bien... —masculló Jolly en voz baja, y algo desorientada por aquella extraña reacción de parte del Nosferatis.
«¿Y en dónde hará esas otras cosas si Klauss y Vermillia siguen en su cuarto?» se preguntó poco después, tomando incluso su barbilla y adoptando una postura pensativa.
—Parece molesto —indicó Melissa, preocupada.
—No, nada de eso —le respondió Jolly, negando con la cabeza—. De seguro sólo está un poco preocupado por la misión.
Miró de nuevo en dirección a las escaleras, en donde Cedric ya había desaparecido de sus vistas. A pesar de haberlo dicho, Jolly no estaba del todo convencida que fuera eso.
— — — —
Mientras tanto, en el piso de arriba, Klauss y Vermillia en efecto se habían tomado su tiempo para culminar su "reconciliación". Pero incluso con todo su entusiasmo desmedido, tuvieron que detenerse en algún momento para recuperar energías, para alivio del resto de las personas en la casa de campo y sus alrededores. Tras todo aquello, ambos se recostaron en la cama de Klauss, sus cuerpos desnudos bien pegados el uno contra el otro, envueltos en las sábanas blancas. Vermillia con su rostro apoyado cómodamente en el amplio pecho del detective Lycanis, y éste rodeándola con uno de sus fuertes brazos que la mantenía pegada a él, al tiempo que recorrían con sus dedos de forma traviesa la piel expuesta de la joven mujer.
—Eso estuvo... increíble, Klaussie —masculló Vermillia entre pequeños jadeos. Su cabello para ese momento no era ni la sombra del elaborado peinado con el que había llegado—. Parecías un animal salvaje e incontrolable...
—¿Esperabas algo diferente, acaso? —exclamó Klauss con bastante orgullo, al tiempo que esbozaba esa sonrisita pícara que Vermillia tanto adoraba, y a veces odiaba por igual. Por suerte para él, en esa ocasión se inclinaba más por lo primero.
—Claro que no —ronroneó la Srta. Corleone, esbozando una sonrisita embelesada, y atreviéndose además a darle unos cariñosos besos en su pecho—. Yo conozco muy bien tus habilidades, Klaussie. Y me encanta que las uses para contentarme. Pero no creas que se me ha olvidado lo de Jolly, o que viniste hasta acá sin siquiera decirme.
Volteó a mirarlo al rostro desde su posición, apoyando el mentón contra el pecho de él. En sus ojos verdes se reflejaba aún un marcado reproche, y su boca se torcía en una expresión de puchero.
—Con más razón tendré que quedarme aquí para asegurarme de que te portes bien —sentenció en voz baja, con sólo la adecuada dosis de amenaza en sus palabras.
Klauss soltó una pequeña risilla, sonando un poco resignada en realidad.
—Me hubiera sorprendido lo contrario —masculló irónico. Sus dedos siguieron recorriendo la espalda de su prometida, y las pequeñas cosquillitas agradables claramente hicieron que la expresión de reproche de la Lycanis se transformara en una sonrisita embobada.
Era muy fácil para Vermillia enojarse con su prometido, en especial cuando éste se comportaba justo como ella no quería que lo hiciera. En cambio, era difícil quedarse enojada mucho tiempo, teniendo tan cerca esos ojos tan seductores, esas manos tan fuertes, y esos músculos tan firmes contra los que podría estar todo el día si se lo permitiera.
Recostó de nuevo el rostro contra su pecho, y se dejó arrullar un poco por el ritmo de su corazón.
—Ahora que ya estamos más tranquilos, ¿por qué no me cuentas qué pasa contigo y Helsung? —preguntó Vermillia de pronto, tomando un poco desprevenido a Klauss.
—¿Eh? ¿Qué pasa de qué?
—No te hagas el loco, Klaussie. Es obvio para todos, incluso para los no detectives, que hay tensión entre ustedes. ¿Qué pasa?, ¿no te estás llevando bien con tu nuevo compañero?
Klauss bufó molesto, desviando su mirada en dirección a la ventana abierta a un lado de la cama, por la que entraban libremente los rayos del sol vespertino.
—¿Por qué tenemos que hablar de ese tonto justo ahora? —musitó molesto, sonando como un verdadero reclamo—. Tú misma lo oíste, ¿o no? Es un mojigato que quiere que todo se haga de la "forma correcta", siguiendo el manual y las "buenas costumbres", cuidando la reputación y bla, bla, bla. Siento que estuviera hablando con mi abuela. No es raro que los novatos lleguen aquí sin la menor idea de cómo funciona el mundo real, pero la mayoría tienen el suficiente sentido común para agachar la cabeza y obedecer sin chistar. Pero no, no el señorito ex noble que se cree detective de novela. Él tiene siempre algo que opinar.
—¿Es eso lo que te molesta? —susurró Vermillia con curiosidad, volteando a mirarlo de nuevo—. ¿Que sea un ex noble?
—Dije muchas otras cosas, ¿no me oíste? —le recriminó Klauss—. Pero definitivamente eso no ayuda. Ya sabes cómo es esa gente: si no naciste como uno de ellos, siempre te mirarán hacia abajo. No importa qué tanto subas; o, en este caso, qué tanto ellos bajen.
Vermillia soltó un pequeño quejido reflexivo, mientras procesaba en su cabeza todo lo que le acababa de decir. Apoyó de nuevo la barbilla en su pecho, y alzó los ojos en dirección a la cabecera de la cama. Sus pies detrás de ella subían y bajaban, al ritmo de sus propios pensamientos.
—No me parece que Helsung sea de ese tipo —concluyó tras un rato—. Es un poco estirado, pero me agrada. Es serio y respetuoso, además de educado. Y muy seguramente nunca se prestaría a ser tu tapadera en alguna de tus indiscreciones; esa es una cualidad que espero en tu compañero.
—Claro, por eso te agrada, ¿no? —masculló Klauss con apatía—. Crees que si hago algo "malo", irá corriendo contigo a decírtelo.
—Eso no debería preocuparte, siempre que no hagas nada malo —le indicó Vermillia con tono acusador, colocando un dedo contra la barbilla del Lycanis.
—No me preocupa —respondió Klauss con seriedad—. Pero no es sólo su actitud tan recatada. ¿No has visto cómo trata a la sierva?
—¿Qué con eso? —inquirió Vermillia, inclinando su cabeza hacia un lado.
—Salta a protegerla por todo. No puedes siquiera voltearla a ver mal sin que quiera defenderla, como si fuera su propiedad. No me agrada, y comienzo a presentir que hay algo más detrás de eso. Me lo dice mi olfato —indicó señalando su nariz.
—Que tú estés dispuesto a coquetear con todo lo que se mueva, no quiere decir que todos los hombres sean así, Klaussie —sentenció Vermillia con tono afilado.
—¡Oye! Ni siquiera yo me metería con una sierva. No tengo esas perversiones.
—Ah, entonces si no fuera una sierva...
—No empieces —le cortó Klauss con ligera irritación. Se alzó entonces para sentarse, obligando a Vermillia, para su pesar, a quitarse de encima de él y recostarse en la cama a su lado—. No sé —murmuró despacio, mirando pensativo a la pared delante de él—. Si no aprende a comportarse, tendré que pedir a Strauss que lo asigne con alguien más. Somos demasiado distintos.
Vermillia se recostó sobre su costado derecho, y estiró un poco sus extremidades, dejando escapar un pequeño quejido de gusto al hacerlo.
—Eso no tiene que ser algo malo —masculló Vermillia entre quejidos—. Hay mucho que él puede aprender de un detective tan experimentado como tú. Y tal vez tú puedas aprender un poco de él también.
—¿Yo de él? —cuestionó Klauss, incrédulo, soltando incluso una risa burlona ante la idea—. ¿Qué podría aprender yo de ese flacucho inepto?
Vermillia se recostó sobre su pecho, y se encogió de hombros.
—Tal vez a tratar a tu prometida con algo más de afecto y dulzura, para empezar —masculló con un poco de reproche en su voz—. A confiar más en ella, a hacerle cariñitos cuando se siente mal en lugar de recriminarle...
—Oh, ¡cállate! —rio Klauss, y al instante se lanzó hacia ella, rodeándola con sus brazos para atraerla hacia él.
Vermillia soltó un fuerte gemido de gusto, seguido de una risa alegre. Sin oposición volvió a pegarse contra el cuerpo de su prometido, y no tardaron mucho en retomar en donde se habían quedado... para pesar de sus demás compañeros de casa.
— — — —
Las cosas mantuvieron tranquilas durante el resto del día. La rutina en la casa de campo solía ser la misma, o al menos muy similar. Los oficiales, y su testigo protegida, solían relajarse, comer, reír, e incluso a veces jugar un poco. Pero las cosas se iban tornando diferentes, conforme se iba acercando la noche.
Por supuesto, siempre cabía la posibilidad de que sus enemigos los atacaran durante el día, y eso todos lo sabían muy bien. Pero también sabían que era poco probable. El Cráneo siempre atacaba de noche, moviéndose oculto entre las sombras para que sus enemigos no lo vieran. Y Klauss estaba casi seguro de que esa ocasión no sería diferente.
Ya con el sol comenzando a esconderse en el horizonte, y con el cielo pintándose de colores anaranjados, tocaba irse preparando.
Los oficiales del Distrito Cuatro que los apoyaban se rotaban en grupos de tres oficiales cada ocho horas. Su deber era vigilar los alrededores, en especial entre los árboles que rodeaban la propiedad, y alertar de cualquier cosa sospechosa que encontraran por medio de un silbato especial, cuyo sonido le llegaría sin problema a los Lycanis y Nosferatis del grupo.
Aquellos que los acompañarían durante la primera parte de la noche hicieron acto de presencia en el momento justo. Luego de que sus compañeros del turno anterior se retiraran, uno de ellos acudió a la casa, identificándose como era debido, y con la contraseña correspondiente para confirmar su identidad. Klauss, siendo el oficial al mando y quién hizo la petición a la jefatura del distrito para que se les asignaran oficiales, salió a recibirlos y a ponerse de acuerdo con ellos para la guardia de esa noche.
Mientras Klauss se encargaba de ello, el resto del grupo, que ahora tenía para bien o para mal como agregado a la Srta. Corleone, aguardaron pacientes en el comedor al regreso de su "líder"; al menos para esa misión.
Quizás Jolly no fuera aún detective, pero eso no significaba que no contara con una astucia natural, además de un interés genuino por las personas que la rodeaban, como para no detectar cuando estaba ocurriendo algo malo a su alrededor. Aunque no tuviera en realidad mucho que ver con el caso.
Desde esa tarde, luego de volver de su patrullaje en los alrededores con Suzane, Cedric se había comportado algo serio y distante; más serio y distante de lo usual. Apenas había tocado el pastel de manzana que habían preparado, y casi no había hecho comentarios al respecto.
Jolly comenzó a pensar que era por ella, que había dicho o hecho algo malo sin darse cuenta. Para su pesar, no era tan extraño que le pasara, pero siempre era con las mejores intenciones. Pero para su consuelo, aunque no mucho, el trato de Cedric no se limitaba sólo con ella, pues parecía comportarse igual con Luke, e incluso con Melissa.
Durante la mañana lo había visto normal, incluso de mejor humor luego de aquel pequeño choque con Klauss en ella había intervenido. Lo que fuera que le hubiera pasado, tendría que haber ocurrido posiblemente cuando salió de la casa.
¿Suzane le habría dicho algo? ¿Alguna reprimenda por algo que hizo o dijo? Eso tampoco sería raro; la Det. Constantine podía ser muy dura y tajante cuando se lo proponía. Tenía suerte de tener como compañero a Luke, al que todos los comentarios se le resbalaban como agua. Cualquier otro oficial posiblemente no la hubiera tolerado tanto tiempo.
Jolly hizo al menos dos intentos a lo largo del día de preguntarle a Cedric si se encontraba bien, pero en ambas ocasiones éste desvió su atención por completo hacia otra cosa. Su último intento fue preguntarle directamente a Suzane, pero ésta no se prestó en lo absoluto dispuesta a siquiera escuchar su pregunta.
Debía aceptar que eso le molestaba un poco, pero intentó no exteriorizarlo demasiado. Sobre todo debía permanecer profesional. Pero estando ahí todos sentados en el comedor, aguardando, no podía evitar echar de vez en cuando un vistazo de soslayo hacia Cedric al otro lado de la mesa. Éste tenía la mirada agachada, concentrado en la limpieza de su Revólver Wenzley, que solía revisar, engrasar y limpiar, en un ritual que Jolly había notado que realizaba todos los días más o menos a esa misma hora.
Jolly se sintió en más de una ocasión tentada a indicarle que sobre limpiar su arma tampoco era del todo adecuado, en especial si en esos días no la había utilizado en realidad, salvo unas pruebas de tiro que habían hecho el día anterior. Pero aquello parecía ayudarle a distraerse, así que, ¿quién era ella para quitarle ese gusto?
Cedric no era el único concentrado en algo. Luke se encontraba sentado leyendo uno de los libros que había traído consigo para esa misión; una novela de aventuras, según le había contado. Melissa, que al igual que ella parecía también acostumbraba siempre estar encargándose de algo, limpiaba la cocina por segunda vez luego de la cena. Vermillia tomaba tranquilamente un té de manzanilla que Melissa le había preparado. Y Suzane... bueno, ella estaba recostada en el sillón de la sala, el mismo que sería la cama de Cedric y Luke esa noche según lo acordado, con las manos tras su nuca y su bombín cubriendo su cara; parecía estar durmiendo, pero Jolly lo dudaba.
Y ella... bueno, ella no hacía nada en especial. Sólo estaba ahí sentada, sintiéndose un poco inquieta, como sus dedos tamborileando contra la mesa dejaban en evidencia. Era quizás un poco absurdo que estando a mitad de una misión, una que resultaba potencialmente mortal si se descuidaban, su mayor preocupación de momento era saber qué era lo que preocupaba tanto a sus compañeros. Pero así era ella; no le agradaba que las personas a su alrededor estuvieran mal, de cualquier forma.
Más de una vez su padre, su madre, sus hermanos, su... bueno, mucha gente, le habían dicho que no estaba en su poder ayudar o velar por el bienestar de todos. Eso Jolly lo entendía bien... pero no lo aceptaba.
—¿Quiere té, oficial? —escuchó que preguntaba la voz de Melissa a su lado de pronto, haciéndola sobresaltarse. La sierva sujetaba en sus manos la tetera, y le sonreía con gentileza.
—Ah, sí. Por favor —indicó Jolly, deslizando su taza por la mesa para acercársela. Melissa le sirvió gustosa.
—¿Usted gusta un poco, Det. Helsung? —le preguntó a continuación a Cedric.
—No, gracias, Melissa —le respondió Cedric, sin apartar sus ojos del arma—. En todo caso creo que en un rato más me tomaré un café, pues me quedaré con la primera guardia de la noche.
—Oh, ¿quieres que te prepare un café? —inquirió Jolly, sonando ligeramente emocionada, y parándose al instante de su silla—. O mejor aún, prepararé café para todos. No sería una noche de vigilia sin café, ¿cierto?
—No lo decía con esa intención —murmuró Cedric, confuso, alzando su vista hacia ella—. No es necesario que te molestes.
—No es ninguna molestia —repuso Jolly rápidamente con seguridad—. El café me sale muy bien; todos lo dicen en la oficina. Enseguida lo preparo...
—Jolly, querida —masculló Vermillia desde su silla, justo después de dar un pequeño sorbo de su taza—. Que no se te olvide que tú estás aquí como policía, y debes cumplir con ese deber para mantenernos a todos a salvo; en especial a mí, por supuesto. Si alguien debería hacer café, esa debería ser la sierva —indicó, alzando su taza hacia Melissa, que de inmediato entendió el gesto y se apresuró a servirle más té—. Te aseguro que ella sabrá hacer café mucho mejor que tú. Es su trabajo, después de todo.
—Sí, señorita. Yo me encargo —respondió Melissa, sonando casi como una respuesta que lanzaba en automático por mero reflejo.
—Pero Melissa no está aquí como sirvienta —masculló Jolly, su mirada un poco afilada fija en Vermillia—. Ella es a quien debemos proteger. Ella también debería sólo enfocarse en mantenerse a salvo...
—No se preocupe, oficial Williams —se apresuró Melissa a intervenir, esbozando una sonrisita despreocupada—. Yo lo hago con mucho gusto.
—¿Lo ves? —indicó Vermillia con gesto triunfante—. Ella lo hace con "mucho gusto".
Dicho aquello, y antes de que Jolly decidiera decir algo más, Melissa les ofreció a todos una ligera reverencia, y se encaminó presurosa a la cocina para preparar el café. Vermillia, por su parte, volvió a tomar de su té, alzando su meñique de forma notable al hacerlo. Y Jolly no tuvo más remedio que volver a tomar asiento.
Miró de nuevo hacia Cedric, que seguía limpiando su arma. Le extrañó que no interviniera de alguna forma para defender a Melissa, como lo había estado haciendo todo ese tiempo. ¿Tan serio era lo que le preocupaba?
La puerta principal se abrió entonces, y Klauss ingresó de nuevo al interior de la casa. A diferencia de su apariencia más... casual de la mañana, en esos momentos estaba mejor arreglado, incluso usaba su corbata. En definitiva aquello tenía que ser influenciado por la presencia de su prometida en la casa.
—Bien, el cambio de guardia ya está arreglado —explicó el Det. Romani una vez estuvo de nuevo con sus compañeros—. Como las noches anteriores, los oficiales del Distrito Cuatro custodiarán los alrededores de la propiedad y los campos. Sólo falta ponernos de acuerdo nosotros. Les recuerdo que durante la noche será primordial aprovechar las ventajas que ésta le da a nuestros camaradas Nosferatis, así que Helsung y Jolly, uno debe tomar el primer turno, y el otro suplirlo a las tres de la mañana. Igualmente alguien más tiene que acompañar a cada uno como respaldo. ¿Voluntarios para el primer y segundo turno?
No pasó ni un segundo antes de que Cedric se pusiera de pie antes que cualquier otro.
—Yo tomaré el primer turno —anunció, tal y como había mencionado hace un momento que había decidido.
Klauss lo miró un instante, notándosele incluso algo desconfiado al hacerlo. Esa pequeña discusión de más temprano de seguro seguía estando presente en la mente de ambos, pero Jolly no pensó que esa fuera la causa de la molestia de Cedric; al menos no del todo.
—Muy bien —masculló Klauss con voz neutra, sin intención de agregar nada más—. Entonces, Jolly, te toca el segundo turno.
—Entendido —respondió la Nosferatis con voz firme, asintiendo.
Suzane dejó escapar en ese momento un largo bostezo desde el sillón.
—Yo también tomaré el segundo turno con Williams —anunció la detective—. Ha sido un día agotador, y necesito algo de descanso para reponer energías. Despiértenme a las tres.
—Me agrada tu iniciativa, compañera —masculló Klauss de forma burlona—. Y en vista de que al parecer Suzane usará su sillón-cama por ahora, Stillion, te va a tocar hacer el primer turno como respaldo de Helsung. Y ya que los dos turnos están cubiertos, eso significa que está noche yo podré dormir de corrido sin interrupción. No me quejo en lo absoluto.
Una sonrisita de suficiencia y picaría le adornó los labios, y algo más parecido se asomó en los de Vermillia a la vez.
—¿Seguro que dormirá, detective? —soltó Cedric de golpe, casi como mero reflejo. El comentario tomó un poco desprevenidos a todos, incluso a Jolly.
—Detective Helsung —exclamó Vermillia con tono de (¿falsa?) molestia, cruzándose de brazos y girando su rostro hacia otro lado con desaprobación—. Ese fue un comentario muy indiscreto de su parte. Lo consideraba una persona diferente.
—Yo... lo lamento —masculló Cedric, un poco vacilante—. Sí, ciertamente fue muy imprudente de mi parte...
«Como lo es posiblemente también el hacer tanto ruido en plena tarde» pensó justo después, pero esa idea sí que prefirió guardársela para sí mismo.
—Genial, nos quedaremos despiertos hasta tarde, Chica —exclamó Luke con su usual emoción. Alzó en sus manos a su inusual mascota para verla de frente, pero de inmediato se dio cuenta de que se encontraba plácidamente dormida; sus ojitos habían desaparecido de su forma gelatinosa, y su cuerpo temblaba ligeramente al ritmo de un ligero ronquido que sonaba como un silbido—. Oh, bueno. Te despertaré si pasa algo interesante.
El ser en sus manos sólo respondió con un escueto "chiiii" que se hizo notar entre silbido y silbido.
—Bien, ya saben lo que tienen que hacer, ¿verdad? —preguntó Suzane, sentándose en ese momento en el sillón y volteando a ver a los dos novatos por encima del respaldo de éste—. Luke, tienes que hacer guardia en la parte exterior, haciendo rondas alrededor de la casa. Helsung, tú te colocarás en la terraza y realizaras la vigilancia desde ahí, aprovechando tu visión nocturna. Si cualquiera ve algo sospechoso, le avisa al otro haciendo sonar su silbato. Si requieren apoyo de nosotros, lo hacen sonar una y otra vez hasta que Romani o yo lo escuchemos. ¿Alguna duda?
—No se preocupe, detective —exclamó Luke con voz animada, y tomó en ese momento las dos pistolas de sus sobaqueras, las desenfundó en un solo movimiento rápido, apuntando los cañones hacia el techo—. Quizás no tenga tan buena visión de noche como un Nosferatis, pero con que el Det. Helsung me diga en qué dirección disparar, daré en el blanco.
—Creo que es la segunda vez que menciona eso —indicó Cedric, curioso—. ¿Es sólo un decir o lo dice en serio?
—Yo no subestimaría la puntería de Luke —le indicó Suzane con algo de severidad—. Si comienza un tiroteo, te agradará tenerlo de tu lado.
Cedric se sobresaltó, un poco sorprendido por la afirmación. Ciertamente esperaba que eso no ocurriera, pero le agradaba escuchar que de ser requerido, contaba con el apoyo suficiente.
Melissa se aproximó en ese momento hacia la mesa trayendo en una mano la cafetera llena de líquido caliente y humeante, y en la otra varias tazas.
—Aquí tienen —indicó la sierva, dejando el café y las tazas sobre la mesa—. Hice suficiente para todos. Si se enfría, sólo pongan la cafetera en el fuego.
—Gracias, Melissa —indicó Cedric, que de inmediato pasó a servirse un poco en una taza, antes de que la sierva pensara siquiera en servirle.
—Gracias a ustedes por su... esfuerzo —masculló un tanto apenada la joven sierva, agachando tímidamente la cabeza—. Me siento mal de dormir toda la noche, mientras que ustedes tienen que quedarse despiertos tanto tiempo por mi culpa.
—No digas eso —intervino Jolly rápidamente con voz despreocupada—. Es parte de nuestro deber. Además, todos alcanzamos siempre a dormir lo requerido. Y en el caso de los Nosferatis como nosotros, no requerimos dormir tantas horas como las demás especies.
—¿Ah, no? —preguntó Melissa, sorprendida.
Jolly asintió.
—Por naturaleza somos animales nocturnos, por decirlo de alguna forma. Aunque podemos dormir más si queremos, la mayoría del tiempo con unas cuatro horas de sueño estamos frescos como lechugas al día siguiente. ¿Verdad, Cedric?
Se giró en ese momento hacia su compañero, en busca de su confirmación.
—Así es —respondió Cedric con su habitual seriedad—. Reponemos energías de forma diferente. Y con respecto a los demás, igualmente no te preocupes. Todos son oficiales de policía, acostumbrados a dormir pocas horas de sueño.
—Dilo por ti —indicó Klauss con voz risueña—. Yo sí que necesito mi descanso de belleza. Estos músculos y este bello rostro no se mantienen gratis, ¿sabes? En fin, ya todos saben lo que tienen que hacer. Vemy, ¿vienes arriba conmigo o qué?
—Un segundo —murmuró Vermillia, y al instante apuró lo último que quedaba de té en su taza, y acto seguido se levantó con elegancia de su silla y se encaminó hacia su prometido—. Yo también estoy lista para descansar.
Se aproximó a un costado de Klauss, y rodeó uno de los gruesos brazos de éste con los suyos.
—Buenas noches a todos —indicó con moderado entusiasmo, recorriendo su mirada por el resto de la habitación—. Esperemos que no pase nada malo ni hoy, ni mañana, ni ningún día de la semana, y podamos irnos en paz todos a casa.
—Eso es justo lo que no queremos que pase, Vermillia —murmuró Klauss sonando como una pequeña reprimenda—. Toda la intención de esto es que sí pase algo, y a quien buscamos aparezca. Si no, todo esto habrá sido por nada.
—Pasar unos días tranquilos en el campo no es nada, cariño —susurró la Srta. Corleone con tono animado, mientras ambos comenzaban a subir a la par los escalones hacia el segundo piso—. A veces es necesario despejarse un poco de la atareada ciudad, ¿no te parece?
—Creo que sigues sin entender qué es lo que estamos haciendo aquí exactamente...
—Ya, ya, no te estreses, Klaussie. Has preparado bien a tus subordinados para protegernos. Así que aunque pase algo, de seguro atraparás a ese chico malo de inmediato.
—¿Subordinados? —masculló Cedric despacio, mientras los seguía con la mirada—. En realidad no soy su subordinado, soy su compañero —se quejó un poco en alto para ser oído, pero Vermillia no pareció hacerle ningún caso a sus palabras.
—Buenas noches a todos —exclamó la joven Lycanis desde lo alto de la escalera—. Los veo mañana. Y que ninguno se atreva a irrumpir en nuestro cuarto, al menos que nos estén atacando. Ciao...
Ambos desaparecieron de su vista, y poco después se escuchó la puerta de la habitación cerrándose.
Cedric dejó escapar un largo suspiro. Una parte de él tenía deseos de comentar algo, pero otra parte más sensata le indicó que era mejor que no lo hiciera.
—Supongo que nosotras también deberíamos ir a descansar —propuso Jolly, parándose de su silla mientras miraba a Melissa—. ¿Vamos arriba?
—En un minuto —indicó la sierva—. Primero tengo que limpiar la cocina...
—La cocina ya está lo suficientemente limpia —sentenció Suzane con dureza—. Vayan a descansar, ahora.
Aquello sonaba bastante más a una orden. Y Melissa, más que acostumbrada a entender por medio de éstas, respingó al escucharla, ofreció una reverencia como disculpa, y se dispuso a acatarla con la mirada agachada.
—Tranquila —musitó Jolly con voz tranquilizadora, parándose a su lado y colocando una mano reconfortante en su espalda, mientras ambas se encaminaban hacia la escalera—. Sé que te gusta ayudar, y te aseguro que todos lo aprecian. Pero recuerda que nosotros estamos aquí para cuidar de ti, no al revés.
—Sí, lo siento —musitó Melisa con voz queda, volteándola a ver con una sonrisita tímida—. Gracias por todo, oficial Williams.
—No hay de qué —le respondió Jolly, sonriéndole ampliamente—. ¡Buenas noches! —exclamó en alto, girándose hacia el resto cuando comenzaron a subir los primeros escalones—. Nos vemos a la tres. Colocaré mi despertador a esa hora. ¡Pero si ocurre cualquier cosa primero despiértenme!
—Así será, oficial Williams —murmuró Cedric en voz baja, mientras observaba como ambas subían.
Una vez Jolly y Melissa ya no estuvieron, Cedric se puso manos a la obra. Guardó su revólver en su funda, y tomó uno de los rifles que había traído con ellos, y le pasó otro más a Luke, que lo tomó con bastante soltura y confianza entre sus manos.
—¿No subirá a dormir arriba con ellas, Det. Constantine? —preguntó el Nosferatis, mirando hacia el sillón donde Suzane una vez más se había recostado y cubierto el rostro con su bombín.
—¿Bromeas? Mientras más lejos esté de la habitación de Romani y su loba, mejor para mí —respondió con cierto desdén en su voz, y Cedric no pudo culparla en lo absoluto—. Además de que aquí podré reaccionar más rápido por si algo ocurre.
Al explicar aquello, bajó además su mano hacia el suelo a su lado, en donde reposaba su pistola y otro rifle más, y palpó ambas armas. Estaban por completo a su alcance, con tan sólo estirarse lo mínimo.
A Cedric aquello le preocupó un poco. Las noches anteriores la detective no había tenido reparo en dormir arriba con las demás chicas. ¿En verdad ese cambio se debía únicamente a la presencia de la Srta. Corleone?
—¿Cree que pasará algo esta noche? —preguntó Cedric, un poco aprensivo.
—Lo más seguro es que no —explicó Suzane con voz calmada—. Pero desde esa ronda que hicimos en la tarde, algo me tiene intranquila. —Dejó escapar entonces un largo bostezo—. Así que bueno, dormiré más tranquila aquí y con mis armas cerca. Ustedes vayan a lo suyo, que no me puedo dormir si están ahí viéndome con caras de bobos.
—Puedo intentar verla con otro tipo de cara si lo prefiere, detective —explicó Luke, y en verdad sonaba como si lo estuviera diciendo en serio.
—No, gracias —masculló Suzane con indiferencia—. Ve a hacer tu ronda afuera. Si ocurre algo, recuerda sonar tu silbato.
—Entendido —exclamó Luke en alto, regalándole además a su compañera un firme saludo estilo militar. Sin más, se dirigió hacia la puerta de la cocina, con sus dos armas en sus fundas, su rifle al hombro, y Chica bien oculta en el interior de su camisa.
—Yo iré a la terraza entonces —informó Cedric. Se colocó igualmente su arma al hombro, con su otra mano se llevó una taza de café, aún caliente—. Descanse, Det. Constantine.
Suzane no dijo nada como respuesta, aunque Cedric se quedó un rato aguardando. Tras eso, se dirigió también hacia el piso de arriba, dispuesto a tomar su puesto de vigilancia en la terraza.
Cuando ya estaba al pie de la escalera, escuchó a Suzane pronunciar con brusquedad:
—Recuerda lo que hablamos esta tarde, chico.
Cedric se detuvo un momento a digerir aquellas palabras, pero justo después siguió andando hacia arriba sin responder.
FIN DEL CAPÍTULO 09
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