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Capítulo 08. El Motivo


VIKTOR

Por
WingzemonX & Denisse-chan

Capítulo 08.
El Motivo

Luego de subir a toda prisa las escaleras, Klauss se dirigió directo a la habitación de los chicos y se encerró en ella bajo llave. Pegó su espalda contra la puerta y respiró agitadamente intentando tranquilizarse. Quizás a cualquiera que lo viera reaccionando de esa forma le parecería patético que un hombre de su tamaño y posición se comportara de esa forma. Sin embargo, quien lo dijera definitivamente lo haría porque no conocía a Vermillia Corleone.

Sintió como la puerta era azotada, aparentemente por un fuerte golpe dado desde el pasillo. Klauss dio un brinco, y luego se alejó un par de pasos de la puerta. Se giró rápidamente hacia ella con sus brazos alzados, como si estuviera listo para librar un round sobre el ring.

—¡Abre esta puerta inmediatamente o la voy a tirar! —le gritó con ferviente amenaza la voz de Vermillia, seguida justo después por otro golpe más de su botín.

—¡Adelante, túmbala! —le respondió con voz desafiante—. Hazlo y tendrás que dormir en el cuarto de las chicas, pues no creo que una dama deba dormir en un cuarto sin puerta, ¿no crees?

Desde el otro lado de la puerta, Vermillia comenzó a respirar lentamente, quizás intentando calmarse lo suficiente para pensar con claridad en lo que estaba haciendo. Acercó entonces sus dedos a una de sus colitas para sacar un pasador de ésta. Se puso de rodillas y Metió el delgado objeto en la cerradura, moviéndolo de un lado a otro con el fin de quitar el cerrojo. Después de unos cuantos segundos, la puerta hizo click y justo después la Lycanis la terminó de abrir del todo con una fuerte patada.

Klauss miró esto, incrédulo.

—Vaya... —susurró despacio, acompañado de una sonrisa nerviosa—. Así que aparte de guapa y fuerte, tienes también un lado criminal, ¿eh? Eres toda una caja de sorpresas...

—Gracias —le respondió Vermillia con voz seca y cortante. Dio un par de pasos al interior del cuarto, mientras se arreglaba de nuevo el cabello y volvía a ponerse el pasador para dejar todo en su lugar—. Ahora, ¡explícate, Klauss Romani! No sólo te encuentro semidesnudo frente a todas estas chicas, ¡¿ahora me entero de que metiste tu mano en la blusa de la Oficial Williams?!

Sus ojos se encendieron en cólera, y entonces azotó con fuerza la puerta detrás de ella, dejando a ambos encerrados y solos en el cuarto. Vermillia interponía su pequeño cuerpo frente a la única salida, aunque también cabía la posibilidad de salir por la ventana si era necesario.

Al final, Klauss suspiró despacio y decidió enfrentar las cosas con la mayor calma posible.

—A ver, en primera, no estaba semidesnudo. Me acababa de levantar y quería estar cómodo, eso es todo. ¿Es un crimen? —Se cruzó entonces de brazos y se paró con firmeza—. ¿Qué tal si le preguntamos al único detective en esta habitación? Ah sí, ese soy yo. Y no, ¡no es un crimen...!

Los delgados pero fuertes dedos de Vermillia se prensaron de golpe a la oreja derecha de Klauss como una pinza, y lo jalaron hacia abajo. Esto hizo que todo el cuerpo del Lycanis se doblara hacia abajo hasta casi poner el rostro de éste a su misma altura.

—¡No te quieras pasar de listo! —exclamó la joven con intensidad, casi gritándole al oído—. ¡¿Y también tuviste que meter tu mano en el escote de esa Nosferatis para sentirte cómodo?!

—¡Eso tampoco fue así! Chica se le había metido a su blusa, ya sabes cómo es esa... cosa... y todos se quedaron ahí parados sin moverse para ayudarla.

—Y tú muy caballeroso te ofreciste sin pensarlo, ¿verdad?

—Pues claro, hubiera hecho lo mismo por ti, o por Suzane... espera, déjame decirlo de otra forma...

—¡Eres de lo peor, Klauss Romani! —exclamó Vermillia con bastante enojo, pero... al mismo tiempo con decepción, y ésta resultaba un tanto más difícil de digerir para el oficial.

Jaló con violencia su oreja hacia un lado y el cuerpo de Klauss se balanceó torpemente hacia dicha dirección, hasta casi caerse. Vermillia lo soltó, se giró rápidamente dándole la espalda y cruzándose de brazos. Klauss, por su parte, dejó escapar un pequeño quejido de dolor y se sobó un poco su adolorida oreja.

—¿Soy de lo peor? Lo único que he hecho desde que estoy aquí es enfocarme en la misión, Vermi. Y ésta es en verdad una misión muy importante, del tipo de las que siempre hablas que si salen bien pueden venir acompañadas de un ascenso, ¿entiendes?

—¡Pues no te creo! —le respondió escéptica, girando su rostro agresivamente hacia un lado y haciendo que su arreglado peinado se agitara—. Si se trata de una misión así, ¡¿por qué no me dijiste nada?! De seguro lo hiciste para poder venir aquí a escondidas y hacer de las tuyas.

—¡No te dije porque sabía que harías exactamente esto! —respondió Klauss molesto, aproximándose rápidamente hacia ella y parándose a un par de metros de su espalda—. Que te escabullirías de nuevo hasta acá, acusarías y pondrías a todos incómodos, e intentarías ponerme a hacer tus ejercicios, cuando necesito enfocarme en la misión. El asesino más letal de la mafia podría estarnos apuntando en este mismo momento, ¿sabes? Y no podría notarlo por estar preocupado por tus celos y regaños.

—Tampoco lo notarías por estar tan "cómodo" —murmuró Vermillia con sarcasmo—. ¡Y cómo se ve que no me conoces! ¿No te detuviste a pensar que si me hubieras dicho de tu importante misión, te hubiera dejado ir sin molestarte?

—Ay, por favor; ¿y tu nieve de qué la quieres? —Klauss giró rápidamente alrededor de su prometida para encararla de frente, pero ella tenía su rostro girado hacia a la derecha con sus ojos cerrados, y se rehusaba a verlo—. Te conozco tan bien que sé que no podrías quedarte alejada ni aunque hubiera ido a dos cuadras de tu casa, acompañado de puros viejos gordos, a un campo baldío, con los ojos vendados. Eres extremadamente celosa, y así no puedo trabajar.

Colocó entonces su dedo índice sobre su frente y la empujó un poco hacia atrás. El pequeño cuerpo de la Lycanis se dobló un poco hacia atrás tambaleándose un poco, pero logrando al final mantenerse erguida. Alzó su mirada furiosa hacia él, con sus cachetes inflados en forma de puchero y rostro colorado. Se lanzó entonces en su contra, comenzando a darle varios golpecitos contra su pecho con rapidez, aunque aparentemente no con tanta fuerza.

—¡No me digas celosa! ¡Te odio, Klauss Romani! ¡Eres de lo peor! —Detuvo su pequeño ataque, y lo volteó a ver de nuevo, pero ahora con sus ojos notablemente llorosos y brillosos—. ¿Crees que me gusta comportarme de esta forma? ¡Pero tú eres quién lo provoca! Porque prefieres estar con cualquiera, ir a misiones y meter tu mano en blusas ajenas, ¡antes de hacer algo de eso conmigo!

La expresión de Klauss se llenó de confusión al escucharla decir tales cosas.

—¿Eh? ¿De qué rayos hablas?

—¡De que nunca quieres estar conmigo! —le respondió con dolor en su voz, volteándose a otro lado—. Como si yo fuera la peste, ¡como si fuera la peor persona con la que te pudieran haber comprometido!

—Oye, oye, no empieces con eso —murmuró el detective, un tanto fuera de equilibrio por el cambio repentino—. ¿Crees que si no quisiera estar contigo hubiera amenazado con golpear al novato con tal de que no se pusiera difícil con lo de dejarte dormir aquí?

—Eso de seguro sólo lo hiciste para hacerme sentir bien —le respondió con una vocecilla que rozaba en el llanto. Justo después se cubrió el rostro entero con sus manos y comenzó a soltar pequeños sollozos.

Klauss la miró en silencio, un tanto aturdido. ¿Era eso algún tipo de manipulación?, ¿o realmente se sentía de esa forma? Viniendo de ella era algo difícil de determinar, pero al final poco importaba realmente. Suspiró despacio, relajándose un poco.

—No digas ese tipo de cosas, mi cachorrita —murmuró con suavidad y entonces se le aproximó de nuevo por detrás para colocar sus manos sobre sus hombros—. Bien, tal vez debí de haberte informado sobre la misión, y lamento si acaso eso te ofendió. Pero, oye... —movió su mano al frente, tomándola gentilmente de la barbilla y haciendo que se girara hacia él poco a poco. Ella no opuso mucha resistencia y se permitió virarse por completo, con sus ojos aún acuosos y tristes. Él le sonrió de esa forma tan galante que sólo él era capaz de hacer—. Realmente me sorprendiste esta vez. Pese a todo, pudiste encontrarme aunque estuviéramos aquí escondidos. Además de guapa, fuerte y con un lado criminal, también tienes actitudes de investigadora. Tal vez deba mandar al diablo a Helsung y volverte mi compañera.

Vermillia rio un poco, limpiándose una lagrimita con su dedo índice.

—Pero Klausie, si me volviera tu compañera, Helsung estaría perdido sin su gran y talentoso superior. No soy una persona cruel como para dejar que eso pase...

—Ya lo dejaste sin su cama, ¿qué más da? —La rodeó entonces con sus brazos por la cintura, atrayéndola contra él—. ¿Te imaginas? Seríamos un gran equipo. Y te verías realmente sexy con un atuendo de oficial.

—Ay, Klausie —murmuró Vermillia esbozando una pequeña sonrisa. Se pegó entonces por completo contra él, colocando sus manos sobre su pecho—. ¿En verdad crees eso? Siento que podría darle un buen uso a un uniforme así, pero le daría unos serios retoques. Seríamos muy buenos en misiones encubiertas, ¿te imaginas?

—¿Una misión encubiertos? Como, por ejemplo, tener que pasar por una pareja muy, muy concentrada en sí mismos, tanto que el malhechor no se da cuenta que lo estamos espiando...

Mientras hablaba, Klauss comenzó a avanzar, provocando que a su vez el cuerpo de Vermillia retrocediera hasta que su espalda repentinamente tocara la puerta. La Lycanis soltó un pequeño gemido de sorpresa al sentir esto, y su rostro rápidamente se coloreó de rojo.

—El sujeto podría sospechar si no somos convincentes —susurró el detective muy despacio, exhalando su cálido aliento sobre el rostro de su prometida—. Será mejor que nos besemos para despistarlo... ¿No lo cree, oficial Corleone?

Colocó de golpe ambas manos contra la puerta, una a cada lado de la cabeza de la Lycanis, como si la estuviera acorralando. Esto sólo provocó que el rostro de la jovencita se sonrojara más, y su corazón se acelerara.

—Oh, Detective Romani... Todo sea por el bien de la misión... —susurró despacio con un tono de falsa inocencia—. Enséñeme todo lo que necesito saber, por favor...

Klauss no esperó más, y de inmediato se lanzó hacia ella, uniendo repentinamente sus labios con los suyos y formando de esa forma un profundo y casi violento beso que su prometida aceptó con todo gusto. Las manos de la jovencita comenzaron a recorrer su pecho, intentando abrirse paso entre los botones de su camisa, todo ello sin romper el beso. Klauss la cargó de pronto con sus brazos, y ella rápidamente rodeó su amplio torso con sus delgadas piernas en cuanto tuvo la oportunidad. Klauss retrocedió torpemente hacia atrás con su prometida en brazos, hasta que sus piernas tocaron la orilla de la cama y entonces cayera de espaldas a ésta...

— — — —

En la planta baja, las cosas se habían calmado bastante. Jolly y Cedric terminaban de lavar los platos, mientras Melissa limpiaba la mesa. Y Luke... bien, él sólo permanecía sentado, sosteniendo a Chica entre sus manos para que ésta no saltara por ahí, y eso por sí solo era suficiente ayuda de momento.

Jolly lavaba el último de los platos, tarareando una canción tan alegremente como lo había hecho durante todo el proceso. Terminado éste, cerró la llave del agua y se apresuró a secarse las manos y a acomodarse de nuevo las mangas.

—Creo que es momento de ponernos a trabajar en ese pastel de manzana, Melissa —indicó la Nosferatis con entusiasmo.

—¡Ah!, ¡de acuerdo! —exclamó la sierva rápidamente, dejando lo que estaba haciendo para dirigirse de inmediato en su auxilio. Lo primero que tendrían que hacer era pelar las manzanas que habían lavado.

—Veo que no le gusta estar sin hacer algo, oficial Williams —comentó Cedric, mientras él mismo se secaba sus manos y se acomodaba sus mangas—. No es una crítica, en realidad es una cualidad muy destacable.

Jolly soltó una pequeña risilla, aunque era difícil decir si era nerviosa o alegre.

—Supongo que así es —le contestó con una sonrisita, volteando a verlo sobre su hombro—. Vengo de una familia donde absolutamente todos están haciendo algo, todo el tiempo, así que estar sin qué hacer es algo poco usual para mí. Eso, y creo que también soy una persona con mucha energía que necesita ser usada... o eso dicen todos.

Lo de la energía Cedric podía corroborarlo con lo poco que llevaba de conocerla. Y lo de su familia, igualmente concordaba con las cosas que ahora sabía de ella.

—¿Qué es lo que te gusta hacer a ti, Cedric? —le cuestionó la oficial de pronto, tomándolo por sorpresa—. ¿Tienes algún pasatiempo?

—Ah... —balbuceó unos momentos, dudando sobre qué responder—. Supongo que... mi trabajo, y... quizás leer un poco... —Se volteó entonces hacia otro lado, al parecer avergonzado—. Creo que soy una persona un poco aburrida en ese aspecto...

—¡No digas eso! —se apresuró Jolly a exclamar con ímpetu—. La lectura es una buena forma de dejar tu imaginación volar. Estoy casi segura de que te has imaginado en el papel del protagonista alguna vez, todos lo hemos hecho; eso no es para nada aburrido.

Cedric se ruborizó un poco ante el último comentario. ¿Imaginarse en el papel del protagonista? No era algo que buscara de forma consciente, aunque quizás a veces era inevitable. Igual, se notaba que Jolly hacía un gran esfuerzo por animarlo, lo cual no ocuparía hacer si él no se auto lamentara tan seguido. Pensó que sólo podía agradecerle sus palabras y ya no generarle más distracciones, pero no se le presentó dicha oportunidad.

—¿Te ayudo con el pastel, Jolly? —exclamó Luke repentinamente, parándose entre ambos en un parpadeo y asustando a los dos Nosferatis—. También acostumbraba ayudar a mi hermana Matori cuando hacía pasteles para los veinticinco miembros de la familia en las reuniones. Chica también puede ayudar —alzó en ese momento sus manos en las que sostenía a Chica—, sólo no hay que dejarla acercarse a las manzanas.

Jolly dudó un poco, contemplando algo nerviosa al ser gelatinoso entre las manos de su compañero. Éste parecía verla a ella a su vez, y aunque no poseía un rostro del todo como el de ellos... de alguna forma le transmitía bastantes malas intenciones...

—Claro que puedes ayudar, Luke... —le respondió un poco insegura—. Pero... ¿estás seguro de que Chica puede estar aquí? —alzó en ese momento sus dos brazos, cubriéndose con ellos—. Se ve un poco intranquila, y no me gustaría que lo del otro día se repitiera...

—Oh, tienes razón, Jolly —señaló Luke, dado un paso hacia atrás para alejarse de ella —. Y en estos momentos el Detective Romani no está para darte una mano si ocurre. Tendríamos que hacerlo Cedric o yo... o claro, Melissa.

Se giró entonces hacia la sierva, señalándola casi acusadoramente.

—¡¿Eh?! —exclamó la humana, poniéndose abruptamente nerviosa y con su rostro enrojecido—. ¿U-una m-m-mano? ¿Y-y-y-yo?

Discretamente se viró de reojo hacia Jolly, dificultándosele mirarla directamente.

—Opino que será mejor evitar que cualquiera necesite hacer tal cosa, Detective Stillion —intervino Cedric con severidad, pero igualmente apenado por el comentario.

—¡S-sí, sería mejor mantener a Chica entretenida en otra cosa! —secundó Jolly rápidamente.

—Está bien, estaremos sentados en la mesa entonces —asintió Luke, y se dirigió de regreso a su silla.

Los tres suspiraron aliviados una vez que aquello pasó. Sin embargo, esa pequeña tranquilidad les duró relativamente poco, pues justo después algo más alteró el ambiente y de la forma más inesperada, al menos para el novato del grupo.

Se comenzaron a escuchar rechinidos y golpes provenientes del piso superior, como si el techo sobre sus cabezas se agitara. Por mero reflejo, los cuatro alzaron su mirada en dicha dirección, como si esperaran que aquello les diera más claridad de lo que escuchaban. Pero si aquellos sonidos por sí solos no les fueron lo suficientemente aclaradores, lo que le siguió quizás les ayudó más: gemidos, gemidos femeninos y muy fuertes. Podrían haber pasado por expresiones de dolor en un inicio, pero casi de inmediato fue evidente que no era eso.

—¡Ah!, ¡ah! ¡Klausie! ¡Más!, ¡dame más! —comenzó a escucharse que aquella voz aguda acompañaba a todos aquellos golpes, e inmediatamente después los rostros de Cedric y Melissa se pusieron totalmente rojos y se llenaron de asombro—. ¡Así!, ¡Ah!, ¡Oficial Klauss...! ¡Enséñeme todo lo que necesito...! ¡Ah!

Ni siquiera tenía sentido preguntar o señalar lo que pasaba, así como el hecho de que las dos personas del piso superior eran ignorantes de lo fácil que se transmitían los sonidos en esa casa vieja.

—Tiene que ser una broma —masculló Cedric entre sorprendido y molesto— ¿Acaso están...?

Un fuerte grito, más intenso que los demás gemidos interrumpió sus cuestionamientos.

—Oh, cielos... ¡Oh, cielos! —exclamó Melissa totalmente abochornada, e instintivamente se cubrió su rostro con sus manos, como si espera que de esa forma no los fuera a escuchar.

El enojo de Cedric aumentó aún más al ver la reacción de Melissa, que claramente estaba justificada.

—Por Alzama Molak, es pleno día, ¡y estamos a mitad de una misión! —añadió Cedric, casi ofendido—. Y además, ella acaba de subir furiosa con él y con intenciones de matarlo... ¿cómo es posible que terminaran así?

—Oh, así son ellos —señaló Luke, notablemente más tranquilo e indiferente que ellos dos—. Siempre están peleando y reconciliándose, peleando y reconciliándose, y así sucesivamente.

—Luke tiene razón —comentó Jolly poco después, también tranquila aunque se notaba que también le acompañaba un significativo grado de pena—. Era de esperase que terminaran así. Por eso la gente de la base no se toma en serio sus peleas.

Cedric no estaba seguro de qué le horrorizaba más: el hecho de que su nuevo compañero estuviera arriba teniendo relaciones con su prometida de una forma para nada discreta, y además sin importarle que ellos estuvieran ahí mismo, o el hecho de que todos lo vieran como algo tan normal, tal y como se lo habían demostrado mientras desayunaban. ¿Acaso su manera de pensar era demasiado anticuada? Como fuera, todo aquello lo hacía sentir demasiado incómodo, y definitivamente no tenía muchos deseos de seguir escuchando todo aquello, y no quería que Melissa lo hiciera tampoco.

—Creo que iré a ver si la detective Constantine necesita ayuda —indicó con serenidad, y entonces comenzó a caminar hacia el perchero a un lado de la puerta—. ¿Quieres acompañarme, Melissa?

La sierva se sobresaltó un poco, extrañada por el ofrecimiento. Antes de dar una respuesta, se viró hacia Jolly, quien ya había comenzar a pelar las manzanas.

—Ah... gracias, Detective Helsung. Pero creo que me quedaré a ayudar a la oficial Williams con el pastel —se apresuró entonces hacia la oficial, parándose a su lado para ayudarla—. Si a usted no le molesta.

—Para nada, así podremos terminar más rápido —le respondió Jolly, mirándola con una sonrisita y guiñándole un ojo. Las mejillas de Melissa se volvieron a sonrosar, aunque esta vez de una forma más discreta.

A Cedric le extrañó un poco aquello; estaba seguro de que aprovecharía esa oportunidad para alejarse también de aquella incómoda situación, pero al parecer se había equivocado.

—¡Recuerda cubrirte bien, Cedric! —le recomendó la Jolly con energía—. Y también ponte tus zapatos para correr si vas a salir a buscar a Suzane.

—¿Zapatos? —murmuró el detective, confundido, y echó un vistazo rápido a sus zapatos negros y formales—. ¿Qué tienen de malo mis zapatos?

No lo entendió de momento, pero tomó en cuenta su recordatorio de la protección. Afuera estaba muy soleado, así que no tardó en colocarse su sombrero, su abrigo y sus lentes oscuros. Antes de salir, se giró una última vez hacia el lavabo y notó como Jolly y Melissa hablaban de nuevo animosamente mientras pelaban las manzanas.

— — — —

Una vez afuera, Cedric caminó por los alrededores de la casa buscando a la Detective Constantine, algo de lo que rápidamente se estaba arrepintiendo. Aún protegido con su atuendo, el sol se encontraba brillando con bastante intensidad, provocándole una aguda sensación incómoda por todo su cuerpo, que lo entumía un poco. Si alzaba su rostro aunque fuera un poco y dejaba que algo del sol le tocara los ojos, rápidamente debía de bajarlo de nuevo y cerrarlos con fuerza por unos segundos. Todo aquello era un sufrimiento; tolerable, pero aun así molesto.

Lo que más le afectaba era saber que si los atacaban en ese mismo momento, su capacidad de reacción se vería realmente reducida y quizás terminaría por estorbar más que ayudar. Por cuestiones como esas, era protocolo no dejar a un oficial Nosferatis solo durante el día, y procurar que las parejas de detectives fueran siempre mixtas. Pero todo mejoraría durante la noche, cuando sus instintos y sentidos estuvieran mucho más alerta.

Al no encontrar rastro de la Detective Constantine cerca de la casa, optó por encaminarse en dirección al granero. Para llegar a aquel sitio se tenía que cruzar un prado de maleza alta, totalmente despejado a excepción de algunos árboles; de alguno de ellos Jolly debió de haber sacado sus manzanas.

Mientras él caminaba cuidando de pisar bien, e intentando que el sol no lo encegueciera, una enorme figura oscura comenzó a moverse con rapidez desde los prados más alejados, saltando ágilmente obstáculos como ramas y piedras con gran agilidad. Aquello se acercaba velozmente hacia Cedric por detrás, dando en el último segundo un largo salto en su dirección, al parecer con el empuje necesario para taclearlo y tirarlo al suelo. Las pesadas pisadas acercándose pusieron en alerta al detective. Sin necesidad de voltearse a ver, sus instintos agudos de Nosferatis, aunque un poco mermados por el sol, lo hicieron percibir sin duda la gran figura que se le lanzaba encima desde sus espaldas. Su cuerpo reaccionó por mero instinto, y acompañado de un pequeño gruñido saltó con gran agilidad en el aire elevándose como si su cuerpo no pesara nada. Se giró sobre sí mismo para impulsarse en el aire, y entonces cayó sobre la rama de un árbol que estaba justo a su lado.

Una vez en el árbol, Cedric no se relajó ni un poco. Respiró algo agitado, e incluso asustado, y rápidamente dirigió su mano a la pistola en su costado, sacándola, amartillándola y apuntando hacia abajo con ella. Sin embargo, no disparó, pues al ver con mayor calma pudo notar al enorme lobo de abundante pelaje negro y brillante, que se encontraba sentado entre la maleza con su rostro alargado alzado hacia él; le pareció además notar algo parecido a una sonrisa astuta en ese hocico de canino.

—¿Eh?, ¿es usted, Detective Constantine...? —cuestionó dudoso, y entonces subió lentamente su arma haciendo que el cañón apuntara al cielo, pero no la guardó hasta estar seguro.

—Buena reacción, chico —se escuchó claramente la voz de Suzane, surgiendo de aquella criatura—. A pesar del sol, claro. Pero tu actitud al momento fue un tanto histérica. ¿Acaso te asusté tanto? —comentó con sorna en su voz, y justo después su hocico se abrió, exhalando un sonoro bostezo.

—Yo... no estoy asustado... —murmuró el Nosferatis algo vacilante, pero intentó rápidamente tomar una postura más firme—. Solamente no me esperaba ser atacado en estos momentos...

—Estás en una misión, novato. Debes estar preparado para ser atacado en cualquier momento, incluso durante el día.

Cedric se sintió profundamente avergonzado al darse cuenta de lo tonto que había sido su comentario. Lo que la Detective de Primer Grado decía era cierto, y además él le había mentido un poco; justo hace poco pensaba en lo desafortunado que sería si alguien lo atacara en ese preciso momento. Pero al menos, desde su perspectiva, su reacción no había salido tan mal.

Guardó de nuevo su pistola en su funda y se dejó caer al frente. El cuerpo del Nosferatis descendió lentamente desde la rama al suelo, como si fuera una ligera pluma detenida por el aire. Sus pies tocaron el suelo con delicadeza, quedando parado frente al gran lobo.

—¿Por qué tomó su forma de bestia, Detective? —le cuestionó curioso mientras se acomodaba su sombrero y sus anteojos—. ¿Siente que la necesitará? ¿Vio algo?

Miró nervioso a su alrededor, buscando algo que pudiera haberle provocado dicha decisión.

—Tranquilo, novato. Como bien Romani dijo, este sitio es ideal para correr un poco; dentro de la ciudad es muy poco común que encuentres un espacio tan amplio como éste. Pero no quería ir con Romani, y mucho menos ahora que llegó la señorita Corleone. —Mientras hablaba, alzó su pata trasera e inclinó su cuerpo para poder rascarse una de sus orejas—. Así que fui a patrullar con esta forma un poco más lejos en los alrededores, y así matar dos pájaros con una misma pedrada. No detecté ningún olor sospechoso cerca, puedes estar tranquilo.

—Entiendo —masculló Cedric reflexivo, y se viró entonces hacia los campos de cultivo más alejados—. Supongo que debe ser agradable para ustedes correr con libertad por un campo como éste.

—Supones bien. Ahora, voltéate, ¿quieres?

—¿Eh? —exclamó el Nosferatis, algo confundido al inicio—. Ah, sí claro...

Cedric se dio entonces media vuelta para darle la espalda, tal y como se lo pidió, centrando fijamente su mirada en el árbol del que había bajado.

—¿Y qué haces acá afuera exactamente? —le cuestionó la Lycanis mientras él no la veía—. No has de estar nada cómodo con el sol en este apogeo.

Cedric dudó unos momentos si acaso mencionar lo que su compañero evidentemente se encontraba realizando en esos momentos en el piso de arriba, pero sintió que quizás diría que era bastante quejumbroso. Además, ese no era el único motivo por el que quería salir y hablar con ella.

—Quería inspeccionar los alrededores con usted, y aprovechar para hablarle sobre el caso, detective. Tengo algunos puntos sobre éste de los que quisiera oír la opinión de alguien con más experiencia. Intenté hablarlos con el detective Romani, pero no me hizo mucho caso.

—No te sientas mal por eso. Romani no le haría caso a ninguna criatura que no tuviera atributos femeninos. Y ahora que su prometida está aquí, de seguro ya han de haberse encerrado en la habitación, ¿cierto? —Cedric se sobresaltó sorprendido al escucharla decir eso. ¿Entonces realmente era algo normal que hiciera ese tipo de cosas?, ¿incluso en una misión?—. Ya puedes voltearte.

Le pareció bastante pronto, pero en efecto en cuanto se volteó, vio a Suzane ya con su forma de Nuitsen, vestida con su falda, su camisa y botas, e incluso se encontraba acomodándose su bombín en cuanto se volteó. Del lobo sólo quedaban sus orejas y cola, pero por lo demás era como si siempre hubiera estado con esa forma.

—¿Cómo se vistió tan rápido? —le cuestionó curioso, pero Suzane pareció ignorar su pregunta.

—El último sitio que me falta de revisar es el granero —señaló la detective con su cabeza en dirección a la estructura roja de madera a lo lejos—. Si crees poder resistir el sol, puedes acompañarme y hablarme de tus puntos.

—Sí, seguro. Gracias, Detective.

Sin más, Suzane comenzó a andar, ahora en sus dos pies, por la maleza en dirección al granero, y Cedric la siguió unos pasos detrás.

—Sé que ya tenemos muy clara a la víctima y al sospechoso, e incluso tenemos una testigo —exponía Cedric mientras avanzaban con cautela—. Pero creo que nos falta aclarar un punto muy importante: el motivo. En mi humilde opinión, el Detective Romani lo simplificó demasiado aludiendo a que simplemente se trató de un ajuste de cuentas de la mafia, a raíz de algún negocio sucio.

—Casi siempre así es —le respondió Suzane con bastante calma.

—Lo sé, y no voy a decir que no sea posible aludiendo a que la víctima era un hombre altruista y benefactor o algo así. Sé muy bien que incluso personas que dan esa imagen pueden meterse en asuntos indebidos. Solamente pienso que dimos por hecho de que se trataba de algo así demasiado pronto, sin haber encontrado alguna pista o pedazo de información que pudiera darnos la certeza de ello. Yo investigué un poco por mi cuenta, y descubrí que sí existe una conexión entre Karllone y el Barón Montallo. Ambos fueron compañeros de escuela, y posiblemente incluso fueron amigos cuando niños.

—¿Y eso te hace sospechar acaso que se trató de un asunto personal? —inquirió Suzane, mirándolo de reojo con suspicacia—. Porque el que se conocieran no descarta que tuvieran negocios juntos, sino más bien abre más la posibilidad.

—El detective Romani me dijo lo mismo... Y no podía asegurar que fuera otra cosa, ya que tampoco tengo alguna pista o señal que lo indique. Sólo pienso que, si acaso no se tratara de un negocio sucio, podría haber algo más que no hemos visto todavía, y podría ser algo clave para entender el caso.

—Entiendo tu pensamiento, y en efecto, el deber de un detective es nunca dar nada por hecho hasta que ya se tienen todas las cartas sobre la mesa. En este caso sin duda alguna hay cosas que también me molestan, siendo la más importante el hecho de que dista mucho del tipo de homicidios que Karllone suele encargar.

—¿Del tipo? —cuestionó Cedric, sin entender del todo.

—No leerás esto directamente en tus expedientes, pero la verdad es que Serge Karllone es un egocéntrico de primera. Le gusta salirse con la suya y que todos sepan que lo hace. Cuando manda a matar a alguien, casi siempre se encarga de que todo el mundo lo sepa, o al menos lo sospeche; si quiere mandar un mensaje, se encarga de que le llegue entero a su objetivo. Suena absurdo viniendo de un jefe criminal, ¿no? Pero durante años ha sabido cómo lograr ello, y aun así mantener todo en el rango de simples rumores que nadie puede confirmar. Pero en esta ocasión, antes de que Romani moviera a sus contactos para esparcir el rumor de que el Cráneo estaba involucrado, parecía que nadie en las calles sabía nada al respecto, como si deliberadamente quisieran que nadie lo relacionara; bastante atípico de él. Eso me hizo pensar que quizás Karllone no estaba involucrado, y aún creo que pudiera ser así.

—¿Cree entonces que el hombre que asesinó al barón no fue el Cráneo?

—No lo sé. Sólo creo que al igual que los negocios sucios como motivo, fue una suposición que Romani tomó demasiado a la ligera, confiando únicamente en la palabra de una simple sierva, que quizás ni siquiera está segura de qué fue lo que vio.

Cedric guardó silencio como respuesta a ese comentario. No había dicho quizás nada malo exactamente, pero se percibía cierto desdén en su tono al momento de referirse a Melissa; no era tan marcado como el de Klauss, pero aun así estaba presente. Sin lugar a duda a la detective Constantine también le molestaba un poco la idea de que todos estuvieran ahí a causa de la declaración de una sierva, algo que de cierta forma era esperable, aunque a Cedric le fastidiaba un poco.

—De haber esperado un poco más —prosiguió Suzane—, podríamos haber aprovechado el hecho de que Karllone no sabía lo que sabíamos, y hubiéramos investigado, obtenido más pistas y quizás otros caminos por los cuales presionarlo. Pero Romani se apresuró como siempre, convenció al jefe Strauss y el señor Bertold, y ahora aquí estamos. Pero ya es muy tarde para lamentarse, ¿no?

Llegaron hasta la puerta cerrada del granero y ahí Suzane se detuvo un segundo y se giró hacia él con los brazos cruzados; su bombín caía ligeramente hacia el lado izquierdo de su cabeza con un curioso ángulo que casi parecía apropósito.

—Como sea, la relación personal anterior que descubriste entre la víctima y el sospechoso, es poco probable que sea una coincidencia. Suponiendo que hubiera un factor personal involucrado, ¿cuál podría ser? Especialmente uno que ameritara que Karllone quisiera no verse involucrado directamente. Porque incluso un tema como dinero o que alguno durmiera con la esposa del otro, sueles querer que la gente se entere para usarlo de ejemplo. Debió ser algo que Karllone no quisiera que saliera a la luz. Como quizás una relación sentimental entre ambos, por ejemplo.

—¿Cree que eso sea posible? —cuestionó Cedric algo sorprendido por la repentina especulación.

Suzane se encogió de hombros.

—En estos momentos todo es posible. Pero el mandar a uno de tus asesinos a matar a tu amante, es bastante frío e impersonal para ser un delito pasional. Quizás el barón se enteró de algo que Karllone no quería que se supiera. Pero debió ser algo muy serio para requerir tal intervención.

—Supongo que sin investigar más es imposible hacer suposiciones —concluyó Cedric, lamentándose un poco.

—Si todo sale como Romani espera, podremos preguntarle directamente al Cráneo el motivo. —Suzane se giró entonces hacia la puerta del granero y la deslizó con fuerza hacia un lado—. Así que no te preocupes tanto por eso en estos momentos. Tu misión es proteger a la sie...

Las palabras de Suzane se interrumpieron justo después de abrir la puerta, pues al parecer le había urgido de golpe las ganas de estornudar. Luego de luchar unos segundos con la sensación, soltó un fuerte y estruendoso estornudo que resonó en el eco del granero, e incluso hizo que un par de pájaros posados en la parte superior optaran por mejor salir volando.

—Salud, detective.

—Gracias... —respondió Suzane con voz un poco mormada, mientras pasaba su mano por su nariz.

El interior del granero estaba solo y lleno de paja seca hasta donde alcanzaba la vista. Había algunos corrales para animales, pero todos se encontraban vacíos.

—Qué raro —murmuró Suzane mientras se tallaba la nariz insistentemente—. Creo que algo aquí me causó alergia, pero... ¡achu! —Volvió a estornudar abruptamente con algo de fuerza—. Pero ayer que viene a revisar todo estaba bien... ¡achu!

—Durante la noche hizo algo de viento. Quizás arrastró alguna planta o algo desde lejos de aquí.

—Sí, ha de ser eso... —murmuró de mala gana, y entonces retrocedió un poco para alejarse de la puerta—. Revisa tú; sin mi olfato, soy casi tan inútil como tú bajo el sol.

No supo identificar si aquello lo expresaba de forma despectiva, pero no se detuvo mucho a pensar en ello. Ingresó cauteloso al granero. El sitio olía extraño, pero en realidad no sabía cómo debía oler un granero así que no sabía si aquello era normal o no. Sintió, sin embargo, un gran alivio al estar nuevo resguardado del sol, y eso le dio un poco más de comodidad para moverse e inspeccionar. El sitio se encontraba solo y muy silencioso. Nada se movía en lo absoluto, y esa quietud era de hecho aún más estresante desde la perspectiva del Nosferatis. Le causaba una sensación como si en cualquier momento algo o alguien le fuera a brincar desde alguna de las montañas de paja. Esto le provocó el acto reflejo de tener su mano cerca de su arma, sólo por si acaso.

De pronto, toda la quietud fue interrumpida por un ruido entre un montón de paja justo a su diestra. Cedric reaccionó rápidamente, desenfundando su arma y apuntando con ella en dicha dirección. Un segundo después a que se virara, pudo ver un grupo de cinco ratas saliendo de debajo de la paja y dirigirse a la pared lateral del granero hasta desaparecer. Mientras ello ocurría, el detective las observó en silencio, casi como si estuviera en trance.

—Lo bueno es que no estás asustado —le comentó Suzane desde la puerta, cubriéndose su nariz con un pañuelo—. Debes dejar de desenfundar tu arma como respuesta a todo, o terminarás lastimando a alguien o a ti mismo. Como sea, todo parece estar en orden. Anda, volvamos a la casa.

Cedric se sintió otra vez avergonzado. Guardó sin decir nada su arma y se dirigió cabizbajo hacia la salida.

Una vez que la puerta del granero estuvo cerrada y se alejaron un par de metros de ahí, la nariz de Suzane pareció ponerse mejor.

—¿Realmente cree que el Cráneo venga hasta aquí buscando a Melissa? —cuestionó Cedric de pronto, algo pensativo—. Quizás Karllone no caiga en la trampa o no le dé importancia a los rumores, ¿no?

—Si eso pasa, habríamos perdido una semana por otra de las grandiosas ideas de Klauss Romani —refunfuñó Suzane con dureza—. Así que espero que en efecto podamos sacar algo de provecho de esto, o lo mataré... figurativamente hablando.

—Yo en verdad preferiría que en efecto nada pasara —susurró Cedric despacio, como un pequeño pensamiento para sí mismo—. Así no tendríamos que exponer a Melissa a un peligro innecesario... —La detective Constantine se detuvo en ese momento, tomando un poco por sorpresa a Cedric que logró avanzar un par de pasos antes de darse cuenta de este cambio—. ¿Sucede algo?

Suzane lo miraba fijamente con severidad en sus ojos. La sombra de su sombrero se proyectaba sobre sus ojos, dándole una apariencia incluso más intimidante que de costumbre.

—Escucha, novato —comenzó a decirle con voz fría—. Pareces un buen chico, inteligente y haces las preguntas correctas. Creo que puedes tener un futuro brillante en este trabajo... si no lo echas a perder en tu primera misión. —Su mirada se volvió aún más dura, incluso se podría decir que parecía amenazante—. No sé qué asunto traigas con la sierva y no me importa, pero déjalo de una buena vez.

—¿Qué? —exclamó el Nosferatis, sobresaltándose sorprendido—. ¿De... qué habla...?

—Ahórrate las excusas —le cortó Suzane tajantemente—. Lo que menos me interesan son las perversiones y fetiches de mis compañeros. Pero esta sierva es nuestra testigo, y hasta que esto termine tenemos que cuidarla, y punto. Si metes algo más que tu deber y tu cerebro en esto, podrías hacer que todos terminemos muertos... —dio entonces un paso hacia él, encarándolo directamente—. Y yo disfruto mucho de la vida como para morir por una simple sierva, y especialmente por la falta de juicio de un principiante como tú. Así que deja de comportarte como adolescente y enfócate en hacer tu trabajo. ¿He sido clara?

Cedric enmudeció, cohibido totalmente por la penetrante presencia de la detective Constantine, y por lo tajante y directo de sus palabras. Bajó su mirada casi como si sintiera vergüenza y se quedó callado. Podría intentar negarlo, incluso ofenderse por tal acusación, pero... ¿tendría algún caso? ¿Podría ser lo suficientemente convincente como para que le creyera? De igual forma, ella quizás no esperaba como tal una respuesta, sólo dejarle muy presente en su mente su advertencia.

—Cumpliré mi misión sin importar nada, señora —susurró despacio y esa fue la única respuesta que fue capaz de dar.

Fuera suficiente o no para Suzane, ésta igual pareció tomarlo. Le sacó la vuelta apresuradamente por un lado y se dirigió con paso más veloz hacia la casa. Cedric se tomó su tiempo antes de seguirla.

La detective Constantine no era la primera, y muy probablemente no sería la última, en acusarlo de algo así. Creía ya haber dejado ese tipo de cosas atrás, pero parecía que incluso en una sitio tan lejano a su ciudad natal seguirían ocurriendo ese tipo de incidentes y rumores. Quizás era su culpa, quizás su forma de comportarse realmente era descuidada y dejaba la puerta abierta a que eso ocurriera.

Pero ella tenía razón en una cosa: tenía que enfocarse en su misión. Esa era la única forma de quedar bien en su primer gran encargo, y además mantener segura a Melissa. Todo lo demás, podía y debía ser dejado de lado.

Se giró sobre sus pies y se dirigió también hacia la casa, aunque un tanto más moderado en sus pasos.

FIN DEL CAPÍTULO 08

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