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Capítulo 07. La Vida en el Campo


VIKTOR

Por
WingzemonX & Denisse-chan

Capítulo 07.
La Vida en el Campo

Habían pasado ya tres días. Melissa y el grupo de policías a cargo de su protección, se habían instalado en la pequeña granja en el Distrito Cuatro, y habían pasado ese tiempo con relativa tranquilidad. La casa en cuestión era de quizás tres o cuatro décadas atrás, pero bastante bien conservada. Era pequeña, de dos pisos y construida totalmente de madera. Había un camino de tierra que llevaba desde el portón principal de la propiedad hacia el pórtico de la casa, y era el único camino marcado dentro de dicha área. El resto era mayormente campo abierto, con maleza ya algo crecida, algunos manzanos, y más allá sólo árboles parte de un frondoso bosque. El único otro edificio además de la casa era un granero rojo que se ubicaba a unos veinte metros, y que servía principalmente como almacén de tractores y herramientas. La granja se ubicaba a unos quince kilómetros del centro administrativo del Distrito, un tanto aislada.

Casi todo en el Distrito Cuatro era mayormente granjas agrícolas y ganaderas; esa en particular hacía tiempo que había pasado a manos del gobierno, y las jefaturas de otros distritos la usaban con diferentes fines, siendo la más usual la protección de testigos.

Esa mañana había amanecido un tanto más soleada que los días anteriores. Esto resultaba bastante agradable para algunos, pero una incómoda tortura para los Nosferatis. En la planta superior de la casa había tres habitaciones, aunque sólo dos se encontraban acondicionadas para usarse, y por ello lo policías se habían dividido en dos grupos para dormir; hombres y mujeres.

Cedric se había levantado un poco después de las ocho. Luke ya no se encontraba en su cama, pero Klauss seguía dormido y roncando con bastante ímpetu. Se tomó su tiempo para vestirse y arreglarse adecuadamente antes de salir de la habitación; había tres damas presentes en la casa, después de todo, y debía cuidar el presentarse adecuadamente ante ellas. Sin embargo, quizás estaba llevando ello a un terreno un tanto exagerado, pues, por ejemplo, dedicaba bastante esfuerzo a que su cabello no estuviera en lo más mínimo fuera del lugar. Incluso se colocó su corbata y su chaleco al juego, vistiéndose como lo haría si fuera a ir a la jefatura. Pero después de todo, estaba trabajando, ¿o no? Si era así, su actuar no debía de parecer tan extraño.

Para cuando salió del cuarto, Klauss seguía roncando y no parecía que tuviera intenciones de despertarse pronto. Cuando empezó a bajar las escaleras hacia la planta baja, un delicioso aroma invadió su nariz. Lo reconoció de inmediato: hot cakes y huevo.

Desde la mitad de las escaleras, el detective miró en silencio hacia la cocina y notó rápidamente la espalda de Melissa; ésta tarareaba una pequeña canción mientras preparaba ella sola el suculento desayuno. La cocina era pequeña, y prácticamente el comedor y ésta ocupaban el mismo espacio. Melissa se encontraba frente a la estufa, tarareando alegre y meciéndose un poco al ritmo de la melodía que sonaba sólo en su cabeza. Sobre la mesa, se encontraban varios platos con hot cakes y huevos, además de una jarra de leche fresca. Cedric pensó que debió haberse levantado de nuevo más temprano que todos para poder comenzar con la preparación de todo ello.

—Ya casi está todo listo —murmuró despacio, mientras se acercaba a la mesa con el sartén en la mano, y servía más huevos recién hechos en los platos.

—Todo huele delicioso, Melissa —comentó Luke sonriente, quien estaba sentado en una de las sillas de la mesa, acompañado de Chica—. Te has esforzado mucho estos días, ¿cierto? A pesar de que se supone que nosotros debemos cuidarte, tú nos has cuidado más, ¿no?

—Oh... bueno... —balbuceó la sierva con algo timidez—. Es que ustedes están pasando por todos estos problema debido a mí, así que lo mínimo que puedo hacer es devolverles el favor con una rica comida. Además, no es nada; cocino todo el tiempo en la casa del mi señor... digo... en la casa de mi señora...

Bajó su mirada con un poco de tristeza, quizás al ser consciente de que tendría que acostumbrarse a la idea de que su antiguo señor había muerto, y ahora le servía a su hija. Al agachar la mirada, sus ojos se posaron en Chica, que se encontraba sobre la mesa cerca de Luke, mientras éste la acariciaba con la punta de su dedo, algo que parecía agradarle a la curiosa criatura. Ésta imagen hizo que una sonrisita se dibujara en los labios de la sierva, e instintivamente acercó su dedo hacia ella intentando acariciarla también.

—Chi... —masculló la criatura, mientras su forma se aplastaba en un aparente intento de evadir su dedo, y luego se movía hacia otro lado, lejos de ella—. Ca... —añadió por último, y entonces comenzó a temblar gelatinosamente desde su nueva posición.

Melissa apartó su mano rápidamente, y miró confundida a la criatura, que ahora parecía estar molesta.

Luke rio inocentemente.

—Chica es tímida con los extraños. O quizás no le agradan las siervas, no lo sé; nunca había interactuado tanto con una antes, creo.

—Oh, entiendo... —murmuró Melisa, algo insegura—. Bueno, espero que podamos conocernos mejor...

Cedric observó todo eso en silencio, pero luego de ello decidió terminar de bajar las escaleras y hacerse presente.

—Buenos días —murmuró con seriedad ya en los últimos escalones.

—Ah, buenos días, Detective Helsung —le respondió Luke animado, volteándolo a ver con una sonrisa—. Tan temprano y ya está muy arreglado, como si fuera a ir a una fiesta.

Cedric lo miró con un poco más de detenimiento, y en efecto se dio cuenta de que él estaba algo despeinado, sin corbata y sin chaleco. Aunque sus armas seguían bien posicionadas en sus fundas; eso era algo.

—Sí... —murmuró inseguro—. Es que no considero apropiado salir desalineado de mi habitación, en especial cuando estoy en una casa ajena y con damas presentes.

—Qué distinguido de su parte, debería aprender más de usted.

—¿Distinguido?

—Buenos días, oficial Helsung —le saludó en ese momento Melissa, haciendo una pequeña reverencia al frente—. Se ve muy bien hoy, su pulcritud es impecable. El desayuno ya casi está listo, así que puede sentarse a la mesa y esperar a los demás si gusta.

—Gracias, Melissa. Pero creo que ya te había dicho que no era necesario que hicieras esto.

Las mejillas de Melissa se ruborizaron, algo apenada.

—Lo sé, pero...

En ese momento, la puerta de la cocina que daba hacia el patio se abrió abruptamente, dejando entrar no sólo un poco del aire fresco de la mañana, sino también un poco del brillante, muy brillante, sol. Cedric retrocedió instintivamente y se cubrió con una mano su cara. Por suerte, quien la había abierto la cerró casi de inmediato en cuanto entró a la casa.

—¡Encontré unas manzanas apetitosas en los árboles cerca de aquí! —exclamó Jolly con gran entusiasmo, mientras cargaba en sus brazos una canasta llena de manzanas rojas y brillantes. La oficial estaba cubierta con un abrigo grande que cubría lo esencial, además de un amplio sombrero y gafas oscuras—. ¿Crees que con éstas tengamos suficiente para hacer el pastel, Melissa?

Melissa se viró rápido hacia ella en cuanto entró, sonriéndole ampliamente con ferviente entusiasmo.

—Oficial Jolly, ¡qué detalle! Muchas gracias —exclamó alegre, y se le acercó rápidamente para echarle un ojo a la canasta que traía consigo—. En efecto, se ven muy rojas y dulces. ¿No tuvo problemas en...?

Al mirarla con más detenimiento, Melissa notó que tenía varias hojas y pedazos de ramas por su cabello y ropas, además de algo de tierra en su saco y su cara. Si tuviera que adivinar, diría que posiblemente se había caído del árbol... más de una vez.

—Buenos días, Luke —saludó alegre la policía, mientras colocaba la canasta sobre la mesa, y comenzaba después a quitarse sus gafas, su sombrero, y las hojas y ramas que tenía en su cabello—. Hola Cedric, ¡buenos días a ti también! ¿Te gustan las manzanas? Pensaba hacer algo así como un pastel.

—Buenos días, oficial —le saludó Cedric, notablemente menos efusivo que ella—. De hecho me gusta mucho el pastel de manzana, pero no tienen que tomarse esas molestias.

Jolly soltó de pronto un pequeño gritito de emoción, que asustó un poco tanto a Cedric como a Melissa.

—¡Qué bueno! ¡Descubrí algo que le gusta mucho a Cedric!

—¿Qué? —exclamó el Nosferatis, algo confundido—. No quise decir... "mucho"...

—¿Sabes cocinar pastel, Jolly? —cuestionó Luke, bastante curioso—. ¡Eres todo un estuche de sorpresas!, se ve que serás una grandiosa esposa.

Ese comentario provocó un pequeño gesto de sorpresa en Jolly, que de hecho parecía más de incomodidad.

—Sí, una grandiosa esposa... —murmuró despacio, casi entre dientes, pero justo después intentó tranquilizarse e incluso rio un poco de manera nerviosa—. En realidad mi mamá me enseñó a cocinar; ella de joven fue repostera. Y en general me salen muy bien los postres, aunque hace ya mucho tiempo que no hago un pastel de manzana.

Llevó entonces una mano a su barbilla en una pose reflexiva, como si quiera recordar cuál era la receta exacta.

—Yo le ayudaré, oficial —murmuró Melissa de inmediato, dando un paso al frente, con una pequeña sonrisa retraída—. He cocinado muchos pasteles de manzana antes. Le enseñaré la receta que le gusta a los Montallo, si gusta.

—¡¿En serio, Melissa?! —pronunció Jolly con vehemencia—. Me encantaría, así que manos a la obra. —Tomó entonces la canasta, y ambas se dirigieron al lavabo—. Espero que nos salga delicioso, para que todos lo disfruten. La primera vez que intenté hacer un pastel de manzana fue muy divertido, porque...

Ambas comenzaron a platicar animadamente entre ellas, mientras empezaban a lavar cada manzana. Cedric las observó un rato en silencio, pero luego optó por tomar asiento en la mesa junto a Luke. De todos los que se quedaban en esa casa, Jolly parecía ser con quien Melissa se sentía más tranquila y cómoda para expresarse, incluso más que con él. De hecho, casi se atrevería a pensar que se habían hecho amigas, si no fuera porque eso sería difícil de suceder entre una Nuitsen y una Sierva. Suponía que mucho tenía que ver esa personalidad animada y extrovertida de la oficial, siempre buscando que todos se sintieran bien a su alrededor, y ese deseo no lo limitaba sólo a los Nuitsens.

En la oficina de Strauss, Cedric había intentado justificar su participación en esa misión afirmando que Melissa se sentiría más segura con él; aparentemente no hubiera sido necesario, ya que Jolly hubiera estado ahí para ella en ese ámbito. Pero eso no importaba. Estaba ahí para cuidar de Melisa, y así lo haría el tiempo que fuera necesario.

La puerta de la cocina se abrió de pronto, y de nuevo Cedric tuvo el instinto de protegerse del sol; Jolly por suerte estaba lo suficientemente lejos de la puerta para no ser víctima de esto. La persona que había entrado era la única de la que le faltaba al Nosferatis saber su paradero: la Detective Constantine. No traía puesto su saco y su sombrero, pero sí el resto de su atuendo; aun así, Cedric seguía siendo el más arreglado esa mañana, al parecer.

—El perímetro está seguro —informó con un tono serio, cerrando la puerta detrás de ella y avanzando después hacia la mesa—. Acabo de dar una ronda para asegurarme. Aunque en cuanto percibí el aroma de este desayuno en el aire, tuve que venir a comer de inmediato.

Rápidamente Suzane hizo una silla hacia atrás y se sentó en la cabecera de mesa, al otro lado de Luke.

—Buenos días, Detective Constantine —le saludó su compañero—. Como siempre fue la primera en levantarse, ¿verdad?

—No estoy aquí para descansar, Luke —le respondió algo cortante, estirando sus brazos hacia arriba para calmar un poco el ardor de sus extremidades tras el ejercicio.

—Buenos días, detective —le saludó Cedric a continuación, haciendo una asentimiento con la cabeza. Ella le respondió en silencio de la misma forma—. Melissa una vez más nos preparó el desayuno, a pesar de que ya le había dicho que no era necesario.

—Si ella quiere hacerlo, déjala —respondió Suzane agitando una mano con indiferencia—. Es lo que está acostumbrada a hacer, después de todo.

Cedric no respondió nada. En su lugar, se viró levemente hacia Melissa y Jolly, que seguían conversando y encargándose de las manzanas.

—¿En serio? ¿De verdad dijo eso? —murmuró Melissa, un poco sorprendida.

—¡Aja! —pronunció Jolly, asintiendo—. Uno no creería que era capaz de algo así, pero una cosa llevó a la otra, y ahora trabaja como una diseñadora de modas muy destacada.

—Cielos, sus hermanos parecen ser personas interesantes... ¡pero usted también lo es!

—Ay, muchas gracias...

Ambas comenzaron a reír discretamente.

—¿Se levanta todas las mañanas a revisar el perímetro, detective? —escuchó como Luke le preguntaba a Suzane con cierto interés—. ¿Es eso realmente necesario? El campo es tan abierto que es difícil que alguien se acerque sin ser visto, ¿no lo cree?

—Por algo lo elegimos para esto, Luke —respondió Suzane con seriedad—. Pero nunca se es demasiado precavido. Hay maneras de acercarse sin ser vistos, especialmente durante la noche.

—Pero no hay problema, detective. Usted y el detective Romani podrán oler y escuchar a cualquiera que se acerque. —Señaló en ese momento a sus propias orejas—. Y además, el detective Helsung y Jolly podrán ver a cualquiera con su visión nocturna. Y yo... mmm... —Guardó silencio unos momentos, meditando un poco—. ¡Yo dispararé a donde me digan!

—Sí, definitivamente lo harás —murmuró Suzane, un poco irónica.

Cedric se permitió en ese momento intervenir en la plática.

—Además, los oficiales vestidos de civiles están haciendo su patrullaje continuo por la zona. Si alguno ve algo sospechoso, nos enteraremos de inmediato. Por lo pronto, estamos en ventaja, ¿no lo cree?

Suzane miró en silencio a Cedric mientras él decía todo eso, pero no le respondió nada. Sólo se volteó al frente y se cruzó de piernas. A Cedric le pareció que aquello había sido casi una mirada de reproche, y se preguntó si acaso había dicho algo indebido.

—Pero... estoy de acuerdo con la Detective Constantine —añadió de pronto, instintivamente—. No hay que bajar la guardia, así que es sensato ser cautelosos.

—No seas lambiscón, novato —masculló Suzane de manera cortante, mirándolo de reojo—. Guarda eso para tu compañero.

—No, no quise hacerlo —intentó Cedric de disculparse, sintiéndose algo nervioso por el rumbo que había tomado la plática.

La Detective Constantine tenía una presencia bastante intensa, que definitivamente lo ponía nervioso; como si cada palabra que pronunciara fuera a ser objeto de su escudriño y crítica. ¿Quería en el fondo agradarle acaso? Era probable, a un nivel inconsciente, de que así fuera. Después de todo, a diferencia de Klauss Romani, ella si mostraba bastante más seriedad y prudencia en su labor.

Y hablando del demonio, justo en ese momento todos pudieron oír los pesados pasos del Detective Romani bajando por la escalera, acompañado además de un fuerte y sonoro bostezo.

—Buenos días, niñas —saludó con un tono animado, aunque algo soñoliento aún—. ¿Cómo durmieron? Sin pesadillas, espero yo.

El Lycanis se encontraba vestido únicamente con un pantalón negro, y en la parte de arriba usaba una camisa color beige, totalmente desabotonada, por lo que dejaba bastante expuesto su torso fornido.

Cedric miró de reojo al recién llegado, algo sorprendido por su apariencia.

—Detective Romani —espetó fríamente, poniéndose de pie—. ¿Puede arreglarse su camisa, por favor? Hay damas presentes.

Klauss lo volteó a ver con su expresión algo adormilada, y luego alzó su mano, tocándose su propio pecho y abdomen.

—¿Qué?, ¿esto? A Suzane no le importa, y no creo que Jolly vea algo que no haya visto antes con su prometido. ¿Verdad, cariño? —murmuró con un tono coqueto, virándose hacia la oficial en el lavabo y guiñándole el ojo.

Jolly se sobresaltó al escuchar tal comentario, tanto que la manzana que lavaba se le resbaló de las manos, golpeando la superficie del lavabo y creando un fuerte sonido. Esto provocó que instintivamente todos la miraran por un segundo.

—Lo siento —se disculpó rápidamente, tomando de nuevo de la manzana y comenzando a tallarla con algo más de fuerza que antes.

Cedric pudo notar de inmediato esa incomodidad que la había inundado, pero dedujo que no era por el estado de Klauss, sino más bien directamente por su comentario tan inadecuado. En efecto, se encontraba bastante fuera del lugar. Sin embargo, había notado una reacción bastante parecida cuando Luke había comentado que sería una buena esposa. No era correcto desde su perspectiva sacar conclusiones apresuradas, especialmente unas que involucraban tan personalmente a un compañero de trabajo. Sin embargo, Cedric no pudo evitar pensar que ambos casos tenían como relación el mismo tema.

—A mí no me interesa, en efecto —señaló Suzane, mirando con ansiedad los platos de hot cakes y huevos—. Por mí puedes pavonearte desnudo, si acaso no te importa que tu prometida se entere.

—¿Lo ves, novato? No molesto a nadie —murmuró Klauss con tono burlón, y se sentó entonces en la mesa también.

—Aun así debe de ser más respetuoso —reprendió Cedric tajantemente—. Además, se olvida de Melissa.

Cedric señaló a la sierva con sus ojos. Ésta seguía a lado de Jolly, e intentaba aparentemente por todos los medios tener su vista en las manzanas, pues su rostro se había puesto rojo como tomate, y lo había estado desde que vio a Klauss bajar.

Klauss la miró de reojo, con casi nulo interés.

—Oh, ¿incomodo a la sierva? No me digas... —murmuró con absoluta indiferencia—. Bien, si la sierva está incómoda, entonces me abrocharé mi camisa para complacerla... después de comer...

—¡La comida!, ¡claro! —exclamó Melissa casi alarmada, y de inmediato comenzó a sacar de la alacena los platos y vasos. Se había puesto a ayudar a Jolly con el pastel y se le había pasado terminar con los preparativos del desayuno.

—Yo te ayudo, ¿sí? —le comentó Jolly, tomando algunos de los platos para llevarlos a la mesa.

Cedric parecía querer decir algo más, pero al final no lo hizo, y en su lugar se sentó de nuevo en su silla.

—En lo personal admiro la forma física del detective Romani —señaló Luke bastante entusiasmado—. Sus músculos son muy llamativos, ¡me gustaría tenerlos así! Las rutinas de entrenamiento que la señorita Corleone le impone a la fuerza, al parecer dan buenos resultados.

—Si quieres haz los dichosos ejercicios por mí, Stillion —le respondió Klauss de malagana. Colocó entonces sus manos detrás de su cabeza, y se hizo hacia atrás para inclinar un poco su silla. Melissa se acercó en ese momento para colocar un plato delante de él, pero intentando no hacer en lo absoluto contacto visual—. Al menos el desayuno que hiciste no se ve tan mal, sierva.

—Se llama Melissa —le corrigió Cedric con algo de molestia.

—¿Y a mí qué me importa? —murmuró impasible, estirando un poco los brazos—. Llevamos bastante tiempo aquí sin nada de acción. Me pregunto si Karllone hará su movimiento pronto; siento que me estoy atrofiando en estas vacaciones forzadas.

—Ésta fue tu idea, después de todo —señaló Suzane con impaciencia; su pie se movía contra el suelo, mientras seguía mirando al potencial desayuno delante de ella—. Si Karllone no muerde tu anzuelo, todo esto habrá sido para nada.

Mientras ellos hablaban, Jolly y Melissa terminaron rápidamente de colocar los platos, cubiertos y vasos en el lugar de cada uno.

—Creo que ya casi todo está en su lugar —murmuró Jolly orgullosa, apreciando la mesa—. Sí, creo que eso es todo. ¡Estamos listos para desayunar! —Tomó asiento entonces en la cabecera de la mesa, contraria a dónde se encontraba Suzane—. ¿Alguien quiere dar gracias?

En un inicio, nadie pareció dispuesto a ofrecerse.

—Melissa, ¿quieres dar tú las gracias? —preguntó Cedric, volteando a ver directamente a la sierva, que aguardaba de pie a un lado de Jolly—. Eres la única que no lo ha hecho hasta ahora.

—¡¿Yo?! —exclamó Melissa, notablemente sorprendida; y al parecer no era la única.

—¿Qué dices? —murmuró Klauss, extrañado—. Pero si es una Sie... —Antes de que pudiera terminar de hablar, Cedric lo volteó a ver de reojo con una mirada bastante penetrante y molesta—. Bien, bien, que lo haga la Sierva. ¿Sabes cómo hacerlo, al menos?

Melissa se sentó insegura en su silla, a un lado de Jolly.

—Sí, sí sé... Pero, ¿de verdad puedo?

—Por mí no hay problema —señaló Jolly, siempre sonriente—. Todos tenemos el derecho de dar las gracias por los alimentos. Pero por favor empieza, que algunos tienen cara de que quieren comer ya...

Los grandes ojos azules de Jolly, se dirigieron discretamente hacia el otro lado de la mesa, en donde la impaciencia de Suzane parecía ir en aumento.

—¡Qué dé las gracias quien sea!, ¡pero que las dé ya! ¡Me muero de hambre...! —Exclamó la detective Lycanis, mirando fijamente la comida con anhelo.

—No querrán separar por mucho tiempo a la detective Constantine de su desayuno, créanme —añadió Luke, despreocupado.

Melissa sonrió ligeramente, y luego asintió con su cabeza. Para ella, eso de sentarse en la misma mesa que los Nuitsens, era algo totalmente nuevo; que ahora le pidieran a ella dar las gracias, le resultaba difícil de creer.

Juntó entonces sus manos frente a ella, y cerró sus ojos para comenzar con la plegaria. Todos los demás la imitaron.

—Nuestro señor omnipresente y omnipotente, Alzama Molak. Te damos gracias por estos alimentos que has depositado en nuestra mesa, y te pedimos que los pongas igualmente en las casas de aquellos que no tienen nada. Gracias por darnos un día más de vida y permitirnos vivir en tu gracia. Bendice a todos los que estamos en esta mesa, y a la familia Montallo. Que se haga tu voluntad.

—Que se haga tu voluntad —repitieron todos los otros al unísono, y abrieron de inmediato los ojos, listos para al fin comer.

Comenzaron cada uno rápidamente a servirse en sus respectivos platos. La más apurada era Suzane, quien se sirvió una ración bastante significativa de hot cakes, huevos y tocino. Klauss fue quien le siguió en una menor cantidad, y las raciones de los otros fueron más razonables. Todos estaban ya listos para dar sus primeros añorados bocados, cuando de repente escucharon como alguien llamaba a la puerta... Y de una forma bastante estridente.

Las miradas de todos se viraron en dirección a la puerta; bueno, de todos menos de Suzane, que aún después de haber oído aquello no se detuvo y se deleitó introduciendo en su boca un pedazo de hot cake y de huevo al mismo tiempo. Por su lado, Cedric, Jolly, Melissa, e incluso Luke, parecieron tensarse.

—Tranquilos, no pierdan los estribos tan fácil —señaló Klauss, bajando sus cubiertos y poniéndose de pie—. Si alguien viniera a atacarnos, no tocaría la puerta.

—Al menos de que crean que nosotros creeríamos eso, nos confiemos, y ¡pum! —comentó Luke, incluso alzando su mano e imitando que disparaba con ella.

—Por favor, eso es... —comenzó a responderle Klauss, pero abruptamente se quedó callado, y algo pensativo. Tomó entonces su arma y la abrió para revisar si estaba cargada—. Bueno, por si las moscas... Suzane, cúbreme...

Suzane seguía comiendo, pero cuando escuchó la instrucción de Klauss, se apresuró a tragar, y de inmediato se paró también con su revólver en mano.

—Quédense con la sierva, y que nadie toque mi plato.

Ambos se dirigieron cautelosos hacia la puerta, mientras los tres oficiales en la mesa se ponían de pie y los observaban para estar preparados. Melissa se puso bastante nerviosa ante el cambio tan repentino que había tomado todo. Cedric lo notó, y se disponía a decir algo, pero Jolly pareció adelantársele.

—No te preocupes, Melissa —le susurró la Nosferatis, despacio, colocando una mano sobre su hombro—. Todo estará bien, ¿sí? Para eso estamos aquí.

Melissa le miró de reojo y le asintió despacio. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. Cedric miró esto desde su posición, y prefirió mejor no decir nada más. En su lugar, puso su atención en lo que ocurría en la puerta.

Klauss se paró justo frente a ella, quitó con cuidado los seguros, mientras con la otra sujetaba su arma. Suzane estaba de pie detrás de él bastante cerca, sujetando su arma en alto con ambas manos. Klauss giró con cuidado el pomo de la puerta y la abrió sólo un poco para poder asomarse hacia afuera.

—¿Quién es...? —fue lo único que logró pronunciar, antes de que la puerta fuera empujada con una tremenda fuerza, quizás por una fuerte patada. La puerta empujó al detective hacia atrás, chocando al mismo tiempo con Suzane, y haciendo que ambos cayeran de sentón al suelo.

Esto puso de inmediato en alerta a Cedric y los otros. Jolly rápidamente colocó a Melissa detrás de ella, y los tres sacaron sus revólveres y apuntaron en dirección a la puerta. Sin embargo, cuando vieron con más calma a la persona parada ahí... no es que se relajaran, pero parecieron comprender que posiblemente no ocuparían disparar.

Por su lado, algo aturdidos por la caída y el golpe, Klauss y Suzane alzaron sus miradas con la disposición de recuperarse rápidamente. En el marco de la puerta, una figura pequeña y delgada, de ojos verdes y cabello rubio de caireles, los miraba intensamente con sus manos en su cintura, y su mirada casi encendida en llamas. Dicha persona, no necesitaba de ninguna presentación.

—Ah... ¿Ver... millia? —exclamó Klauss, totalmente confundido—. ¡¿Vermillia?! ¡¿Qué rayos haces aquí?! ¡¿Has perdido la razón?! ¡Podríamos haberte disparado! ¿Por qué entras así?

La joven Lycanis no dijo nada. En su lugar, contempló con más detenimiento la escena, enfocándose principalmente en la camisa abierta de Klauss, y en Suzane, que se encontraba en el suelo con él tras la caída, y éste prácticamente estaba encima de ella. Suzane fue la primera en darse cuenta de lo comprometedora de la escena, y de inmediato se lo quitó de encima, casi violentamente, y se puso de pie apresurada.

—¡Ah!, No, no, no... a mí no me metas en esto —murmuró molesta mientras retrocedía—. Tú sabes muy bien que yo no tengo nada que ver con este sujeto; de hecho creo que es un imbécil. Si quieres matarlo, adelante, es todo tuyo.

—¡Oye! —exclamó Klauss, casi ofendido, volteando a ver a Suzane sobre su hombro—. ¡Valiente compañera!, ¡¿así me cubres...?!

Sintió en ese momento como una de las pequeñas manos de Vermillia aprisionaba su oreja y lo alzaba un poco, causándole un dolor punzante.

—Veo que te has estado divirtiendo, Klauss Romani —murmuró entre dientes la recién llegada, notándosele bastante resentimiento en su voz, o incluso mucho más que eso.

El resto de los presentes miraba tal escena desde sus posiciones, un tanto inseguros, aunque poco a poco parecieron calmarse.

—Sólo es la señorita Corleone —murmuró Cedric con tranquilidad, y entonces guardó de inmediato su pistola y se sentó tranquilamente de regreso a su silla.

—¿Es la otra oficial? —inquirió Melissa, recordando haberla visto en la mansión el otro día—. ¿No dijeron que estaba en otra misión? ¿Por qué está aquí?

—¿Quién sabe? —respondió Cedric, encogiéndose de hombros.

—En realidad ya se había tardado en aparecer —añadió Jolly, sentándose también—. Qué alivio que ya esté aquí.

—En efecto lo es —le respondió Cedric—. ¿Me pasa el jarabe, oficial Williams?

—Claro que sí. ¿Te parece bien el jarabe de maple?, ¿o la miel de abeja? El de abeja es más saludable.

—Yo quiero de maple —declaró Suzane, ya de regreso en su silla, y dispuesta a seguir comiendo.

—¡Hola Vermy! —saludó Luke enérgicamente, agitando una mano—. Mira Chica, es Vermillia; creo que vino a desayunar con nosotros.

Y entonces intentaron volver a su desayuno, con nada de intención aparente de querer ayudar a su compañero.

—Auh, auh... espera un segundo, Vermillia —masculló Klauss, estando aún en el suelo mientras ella lo tomaba fuertemente de su oreja, y de hecho también de alguno de sus cabellos—. ¿Cómo llegaste aquí? ¿Cómo supiste dónde estábamos en primer lugar?

—Me prestaron un vehículo en la jefatura —le respondió con voz dura y profunda—. Y fui muy convincente con tu capitán para que me hiciera el favor de decirme en dónde estabas...

—Oh, santo cielo... ¿qué le hiciste a Strauss?

—Nada como lo que te haré a ti, Klauss Romani...

Jaló en ese momento con más fuerza su cabello y oreja, haciendo que el policía soltara un pequeño quejido de dolor.

—¡Hey!, ¡espera un segundo...! —exclamó Klauss con apuro, y rápidamente tomó su mano y la apartó de él. Una vez libre se puso de pie y retrocedió varios pasos para poner distancia entre ambos—. No sé qué rayos te está pasando por la cabeza en estos momentos, ¡pero esto es una misión!, ¡una misión importante...!

Vermillia lo miró intensamente, y luego bajó lentamente su mirada hacia su torso desnudo. Klauss también volteó en esa dirección, recordando de inmediato su estado.

—¡Maldición! —exclamó con fuerza, comenzando entonces a abrocharse su camisa rápidamente—. ¡Esto no es lo que parece! Me acabo de levantar y estamos comiendo. Además, ¡mira! —Señaló entonces hacia el comedor—. ¡No estoy aquí solo con puras mujeres! Helsung y el novato de Suzane están aquí también.

—¡Hola! —saludó Luke de nuevo agitando una mano en el aire. Los demás siguieron en lo suyo, sin querer involucrarse—. Yo la verdad me considero una mujer honoraria. Tengo tres hermanas mayores que...

—¡Tú mejor cierra la boca de una vez! —le reprendió Klauss molesto.

Vermillia desvió su mirada lentamente hacia el comedor, analizando a las personas ahí sentadas.

—¿Y crees que eso me importa? —masculló la Lycanis—. ¿Has estado tres días aquí a solas con tres chicas? —Señaló tajantemente hacia el comedor—. ¡¿Pavoneándote con tu camisa abierta y enseñándoles tus músculos?!

Suzane, Jolly y Melissa sintieron un profundo escalofrío recorriéndoles la espalda al escuchar cómo se refería a ellas, aunque fuera de forma indirecta.

—¿Tres chicas dices? —rio Klauss de forma nerviosa, comenzando a retroceder—. Pero, ¿qué dices? Por favor, es Suzane, tú conoces a Suzane. ¿Y Jolly?, es como una hermana menor para mí, y está comprometida... Y la otra ni siquiera es una chica, es una sierva; ¿qué clase de degenerado crees que soy?

—Ah, dices que si no fuera una sierva, ¿entonces sí harías algo? —le respondió Vermillia, avanzando hacia él al mismo ritmo que éste retrocedía.

—¡¿Qué?! Yo... no dije... eso...

Klauss siguió retrocediendo hasta chocar con su silla vacía.

—Ah... ¿quieres desayunar algo, cariño? —murmuró nervioso, ya casi sudando para ese punto.

Vermillia se le quedó viendo desde abajo con una expresión casi asesina en sus ojos verdosos.

— — — —

Poco después de ello, las cosas volvieron a calmarse, relativamente. Todos, o más bien casi todos, pudieron volver tranquilamente a sus respectivos desayunos, teniendo ahora una invitada a su mesa. Vermillia se había sentado en el puesto que teóricamente le tocaba a Klauss, e incluso comía del plato de éste con suma delicadeza en sus movimientos. Cortaba sutilmente un pequeño pedazo de hot cake, lo pasaba por los rastros de jarabe en el plato, y luego lo introducía en su pequeña boca, degustándolo con mordidas pequeñas y lentas. Todo lo hacía con la gracilidad propia de una señorita criada con modales finos y estrictos, a pesar de que cada acto lo realizaba mientras se encontraba sentada en la espalda de Klauss, y subía y bajaba al ritmo de las flexiones continuas que el Lycanis realizaba como penitencia por sus actos.

—Está delicioso —murmuró la joven rubia con tono solemne, mientras cortaba otro pedazo de hot cake—. Mis felicitaciones, señorita sierva.

—Ah... eso me... alegra... —le respondió Melissa, susurrando un tanto insegura al tiempo que observaba al Detective Romani haciendo sus flexiones sin detenerse—. Hay mucho, por si quiere repetir...

—Ay, no; una dama no debe de comer tanto —murmuró Vermillia con una expresión coqueta, ocultando un poco sus labios detrás de su mano. No pudo evitar mirar disimuladamente hacia Suzane, que para ese momento ya se estaba sirviendo su segundo plato.

Además de Melissa, el único que veía extraña la situación de Klauss en ese momento, era Cedric; el resto parecía preocupantemente acostumbrado a ello. Aun así, a Cedric le seguía causando una silenciosa satisfacción el verlo de esa forma, para variar.

—¿No es una hermosa granja, Vermy? —le preguntó Luke con alegría, que estaba sentado justo delante de ella—. Les decía que sería agradable vivir aquí, lejos del ruido de la ciudad, ¿no crees? Cuando te cases con el Detective Romani, podrían comprar una granja parecida a ésta, y sus cachorros podrían correr libres por el campo.

—Sí, claro... sería genial... —murmuró Klauss con molestia, y con algo de cansancio en su voz.

Vermillia colocó un dedo sobre su barbilla y alzó su mirada pensativa al techo mientras masticaba su último bocado.

—Sí, eso suena bien. Pero no estoy segura si eso fuera beneficioso para nosotros. Después de todo, Klauss deberá vivir cerca del Parlamento. —Eso último lo expresó con un marcado orgullo en su voz.

—¿El Parlamento? —cuestionó Cedric, curioso por esa afirmación.

—Por supuesto. Después de todo, Klaussie no será un simple detective para siempre. Debe pensar en su futuro, y aspirar a un puesto político de más altura. Ya lo tengo todo bien planeado a largo plazo.

—¡Ya te dije que ni cuentes con eso! —murmuró Klauss con severidad, deteniéndose de golpe y volteándola a ver sobre su hombro—. Yo soy un hombre de acción, mi lugar está en las calles, no detrás de un aburrido escritorio.

—¡Qué hombre de acción ni qué nada! —le respondió Vermillia con fuerza, y entonces le dio una fuerte nalgada con su mano derecha, que hizo que el cuerpo del Lycanis se doblara un poco por el dolor—. ¡Y no bajes el ritmo! ¡Te faltan cien más!

Klauss refunfuñó con furia contenida y reanudó sus flexiones de inmediato. Cedric sonrió divertido ante esto, aunque intentó disimularlo.

—Señorita Corleone, supongo que su intención es quedarse al menos esta noche, ¿verdad? —le preguntó Cedric con cautela, a lo que Vermillia sólo respondió asintiendo ya que tenía en esos momentos comida en la boca—. Lamentablemente sólo hay dos habitaciones, y no sé si haya suficientes camas en la habitación de las chicas.

—Oh, qué lástima —exclamó Klauss, ni siquiera intentando fingir decepción—. Tendrás que irte, entonces.

Vermillia terminó su último bocado por completo. Colocó entonces los cubiertos cruzados sobre el plato, y se limpió delicadamente sus labios de cualquier rastro de jarabe, con una servilleta blanca.

—No se preocupen por mí, yo puedo dormir en la cama de Klausie, junto con él —comentó de pronto con una amplia sonrisa—. Ustedes pueden dormir en la sala; no habrá problema, ¿o sí? Como entenderán, una dama no puede dormir en el mismo cuarto que dos hombres que no son su prometido. A Luke de seguro le emocionará la idea. Y a usted, Detective Helsung, tal vez le incomode, pero una pareja tiene que dormir junta. Cualquier otra opción es inaceptable.

La manera en la que lo había dicho había sido tan segura y enfática, que sonaba bastante convincente. Sin embargo, Cedric ignoró todo ello, pues su mente se quedó divagando en lo alarmante de la sugerencia que acababa de dar; tanto que hizo que sus mejillas se ruborizaran ligeramente.

—¿Qué? —exclamó sorprendido, pero intentó recuperar la compostura rápidamente—. Con todo respeto, señorita Corleone, pero no puedo permitir algo como eso. No porque no estuviera dispuesto a cederle mi cama a una dama de ser necesario, sino porque usted no puede dormir en el mismo cuarto, muchos menos en la misma cama, de un hombre con el que no está aún casada. Piense en su reputación...

Suzane soltó de pronto una nada discreta carcajada sarcástica, sin dejar de comer, lo que provocó que Vermillia la mirara de reojo con una molestia fría, pero tangible. A la detective esto pareció no importarle mucho.

—No puedes dejar a Cedric y a Luke durmiendo en la sala, eso sería muy cruel —señaló Jolly, negando con su cabeza—. Aunque el sofá se puede convertir en una cama, y en efecto no hay mucho más espacio en el cuarto de las chicas. Qué problema... —puso un dedo sobre su mejilla, reflexiva.

—A mí no me molestaría dormir en el sillón —señaló Luke de pronto, con la boca llena—. O puedo dormir con las chicas. Yo siempre dormía en el cuarto de mis hermanas cuando vivía con ellas.

—¡Eso es igualmente inaceptable! —pronunció Cedric con fuerza, alzando un poco más la voz. Su descontento con toda esa situación era más que notable.

Klauss soltó en ese momento un agudo suspiro. Pero no era de cansancio, sino más bien de fastidio.

—Helsung, ¿olvidas que ésta es mi misión, y por lo tanto yo mando? —murmuró con seriedad mientras seguía haciendo lagartijas—. Y si Vermillia se quiere quedar, a pesar de lo que yo tenga que decir al respecto —murmuró eso último entre dientes—, déjala hacer lo que le dé la gana. Que si haces esto más difícil, lo haces más difícil para mí; y no quieres hacer mi vida más difícil, te lo aseguro...

Cedric guardó silencio, y sólo lo miró de reojo con completa desaprobación.

—Además, no seas tan anticuado —añadió el Lycanis con un tono burlón—. Cómo se nota que en verdad eres virgen.

Esas repentinas palabras provocaron que un sonrojo intenso se formara en las mejillas pálidas de Cedric, haciendo que casi todo su rostro se tornara en un tono diferente. Sintió de golpe las miradas de todos, incluidas las de Jolly y Melissa, y eso sólo lo empeoró aún más.

Melissa había estado escuchando y mirando toda esa conversación en silencio, sentada con su rostro inclinado sobre su plato, e intentando disimular que estaba siquiera poniéndoles atención. Después de todo, ¿estaba bien escuchar una conversación como esa? Parecían temas demasiado personales, no propios de ser tratados en presencia de una sierva; de seguro se habían olvidado siquiera de que ella estaba ahí.

—¡E... eso no es de... su incumbencia! —balbuceó Cedric molesto, agachando un poco la cabeza hacia su plato y comenzando a comer con un poco de rapidez.

—Oh, calla, Klaussie —intervino Vermillia abruptamente, dándole de nuevo una fuerte nalgada que lo hizo casi caer al suelo.

—¡Auh! —exclamó Klauss, adolorido—. ¡Oye!, ¡¿no ves que estoy hablando a tu favor?!

Vermillia, sin embargo, hizo caso omiso a su queja.

—Un hombre tan serio, centrado y de buena familia como el Detective Helsung, de seguro ya ha de tener una buena prometida esperándolo en su ciudad natal. ¿Verdad?

Lo volteó a ver con una mirada curiosa, misma que rápidamente se contagió en otros de la mesa.

—¿Eh? —se sobresaltó Cedric, sorprendido por tal afirmación—. ¿Una prometida? Ah... no, no tengo nada parecido... sólo... —Bajó de nuevo su mirada hacia su plato—. Sólo una ex novia... pero eso fue hace ya mucho tiempo...

Esa afirmación pareció tomar por sorpresa a algunos, especialmente a Jolly.

—Oh... ¿Una ex novia? Ci... cielos... ¿terminó mal? —le preguntó discretamente, aunque era difícil saber si lo hacía por verdadera curiosidad, o quizás por mero compromiso en un intento de apaciguar los aires.

—No... bueno, sí... —respondió Cedric despacio, colocando una mano tras su nuca y comenzando a frotarla ligeramente con nerviosismo—. Pero ese no es el tema en cuestión. Sólo digo que como oficiales de la ley, no podemos condonar un comportamiento incorrecto como ese. Además, ¿qué edad tiene usted, señorita Corleone? ¿Es acaso mayor de edad?

Vermillia rio en ese momento de una forma discreta y elegante, colocando su mano derecha a un lado de su boca.

—A una dama no se le pregunta su edad. Y lamento si todo esto le molesta tanto, Detective, pero no planeo cambiar de opinión. —Puso entonces su mano sobre su mejilla—. Además, no tiene por qué tomárselo tan enserio, Detective Helsung. Klaussie es el hombre con el que voy a pasar toda mi vida. Lo he decidido yo, mis padres y sus padres también. —Sonrió entonces ampliamente, aunque de forma amenazante hacia Cedric—. Y nadie lo va a impedir... ¿me entiende, Detective?

Cedric sintió un pequeño escalofrío recorriéndole la espalda al tener esa mirada tan intensa sobre él. Por un momento logró entender porque tenía tanto control sobre el Detective Romani; definitivamente tenía una presencia que se sabía imponer.

—Por Alzama Molak, déjenla hacer lo que quiera —espetó Suzane de pronto, imponiendo su voz con fuerza sobre la de los demás; ya para ese punto se había terminado por completo su segundo plato, y al parecer estaba satisfecha—. No nos dejará trabajar hasta que se salga con la suya, así que terminemos con esto de una vez.

—¿Qué? —exclamó Cedric, sorprendido de oír también a la Detective Constantine dar su consentimiento—. ¿Entonces el Detective Stillion y yo debemos dejar la habitación, dormir en la sala, y permitir que un hombre y una mujer no casados compartan cuarto los dos solos sin un chaperón... sólo porque ella lo dice? —Señaló entonces con sus ojos hacia Vermillia.

De nuevo Klauss suspiró, pero esta vez el sentimiento de fastidio que lo acompañaba se volvió mucho más tangible. Detuvo entonces sus flexiones, se sostuvo con una mano en el suelo, y el otro brazo se las arregló para hacerlo para atrás, tomar a Vermillia de su espalda, y en un mismo movimiento pararse de un salto y colocar a su prometida debajo de su brazo, cargándola.

—¡Ah!, ¡Klaussie!, ¡oye! —lanzó Vermillia sorprendida, y a la vez molesta al ser agarrada de esa forma—. ¡No soy un costal de papas!

La jovencita pataleó un poco, pero Klauss no le hizo mucho caso. En su lugar la tomó entre sus manos y la colocó sentada en la mesa con bastante facilidad. Se volteó directo a Cedric, mientras se abotonaba su camisa y lo miraba desde arriba con bastante amenaza en su mirada.

—Escucha, novato —comenzó a decirle con algo de agresividad en su voz—. Veo que eres muy estricto en tus opiniones morales, leyes, y todo ese asunto. Así que lo haré más fácil para ti. —Apoyó en ese momento su mano fuertemente contra la mesa, haciendo que los platos de todos saltaran un poco. Inclinó un poco su cuerpo hacia su nuevo compañero, encarándolo de frente a los ojos—. Deja de molestar y haz lo que te digo. Podemos hacerlo por las buenas, o con un ojo morado de por medio. ¿Qué eliges?

Cedric se hizo instintivamente un poco hacia atrás ante la latente amenaza que esos ojos le transmitían, unos ojos que definitivamente podían hacer temblar de miedo a cualquier delincuente, y aparentemente también a un joven detective. El Nosferati se viró entonces hacia otro lado, intentando rehuir de las miradas de todos.

—¡Klauss!, no amenaces a Cedric así —intervino Jolly de golpe, parándose de su silla rápidamente—. Él sólo quiere hacer lo correcto; no merece que lo trates así por eso.

—¡Tú no te metas! —le respondió Klauss con fuerza, mirándola de reojo—. Deja de siempre querer ser la niñera de todos, y recuerda además quién es tu oficial al mando en esta misión —se señaló a sí mismo con su pulgar.

Esto hizo que Jolly se sobresaltara, y por primera vez se pudo apreciar cómo surgía en su rostro un marcado sentimiento de enojo.

—Descuide, oficial Williams —murmuró Cedric, parándose de su silla con su plato ya vacío en manos y con su mirada baja—. No se meta en problemas por mí. Dejaré que hagan lo que quieran. Igual mi misión aquí es proteger a Melissa...

Comenzó a caminar hacia la cocina en silencio, siendo seguido por la mirada preocupada de Jolly, y la un tanto culpable de Melissa, aunque sin razón aparente.

—Será lo mejor, ya lo verán —añadió Vermillia, cruzando sus piernas una sobre la otra estando aún sentada sobre la mesa, y colocando sus manos sobre sus mejillas—. Klaussie me necesita para trabajar al cien por ciento. Conmigo aquí, sea lo que sea su misión, terminará más pronto...

Jolly no decía nada, pero ese enojo que había aparecido en su mirada sólo hizo más que aumentar, sobre todo al ver cómo Cedric caminaba derrotado a la cocina. Su ceño se frunció y sus puños se apretaron con fuerza a cada lado de su cuerpo. Miró de reojo a Klauss, que miraba casi prepotente y triunfante a Cedric; esa fue la gota que derramó el vaso.

—Con su permiso, señor —murmuró de pronto con un tono firme, propio de una oficial, aunque no saludaba con su mano—. Pero es mi deber informarle que el oficial al mando de esta misión está tomándose muchas libertades; como meter la mano en mi escote...

Esas palabras, a pesar de haber sido pronunciadas no con mucha fuerza, definitivamente resonaron intensamente en los oídos de todos; incluso Suzane no pudo mantenerse ignorante de todo ello, y no pudo evitar alzar su mirada expectante. Cedric, por su lado, se paró en seco a medio camino al fregadero, y Melissa miró a Jolly fijamente, llena de asombro y con su rostro aún más rojo de lo que ya estaba antes.

—¿E... escote? —murmuró la sierva, impactada—. ¿Él metió su...? —Señaló entonces nerviosa hacia Klauss.

El Detective Romani era obviamente el que peor había reaccionado ante tales palabras surgidas de la nada. Se quedó pasmado en su lugar, y la sonrisa triunfante de su rostro se había esfumado por completo. Ahora poco a poco los nervios, y quizás el miedo, se apoderaban de su expresión. Lentamente comenzó a girarse sobre su hombro hacia Vermillia, que seguía sentada en la mesa a sus espaldas. Los demás parecieron virarse instintivamente en la misma dirección y al mismo tiempo.

La joven Lycanis tenía su mirada agachada, con sus caireles cayéndole sobre el rostro. Con su mano derecha, se comenzó a alisar con aparente tranquilidad la falda de su vestido.

—¿La mano de quién... en el escote de quién...? —murmuró despacio, con una voz que sonó particularmente más grave que de costumbre, y que hizo que todos por mero reflejo se hicieran hacia atrás, como queriendo poner mayor distancia del punto de peligro. Alzó entonces su mirada de golpe hacia Klauss, mostrando en sus ojos un filo y una ira tal, que eran casi inimaginables en una cosita tan pequeña. El Lycanis se hizo rápidamente hacia atrás, casi tropezándose con la silla de Cedric—. Será mejor que te expliques... Klauss... Romani... —murmuró, con su voz sonando incluso más grave que antes, como si no viniera de ella misma.

El aire alrededor de la mesa se volvió mucho, mucho más tenso de golpe.

—Yo me voy de aquí —comentó Suzane de repente, levantándose de su silla casi de un salto, a pesar de que su rostro se veía aparentemente tan tranquilo como siempre—. Iré a inspeccionar la zona de nuevo. Ustedes encárguense de esto...

Sin esperar alguna respuesta, caminó apresurada hacia la puerta y salió en un abrir y cerrar de ojos. Klauss miró por el rabillo del ojo su aparente huida, bastante molesto por la falta de apoyo.

—Yo también me largo —dijo el Lycanis rápidamente, y comenzó a sacarle la vuelta a la mesa para dirigirse a las escaleras.

Vermillia, desde su posición, siguió cada uno de sus movimientos, apenas girando un poco su cuello como si de una cazadora se tratara, hasta que éste llegó al pie de las escaleras.

—Puedes correr... ¡pero te voy a alcanzar! —Espetó de golpe con un poco más de fuerza.

De la nada, se paró en la propia mesa, y comenzó a caminar tranquilamente sobre ella, sin importarle pisar platos, vasos, o a la propia Chica bajo su planta. Todos se hicieron a un lado para abrirle paso, al tiempo que bajaba de la mesa de un brinquito y luego se dirigía a las escaleras con pasos firmes, aunque extrañamente tranquilos. Cuando comenzó a subir las escaleras, clavó sus garras en la barandilla de madera, comenzando a arañarlo mientras subía, haciendo un sonido que hizo que más de uno respingara.

Cedric, y de hecho todos los que aún se encontraban ahí, miró esto en silencio, hasta que ambos subieron por completo a la planta alta, y se perdieron de su vistas. Volteó entonces a ver, con la misma sorpresa, a Jolly, preguntándose si acaso lo había hecho apropósito. La expresión de Jolly, sin embargo, era de igual o más asombro que el resto. Cuando ambos se habían ido, dejó escapar un pequeño y pesado suspiro, y se dejó caer de sentón en la silla. Parecía agotada. ¿Había hecho el comentario sabiendo conscientemente lo que pasaría?, ¿o se había dejado llevar por su coraje?

—¡¡KLAUSS ROMANI!! —escucharon la sonora voz de Vermillia gritar a todo pulmón desde arriba, haciendo que todos se sobresaltaran, en especial Jolly.

—¡Ah!, ¡mejor recogemos todo de una vez! —espetó la Nosferatis apresurada, comenzando a recoger los platos de la mesa con apuro.

—Por favor, déjeme hacerlo —insistió Melissa, intentando aparentemente recoger los platos antes que ella.

Cedric reaccionó un poco después de eso, terminando su camino hacia el lavabo, y colocando su propio plato en él. Uno segundo después Jolly se aproximó a colocar la pila de platos que había recogido. Él se hizo a un lado para abrirle espacio. La miró un poco de reojo cuando ella estuvo cerca de él, sólo por un segundo, antes de virarse de nuevo hacia el lavabo.

—Gracias —susurró despacio, balbuceando un poco antes de poder articular bien dicha palabra.

—¿Eh? —exclamó un poco confundida la oficial, volteando a verlo con curiosidad—. ¡Ah! ¿Lo dices por...? —señaló en ese momento hacia las escaleras.

—Sí... bueno, no importa... —susurró despacio, comenzando entonces a remangarse su camisa para dejar sus brazos lo más descubiertos posibles. Abrió la llave del lavabo, y dejó que el agua corriera un poco sobre los platos sucios—. No sé si lo hizo para ayudarme o no, pero si lo hizo... gracias... eso quise decir...

Cedric se volteó hacia otro lado, como si se sintiera apenado. Comenzó entonces a tallar un poco los platos con una esponja, para retirarles algo de los residuos de comida que habían quedado. Jolly lo miró unos momentos en silencio, pero luego poco a poco comenzó a sonreír, hasta dibujar una sonrisa amplia y radiante en sus labios. Se paró entonces a su lado, y comenzó a tallar también otro plato.

—Bueno, en parte quería darle un poco su merecido por lo patán que se estaba comportando —comenzó a explicarle, teniendo su atención en el plato que limpiaba—. Y también... me parece injusto que te esté haciendo la vida tan difícil cuando estás dando todo por este caso. Yo te apoyo, Cedric. —Lo miró de nuevo, guiñándole un ojo con complicidad—. ¡Ánimo!

Cedric miró ese acto un tanto extrañado, pero no del todo. Una pequeña sonrisa contenta se dibujó también en sus labios, mientras seguía lavando y tallando.

Mientras ambos platicaban de ello, Melissa se había acercado lo suficiente por detrás con otra pila de platos, y había estado lo suficientemente cerca para escucharlos. No quiso interrumpir, o quizás quería escuchar un poco más. En su mirada se reflejó un pequeño rastro de sorpresa, y luego... un poco de tristeza...

FIN DEL CAPÍTULO 07

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