Capítulo 03. Atracción Animal
VIKTOR
Por
WingzemonX & Denisse-chan
Capítulo 03.
Atracción Animal
La reacción de Cedric al ver por primera vez al señor Wallace, podría haber parecido algo exagerada, o incluso grosera. Permaneció por unos segundos pasmado, intentando asimilar la figura que se había posado ante él de forma tan repentina, y que ahora lo miraba fijamente con esos brillantes, y algo amenazadores, ojos verdes. Irremediablemente se sentiría apenado por ello luego de un rato, pero dicho sentimiento no le duraría mucho.
Los Ikravens, por lo que tenía entendido, no acostumbraban habitar en las catorce ciudades. En su lugar, solían vivir en comunidades tribales, cerradas y autosuficientes, en pueblos más pequeños adyacentes a los bosques y montañas. Pero era evidente, por la presencia de ese hombre, que no era algo que aplicara para todos.
—¿Qué pasa, muchacho? —cuestionó Wallace, inclinando su gran cuerpo hacia él, como si lo acechara—. Te ves... pálido... —remató su comentario, seguido por una aguda carcajada, que resonó con ímpetu, e incómodo aún más al nuevo detective.
Luego de ello, y aún con un escaso rastro de risa en su tono, les dio la espalda y comenzó a andar hacia un escritorio del lado derecho del cuarto, pasando el trapo por el rifle que aún sujetaba en sus garras. Al andar, Cedric pudo notar que cojeaba del lado derecho, de una forma bastante difícil de ignorar. Esa forma de caminar, sumada al evidente estado de una de sus alas, llamaron su atención de inmediato.
—Así que, detective Helsung —murmuró el Ikravens, pronunciado su nuevo puesto y apellido con un tono bastante irónico—, ¿qué clase de arma le gustaría usar?
Cedric se paró derecho, y con una mano se acomodó el nudo de su corbata sin pensarlo mucho. Era verdad, estaba ahí para que se le asignara su nueva arma; con toda la conmoción, lo había olvidado por un segundo.
—Bueno... en mi jefatura anterior me desempeñé con un Revolver Wenzley de 11.5, con cargador de 8 balas. —Miró de reojo a los estantes con armas bajo llave que había a su lado. En ellos, se veía una gran variedad, entre revólveres, rifles, escopetas, cañones, e incluso espadas y cuchillos—. ¿Tendrá algún arma parecida?
—¿Que si la tengo? ¡Ja! —Bufó con fuerza, aunque más que bufido había sonado más como un graznido—. Entre mi repertorio tengo infinidad de armas mucho mejores que ese vejestorio.
—¿Vejestorio? A mí me parecía un arma muy confiable...
—Claro, y en serio cree que en estas calles ocupará sólo algo "confiable", ¿cierto? —le interrumpió de pronto, a lo que Cedric no supo bien cómo reaccionar.
Wallace se levantó entonces de su asiento, recargó el rifle que limpiaba contra la pared, y sacó un manojo de llaves de uno de los bolsillos de su mandil de trabajo.
—Síganme, paliduchos.
Comenzó a continuación a guiarlos por un pasillo entre vitrinas, al paso que su pierna le permitía. Jolly le siguió de inmediato de manera despreocupada y tranquila, mientras Cedric, algo dudoso, les siguió unos pasos por detrás. No fueron muy lejos, sólo hasta una vitrina en especial a la mitad de dicho pasillo, en donde se desplegaban varios revólveres de distintos modelos; todos de apariencia bastante moderna. Wallace introdujo una de sus llaves en la cerradura de la vitrina, y la abrió.
—Éste será el estándar dentro de un par años —comentó, al tiempo que tomaba una pistola de forma cuadrada, con el cañón delgado y alargado—. Es una Mayanes A500, último modelo... bueno, último modelo disponible al público general, al menos. Semiautomática, con una cavidad para recargarse con una fila de balas entera.
De la misma vitrina, sacó además un cartucho negro y rectangular, del que sobresalían de un lado las puntas metálicas de varias balas.
—¿Semiautomática? —masculló Cedric, ya que el término no le resultó familiar.
—Significa, en términos simples que un novato como tú pueda entender, que no tienes que accionar manualmente un martillo, y puedes disparar más rápidamente —explicó Wallace al tiempo que introducía el cartucho en la pistola, y sin ningún aviso se la aventó justo después al recién llegado. El Nosferatis se sobresaltó al ver esto, y se apresuró a atraparla entre sus manos—. Tendrás que actualizarte pronto, flacucho. Los chicos malos de por aquí tienen armas aún peores que esa. Tómala, ¿cómo la sientes?
Un poco aturdido, pero decidido, Cedric tomó el arma con su mano derecha, y la alzó al frente, estirando por completo su brazo de manera horizontal. Por su apariencia, pensaba que sería pesada, pero no fue así; de hecho, se sentía más ligera que su arma anterior, lo que lo tomó por sorpresa. Eso, y que además efectivamente no tenía un martillo.
—Interesante —murmuró con seriedad, mientras giraba un poco su muñeca con el arma—. Si cree que ésta me servirá...
Otra risa en forma graznido salió del pico de Wallace, cortando sus palabras.
—Eres todo un novato —espetó—. Decidiéndote por la primer opción que pasa por tus manos, y sin siquiera probarla primero.
Le arrebató la pistola de golpe, y de inmediato la volvió a guardar en la vitrina.
—Sólo demuestras que no estás listo para una como ésta. Te daré tu confiable revolver Wenzley, y se acabó.
—¿Qué? —exclamó Cedric entre sorprendido y molesto; de los labios de Jolly, sólo surgió una pequeña risilla, más que divertida, nerviosa—. ¿Por qué?
—¿Eres sordo además de flacucho? —le respondió de forma cortante, picándole en el hombro con su garra izquierda, haciendo con esto que el cuerpo de Cedric retrocediera un paso—. Desde ahora te aclaro que ningún arma sale de esta armería si yo no lo quiero. Así que cuando tengas mejor disposición y actitud, ven a probar la Mayanes a mi galería de tiro. Y si me convences, tal vez, sólo tal vez, acepte asignártela. Mientras tanto, todos estaremos más seguro si te damos tu muy confiable vejestorio que ya conoces.
Sin esperar réplica alguna, comenzó a caminar hacia el extremo del pasillo, hacia otra vitrina con otros modelos de revólveres.
Y fue precisamente en ese punto en el que la pena que Cedric había sentido por su reacción inicial, se esfumó de golpe, dejando paso sólo a una gran molestia.
—Discúlpalo, Cedric —escuchó de pronto a Jolly suspirar ligeramente—. Aunque no lo creas, es una persona muy amigable si llegas a conocerlo.
—En efecto, no lo creo —masculló entre dientes el novato—. ¿Qué es lo que le pasó? Me refiero a su... pierna y su ala.
—Fue hace mucho tiempo, por lo que me han contado —comenzó a relatar muy despacio, como si temiera que Wallace la escuchara—. Fue el primer Ikravens de la ciudad en convertirse en Detective de la Policía Civil, y eso le dio cierto reconocimiento. Además, era uno de los mejores pistoleros de la fuerza. De hecho, el capitán Strauss y él eran compañeros, y un gran dúo, según mi padre.
Una amplia sonrisa se dibujó en sus delgados labios, aunque sólo duró unos segundos, antes de que su rostro se tornara notablemente serio.
—Pero durante una misión muy peligrosa, al parecer quedó expuesto a una explosión, que lo dejó muy malherido. Le tomó mucho recuperarse, pero incluso luego de eso no pudo seguir más en el campo. Desde entonces, se ha dedicado al cuidado de esta armería, y creo que la ha convertido en todo su mundo. Cada pieza aquí es importante para él.
Cedric escuchó con mucho interés todo ese pequeño relato, y quedó realmente impresionado por él. De nuevo, sintió algo de pena por su forma de reaccionar; era obvio que estaba ante alguien que se merecía mucho más respeto del que le había transmitido. Se encontraba tan sumido en dichos pensamientos, que ni con su aguda visión divisó en lo absoluto el revólver Wenzley que fue lanzado contra su cabeza, golpeándolo directo en la frente.
El Nosferatis gimió adolorido, retrocediendo varios pasos hasta quedar con su espalda contra la vitrina y su mano aferrada a su frente. El arma había caído a sus pies tras golpearlo.
—Vaya novato —escuchó a Wallace pronunciar con un tono burlón, mientras se les acercaba a paso lento—. Más te vale estar más despierto en la calle. La próxima vez podría ser la bala y no el revólver el que te pegue.
Remató de nuevo su comentario con una aguda y burlona risa que resonó en el eco de la bodega. Cedric lo volteó a ver de reojo con un muy notorio enojo en los ojos; de nuevo, la pena se le había esfumado abruptamente. Jolly, por su lado, volvió a reír, nerviosa.
— — — —
Una vez terminado todo el papeleo necesario para la asignación del arma, Cedric y Jolly volvieron al piso superior, y la oficial lo guió hacia el garaje, en donde, teóricamente, el detective Romani debería estarlo esperando tras haber solicitado un vehículo. Cedric se cubría con una mano el sitio en el que lo había golpeado el arma, donde se había dibujado una marca roja bastante visible.
—No se ve tan mal —comentó Jolly, animadamente—. El sombrero de seguro lo cubrirá.
—Lamentablemente mi sombrero me queda algo pequeño. No creo que alcance a cubrirlo del todo.
Jolly rió disimuladamente, pero no lo suficiente para que Cedric no lo notara.
—Igual quizás sea un interesante tema de conversación para romper el hielo en su misión.
Cedric no estaba seguro si hablaba en serio o sólo estaba bromeando, pero fuera como fuera prefería ya no seguir mucho más con el tema.
Al entrar al área de garaje, ambos se vieron obligados a tomarse un segundo para colocarse sus lentes oscuros, pues las puertas se encontraban abiertas, y algo del sol matutino se filtraba por ellas. Había mucho movimiento, entre mecánicos, oficiales, y claro, vehículos patrulla, negros, de forma cuadrada y gran tamaño, con asientos para cuatro personas, y con el escudo de la Policía Civil en las puertas. Eran de los primeros modelos, de dos o tres años atrás, pero bastantes funcionales para su propósito.
No tardaron mucho en encontrar a quien buscaban. No muy lejos de la puerta por la que ingresaron, Klauss Romani conversaba animosamente con una joven Spekerus de piel verdosa y cabello azulado, con traje de mecánica, la cual no se veía nada cómoda, pues el fornido Lycanis casi la tenía acorralada contra la pared. Él parecía contarle despreocupadamente una historia, a la que ella apenas y le ponía atención. Cuando el Detective de Primer Grado se dio cuenta de su presencia, pareció dejar de ponerle atención a la joven, y ésta de inmediato aprovechó la oportunidad para sacarle la vuelta y caminar apresurada lejos de ahí.
—Vaya, se tomaron su tiempo, chicos —comentó con un tono jovial—. ¿Seguros que sólo fueron a recoger un arma?
El tono de sus palabras volvió a ser bastante inapropiado, desde la perspectiva del Detective Helsung. Estaba por decirle algo, pero Jolly se adelantó a responderle, con una absoluta y plena tranquilidad.
—Totalmente, Klauss —respondió, haciéndole un saludo con su mano—. Y te puedo asegurar que la misión asignada fue todo un éxito.
—Claro, ¿y qué pasa con ese golpe? —señaló Klauss, apuntando hacia la marca roja en la frente de Cedric, quien de inmediato se colocó su sombrero, y lo bajó, en un fallido intento de esconderlo.
—Eso fue un contratiempo menor —se excusó la Nosferatis, con un tono juguetón. Rápidamente se giró hacia el chico al que había acompañado, y le hizo el mismo saludo—. Muy bien, Cedric, por ahora me retiro. Espero haberte sido de ayuda una vez más. Suerte en tu misión, y da todo de ti, ¿está bien?
Terminó su comentario con un pequeño guiño de su ojo derecho, que provocó que Cedric tardara más de la cuenta en reaccionar.
—Sí, yo... le agradezco todo su apoyo, oficial Williams —le respondió, regresándole el saludo—. Y me disculpo por todas las molestias que le causé, en especial si por haberme ayudado la gente llega a pensar mal.
Jolly volvió a reír, pero esta vez no intentó disimularlo.
—Eres una persona muy agradable Cedric —indicó, inclinando su cabeza a un lado—. Y Klauss es un oficial muy confiable. Estoy segura de que ustedes dos harán un gran equipo.
—¿Ah? —exclamó confundido el Nosferatis ante tales comentarios—. Yo... se lo agradezco, oficial Jolly. Espero que así sea.
—Sí, sí, todos muy amigos, ahora vámonos, que ya nos tardamos mucho —comentó Klauss, justo antes de tomarlo del brazo y jalarlo hacia más adentro del garaje—. Gracias por todo, linda Jolly. Sigue así de guapa.
—¡Está bien! —les gritó con ímpetu mientras se alejaban—. ¡Ustedes pueden! ¡Suerte en tu primera misión, Cedric!
Agitó su mano a modo de despedida un rato, antes de darse media vuelta y regresar al interior de la jefatura.
—Si fuera tú, me andaría con cuidado con Jolly —comentó Klauss con un tono pícaro, mientras se dirigían a las ventanillas de los encargados. Sólo entonces, Cedric se percató que su nuevo compañero sostenía en su mano derecha una hoja de solicitud llenada, de seguro para la petición del vehículo.
—No hay nada entre... —intentó explicarse el novato, pero Klauss siguió hablando por su cuenta, sin prestarle mucha atención.
—No tienes que decírmelo, está como quiere, ¿no? —señaló, dibujando con sus manos unas curvas en el aire—. Es un bombón delicioso, a los ojos y a las manos. Pero más allá de eso, será mejor que mantengas tu distancia. No sabes quién es su prometido, y en especial quién es su padre.
Cedric se detuvo de golpe, incapaz de caminar debido a la impresión que esa última frase le había causado.
—¿Prometido?
—Sí, un sujeto unos diez o quince años mayor que ella, alguien importante de la fiscalía general de la ciudad. De mucho cuidado. No lo conozco en persona, pero para que los Williams la hayan querido comprometer con él desde su niñez, debe ser alguien con más dinero y testosterona que tú. Sin ofender.
—¿Por qué me ofendería? —contestó Cedric, sarcástico.
Cedric se sintió algo pasmado; ahora entendía porque había sido el comentario de que una mujer en su posición no debería ir sola al departamento de un hombre, y en ello no podía estar más de acuerdo. Aunque eso había sido sólo un encargo, cosas de trabajo, como escoltarlo a la armería; de ello no había mucho que se le pudiera reclamar. Y de hecho en nada, si se ponía a pensarlo bien. Era obvio que sólo era una mujer muy amable, dispuesta a ayudar a cualquiera, y con cierta facilidad para tomar confianza. No era algo malo, pero ciertamente su forma de ser podía abrirse a malas interpretaciones, y eso era lo que menos deseaba causarle a una persona que había sido tan amable y detallista con él.
—Así que mejor observa de lejos, pero no te pases —comentó Klauss, reanudando la caminata. Quizás debía tomar el consejo de su nuevo compañero, y no involucrarse mucho con la Oficial Williams. No era que tuviera planes de acercársele más de todas formas—. Sólo quédate a mi lado, y aprenderás todo lo que ocupas saber.
—Presiento que no habla de nuestra labor como policías —murmuró despacio el Nosferatis, a lo que Klauss respondió con una carcajada.
—No es por presumir, pero siempre he tenido una suerte especial con las damas. ¿Has oído de la "atracción animal" que caracteriza tanto a los Lycanis?
—Tal vez...
Y en efecto, algo había oído. Era una especie de creencia que decía que los y las Lycanis, siempre resultaban ser mucho más atractivos para su propia raza y las demás. Era algo involucrado con su olor, que atraía a las personas, más que en otras razas. Por supuesto, no había ninguna base para ello, y para Cedric no era más que un viejo dicho.
—Pues de ella yo tengo de sobra. Y si te pegas a mí lo suficiente, algo se te podría pegar.
En esos momentos, lo que menos quería era estar cerca de ese individuo mucho tiempo.
Llegaron hasta la ventanilla, en donde atendía un Nosferatis delgado y ojeroso.
—Aquí tienes, Hans —comentó Romani, colocando la solicitud justo frente a él—. Y danos uno que esté bien lavado y presentable. Iremos a la casa de una Baronesa...
Teniendo aún algunas palabras en la boca, el Lycanis alto y rubio sintió de pronto como un par de brazos delgados, cubiertos por mangas con un diseño floral, lo abrazaban por detrás con suma delicadeza.
—Oh, Klaussie —escucharon de pronto como susurraba una vocecilla dulce y gentil. Cedric, desde su posición, no fue capaz de ver de quién se trataba, pues el cuerpo fornido de Romani la cubría. Sin embargo, lo que sí pudo observar fue el rostro de dicho detective, que se había tornado pálido de golpe—. Al fin te encuentro, mi amor. No sabía dónde estabas; te busqué por todos lados. Pero qué bueno que la "atracción animal" que emites, me llamó a ti y pude encontrarte...
El tono de la voz cambió abruptamente, a uno mucho más agresivo, molesto... y aterrador.
—Aunque creo que la has usado de más por aquí. ¿No es así, Klauss Romani...?
Cedric notó cómo las largas y afiladas uñas que adornaban esas manos pequeñas y delgadas, se presionaron con fuerza contra la tela del chaleco de Klauss, tanto que parecía que lo iban a atravesar. El Lycanis, sólo soltó un agudo gemido de aparente dolor, y poco a poco comenzó a virarse sobre su hombro, para echarle un vistazo rápido a quien lo abrazaba.
—Ho... hola, Vermillia —murmuró nervioso, acompañado de una media sonrisa que batallaba en dibujarse—. Qué milagro que vienes por aquí... ¿Atracción animal? ¿Qué es eso? No creo saber a qué te refieres...
—¿En serio? ¡Porque yo escuché que estabas hablando sobre el tema con este chico!
Rápidamente rompió el abrazo, e hizo a Klauss a un lado con fuerza, haciendo que su cuerpo se estrellara contra la ventanilla del encargado. Sólo entonces Cedric pudo ver con claridad a la extraña, y ella lo miró a él con furia; gracias a los cielos, no era furia hacia él.
Vermillia era una chica Lycanis, más baja que Cedric, con ojos grandes color verde, con las distintivas pupilas verticales y alargadas. Su cabello era de un hermoso tono rubio dorado, con unas colitas adorables que le caían hacia el frente, en forma de caireles. Tanto su peinado como todo su atuendo, que consistía en un elegante vestido largo color turquesa que le cubría su delgada y estética figura, se veían bastante elegantes, limpios y bien cuidados.
La joven mantuvo su expresión asesina por unos instantes más, pero en un parpadeo cambió de nuevo, relajando la mirada, y sonriendo con una finura que sólo podía ser igualada por aquellas mujeres criadas desde pequeñas en las formas y portes de la alta sociedad; en otras palabras, una sonrisa hermosa, pero no del todo genuina.
—A ti no te conozco —comentó la jovencita rubia, inclinando sutilmente su cabeza—. Debes ser nuevo, ¿verdad? Mi nombre es Vermillia Corleone. ¿Tú eres...?
Cedric dudó un momento, ya que desconocía quién era con exactitud la persona ante él, así como la forma correcta de actuar ante ella. Tomó entonces su sombrero, colocándolo contra su pecho.
—Encantado, señorita. Yo soy...
—Él es Cedric Helsung —se adelantó Klauss a mencionar primero, recuperando la compostura—. Es nuevo en la jefatura, y también en el Distrito. Lo transfirieron del Veinticuatro, y ahora será mi nuevo compañero.
—Entiendo —respondió la hermosa joven Lycanis, con cierta admiración reflejada en su rostro —. Encantada de conocerte, Helsung. —Le extendió su mano, pero no con la intención de tomar la suya en un apretón, sino con la posición adecuada para que él la tomara y la besara.
"Una costumbre bastante vieja", pensó Cedric, pero igual no se quería arriesgar a parecer grosero, especialmente tras ver cómo había lanzado tan violentamente a un hombre que quizás pesaba veinte o veinticinco kilos más que él. Por eso mismo, no tardó mucho en tomarla y darle un pequeño beso rápido
—Por favor, cuida mucho de mi prometido mientras yo no lo esté vigilando. Suele comportarse —clavó de golpe su mirada fulminante en Klauss mientras hablaba—... muy sociable con las mujeres.
—¿Prometido? —se le escapó a Cedric de los labios, incapaz de ocultar su asombro. Miró de reojo a Klauss, y a su cabeza le vinieron todos los comentarios y acercamientos inapropiados a otras mujeres que le había visto... en menos de una hora de haberlo conocido.
"Debí haberlo supuesto", pensó el Nosferatis. Y aun así se atrevía a hablar del compromiso de la oficial Jolly, mientras parecía querer ignorar el suyo. Si acaso le quedaba aún algo de respeto por aquel individuo, éste al parecer se iba mermando cada vez más.
—Sí, lo he notado —contestó sin el menor pudor, ganándose una mirada acalorada por parte de su nuevo compañero—. No se preocupe, señorita. Haré lo posible por vigilarlo mientras esté con él.
—¡Oye! —exclamó Klauss, claramente molesto—. ¡¿Vigilarme de qué o qué?!
Al parecer tenía ganas de decir algo más, pero otra vez la mirada furtiva de Vermillia lo hizo retroceder. Cedric sonrió por dentro; no podía mentirse a sí mismo, le provocaba cierta satisfacción ver a alguien que lograra intimidar de tal forma a ese Lycanis hablador.
—Pero lo cierto es que aún soy un novato —añadió a continuación, mientras se colocaba de nuevo su sombrero—, y yo soy quien tiene que aprender del Detective Romani.
—Oh, pues entonces tendrás mucho que aprender —declaró la joven rubia con mucho orgullo en su voz—, pues sus habilidades en el campo son infalibles. Es único en su clase, próximo a convertirse en Jefe de Detectives, luego en Capitán Distrital, Jefe de Policía, y Comisionado, hasta escalar el último peldaño y llegar a la Corte de Justicia.
Cedric se quedó impresionado por tan directa afirmación.
—Veo que ya tienen todo bien planeado.
—Por completo. No podrías aprender de alguien mejor, señor Helsung. Sólo no imites lo mujeriego que puede ser.
Su voz volvió a tornarse aterradora, al igual que su mirada, que eran al parecer suficientes para que el Detective Romani se estremeciera de miedo.
—¡Vermillia! —exclamó el Lycanis con fuerza de pronto—. Sabes lo mucho que disfruto tus visitas sorpresivas, pero no es un buen momento para esto. Helsung y yo estamos a punto de empezar una misión muy, muy importante.
—¿Una misión muy, muy importante? —repitió la joven, con clara desconfianza—. ¿No será acaso que su importante misión se trata de una mujer?
—¡Claro que no! En verdad tenemos una misión muy importante. ¡Díselo, Helsung!
Rápidamente se giró hacia Cedric, en busca de algo de apoyo.
—Sí, así es. El Jefe Strauss nos la acaba de asignar —alzó entonces el expediente que les había dado con la información del caso, para que ella pudiera verlo—. Pero lamentablemente no estamos en libertad de hablar al res...
Sin decir ni media palabra, Vermillia le arrebató el expediente de golpe de sus manos, sin que Cedric pudiera chistar siquiera. Como si fuera cualquier cosa, lo abrió y comenzó a hojearlo.
—¡Espere! —exclamó Cedric, alarmado—. No creo que pueda leer eso. Es...
—Déjala —murmuró Klauss con notoria resignación en su tono—. No hay poder Nuitsen que la detenga cuando se propone algo.
Sin prestarles atención, Vermillia, siguió leyendo los papeles del caso por encima; una marcada seriedad se dibujó en sus ojos, hasta que al parecer llegó al final, y volvió a cerrar el expediente de golpe.
—Sabía que había una mujer involucrada —fue la primera conclusión que surgió de sus labios.
—Oye, ni me voltees a ver a mí —se apresuró Klauss a aclarar—. Que esa mujer no es ni una mujer, sino una sierva cualquiera.
—¿Quieres decir que si no fuera una sierva, harías de las tuyas? ¡¿Es eso lo que estás insinuando?!
—¡¿Qué?! ¡Yo no dije eso! ¡Maldición!
La escena que Cedric contemplaba, se tornó aún más incómoda de golpe. La discusión entre ambos Lycanis se había vuelto bastante acalorada, y ninguno se medía mucho en sus tonos. Sin embargo, para su sorpresa, nadie más en ese sitio parecía perturbarse por ello; de hecho, casi nadie los volteaba a ver o evidentemente les ponía atención. Esto le pareció extraño.
—¿Acaso esto ocurre seguido? —le cuestionó al encargado de los vehículos al otro lado de la ventanilla. Éste soltó un agudo bostezo, cargado de indiferencia.
—Más de lo que crees. Pero descuida. En estos momentos los ves gritándose, pero sólo aguarda unos segundos.
—¿Que aguarde?
Y en efecto, no tardó mucho el que Cedric se diera cuenta de a qué se refería.
—¡Bien! —exclamó Vermillia de golpe, y le pasó rápidamente el expediente del caso a su prometido—. ¡Entonces iré con ustedes!
—¿Qué? —soltó Cedric, sobresaltado—. No puede hacer eso, señorita...
—Bien, si eso te hace sentir mejor —respondió Klauss, encogiéndose de hombros—. Adelante, vamos. Será bastante aburrido, pero no te detendré. Luego de ello, si quieres, podemos ir a tomar un café a ese sitio que te gusta tanto.
—Oh, eso me encantaría, Klaussie —murmuró la joven rubia con un tono totalmente diferente, un cambio bastante repentino. Se le aproximó de pronto al Lycanis, pegando su cuerpo al suyo, y pasando su dedo de forma coqueta por su pecho—. ¿Por qué no te tomas todo el resto de la tarde para tu lobita? ¿No ves que necesita que les des mucho cariño?
Cedric se quedó boquiabierto ante el cambio tan drástico de actitud, no sólo en Vermillia, sino en el propio Klauss.
—¿Crees que no me encantaría, Vermi? —respondió el Detective rubio con un tono provocador, mientras la miraba fijamente a los ojos—. Pero el deber me llama. Es probable que tenga que encargarme de este "muy importante" caso luego de esta visita.
—Oh, te ves tan sensual cuando te tomas tan en serio tu trabajo. —La voz de Vermillia se tornó bastante similar a la suya, y de manera poco disimulada, empezó a pasar sus manos por los gruesos antebrazos del hombre—. Tan fuerte y peligroso, señor Detective de Primer Grado. Saliendo a golpear a todos los malos con estos fuertes e increíbles brazos.
—Te agradan mis brazos, ¿eh? Pues entonces....
Sin aviso alguno la alzó del suelo y la cargó, haciendo que se sentara sobre su brazo con total facilidad, como si la chica no pesara absolutamente nada.
—¡Klaussie! ¡Qué intenso! —exclamó anonadada, rodeando el cuello del Lycanis con sus brazos.
Ante los ojos atónitos del nuevo detective, Klauss caminó hacia la ventanilla, y fue Vermillia directamente quien se inclinó hacia ésta para hablar con el encargado del otro lado.
—¿Los papeles están en orden, Hans?
—Sí, señorita Corleone —respondió con completa naturalidad el encargado, colocando unas llaves sobre el mostrador—. Es el vehículo de la esquina, el A24F.
—A24F —repitió la Lycanis, justo antes de tomar las llaves y echar un vistazo en la dirección señalada—. Doblemente perfecto. Vamos, Klaussie. Ese asesino de Barones no se va a atrapar solo.
—Eso sería bueno, para variar —comentó Klauss burlón, y empezó a caminar en dirección al vehículo.
—¡Detective Romani! —le gritó Cedric desde su posición—. Sé que soy un novato, pero estoy bastante seguro de que esto va en contra de los...
—Cállate y sube, Helsung —le respondió de forma cortante, abriendo el asiento del copiloto para depositar lentamente a su prometida en él—. O si quieres me encargo yo solo de esto. A mí me da igual.
Cedric tenía muchas cosas que quería replicar... pero prefirió no hacerlo.
—Te lo dije —escuchó que comentaba Hans, el encargado—. Son un par de locos; el uno para el otro.
Cedric no respondió nada. En su lugar, caminó en silencio hacia el vehículo, para subirse en uno de los asientos de la parte posterior.
¿El uno para el otro? No estaba seguro de la veracidad de esa afirmación, pero debía aceptar que pese a todo, hacían una linda pareja. Un hombre con la personalidad del Detective Romani, definitivamente necesitaba de alguien como esta señorita Vermillia para mantenerlo a raya.
El auto arrancó, y salieron del garaje en dirección a la mansión Montallo.
— — — —
El viaje duró entre diez y quince minutos. En el último tramo, se pudo notar una gran diferencia en el entorno, cuando ingresaron a la zona de más alta clase del Distrito, en donde se encontraban las casas de los nobles y más acaudalados. Sin embargo, entre todas ellas, a la que se dirigían resaltaba de manera notable, no por ser la más grande o de apariencia más lujosa, sino de hecho por lo contrario. Era una casa color beige, de tres pisos, rodeada por una reja sencilla de color negro, y un pequeño jardín al frente. Seguía siendo bastante impresionante, pero al mismo tiempo más modesta, incluso que las dos casas que tenía a los lados.
—¿Es aquí? —cuestionó Cedric curioso, admirando la mansión con detenimiento a través del cristal oscuro de sus anteojos, una vez que Klauss se estacionó frente al portón de la reja—. Me recuerda un poco a mi hogar de niño...
El Nosferatis se sobresaltó ligeramente al darse cuenta de lo que acababa de decir. Notó entonces que tanto Klauss como Vermillia, lo volteaban a ver desde los asientos delanteros, con algo de confusión en sus miradas.
—Lo siento... fue un comentario imprudente —fue su única explicación, antes de bajarse rápidamente del vehículo. Los dos Lycanis se miraron el uno al otro en silencio, pero al final sólo se encogieron de hombros y se bajaron también.
O al menos Klauss se bajó, ya que Vermillia se quedó sentada derecha en su lugar, aguardando. Pero cuando notó que su prometido se dirigía directo al portón, tuvo que aclarar su garganta con notable fuerza para llamar su atención, y luego mirar de reojo su puerta para que éste lograra captar su indirecta.
—Ah, sí...
De inmediato Klauss se dirigió a la puerta y la abrió, ofreciéndole además su mano para ayudarla a bajar.
—Adelante, señorita —pronunció con un tono irónico, y una pequeña reverencia de su cabeza.
—Gracias, Klaussie —respondió Vermillia, animada, aceptando su mano para así bajarse de su asiento.
—Es todo un caballero, Detective Romani —añadió Cedric, con un toque de sarcasmo.
Una vez de pie, Vermillia se tomó un tiempo para arreglarse su vestido, así como su cabello y rápidamente darse un retoque de maquillaje, sobre todo en sus labios, mirándose en uno de los espejos retrovisores.
—¿Y ustedes así se van a presentar a su misión? —exclamó casi horrorizada, al virarse hacia ellos y echarles un vistazo rápido.
—¿Así? —murmuró Cedric confundido—. ¿Así cómo?
Vermillia soltó un resoplido cansado, y rápidamente se le acercó. Le quitó su sombrero unos momentos, y le arregló el cabello con fuerza usando sus dedos, además de quitarle varias pelusas de su abrigo, y darle una pequeña empolvada de su maquillaje en sus mejillas sin ningún previo aviso. Todo esto sin que Cedric pudiera reaccionar siquiera.
—Van a presentarse ante una Baronesa, por todos los cielos.
Le colocó de nuevo su sombrero y entonces se dirigió a Klauss.
—¡Klaussie!, ¡agáchate! Tu cabello es un desastre.
—Sí, está bien —murmuró el Lycanis con algo de resignación, haciendo justo lo que decía—. Recuerda las reglas, Vermillia. Puedes observar, pero no digas nada. Un hombre acaba de ser asesinado aquí hace no mucho, y la gente de la casa no estará de humor para comentarios fuera del lugar.
—¿Por quién me tomas? —le respondió, casi ofendida por sus palabras, mientras le acomodaba su cabello con sus dedos—. Si hay alguien aquí que sabe comportarse ante la nobleza, soy yo. Podré tomarme muchos asuntos a la ligera, pero una muerte es algo muy serio.
—Sí, claro. Sólo procura no...
—¡En lugar de estarme criticando, bésame! ¡¿Quieres?!
De la nada, tomó a su prometido de las mejillas, aprovechando que se encontraba agachado, y le plantó un repentino beso en sus labios. Klauss se sobresaltó sorprendido ante esto, apartándose rápidamente.
—¡Oye! ¡Es ese tipo de cosas a las que me refiero...! —aunque se veía molesto, sus palabras se cortaron de pronto, un segundo después se relamió sus propios labios, curioso—. ¿Acaso tu labial sabe a fresas?
Sin pensarlo mucho, se volvió a inclinar hacia ella, para rodearla con sus brazos y volver a besarla, acto que la chica rubia aceptó con absoluto gusto.
Cedric, por su parte, se limitó a virarse hacia otro lado, algo incómodo por la situación.
—Creo que debemos entrar —comentó, señalando hacia la puerta.
—Un segundo, Helsung —fue la respuesta entre beso y beso de Klauss, alzando un dedo hacia él sin separarse de su prometida—. Hazle caso a tu superior, todo está bajo control...
Y ellos siguieron en lo suyo, bastante sumidos en su propio mundo al parecer.
Cedric rodó los ojos, resignado. Mientras ellos se besaban, se tomó la libertad de jalar una cuerda ubicada en el exterior de la reja, que al hacerlo de seguro haría sonar unas campanas en el interior de la casa.
Luego de un rato, una joven sierva, quien no era la de la foto del expediente, con un fino traje de sirvienta color negro, salió para abrirles y encaminarlos al interior del recinto. Ingresaron por la puerta principal hacia el amplio recibidor. Justo frente a la puerta, estaban las largas escaleras que comunicaban con la planta alta. El piso estaba alfombrado, y había ventanas grandes por donde entraba con total libertad la luz del sol; Cedric al parecer tendría que dejarse sus anteojos un rato más, hasta que estuvieran en algún punto de la casa no tan iluminado.
—No está mal —murmuró Klauss con interés, viendo alrededor y poniendo principal interés en las pinturas de las paredes—. No me molestaría tener una casa así. Aunque, en realidad, ¿quién ocupa una casa tan grande? De seguro se necesitaría demasiados siervos para limpiarla.
—¡Compórtate! —le susurró Vermillia despacio, a modo de regaño—. Van a pensar que eres un muy pobre individuo. Dignidad ante todo.
—¿Qué? ¿Acaso dije algo malo?
Ambos comenzaron a conversar entre ellos en voz baja. Mientras tanto, Cedric recorría con atención el recibidor. Si por fuera le recordaba a su antigua casa, por dentro le era aún más familiar. Pero incluso en los momentos en los que su familia poseía el mayor prestigio posible, nunca fueron de la alta nobleza como el caso del dueño de esa casa, con voz y voto en el congreso de la ciudad; de esos que el Príncipe Regente invitaría a cenar a su mesa de manera casual un viernes por la noche.
¿Qué clase de individuo sería que, a pesar de su posición, decidió que una casa como esa le era suficiente?
—Ustedes deben ser los detectives, supongo —se escuchó de pronto una voz femenina pronunciar desde lo alto de las escaleras, resonando en el eco de los techos altos.
Al virarse en esa dirección, los tres pudieron ver bajando a paso lento, a una mujer Spekerus, alta y delgada, de piel en un tono entre verde y gris, con algunas marcas oscuras a los costados de la cara. Tenía los ojos amarillos con pupilas alargadas horizontales, y cabello rubio, largo, lacio en la parte superior, pero sujeto en una cola rizada hacia atrás. Tenía las características aletas puntiagudas en lugar de orejas, y usaba un traje ajustado, de saco y falda, color negro, además de guantes largos y zapatillas del mismo color; atuendo de luto, sin duda.
—Se tomaron su tiempo —señaló con un tono frío, y algo agresivo, al terminar de bajar.
Cedric de inmediato quiso dar un paso adelante para disculparse por su tardanza, ya que en parte sabía que había sido a causa suya.
—Lamentamos mucho que...
—Permíteme, novato —intervino Klauss rápidamente, parándose delante de él, e incluso empujándolo un poco hacia atrás en el acto—. Buenos días, señorita. Soy el Detective de Primer Grado, Klauss Romani —señaló entonces su placa, enganchada a su chaleco—. Él es mi compañero, el Detective de Tercer Grado, Cedric Helsung. Y ella... es una asesora de criminología que nos apoyará en este caso...
—¿Asesora? —exclamó Cedric, incrédulo; Vermillia alzó su mentón y sonrió con seguridad.
—Oficial Vermillia Corleone —se presentó la Lycanis, haciendo una pequeña reverencia, tomando las puntas de su vestido—. Encantada de estar en su hermosa casa. Pero al mismo tiempo, quiero ofrecerle mi más profundo pésame por su pérdida.
Cedric sólo suspiró resignado por tal situación; definitivamente en ese distrito la gente hacía lo que quería.
—Gracias —respondió la mujer de negro, algo inexpresiva—. Soy Illia Montallo, la primogénita. Agradezco que hayan venido, oficiales. Supongo que quieren hablar con Melissa.
—¿Quién? —exclamó Klauss, confundido.
—La chica a la que venimos a tomar declaración —susurró Cedric entre dientes.
—Ah, sí, claro. Así es, Baronesa. Nos enviaron precisamente para interrogar a su... sierva. —El tono de su voz no disfrazaba en lo más mínimo el hecho de que la idea aún le era extraña—. Según nos dijeron, ella afirma haber visto el delito.
—¿Afirma? —murmuró la Baronesa de forma cortante, arqueando su ceja derecha—. ¿Está insinuando acaso que mi sierva podría estar mintiendo?
—¿Ah? Ah... No, no, nada de eso. Es sólo protocolo; no podemos dar por hecho que una declaración es totalmente cierta así como así, en especial si es la de una sierva...
—En especial si es una sierva —repitió la Baronesa con desgano en su voz—. Escúcheme bien, detective... como sea que me haya dicho que se llama. —De pronto, avanzó hacia él con paso firme, hasta encararlo de frente con brusquedad; era un poco más baja que él, pero no lo suficiente como para no poder verlo a los ojos—. Mi padre fue un ferviente creyente de los derechos de los siervos. De hecho, la gran ironía, si es que esa palabra aplica para este caso, es que él fue uno de los que propició la creación de esta nueva ley, por la cual podrían atrapar a su asesino. Yo creo fervientemente en lo que mi sierva vió, así que guárdese sus dudas y protocolos para sí mismo.
Cortó sus palabras de golpe. Alzó una mano hacia Klauss, indicándole que si tenía pensado responder algo, no lo hiciera, y con la otra se agarró su frente. Cerró sus ojos con fuerza en un pequeño gesto de dolor, y así se mantuvo por algunos segundos.
—No importa —murmuró una vez que estuvo recuperada—, síganme por favor. Melissa está en la cocina.
Y sin más, comenzó a caminar con la intención de guiarlos. Klauss, por su parte, se quedó helado en su lugar por unos momentos.
—Creo que me agrada —comentó Vermillia, algo divertida por la situación—. ¿Ves, Klaussie? Diciéndome que tuviera cuidado de no decir comentarios fuera del lugar, y mira quien terminó regañado.
—¡¿Pero qué dije?! —exclamó el detective, algo molesto. Cedric se sintió tentado a mencionar que al parecer su "atracción animal" no era tan efectiva como él creía, pero lo consideró inapropiado debido a la presencia de la señorita Vermillia.
Los tres se apresuraron a caminar detrás de la Baronesa, aunque varios pasos por detrás.
—Lo que nos acaba de decir la Baronesa puede ser algo importante —susurró Cedric muy despacio, intentando que la mujer al frente no lo escuchara—. Si lo que dijo es cierto, entonces el Barón Montallo era un noble con ideologías de Corriente Liberal.
—Forma bonita de decir que le caían bien los siervos —respondió Klauss, algo indiferente ante el dato—. ¿Eso por qué sería importante?
—Quizás no sea nada, pero podría ser parte del motivo de su asesinato. Los ataques contra Nuitsens que apoyan este tipo de movimientos se han vuelto más comunes en los últimos años, sobre todo desde el surgimiento de Silent Night.
—¿Silent Night? —exclamó Vermillia, al parecer muy interesada de pronto en el tema—. ¿Ese grupo de siervos radicales que hacen daños a propiedades ajenas para exigir más libertad y derechos? ¿Acaso crees que este señor los apoyaba?
—Sería arriesgado afirmar tal cosa, aunque ha habido rumores de que hay Nuitsens financiando a dicho grupo. Pero principalmente me refería a que dichos actos criminales por parte de Silent Night, han propiciado también acciones similares del otro lado, especialmente contra Nuitsens que apoyan a los siervos. Hubo un caso en mi otra jefatura de...
—Están pensando demasiado las cosas —interrumpió Klauss abruptamente—. Casi nunca hay una gran conspiración o plan rebuscado tras un asesinato como éste, y casi siempre la respuesta obvia es la correcta. Cuando un hombre de esta posición muere en este tipo de situaciones, normalmente es por un motivo: dinero. Ya sea por un robo, por un familiar codicioso, o por involucrarse con las personas equivocadas. En este caso, yo apostaría que el buen Barón metió sus manos donde no debía, o tenía negocios sucios con la persona equivocada y pagó el precio; nada más complicado que eso.
—Gran teoría —murmuró Cedric, no del todo convencido—. Pero no creo que a la Baronesa le guste escucharla.
—Hey, sólo digo la verdad.
Después de un corto tramo más, llegaron hasta la cocina, en la parte trasera de la casa. En aquel lugar, se encontraban alrededor de cinco siervas, todas con el mismo uniforme que aquella primera que les había abierto; de hecho, era probable que esa misma estuviera también ahí. Sólo hasta que las vio todas juntas, a Cedric se le ocurrió que quizás el negro de sus uniformes era también en señal de luto, así como el atuendo de la Baronesa.
Parecían congregadas en torno a una de ellas, que se encontraba sentada en una silla; cabizbaja, simplemente asintiendo a lo que las demás le decían.
—Chicas —exclamó con algo de fuerza la Baronesa en cuanto entró por la puerta, llamando la atención de todas—. Por favor, permítanme hablar a solas con Melissa. Sigan cada una con sus actividades normales, por favor.
Casi todas ellas le respondieron con una reverencia pronunciada, y una a una comenzaron a salir por una puerta lateral, diferente a la que ellos usaron. Al irse, dejaron sólo a una de ellas, la que se encontraba sentada en la silla, que sólo entonces alzó su mirada hacia ellos. Era una joven sierva de cabello castaño oscuro, peinado con una trenza de lado, y un flequillo que no le tapaba los ojos. Sus ojos eran cafés, grandes, aunque algo melancólicos. En su brazo derecho descubierto, podía verse tatuado el emblema de la familia a la que pertenecía, una costumbre bastante usual en la alta nobleza, al parecer incluso en las de pensamiento liberal como esa.
La atención de Cedric se centró de inmediato en dicha joven, sin que se lo propusiera realmente. Luego de un rato, tuvo que desviar su mirada unos momentos al sentir que posiblemente la estaba viendo demasiado, y eso podría incomodarla.
—Detectives, ella es Melissa —señaló la señorita Illia, extendiendo su mano hacia la chica castaña—. Ha sido sierva de mi familia desde... creo que más de veinte años. Melissa, estos son los detectives que vienen a hablar contigo.
Nerviosa, la joven se paró de su lugar, y avanzó con mucha cautela en su paso hacia ellos. Todo, desde su mirada hasta sus movimientos, reflejaba unos inmensos nervios, y también inseguridad. Era difícil para Cedric, sin embargo, saber si en verdad se trataba de un conducta derivada de la situación; después de todo, casi todos los siervos que había conocido, presentaban ese comportamiento sumiso por naturaleza.
—Buenos días, mis señores —susurró Melissa con pesadez, haciendo una profunda reverencia con su cabeza—. Gracias por tomarse... el tiempo de venir a verme...
Era tal y como Cedric la había visto en la foto del expediente; incluso traía el mismo peinado. No lo diría en voz alta, debido a la gran cantidad de malentendidos que por experiencia propia sabía que podría llegar a ocasionar; pero desde que vio su foto en el despacho del jefe Strauss, le había parecido... bastante atractiva. Y ahora que la veía en persona, además de confirmar su primera impresión, ahora sentía una sensación singular a su alrededor.
Para ser una sierva, emanaba una presencia extraña; como una inmensa y cálida luz, que a Cedric puso de pronto relativamente nervioso. ¿Sólo él lo sentía? Sí, era más que probable. Después de todo, para todos los demás en esa cocina, incluida la propia Baronesa, esa chica no era una persona; sólo era una cosa más de esa casa, como un mueble, como un adorno, o como un simple utensilio.
Pero no para él; nunca para él.
—Buenos días, Melissa —murmuró de pronto el Nosferatis, retirándose su sombrero con un gesto humilde—. Me llamo Cedric, Cedric Helsung.
FIN DEL CAPÍTULO 03
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro