Capítulo 17: Una noche especial
—¿Te atreverías a hacerlo?
—Claro.
—¡Pero bueno, serás cochino! Aprovechado.
—Venga, hazlo.
—Ya voy, deja que cambie de postura.
—Ahí, ahí.
—¡Aahh!
—Joder, Rafaela.
—Calla.
Jeremías y Rafaela llevaban un buen rato así, sentados en la alfombra del salón y jugando a la jenga, juego consistente en quitar piezas de madera a una torre. Casi se podría decir que habían vuelto a ser niños, concentrados en el juego y en nada más, riendo y metiéndose el uno con el otro constantemente. El ambiente era relajado y familiar. Al final, una desafortunada pieza quitada por Rafaela dio al traste con todo, y la torre se derribó tirando las piezas de madera encima de ellos.
—Hasta aquí hemos llegado.
—Nada dura para siempre. Pero tendrías que haber quitado la de la derecha —dijo Jeremías, mientras recogía las piezas que tenía a su alrededor.
—Pero es la vez que más tiempo se ha estado de pie.
—Hay que reconocer que hemos mejorado, en comparación a la primera.
—Hala, aparcado —dijo Rafaela cuando dejó recogido el juego en su caja.
Jeremías se sentó en el sofá y ella puso un cassette con música. Empezó a sonar Take me home, country roads de John Denver. Rafaela se sentó en su sillón, echando la cabeza hacia atrás, con la postura completamente relajada y la mirada perdida, como si estuviese muy lejos de allí.
—Me encanta esta canción —dijo.
Jeremías la miraba, y una ligera sonrisa asomaba a sus labios.
—A mí también.
Solo se escuchaba la canción, cantando en una tranquila noche de finales de verano, mientras ellos dos simplemente se relajaban. Rafaela cerraba los ojos, y Jeremías se quedaba mirándola de forma inconsciente. Podrían haber estado así mucho tiempo, hasta que Thor empujó la puerta del patio con el hocico, como solía hacer siempre que quería entrar y la puerta estaba abierta.
Entró tranquilamente, reuniéndose con ellos, y dándole a Rafaela suavemente con el morro, la forma cariñosa que tenía de saludar.
—Hey, grandullón —dijo ella a media voz, sonriendo y devolviéndole el saludo con caricias.
Jeremías los miraba, pensando que a mucha gente le parecería imposible esa escena. La chica trataba con sumo cariño al animal, y él se lo devolvía de la misma forma. Aunque la mayoría de la gente tenía impuesta una idea de los toros de lidia agresiva, Jeremías estaba aprendiendo que no era cierta; aunque esa mole de quinientos kilos daba mucha impresión, no iba a cargar contra ti solo porque sí, si lo tratabas bien.
—Va, venga —dijo Rafaela incorporándose.
Miró con una sonrisa a Jeremías y fue a la cocina, a darle alguna fruta al toro.
—Deberíamos irnos a dormir —comentó al ver la hora. Ya hacía más de dos horas que habían cenado.
—Sí, tienes razón —respondió Jeremías.
—¿Estás bien ahí? Deberías dormir en una buena cama, así mejorarías antes. Pero no tengo ninguna. Si quieres puedes dormir en la mía y yo duermo en el sofá, a mí no me importa.
—No, déjalo, estoy bien aquí.
—¿Seguro? Luego me vendrás con que no puedes moverte, no te queremos inválido.
—Puedo ser de todo menos inválido, no te preocupes —dijo Jeremías, medio sonriendo.
—Pues bien lo pareces —lo picó la chica.
—Anda, no te vayas a quedar otra vez dormida en un sillón.
—¿A ti qué más te da donde duerma? —preguntó ella en tono de guasa.
—Me suele dar mal rollo que me observen mientras duermo —replicó él.
—¡Si yo estaba durmiendo! Me parece que me has mirado tú más a mí que yo a ti. Mejor me voy a mi cama y cierro la puerta.
—Eso, no te vayan a entrar espías o agentes malignos como alimañas —dijo Jeremías, en el mismo tono que emplearía para asustar a un niño con el hombre del saco.
Rafaela le sacó la lengua, arrugando graciosamente la nariz en un gesto burlón. Se dio la vuelta hacia su dormitorio, dejando solos a Jeremías y a Thor, que estaba a su aire terminando de comer una zanahoria que le había quedado en el suelo.
Jeremías se colocó la cama, arreglando mantas y almohadas, y juzgó innecesario cambiarse la ropa por un pijama. Entonces se levantó, apoyándose siempre en una muleta y medio cojeando, y fue hacia el dormitorio de Rafaela, donde ésta estaba en el baño. Dio tres toques en la madera de la puerta abierta, captando la atención de la chica. Se había quitado la ropa, sustituyéndola por una camiseta grande que le llegaba a medio muslo, y lo miraba con el cepillo de dientes en la boca, lleno de espuma.
—¿Puedo usar su real y magnánimo cuarto de baño, señorita? —preguntó Jeremías, fingiendo aires muy galanes.
—Adelante —respondió ella igual de galantemente, haciendo una inclinación, y sonriendo ampliamente aun con el cepillo en la boca.
La chica salió y Jeremías entró en el baño, cerrando la puerta. Ella aprovechó para echar un último vistazo a la casa, apagando la luz de la cocina y yendo a por Thor. Dejó al toro recogido en su cuadra y le dio las buenas noches como siempre hacía. Al volver a su cuarto, casi se da de bruces con Jeremías.
—Tienes habilidad especial para aparecer bruscamente, eh —comentó.
—Siempre ha sido así, desde que nací hasta que me hice agente secreto. Y deja de hablar con la boca llena de pasta de dientes o terminarás tragándotela.
Rafaela hizo el gesto de rodar los ojos, pero sin poder contener la risa. Jeremías todavía se quedó un rato ahí, echándole un último vistazo mientras ella terminaba de aclararse la boca con agua limpia.
—Lo de acosar también te viene de nacimiento, ¿verdad? —dijo Rafaela, al girarse y verlo ahí plantado.
—Claramente —respondió Jeremías, sacando una de sus sonrisas abiertas. Le guiñó un ojo juguetonamente y fue a volverse hacia el salón.
—Bobo —dijo Rafaela en voz baja, sin poder evitar sonreír.
—¿Cómo que bobo? —replicó él, volviendo a acercarse a la chica, con un deje juguetón en la voz—. No te veo quejándote por tenerme aquí.
Los dos se habían acercado, y se miraban directamente a los ojos.
—No tengo de qué quejarme —murmuró ella.
Se quedaron así un instante, él completamente perdido en los orbes color café de Rafaela que reflejaban brillos, y ella igual de embelesada en el verde glauco, casi grisáceo, de los ojos que la miraban. Un poco más, y sus labios se rozaron. Sin pensarlo, sin juzgarlo, sin ningún pensamiento en la cabeza, simplemente con un repentino impulso mutuo, algo que cinco segundos antes no habrían concebido. Fue un beso ligero, un toque de un segundo, labios con labios, antes de separarse. Cuando se volvieron a mirar, había algo más en el brillo de sus ojos.
Se sostuvieron la mirada un par de segundos, sin decir nada, como sin asimilar lo ocurrido. Al final Jeremías se giró, dirigiéndose al salón. Rafaela estuvo un momento con la mirada perdida y un asomo de sonrisa en la cara, antes de cerrar la puerta.
Apartó las sábanas de su cama y se tumbó cómodamente en ella, colocando bien su almohada, y quedó mirando infinitamente al techo. Por la ventana que tenía a la derecha de la cama entraba una suave luminosidad de la luna, que acariciaba su rostro. Estuvo así un largo rato, perdida en sus pensamientos, que no podían evitar divagar hacia el chico de cabellos castaños y ojos verdes que dormía en el sofá.
Terminó por quedarse plácidamente dormida, como si estuviera en una nube de felicidad.
***
En una habitación un tanto oscura, apenas iluminada por un flexo cutre, un hombre daba vueltas. Otros dos hombres se mantenían al margen, con cara de seriedad, y todos parecían sumidos en algo importante. Al fin, el que daba vueltas se encaró con ellos.
—Mientras el agente siga con ella no podemos hacer nada. Pero en cuanto nos dé la primera oportunidad... ¡maldita sea!
—Recuerda lo que dijo el Grande —respondió uno de ellos, que iba con una chaqueta de americana algo vieja—. Por ahora, nada de escándalo.
—No habrá escándalo. No nos vamos a manchar las manos de sangre en público, claro que no. Tú —añadió dirigiéndose al tercero—, ¿has encontrado lo que te dije?
—Sí, señor. Lo tengo.
—Bien, bien... Llegados a este punto, van a ver lo que es bueno. No deberían haberse metido en nuestros asuntos.
El jefe o el que parecía tener más importancia despidió a los otros dos con nuevas órdenes que remitir, mientras seguía preparando y maquinando planes.
—Disfrutad mientras podáis, tórtolos, disfrutad mientras podáis... —murmuró, pensando en aquellos que ahora dormían tranquilamente en la casa 63 de la calle Alfajor.
3, 2, 1...:
mein gott, MEIN GOTT, MEIN GOTT.
Acabo de sufrir un colapso nervioso. SE HAN BESADO AAAAAAAAAAAAAAA
Un momento especial y muy esperado PUASJJASJA
¿Sabéis qué? En un principio esto no pasaba aquí, y os habría hecho esperar para el beso otro porrón de capítulos. (¿Maldad o llevar el romance lento a otro extremo?). Pero así es perfecto. ES QUE WE, POR QUÉ NO SE DAN CUENTA YA. Este es un capítulo para llevar el shippeo hasta las nubes, porque es que mirad simplemente de la primera escena hasta la última, tanto JeremíasxRafaela ajshbagvsbhh.
Y sí, ya que hemos comentado eso... ¿qué pasa con lo último? Que vienen a arruinarnos nuestro momento perfecto de Jere y Rafa. ... Quizás sea inquietante. Esperad al capítulo que viene jajajajaj.
Este capítulo creo que es un maravilloso punto de inflexión.
Venga, espero vuestros comentarios, gritos, fanguirleo, teorías, de todo.
Como siempre, es un placer escribir si vosotros leéis, vuestro amor y comentarios valen oro <3. Este ha sido mi regalo navideño (?
¡Feliz Navidad a todos! :3
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